La habitación de al lado (1)

Fui de viaje con el instituto a Londres y casualmente al profesor del que llevaba pillada dos años le tocó dormir en la habitación de al lado. ¿Cómo iba a resistir a la tentación? No fue fácil, pero no iba a permitirme volver a casa sin conseguirle.

Primero de todo me presentaré, me llamo Leonor y soy una chica de 19 años, que obviamente ya no está en el instituto. Mi etapa en el instituto, hasta los 18 años, fue muy buena. Siempre aprobaba todo sin problemas, o casi siempre, pero nunca necesité aprobar en el despacho del profesor. Para mi desgracia, el profesor de educación física sí que a veces me hacía sufrir por las notas, y no me hubiera importado mostrarle que de verdad debía aprobar, como él quisiera, pero, a pesar de tontear mucho conmigo, nunca lo conseguí.

Esto empieza cuando en segundo de bachillerato nos comunicaron que, a principios de marzo, teníamos la posibilidad de viajar a Londres. Sería el último viaje que hacíamos con el instituto, aun así, mis amigas y yo teníamos pensado irnos de vacaciones en verano juntas y ese viaje no nos llamaba la atención. Cuando empezaron a despertarse mis ganas de ir fue cuando descubrí que Alejandro, mi joven profesor de educación física con el que, desde 3o de la ESO hasta 1o de bachillerato, tonteé muchísimo. A partir de ese momento deseé con todas mis ganas ir a ese viaje, e incluso supliqué a mis amigas para que vinieran, ya que sola tampoco me veía yendo. Me bastaron dos semanas para convencer a las tres para que vinieran.

Ya era 3 de marzo y nos empezamos a elevar, con el avión, camino de Londres. Compartía asiento con India, una de mis amigas, y un chaval de la clase que nos caía bastante mal. Al llegar al hotel nos dijeron que las habitaciones eran de tres personas, y había un problema, ya que nosotras éramos cuatro y no íbamos a dejar a ninguna colgada. Estuvimos hablando y se me ocurrió una idea, cogeríamos una habitación de tres y, aunque uno tuviera que estar en otra, juntaríamos las camas para dormir las cuatro juntas, y lo solucionamos así. Cuando subimos a nuestra habitación y dejamos las maletas decidí salir al pasillo, a ver quiénes eran nuestros vecinos. A un lado teníamos a una pareja con un hijo pequeño, que no iban con nosotros, delante a las tres pijas insoportables de clase, a las que Alejandro también tiraba mucho la caña y eso me molestaba un montón, y en la habitación de al lado el gran premio, los profesores, entre ellos Alejandro, claro.

El primer día pasó sin nada interesante que contar. A la mañana siguiente, la del segundo día, me levanté a las 7 de la mañana para ducharme, ya que habíamos quedado a las 8.30 para desayunar. Me dirigí al cuarto de baño y abrí el grifo, solo salía el agua helada que putada, en Londres a estas alturas del año hacía mucho frío, bueno en Londres y en el resto del hemisferio norte, ya que era invierno. Cuando estaba a punto de entrar en la ducha oí que picaban a la puerta, pero no hice caso, ya que mis amigas estaban ahí fuera y podían ir a abrir, y seguramente sería algún graciosillo con ganas de tocar las narices. Metí un pie en la ducha y seguí oyendo la puerta, parecía que nadie se iba a levantar, pero yo iba desnuda. Cuando los golpes ya parecían demasiado fuertes me decidí a abrir, cogí una toalla y me enrollé en ella, aunque era bastante corta y tapaba lo justo.

  • ¿Quién coño molesta a las 7 de la mañana? -grité a la vez que abría la puerta y me encontraba delante de mis narices a mi sueño hecho realidad, Alejandro iba con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones de pijama largos, y bastante despeinado.

Me miró de arriba abajo, me crucé de piernas por vergüenza y para que no se me viera nada, y él se fijó en eso, ya que no apartaba la vista de mis muslos y luego de mi canalillo, que también podía percibirse bajo esa diminuta toalla.

-Wow, perdón, me he equivocado de habitación -dijo sin dejar de comerme con los ojos- aunque bueno, no ha sido tan mala la equivocación -acabó riéndose.

Se despidió pidiendo disculpas de nuevo y cerré la puerta, ¿de dónde vendría a esta hora? Intenté no pensar demasiado en eso y por fin pude meterme en la ducha. El segundo día también transcurrió con normalidad, excepto por la escena de la mañana, que no había ni contado a mis amigas. Cuando nos dirigíamos a la habitación por la noche se me acercó María, una de las pijas de la habitación de delante.

-No te imaginas el pollón que tiene Alejandro -me dijo y se rió- una pena que esta mañana le pillaras con los pantalones puestos, porque sin ellos es mucho mejor.

Se alejó dejándome la palabra en la boca. Sabía que a mí me gustaba Alejandro y por eso me contaba eso, así que esta mañana venía de la habitación de enfrente, y seguro que fue María la que le dijo que picara a mi habitación. Me cabreó muchísimo pensarlo y que además me lo restregara de esa manera, y en la habitación se lo comenté a mis amigas, que siempre me decían que ellas notaban que había tonteo entre Alejandro y yo, pero nada más. Cosa que decían también entre la pija y mi profesor, así que me propuse acabar con él en la cama.

Llegamos al 5 de marzo, era sábado e iba a ser un día agotador, según nos amenazaron los profesores, y por la noche saldríamos a una discoteca cercana. "Será mi momento" pensé, y esperé con ansias la llegada de la noche. La mañana la pasamos paseando por las grandes calles de Londres, y de compras. Después, por la tarde nos llevaron al museo británico, cosa que aburrió a casi todos. Yo era una apasionada de la historia, y lo soy, y, aunque no me flipase, fingí muy bien. Me acerqué a los profesores, que no sé si de verdad o fingido como el mío, mostraban interés.

  • ¿A sí que aquí tenemos a una interesada en la historia? -me preguntó Alejandro apoyando su mano en mi hombro y mirándome con esos preciosos ojos azules.

Yo asentí y él sonrió. Pasada la tarde en el museo fuimos al hotel para arreglarnos para la noche, iríamos a cenar y a la discoteca. Me duché la primera, porque mis amigas se quedaron en el pasillo, todos se quedaban en el pasillo para conversar porque a los profesores no les hacía gracia que compartiéramos habitación las chicas y los chicos. Cuando acabé, me vestí y avisé a Lola, una de mis amigas, para que pudiera ducharse.

-Alejandro ha entrado hace ya bastante rato a la habitación de las pijas, y creo que está solo con María -me comentó.

Me dio mucha rabia, porque tenía un plan para esta noche y la verdad es que no me apetecía comerme las babas de María. Dispuesta a molestar me dirigí a la puerta de la habitación de delante. Mis compañeros permanecían delante también, todos con interés y ganas de ver lo que iba a pasar. Piqué hasta tres veces, pero no abrían, sabía que estaban ahí y no me iba a ir. Seguí picando, hasta que apareció María abriendo la puerta, con cara de pocos amigos, pero también de satisfacción, en bragas y una camiseta de tirantes muy mal puesta, que se veía de lejos que se acababa de poner rápido y corriendo.

  • ¿Qué quieres?

-Uy, creo que me he equivocado de habitación, la mía era la de delante -disimulo mirando el número de habitación, aunque no cuela porque mis amigas están en la puerta de mi verdadera habitación.

Logré ver a lo lejos a Alejandro vistiéndose, acababa de conseguir lo que quería, les corté el rollo. María cerró un poco y pude escuchar cómo le pedía por favor que no se fuese, que se la follase y no le dejase con el calentón y me reí para mis adentros. Alejandro salió y nos vio a todos ahí, mirándole.

-Estaba arreglando la televisión, que no les iba -se intentó excusar, aunque obviamente no coló, y se fue.

María me cogió de la camiseta que llevaba puesta y me metió en la habitación.

-Eres una maldita envidiosa, estaba a punto de follarme a Alejandro y lo has espantado.

-Tranquila, que ayer ya lo conseguiste, deja un poco de Alejandro para las demás -le insté riéndome en su cara.

Su cara fue enrojeciendo, pero no de vergüenza, sino de furia.

-Ayer no pude follármelo, solo se la chupé. -confiesa- No vas a follártelo antes que yo, y además te comerás todas mis babas.

  • ¿Las de su boca o las de su polla?

-Las dos, eres una segundona.

-Bueno, esta noche veremos quién es la segundona, guapa. -le guiñé un ojo a la vez que abría la puerta para marcharme a mi habitación de nuevo- Por cierto, ponte bien la camiseta, que se te va a salir un pezón.

Finalmente me vestí con mis mejores galas, un vestido de color negro bastante corto, pero no tanto como la toalla de la mañana anterior, y salí a cenar con todos. Me fijé en Alejandro, que llevaba unos pantalones tejanos que le marcaban el tremendo culo que tenía, una camiseta de manga corta que dejaba ver los fuertes brazos que lucía y una chaqueta de cuero, iba tremendamente sexy, estaba hablando con María a solas, supongo que de lo que por mi culpa no había sucedido, ya que la cara de María transmitía desesperación y ganas de follárselo. No iba a ser esa noche, esa noche era mía.

Después de cenar, en la que me senté al lado de Alejandro y estuvimos charlando sin parar y pude percatarme de que no apartaba su vista de mi canalillo, nos dirigimos hacia la discoteca. Durante la cena me ha estado calentando poniendo su mano encima de mi muslo, y acariciándome con suavidad. También ha cogido mi mano para que la pusiera encima de su paquete, y lo he acariciado por encima del pantalón. Una vez dentro de la discoteca me quedo, al principio, con mis amigas tomando un cubata en la barra. Desde ahí puedo ver a María bailando con Alejandro, restregándole el culo por el paquete, y él dejándose hacer, así que decido tomar partido. Me acerco a ellos y derramo un poco de mi cubata, de vodka con limón, encima de mi rival.

  • ¿Qué haces guarra? -dice separándose del profesor y acercándose a mí, Alejandro no es capaz de oírnos por el volumen de la música- Juega limpio niñata -dice, ya que nos llevamos dos años porque ella ha repetido- y déjame bailar con Alejandro.

-Se te ha manchado un poquito el trapito este que llevas como camiseta -digo señalando su diminuto top con el que casi se le puede ver todo- ve a lavártelo, no vaya a ser que se te extienda, o te manches más -me río y consigo que se marche, muy cabreada.

Me acerqué a Alejandro, que sonreía, y se me pegó muy cerca, tanto que notaba su paquete un poco abultado.

-Menos mal que te has librado de ella, es muy pesada -me dice al oído- estaba deseando bailar contigo.

Seguimos bailando, él pegándose cada vez más y con el paquete creciendo más y más. Empieza a besar y morder mi cuello, creo que intenta hacerme un chupetón, y luego empieza a comerme la oreja, mientras seguimos restregándonos.

-Llevaba mucho tiempo deseando hacer esto.

Me gira hacia él y mete su lengua en mi boca, empezamos a morrearnos con muchísimas ganas. Estamos apoyados contra la pared y noto como él empieza a meter su mano debajo de mi vestido, pero por encima de mi tanga. Me acaricia haciendo que humedezca rápidamente. Yo meto mi mato en sus calzoncillos y cojo su enorme pollón, primero lo masajeo suavemente, pero después lo hago más rápido y noto que él se excita muchísimo. Él también me toca cada vez más rápido y yo me mojo mucho más. Cuando se da cuenta de que estamos en mitad de la discoteca y nos pueden ver todos, me coge de la mano y me lleva hacia el baño de chicos. Allí volvemos a apoyarnos contra la pared mientras nos besamos y por fin aparta mi tanga y empieza metiendo un dedo dentro de mi coño, eso me hace estremecerme y cojo de nuevo su polla para masturbarle.

-Cómemela ahora -me exige.

Yo rápidamente le obedezco y me agacho para meterme su polla en la boca. Empiezo lamiendo el glande y después sigo con el tronco. Él me coge del pelo para que me la meta entera, pero es demasiado grande y me cuesta. Me llega hasta la garganta y empiezo a atragantarme y a toser, él lejos de parar de apretarme lo hace mucho más fuerte. Sus huevos me tocan mi barbilla, empiezan a brotarme lágrimas, ya que me estoy quedando sin aire y por fin para de apretar y consigo sacármela de la boca. Cogiéndome todavía del pelo me hace levantar y vuelve a besarme.

-Lo haces muy bien, guarra, nunca me la habían chupado así -me dice mordiéndome los labios.

Seguimos morreándonos mientras él mete un segundo dedo dentro de mi coño y yo le masturbo con rapidez. Mete el tercero y me estremezco mucho más fuerte. Me hace sentarme en el váter y se agacha ante mí. Empieza a abrir mis labios y metiendo un dedo más empieza a lamerme el clítoris. Enrosco su pelo entre mis manos y lo atraigo hacia mí para que no deje de lamérmelo. Sigue lamiendo y metiendo cuatro dedos y me muerde sin fuerza el clítoris, haciéndome gritar de dolor y gusto. No aguanto más y me corro en su boca. Saca los dedos de dentro de mi coño y se los chupa mirándome y hace que también me los meta yo en la boca. Se levanta y me hace levantarme a mí. Se sienta él en el váter y me hace sentarme encima de él, pero todavía no me la mete. Me quita el vestido, que todavía llevaba puesto, y descubre que no llevo sujetador. Empieza a coger mis pechos y a estrujarlos, mientras yo me meneo encima de su polla, masturbándole con mi coño. Se mete un pezón en la boca y lo muerde con fuerza, me hace estremecer de nuevo. Por fin me la mete y me hace cabalgar encima suyo.

-Jodeeeeer, que bien lo haces, eres una guarra -me grita.

Yo casi no puedo hablar, porque su pollón es enorme y lo tengo entero dentro de mí. De repente noto como dos de sus dedos se meten dentro de mi ano y por instinto aprieto el culo, pero él no los saca de dentro e intenta meterlos mucho más adentro.

-No te resistas, esto te va a gustar muchísimo.

Sigo cabalgando encima de su polla mientras él mete los dos dedos dentro de mi culo y me lo masturba y además me muerde el pezón, creo que está empezando a sangrar. No aguanto más y vuelvo a correrme. Él sigue dándome con energía.

-¡¡Me voy a correr!! -me avisa, aunque yo no puedo hacer nada, tiene todo el poder sobre mí.

Me empuja mucho más fuerte hacia él y finalmente se corre dentro de mi coño, porque no tenía condón. Nos quedamos un rato sentados, todavía con su polla dentro y volvemos a morrearnos. Me la saca y empiezo a chorrear todo el semen que acaba de echar y él sonríe.

-Métetelo en la boca. -me dice señalándolo- Cógelo y cómetelo, guarra. -me repite

Vuelvo a obedecerle y con los dedos cojo el semen que resbala por mis muslos y me lo meto en la boca. Me lo trago.

  • ¿Te gusta?

-Mucho.

-Otro día te dejo tragártelo todo, para que no se desperdicie nada, como hizo ayer tu amiga -refiriéndose a María, claro.

Yo asiento y me arrodillo, ya que tiene la polla sucia, tanto de fluidos suyos como míos. Se la lamo para limpiarla y eso le gusta. Me hace levantarme y me besa, y vuelve a morderme el pezón, que efectivamente sangra. Nos vestimos ambos y salimos del baño, hacia la pista de baile de nuevo.

-Mañana, a las 6, vienes a la habitación 207 -me dice, cosa que no entiendo porque esa habitación no es la suya, ni la de nadie que yo conozca, pero asiento de nuevo obedeciéndole.

Me da un beso en los labios y me deja marcharme con mis amigas.