La hembra del bus

Un profesor de viaje se encuentra con Ivana y pasa una noche verdaderamente bohemia. Relato coautoredo con Ivana, ver "el bus"

LA HEMBRA DEL BUS

Mario Ignacio Cortés

Me encontraba tranquilo, acababa de celebrar mi quincuagésimo segundo cumpleaños en medio de una conferencia, en la que había presentado un par de mis trabajos más recientes. Me sentía bien, cincuenta y dos y con un discreto éxito académico, lo que siempre había querido. Estaba algo cansado y comenzaba el regreso a casa, los vuelos estaban abarrotados y eso me obligó a tomar un bus para llevar a cabo el viaje de diez y seis horas entre POZ y V. Afortunadamente el bus era amplio lo que me iba a permitir un viaje no tan incómodo, lo abordé casi en el último momento y noté que el acondicionador de ambiente estaba al máximo, garantizando aquello que la temperatura iba a ser agradable, sobre todo porque llevaba en mi mano la única chaqueta de mi guardarropa. Los académicos gozamos de la gran ventaja de poder vestir con comodidad, usualmente uso pantalones de caqui, típicamente unos Dockers, y una franela La Coste, a veces de mangas largas, muy de vez en cuando uso una chaqueta de pana o tweed y casi nunca una corbata, a veces me veo obligado por las circunstancias a llevar traje y eso me resulta abominable. Me habían conferido un asiento adjunto al que usaba un individuo alto y de tal sobrepeso que ocupaba parcialmente el espacio que se me había asignado, nervioso ante la idea de un viaje con el cuerpo apretujado busqué con la mirada a ver si había algún otro lugar. Noté que el  asiento contiguo a uno ocupado por una chica estaba libre, llamé su atención con un ademán, señalé el puesto y me deshice en excusas para que la muchacha me permitiera ocuparlo. Ella era muy joven, unos treinta años como máximo, menuda, morena, extremadamente atractiva, de sonrisa encantadora y ademanes afables. Usaba un vestido corto que dejaba ver unas piernas exquisitamente torneadas y unas sandalias que, dejandolos casi desnudos, mostraban unos hermosos piés. La chica excito todos mis sentidos, no pude menos que notar que el frío la hacía tiritar un poco y no desaproveché la ventana de oportunidad para acercarme a ella, le ofrecí mi chaqueta de la manera más comedida haciendo un esfuerzo porque ella no notara que sus piernas, pies y aquellos suaves hombros -que invitaban a los más deliciosos placeres- capturaban totalmente mis miradas. La chica, de nombre Ivana, resultó ser una agradable conversadora, su sonrisa era notable, mucho más que hermosa y coqueta, era seductora.

Ya habíamos viajado un buen rato, la noche se había cerrado enteramente y la película estaba por terminar. Ivana me preguntó si el frío me molestaba, la poca iluminación de la pantalla del monitor me dejaba ver sus piernas y me concentraba en capturar la imagen de sus pies, eran deliciosos, invitaban a ser acariciados, besados, lamidos, poseídos. En medio de la conversación -que jamás tuvo un silencio incómodo- le comenté que temía que mi chaqueta no fuera suficiente para librarla del frío, justo en ese momento el chofer del bus apagó los monitores y quedamos sumidos en una oscuridad cómplice, Ivana me preguntó que si por haberle entregado mi chaqueta no estaba incómodo por el frío y negué tal cosa acercándome un tanto a ella. Repentína y sorpresivamente Ivana se me adelantó, me dijo que el frío la molestaba y tomó una de mis manos llevándola a sus piernas para dejarme sentir su piel de gallina, el ardid me dejó atónito, el tacto me cortó el resuello provocándome una erección instantánea, ella había maniobrado de tal suerte que mi rostro estaba casi en su pecho, yo sentía el olor y el calor de la piel de la hembra -de repente el viaje se había tornado extremadamente interesante.  Antes de que pudiera reaccionar aquella niña tomó mi mano de nuevo y retirándola de su pierna la llevó a su pecho dejándome sentir que no llevaba brassiere, sus pezones estaban duros, tiesos, los senos eran turgentes, cónicos, perfectos. Metí la mano en el vestido para poder palpar la piel directamente, Ivana tembló, más ahora no era el frío sino la excitación la que provocaba los estremecimietos. La adrenalina elevaba nuestros pulsos, mi acaloramiento era tal  que era como haber saltado en paracaídas, mi erección era cada vez más tiesa y el deseo de enterrarme en aquella hembra era casi insoportable. El hecho de que Ivana hubiera iniciado me calentaba aún más que su cuerpo lleno de curvas y su evidente deseo. Consecuentemente decidí dominarme para entregarme de entero a su juego

Ivana llevó su mano a mi entrepierna, tocaba el pantalón, lo suave de la tela le permitió atenazar el miembro para explorarlo con atención; su rostro expresaba gusto, recorría el miembro de arriba a abajo, sin dudar bajó el zipper y sacó la polla para inspeccionarla, se inclinaba un poco para ver en la penumbra y complementaba su investigación palpándo con las manos. Desde hacía rato, mi naturaleza se había manifestado, mis fetiches por los hombros y los pies habían hecho su labor y la erección había ido aumentado de tamaño y rigidez hasta casi dolerme. Mi pene estaba preparado, tieso y  muy lubricado, empapado a tal punto que las secreciones amenazaban traspasar el calzoncillo y manchar el pantalón, evidentemente la exploración de Ivana la hizo notar los humores que manaban de mi miembro y acercando su rostro, comenzó a toquetearlo limpiándolo con la lengua. Al cabo de pocos instantes lo tomó definitivamente en la boca, la chica hacía el recorrido de cabeza a base y de vuelta una y otra vez. Yo estaba extático, de vez en cuando Ivana sacaba el falo por completo y lamía mi bajo vientre mientras magreaba la verga seductoramente, al llevarlo de regreso a la boca agarraba los cojones sopesándolos, pocas veces había visto a una mujer mamar con tal deseo, parecía que la mera chupada la iba a hacer acabar. El ritmo que Ivana imprimía a sus caricias era lento provocando oleadas de placer que me embravecían:  copartícipes en aquel ritual sexual, ambos manteníamos un profundo silencio que era interrumpido solamente por el sonido de los fluidos al ser chupados por el vacío.

Yo miraba mamar a esa hembra la disfrutaba con la vista a pesar de la  oscuridad. Su vestido, muy corto, había revelado algo, no llevaba slip, palpé sus nalgas y me acerqué a su rostro para decirle al oído cuán bello era su trasero. Comencé a acariciarlo con una mano y poco a poco me aproximé al sexo perfectamente depilado, al llegar allí tomé su flujo con mis dedos y lo llevé a mi boca para probarlo, era dulce como la miel y tuve que comentárselo. Volví a mojar mis dedos en aquella melaza  para lubricarlos y aplicarlos directamente al clítoris de Ivana, ella reacionó temblando y tragando mi polla con más fuerza y a mayor profundidad, gemía y trataba de cubrir el ruido con la tranca que le llenaba el gaznate. El clítoris de Ivana era exquisito, apenas cubierto por el capuchón estaba erecto y se distinguía claramente al tacto, lo acariciaba con delicadeza y a veces lo abandonaba para ir a sus labios vginales o entrar en aquella raja que rezumaba líquidos cada vez en mayor cantidad. Me dí perfecta cuenta de qe Ivana quería ser dominante en nuestro relación y no me esforcé en hacerla venir, al contrario, me relajé un poco para dejarla hacer. La mamada era deliciosa, las ganas de aquella mujer hubieran sido suficientes para enloquecer al más avezado de los fornicadores pero ella era más que solo ganas, sabía como hacerlo, reconocía los puntos sensibles de mi pene y se aplicaba como una estudiante de primera en un examen final.  La mamada continuó por un buen rato y ella mostraba a las claras que no quería que acabara nunca, de repente mis piernas comenzaron a tensarse, mi vientre también, un tremendo impùlso eléctrico enloquecedor subió por mi espina y el derrame de leche comenzó con violentas contracciones que alcanzaban involucraban el ano y la vejiga, mis bolas se retrajeron en mi cuerpo todas estas sensaciones físicas eran acompañadas por oleadas de placer que llegaban de mi cuero cabelludo hasta mis mis pies. La eyaculación fue deliciosa, pocas veces había sentido un orgasmo como ese. Ivana trató de tragar toda la leche, pero era tal el volumen expelido que no le fue posible y hubo un derrame exterior, ella recogió todo con su boca y no dejó ni una gota, se relamió los labios para asegurarse de que no se desperdiciara nada y acercándose con un lindo mohín me agradeció la lechita caliente que la iba a ayudar a conciliar el sueño. Al fin se separo de mi, la cubrí de nuevo con la chaqueta y dejé que se durmiera.

Había pasado un buen rato, yo había quedado totalmente sorprendido ante la deliciosa experiencia que me había ocurrido y no conciliaba el sueño, afortunadamente portaba mi pequeña tablet Galaxy 8.5 y eso me permitió distraerme un poco,  abrí un libro en pdf, el primer volumen de la historia de la segunda guerra mundial de Churchill, ¨The Gathering Storm¨, sonreía pensando en las bondades de la piratería y eso me relajaba. El cuerpo de Ivana estaba a mi lado, el olor de su sexo llenaba mi olfato y mi deseo iba en aumento.  Quería devolverle la amabilidad, entre la primera fase de la guerra, la hermosa redacción de Churchill, que le mereció un premio Nobel de literatura, la tablet y demás pensamientos conseguí aclararme y diseñé un plan que iba a poner en práctica aprovechando la amplitud del autobús.

Poco a poco induje a Ivana a moverse, logré que su espalda quedará bien recostada en el espaldar de la poltrona reclinable y me arrodillé frente a ella. Aprovechando la iluminación de la pantalla examiné en detalle sus piernas, la musculatura era firme y el porcentaje de grasa corporal lograba el efecto de ocultar la rodillas, la forma de aquellas piernas era, como dicen es España, acojonante, pocas veces habìa visto algo así, las pantorrillas eran sumamente hermosas y terminaban en unos tobillos de proporciones exquisitas. Los piés de Ivana ya estaban desnudos, estaban perfectamente arreglados y su suavidad era la del satén. Entre más los miraba más deseaba devolver el regalo del orgasmo a mi reciente amante. Decidí comenzar mi ataque

Aproveché que las piernas de Ivana estaban entornadas para comenzar a lamer el coño delicioso de labios entreabiertos que tenía ante mi. El sabor era dulce, los labios ganaron espesor al llenarse de sangre y los labios menores crecieron en mi boca. Ivana continuaba dormida, ese conocimiento acentuaba mi excitación. Debo decir que para mi, las vaginas constituyen más que un vicio, una necesidad, necesito lamerlas, saborearlas, aprender de la personalidad de cada una. Pasar un par de días sin mamar a una mujer me es doloroso, así que es fácil imaginar lo que sentía al tener la más divina de las vulvas a mi plena disposición. Yo lamía de arriba a bajo, sin prisa, me detenía en cada pliegue porque, el sueño de mi amante me liberaba de las demandas usuales ¨aquí¨, ¨chupa allí¨,  ¨dame ahí con la lengua, siii¨ permitiéndome adueñarme de lo que yo quisiera. De vez en cuando penetraba la raja lo más dentro posible con la lengua. Tomaba el capuchón con los dedos y lo abría descubriendo el clítoris para dejarle a merced de mis lengüetazos intensificando su erección. Ivana despertó al fin y premiando los esfuerzos en complacerla abrió sus piernas ofreciéndome enteramente la flor de su placer, hundí mis dedos en la vagina buscando el punto G, sabía que la excitación de Ivana ya había activado la excitabilidad del área y no quería ahorrarle ningún placer. Con mi mano libre bajé la parte alta del vestido para pellizcar sus pezones y masajear sus senos, como esperaba, los pezones estaban muy parados y las tetas turgentes, llenas, excitadas. Ivana era sabia y flexible, bajó su torso para que alcanzar mi verga con uno de sus piecitos, yo solté la correa y le dí libre acceso para que palpara la polla, ella abusó y lo sacó para masajearlo y practicarme un foot job. Semejante agresión superó mi resistencia, no pude más. Me volví a sentar en mi silla, levanté con las manos a mi menuda amiga y la senté sobre la cabeza del pene para sembrárselo de un empujón. El canal vaginal apretaba y yo movía el pequeño cuerpo de mi amante de arriba abajo para masajearla muy bien por dentro.  Yo empujaba a fondo y me aseguraba de golpear contra su punto A, ella temblaba, aproveché que había bajado un poco su vestido para lamer sus pezones alternadamente y le metí un par de dedos en el culo.

Los temblores de Ivana evidenciaban una serie de orgasmos muy seguidos y yo me esforzaba para que no se detuvieran, bombeaba duro y la levantaba para soltarla sobre la verga asegurándome de que en cada embate el glande golpeara la cervix. Intensifiqué la penetración doble insertando un tercer dedo enel ano, sentía que no podría contenerme mucho más pero me esforcé en luchar contra la venida, usé mis conocimientos de Tao y logré un primer orgasmo seco, continúe los bombazos obteniendo de Ivana mayor respuesta y me deje ir, la leche salió a chorros. El volumen de esta eyaculación fue mayor que el que le había entregado a mi amante más temprano, durante su mamada. Ivana se vino en un último y más fuerte orgasmo cuyas contracciones exprimieron de mi polla hasta la última gota de leche. Temblé, pero allí no terminó todo, dí un último golpe a su punto A, tan fuerte  que desaté su eyaculación y fue abundante. Los líquidos de Ivana se mezclaron con los míos  y los estremecimientos de los cuerpos eran pobres sustitutos de los gritos que queríamos lanzar.  Ivana se relajó y me pidió que la limpiara, lamí todo, flujo, leche, lubricante, no deje ni una gota, ella me sonrió muy relajada.

Mirando a Ivana a los ojos le dije que estaba disfrutaba mucho del viaje y ella me respondió que aún quedaban muchas horas de camino.