La herencia del tio Hugo
Me dejó su casa, sus muebles, sus libros. Pero también me dejó algo más: alguien que me quisiera
Me pusieron el nombre del tío Hugo por ser mi padrino. El insistió porque sabía que era el único modo de perpetuarse No tendría hijos. No se casaría nunca. Jamás haría el amor con una mujer. En pocas palabras, mi tío Hugo cuyo nombre llevo., era tan puto como yo.
Pero era un puto discreto. Un puto de antes., muy reprimido y en el armario, de aquellos que se guardaban muy bien en tirar una pluma por el aire, dar una señal, pronunciar las "eses" en forma sibilante o afeminada, hablar con voz de pito, mover demasiado las caderas o las muñecas de las manos, vestir atrevidamente o incurrir en cualquier anomalía que pudiera hacer sospechar sobre su condición sexual. Su soltería motivó amplios comentarios por parte de mucha gente, pero el siempre la explico como que fue un acto de abnegación hacia su madre (mi abuela) viuda a temprana edad y con siete hijos para cuidar (el era el hijo mayor). Claro que casi nadie le creyó. Ahí viene el puto de Hugo, decían los hombres de la familia. El hacía como que no los escuchaba.
Nunca se le conoció ningún desliz. Ningún acto indiscreto. Nada que pudiere confirmar las dudas (o certezas) que su soltería empedernida generaba en gran parte de la familia y de nuestros conocidos.. Fue un hombre de mundo. Culto, amante de los viajes y cosmopolita, pero no obstante ello, nunca se le conoció una amistad íntima, una relación más o menos permanente ni con hombre ni con mujer. Si tuviera que decir que rasgos sobresalían en su personalidad señalaría su falta de color: fue un hombre gris, como sus trajes, como su automóvil Ford, gris, su conversación siempre apropiada, su religiosidad, y su refinamiento. Pero más allá de su condición de anticuario ,y su amor por las bellas artes, la suya siempre me pareció una de esas vidas grises, vidas vividas en voz baja, a la sombra, en secreto y a puertas cerradas, Una vida que ocultaba , quizás una gran vergüenza., o un exagerado sentido del deber.
Puedo decir sin embargo que, el tío Hugo me quiso mucho. Yo era el hijo que nunca tuvo, la luz de sus ojos, el motivo de sus inquietudes. No tenés que ser tan sensible Huguito, si te pegan devolvé. Hacete respetar sobrino .Estuvo siempre presente en mi vida, interesándose en mi educación y en mi salud, de mis bronquitis y alergias, , pagándome estudios especiales, regalándome ropa, juguetes, y más tarde, aparatos electrónicos y otros bienes caros .Viajes. Conocer el mundo es crecer , Huguito, me decía. También él, fue el primero que supo que me gustaban los machos, pero guardó mi secreto hasta la tumba. Siempre sospeché que lo intuía. Lo sospechaba tal vez por mi fragilidad, mi carácter apocado, mi timidez.
Al morir me legó varios bienes en su testamento: su departamento en una zona carísima de la ciudad,, algunos pocos muebles de estilo y antigüedades convenientemente inventariados, , sus plantas , sus crucifijos y objetos de arte religioso,, muchos de sus libros, ,sus colonias inglesas, un gato siamés gordo y viejo que regalé enseguida, una colección completa de grabaciones de María Callas , Renata Tebaldi y Montserrat Caballé,, su sillón favorito, y sus álbunes de estampillas que alguien me dijo que eran valiosos por la rareza de alguno de sus sellos. También un reloj suizo con malla de oro, que empeñé en un momento de extrema necesidad.
Cuando fui a abrir el departamento antiguo de la Avenida Quintana de Buenos Aires que me había legado,, no encontré casi nada más de valor. Mis primos, los Otero Lavalle, Blanca Paloma, Elvira Asunción y Santiago Virgilio,, que lo "cuidaron" en su última enfermedad, se habían ocupado de desvalijarlo prontamente no sea que yo me hiciera de algo más que lo que surgía del testamento: : no sea que el puto de la familia, saliera todavía más beneficiado.. Esa parte de mis parientes es muy miserable y codiciosa:: mis primos fueron rápidamente como buitres a ver que podían rasguñar entre las pertenencias del tio maricón, cuyo cadáver aún no estaba frío del todo. Así se hicieron de sus porcelanas inglesas (Blanca Paloma), de sus cubiertos de plata, y de los manteles de hilo italianos traídos de algún viaje,(la gorda de Elvira Asunción),, de la alfombra persa que seguramente decoraría la sala de estar ordinaria y cursi de la casa de Santiago Virgili y su mujer la Pocha Insaurralde Vega la de los hipos constantes., No encontré ni las bebidas importadas ni la ropa. Supongo que se la habrán repartido entre esos tres canallas. ¡Que hijos de puta!, con perdón de la madre de ellos la Teresita Campos Terry, que de tan fea y y chupa cirios ni puta podría haber sido. Mi tío la llamaba con sorna "La madre Teresa" como la monja de Calcuta con la que nada pero nada, tenía que ver. Salvo la fealdad física.
Pero yo, el sobrino mariquita, ahijado, heredero y tocayo del tio Hugo, era quien tuvo que ir a abrir, ventilar y limpiar esos ambientes vacíos y oscurecidos por aquellos pesados cortinados que no llegaron a llevarse mis primitos. .Todavía se podía respirar el clásico olor a viejo, el hedor de los remedios, el odor a desinfectante y a flores marchitas del reciente velatorio.. Descolgué los retratos de tantos familiares largamente pasados a mejor vida. Corrí los cortinados, abrí las ventanas y con lágrimas en los ojos dejé entrar el sol. Ese era el legado del único ser humano que me había querido de manera incondicional. Y me pareció que con el primer rayo de sol, su sombra o su alma se habían ido volando por los aires, como la tranquila mariposa que siempre fue el tío Hugo, por el gran ventanal que daba a la aristocrática avenida.
Al cabo de un tiempo vendí mi departamento y me mudé a aquel pisito q ue había heredado, pero para ayudarme a pagar los gastos del edificio, lo invité a Andrés Facundo Peñaloza Riera, a compartirlo. Andrés, más conocido como "la Sarita Montiel", era un sesentón, muy delgado, muy señora él, que había quedado viudo de su pareja, un ex primer bailarín del Teatro Colón. Era un tipo aburrido, que nunca sonreía para no perder la dentadura postiza,, pero el departamento era grande y casi ni nos cruzábamos. Cuando mejoré mi situación económica pude pedirle que se fuera, pues no aguantaba más a su perrito pequinés Lolito, que cagaba en todos los rincones.
En ese tiempo yo iba a cumplir 32 años y estaba sólo en el mundo. El amor me había sido esquivo y al convertirme en heredero, siempre pensé que me buscaban por mi "fortuna" y no por otra cosa. Salía poco y nada, salvo para trabajar (soy despachante de Aduanas) y para ir al gym de las cercanías (El Megaolimic, donde hay mas gays que baldosas..
La falta de sexo y la obsesión de vencer esa tendencia a la obesidad que me perseguía desde chico, hizo que transformara mi físico hasta proporciones impensadas que me asombraban cada vez que me miraba en el espejo (varias veces al día). En el espejo de mi dormitorio, me veía desnudo con mi 1,77, mis 77 kilos, bíceps, tríceps, cuádriceps y demás músculos y no lo podía creer. Hoy confieso que me hice varias pajas mirándome en el espejo y repitiendo como un mantra "puto que fuerte estás" La pija que en ese tiempo solo me servía para orinar, se me paraba a niveles nunca experimentados, y bastaban unos cuantos ida y vuelta con mi mano sudorosa y temblante para que un chorro casi imparable de leche, manchara el espejo biselado que había recibido del tío Hugo.
Claro que hubo algo más que heredé del tío, que cambió mi vida en forma insospechada.
Dije antes que andaba en una época de sequía sexual: Vivía como los animales hambrientos en el campo : a pura paja. .Todos tenemos desengaños en la vida y más los gays: Un dia conocés a alguien, te gusta, dice que gusta de vos, te vas a la cama y el sexo es celestial y después descubris que después del sexo hay conversación, cosas en común, compatibilidades, ternura. Y no lo podés creer, otra vez conociste al "hombre de tu vida". Bueno está bien, no seamos mentirosos, nadie presume de virgen ni de inocente y menos yo, Y entonces conocés a: UNO DE LOS HOMBRES DE TU VIDA Y VAN
Eleazar aparfe del nombre bíblico y una espesa barba rubia que acentuaba sus rasgos eslavos, era todo lo que yo había buscado hasta ese instante: atractivo, sexy, muy bien dotado sexualmente, inteligente, alegre, afectivo, masculino, educado, culto. Una joyita el man pero tenía un defecto:culo que veía culo que se tenía que coger. Era insaciable, infiel, mentiroso, desleal, infantil, y un día me cansé de ser el que usa cuernos de noche y de día y lo mandé a cagar a los yuyos. Le desee lo peor, lo maldije, lloré, y no lo pude olvidar. ¡ Por qué será que nos obsesionamos por los que menos nos convienen, amamos a quiénes no nos aman, sufrimos por quienes no lo merecen? ¿Qué tienen los hijos de puta como Eleazar que nos calientan, que nos dilatan el orto con solo recordarlos, que nos conducen a hacer locuras? Que falla tenemos algunos, que nos impulsa a enamorarnos siempre de canallas y perversos. Será un cromosoma averiado, un desbalance químico, o una tara congénita que nos hace sentir atracción por semejantes basuras de la naturaleza.
Por eso, cuando desde la puerta de calle me tocaron el portero eléctrico y una voz muy masculina, invocó el nombre de mi tío y dijo ser su agente de seguros, jamás pensé en algo más, que decidir si le abría o no. Dijo llamarse Ivan Rentería y trabajar para Alianza Bavaria Compañía de Seguros Generales, la aseguradora de mi tío.
El tema de la visita era que mi finado tío había dejado un Seguro de Vida a mi favor por una suma que si bien no era una fortuna, me permitió decirle a la Sarita Montiel y a su perro pequinés Lolito (el que cagaba en todos los rincones) que se fueran buscando donde vivir, pues por lo menos, los gastos de las expensas del departamento estaban cubiertos de por vida.
Pero en realidad, esa visita no fue exclusivamente de negocios. Iván Rentería, una vez terminaba su función oficial, aceptó un whisky que le ofrecí y fue perdiendo de a poco la seriedad que había tenido desde que llegó. Hacía mucho calor. Como mi aire acondicionado no funcionaba, pidió permiso para quitarse la chaqueta de su impecable traje gris oscuro. Se aflojó la corbata, se sacó, a mi pedido, los zapatos mocasines que calzaba, se sentó en el sillón grande de la sala de estar, y abrió sus largas piernas musculosas, dejando entrever en la bragueta de su pantalón bien planchado un bulto de esos de padre y señor mío. Me calentaron también sus pies enfundados en unas medias claras que si bien no iban muy bien con el color de su corbata, parecían desnudar obcenamente sus pies largos y delgados. Este la tiene grande pensé, y me imaginé una verga larga, fina y erecta, ostentando una punta cabezona y brillante. Verga de esas que entran bien y hacen mejor. Vergas para agradecer al cielo. Examiné su figura: era más alto que yo, delgado, de unos treinta y ocho o treinta y nueve años, buen físico, piernas fuertes, espaldas anchas, peludito, la piel bronceada por el reciente verano. Iván era un machazo de esos que siempre aparecían en mis sueños mojados. Machos que desaparecían apenas yo abría los ojos al nuevo día y descubría que sólo era un sueño..
Me habló del tío Hugo, largo rato. Parecía conocerlo muy bien. Me contó, de lo mucho que se había preocupado el tío, en contratar ese seguro para mí, pues no quería dejarme sin recursos para mantener semejante departamento. De lo buena persona que era.mi padrino. De su basta cultura y gran amor por los más desamparados. El tenía una versión de mi tío que yo ignoraba Nunca había sabido de las inquietudes sociales del tío. Si tenía una ligera idea de sus inquietudes culturales. Su amor por las antigüedades, por la música, la ópera en particular. Pero Iván Renteria sabía mas. Por un momento se me pasó por la cabeza que además de agente de seguros, este man había sido amante de mi tío pero no se porqué lo descarté de plano. Era como 35 años menor que el tío.
El seguía hablando. Me relataba anécdotas y lo hacía con una emoción que no hubiera esperado. Era como si tuviera un conocimiento mayor que el estrictamente comercial de mi fallecido padrino. Le serví otro whisky, y entramos en más confianza. Me propuse averiguar más. El no parecía apurado por irse. Ni yo quería que se fuese. Lo miré, me miró. Había en su mirada una calidez que me impactó. Te gusta puto, pensé. Y si el man me gustaba. Quizás esa mirada , tal vez aquellos pies flacos enfundados en medias claras, o las piernas largas y abiertas exhibiendo un bulto interesante. El tipo me calentaba. Yo escuchaba y lo miraba , pero mi pija seguía por otro camino y se iba parando y varias veces tuve que acomodarme discretamente la bragueta para no ser tan evidente. No sé, si el advirtió algo. Levantó el vaso para brindar y al chocarlo con el mío mi mano tembló y mis ojos se posaron en su antebrazo peludo, sobre su piel bronceada, y aunque sentí como un mareo y luego unas terribles ganas de escapar, su onda me atrajo como un imán. Disimulé.
Me sentí muy idiota. El tipo apreciaba a mi tío. Me había venido a ver para darme una buena noticia y yo lo había invitado a tomar algo, a ponerse cómodo, obviamente se me había ido la mano con semejante confianza.
Cuando fue la hora de irse, se levantó se calzó los mocasines, se puso el saco, dejó el vaso casi vacío de whisky sobre la mesita y dándome las gracias, se despidió y se fue. Esperé unos minutos y lo vi irse desde el ventanal que daba a la calle y me dije "te equivocaste putito, el man ni te tomó en cuenta. Uno en este mundo está acostumbrado a los fracasos. A no gustar al otro. A competir con tipos diez mil veces más atractivos, más hermosos, mejor dotados, y en un momento de la vida más jóvenes. Obviamente , Ivan Rentería no era para mí. Quizás ni era gay. Pero alguna mirada, alguna palabra, un par de gestos, la libertad con la que había hablado me hicieron sospechar Pero a la noche mientras me hacía una paja pensando en aquel machito lindo, me detuve y me dije , puto de mierda como te vas a pajear por un tipo que no te dió ni la hora .
A la tarde siguiente, Iván me llamó al celular. Preguntó si había hecho el trámite en la aseguradora, le dije que si y se quedó en silencio como cincuenta segundos y demostrando alegría me dijo, que le parecía muy bien. Cortó y yo pensé no te ilusiones maricón que el tipo hizo una llamada comercial. Pero ese silencio de cincuenta largos segundos me dio esperanzas. Soy un gay ilusionable, no lo puedo evitar.
Un dia se mudó del departamento, la Sarita Montiel y su delicioso perro Lolito el que cagaba por todos los rincones, y la casa se hizo silenciosa por las noches cuando volvía de mi trabajo. Salía al ventanal ese que daba a la calle y me agarraba una cierta melancolía: era joven, bien formado, en buena posición económica, lo tenía casi todo, pero algo me faltaba. Empecé a extrañar los ladridos de Lolito, y hasta la dentadura postiza de Sarita Montiel. No tenía ganas de salir, conocer algún macho que me "cambiara el aceite", revolcarme con algún tipo interesante y anónimo, y comerme una verga para matar el hastío.
Cuando volví de un viaje a Montevideo (Uruguay), me encontré con una carta de Iván Rentería. Estaba escrita con marcador, medio a las apuradas y me decía que me había venido a ver y que estaba preocupado por no tener noticias mías. Anoté el celular que incluía y lo llamé. Como no contestaba dejé un mensaje en el contestador. Me fui al gym y me calenté con un "personal trainer" muy parecido a él pero no era él. Tenía la misma altura, las piernas largas, era velludito, lindo ir y venir, y un culo paradito y duro. No recordaba el culito de Iván pero sería parecido pensé.
El "trainer" notó mi atención, pero desvió la mirada. Era hetero o le tendría fobia a los gays. Pero "mama mía" que culo divino se adivinaba a través de su pantalón corto de color blanco brilloso..
Mi calentura se prometió a si misma una buena pajota al llegar a casa. Cosa de liberar la tensión, y sacarse el afrecho.
Me olvidé de aquella carta y sin bañarme en el gym tomé el bolso y me fui a casa. En el camino, un flaco me miró sin disimulo y por lo bajo me dijo que estaba "muy fuerte" o como diría un centroamericano "bien bueno". Agredí el piropo con una sonrisa pero me apuré por llegar. No creo en lo levantes callejeros.
Abrí la puerta del departamento, y me dí cuenta que había dejado la ventana abierta y me encaminé a cerrarla. Dejé el bolso y comenzaba a desnudarme para darme una ducha cuando tocaron el timbre de la puerta de calle. Era él.
Le dije le pidiera al vigilador que lo dejara pasar y en tres minutos estuvo en la puerta de mi departamento. Vestía de sport, estaba algo despeinado, la mirada dulce y brillante, casi me orino del placer de verlo. Ivan Rentería.
Extendí la mano para saludarlo y casi me desmayo cuando sentí la tibieza de su piel peludita., la suavidad de su piel, cierto desinterés en soltar mi mano, ese instante prolongado en el que dos manos se tocan como si fuera para siempre. Lo hice pasar. Le ofrecí un whisky. Después, me dijo.. Parecía nervioso. Le pedí que se sentara en el mismo sillón de la sala de aquella primera vez. Le dije que me esperara que iba a bañarme. Me miró y no dijo nada. Entre al baño y me desnudé, abrí el agua caliente de la ducha y yo estaba tan excitado que la pija me lloraba de deseo:semejante man estaba en mi casa, esperándome y yo ahí en bolas, caliente, sofocado de deseo, Puto esto es lo más, pensé. ¿.Qué querría?
Me enjaboné diez veces la verga y otras tantas el culo. Como los boy scouts, hay que estar siempre listo, pensé. Me sequé y me vesti como pude y fui a la sala dónde me estaba esperando.
De su maletín sacó una carpeta; de la carpeta extrajo unos papeles, entre estos había una carta de mi tío Hugo, donde le pedía que me cuidara. Me la leyó. No lo podía creer, el muerto le decía a ese hombre que estaba frente mío que me cuidara. ¿De qué?, ¿De quiénes? Cuando terminó de leerla , se sonrojó, todavía tenía ese don de demostrar sus sentimientos con el color de su rostro. Me quedé callado.
- Vas a cuidarme, pregunté. Me miró, y con los ojos vidriosos, me contestó
- Sabes cuidarte solo, y miró hacia la ventana.
El tío Hugo además de dejarme su casa, un seguro, sus libros , algunos muebles, y demás pertenencias me dejaba increíblemente, un ¿ Cuidador? ¿Vigilante?. Este tío además de puto como yo estaba loco. Salvo que el cuidador vigilante tutor o encargado, fuese para algo más que para cuidarme.
El estaba avergonzado, incómodo, como deseando estar en otra parte. Me contó de su historia con el tío. No habían sido amantes. El tío había sido su benerfactor, su cable a tierra. Un gran amigo de su madre. Los había ayudado cuando el padre de Iván se había escapado con una brasileña para nunca más volver. Se habían conocido por más de veinte años. Siempre les hablaba de mi pero nunca nos había presentado.
Era extraño pensé. Un macho así , era en realidad, casi uno de la familia. O si no lo era, había sido instituido para protegerme como decisión de la última voluntad de mi tío solterón y, puto, por mi tio anticuario, callado y benefactor.
Iván se incorporó, caminó hacia el ventanal ese misma ventanal por donde se había ido volando el alma del tío Hugo, el mismo desde la cuál yo lo había visto irse a Ivan aquella primera vez. Y como si me moviera un engranaje incontrolable yo fui tras él. Ahí me di cuenta que era más alto que yo, que sus espaldas eran anchas, que tenía un culito lindo y delgado, Me pusé tras suyo, y acerqué mi naríz a su nuca para oler su perfume, para sentir el calor de su piel, y el primero tembló y luego se quedó parado, inmóvil, expectante, y lo abracé por detrás, y el se apoyó contra mi para no caerse, y yo apoyé mi cabeza contra su espalda, y le dije que lo había estado esperando. Muy bajito, como susurrando, como no queriendo cubrir el sonido de sus pulmones respirando. El dijo algo que no alcancé a oir porque lo dijo muy quedo, como si no quisiera despertar a los duendes del balcón, la magia de aquel primer instante , mientras yo recorría con mi mentón de barba incipiente, un espacio pequeño de su espalda una y otra vez, Con una exhibición de fuerza y de músculos se dio vuelta y me besó. Yo no podía imaginar el sabor de sus besos, la textura de sus labios, la humedad de su lengua jugando con la mía, la necesidad de cariño que era igual a mí necesidad. Me deslumbró.
Me acarició el pelo, con una ternura bien masculina, como si acariciara la cabeza de un niño pequeño. Y yo besé uno a uno los dedos de su mano, y el doblando su cabeza hacia mi,, besó mis ojos, mi frente, mis mejillas, Tomé como pude su cabeza con ambas manos, y sentí la tersura de su pelo antes de volverlo a besar, de saborear la dulzura de sus labios calientes, la fuerza de sus dientes, la danza de su lengua en mi boca.
Te estaba esperando, le dije otra vez, y el asintió con su cabeza y me miró a los ojos como si fuera la primera vez que me veía, y me abrazó y me abracé a él como un náufrago aferrándome a la vida en un mar embravecido.
El acarició mi cuello, y lo fue besando despacito hasta que pegué un grito de deseo, guacho me matas dije y sin verlo intuí su sonrisa de dientes blancos y su boca jugosa que busqué otra vez.
Lo llevé de la mano, hasta el dormitorio y en el camino fuimos perdiendo las ropas, los zapatos, las medias, los calzones. Me dijo: "mi bebé" y en ese momento, mi corazón de puto romántico y solitario se abrió en dos para recibirlo. Y si el amor es cursi, y si el deseo es animal, y si la pasión es como una fuerza arrolladora, yo sentí todo eso al agarrar su verga endurecida entre mis manos primero, y con mi boca después. Y la tibieza , la tersura, la dureza de su pija hermosa se adueñó de mi boca, acalló mis palabras, contentó mi alma.
Chupar por primera vez la pija de alguien que vas a amar, es casi una experiencia extra sensorial. Por un lado estpa el grosor y la fueza de la verga, venciendo tus barreras y por el otro un deseo irracional casi metafísico de de hacerla tuya, de bautizarla para siempre como parte de tu vida. Su pija era un milagro, y yo me sentía cantar, mientras la chupaba una y otra vez.
El separó mi cabeza de su pedazo humedecido, y me tiro en la cama, retirando con mi ayuda, as cobijas, por debajo de mi culo. Lo miré en el espejo de mi cuarto, en el testigo de mis pajas solitarias, y no vi mi cuerpo sino el cuerpo de los dos: nuestras piernas algo peludas y fuertes entrecruzadas,, nuestros pechos abrazados, su boca en mi piel, sus pies entre los míos, sus manos acariciando mi culo , mis flancos, mis costillas, mis tetillas, según que el movimiento del amor fuera cambiando la posición de nuestros cuerpos. Tomé de nuevo su pija larga entre mis labios y al mismo tiempo el comenzó a chupármela con fuerza y como si fuera la última vez. Y yo me entregué a su deseo, y el puso un dedo en mi culito expectante y yo hice lo mismo en su culo peludito y bello.
Dobló mi cuerpo hasta que ya no pude verme en el espejo biselado : y me la puso, primero despacito como lo haría un amante que no quiere herir ni un pelito de su amor, y luego cuando tomó posesión de mi orto deseoso, comenzó a bombear una y otra vez, fuerte muy fuerte y creí volar, creí salir disparado por los aires, mientras repetía, cógeme cógeme,, cógeme Y el contestaba con cada movimiento de su pija en mi orto, con cada roce de su verga por el terciopelo de mi culo, asi , así como quien quiere adueñarse de un terreno conquistado.
Aunque no miré la cómoda, imaginé el retrato del tío Hugo , sonriendo de oreja a oreja.
galansoy: Ojalá les guste. Es una historia de amor pero bien caliente. g.