La herencia del horror

Una joven recibe una herencia que despertará su virginal sexo.

La herencia del horror

El camino

El automóvil surcaba la ruta en la oscuridad de la noche. Ella había apagado la radio ante la imposibilidad de sintonizar nada que se pudiera escuchar, evidentemente en esta zona serrana no se podía captar bien ninguna emisora.

Hacía más de media hora que había abandonado la ruta principal, para tomar el camino secundario que la depositaría en su destino y desde que lo había echo, no se había cruzado con ningún otro vehículo.

Solo se escuchaba el sonido de la brisa y el de las cubiertas rodando sobre la cinta asfáltica. Para no caer en somnolencia, comenzó a pensar de cómo había llegado a esta situación.

Todo había comenzado la jornada anterior, el día de su graduación como paleontóloga, la alegría que la invadió al recibir su título, pero todo se desmoronó en unos pocos minutos cuando había sonado su celular. En la pantalla aparecía el número de su abuela, enseguida asumió que la llamaba para felicitarla, pero al contestar escuchó una voz masculina. Se trataba del abogado de su abuela, y la citaba urgentemente a su bufete. Abandonó rápidamente la fiesta de egresados y partió a entrevistarse con él.

La recibió con un adusto gesto de dolor, luego de invitarla a tomar asiento en un living se sentó a su lado, y tomándola de sus manos le dio la mala noticia, su abuela había fallecido en España. Lloró desconsoladamente, pese a que la relación con ella nunca había sido fluida, siempre había tenido la impresión que la quería tener lo más lejos posible, sustentaba su teoría, que al nacer, como había fallecido su madre en el parto, ella se había hecho cargo pero que siempre la había mantenido internada en colegios privados, e incluso al ingresar a la facultad, la había enviado a una donde solamente asistían mujeres.

El jurista se levanto para acercarle un vaso con agua. Tomó únicamente un sorbo -por la congoja- tenía la garganta hecha un nudo. El hombre buscó una carpeta en su escritorio y volvió a tomar asiento al lado de ella, de la misma extrajo una hoja, la miró a los ojos y le dijo: "Sepa usted disculparme, pero solo estoy haciendo lo que me encomendara su abuela y que debo cumplir como su última voluntad", ella, con la respiración entrecortada asintió levemente con la cabeza, comenzó él a leerle aquel escrito.

Al principio se trataban de formalidades legales típicas de los letrados, ella no prestaba demasiada atención hasta que en un punto levantó la cabeza, como tratando de prestar mayor cuidado, "…es mi última voluntad que mi nieta, antes de recibir todo lo enumerado anteriormente como única heredera, deberá conocer la casa donde fuera concebida por su difunta madre y deberá permanecer residiendo en la misma por un período no menor a cuatro meses", ella lo detuvo colocándole una mano sobre el brazo, "…perdón, no entiendo, la casa…", dijo casi balbuceando, "si exactamente donde usted fuera concebida", le respondió. Ella tomó aire y continuó diciéndole "la verdad es que nunca supe nada de ello, mi madre…", él la interrumpió mencionándole "sí, usted no sabe nada sobre su madre ni de su padre, y por mi parte, sabe bien usted que nos unieron muchos años de amistad con su abuela, y ella nunca me mencionó nada al respecto", concluyó.

Siguieron más aspectos técnico-legales y le hizo entrega de las llaves de la residencia y un plano de cómo llegar. La despidió con un fuerte abrazo y en el umbral de la puerta le recordó "debe viajar ahora mismo, así lo menciona el testamento de su abuela…".

Un pozo en el camino hizo concluir rápidamente sus recuerdos. A lo lejos, en el horizonte se veía la silueta de un pueblo que era iluminado por relámpagos, lentamente bajo el vidrio de su ventanilla y un olor a tierra húmeda anunciaba la cercanía de una tormenta. A los pocos minutos llegó al acceso del pueblito, se detuvo a un costado del caminó y dudó si pasaba la noche en él o continuaba su marcha. Consultó el plano que le había entregado el abogado, la casa estaba a uno pocos kilómetros de ahí, dado que la misma estaba en perfectas condiciones de ser habitada y contaba con todos los servicios -según le había dicho-, decidió continuar.

Arrancó nuevamente el vehículo y tomo por un pequeño camino que la conduciría a la residencia.

La residencia

Las primeras gotas comenzaban a caer cuando llegó a la casa, detuvo el auto cerca de la puerta de acceso, y al notar que la misma estaba a oscuras buscó una linterna dentro de su mochila, luego de comprobar que funcionaba correctamente buscó las llaves que le había entregado el abogado, asió su bolso, cerró con llave el auto y se dispuso a entrar.

Había caminado unos pocos pasos escuchó como los truenos retumbaban y la lluvia que se precipitaba con toda su fuerza, corrió hasta la puerta, alumbró el ojo de la cerradura e introdujo la llave, quitó el cerrojo y abrió la pesada puerta.

No podía saber donde estaba, buscó con la linterna un interruptor de luz y al encontrarlo lo accionó, la sala se iluminó con una tenue luz amarillenta, cerró con llave la puerta y caminó observando el amplio recinto en el que habían muebles muy antiguos, luego comenzó a transitar para conocer los otros ambientes de la morada.

La pequeña cocina tenía colgadas ollas y sartenes ennegrecidas por el uso, otro ambiente era un depósito para los enceres de limpieza, y unos pasos más adelante encontró el dormitorio, encendió la luz, era muy amplio, a la izquierda una enorme cama con varias almohadas, armada con sábanas color negro, enfrentada a la puerta se hallaba un enorme ventanal, a través de él se veía como arreciaba la lluvia, las ramas de un viejo árbol rozaban sus cristales generando un tétrico chillido, al costado de la misma un viejo ropero, lentamente abrió sus puertas y notó que estaba vació, dejó su bolso en él, observó una puerta y la abrió, encendió la luz y vio que se trataba del sanitario, el mismo contaba con una vieja bañera con ducha, una pileta de manos, sobre la misma unos pequeños anaqueles, regresó y se sentó a los pies en la cama, noto entonces que frente a esta, sobre la otra pared, se encontraba un gigantesco espejo de más de dos metros cuadrados montado sobre un marco dorado finamente trabajado, el mismo estaba levemente inclinado, de manera tal que se podía mirar la totalidad de la cama, notó que pegada al lecho estaba una mesa de luz con un portarretratos encima, se incorporó y caminó hacia la mesita, lo tomó entre sus manos y afloraron lágrimas de sus ojos al ver que en la foto estaban su abuela y su madre con ella en brazos. Por primera vez veía a su madre al lado de su abuela, eran idénticas, pero notó algo más, se acercó al espejo y observándose a sí misma y comparándose con ambas se dio cuenta que eran tres gotas de agua, idénticas, salvo, obviamente por la edad, notó que su abuela tenía una especie de cartel que decía "develaras el secreto en el espejo". Luego de preguntarse que significaría, más adelante se ocuparía de ello, dejo ese pensamiento al ser abordada por los pocos recuerdos de su madre, se puso a llorar un prolongado rato frente al retrato, les dio un beso a cada una de ellas y lo depositó nuevamente sobre la mesita.

Caminó hacia el sanitario, se quitó lentamente toda la ropa, abrió la llave de la ducha para comprobar si el calefón eléctrico funcionaba. La tibia agua se precipitaba hasta la bañera, ingresó a la misma, quedándose inmóvil por varios minutos, dejando que el líquido elemento acariciara su cuerpo.

Finalizada la ducha, se secó con una amplia toalla. Se sabía sola en la residencia, y al estar ésta alejada del pueblo no habría quien la viera desnuda, decidió permanecer así, dejo caer la toalla y camino cansadamente hacia la cama, olió las sabanas, increíblemente tenían aroma a limpio… como recién tendidas. Observó por la ventana que la tormenta arreciaba aun más, se acostó pesadamente, a pesar de que no era una persona temerosa dejó la luz de la habitación prendida. La actividad desarrollada en la jornada anterior y al cansancio de conducir tantas horas hizo que rápidamente se durmiera.

Brusco despertar

Trató de girar para cambiar de posición y no pudo moverse, pensó que estaba enredada con las sabanas así que trató de girar en el otro sentido, pero tampoco pudo hacerlo. Abrió los ojos para ver que sucedía, notó que los tenía cubiertos por una oscura venda. A través de la trama de la misma pudo observar que una figura se desplazaba por la habitación. Gritó con todas sus fuerzas, la persona se detuvo y se acercó a ella.

Una mano la tomó del mentón obligándola a mantener la boca abierta, vertió un espeso líquido dentro de la misma, ella trató de escupirla pero el extraño con una mano le había cerrado con fuerza la boca, y con la otra le tapó la nariz obligándola a tragarlo. Cuando tuvo la certeza que esto había sucedió, retiró las manos de su rostro, ella aprovechó para gritar más fuerte aún, una voz ronca le dijo "Grita todo lo que quieras… nadie te podrá escuchar", ella sabía que era verdad lo que el intruso le decía, ante la imposibilidad de mover sus miembros, trató entonces de sacudir la cabeza para así poder desplazar la venda. Logró que la misma algo se moviera, ahora podía ver entre la venda y su pómulo que se encontraba atada de pies y manos, trató de liberarse de aquellas ataduras pero poco a poco sus miembros dejaron de responderle, el líquido que le había hecho beber el extraño estaba haciendo su efecto. El hombre al notar esto se acercó a ella y remisamente comenzó a desamarrarla. Hecho esto, se colocó a los pies de la cama, tomó la negra sabana y suavemente comenzó a tirar de ella, como queriendo corriendo un teló para descubrir poco a poco aquel hermoso cuerpo.

Primero aparecieron sus voluptuosos senos coronados por unos pequeños pezones. Siguió así hasta llegar a su monte de venus donde pudo observar que estaba admirablemente depilada.

Con toda la sabana en sus manos, se quedó unos segundos observando aquel escultural cuerpo. Ella continuó tratando de mover la venda que cubría sus ojos, logró desplazarla unos milímetros más, él notó su accionar y le dijo "Tanto querés ver…", ella asintió con la cabeza, "Es tu decisión", dejó caer la sabana en el piso, rodeó la cama y se acercó y procedió a desatar el lienzo.

Pasaron unos instantes para que sus pupilas se ajustaran a la iluminación del cuarto. Miró fijamente a quién la tenía prisionera, estaba cubierto de pies a cabeza por una lóbrega capa, apenas podía vislumbrar el rostro adusto del individuo cuando este tomó algunas almohadas para colocarlas debajo de su cabeza así ella sería una espectadora preferencial de lo que vendría, tomó otros almohadones y los colocó por debajo de su cadera para elevar su pubis. Se desplazó nuevamente a los pies de la cama y delicadamente apartó una a una sus piernas flexionándolas levemente.

Desató la cuerda que sujetaba la negra capa y dejó que la misma se deslizara hasta caer en el piso. Aterrada miró al extraño, por la posición en que se encontraba solo podía verlo desde su cintura hacia arriba, observó que su rostro y torso desnudo estaban totalmente poblados de insólitos tatuajes, él se arrodilló en la cama frente a sus piernas, ella quedó sorprendida cuando desde la boca del individuo emergió una lengua de considerable tamaño y se sorprendió más aún cuando notó que la misma era bífida.

Impiadosa tortura

Paulatinamente fue bajando su rostro, su lengua, extremadamente húmeda, comenzó lentamente a recorrer su entrepierna, para luego concentrarse en los suaves pliegues externos de su sexo.

Con el dedo pulgar e índice delicadamente apartó aquellos los rosados labios, observó el delicado velo que cubría parcialmente el acceso de aquel dulce túnel, y exclamó "Tu abuela cumplió con su palabra de mantenerte virgen", ella no entendió que quiso decir.

Él exploró y exploró con aquella extraña lengua hasta dar con el sitio buscado, allí concentró todos sus esfuerzos, aquel botoncito, temerosamente al principio, comenzó ha hacerse notar, su boca extremadamente hábil se apoderó de él cuando cobró notoriedad, empezó a succionarlo, lentamente al principio, para luego devorarlo.

Aturdida no podía creer lo que le estaba sucediendo, miró azorada como sus minúsculos pezones comenzaban a emerger, tímidamente al principio, para luego cobrar una inusitada dimensión al quedar totalmente erectos, él también noto esto, se afanó aún más en estimular aquel timbre que despertaba la sexualidad de la joven.

Su labor era muy efectiva, desde el interior comenzaron a emanar los dulces fluidos que denotaban la excitación de la mujer. Se incorporó y ella pudo notar como él tenía el rostro totalmente empapado de aquellos líquidos. No podía entender como su cuerpo se revelaba a su voluntad y el asco que le producía tal situación.

La bestia bajó de la cama, se desplazó hasta aquellos turgentes senos, los comenzó a acariciar con sus ásperas manos, luego comenzó a succionarlos, tímidamente al comienzo, para luego atacar vorazmente los pezones atenazándolos con su lengua bífida.

Pequeñas descargas eléctricas se desplazaban desde sus turgentes senos hasta estallar en su cerebro totalmente desbordado por estas extrañas y nuevas sensaciones.

A pesar de tener los ojos involuntariamente entrecerrados pudo ver como él se incorporaba. Fijo su vista en las inmensas dotes masculinas, nunca había visto nada igual, era como un garrote de carne, surcado por gruesas venas, y coronado por una glande exageradamente grande y flanqueado por dos enormes testículos.

Él se desplazó nuevamente, subió a la cama y se arrodilló frente aquel húmedo triángulo al objeto de su deseo, tomó con ambas manos su miembro de unos veinticinco centímetros de largo, grueso como una cachiporra policial, lo acercó hasta hacer contacto con aquel delicioso capullito.

Desplazó en círculos aquella formidable glande sobre el virginal sexo de la muchacha, y con él apartó suavemente los labios vaginales, para luego juguetear durantes varios minutos con el clítoris. Ella involuntariamente su vulva se abrió como una boca pidiendo un beso. Incompresiblemente ella dijo "No me tortures más…", él supo entonces que el momento tan esperado había llegado.

Ella lanzó un profundo grito cuando la cabeza de aquel bestial garrote rasgó el fino velo de su virginidad.

Él retiro suavemente su miembro para poder deleitarse viendo aquel sanguíneo testimonio que teñía de rojo aquella verga. Superado el impacto de la satisfacción, apuntó aquel ariete a la puerta del túnel del placer, jugueteo una vez más estimulando aquel clítoris, y cuando observó la respiración agitada de la muchacha, se dispuso a penetrarla.

Los músculos vaginales hacían un esfuerzo descomunal para resistir el embate de aquel intruso, pero sus propios fluidos sexuales la traicionaban, ellos facilitaban el ingreso de aquella tranca.

Como un sádico que siente placer al ver sufrir a su víctima, clavó lentamente, muy lentamente su espada, solo se detuvo cuando su estocada llegó hasta la empuñadura.

Placentero ultraje

Él se quedó quieto unos instantes como saboreando el triunfo de ser el primero, ella sentía las palpitaciones de aquel inmenso pene dentro suyo.

Él sacó hasta la mitad su miembro, al notar que aquella estaca se retiraba de sus entrañas pensó que todo concluía, ella comenzó a notar su error cuando él introdujo nuevamente todo aquel garrote de carne.

El rápido vaivén del pene hacía que los hinchados testículos golpearan cadenciosamente contra sus nalgas humedecidas por los líquidos vaginales.

Su respiración aumento en velocidad, incomprensiblemente su cadera involuntariamente se elevaba como buscando que aquel miembro ingresara aún más. La bestia acercó su boca a uno de aquellos turgentes senos y comenzó a mordisquearlos acrecentando aun más la excitación de la joven.

A la impávida víctima, los ojos se le entrecerraban, pequeñas oleadas de placer atacaban su cerebro, al tratar de mantenerlos abiertos observó aquel gran espejo que estaba frente a la cama, lo que mostraba la aterrorizó, se vio a sí misma… pero sola, con las piernas abiertas, incluso podía mirar el interior de su vagina totalmente dilatada, perpleja notó que él no se reflejaba. Quiso gritar con todas sus fuerzas, pero en ese instante un intenso centelleo de placer recorría todo su interior, el grito que emanó de sus labios no fue precisamente de terror, denotaba un intenso placer, comenzó a jadear como una perra sedienta, sus pezones parecía que explotarían, incontrolables espasmos vaginales la inundaban.

El hombre desplazó sus ásperas manos, la asió con fuerza de las nalgas buscando elevarla un poco, comenzó a penetrarla de una manera bestial, su polla entraba y salía alocadamente. Su orgasmo no tardó en llegar. Enérgicos chorros de semen impactaban directamente en el cuello uterino de la muchacha, que lo miraba fijamente, pero a pesar de que tenía los ojos completamente abiertos… ella ya no podía ver, sentía que enceguecía, sentía una hermosa agonía… sentía que moría

Quedó inconsciente.

Un duro despertar

Levantó los parpados, llevo una de sus manos a su frente y notó que nuevamente tenía dominio sobre sus miembros, como pudo se sentó en la cama. Pensó que todo había sido una pesadilla, pero un intenso dolor que subía desde su entrepierna le hizo ver la realidad. Miró su sexo, sus labios vaginales estaban completamente hinchados por la agresión sufrida. Poco a poco trató de incorporarse.

Lentamente caminó hacia la ducha. Se paró al lado de la bañera, pero cuando levantó cansinamente una de sus piernas para acceder a la misma. Desde su vulva comenzó a manar un espeso fluido blanco, llevó una de sus manos a su sexo como tratando de recogerlo.

Era tal la cantidad que colmó su pequeña mano, el resto siguió cayendo por uno de sus muslos, levantó su extremidad, acercó a su nariz aquel cremoso líquido y percibió su olor tan particular, involuntariamente abrió su boca y su lengua buscó aquel extraño jugo, un sabor agridulce invadió sus papilas gustativas.

No podía creer lo que estaba haciendo, pero su otra mano recogió todo aquel tibio fluido que descendía por la cara interna de sus piernas.

Juntó ambas manos, observó por unos instantes aquella crema e inconcebiblemente sintió un incontrolable deseo de beberla.

Luego de lamer las palmas de ambas manos hasta no dejar vestigio de aquel jugo, se miró en el espejo del sanitario y vio su rostro totalmente embadurnado de semen.

Reaccionó, abrió el agua y procedió a ducharse pulcramente, como tratando de quitarse todo lo que le había sucedido.

La revelación

Envuelta en un gran toalla caminó hasta pararse frente al gran espejo, mientras acicalaba su abundante cabellera notó que en uno de los costados de aquel salía casi imperceptiblemente la punta de un sobre.

Le costó retirarlo, cuando lo logró notó la letra de su madre que había escrito en él su nombre, presurosamente lo abrió.

Leyó ávidamente, "Te estarás preguntando por el extremo parecido de todas las mujeres de la familia, y porque nunca conociste ni a tu abuelo, ni a tu padre, pero seguramente anoche abras conocido a quién te desfloró y será el padre de tu descendencia…" ¿Cómo…? Se preguntó y continuó leyendo "…trataremos de aclararte las incógnitas que te invaden. Tu tatarabuela dejó plantado a un gitano que la pretendía, el buscó a una hechicera que le dio una pócima que debían beber ambos. Lo que nunca le dijo la bruja, es el precio que tendría que pagar él por desvirgar aquella jovencita. El costo era que se convertiría en un fantasma si ella concebía una niña, y así sucedió. Él trató de matar a la hechicera y ella para salvar su vida le dijo que para terminar con la maldición debía desflorar y engendrar a su hija y a la hija de esta hasta que alguna de ellas conciba un niño". Tratando de superar su asombro continuó leyendo "Querida hija, ojala engendres un niño para que tu hija no tenga que pasar por lo que vos pasaste…", desmayada, ella, cayó pesadamente al piso.

En el colegio

El partido estaba empatado, ella alentaba desde la tribuna, la mujer que estaba sentada a su lado le preguntó "¿La que tiene la camiseta numero cinco, es su hija?, porque es idéntica a usted", la miró y sonriente le respondió "Sí, todas las mujeres en mi familia somos casi idénticas, pero esto no sucede con de mi hijo mayor".