La Hechicera

Una mujer hechicera con poderes sobrenaturales somete a su nuevo esclavo a humillaciones inimaginables.

Conocí a esta mujer en un bar, era de complexión normal, tenía la piel blanca aunque parecía levemente torneada por el sol, ojos verdes y cabellos rubios un poco por debajo de los hombros. Podía tener unos 25 años de edad. Tenía un rostro hermoso y estaba vestida con una blusa y una minifalda negra que dibujaba las hermosas nalgas que estaban debajo de ella. Igualmente traía zapatos negros de tacón. Su nombre era Erica.

Luego de una que otra copa me invitó a su departamento donde continuamos con un par de copas más hasta que el ambiente se fue calentando. Nos encontrábamos en un sillón de la sala en aquel momento. Nos empezamos a besar en la boca al tiempo que ella se sacaba los zapatos y me empujaba suavemente para acostarme en el sillón y se me iba trepando encima. Luego de algunos segundos de besarnos en la boca, comencé a sentir que no podía moverme, y no por el peso de ella, sino por una especie de fuerza que no me permitía mover mi cuerpo en lo absoluto.

Miré su rostro y ella sonrió. Aún sobre mí fue avanzando hasta quedar encima de mi cabeza. Podía ver desde mi posición toda su entrepierna cubierta por una braguita blanca.

Yo trataba de hablar pero me era imposible, aunque podía mover la boca y la lengua, no lograba articular palabra alguna.

Solo unas 6 pulgadas separaban su sexo y nalgas de mi cara, pero esa distancia se empezó a acortar, ahora solo eran 5 pulgadas, luego 4, ella se estaba por sentar sobre mi rostro y yo no podía hacer nada!, 3 pulgadas, 2 pulgadas, todo se empieza a poner oscuro, 1 pulgada, ahora se sienten los olores de esta área del cuerpo, y luego ya no veo nada, pero siento su peso sobre mi cara.

Nada. No puedo hacer nada. Una persona esta sentada sobre mi cara y yo no puedo hacer nada.

Mi cabeza se encuentra también ahora cubierta por su minifalda negra.

Luego ella se empieza a menear sobre mi rostro, hacia delante y hacia atrás, una y otra vez. Emitía gemidos de placer mientras que el ritmo de su entrepierna iba aumentando sobre mi cara poco a poco, hasta que el mismo se vuelve muy agitado al igual que sus gemidos, así prosiguió un rato más hasta que por fin consigue el clímax. Se detiene entonces lentamente con alguna que otra expresión ya de deleite por el orgasmo conseguido. Sus bragas estaban húmedas pero ella no se levantó. Se movió un poco para acomodarse y continuó sentada sobre mi cara.

Estando así escuché que me dijo:

Te extraña esta situación verdad? Pues sucede que ahora eres mío.

Entonces empezó a explicarme lo que estaba sucediendo mientras yo seguía soportando el peso de su cuerpo:

Sucede que provengo de una familia de hechiceras, en la cual luego de llegar a cierta edad, me son entregados poderes sobrenaturales. Con estos poderes puedo hacer lo que me plazca, puedo arreglármelas para poseer joyas, dinero, autos, e incluso la vida de alguien. Y sólo por el placer que en un momento dado esto me cause aunque esta persona tenga que quedar esclavizada de por vida.

Continuó:

Y ese es tu destino de ahora en adelante; puedo hacer contigo lo que me plazca aunque eso involucre que no vuelvas a ver a tu familia, que no vuelvas a caminar por las calles, que no vuelvas a hacer las cosas que te gustan. Y por qué? Por que a mí me da la gana.

Dijo eso mientras se meneó de un lado a otro sobre mi cara como para demostrar su superioridad recordándome que estaba bajo sus nalgas.

En ese momento sentí ganas de vomitar, el estómago me daba retorcijones y la sensación de pérdida de la libertad en esas condiciones humillantes era algo que jamás imaginé sentir.

Si ella quisiera podía dejarme ir, pero no lo iba a hacer. En el peor de los casos podía tomarme cuando quisiera y dejarme libre el resto del tiempo pero tampoco lo haría. Me había quitado mi vida, todo, y sólo por qué? Por vanidad de mujer. Ya. Por más nada. Sólo por satisfacer eso ella privaba a un ser humano con vida propia, amigos y familia de su libertad. Por una vanidad.

Ella prosiguió:

Y cuando me refiero a que puedo hacer contigo lo que quiera, es literalmente que puedo hacer contigo lo que quiera. Si me da la gana de convertirte en mi mesa lo puedo hacer, si quiero convertirte en alfombra también lo puedo hacer. Serás lo que yo quiera que seas.

Diciendo estas palabras se fue quitando de mi cara y me recogió (sin tocarme, con la misma fuerza invisible) a un lado del sillón. Mientras, ella sentada al lado mío me miró y sonrió sarcásticamente, quizá disfrutando de mi expresión de horror.

Entonces dijo: "bueno, creo que ya me voy a dormir, pero necesito unas chancletas para ir hasta mi habitación ya que el suelo está un poco frío".

En ese momento tuve una sensación muy extraña, no podía ver ni mis manos, ni mi cuerpo. Me encontraba en el sillón mirando hacia arriba. Entonces pude ver que la mano de Erica se acercaba como para agarrarme por la cara, al tiempo que me miraba directamente con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba disfrutando lo que hacía. Mi desgracia de por vida era su deleite pasajero.

Sentí como que me agarró por la cabeza y me levantó muy fácilmente. En el momento ya no podía ver casi nada porque la palma de su mano cubría mi visibilidad. Luego sentí que me iba llevando hasta el suelo, y luego me soltó, sentí que caí algunos centímetros y me golpeé la parte de atrás de la cabeza contra el suelo.

En ese instante me tambaleé un poco y pude ver que a mi lado derecho había una chancleta de color amarillo. Yo quedé nuevamente viendo hacia arriba, a Erica sentada en el sillón. Pude ver que Erica colocaba su pie izquierdo sobre algo, posiblemente sobre la chancleta que estaba a mi lado, y luego caí en cuenta: Yo era la otra chancleta!! Ella me había convertido en una chancleta! No podía ser!!,esto era inaudito!!!

Luego observé sin poder hacer nada cómo levantó su pie derecho y cómo lo fue dirigiendo hacia mí. Su sonrisa demostraba mucha satisfacción, incluso se inclinó un poco hacia delante para disfrutar viendo mientras ponía su pie sobre mi cara, aunque en ese momento yo era una simple chancleta amarilla. Sentía ganas de moverme, de salir huyendo pero no podía hacer absolutamente nada.

Veía claramente cómo la planta de su pie se iba acercando cada vez más y más hacia mi cara. Sentí cuando lo posó por completo sobre mi cara y luego fue como avanzándolo un poco hacia delante con la ayuda de los dedos del pie. Tenía planamente su pie apoyado sobre mi cara.

Entonces se empezó a poner de pie y la presión fue aumentando sobre mi rostro hasta que quedó totalmente parada. Su peso en ese momento estaba repartido entre yo y la otra chancleta real. Sin embargo cuando empezó a caminar levantó el otro pie primero, para avanzar, y quedé yo soportando su peso por completo, con su pie fuertemente apoyado sobre mi rostro. Luego apoyó el otro pie y me tocó liberarme de la presión a mí, aunque sólo por un segundo ya que luego nuevamente me apoyó a mí.

Y así fue todo el tiempo mientras caminaba. Pensé que iría directamente a dormir pero no fue así, se fue a la cocina y se detuvo frente a la refrigeradora. Esto involucraba que se paraba sobre sus dos pies, teniendo que soportar la mitad de su peso en esos instantes. Escuché cuando la abrió y parecía que sacaba algunos alimentos, quizá para hacerse algún emparedado o algo así. Mientras, yo estaba allí bajo la planta de su pie y sentía cómo el mismo apachurraba mi nariz, ojos y boca aunque en realidad no se pudieran ver, sin embargo yo sí lo sentía.

Es que esta mujer no tenía misericordia?

Colocó lo que sacó sobre una mesa y se sentó. Aunque tenía ambos pies aún sobre el suelo, la presión sobre mi cara disminuyó un poco más ya que al ella sentarse, se distribuyó mejor su peso quedando la mayor parte de este en la silla ya que es la que soporta su cuerpo y cabeza, que son más pesados que las piernas. Vaya si lo sabía yo que ya antes había estado sentada sobre mi cara.

Entonces sentí que levantó la pierna en cuyo pie me tenía a mí puesto y la cruzó sobre la otra. Sentí un gran alivio. Ahora ella, mientras preparaba y comía lo que había sacado de la refrigeradora, me balanceaba en la punta de su pie. Cuando tensaba un poco hacia abajo los dedos del pie, me forzaba a mí (o sea a su chancleta) a subir y pegar mi cara contra la planta de su pie.

Esa era mi situación, humillado sirviendo de chancleta a una mujer la cual estaba totalmente indiferente hacia mi dolor. Teniendo que oler su pie y prácticamente besarlo cada vez que su planta tocaba mi cara ya que mis labios y todo quedaba pegado a la planta de su pie. Era justo que me encontrara yo en esta humillación en el pie de una mujer que me estaba haciendo daño? No era una mujer que me ha amado, no es una mujer que me ha querido, ni siquiera una que me ha apreciado. Es una mujer que me hace sufrir para su placer y tras eso yo debo oler y besar sus pies. Era degradante.

En una de esas al parecer me desprendí de la punta de su pie cayendo al suelo y golpeándome nuevamente la parte de atrás de mi cabeza, ella enseguida llevó su pie hacia mi cara y me lo plantó de nuevo al tiempo que esta vez cruzaba la otra pierna sobre la pierna en cuyo pie estaba yo. Otra vez empecé a sentir presión.

Puedes imaginarte esa situación amigo lector? Inclina tu cabeza y mira hacia arriba. Imagina que sólo tu cara es tu cuerpo entero ya que eres una chancla y no te puedes mover para nada por culpa de los caprichos de una mujer así. Y tras eso, tienes su pie totalmente apoyado sobre tu rostro, tanto así que prácticamente no puedes ver nada porque al abrir tus ojos tienes el pie de esta mujer apoyado en tu cara, lo cual también te hace sentir la presión de su pie sobre tu nariz y lo que es su talón sobre tu boca. Sólo sientes el olor del mismo. No un mal olor sino el típico de la piel de un pie. Tras que esta persona te arrebata tu libertad, debes servirle de chancla. Estas bajo su pie y a ella le da igual lo que tu puedas sentir. No le importa. Solamente te quiere bajo ella por que le da la gana y ya.

Pues así estaba yo.

Luego que acabó de comer se levantó de lo más tranquila y caminó hasta el fregador para dejar allí algún plato. Yo soportando todo su peso con cada paso de su pie derecho. Ella indiferente dejó el plato allí y dio media vuelta apoyándose en la plantilla de su pie derecho y girando sobre él. Esto me apachurró los ojos terriblemente ya que su plantilla estaba ubicada directamente sobre mis ojos. Ella siguió caminando entonces en dirección a su habitación. Y yo? Pues con el mismo dolor de siempre, un gran dolor en la cara de tener que soportar su peso, su inclemencia.

No podía creer lo que estaba viviendo, no podía creer que yo estuviera en esta situación inaudita, que de tantas personas en la tierra, yo tuviera que ser el juguete de esta mujer.

Por fin llegó ella a su habitación, entró, sacó de una gaveta lo que después pude ver que era un babydoll y se empezó a quitar lo que traía puesto. Aún no me quitaba de su pie. Luego se puso el babydoll y posteriormente creo que llevó el atuendo negro hasta la ropa sucia. Se dirigió a su cama, y se sentó.

Por fin retiró su pie de mí y con el mismo me empujo un poco lejos de la cama, tratándome como cualquier objeto. Pero lo que me importaba era que por fin ya no tenía mi cara pegada contra su pie. Ahhh.... sentí un gran alivio físico, aunque sentía una gran tristeza de mí.

Entonces sentí cómo me iba incorporando nuevamente en mi forma normal. Tenía otra vez mi cuerpo. Quedé de rodillas mirando hacia la cama de Erica, aunque pude ver una pequeña jaula que se encontraba en una esquina de la habitación, era chica, tal vez podía caber en ella un perro. La puerta de la misma estaba abierta.

Erica me miró sonriente como habiendo disfrutado lo que era mi infortunio. Entonces mientras se acostaba me dijo: "Ven, quiero que me des masajes en los pies".

En ese momento quise contestar y lo pude hacer, me había dado el habla nuevamente, así que le contesté: "No lo voy a hacer!" y mientras decía esto comencé a levantarme para tratar de escapar. Pero inmediatamente quedé de rodillas nuevamente y fui arrastrado en esta posición hasta donde se encontraban sus pies.

Ella me dijo de la forma más despreocupada mientras me miraba fijamente a los ojos:

Más te vale que lo hagas porque hace un rato te hubiera podido convertir en un pedazo de pan y hubieras sido parte de mi cena. Quiero que sepas que pensé hacerlo. A estas alturas ya mi estómago estaría digiriéndote y estarías camino hacia mi ano. Así que tú eliges.

Tenía cero oportunidad de nada. Era cierto, nadie me escucharía, nadie sabría de mi suerte, esta mujer podía hasta comerme si se le antojaba y nadie lo sabría. Estaba destinado a ser el esclavo de esta mujer. No me quedó entonces más que tomar sus pies con mis manos y empezar a masajearlos. Hacía pocos segundos había sufrido como nunca bajo ellos y ahora debía acariciárselos. Y de rodillas.

Así estuve como por unos veinte minutos hasta que cuando estuvo satisfecha señaló hacía la jaula diciendo: "Ya, quiero dormir!" Y antes de que yo pudiera pensar, la misma fuerza extraña me arrastró así de espaldas hacia la jaula a una velocidad sorprendente y así de rápido se cerró la misma de un portazo. Quedé sentado y recogido dentro de esa pequeña jaula, no tenía espacio para moverme, estaba sumamente incómodo, mientras que podía ver a través de los barrotes a esta mujer durmiendo plácidamente.

Sentía una pena terrible de mí mismo. En adelante estaba destinado a ser lo que a esta mujer se le antojara que fuera.

Allí pasé toda la noche, casi no pude dormir por la incomodidad y por el profundo sentimiento de humillación que tenía. La espalda me dolía terriblemente por la molestia de la posición en que pasé la noche. La luz del sol salió. Pude notar cómo se iba despertando la mujer que me robo mi vida sólo por capricho.

Se sentó en la cama y me miró mientras bostezaba. Me miraba con curiosidad, como planeando en que otra forma podría utilizarme para servirle.

Entonces hizo un gesto con el rostro que me hizo notar que ya había pensado en algo. Ella entró en el baño de su habitación y luego escuché cómo caía el agua de la ducha. Se estaba bañando.

De pronto, ya no estaba yo en la jaula. Me encontraba tirado en el piso mirando hacia arriba, pero parecía ser otra habitación. El agua de la regadera se escuchaba mucho más cerca. Pude notar que me encontraba en el baño. Podía ver desde mi posición que me encontraba tirado justo en frente de la cortina de baño, sin embargo otra vez no sentía tener extremidades, no podía moverme, ni hablar, estaba en la inactividad total. Tuve entonces el mal presentimiento de que quizá era yo ahora su nueva alfombra de baño.

Allí estaba yo, tirado sin poder hacer nada, sólo esperando para ser utilizado nuevamente por esta mujer. Entonces el grifo del agua se cerró y la cortina de baño se abrió, detrás de la cual estaba ella, completamente desnuda y mojada de pies a cabeza. Ella adelantó un pie para salir de la ducha y lo colocó sobre lo que para mí era mi abdomen, luego sacó el otro y lo puso sobre mi cara. Todo con la mayor indiferencia. Sus pies estaban fríos y mojados. Entonces ella los comenzó a restregar contra mí, imagino que para secarlos con su nueva "alfombra". Ella estaba muy pesada.

Otra vez me encontraba soportando su peso y bajo sus pies. Ella tomó una toalla y se empezó a secar el cuerpo. Algunas veces se movía un poco y quedaba pisándome el cuello. El dolor era intenso y la dificultad para respirar también. En esos momentos mis ojos quedaban libres para ver hacia arriba a Erica. Su cuerpo era fenomenal y era muy hermosa. Lo que tenía de bella lo tenía de malvada. Sin embargo en ese momento su belleza no me interesaba, sólo podía pensar en la crueldad y en la humillación en que me tenía esta persona.

Este sentimiento me carcomía por dentro, sentía que esta tristeza me iba acabando de a poco. Mientras que a ella, esto le daba placer y aumentaba su ego, lo que la hacía verse más bella y contribuía a que se viera más reluciente.

Era cómo un ciclo cruel en el que ella, quitándome mi dignidad, orgullo y mi vida, hacía que su ego fuera mayor, se sintiera cada vez mejor y saciara su vanidad de mujer.

Luego de que acabó envolvió su cuerpo en la toalla y se quitó de mí. Repentinamente volví a recuperar mi formal natural y me dijo: "Sígueme, pero no te levantes, sígueme a cuatro patas".

Yo, que sabía a lo que me exponía, hice exactamente lo que me pidió. Iba a cuatro patas tras ella cual si fuera un perro. Luego me mandó a colocarme en esa misma posición delante de una cómoda que había en su habitación. Ella se colocó entre la cómoda y yo, de cara al espejo de la misma, y se sentó tranquilamente sobre mi espalda. La misma se me encorvó un poco. No es lo mismo amigo lector leer la historia que estar en ella. Cuando tienes a una persona sentada literalmente sobre tu espalda, el peso es mucho.

Ella empezó entonces a peinarse el cabello una y otra vez. Creo que practicaba distintos tipos de peinados. Se lo recogía, se lo dejaba suelto, etc. Mientras, el tiempo pasaba y el dolor en mi espalda se hacía cada vez más intenso. Esto lo hacía tal vez sabiendo que por la posición en que dormí, mi espalda estaba lastimada. Así estuvo sentada sobre mí durante largo rato hasta que al fin acabó y se levantó.

Erica hacía ver a al resto del mundo que ella llevaba una vida normal. Tenía un trabajo como cualquier otra mujer, aunque ella no dependiera de esto. Y hacia allá era que se dirigía aquella mañana.

Pensé que cuando ella se fuera yo estaría libre de sus humillaciones por el resto del día. No podía estar más equivocado.

Ella, ya dispuesta a vestirse, abrió una de sus gavetas. Trataba de buscar algo pero aparentemente no lo encontraba. Entonces fue cuando me miró directamente a los ojos y me dijo:

No encuentro ninguna braga limpia que ponerme. Pero por suerte te tengo a ti. Qué te parece?

Me preguntó esto al tiempo que se me iba acercando aún envuelta en la toalla. Me llené de horror en ese momento y empecé a temblar del miedo. Balbuciando y con la voz temblorosa le dije al tiempo que ella seguía acercándose con una sonrisa maliciosa: "Nooo, noo por favor, te lo ruego, no lo hagas..."

A ella no le importó. Sentí nuevamente aquella sensación extraña de impotencia y de que algo le había sucedido a mi cuerpo. Sin embargo pude ver cómo su sonrisa creció más dejando ver sus blancos dientes, esto era por la felicidad que a ella le daba el tenerme así. Entonces sentí que me levantó muy fácilmente con la punta de sus dedos de ambas manos y me colocó frente al espejo de la cómoda. Sólo pude ver una braga blanca que ella sostenía entre sus manos. Aquello fue una sensación de horror indescriptible.

Inmediatamente dejó caer la toalla a sus pies, quedando completamente desnuda y empezó a "colocarme en ella". Sentía cómo sus piernas se iban deslizando por lo que tal vez eran mis bíceps mientras ella me iba subiendo cada vez más. Yo estaba mirando hacia arriba estando justamente debajo de su entrepierna. Pude anticipar que mis ojos quedarían debajo de sus nalgas, que mi nariz quedaría justo en la parte de su ano y que mi boca quedaría besando sus labios vaginales.

Ella continuó subiéndome y sentí cómo sus muslos se deslizaban ahora por mis bíceps, estando ahora a punto de que mi cara hiciera contacto con sus partes. Y así fue. Me colocó muy bien puesto, y exactamente como me lo temía quedé. Mi nariz quedó en lo que era su ano, mis ojos pegados a sus nalgas y mi boca besando su sexo.

En ese momento todo estaba oscuro y el tiempo se detuvo. Otra vez me estaba humillando, y esta situación sería durante todo el día.

Erica entonces empezó a caminar, quizá hacia el armario buscando qué ropa ponerse. Con los pasos que dio, sentí cómo la piel de mi cara era estirada hacia un lado y el otro por el movimiento de sus nalgas. Esta situación de degradación era casi inaguantable. Ella se detuvo y pareció vestirse. Luego escuché que colocó unos zapatos en el suelo y el movimiento propio de que se los estaba poniendo. Entonces empezó a caminar nuevamente, quizá hacia la cocina para desayunar. Nuevamente el estirar mi cara con sus nalgas mientras iba caminando. Con cada paso. De una lado al otro, una y otra vez. De igual forma mi boca contra su sexo. Mi boca se movía de un lado al otro porque su sexo sobre la misma así hacía que sucediera.

Esto era vergonzoso y doloroso.

Luego de escuchar abrirse y cerrarse la nevera, de algunos ruidos de la cafetera y de la colocación de algunos implementos sobre la mesa, ella se sentó. Apachurrando todas sus partes contra mi cara, la presión era tremenda, sentía que los ojos me querían explotar, el peso era demasiado.

Ella empezó a desayunar, y yo allí, sirviéndole de braguita sin poder hacer absolutamente nada. Total, no era yo más que una indefensa braguita blanca.

Entonces escuché que ella me habló mentalmente preguntándome lo siguiente:

Te sientes muy apachurrado?

Sí (le contesté también mentalmente y presuroso por ver si me libraba de esto)

Ella me respondió.

Okay, sólo quería saber eso.

Y sin más así se quedó. No se inmutó en moverse o en liberarme de mi tortura. Continuó sentada sobre mí con total indiferencia. Supongo que pensaría que si para ella soy una simple braga, pues qué más puedo esperar que servirle como una braga real.

La respiración se me hacía muy dificultosa, así que decidí decírselo mentalmente: "Erica, no puedo respirar bien".

Ella, en vez de ayudarme, se levantó un poco y sentí su mano como por detrás de mi cabeza y me metió más entre la raja de sus nalgas, lo que hizo que mi nariz quedara completamente dentro de su ano, lo que me permitía respirar aún mucho menos, y ahora aspirando el olor del mismo. Se volvió a sentar. Ahora sólo podía mantenerme vivo aspirando con mi boca el poco aire que rescataba de entre la vulva de Erica. Y la fuerte presión sobre mi cara aún continuaba.

Entonces me volvió a preguntar mentalmente:

Te sientes muy apachurrado debajo de mí?

A lo que yo, como manso cordero y con la esperanza de ser liberado, le contesté:

Sí, así es

Y ella solamente me respondió con un simple:

Okay.

Y otra vez no se inmutó para nada, seguía yo aplastado por las nalgas de ella, mientras que no me quedaba más que esperar a que terminara su desayuno sentada inmisericordemente sobre mi cara.

Estimado lector, en este momento la estoy escuchando entrar por la puerta, tal vez continuaré mi triste historia en la cual aún me encuentro algún otro día. La escucho venir hacia mí.

Ya está en la habitación donde estoy yo.

Se ha quitado los zapatos, está descalza. Me mira directamente a los ojos.

Necesito unas chancletas! –me ha dicho-

Nooo, por favor... nooooooooooooooooo!!!sadkañklssfbvañoiiusjkñ

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