La habitación de hotel

La mujer de la limpieza me descubrió desnudo en mi habitación.

LA HABITACIÓN DE HOTEL

Debido a un viaje de negocios estaba alojado yo sólo en un hotel en la capital. Suelo dormir desnudo y la primera mañana que desperté en la habitación la mujer de la limpieza llamó a la puerta muy temprano cuando yo aún seguía durmiendo. Al no obtener respuesta por mi parte entró en la habitación pensando que estaba vacía. No lo pude ver, pero me puedo imaginar su cara de sorpresa al verme desnudo en la cama. Por la noche había pasado un poco de calor y estaba medio destapado, por lo que la mujer pudo ver claramente mis veinte centímetros de erección matinal apuntando directamente al techo. Al cerrarse la puerta me desperté y medio dormido pude ver a la mujer parada delante de la cama. Era una señora latina de unos 38 años, morena de piel y con el pelo recogido.

Llevaba puesta una bata azul con botones por delante, tenía los botones de arriba desabrochados y se podía apreciar bien unos pechos grandes sin sujetador que los soportase. También me fijé en su apetecible culo, un trasero grande típico de las mujeres latinas y que a mi me encanta. No sé si era porque todavía no estaba despierto del todo pero su cara, más que una expresión de sorpresa, parecía esbozar una medio sonrisa de aprobación. Al ver que me había despertado, la mujer se disculpó y dejó la habitación rápidamente. Me levanté de la cama aún sorprendido por lo ocurrido, pero lo olvidé rápidamente al pensar que ella ya debía estar acostumbrada a situaciones embarazosas de este tipo.

La noche siguiente era la última que pasaba en la ciudad, por lo que decidí salir a tomar unas copas con los colegas de la empresa. La mañana siguiente me desperté un poco más tarde que de costumbre y un poco resacoso debido a la noche anterior y me metí rápidamente en la ducha. La mujer de la limpieza, seguramente pensando en no encontrarme otra vez, decidió arreglar mi habitación un poco más tarde. Sin imaginarse por un momento que yo había hecho un poco el perezoso esa mañana y que me iba a encontrar en plena ducha. Llamó a la puerta y al no volver a obtener respuesta entró.

Oyó el ruido de la ducha y se acercó a la rendija de la puerta y me observó mientras yo seguía duchándome. Al salir de la ducha y mientras me cubría con la toalla la mujer abrió la puerta y entró en el baño. "¿Necesita algo el señor?", dijo. "¿Alguna toalla más?", insistió mientras su mirada recorría mi cuerpo de arriba a abajo. Vi como sus ojos se quedaban fijos debajo de mi cintura por lo que aparté la toalla que me cubría para que ella pudiese contemplar mi creciente rabo. Me acerqué a ella sin dejar de estimular mi pene al ver que no podía apartar sus ojos de mi cuerpo y que estaba deseando que le diera bien fuerte.

Tiré la toalla, la agarré por el culo y la acerqué a mí para besarla apasionadamente. Le recorrí el cuello con la lengua para luego abrirle bruscamente los botones de arriba de la bata. Lo hice con tanta fuerza que un par de botones saltaron a lo que ella respondió con un gemidito de placer mientras sus manos frotaban mi espalda y bajaban hacia mi culo. Sus tetas en perfecto estado de maduración quedaron al descubierto y no puede resistir usar ambas manos para sobarlas. Luego bajé la cabeza y le empecé a chupar un pezón, que se puso duro dentro de mi boca rápidamente. Hice lo mismo con la otra teta mientras mi mano no dejaba de acariciar la primera. Después agarré bien los dos pechos, los besé y pellizqué los pezones. Estaba disfrutando de esas peras maduritas como un enano.

La mujer se apartó para acabar de desabrocharse la bata y quitársela. Debajo solo llevaba unas bragas negras y en ese momento pude apreciar perfectamente sus potentes caderas. En mi interior deseaba que se diese la vuelta para poder contemplar al fin su enorme culo. Pero antes ella decidió ponerse de rodillas en el suelo para poder comerme bien la polla, que en ese momento se encontraba en su máximo esplendor. La agarró con una mano y se la metió en la boca suavemente mientras con la otra mano me acariciaba los huevos. Su boca húmeda se deslizaba a lo largo de mi pene erecto y podía notar perfectamente su lengua jugueteando con mi capullo mientras yo acariciaba su pelo. Mis piernas apenas me podían aguantar de pie, ya que estaban temblando del placer que me estaba proporcionando la boca de esa mujerona latina. Pude apreciar como la señora, a sus 38 años, ya debía haberse comido unos cuantos rabos ya que parecía todo una experta en lo que estaba haciendo.

Ciego de placer, la cogí de los brazos y la levanté apartándola de mi verga. No quería correrme todavía, quería disfrutar al máximo de esa experiencia tan increíble que me estaba sucediendo. La agarré de sus mullidas caderas y la senté en la repisa del lavabo. Entonces le pude quitar las bragas y destapar su coño, que en ese momento ya estaba chorreando. Tenía un buen felpudo muy negro y peludito. Me agaché para poder llegar bien a su chumino y comencé a lamerle el clítoris con mi lengua mientras le metía dos dedos en su húmedo agujero. Ella inclinaba la cabeza hacía atrás dominada por el placer que le proporcionaba mi lengua y dedos. Se agarraba ambas tetas y gemía de satisfacción.

Decidí que había llegado el momento de darle toda mi polla. Me levanté y le di la vuelta encima de la repisa, ahora si tenía por fin ese culo formidable enfrente de mí. La mujer se doblaba de placer y esperaba deseosa que la penetrase, pero antes pensé que ese culo era demasiado magnífico como para no disfrutarlo. Me volví a agachar y me dispuse a comerme esas nalgas morenitas. Clavé mis manos en sus carnes y besé como un loco todo su trasero. Para que no echase de menos algo dentro de su raja le volví a meter los dedos mientras seguía lamiéndole el culazo con la lengua. Ahora si que ya no podía soportar más, mi nabo estaba pidiendo guerra. Se la metí despacito por el coño y en ese momento subí al cielo. Su vagina estaba relativamente prieta para una mujer de esa edad, y tan mojada que mi miembro entraba y salía fácilmente. La tenía bien agarrada del culo y le estaba dando tan fuerte que su cara se apretaba contra el espejo del lavabo. "Más, más, por favor…" gemía histérica de placer mientras yo se la metía cada vez más hondo y más rápido. Sus tetas bamboleaban sobre el lavabo y el espejo se llenaba de vaho producido por su extasiado aliento.

Entonces se dio la vuelta y entendí que quería cambiar de postura. Tendí la toalla en el suelo del baño y me tumbé. Mi rabo estaba empinado hasta el infinito y cubierto de fluidos, deseando meterse en la húmeda cueva de nuevo. La mujer se puso sobre mí en cuclillas introduciéndose el duro pene hasta el fondo de su coño y empezó a cabalgar mi polla como una desquiciada. Apoyaba sus manos sobre mi pecho y su culo subía y bajaba sin pausa. Yo estaba al borde del éxtasis, hipnotizado por el baile de sus senos frente a mí. "Quiero tu leche papito, dame tu leche…", gritó de placer. Mis huevos no podían aguantar más, había llegado el momento de soltar lo que llevaban dentro. La mujer se separó de mí y se sentó en el suelo con las piernas abiertas frente a mí. Entonces me levanté y acerqué mi polla a su cara para que con su mano me ayudase a sacar hasta el último litro de mi leche. Un par de segundos y la corrida más grande de mi vida dio en toda su boca.

El semen calentito resbalaba hasta sus pechos mientras ella se relamía con gusto los restos de esperma en su boca. Luego se frotó las tetas con la leche que había caído en ellas. Yo me senté en el suelo totalmente destrozado intentando recuperar la respiración, mi polla ahora flácida todavía soltaba las últimas gotas de semen. La mujer me estaba acariciando la mano y mirándome con una gran sonrisa de satisfacción cuando sonó el teléfono de la habitación. Me levanté para contestar, era la recepción que me llamaba para avisarme que debía abandonar la habitación. Cuando colgué y me di la vuelta, la mujer de la limpieza del hotel se estaba vistiendo rápidamente. Ya no nos volveríamos a ver, pero me dejaría de recuerdo uno de los mejores polvos de mi vida.