La habitación de los secretos IV. Final.
Carlos sigue estudiando su máster de sexo, ahora en estrecha colaboración con Antonia. Este es el último capítulo, al menos de esta fase del relato. Como os vengo diciendo, hay que leerse los tres capítulos anteriores. Que lo paséis bien y gracias por vuestros comentarios.
- Señorita Antonia, ¿no es momento adecuado para esa copa de champán? –Oí decir a Caty-.
Abrí los ojos y allí estaba Caty a los pies de la cama vestida con su corta bata luciendo sus espléndidas piernas. Podía ser una tarde muy larga.
- Ya veo que se lo pasan muy bien. Yo tuve un novio al que le gustaba atarme. Nos divertíamos mucho con esos juegos.
- Hola Caty, por supuesto que es momento para esa copa. –Le contestó Antonia tratando de levantarse-.
- Creo que esto sobra –dijo Caty soltándose la bata y quedándose desnuda. Su cuerpo seguía subyugándome cada vez que lo veía-.
Antonia se acercó a ella y la besó en la boca antes de ir a servirle la copa.
- Caty eres preciosa y tienes tanto morbo como me suponía. –Le dijo Antonia rozándole el culo-.
Aproveché el momento para mirarme los bajos. Me encantaron. Antonia no me había dejado un solo pelo. La polla parecía más grande y más gorda incluso en estado de relax, y además me daba bastante morbo ese nuevo aspecto impúber.
- Señorita Antonia ha dejado muy atractivo al señor Carlos.
- Gracias Caty. ¿Te apetece una ducha o nos esperas aquí? Mira como me ha puesto Carlos la cara y además él tendrá que quitarse los pelos y otras cosas.
- Encantada señorita Antonia de acompañarlos.
Antonia le dio la copa a Caty y se acercó a mí para desatarme. Cuando me soltó los brazos la agarré por la cintura, primero la acerqué para besarla y después la tumbé boca abajo sobre mí, dándole unos cuantos cachetes en el culo.
- Eres muy mala. Me has tenido atado toda la tarde y no he podido acariciarte ni un poquito.
- No te enfades, no te voy a cobrar el arreglito y además yo si te he acariciado a ti. Si quieres luego me atas y me sobas a tu gusto.
Terminó de desatarme y me ayudó a incorporarme porque me había quedado entumecido. Me tomé una copa de champán mientras ellas se besaban y luego nos fuimos los tres a la ducha. Caty y Antonia se estaban magreando de lo lindo con la excusa de enjabonarse yo no me quedaba atrás y les pasaba a ambas las manos por la espalda desde el cuello hasta el culo. Cuando terminamos de ducharnos yo tenía otra vez una buena erección. Desnudo me puse delante del espejo para ver bien como había quedado tras el trabajo de Antonia. Ahora con la erección todavía me gustaba más. Sonó el timbre de abajo, Lucía habría vuelto y tendría ganas de hacer algo con Caty. La reacción de esta fue inmediata.
- Señorita Antonia, señor Carlos, lo lamento pero tengo que irme, la señora Lucía me reclama. Si puedo volveré más tarde.
Antonia se quedó con cierta cara de decepción, pero inmediatamente reaccionó.
- Te invito a cenar para celebrar mi cumpleaños. –Me dijo-.
- Había comprado algunas cosas para picar, pero si te apetece salir, pues estupendo. Me lo tenías que haber dicho antes y te hubiera comprado algún regalo.
- Ya me cobraré yo el regalo en carne. ¿Te gusta cómo te he dejado? –Me preguntó llevando su mano a mi polla-.
- Me encanta –le contesté dándole un beso en la boca-.
Antonia sacó de la maleta el mismo traje de chaqueta rojo de la última vez que nos vimos. Se puso unas medias negras con liguero, pensé que iba a ponerse también el mismo bodi, pero en vez de eso se puso la falda y la chaqueta, sin nada más debajo.
- ¿No te pones el bodi? –Le pregunté-.
- No me hables, no me hables, que con lo que me costó, lo tuve que tirar después de cómo me lo dejaste el otro día.
- Por tu culpa fue. Vas a coger frío –le dije haciéndole una broma sobre su falta de ropa interior-.
- No creo, llevo calefacción interior. Oye, ¿no te ha extrañado la marcha tan repentina de Caty?
- No, ya me ha pasado alguna vez. Cuando Lucía hace sonar el timbre, Caty sale corriendo sin importar lo que esté haciendo. Seguro que están a lo suyo en el dormitorio de Caty. ¿Te apetece mirarlas?
- En otro momento, ya he visto bastante porno y ahora prefiero interpretarlo.
Nos decidimos por un restaurante italiano del barrio asequible a nuestras posibilidades. Antonia iba espectacular. Nada más entrar al restaurante nos dimos de bruces con Mati.
- Hola Antonia que casualidad. Vas muy guapa.
- Hola Mati tu también. ¿Te acuerdas de Carlos? –Preguntó a Mati pero mirándome a mí a los ojos y con una guasa de mucho cuidado-.
- Claro que me acuerdo. Un chico muy mono, pero poco aseado. Me alegra veros juntos, aunque debo recomendarte que seas estricta con él. Se levanta tarde, no se limpia la gotita, le cuesta lo de la ducha y lleva las uñas de los pies demasiado largas.
Antonia se partió de la risa y yo por mi parte puse mi mejor cara de palo. ¡Pues no decir la individua que me aseaba poco!
- Venga os dejo, que esto se está llenando y os vais a quedar sin mesa. Yo sólo he venido por una pizza. –Dijo Mati alejándose-.
- ¡Será tía puta! –Exclamé cuando se alejó-.
- A mí no me parece que seas un marrano, pero no te voy a chupar los pies si no te cortas las uñas. –Dijo Antonia sin poder parar de reírse-.
- Esa tía está muy loca.
Como siempre la cena con Antonia fue muy agradable, pero sin poder bajar la guardia, hasta que con una grappa de sobremesa se puso seria y me dijo:
- Carlos tengo que decirte una cosa, yo no soy la tragahombres que pretendo aparentar.
No entendí lo que quería decirme y traté de que fuera más explícita.
- No te entiendo, explícate.
- Veras, yo en realidad soy una chica bastante tímida, incluso mis amigos de Granada se guasean de mí diciendo que soy demasiado tradicional, una mojigata. He tenido experiencias sexuales pero pocas y poco satisfactorias en general, mi primer novio y algún que otro capullo con prisas después. Como te dije, y ahí no te mentí, soy una chica muy caliente y sé que con el cuerpo que tengo podría satisfacerme sin problemas, pero mi carácter y la fama que me he echado de mojigata no me dejan.
- ¿Te estás quedando conmigo?
- En absoluto, déjame seguir. Cuando te conocí por primera vez me caíste bien y decidí que no iba a dejarme llevar por mis represiones, que iba a sacar contigo a la verdadera mujer que llevo dentro, no la que llevo aparentando desde los quince años. Hace dos semanas te busqué porque quería probarme a mí misma. Me encontré cómoda y me encantó no coartarme contigo.
Escuchaba a Antonia, pero no podía creerme lo que decía.
- Esta semana he venido a disfrutar de todo cuanto pueda. Ni he estado en orgías ni he depilado a nadie hasta esta tarde, salvo a mí misma, ni tampoco había atado a nadie. He disfrutado de lo lindo.
- Pues me gusta mucho la Antonia que he conocido, no sé si la otra me gustaría también.
- Gracias, posiblemente la otra te gustaría menos. Pero la de verdad es la que has conocido. Por cierto no te he engañado con los sueños, ha sido una semana de calentura tremenda esperando verte. Me tenía que masturbar todas las noches para poder dormir, pensando en lo que haríamos.
- ¿Y cómo es que con tus amigos no puedes dejar de ser la Antonia mojigata?
- A veces es más fácil una reencarnación que una transformación. Me gustaría probarlo todo contigo, me siento libre.
Me quedé bastante perplejo con la confesión de Antonia. La miré a los ojos tratando de descubrir si me había dicho la verdad o era una trola para cachondearse de mí. Me pareció que me había contado la verdad.
- No sé qué decirte, Antonia.
- No tienes que decir nada, sólo quería que supieses mi relativa esquizofrenia.
Antonia me gustaba mucho, la chaqueta se le abría a veces dejando ver el perfil de sus preciosas tetas, lo que hacía que mi polla reaccionara.
- ¿Nos vamos? –Preguntó-.
- Cuando quieras.
Pagó y salimos del restaurante.
- Gracias por la cena. Te invito a una copa –le dije-.
- De acuerdo.
La llevé al pub buenecito, no quería que al día siguiente fuéramos dos muertos vivientes. Estaba bastante lleno, miré buscando alguna mesa libre y vi que Carmen, mi ex profesora, estaba sentada sola. Ella me vio también y me llamó. Me acerqué con Antonia a la mesa.
- Carmen, que alegría verte. Te presento a Antonia, una buena amiga. Antonia ella es Carmen, buena amiga también y antes profesora mía.
- Igualmente me da alegría verte, Carlos, y encantada Antonia. Sentaros, acaba de irse una amiga y yo me he quedado sola para terminar la copa.
Nos besamos todos en las mejillas y aceptamos la invitación de Carmen a sentarnos con ella.
- ¿Qué haces? –Me preguntó Carmen cuando nos sirvieron la copa que pedimos-.
- Poco, llevo el máster como el culo. Tengo demasiadas distracciones y demasiados paquetes que llevar para poder mantenerme fuera de casa.
Carmen y Antonia se miraban. De nuevo la competencia entre mujeres. Carmen iba muy guapa con un vestido celeste con chaqueta del mismo color.
- ¿Y tú, qué tal estás? –Le pregunté-.
- Pues cómo siempre, liada con las clases y poco más. Perdonadme pero debo ir al servicio, es lo que tiene haber tomado tres ginebras con tónica.
Carmen se levantó y Antonia la observó atentamente por detrás.
- Es muy guapa tu profesora. ¿Forma parte también de tu harem de maduras?
- No tengo ningún harem de maduras ni tampoco de jóvenes, alguna vez hemos tenido lío, pero ya está. Es una mujer encantadora.
- Me gusta. A la Antonia de Sevilla no le importaría tener también un lío con ella.
- Has venido a por todas.
- Te acabo de decir que quiero probarlo todo contigo.
- No sé si le gustan las mujeres.
- Bueno eso déjamelo a mí.
Volvió Carmen y entonces fue Antonia la que se excusó para ir al servicio. Pensé que tardaría poco, llevaba poca ropa interior que bajarse. Carmen también la observó mientras iba hacia los baños.
- Te veo muy bien con esa chica tan atractiva.
- ¿Te gusta?
- ¿A quién no le gusta una yogurina como ella?
Parecía que Carmen estaba receptiva con Antonia. Lo pensé y me la jugué.
- Carmen tengo un problema con el que me podrías ayudar.
- Dime.
- Mañana es el cumpleaños de Antonia, me he enterado hace un rato, no he podido comprarle nada y he pensado en regalarle un trío, si a ti te apetece.
- Oye, tú te has soltado mucho últimamente. ¿Para quién es el regalo para ella o para ti?
- Por lo que me ha dicho tiene pocas experiencias y quiere probar cosas nuevas. Creo que el regalo sería para los tres.
- En eso tienes razón. Hace tiempo que no hago un trío y hacerlo con dos jovencitos me apetece mucho.
- Por ahí viene, no le digas nada, nos invitas a tu casa a tomar una última copa y allí ya nos organizamos.
Me fijé cuando venía hacia nosotros y tenía ligeramente brillantes las medias por la cara interior de los muslos.
- Bueno Carmen, ¿cómo era Carlos como alumno?
- Era bueno, aunque, como es él en general, un poco distraído y poco perseverante.
Antonia se había soltado otro botón de la chaqueta y cuando se echaba hacia delante sus tetas quedaban casi enteras a la vista. Nunca me ha gustado aprovecharme de esos despistes, pero aquello no era un despiste, estaba tonteando con Carmen descaradamente.
- Ten cuidado se te ha soltado un botón de la chaqueta, parece que no llevas sujetador y cualquiera puede verlo. –Le dijo Carmen, sin dejar de mirar sus tetas-.
- ¡Vaya, lo siento! –Contestó Antonia, pero no se aprovechó el botón-. Carmen, eres una mujer muy atractiva.
- Gracias, tu también y muy jovencita además.
Por un momento me dio la impresión de que las cosas entre ellas habían dejado de ir bien.
- Eso tiene arreglo con el paso del tiempo. –Le contestó Antonia-.
- Sabéis, estoy un poco harta del ruido de este pub. ¿Os apetece una copa en mí casa?
Dejé que contestara Antonia.
- Por mí parte claro que sí. ¿A ti te apetece Carlos?
- Por supuesto, estoy muy contento de que nos hayamos encontrado con Carmen y no me gustaría que nos separáramos tan pronto.
Pagamos y salimos del pub. Empezamos a caminar hacia casa de Carmen.
- ¿Sabe Carlos dónde vives? Lo digo por la vuelta luego. –Preguntó Antonia a Carmen-.
- Claro –contestó Carmen-. Carlos sabe más de lo que parece.
Iba un poco intranquilo por el comportamiento de Carmen y Antonia entre ellas. Si hacíamos un trío bien y si no también, lo que no quería era malos rollos entre dos de mis mejores amigas. En un momento del camino nos quedamos detrás Antonia y yo y aproveché para preguntarle:
- ¿Hay algún problema entre vosotras?
- Por mi parte no y creo que por ella tampoco. Todo lo contrario, me cae muy bien y creo que yo también a ella.
Más tarde cogí a Carmen por el brazo con la intención de pararla y que nos quedáramos un poco atrás.
- ¿Te pasa algo, si quieres lo dejamos? –Le pregunté-.
- ¡Y una mierda lo vamos a dejar! ¿No te habrás echado atrás?
- No, no me he echado atrás, lo que pasa es que os veo tensas entre vosotras.
- Carlos, ¿tú no sabes distinguir un enfado de un calentón no resuelto? –Me dijo con cierta condescendencia-.
- Pues parece que no.
- Pues entérate, que estás haciendo un máster.
Llegamos a casa de Carmen. En el ascensor la tensión sexual se cortaba con un cuchillo. Entramos, pasamos al salón, Carmen trajo una botella de champán, tres copas y el enfriador.
- Ábrela Carlos, por favor.
Empecé a descorchar la botella de pie detrás de Carmen y frente a Antonia, que se habían sentado cada una en un sofá. Pude observar perfectamente la maniobra de Antonia de cruzar las piernas, haciendo un Sharon Stone de libro para la corta concurrencia. Noté que había empezado a babear por el nabo.
- Me ha dicho Carlos que mañana es tu cumpleaños.
- Sí.
- ¿Cuántos cumples, si no es indiscreción?
- Veinte.
- Tenemos que celebrarlo, que ya son casi las doce. Carlos, no sirvas todavía las copas.
Carmen se levantó fue a la cocina y volvió al minuto. En lugar de sentarse de nuevo, dijo que tenía que ir al dormitorio y cruzó el salón.
- Me gusta mucho tu amiga Carmen. –Dijo Antonia en voz baja-. ¿No tiene pareja?
- Ahora no lo sé. Me contó una noche que no había tenido suerte en su vida sentimental.
- Que injusta es la vida con algunas personas. Siendo una mujer simpática y muy atractiva e imagino que inteligente cuando es profesora, parece mentira que no haya tenido suerte sentimentalmente.
- Antonia, Carlos y yo queremos hacerte un regalo. –Escuchamos decir a Carmen detrás de nosotros-.
Cuando nos volvimos para verla se nos descolgó la cara a los dos. Estaba desnuda sólo con unos zapatos de tacón rojo altísimos. Sus magníficas tetas absorbían gran parte de la atención de cualquiera, pero ese día me fije en su abultado monte de Venus totalmente depilado, que hacía que su chocho fuera exactamente igual al logo de la colección de libros eróticos “La sonrisa vertical”, que afortunadamente para mí, mi padre había coleccionado hasta que dejaron de publicarla. Miré a Antonia, estaba embobada observando a Carmen.
- Muchas gracias por el regalo –me dijo dándome un beso en la boca antes de levantarse y dirigirse hacia Carmen-.
Tengo que interrumpir aquí la narración por un asunto bastante prosaico. Al ver a Carmen noté como terminaba de empalmarme, pero sobre todo vi la mancha que tenía en los pantalones, producida por las babas de mi polla, que ocupaba todo el espacio de la bragueta, pero en forma circular. Me quedé sentado y me puse un cojín encima para que no se descojonaran de mí. También noté una mancha, pero de tamaño más pequeño, donde había estado sentada Antonia. Teníamos que ponerle un remedio a las humedades íntimas o no podríamos salir juntos a ninguna parte.
Antonia se acercó a Carmen, primero le dio un beso en la boca y después le dijo:
- Carmen, muchas gracias a ti también por acordarte de mi cumpleaños.
- No hay de qué, pero cómo no te hemos comprado una tarta, tendremos que improvisarla.
Se sentó en la mesa de comedor y luego se tumbó boca arriba. Sobre la mesa había un bote de nata montada.
- ¿Quieres decorar tu tarta? –Le preguntó Carmen a Antonia-.
- Por supuesto –Le contestó Antonia y empezó a desabotonarse la chaqueta-.
- No, quédate vestida. Me pone mucho la sensación de estar desnuda entre gente vestida. ¿No te parece como un sueño erótico?
- Tienes razón, pero tienes que estar muy segura de tu cuerpo y de tu mente.
- ¿Crees que debería temer por algo?
- Creo que a la vista está que no debes temer por nada.
El deseo de Carmen de que siguiéramos vestidos había jodido mi plan de, al menos, quitarme los pantalones para ocultar la mancha.
- Carlos, ¿no vienes a decorar mi tarta? –Me preguntó Antonia-.
- Claro que sí –le contesté-.
Dejé el cojín con que me tapaba en el sofá, me levanté y me acerqué a ellas. Antonia se rió al darse cuenta del tamaño de la mancha que llevaba. Carmen miró entonces hacía mí y también se percató de la mancha.
- ¿Qué pasa Carlos, ahora tienes eyaculación precoz? –Me preguntó Carmen-.
- No Carmen, tiene un problema de pérdida de líquido preseminal, igual que yo de jugos. Juntos nos ponemos los dos demasiado calientes. -Le contestó Antonia-.
- Me encanta que los dos seáis tan fogosos.
Antonia cogió el bote de nata, lo movió y escribió sobre el pecho y el vientre de Carmen un gran “20”. Luego se llenó los dedos de la mano izquierda de nata y los llevó a la boca de Carmen, que los devoró con una enorme cara de deseo. Luego me dijo:
- ¿Me ayudas con el pastel?
Antonia comenzó a pasar la lengua por el “0” que rodeaba el ombligo de Carmen y yo por el “2” que estaba sobre sus tetas. Carmen gemía suavemente con las lenguas de los dos sobre su cuerpo. Cuando la dejamos limpia me acerqué por las copas de champán. Carmen se incorporó y se quedó sentada en la mesa. Brindamos por el cumpleaños de Antonia, a la que le caía un churrete de jugos hasta la rodilla.
- ¿Te ha gustado tu tarta? –Le dijo Carmen a Antonia-.
- Para ser improvisada, es la más rica que me he tomado nunca. –Le contestó besándola-.
- Tendré que tomar un baño para dejar de estar pegajosa. ¿Me acompañáis?
- Claro, creo que todos necesitamos un baño –le contestó Antonia-.
¡Por fin iba a poder quitarme el pantalón y los boxes! Cogí la botella y nos fuimos los tres al dormitorio de Carmen. Ella entró al baño para abrir el grifo de la bañera. Antonia y yo empezamos a desnudarnos mutuamente bajo la atenta mirada de Carmen al volver al dormitorio. Cuando nos quedamos los dos desnudos, Carmen se puso tras Antonia y le fue sobando las tetas y el vientre mientras le besaba el cuello. La visión de esas dos mujeres envueltas en deseo era sublime. Me dolía la polla de lo dura que la tenía.
- ¡Huy Carlos, que cambio para mejor! –Exclamó Carmen cuando reparó en la depilación que me había hecho Antonia-.
- ¿Verdad que está mejor así y más morboso? –Le preguntó Antonia a Carmen-.
- Mucho mejor. Vamos que la bañera ya debe estar preparada.
Carmen se sentó a un lado de la bañera, Antonia se sentó con su espalda sobre el pecho de Carmen y yo me senté en el borde de la bañera de frente a ellas, quería dejarles un tiempo para las dos. Carmen llevó sus manos al chocho de Antonia, que lanzó un profundo gemido cuando lo tocó.
- Tienes el chocho empapado, bendita juventud.
- Es mi primer trío y la primera vez que una mujer me soba el chocho de verdad, ¿cómo quieres que lo tenga? Estoy tan caliente que creo que me voy a correr muy pronto.
- ¿Sabes que Carlos y yo jugamos una vez a cuantas veces podía correrse cada uno en una noche?
- No lo sabía, pero es un juego que me gusta. ¡Carmen sigue, por favor, sigue, sigue, aaahhggg, me corro, aaahhgg, sigue!
Antonia se corrió, quedándose después relajada sobre el pecho de Carmen. Yo estaba tan caliente que el mínimo contacto en mi polla haría que me corriese también. Pasados unos minutos Antonia se puso de rodillas en la bañera y se dio la vuelta para mirar a Carmen. Le dio un beso en la boca y le dijo:
- Siéntate en el borde de la bañera, que tengo hambre.
Carmen la obedeció, Antonia metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el coño con verdadera ansia.
- Lo haces muy bien Antonia, uuuffff.
Carmen se estaba sobando las tetas mientras Antonia seguía haciendo ruidos con su lengua sobre el coño de Carmen, que debía estar empapado. Me puse también de rodillas detrás de Antonia, metí la polla entre sus nalgas, puse una mano sobre su clítoris y con la otra le cogí las tetas.
- ¡Antonia que maravilla! –Volvió a decir Carmen-.
Antonia ahora, además del trabajo con la boca, metía y sacaba dos dedos con rapidez del chocho de Carmen.
- Estoy a punto Antonia, sigue, sigue, sigue…
- Yo también otra vez, Carlos no pares, que me corro, me corro, me corro.
Se corrieron las dos a la misma vez y yo también entre las nalgas de Antonia. Nos quedamos los tres como estábamos durante unos minutos, hasta que Carmen dijo:
- Ya veo que te gusta el juego, nos vas ganando por dos a uno. ¡Qué barbaridad criatura, que capacidad!
- Estaba muy caliente –le dijo Antonia-.
- ¿Cómo te crees que estaba yo? –Dijo Carmen-. Tomemos una copa para reponer líquidos.
Salimos de la bañera, les pedí que me dejaran secarlas. Con el sobe que les di la polla no se me había bajado un milímetro. Después me secaron ellas dos a mí, con lo cual todavía se me puso más duro el nabo.
Nos tumbamos en la cama con nuestras copas.
- Brindo por tu espléndido veinte cumpleaños y por su celebración. –Dije chocando nuestras copas-.
- Igualmente –dijo Carmen-.
- Gracias a los dos por el mejor cumpleaños de mi vida. Poneros boca arriba que os voy a dar champán.
Me imaginé que Antonia iba a repetir el numerito de por la tarde y efectivamente así lo hizo con Carmen. Yo me incorporé y le pedí que me lo diera de sus tetas. Ella dejó caer lentamente el champán de la copa a una de sus duras tetas y el champán cayó de su crecido pezón a mi boca.
- Chica eres una caja de sorpresas. –Dijo Carmen-. Carlos, si a Antonia no le importa, me apetece comerte la polla.
- A mí no me importa en absoluto, ¿no te he comido yo a ti antes el chocho?
Le pedí a Carmen que se sentara en la cama apoyada en el cabecero, me puse de rodillas alrededor de sus muslos y le metí la polla en la boca. Ella me cogió los huevos con las manos y empezó a sobármelos y a darme suaves tirones. Yo llevé mis manos a sus tetas, apretándolas con fuerza. Antonia nos observaba tumbada a nuestro lado, pasándose un dedo por el clítoris.
- ¿Te gustan la polla y los huevos de Carlos sin pelos? –Preguntó Antonia a Carmen, desde luego estaba orgullosa de su trabajo-.
- Mucho, es más agradable que no haya tantos pelos por en medio.
Al poco, Antonia se puso detrás de mí con sus durísimas tetas pegadas a mi espalda, me cogió la polla con una mano y con la otra empezó a sobarme el agujero del culo. ¡Joder estaba en la gloria con aquellas dos mujeres!
- Carlos, quiero ver cómo te follas a Carmen. –Me dijo Antonia al oído. Luego le dijo a ella:- Carmen ponte a cuatro patas sobre mí para que Carlos te folle.
Antonia se tumbó boca arriba, Carmen puso las rodillas a los lados de la cabeza de Antonia y las manos a los lados de las caderas. Ellas empezaron un “69” por su cuenta, mientras yo las miraba tocándome la polla.
- Carlos, fóllate ya a Carmen. Estoy muy caliente y no quiero quedarme fuera del juego.
Obedecí a Antonia, me puse de rodillas detrás de Carmen. Primero le metí la polla en la boca a Antonia y después se la metí a Carmen, que soltó un profundo suspiro. La boca de Antonia iba del chocho de Carmen a mis huevos. Carmen seguía agachada sobre el coño de Antonia, comiéndoselo. Noté que Carmen estaba cerca de correrse, empecé a darle cachetadas en su culo y a acelerar el ritmo.
- Me corro, me corro, me corro –gritó Carmen, dejándose caer a un lado al poco tiempo-.
La cara de Antonia era de auténtico vicio. Me cambié de sitio y me puse entre las piernas de Antonia, le puse una almohada en el culo y levanté sus piernas sobre mis hombros, primero le di golpecitos con la polla sobre su clítoris y luego se la metí y empecé a bombear. Antonia me miraba a los ojos fijamente y yo a ella.
- Me voy a correr, Antonia, me voy a correr –le grité fuera de mí-.
- Y yo, córrete cuando quieras.
Empecé a soltar chorros dentro de su chocho y en cuanto ella los notó se corrió por tercera vez en un rato. Me dejé caer sobre ella y la besé en la boca. Eran casi las cinco de la madrugada, Carmen se había quedado dormida. Nos vestimos, Antonia le dejó una nota en la mesilla de noche que decía “Muchas gracias, 3-2-2” y nos fuimos para que descansara.
De camino a casa Antonia me dijo:
- Carlos he pasado un día estupendo.
Pensé que me hubiera dicho lo mismo si la hubiera llevado al zoo.
Llegamos a casa y subimos al estudio. Delante de la puerta había un paquete. Me extrañó, yo no estaba esperando nada. Lo cogí, abrí la puerta y después de entrar los dos la cerré con llave.
- ¿Qué te pasa? Tienes cara de preocupación. –Me preguntó Antonia-.
- Nada, nada –le mentí, porque me temía lo que iba a ser-.
Me senté en el sofá y abrí el paquete. Contenía una libreta y una carpeta como las que yo ya tenía. Se me vino el mundo encima y Antonia me lo notó.
- ¿Qué es eso Carlos, que te ha cambiado la cara?
- Creo que un marrón muy grande.
Abrí la libreta, aprovechando que Antonia había ido al servicio. En la primera página decía:
“10 de febrero de 2010. Luis me ha contado el experimento que está realizando y me ha enseñado el inicio del cuaderno que está llevando. Me ha resultado interesante y he decidido escribir yo otro con mis experiencias”
En un primer vistazo a la carpeta vi que eran fotos de tíos desnudos empalmados, también cada foto con un nombre y una fecha por detrás. En efecto Antonio tenía poca personalidad. Oí a Antonia salir del baño y cerré el cuaderno y la carpeta. Miré el envoltorio por si tenía remitente, pero no. Tampoco había ninguna nota dentro que explicara el envío.
Antonia se desnudó y se metió en la cama apoyada en el cabecero
- ¿Quieres contarme que es eso y qué te pasa?
En un primer momento pensé no contarle nada, pero luego me dije que no quería tener secretos con Antonia.
- Resulta que el marido de Lucía, ya fallecido, y un amigo se dedicaron a hacer por separado, pero parece que de manera coordinada, un experimento con un conjuro que habían encontrado en un libro antiguo.
- ¿Un conjuro?
- Sí, un camelo que según decían ellos si se lo dices a una mujer o a un hombre, caen rendidos a tus pies pidiéndote follar.
- Suena a una patraña.
- Es una patraña. Lo malo es que ambos documentaron los experimentos. Anotaron sus supuestas conquistas y coleccionaron fotos de los sujetos. Resulta que en esta habitación estaba la documentación de uno de ellos, que me ha dado bastantes quebraderos de cabeza y la que ha llegado ahora es la documentación del otro, a la que yo no quería ni acercarme.
- ¿Es peligroso?
- Por lo menos es comprometido, muy comprometido. Los documentos que casualmente encontré aquí, en un primer momento creí que eran de un tal Antonio, el amigo del marido de Lucía y padre de Virtudes, pero luego resultó que no, que esos eran los del marido de Lucía y padre de Clara. Clara los vio cuando todavía creía que eran de Antonio, no conoce en profundidad las bonitas actividades de su padre. Ahora todo el mundo cree que yo no tengo los documentos primeros y nadie, en principio, sabe que tengo estos últimos.
Me levanté del sofá y fui por los documentos que tenía escondidos. Se los pasé a Antonia.
- Échales un vistazo, estos son los de Luis, el marido de Lucía.
- No hace falta que me des la filiación, soy de pueblo y hago la filiación al vuelo la primera vez.
Antonia ojeó el cuaderno y luego las fotos de la carpeta.
- Está Carmen.
- Lo sé, ella me contó que un individuo la había abordado con el conjuro, que a ella le apetecía follar con él y el tío tonto, que debía ser Luis, se creyó que el conjuro había funcionado.
Luego le pasé los documentos que acababa de recibir.
- ¡Vaya, esto es otra cosa! –Exclamó y luego siguió con las fotos-. Hay algunos con buenas pollas, pero la mayoría tiene una pinta de macarras o de chaperos de mucho cuidado.
- Al parecer Antonio se había vuelto homosexual y muy activo después del nacimiento de Virtudes.
- Hagamos una prueba, dime el conjuro a ver si me entran ganas de follarte.
- ¡Antonia coño, si tu ya tienes siempre ganas de follarme!
- Venga, a ver si me entran más, tantas que no pueda resistirme.
- De acuerdo. “No escondas tus deseos más íntimos, cúmplelos, libera tu mente y rinde culto a tu cuerpo y al mío”.
- Repítelo que no lo escuchado bien.
- Con lo serio que esto qué ganas de coña tienes Antonia. “No escondas tus deseos más íntimos, cúmplelos, libera tu mente y rinde culto a tu cuerpo y al mío”.
- Pues sí mira, me están entrando más ganas de follarte –dijo quitándose la ropa de cama de encima-.
- Antonia, ¿tú no te cansas de follar?
- Tengo hambre atrasada y quiero aprovechar mi viaje a Sevilla para quitármela. ¿Tú le has echado el conjuro a alguna?
- Sólo una vez. Después, cuando te conocí, pensé en decírtelo a ti, pero le hice caso a un consejo que me dio Carmen, que me dejara de pamplinas y que preguntase a mi acompañante si le apetecía follar.
Se levantó de la cama y se me abrazó del cuello. Increíblemente con el día que llevaba, empecé a empalmarme otra vez.
- ¿Cómo te fue cuando dijiste el conjuro?
- Mal y bien. Se lo dije a una camarera de un pub que estaba y está buenísima. Ella por poco me parte la cara, pero dos chicas gorditas que estaban a mi lado y debieron oírme, me follaron como descosidas. –Antonia se partió de la risa-. Yo lo definí como efectos colaterales, pero lo cierto es que las dos estaban salidas perdidas, escucharon lo que le había dicho a la camarera y que esta me había mandado a la mierda y aprovecharon su oportunidad.
Antonia no paraba de moverse rozándose contra mí y clavándome las tetas, mientras me daba besos en las comisuras de los labios.
- Antonia si mañana me duele la polla tú vas a ser la culpable.
- ¿Y qué pasa con mi chochito, es que yo no he trabajado también?
- Sarna con gusto no pica. Quiero que me chupes los pies, mientras te haces un dedo.
- Vale –dijo empezando a desnudarme-. Pero primero te los lavas, que me han dicho que eres poco aseado.
- ¡Y una mierda! –Exclamé mientras iba camino al baño-.
Antonia se vino conmigo, lleno el bidé y me sentó en la taza del inodoro que estaba al lado.
- Te los voy a lavar yo, como si fuera el Papa.
Se puso en cuclillas para lavarlos, enseñándome bien su precioso chochito y yo me terminé de empalmar otra vez. Me secó y al ver que estaba otra vez empalmado me dijo mientras acercaba la cabeza:
- ¿Tienes un resorte para que tu polla esté siempre preparada cuando hace falta?
Se metió mi polla en la boca y me la chupó un rato. Después dijo:
- Vamos, que no te voy a haber lavado los pies para nada.
Me senté en la cama y ella se sentó a mis pies. Primero me dio un suave masaje, luego colocó un pie sobre mis huevos y finalmente empezó a chuparme y a comerme los pies a la misma vez que movía el suyo. La verdad es que era una sensación de lo más caliente, cerré los ojos para saborearla más a fondo, pero al poco me dijo:
- Abre los ojos y mírame, quiero que veas cómo me hago una paja con tu dedo gordo.
Así que se estaba comiendo uno de mis pies, el otro se lo estaba pasando por el chocho, mientras que además con uno de sus pies me estaba sobando el nabo.
- Eres increíble Antonia. Si no tienes experiencia, ¿cómo es que sabes hacer todo lo que has hecho hoy?
- Tengo mucha imaginación y soy muy fogosa.
La miraba y me estaba poniendo malo del calentón.
- No voy a tardar en correrme –le dije-.
- Yo tampoco.
- ¿Sabes que eres muy guarra?
- No soy muy guarra, soy una mujer que le gusta follar y me encanta hacerlo contigo.
- Sí, pero aun así eres muy guarra.
Observé como su cara iba cambiando con la llegada del orgasmo y eso terminó con mi resistencia. Nos corrimos a la vez entre gritos, luego nos estiramos en la cama y nos dormimos cuando estaba amaneciendo.
Me despertaron ruidos en la puerta. Salté como un resorte de la cama para recoger los documentos que se habían quedado en el sofá, no quería que nadie los viera. Pregunté quién era.
- Soy Clara.
- ¿Qué quieres?
- Venía a decirle a tu amiga que mi madre y yo vamos a tomar el sol en la piscina, que se baje con nosotras, que ya la debes tener consumida.
- El consumo es mutuo.
Antonia se había despertado, eran las doce de la mañana.
- Buenos días guapa, ya has oído a Clara. ¿Te apetece tomar el sol?
- La verdad es que sí. Me doy una ducha rápida y bajo. Tengo el tren a las cinco, podemos comer cerca de la estación, después de darnos un buen revolcón de despedida.
Mientras Antonia se duchaba miré por el ventanal. Lucía y Clara estaban tomando el sol desnudas. Cuando Antonia salió del baño se lo dije:
- No te hace falta biquini, con que lleves mi albornoz para cruzar la casa es suficiente.
- Estupendo, me lo imaginaba.
En menos de un minuto Antonia se había unido al grupo y las tres estaban sentadas en sus respectivas tumbonas desnudas. Antonia estaba guapísima. ¡Joder que mujer! Pensé. Me lo pasaba maravillosamente con ella y me daba todo lo que yo podía querer e incluso más. La cuestión era cómo podría hacerlo para que estuviéramos más tiempo juntos. Las dejé hablando y tomando el sol y fui a asearme. En la ducha recordé los putos documentos. No sabía qué hacer con ellos. Al final llegué a la conclusión de que posiblemente lo mejor fuera dárselos a Clara y a Virtudes y que ellas hicieran lo que quisieran, para eso que eran de sus padres y no míos y además yo no era responsable de que sus padres fueran unos salidos.
Desnudo todavía salí al salón y volví a mirar por el ventanal. La cosa se había complicado bastante. Antonia estaba tumbada boca arriba, Lucía le estaba comiendo el chocho y ella se lo estaba comiendo a Caty que estaba sentada sobre su cara. A Clara no la vi. Lo que le hacía falta a la casa era la presencia de Antonia. En un momento Antonia me vio en el ventanal otra vez empalmado y me saludó con la mano como si tal. ¡Bendito sea su coño! Pensé. Dudé si hacerme una paja, pero preferí quedarme con el calentón para ella. Por seguridad para mí fotografié los documentos de Antonio y como a la una y media regresó Antonia. Me incorporé le abrí el albornoz y me pegué a ella ambos desnudos.
- Tenían que caer, ¿no? –Le dije-.
- ¿Te ha molestado?
- Antonia, si quiero estar contigo tendré que entenderte.
- Gracias Carlos. De todas formas no he hecho nada a tus espaldas, sabía que me ibas a mirar.
- Quiero que pasemos los dos más tiempo juntos y que hagamos muchas cosas de esas que tanto nos gustan.
- Por mi encantada, ya sabes que me lo paso muy bien contigo y con tus amigas. Espero que en el futuro también con algún amigo.
- Me parece justo.
Nos besamos y ella puso sus manos a mi culo para apretarnos más.
- Bueno, tenemos cosas que hacer.
- Lo estoy deseando.
Le quité el albornoz y la empujé a la cama.
- ¿Crees que me encontraré algún pelo de Lucía si te como el coño?
- No lo sé, busca. –Dijo y echó las piernas por encima de la cabeza dejando su chocho abierto y su culo a media altura para que se lo comiera-.
- ¡Qué flexibilidad!
- Los veinte años, tus maduras ya no pueden hacer esto.
- Sabrás tú lo que son capaces de hacer mis maduras.
- De algo me voy enterando.
Empecé a trabajarle el ojete con la lengua y el chocho con los dedos. Como siempre tenía el chocho empapado.
- Me está gustando mucho que me comas el culo, nunca me lo habían hecho. Produce unas sensaciones muy fuertes y muy gustosas
- Y a mí comértelo, tienes un culo precioso, incluyendo el ojete.
- Carlos me he acordado de otro sueño.
- ¡Vete al carajo con los sueños y disfruta!
Dejé de trabajarle el clítoris y me concentre en su ojete. Estaba convencido de que podía correrse sin necesidad de sobarle el clítoris.
- Me voy a correr, me vuelve loca que me chupes el culo.
Seguí trabajándoselo hasta que se corrió expulsando jugos por el chocho.
- ¡Qué fuerte, me ha encantado! Me lo tienes que hacer más veces.
- ¿Te la han metido por el culo?
- No que yo recuerde.
- Mira que eres borde. Lo tienes perfecto para hacerlo.
- ¿Y a qué esperas?
Me puse de pie sobre la cama puse las piernas a ambos lados de su cuerpo, una delante y otra detrás de su culo. Me eché la polla para abajo con una mano y le puse la cabeza en el ojete.
- Si te molesta me lo dices.
- No creo que vaya a molestarme, noto el culo abierto como un bebedero de patos.
Yo tenía un calentón del quince. Fui bajando muy lentamente hasta que la tuve entera dentro. Empecé a subir y bajar sobándole a la misma vez el clítoris.
- Me encanta Carlos. Estoy en la gloria. Follas como los ángeles, pero los ángeles caídos.
- Y tú también follas de maravilla. Antonia me voy a correr dentro de muy poco.
- ¿Me avisas porque temes dejarme embarazada?
- Eres borde hasta cuando te están dando por el culo.
- Córrete, ya también voy a hacerlo.
Empecé a echar leche como si llevara un año sin correrme.
- Aaahhhggg, sigue corriéndote noto tu leche en mis tripas y me estoy muriendo del gusto.
Los jugos le salían a borbotones del chocho.
- Sigue, intenta correrte otra vez sin sacármela del culo.
- ¿Tú quién te crees que soy, un actor porno?
- Sigue, sigue, no pares.
Sin mucha fe y sin muchas fuerzas seguí follándole el culo.
- Sigue Carlos, que podemos corrernos los dos otra vez.
Cómo yo estaba un tanto desconcentrado por el esfuerzo ella se llevó una mano al clítoris y empezó a castigárselo de lo lindo. Verla en la posición que estaba me volvía loco de deseo. A los pocos minutos de mete y saca me dijo:
- Noto en tu polla que te vas a volver a correr. Yo estoy lista también.
Tenía razón, volví a correrme sin sacársela y ella también volvió a correrse. Los jugos le corrían por el vientre hasta las tetas.
- ¿Crees que podrías con otro? –Me dijo-.
- ¡Vete al carajo! –Le contesté dejándome caer y con las piernas temblando-.
Como habíamos planeado comimos cerca de la estación y a las cinco cogió el tren. Yo tenía un dolor en la polla que no era normal, pero a ella también le tenía que dolor el chocho. ¡Joder qué fin de semana! Esperaba que si finalmente podíamos pasar más tiempo los dos juntos, también pudiéramos distribuir mejor el folleteo. De camino a la casa llamé a Clara.
- Hola Clara, ¿podríamos vernos Virtudes, tu y yo esta tarde?
- Por mi parte no hay problema, voy a llamar a Virtudes. ¿Qué quieres?
- Cuando nos veamos te lo digo.
Cuando llegué a la casa me estaban esperando las dos en la puerta, Virtudes con su clásica cara de pocos amigos.
- ¿Subimos a mi habitación? –Les dije-.
- De acuerdo, pero estás muy misterioso. ¿Pasa algo? –Preguntó Clara, pero no le contesté-.
Entramos en el estudio y les pedí que se sentaran mientras que yo buscaba los documentos.
- Tomad, aquí tenéis los formativos documentos de vuestros padres.
- ¿Pero cómo es que son dos? –Preguntaron a dúo-.
- Clara, el que creíamos que era de Antonio no lo era. Era de tu padre, según dedujimos Lola y yo.
- ¿Mi madre y tú?
- Si tú madre y yo. Virtudes, no sé cómo ni quién me lo envío, pero ayer me llegó el de tu padre. No quiero verlos más ni saber nada más de ellos. Vosotras sabréis lo que vayáis a hacer con ellos.
- ¿Y cómo sabes que este es el de mí padre? –Me preguntó Virtudes-.
- Míralo, mira la letra y mira los personajes. Aunque sea una hipótesis totalmente arriesgada, creo que me los ha enviado tu madre, posiblemente los haya recuperado en una dación de pago a sus amantes.
Clara los repasó muy someramente y los cerró. Virtudes se tomó mucho más tiempo y cuando los hubo repasado se levantó y saliendo de la habitación dijo:
- Ya me he tirado a más de la mitad de estos.
- Qué encanto de mujer. –Dije cuando se hubo ido-.
- No está muy bien, no como tu amiga, que está como un cañón.
- ¿Qué ha pasado esta mañana?
- Que era o mi madre o yo. Yo no soy como los hijos de Ana y Gervasio y ella es la dueña de la casa.
- Bueno, pues para mí se acabó esta historia.
- Sí. Oye mi madre quiere hablar contigo. No le digas nada de los documentos, ella cree que los de mi padre han desaparecido y no sabe nada de los de Antonio.
- No te preocupes, yo lo único que quiero es olvidarme de este asunto. ¿Puedes decirle a tu madre que estoy aquí, por si quiere verme ahora?
- Claro.
Me quedé descansando cuando Clara salió. Al rato llamaron a la puerta. Era Lucía, que subía por primera vez desde que estaba en su casa.
- Hola Lucía pasa, qué honor. Me ha dicho Clara que querías verme.
- Sí. La verdad es que te he cogido cariño en estos meses y a Antonia en estos días. Quería decirte que no habría ningún problema si Antonia se viniera a vivir contigo. Creo que te quiere y sería muy injusto no dejarte vivir con ella.
La miré largamente. Yo sabía lo que quería, pero también sabía lo que quería Antonia y que lo que quería Lucía de ella no la molestaba en absoluto.
- Muchas gracias Lucía, eres muy amable con los dos. Se lo diré y por mi felicidad espero que acepte.
Lucía se fue y yo me quedé pensando. Me encantaría poder vivir con Antonia. Sabía perfectamente que era la mujer de mi vida. Esperé a que hubiera llegado a su casa.
- Hola preciosa.
- Hola Carlos, ya echo de menos Sevilla.
- Toda Sevilla o sólo una parte.
- La parte que conozco.
- Tengo una propuesta para ti. Ha venido a verme Lucía y me ha dicho que no tendría ningún problema en que compartieses el estudio conmigo y me imagino que otras cosas con ella, pero eso ya es cuestión vuestra. Me gustaría mucho que te lo pensaras. Podrías trasladar el expediente académico aquí durante las navidades. No pagarías nada de alquiler ni de servicios, con lo que te ahorrarías un dinero que sé que no tienes, lo mismo que yo. Y sobre todo estaríamos juntos.
- Después de este fin de semana no tengo nada que pensar. ¿Cuándo puedo mudarme? Y lava los pantalones y los boxes de ayer, no te vaya a ver Mati.