La habitación número12

Un fin de semana en Sarajevo

Unos preciosos ojos verdes me miraron a través de unas sugerentes gafas cuando entré en la recepción del pequeño hotel que había reservado para el fin de semana en Sarajevo. Sus labios carnosos me saludaron amablemente mientras dejaban ver sus dientes blanquísimos.

  • Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?- Dijo la recepcionista levantándose de su asiento

  • Tengo una reserva hecha a nombre de Ivanova

La recepcionista se volvió a sentar en su sitio. Mientras buscaba en el ordenador no pude evitar mirar sus manos finas y delicadas tecleando y buscando información, sus uñas largas decoradas de color vino tinto, seguir por sus antebrazos desnudos con algunas pecas desiguales a ambos lados de los mismos, observar cómo su piel suave se doblaba con cada movimiento de sus dedos y cómo su piel se perdía misteriosamente bajo la blusa verde semitransparente que vestía y que dejaba entrever su sujetador oscuro.

  • Tengo localizada su reserva, señorita Ivanova hasta el domingo, ¿correcto? – interrumpió mis pensamientos con su preciosa sonrisa – Tengo una habitación y un apartamento libres, ¿cuál prefiere? El precio es el mismo.

  • No lo sé -contesté confundida por la belleza de su sonrisa que llevó mis pensamientos algo más lejos que su blusa transparente- ¿Puedo ver las dos habitaciones y elegir? – evidentemente la cuestión era irrelevante para un fin de semana, pero quería ganar un poco de tiempo para relajarme, pensar.

  • Por supuesto -contestó ella.

Se dio la vuelta para coger las llaves de un armario que había en la recepción y no pude evitar mirar su cuello suave y delicado, bajar por su espalda musculosa y llegar a su culo perfectamente suavizado por una falda negra algo ajustada que le llegaba hasta algo más arriba de las rodillas.

  • ¿Me acompaña por favor? – me dijo sonriéndome mientras noté cómo su mano se posaba suavemente en mi hombro y me guiaba en dirección a un pasillo- El apartamento está en la planta baja y la habitación está en la primera planta -siguió hablando mientras me facilitaba el acceso a través de un par de puertas y mis sentidos se dejaban inundar por el olor suave que emanaba de su cuello, de su pelo.

Al final del pasillo ella se paró, abrió la puerta número 7 y yo pasé junto a ella siguiendo las indicaciones de su mano sobre mi espalda. El apartamento tenía un sofá, una cocina pequeña y un baño en la zona baja. Unas empinadas escaleras daban a la zona alta que tenía una enorme cama de matrimonio. Me tumbé en ella y pensé cómo la mano de la recepcionista bajaba por mi espalda hasta… me abrí el abrigo, pasé mis manos por mis pechos y noté que mis pezones estaban duros y excitados. Confundida, bajé cuidadosamente la escalera mientras ella esperaba pacientemente en la puerta. La habitación estaba suavemente iluminada y me di cuenta de que su sombra caía en la escalera que yo bajaba por lo que me imaginé que su sombra era ella y que subía por la escalera en mi búsqueda. Me detuve en la puerta frente a ella.

  • ¿Puedo ver la habitación en el primer piso? – pregunté lentamente, admirando de cerca su belleza tranquila, oliendo su cuerpo, sintiendo su calor tan sólo a unos centímetros del mío, separados por unas ligeras moléculas de aire.

  • Claro, esa era la idea, ¿no? – dijo sonriente rascándose de forma suave el cuello – Sígame por favor.

Cerró la puerta y subió por unas escaleras estrechas que había al final del pasillo. No podía apartar la vista de sus piernas eternamente largas, delicadas, desnudas sobre sus elegantes zapatos de tacón no muy alto. Mis ojos subieron inquietos por sus piernas en dirección a su culo mientras su discreto perfume seguía invadiendo mi espacio.

  • Ésta es la habitación – me dijo abriendo la puerta número 12. Volví a notar cómo su mano se apoyaba en mi espalda y me dirigía suavemente hacia la habitación. ¿Noté cómo la mano bajaba suavemente por mi espalda mientras avanzaba en la habitación o era mi imaginación la que jugaba ya conmigo?

Era una habitación muy luminosa pero algo pequeña, igualmente con una enorme cama de matrimonio que esta vez no probé por respeto; el sol de última hora de la tarde calentaba la cama. Salí de la habitación, me detuve junto a ella en el umbral de la puerta y con nuestros pechos a escasos centímetros le pregunté:

  • ¿Qué habitación me recomienda?

  • Sin duda el apartamento, es más tranquilo y más discreto- me respondió acercándose a mí. Nuestros pechos se rozaron suavemente unos segundos, ¿intencionadamente? Yo me sentí desfallecer, estaba excitadísima y me temblaban las rodillas. Súbitamente nuestros labios se juntaron y pude sentir el sabor afrutado de su lengua en mi boca. Mis manos agarraron su cuello desnudo y lo atrajeron fuertemente hacia mi boca, sus manos bajaron por mi espalda y sus uñas apretaban mi culo en su dirección. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo fuerte, intenso, apasionado bajo el marco de la puerta de la habitación 12.

Unas voces que subían por la escalera nos interrumpieron. Nuestros cuerpos se separaron justo cuando pudimos ver a una pareja de personas subiendo que nos miraron con ojos escrutadores; ella les dijo algo amablemente a los visitantes, a lo que ellos respondieron seriamente.

  • Disculpa…, no sé qué me ha pasado – me dijo casi marcando las sílabas, mientras se acariciaba la cara con su mano suave y separándose de mí todo lo que el marco de la puerta le permitió. – Ahora tengo que trabajar, ¿me dejas tu pasaporte por favor?

  • No, soy yo la que se tiene que disculpar, yo tampoco sé lo que me ha pasado – contesté asimismo. Pero, ¿de qué me estaba disculpando? ¡Claro que sabía lo que me había pasado! Miré el nombre de su solapa “Marika P.” – Yo también tengo que recoger el equipaje de la recepción y me quiero duchar, estoy cansada de la semana. Por cierto, ¿sabes dónde se puede cenar por aquí cerca? – le pregunté recomponiéndome un poco y mirándola a sus maravillosos ojos llenos de vida.

Ella levantó ligeramente la mirada, me miró sonriente y su mano suave pasó por mi hombro, me acarició el cuello, subió por mi nuca, por mis pómulos, mi nariz… cerré los ojos para sentir más intensamente su mano mientras mi cabeza se movía ligeramente para ir buscando la suavidad de su caricia y el olor de sus dedos. Su mano acarició mi frente, mis ojos, mis labios respondieron a la caricia con unos besos; estaba excitadísima, la mano de Marika me volvía loca. Noté cómo un dedo presionó mis labios y se introdujo sin problemas en mi boca, mi lengua buscó el dedo y lo encontró; sabía dulce, su mano olía ligeramente al perfume que me inundó subiendo las escaleras.

Volví a notar sus pechos rozando los míos bajo el marco de la puerta, su boca se acercó a mi cuello y me empezó a besar sobre él, sus manos bajaron por mi espalda y volvieron a agarrar fuertemente mi culo. Yo era sólo piel y no quería abrir los ojos porque no sabía exactamente si estaba soñando o si todo aquello me estaba pasando de verdad; mejor no averiguarlo, mejor disfrutar. Su boca empezó a bajar por mi blusa hasta mis pechos, noté cómo lamía mis pezones y una ligera humedad empezó a calar a través de mi ropa. Nerviosamente abrí mi blusa, sus manos abrieron hábilmente el sujetador y noté cómo su lengua caliente lamía mi pezón lentamente. Algo después sentí un ligero dolor que me excitó terriblemente, luego un dolor mucho más intenso que me hizo gemir y abrir los ojos. Miré a Marika y vi como mi pezón estaba atrapado entre sus dientes. Ella me miró con sus preciosos ojos, le aparté el pelo que tenía en la cara y sonriéndole apreté su cabeza contra mi pecho mientras ella mordía más fuerte causándome de nuevo un intenso dolor. Volví a cerrar los ojos, eché la cabeza hacia atrás y disfruté del rayo que recorría todos los rincones de mi cuerpo.

El ruido de una puerta nos volvió a separar, abrí los ojos y Marika estaba frente a mí. Empujándola suavemente hacia la habitación, cerré la puerta.

  • Creo que me quedo con esta habitación – le dije sonriendo, cogí mi bolso, busqué – Aquí tienes mi pasaporte

Marika lo cogió, lo abrió cuidadosamente y dijo:

  • Nikita Ivanova, 37 años, Sofía, Bulgaria. Tomo nota.

El pasaporte cayó al suelo. Cogí su mano y le dirigí conmigo a la cama, cosa que hizo obedientemente. Me senté en la cama y, mirándome fijamente con cara algo más severa, Marika se desabrochó despacio la blusa que cayó al suelo. Llevaba un precioso sujetador negro semitransparente, a través del cual pude distinguir ligeramente el color, el tamaño, la forma y la textura de sus pezones. Acerqué mis manos a sus pechos, estaban tremendamente calientes, abultados y duros. Acto seguido acerqué mi boca a su pecho y pude notar su pezón duro a través de la fina tela, lo lamí lentamente y de repente la tela se separó de la piel y cayó al suelo; Marika se había desabrochado el sujetador. Me metí su gran pezón en la boca y le mordí fuertemente, ella se estremeció de dolor y separó mi cabeza de su pecho, tumbándome sobre la cama con algo de fuerza; el sol brillaba sobre mi cabeza, mis hombros, mis pechos, mi vientre. Me encanta sentir el sol de la tarde sobre mis pechos desnudos.

Marika se quedó unos segundos parada mirándome muy seria y pensativa; yo no sabía qué hacer, pero su figura y su olor me excitaban. Con algo de indecisión, Marika cogió mi pantalón, lo abrió y me lo quitó. Pude sentir su respiración caliente a través de la fina tela de mi tanga; el olor de mi propio sexo afloró en nuestro espacio y se combinó con el olor suave de su cuerpo. De repente sentí su lengua húmeda y caliente a través de mis bragas. No dije nada, extendí mis brazos hacia atrás y miré como las nubes rojizas eran bañadas por los rayos de sol, imaginándome las moléculas de agua reflectar los rayos de sol incidentes y dispersarlos a su vez en miles de sub-rayos de colores que incidían y calentaban mi piel.

Noté cómo un dedo separó la tela de mi tanga de la piel de mi vulva. El dedo acarició despacio e inseguro mi sexo húmedo buscando respuestas a cientos de preguntas que se debía estar haciendo en ese momento. Mientras yo buscaba ansiosa moléculas de aire para poder seguir respirando, noté cómo el dedo se introdujo despacio dentro de mí, me acarició y palpó el interior de mi sexo húmedo; encontré miles de moléculas que respirar y devolver al aire en forma de gemido, imposible decir el momento en el que el dedo salió de mi cuerpo y volvió a entrar en él, me faltaba el aire. Noté miles de rayos de sol introduciéndose por mis ojos, bajando por mi espalda en dirección a mi sexo, noté su lengua abrir mis labios y recorrer lentamente las zonas más íntimas de mi cuerpo. Vi a algunos pájaros perderse entre las nubes, ¿dónde irían? Cerré los ojos, los rayos de sol seguían traspasando de forma involuntaria la fina piel de mis párpados y el mundo se transformó en una nebulosa roja intenso. Un calor terrible me invadió repentinamente como si me estuviera acercando rápidamente al sol y todo estalló en mil pedazos.

Busqué su piel, pero pronto me di cuenta que estaba sola en la habitación. Abrí los ojos y pude comprobar que hacía rato que la oscuridad se había adueñado de la ciudad. ¿Qué hora sería? 22.08. En mi móvil había varios mensajes de Joan, mi novio. “Hola cariño. Perdona que haya tardado tanto en escribirte pero no pude hacerlo antes. El vuelo genial, me costó mucho encontrar un hotel razonable y con wifi. Me voy a cenar. Te quiere, Niki”

Sin ducharme, me vestí y bajé apresuradamente a la recepción. Los ojos oscuros de un hombre me saludaron amablemente.

  • Buenas noches señorita.

  • Buenas noches - contesté sin saber muy bien que decir - ¿Sabe dónde está la señorita P.? – dije vacilante

  • Acabamos de hacer el cambio de turno de la noche, ¿le puedo ayudar en algo?

¡Mierda!, ¡cinco minutos! Pensé para mis adentros. ¿No había guerras que se decidían en 5 o 10 minutos? No me lo podía creer, me apetecía mirar de nuevo en los ojos a Marika. Me tranquilicé porque supuse que la volvería a ver en algún momento durante el fin de semana.

  • No, olvidé mi equipaje en la recepción y luego me quedé dormida – respondí algo decepcionada - ¿sabe dónde puede estar mi maleta?

El hombre se levantó y sacó mi maleta de un rincón en la recepción.

  • Aquí la tiene señorita. Por cierto, tiene una nota para usted – me dijo el hombre alargándome un sobre en el que ponía “Habitación número 12”

  • Gracias - le dije mientras salía apesadumbrada de la recepción.

Abrí la habitación y me senté en la cama, hacía frío. Rasgué nerviosa el sobre y encontré mi pasaporte junto a una pequeña nota que decía:

“Buenas noches Nikita. Disculpa por lo que ha pasado hoy entre tú y yo; aún no me explico lo que ha podido pasar por mi cabeza. Pasó y ha sido unas de las experiencias más intensas de mi vida, algo simplemente inimaginable hoy… por la mañana. ¿Qué pasará mañana? Nadie lo sabe, la vida nos sorprende continuamente.

He comprobado que dejas la habitación el domingo por lo que para evitarte (y evitarme) problemas innecesarios, he cambiado mi turno y el fin de semana no iré a trabajar. No me busques, así podremos guardar nuestros recuerdos en un cajón escondido en nuestro corazón, cerrarlo y tirar la llave al río Neretva que, según nuestra tradición, es donde se tienen que tirar las llaves de los cajones que nunca se deben volver a abrir. Prométeme que lo harás así.

Disfruta de un feliz fin de semana en Sarajevo.

Un beso, Marika"

Me desnudé y me acurruqué en la cama. Cogí mi móvil y escribí lentamente: “río Neretva, Bosnia Herzegovina”