La habitación
Como todos los días, esperaba a que él volviera a casa. Ese día, la noche sería diferente. Al llegar, me tomó sin contemplaciones
Esperaba en nuestra recamara a que él volviera del trabajo. Estaba sentada junto a la ventana cuando escuché el cerrojo anunciando su llegada. Cuando cruzó la puerta de nuestra habitación me miró, no dijimos una sola palabra. Me tomó con fuerza el cuello desde atrás y me dijo:
-Me vuelves loco, así que es mejor que cooperes si no quieres sufrir.
Hizo que apoyara los antebrazos en el colchón de nuestra cama y mordiera la almohada mientras me tomaba por la cintura. Arrancó mis bragas, amasó mis nalgas, las mordió y escupió un par de veces. Frotó su saliva desde mi ano hasta el clítoris deslizando sus largos dedos por todo mi coño. Desabotonó su pantalón y sacó su miembro. Me penetró sin contemplaciones. Mi coño ardía por el frotamiento de su polla gorda y dura. Me folló salvajemente. Bombeándome sin cesar mientras metía el dedo pulgar de su mano derecha lleno de saliva en mi ano.
Estaba a punto de correrse cuando se detuvo. Yo estaba muy excitada, quería terminar:
-¡No pares ahora, cabrón! ¡Dame más duro! – le dije.
En apenas dos segundos alcanzó un dilatador anal de tamaño mediano que guardaba en la mesita de noche. Lo embadurnó de lubricante y lo aplicó en mi culo al tiempo en que me volvía a penetrar el coño con su polla. Intuí que no habría más interrupciones. Comencé a pajearme por debajo, frotando mi clítoris, dejándome llevar. Me folló como nunca me había follado antes. Como si se le fuera la vida en ello. Una milésima antes de correrse, sacó la polla de mi vagina y se corrió abundantemente en mi trasero y espalda mientras yo seguía masturbándome sin cesar. Él jugaba con el dilatador anal introducido en mi esfínter. Metiéndolo, sacándolo y dándole vueltas cuando lo tenía bien adentro.
Me corrí egoístamente, como a él le gustaba que lo hiciera, al menos un par de veces. Estaba encendida. Imposible apagar ese fuego. Me dio la vuelta y me acomodó colocando unos cojines como respaldo para quedar semi-incorporada. Me sacó los zapatos altos. Dobló mis rodillas y separó mis piernas para acomodarse entre ellas. Separé con mi mano los labios mayores dejando al descubierto mi clítoris para facilitar que me lo chupara. Se aplicó gustosa y concienzudamente a lamerlo mientras introducía los dedos, uno a uno, en mi vagina. Hasta cuatro metió. Continuaba excitadísima. Como loca.
Me produjo dos orgasmos espectaculares, mis gemidos lo excitaron aun más, así que sacó el dilatador del ano y lo sustituyó por su polla de nuevo erecta. Me dio por la puerta de atrás con muchas ganas. Estaba caliente y no tardaría en correrse. El seguía jugando con mi clítoris, tomé el relevo y me masturbé con rapidez y decisión. Me follaba el culo y esa sensación me fascinaba, noté que se contenía para esperar mi orgasmo. Tan pronto tuve el más brutal de los orgasmos, sacó la polla de mi culo y acabó sobre mis tetas. Froté su abundante corrida por todo mi cuerpo, la esparcí bien para no tener que levantarme al baño. Nos dormimos juntos y abrazados. Sonrientes. Felices.