La habitación 110

Entre placer y el dolor, la dominación y la sumisión.

“Y fueron esas piernas...en ese pasillo...las que me hicieron caer en la tentación.”

Todo empezó con un contorneo de piernas intencionado, insinuante y sensual entre los pasillos de un supermercado. Bajo las miradas deseosas de hombres que me hacían al pasar, distinguí una mirada que me estremeció. Una mirada que me era familiar, la había visto antes...

Me crucé con él, era él. Sólo esos ojos de azul celeste y penetrante podían causar en mi tal deseo. De pronto me vinieron a la cabeza esos recuerdos de la infancia, esos deseos sexuales no cumplidos por aquel entonces.

Al pasar por mi lado no me pude resistir a la tentación de llamarlo.

  • Christian?

  • Susana? – mmm...vale, no se acuerda de mi. Todas mis fantasías se desvanecieron.

  • Soy Anastasia, recuerdas?

Empezamos a hablar: de la familia, del pasado, de que haríamos esta noche con la familia (puesto que era 31 de diciembre)...Cruzamos palabras que no puedo recordar. Pero si que recuerdo una frase que se quedó en mi mente y juntamente con la mirada que me brindó mientras la decía, hizo que resonara en mi mente durante horas: “Estas guapísima” me dijo mientras repasaba mi cuerpo de arriba abajo.

Nos despedimos. Pero para mi no me sonó a despedida, quería volver a verle.

Ya en la cola del supermercado, sabiendo que él estaba unas filas más allá puse todo mi empeño en hacerme notar, me agaché exponiendo mis nalgas a su mirada. Funcionó! Me giré y allí estaba mirándome. Avergonzado de que le hubiera pillado mirándome, apartó la mirada rápidamente.

Días mas tarde su frase seguía en mi mente: “Estas guapísima”. No podía parar de imaginar esos ojos azules...decidí buscarlo en las redes sociales. Lo encontré y empezamos a hablar.

En un principio fueron conversaciones sin ninguna maldad, pero el deseo de tenerlo entre mis piernas era más grande que mi capacidad de contenerme. No podía parar de imaginar como sería si...

Sentimientos contrarios me invadían...lo anhelaba pero al mismo momento me venia a la cabeza mi marido y se ponía en cuestión mi fidelidad. La ambición fue superior. Caí en sus palabras, sus mensajes diciéndome que me deseaba me hicieron caer en la tentación.

Sin saber casi como, estaba cogiendo el coche para ir a verle. Estaba nerviosa, muy nerviosa! No sabia que hacer...bajo del coche? Subirá él? De que voy a hablar? Le beso? Me besará?

En unos segundos todas esas cuestiones fueron resueltas. Sin casi cruzar más que un simple “hola” tenia sus labios besando los míos. No me pude resistir, creo que nunca había besado a alguien así. De repente me encontré saltando sobre el, me empotró en el coche y la pasión se desató.

Entramos en el coche y me quitó las bragas. Bajó desde mi boca hasta mi vagina mirándome y me lamió hasta que no pude más y empecé a gemir de placer. Me folló hasta correrse.

Al llegar a casa estaba en una nube, no me lo podía creer, sin casi darme cuenta estaba gimiendo en el coche del que por unos instantes fue un desconocido, un recuerdo de la infancia, un deseo sexual no cumplido que finalmente se cumplió.

Pero me quedé sedienta de más. De más besos, de más caricias, de que me cogiera y me hiciera suya, de estar a su merced. Tenia ganas de ser suya, que hiciera conmigo lo que quisiera.

Tal deseo se cumplió. Quedamos varias veces, pero la situación era difícil, un coche, un aparcamiento, solo un par de horas...eso junto a las obligaciones familiares hacían que los encuentros, aunque muy placenteros me supieran siempre a poco. Necesitaba más, quería más, mi deseo de que me dominara cada vez era mayor.

CONTINUARA...