La Herencia (3 de 4)
Ahora ambas sufren un severo castigo antes de satisfacer nuestros deseos sexuales
La Herencia (3 de 4)
Autor: Ricardo Erecto
Tal como lo habíamos programado Sandra Raquel y Romy pasaban las noches en nuestras camas, con esposas en sus muñecas, grilletes en los tobillos o alguna otra restricción que nos apeteciera, pero sin impedir que pudiésemos hacer uso de ellas. Todos los días intercambiábamos de esclava.
Esa mañana, que sería de castigos más severos para nuestras hembras, me tocaba encargarme de Sandra Raquel. Como ya he comentado antes, ponderar el cuerpo de esta española es reiterar los conceptos, que se pueden resumir en “Está de diez”.
Luego de desayunar, la llevé al sótano. Todavía vestía las bragas y una camisa de dormir, prendas usadas durantela noche. Luego de indicarle que se quitara ambas prendas, la acerqué a dos pequeñas columnas que se alzaban una al lado de la otra distantes menos de dos metros.
Estas columnas tenían suficiente cantidad de argollas incrustadas como para que se pudiesen atar las extremidades de la esclava en forma de X sin darle posibilidad de mucho movimiento. Una vez amarrada así (Sandra Raquel dejaba hacer) le vendé los ojos con una cinta negra.
Ubicado detrás de ella, observé nuevamente su cuerpo. Una espalda recta, lisa que terminaba en un culo muy bien formado, sin un gramo de más ni de menos. Las piernas, también muy bien formadas, que separadas como estaban, dejaban entrever unos labios vaginales carnosos.
Estaba lista para recibir unos buenos azotes. Primero quería dejarle el culo bien rojo. Tomé una paleta de cuero y la descargué con fuerza contra su trasero. No fue un gemido, fue un verdadero aullido. Creo que no se esperaba semejante golpe en el culo. Casi de inmediato una gran zona se tornó roja. Le siguieron dos más cubriendo todo su culo.
Esperaba que dijera algo, que no la azotara más, que fuera más suave, pero nada. Sandra Raquel se mantenía callada, excepto los gemidos. Observé que la venda de sus ojos se había humedecido.
Me había prometido a mí mismo que le dejaría el culo de manera que no pudiera sentarse sin recordar mi castigo, por lo cual continué azotándola hasta que ambos glúteos habían quedado de un color carmesí.
Finalizado el castigo del culo, bajé la mano hasta la concha y pasé un dedo entre los labios entreabiertos. Estaban bien lubricados y por un movimiento que hizo Sandra Raquel, noté que deseaba ser penetrada. Debería esperar todavía a recibir algunos azotes de látigo en la espalda.
En un armario había una gran variedad de látigos. Tomé uno de cola corta de cuero anudado y me ubiqué detrás de mi circunstancial esclava. Lo descargué con fuerza. Nuevamente un prolongado gemido partió de su garganta y cuando ya se estaba silenciando descargué el segundo. La escena se repitió cinco veces, dejando otras tantas marcas rojas en su espalda.
Tomé la cámara fotográfica y e hice algunas fotos de la espalda y el culo de mi amiga. El contraste de los azotes en la espalda eran notables: Gruesas rayas rojas sobre el fondo de una piel blanca, hacían más dramático el castigo que acababa de aplicar.
Volví a pasar los dedos por el coño. Estaba más húmedo aun. No había que perder tiempo. La desaté y sin quitarle la venda de los ojos la acosté sobre una colchoneta. A pasar de la molestia del culo y la espalda, casi de inmediato separó las piernas como una clara invitación a ser penetrada. Me ubiqué sobre ella y comencé a empujar metiéndole la pija hasta el fondo. Dejó escapar un suspiro de alivio. Sandra Raquel estaba tan caliente que bastaron unos pocos bombazos para que se corriera con un estremecimiento que alcanzó todo su cuerpo. Continué moviéndome hasta yo mismo alcanzar el orgasmo.
Saqué la pija de la concha y se la acerqué a su boca. Estaba impregnada con una mezcla de semen y flujo vaginal, que fue reconocido por ella. Abrió su boca y comenzó a mamarla. No pasó mucho tiempo para estar nuevamente en condiciones de entrar en algún agujero. Le quité la venda de los ojos y la puse en cuatro levantando el culo separé los glúteos. Un diminuto agujero apareció a mi vista.
Lubriqué la entrada con vaselina y le metí un dedo y luego dos. Ya estaba suficientemente dilatado como para clavársela por allí, cosa que hice, aunque con alguna dificultad.
Mientras hacía movimientos de vaivén le acariciaba las tetas y poco después comencé con el clítoris. Casi en simultáneo nos corrimos, ella producto de masturbación y yo de la sodomización.
Finalizado este segundo polvo, Sandra Raquel se volteó y abrazándome me susurró:
-Gracias Ricardo por el polvo.-
-Yo te debo agradecer, primero por dejarte azotar y luego por brindarme tu concha, tu boca y tu culo.-
-Habíamos venido para eso, para que me castigaras y cogiéramos. Has sido duro tanto con la paleta como con el látigo pero habrás notado cómo me calenté.-
-Sí, lo noté. Además tomé unas fotos para que luego veas cómo quedó la espalda y el culo.-
-Será un lindo recuerdo de estos momentos.-
Tomé una crema con aloe vera y comencé a pasársela tanto por el culo como por la espalda para calmar la molestia de los azotes. No soy tan sadista como para dejarle el culo de la manera en que estaba. Después de todo Sandra Raquel es una amiga. Luego fuimos al dormitorio y nos acostamos, Sandra Raquel quería permanecer abrazada a mí.
Mientras estas cosas ocurrían Juanillo se ocupaba de Romy, que no la estaba pasando mejor que Sandra Raquel. Mi sobrino era un aficionado a la suspensión invertida de sus esclavas. Así, luego de fijarle los tobillos a una barra separadora que mantenía sus piernas bien abiertas, la suspendió de dicha barra, quedando en posición invertida. Luego le esposó las muñecas y por medio de una cadena las fijó al piso. Romy estaba en forma de Y con la concha abierta y expuesta al castigo.
Juanillo quería preservar el coño en buenas condiciones y si bien tenía pensado algún castigo, nada que luego impidiese cogerla por allí. Tomó un frasco de alcohol e impregnando un algodón, lo pasó reiteradamente por los labios abiertos dela concha. Romyhacía todos los movimientos que sus ataduras se lo permitían. A pesar de las veces que había sido verdaderamente torturada, nunca le habían pasado alcohol enla concha. Elardor era terrible y gritaba e imploraba para que Juanillo no continuara con ese castigo. Como era de suponer ignoró el pedido y continuó pasándole el alcohol por el coño...
Cuando creyó que era suficiente, se dedicó a las tetas de Romy. Las tetas de la muchacha no eran exageradamente grandes, diría de tamaño regular, pero muy firmes y a pesar de la posición en que estaban, mantenían su forma. Buscó una fusta y se dispuso a azotarle la parte inferior de los pechos.
En otras oportunidades ya Juanillo había castigado a Romy en las tetas y conocía la gran resistencia que tenía la muchacha a los azotes en esa parte. Incluso recordaba una vez que le había aplicado cinco azotes, muy fuertes, directamente sobre los pezones y si bien Romy gemía de dolor, Juanillo me había comentado que fue una de las veces en que Romy se encontraba más caliente y le proporcionó uno de los mejores polvos de su vida.
Pero volvamos a la mazmorra en que ahora se encontraba la circunstancial esclava de Juanillo. Le azotaría una teta por vez alternando de la derecha ala izquierda. Pocodespués Romy lucía cinco gruesas e hinchadas marcas rojas en cada teta. Las lágrimas mojaban su rostro para luego caer al piso. Al finalizar el castigo imploró:
-Juanillo, para de castigarme. No puedo más.-
-Estás doblemente equivocada. Podrás más, como voy a demostrarte, y todavía tengo varias cosas para hacerte.-
-Te pido que no más en las tetas. Me duelen mucho. Sé que te gusta el látigo, si quieres continuar, hazlo en el culo, pero deja las tetas.-
-No pensaba continuar con las tetas, tampoco en el culo. Hay unas disciplinas con colas de cuero anudadas que dejarán unas hermosas marcas en el vientre y el pubis.
Romy, resignada, se disponía a recibir un nuevo castigo, mientras permanecía suspendida en posición invertida. Juanillo tomó las disciplinas y descargó el azote en el pubis, muy cerca dela concha. Romyapretaba los dientes para no gritar. El segundo fue a la altura del ombligo y el tercero entre el ombligo y el pubis. Entonces Juanillo se detuvo a ver su obra. Casi de inmediato aparecieron las rayas de los tientos y los puntos de los nudos como marcas de color rojo intenso.
Entonces introdujo un dedo en la vagina para comprobar el efecto del castigo. Todavía no estaba lo húmeda que él había experimentado en otras ocasiones que había azotado a Romy. Tenía que continuar.
Se ubicó a espaldas de ella y el siguiente azote fue directamente entre las piernas, dando de lleno en la concha abierta exponiendo los labios interiores y el clítoris. Ese sí que fue un grito de dolor e indefensión. Hubiera querido protegerse la concha y acariciarla para mitigar el dolor, pero sus manos estaban atadas. El segundo azote en la concha no se hizo esperar y nuevas marcas quedaron entre las piernas de la muchacha.
Romy se movía todo lo que su incómoda posición le permitía, que no era mucho. Se sentía indefensa y si bien reclamaba que cesara el castigo, Juanillo hacía caso omiso de eso. Levantó nuevamente las disciplinas para descargarlas ahora en las tetas dela muchacha. Dosazotes más en el vientre y comprobó el efecto sobre su vagina. Para comprobar si el canal vaginal se había mojado, le separó los glúteos y mientras le metía un dedo en el culo de la mano derecha, le introducía un dedo en la concha de la mano izquierda. Efectivamente ahora estaba sí estaba húmeda.
Por supuesto no era la primera vez y seguramente no sería la última, que le metían simultáneamente dedos en el culo y la concha, pero se sintió humillada como nunca, aunque caliente. Para su fortuna Juanillo la bajó de la posición en que estaba y en el suelo y sin desatarle las manos, le separó las piernas, se bajó los pantalones y le introdujo la verga hasta el fondo. Romy dio un profundo suspiro.
Había sufrido por los azotes pero esta penetrada y la posterior corrida, compensaba ampliamente el sufrimiento que había soportado. Luego de recuperarse en algunos minutos, Ruanillo le indicó que se la mamara para tenerla otra vez en forma.
De inmediato Romy se la puso en la boca, todavía impregnada de algo de semen y de su propio flujo vaginal mientras con las manos acariciaba los huevos y la movía dentro de su boca. No demoró mucho Juanillo en tenerla en forma.
-Ahora quiero metértela por el culo. Recuéstate sobre la mesa y relaja el agujero.-
-Por favor, ponme algo de crema para que entre más fácil.-
-No te pondré nada. Si te duele al entrar, pues jódete. Aquí estás para complacerme, no para darme órdenes.-
Romy calló. Se inclinó sobre la mesa, apoyándose en las manos, separó las piernas y se relajó todo lo posible para dejarse penetrar. Casi de inmediato sintió el glande que pujaba por introducirse en su culo. Lo relajó aun más y finalmente toda la pija estaba adentro. Juanillo tomó los pezones con sus manos y comenzó a apretarlos y menearlos mientras la metía y la sacaba, ayudado por Romy que acompañaba el movimiento.
La muchacha comenzó a calentarse por el roce de los dedos en sus tetas, notando que su concha se humedecía. Juanillo la ayudó a correrse, manipulando también el clítoris. Él también vació sus huevos en el recto de Romy.
Luego se besaron, mientras Romy agradecía a Juanillo los azotes y los polvos recibidos. Luego tanto Romy como Sandra Raquel se dirigieron a la cocina a preparar el almuerzo. Luego del mismo correspondía seguir con la sesión de la tarde.
Llevamos a ambas a la mazmorra, ocupándose Juanillo de Romy y yo de Sandra Raquel. Ambas recibirían un trato muy similar. Luego de colocarle a cada una pequeña pelota en la boca para inmovilizar la lengua, sellamos sus bocas con cinta de embalar. Las ubicamos en sendas columnas, de manera que no pudieran verse una con otra y procedimos a atarlas.
Los brazos cruzados por detrás de la columna, una cuerda que luego de dar tres vueltas alrededor de sus cuellos se anudaban detrás de las columnas, otra cuerda que pasaba por la cintura las amarraba firmemente. Otra cuerda a la altura de las rodillas y finalmente otra en los tobillos.
Ambas mujeres estaban completamente inmovilizadas, sin poder mirarse y sin poder hablar. Así las dejamos y nos fuimos al salón para planear los siguientes pasos. Luego de acordar el castigo que recibirían más tarde, Juanillo me recordó que faltaban solamente cuatro días para emprender el regreso a Buenos Aires.
-Quedan solo cuatro días para regresar a Buenos Aires. ¿Cómo crees que podemos despedirlas?-
-He estado pensando en eso. Merecen una fiesta en la cual gocen de verdad. Pienso en que podemos realizar una fiesta con todo el personal de esta propiedad, que, según me has ducho, son alrededor de 35.-
-Sí, son 35 hombres que trabajan aquí.-
-Mi idea es que todos participen de la fiesta y aquellos que quieran coger a nuestras esclavas, lo hagan libremente y todas las veces que quieran (o puedan), poniéndoles a disposición sus tres agujeros.-
-Ricardo, me parece una muy buena idea. Las dejarán llenas de semen.-
-Seguramente. ¿Te la imaginas a Romy agachada, separando los cachetes del culo para que se la metan? Será un espectáculo por demás agradable.-
También a Sandra Raquel separando las piernas y ofreciendo su concha a los compatriotas que quieran cogerla. ¡Me imagino la cara que va a poner!
-Creo que podríamos contratar a un fotógrafo para que las chicas se lleven un recuerdo de esa fiesta.-
-Vale, haremos eso. Ahora vayamos ala mazmorra. Yahace como una hora que están atadas.-
Llegamos ala mazmorra. Ambasmuchachas permanecían inmóviles amarradas a las columnas. Habíamos decidido que el día de hoy sería de castigos duros. Juanillo tomó la fuente para descargas eléctricas y se acercó a Romy. Ésta, conocedora del aparato, comenzó a moverse y a emitir sonido que, supongo, eran de queja o ruegos para no recibir las descargas.
Juanillo es un poco sádico, por lo que primero le apretó y masajeó los pezones hasta que estuvieron bien rojos. Luego le colocó sendas pinzas cocodrilo para que hicieran buen contacto, le colocó otra pinza en los labios vaginales.
Comenzaron las descargas y se podía observar los movimientos espasmódicos de Romy con el paso de la corriente eléctrica. Sus tetas bailaban como si una fuerza exterior las agitara.
Mientras tanto yo me dirigí a Sandra Raquel. Estaba más hermosa que nunca. Cuando me vio portando un látigo, abrió los ojos desmesuradamente y movió su cabeza con indicación de negación. Si en la mañana había quedado marcada la espalda y el culo, ahora lo sería su vientre y sus tetas, esas tetas turgentes, con pezones rojos prominentes.
Dejé por un momento el látigo y acercándome a ella tomé sus pezones entre mis dedos y comencé a jugar con ellos, apretándolos y estirándolos. Los ojos de Sandra Raquel se humedecieron. Solté los pezones y tomé nuevamente el látigo.
El primer azote lo dirigí al pubis, apenas por encima dela concha. Lamarca quedó a unos centímetros dela entrepiernas. Ungemido apagado salió de su garganta sellada conla cinta. Elsegundo azote fue directamente a las tetas, unos cinco centímetros por encima dela areola. Losojos de Sandra Raquel se llenaron de lágrimas. El tercero fue a la altura del ombligo.
Ahora las lágrimas eran abundantes. La blanca piel mostraba tres rayas carmesí que resaltaban en el cuerpo inmóvil dela esclava. Dejéel látigo y me acerqué nuevamente hacia ella tomándoles las tetas con las manos. Las apreté y retorcí pero el dolor de los azotes era mucho mayor y no se quejó por el nuevo castigo.
Tomé nuevamente el látigo y descargué media docena más de azotes, desde la entrepierna hasta las tetas. Ahora las lágrimas eran abundantes. Luego deslicé mi mano entre las piernas para alcanzarla concha. Estabaapenas húmeda. Necesitaba unos azotes más para lograr que se calentara.
Fui en busca de una fusta y le comencé a azotarla con fuerza en el vientre y las tetas Fueros cuatro o cinco azotes más dirigidos al vientre y cuatro a las tetas. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas y se deslizaban por el cuerpo. Sus ojos parecían pedir perdón. ¿Perdón? ¿Perdón de qué? No la estaba castigando por alguna falta o insubordinación. Simplemente le estaba haciendo lo que acordamos en aquella llamada que hice desde Buenos Aires, proponiéndole pasar unas vacaciones en la propiedad de Juanillo.
Baje la mano nuevamente a su concha y busquéla vagina. Ahoraestaba bien húmeda y pidiendo a gritos una pija que se le metiera adentro. La desaté rápidamente y le quité la cinta y la bola dela boca. Ellabuscó mi pija y se la puso en la entrada dela concha. Nome demoré en clavársela.
Romy seguía siendo torturada por Juanillo. Las descargas entre la concha y las tetas convulsionaban su cuerpo. De pronto cesaron las descargas y sacó las pinzas de los pezones yla vulva. Lamuchacha cerró los ojos tratando de superar el dolor. Juanillo la desató y acostándola sobre el piso, le separó las piernas. La penetró de un golpe, sin miramientos. Romy suspiró aliviada. Esta esperando desesperadamente ser cogida.
Sin muchas más alternativas finalizó el día. Habíamos decidido no comentarles nada respecto de la fiesta de despedida que estábamos preparando.
El día siguiente ambas pasaron más de dos horas montadas en sendos caballetes, con sus coños apoyados en el travesaño. Si bien cuando las dejamos permanecían calladas, poco después nos acercamos con Juanillo sin que ellas nos vieran y podíamos escuchar sus gemidos. Sufrieron otras humillaciones y, por supuesto, usamos sus agujeros.