La habitación alquilada

Cuando llegué a aquel piso, para ver la habitación, no podía imaginar lo que pasaría apenas un par de semanas más tarde.

Cuando llegué a aquel piso, para ver la habitación, no podía imaginar lo que pasaría apenas un par de semanas más tarde.

En el piso ya vivían cuatro chicas a las que llamaremos Ana, Bea, Cris y Daniela. (Obviamente no se llaman así, pero les debo mantener su anonimato).

Ana es una jovencita de 18 años recién cumplidos. Tiene una larga y negra melena y un cuerpo que recuerda al de una Diosa griega. Sus piernas empiezan en unos lindos píes que, solo recordarlos en mi boca, me produce gran excitación y acaban en unas nalgas redondas, firmes y prietas como solo con esa edad se tienen. Su cintura bien podría ser la de una avispa coronada por dos pechos no muy grandes,lo que los hacía muy deseosos y sus labios húmedos sabían a deseo.

Como somos muchos en el piso y solamente hay un cuarto de baño, un día pasó lo inevitable. Yo estaba duchándome y ella tuvo que pasar a hacer sus necesidades ( soy una persona con la mente muy abierta y sin vergüenza para este tipo de cosas), así que me pidió permiso y lógicamente se lo di.

La distribución del baño hace que a través del espejo pudiera ver cómo se bajaba los pantalones y parece que lo sabía pues, para las prisas que llevaba, lo hizo despacio y con un contoneo muy sensual. Me excitó de tal manera que no pude controlar un "Buff" que Ana escuchó perfectamente. Cuando terminó se limpió mirando hacia el espejo sabiendo que yo la estaba mirando y esta vez su cara y su mirada eran de deseo y vicio lo que me puso muy caliente y no pude evitar una erección, viendo el tamaño que mi miembro estaba adquiriendo corrió la cortina y empezó a tocarlo y chuparlo hasta que consiguió una dureza extrema, entonces se dió la vuelta y ofreció su culo para que la ensartara y lo hice. Primero en su jugoso chochito, que chorreaba más que la ducha, haciendo que gimiera hasta casi llegar al orgasmo cuando me dijo que se quería correr con mi rabo en el culo. No había casi introducido la punta, cuando dió un empujón hacia atrás para clavarsela de un solo golpe, estuvimos bombeando fuerte hasta que se corrió con un grito que tuve que ahogar con mi mano para que no se escuchara fuera.

Se metió en la ducha conmigo y nos lavamos mutuamente.

Este es el primer relato de una saga, que si gusta, será larga