La guerrera 10

El príncipe del reino está amenazado de asesinato. Nuestra protagonista le protege muy de cerca.

—Mañana seguimos Tam, ya está bien por hoy.

—Sí, creo que es hora de retirarme, Bekelar.

El capitán se marchó, me quedé observando el tablero un rato más y me levanté para acostarme. La partida estaba muy igualada. Mientras me desvestía di vueltas a los asuntos del día. Me preocupaba sobre todo el problema del oeste, mi padre, el rey, no acababa de decidirse a mandar al ejército. Bueno, mañana lo discutirían en la enésima reunión sobre el tema. A veces ser príncipe era agotador, claro que tenía otras ventajas, como Lesath. Conocer a Lesath había sido lo mejor de los últimos tiempos. Era distinta a las mujeres que frecuentaba en la corte, independiente, fuerte, divertida, incluso se atrevía a llamarme “principito”, además estaba buenísima. Ya había disfrutado de su cuerpo y era algo inolvidable. Por circunstancias no había podido dedicarle más tiempo, pero se prometió ponerle arreglo.

Soplé sobre las lámparas para apagarlas y me fui a acostar. Me sorprendí cuando choqué con algo, vaya, me había olvidado de la mesita que sostenía el tablero de ajedrez. La moví a su sitio con la poca luz que entraba por la ventana, mañana recogería las piezas que habían caído al suelo.

Me acosté por fin, suspiré y me quedé dormido pensando en Lesath.

Algo me despertó cuando estaba en lo mejor del sueño, abrí los ojos sin moverme y presté atención. Si, alguien se movía por mi habitación y la ventana que dejé cerrada ahora estaba abierta. Recordé lo que me había dicho el capitán y rodé por la cama al lado contrario al intruso gritando :

—¡Ayuda! ¡Guardias!

Me metí bajo la cama oyendo cómo se abría la puerta de la habitación y entraban los guardias.

—Puede salir, mi príncipe — me dijo uno de ellos después de revisar la habitación y encender las lámparas.

—¿Le habéis visto?

—Sí, apenas una sombra saltando hacia la ventana, dejó caer esto, supongo que para que no le estorbara al agarrarse a la cuerda — el guardia me entregó una daga, me asomé a la ventana y pude comprobar que colgaba una cuerda desde el tejado. En ese momento llegó el capitán.

—¿Está bien, mi príncipe?

—Perfectamente, he seguido tus humillantes instrucciones y me he metido bajo la cama.

—Por eso está ileso.

—Sí, por eso y porque tiré las piezas de ajedrez al suelo y el intruso hizo ruido al tropezar con ellas. No podremos continuar la partida, lástima porque te iba ganando.

El capitán alzó una ceja.

—Voy a llamar a Lesath, nos vendrá bien su consejo.

Serían las cuatro de la mañana cuando unos fuertes golpes en la puerta nos despertaron a todos. Cuando bajé Jos estaba abriendo a uno de los guardias de palacio.

—Lamento irrumpir así tan tarde, el capitán Tam solicita su presencia en palacio.

—¿Ha ocurrido algo? — preguntó Jos.

—No puedo hablar de ello. Sólo me han pedido que les acompañe a las habitaciones del príncipe.

—¿El príncipe está bien? — pregunté preocupada.

—Lo estaba cuando yo salí, mi señora. Por favor, dense prisa.

En veinte minutos entrábamos en palacio. El guardia nos llevó a las habitaciones del príncipe y cerró la puerta tras nosotros quedándose fuera. Dentro estaban el príncipe y el capitán Tam examinando una daga.

—Toma Lesath, ¿te dice algo? — me dijo pasándomela.

—Es muy curiosa, nunca había visto nada igual — la examiné y se la pasé a Jos, era una daga con una extraña hoja retorcida.

—Es de una de las cofradías de asesinos de Berlinus — dijo Jos nada más verla —, sólo ellos que yo sepa utilizan esta hoja.

—¿Cómo te has hecho con ella? — le pregunté al príncipe.

—Un intruso se ha metido en la habitación hace una hora. La abandonó para huir.

Nos contaron todo con pelos y señales, examinamos la ventana y la habitación.

—Meterse bajo la cama fue muy inteligente — dije —, es un milagro que un asesino de Berlinus haya fallado, preparan durante varios meses sus asesinatos hasta que conocen todas las rutinas, debilidades y fortalezas de su objetivo, rutas de escape … Seguro que lo volverá a intentar y la próxima vez no fallará. Me parece que la persona que quiere matarte está harta de fallos, por eso habrá contratado al asesino.

—¿Qué nos recomiendas? — el capitán me preguntó mientras el príncipe palidecía.

—No sabría decir, vivir rodeado de guardias, revisar tejados y alcantarillas cada vez que salgas de palacio, incrementar los controles en las puertas, vigilar todos los muros del recinto, cualquier medida retrasará al asesino.

—¿Retrasará? — dijo el príncipe.

—Sí, solo hay una manera de evitar que cumpla su objetivo.

—¿Cuál?

—Matarle a él antes de que te mate a ti, príncipe.

Nos quedamos todos en silencio asimilando mis palabras, el capitán enojado, el príncipe pálido, Jos y yo pensando alguna solución.

—Le tenderemos una trampa — dijo Jos —, es la única manera.

—¿Una trampa? — el capitán casi gritaba — ¿Y quién sería el cebo, el príncipe? Ni hablar. Imposible. De ninguna manera.

—Espera capitán — intervino Bekelar —, explícate Jos.

—Si no hacemos nada, por mucho que se aumente la seguridad al final el asesino le matará — yo afirmé con la cabeza apoyándole —. Hay que matarle primero, para eso necesitamos un cebo y eliminarle antes de que él acabe con usted.

—Es arriesgado, pero parece posible.

—No, aumentaremos los guardias, batiremos la ciudad, cualquier cosa antes que ponerle a tiro de ese asesino — insistió el capitán.

—Creo que debemos pensarlo todos — dije —, hoy no va a atacar otra vez. Durmamos lo que queda de noche y mañana seguimos hablando. Yo me quedaré en la habitación vigilando. Quizá mañana tengamos las ideas más claras.

Cuando se fueron Jos y el capitán, acompañé al príncipe a la cama, se quitó la bata y, en calzones, se metió dentro.

—¿Quieres acompañarme? — me dijo dando unas palmadas a su lado.

—¡Qué rápido se te ha pasado el miedo! Ja ja ja, pero hoy no, mi príncipe, el capitán me ejecutaría si nos encontrara juntos en la cama. Duerme, mañana tenemos mucho que resolver.

—Vale, pero dame un beso de buenas noches.

Al inclinarme para besarle me agarró y el beso se convirtió en varios, muchos. Me aparté al final con una risita y me senté a esperar el alba.

—Seguiremos el plan de Jos — nos dijo el príncipe a la mañana siguiente. Estábamos los cuatro reunidos en su despacho —. No puedo tolerar la amenaza toda la vida, hemos de acabar con ella —. El capitán asintió remiso, parecía haber llegado a la misma conclusión.

—Lesath, cuando Tam me comentó la necesidad de Rayitas por vivir en la naturaleza, habíamos pensado en cederos el pequeño pabellón de caza del coto del rey. Es un sitio aislado en medio de bosques y a veinte minutos a caballo de Matrit. ¿Serviría para nuestros planes?

—Creo que sí, ¿el bosque llega hasta el mismo pabellón? — pregunté. Si los árboles estaban muy cerca el asesino podría acercarse más fácilmente.

—No, al menos hay cincuenta metros hasta los árboles. Es una zona llana, con un arroyo muy cerca, la verdad es que el sitio es precioso. Se usa muy poco y no será problema que lo ocupéis. Ayer empezaron a limpiarlo, quería enseñártelo pronto. Si tendemos allí la trampa podemos ir hoy mismo.

—Bien, tendremos un par de días hasta que el asesino le localice, nos dará tiempo a prepararle algunas sorpresas. Nosotros iremos todos, necesitaremos un carro para María y Lucía, provisiones y nuestras cosas. Nos vendrían bien unas cuantas trampas para osos o lobos.

—En el pabellón hay de todo, no de osos porque no hay por aquí, pero sí de lobos.

—Yo voy — el capitán lo dijo de forma tajante. Sería imposible negarse.

—Anunciaré que estoy enfermo — dijo Bekelar —, así tendré excusa para no ir a los consejos de rey.

—Bien, lo mejor sería que fuera discretamente, ¿tal vez disfrazado? Mi equipo irá directamente. Yo vendré a mediodía y le escoltaré.

—De acuerdo, así lo haremos.

A mediodía el príncipe me esperaba en el establo del palacio con el capitán. Los dos se habían vestido como empleados de palacio y tenían los caballos ensillados y listos.

—¿Nos vamos, mi príncipe? — pregunté.

—Sí, nuestras cosas y las provisiones ya han salido para allá, podemos partir.

—Pues vámonos, el capitán y yo le flanquearemos. Intentemos ir rápido.

En cuanto salimos del palacio pusimos los caballos al galope, la gente se apartaba presurosa de nuestro camino. A mitad de camino adelantamos al carro que llevaba las cosas del príncipe, y llegamos al pabellón sin problema ninguno. Cuando lo vi me sorprendí.

—¿Este es el pequeño pabellón? — por lo menos tendría doce habitaciones.

—Jajaja, es que en otro coto de caza está el grande, este es como la mitad que el otro.

Desmontamos en la puerta, enseguida salieron las primas y se llevaron los caballos. Me quedé impresionada al entrar. Un gigantesco salón con seis enormes chimeneas ocupaba casi toda la planta baja. La cocina y dos pequeños salones completaban el resto. Subimos al piso de arriba y conté catorce habitaciones, las examiné todas y me decidí por una que estaba al final del pasillo de la derecha y tenía una pequeña ventana.

—Taparemos la ventana y dormiremos aquí, príncipe — le dije.

—¿Los dos? ¿Juntos? — me preguntó. Intentó mantenerse estoico pero una sonrisa se asomó a sus labios.

—Claro, no voy a dejarle solo.

—No tengo ninguna objeción. Pero por favor, si vamos a pasar aquí unos días llámame Bekelar, no príncipe.

—De acuerdo …. Beke.

Repartí al resto protegiendo la habitación. Jos al lado y Tam enfrente al otro lado del pasillo, Pasmaro y Hermión en las habitaciones siguientes. Lucía y María dormirían también arriba en el otro ala, me parecía más seguro para ellas.

—No he visto a Rayitas — me pregunto el capitán cuando estábamos todos instalados — ¿no le has traído?

—No, me ha dado miedo que el asesino le dispare una flecha envenenada. Irónicamente la casa era pensando en Rayitas y ahora no lo puedo traer.

—Me parece prudente, cuando acabe esta historia disfrutará mucho aquí.

Pasamos la tarde poniendo las trampas en el límite de los árboles cercanos al pabellón. No confiaba en que atrapáramos así al asesino, pero no me pareció que estuvieran de más. El capitán clavó tablas en la ventana de la habitación del príncipe y aseguró las otras para que no se pudieran abrir. Bloqueamos todas las puertas menos la principal. Dudé con las chimeneas, podríamos llamar a un albañil para que las condenara, pero al final me decidí por situar más trampas en ellas. Coloqué un cepo para lobos en cada una, disimulado por ramitas y troncos. Si bajaba por alguna quedaría herido e inmovilizado. No esperaba hoy al asesino, seguramente mañana tampoco, pero no tardaría. Su orgullo profesional le impulsaría a terminar pronto lo que falló el día anterior.

Lucía y María nos prepararon una estupenda cena que disfrutamos todos juntos. Hermión se quedó prendada del príncipe, para ella estar con un príncipe era algo memorable, se sentó a su lado en la mesa y no dejó de mirarle de reojo. Estuvimos un rato de sobremesa y luego nos fuimos a acostar. El capitán y Jos harían guardia la primera mitad de la noche, Pasmaro y yo la otra mitad.

—Quizá deberíais quedaros uno abajo vigilando la puerta y otro en el pasillo — les recomendé, luego entré con Beke a la habitación y nos quedamos solos.

—Yo duermo desnuda, espero que no te importe.

—Te aseguro que no me importa nada — me dijo con ojos brillantes desnudándose. Se quedó en calzones y se fue a meter en la cama.

—De eso nada, Beke, si yo duermo desnuda tú también.

—Pero ¿y si hay que salir corriendo, salgo desnudo?

—No te preocupes por eso — le dije bajándole los calzones — creo que el capitán y mis chicos se fijarán en mí más que en ti, jajaja.

Sin meternos en la cama ya estábamos besándonos, el príncipe no tenía mal cuerpo, no era tan musculoso como Jos pero no estaba nada mal. Le acaricié el pecho y los costados mientras nuestras lenguas competían entre sí, él me acarició la espalda brevemente para bajar a mi trasero, que amasó apretándome contra él. Su erección presionó mi tripa, estaba dura y caliente, metí una mano entre nosotros para asirla, tenía muchas ganas de masturbarle. Me encantaba hacérselo a mis chicos y a Hermión, era algo que te daba control total sobre el placer de la pareja, más despacio, más rápido, apretando más fuerte …, era yo la que dominaba y decidía cuándo se iban a correr. Pero antes quería algo para contarle a Hermión y que se pusiera cachonda. Me senté en el borde del colchón y abrí las piernas.

—Cómeme, principito, haz que me corra en tu boca.

El príncipe se arrodilló entre mis piernas (que era lo que yo quería, tener a un príncipe arrodillado y adorándome) y me lamió la parte interna de los muslos, me alzó una pierna y me lamió tras la rodilla, me sorprendió porque me hizo gemir, lo apuntaría para pedírselo a mis hombres. Mi coñito ya estaba chorreando cuando Beke lo lamió por fuera, recorrió mis labios con la lengua y los abrió con los dedos, profundizó sus lamidas entrando en mi agujerito con la punta de la lengua, la metió y sacó varias veces y me lamió el clítoris.

—Uff, Beke, qué bien lo haces — jadeé.

Cerró los labios en torno al clítoris y chupó. Un estremecimiento me recorrió entera. Sin dejar de chupar lamió muy rápido el clítoris, luego me penetró con la lengua y, cuando yo gemía como una condenada, repitió en el clítoris.

—Me corro, Beke, me corroooo … agggghhhhhhh.

Caí hacia atrás apretándome las tetas con las manos disfrutando del orgasmo, la lengua de Beke seguía incansable, mis muslos apretaban su cabeza y mi culo se alzaba arqueando mi cuerpo. Fue fantástico. Se tumbó a mi lado besándome la cara hasta que me recuperé.

Tal como estábamos me incorporé y le agarré el congestionado miembro. Empecé a masturbarle con una mano y a acariciarle los testículos con la otra.

—Voy a masturbarte, principito, ¿no te parecerá mal?

—No, no, me parece muy bien.

—Pues por ser bueno voy a dejar que elijas dónde quieres correrte — mientras hablaba seguía pajeándole —, ¿quieres en mis tetitas, o quieres en mi boca, o a lo mejor en mi trasero, aunque quizá prefieras en mi cara, o sobre mi coñito?

Beke se crispaba, entre decidir el sitio y mis hábiles maniobras, le tenía loco. Aumenté el ritmo de mi mano y bajé la cabeza para darle un lametón. Le enardeció.

—En tus tetas, en tus tetas.

Me situé entre sus piernas y seguí meneándosela, cuando su glande se amorató y vi que le quedaba poco, aprisioné su polla entre mis tetas y las moví arriba y abajo, apretándole entre ellas. Su primer chorro vino acompañado de un gemido, me cubrió con su semilla mientras yo seguía moviendo mis tetas ciñendo su polla. Cuando terminó de ponerme perdida se relajó en la cama y suspiró.

—Ha sido increíble, Lesath. Tú eres increíble.

—Lo sé, principito. Y tú te lo mereces — me fui a limpiar y volví a la cama contoneando mis caderas —. Ahora te voy a cabalgar, si aguantas sin correrte luego te dejaré que me cabalgues a mí. Podrás elegir la postura, incluso podrás darme unos azotes. ¿Trato?

—Trato. Te aseguro que no me correré, prepara ese increíble culito tuyo para unos azotes.

Se tumbó a lo largo en la cama, no la tenía dura del todo pero con un par de lametones lo solucioné. Me senté sobre él y me la metí poco a poco. Di unos cuantos giros de cadera y empecé a cabalgar, sus manos en mi culo me ayudaban a subir y a bajar, mi coño, lleno de su miembro, era como una marea, mandando oleadas de placer a todo mi cuerpo. Cogí sus manos y las llevé a mis tetas, las acarició suavemente frotando mis pezones con los pulgares.

—¡Mas fuerte! — le pedí.

Me estrujó las tetas con lo que mi coño se apretó sobre su miembro, me dejé caer sobre su torso moviendo únicamente las caderas arriba y abajo, provocando que su polla hiciera arder de placer mi coño. Me movía cada vez más rápido, anhelando la liberación, deseando explotar en el clímax. El seguía apretando mis tetas con sus manos, cuando me mordió en el cuello estallé.

—Síiiiiiiiiii ... aaaagggghhhhhhh … me corrooooooo.

Me agarró fuerte del culo y empujó sus caderas hacia arriba, la punta de su miembro presionó mi cérvix volviéndome loca, arrollándome con su hombría.

—Aaaaaagggghhhhh.

Me relajé sobre su cuerpo estremeciéndome, su polla todavía dentro de mí palpitando, quemándome con su dureza. Me resistí a moverme y dejarle salir y aguanté unos minutos disfrutando de su piel contra la mía, de sus manos en mi espalda, de su aliento en mi mejilla.

—Has cumplido — murmuré tumbándome a su lado finalmente. El plop que hizo su miembro al salir me dejó vacía —. Te dejo elegir : boca arriba, boca abajo, de perrito, de pie, cucharita, sobre la mesa, agarrada del techo …

—Jajaja, creo que probaremos de cucharita, pero como así no podré azotarte luego cambiaremos.

—Vale, te lo has ganado.

Nos tumbamos de lado, me levantó la pierna y me la metió despacito.

—Mírame — me ordenó, volví la cara para mirarle y me besó. Cuando su lengua entró en mi boca empezó a moverse dentro de mí. Tenía un brazo bajo mi cuello y el otro sujetándome el muslo. Doblé mi pierna hacia adelante para liberar su mano, que pasó a acariciar mi pecho. Su cadera chocaba contra mi culo y su miembro me invadía. Lo hacía lentamente, con nuestros cuerpos tan pegados era una postura para amantes, para dar cariño, para hacer el amor sin prisa, disfrutando del contacto de la piel.

—Ahhhh — suspiré —, me gusta mucho así, Beke.

—Lo sé cariño, luego acabaremos más fuerte, pero ahora te voy a hacer el amor.

Sin dejar de moverse en mi interior, dobló el brazo que tenía bajo mi cuello y me agarró del hombro, me inmovilizó contra su pecho y me besó dulcemente, me acariciaba levemente las tetas dándome algún golpecito en los pezones. Era maravilloso. Me mantenía en la frontera entre el amor y la lujuria, no quería que parara nunca, ni que acelerara, ni que frenara. Eché mi brazo hacia atrás y le agarré del pelo, profundizando sus besos. Estuvimos así mucho rato, cuando empezó a moverse más rápido supe que se terminaba, quería correrme con él y moví un poco mis caderas buscando aumentar mi placer. Puse una mano sobre la suya y la apreté en mi pecho, él siguió acelerando, dejó de besarme para morderme en el hombro.

—Córrete Beke, hazme tuya. lléname — supliqué.

Apreté nuestras manos en mi pecho hasta que me dolió, sus caderas golpeaban en mi culo en cada embestida, estaba a punto de correrme. Me retuve hasta que sentí que su polla crecía y se derramaba en mi interior, luego me dejé llevar y me corrí en sus brazos, inmovilizada contra él, mis caderas era lo único que podía mover y las agitaba espasmódicamente. Su corrida fue como un rio cálido que llenó mi centro. En vez de gemir o gritar como solía disfruté en silencio, apreté más mi espalda contra él y me estremecí entera, pequeños espasmos me recorrían empezando en mi coño, volví a agarrar su pelo y a besarle entre jadeos de los dos, nuestro alientos se mezclaron igual que nuestros cuerpos.

—No te muevas, por favor — le pedí cuando acabé de temblar.

Permanecimos mucho rato conectados en silencio, había sido realmente inmejorable.

—Tu culito me debe unos azotes — me dijo por fin.

—De eso nada, has perdido tu oportunidad. Quizá la próxima vez te los de yo a ti.

—Eso no es justo, ¿no te ha gustado?

—Sabes que sí, ha sido romántico y fabuloso, me ha encantado. Para que veas que soy justa te voy a dejar darme un azote, pero uno solo. Luego lamentablemente tengo que hacer el cambio de guardia.

—Pues ponte boca abajo.

Obedecí y me coloqué boca abajo, levanté mi torso y giré la cabeza para verle. Me acarició el culo con una mano y me dio un mordisquito en cada nalga. Luego me propinó un leve azote y me besó en los labios.

—Listo, ahora este culo es mío — me dijo.

—Jajaja, que más quisieras, principito. Este culo ya tiene dueña — me giré para abrazarle y decirle entre besos —, pero te dejaré adorarle alguna que otra vez, jajaja.

Me levanté, me lavé y me vestí. Salí al pasillo y desperté a Pasmaro tocando en su puerta. Intercambiamos puestos con Jos y Tam y pasamos el resto de la noche de guardia. Ya dormiría cuando no tuviera un príncipe en mi cama.

Pasamos la mañana revisando las trampas y entrenando, Jos, Hermión y yo hicimos nuestros ejercicios y combatimos entre nosotros. Por desgracia no me pude poner el uniforme de Pasmaro, se me había olvidado en Matrit, jajaja. Revisamos otra vez todo el pabellón buscando entradas que se nos pudieran haber pasado por alto. Bloqueamos la puerta de la leñera, que tenía entrada directa a la cocina. Busqué un hueco y le conté a Hermión cómo había sido mi noche con el príncipe. Se puso colorada y casi se le cae la mandíbula.

—¿Quieres unirte la próxima vez? Se lo puedo proponer.

—Creo que no, no me atrevo — me dijo compungida.

Jajaja, pues más para mí.

Pasamos tres días así, el capitán y el príncipe jugaban al ajedrez que habían hecho traer de palacio. Pasmaro leía sus libros de magia, Hermión practicaba mucho y ya lanzaba los cuchillos competentemente, Jos y yo revisábamos el perímetro a menudo. Todas las noches hacía el amor con Beke, no le dedicábamos tanto tiempo como la primera noche porque necesitaba dormir, pero en cuanto cenábamos los dos estábamos deseando retirarnos a la habitación para acostarnos juntos.

Fue la noche del cuarto día cuando todo pasó. Estaba despierta después de entregarle mi culito por primera vez, a punto de quedarme dormida cuando me di cuenta de que llevaba un tiempo oyendo ruidos. Eran ruidos leves que me parecieron naturales por eso no los había reconocido como una posible amenaza. Le puse un dedo en los labios a Beke para silenciarlo y me levanté. Cogí mis espadas gemelas y esperé tras la puerta. El ruido provenía del tejado, me pareció que justo sobre el pasillo. Como estábamos en un extremo el asesino podría entrar por ahí y no tener que pasar ante Jos y Tam, que estaban de guardia en la parte central de la casa. Llevaría ya unos treinta minutos esperando, llegué a pensar que era el viento o algún pájaro el que hacía el ruido. Pensé en abrir la puerta un par de centímetros y asomarme, pero abría en el otro sentido y tendría que sacar la cabeza al pasillo para poder ver algo. Como no me apetecía que me la cortaran seguí esperando. El ruido paró y ya no se volvió a escuchar nada. Esperé media hora más y decidí salir a ver, llamé a Beke que me miraba desde la cama y le hice quedarse en un rincón con su espada. Salí sigilosamente al pasillo y miré al techo. Con la poca luz que había no conseguí distinguir nada, volví a la habitación a por una lámpara y al entrar le vi. El asesino se había descolgado desde el techo justo sobre la cama, salté para interponerme entre él y el príncipe y aparté con una espada el cuchillo que lanzó el asesino. Beke gritó pidiendo ayuda, yo me acerqué despacio al intruso que me esperaba con un cuchillo en cada mano. Me detuve, esperaría refuerzos antes de enfrentarme a él. Debió adivinar mi táctica porque me atacó velozmente, si no hubiera tenido el amuleto me hubiera alcanzado en las costillas, pero me retorcí y le esquivé. Contraataqué con un golpe a su pierna, retrocedió y me lanzó uno de los cuchillos, me agaché para esquivarlo y volví a atacar. No sé cómo, pero volvía a tener uno en cada mano. Detuvo mi espada con uno de ellos y me golpeó en un lateral de la cabeza con la empuñadura del otro. Me tambaleé sin bajar la guardia. ¿Dónde estaban los refuerzos? No podía moverme mucho para no dejar desprotegido al príncipe, así que amagué un par de ataques y seguí intentando ganar tiempo. Después de un par de forcejeos entendí que estábamos solos, si no había venido nadie es porque estaban muertos o impedidos. Mandé el pensamiento al fondo de mi mente hasta resolver el problema que tenía delante de mí, ya lo averiguaría luego. Me lancé al ataque. El asesino era igual o mejor que yo porque esquivó o interceptó todas mis estocadas, retrocedí mientras pensaba otra estrategia, mi mente trabajaba frenéticamente buscando una manera de vencerle. Lanzó otro cuchillo al príncipe que tuve que detener con mi antebrazo desnudo, recibiendo una herida profunda. El asesino se envalentonó y empezó a presionarme, yo retrocedía poco a poco buscando un hueco en su guardia, una debilidad que no encontraba. Cuando mi espalda chocó con Beke supe que estábamos perdidos. Intenté un golpe desesperado y lancé una estocada a su abdomen, la detuvo y me hirió en el hombro. Vi en sus ojos que iba a lanzar el ataque definitivo, retrocedió ligeramente su brazo derecho para preparar su ataque cuando ocurrió un milagro. Un milagro en forma de cuchillo que se clavó en su pecho. El asesino titubeó y le alcancé con una espada en el bíceps, cortándole profundamente el músculo. A partir de ahí no me fue difícil acabar con él, con un brazo inútil no pudo resistir mi ataque y cayó con el cuello atravesado.

Respiré y miré a la puerta esperando ver a Jos o al capitán, pero era Hermión la que estaba en el dintel sosteniendo otro cuchillo en su mano temblorosa. La alcancé, le di un abrazo rápido y corrí a buscar a los demás. El capitán estaba tumbado en el suelo al lado de la escalera y se veía a Jos en igual posición en el suelo del salón. Comprobé el pulso de Tam en el cuello y suspiré aliviada, bajé la escalera saltando los escalones de cuatro en cuatro y revisé a Jos, también tenía pulso, lento pero firme. Volví a subir y entré en la habitación de Pasmaro, dormía tranquilamente pero no le pude despertar.

Llamé al príncipe y a Hermión, les mandé bajar al capitán y le tumbamos junto a Jos en un sofá. Cuando acudieron asustadas las primas, las envié a por agua al pozo.

—Hermion, ¿habéis comido o bebido algo después de irnos a la cama el príncipe y yo?

—Yo no — contestó muy nerviosa —, ellos tomaron una copa de brandy.

—Tráemelo, por favor.

El príncipe y yo les hicimos beber el agua que nos trajeron María y Lucía. Seguían inconscientes pero la bebieron. Cuando olí el brandy se confirmaron mis sospechas.

—Huele a algo raro, no puedo saber qué es porque el brandy enmascara el olor, pero estoy segura que los han drogado.

—¿Se recuperarán? — preguntaron el príncipe y Hermión a la vez.

—No lo sé seguro pero es de esperar que sí. Si no han muerto ya, no creo que sea un veneno mortal. Si tú y yo no nos hubiéramos retirado antes estarías muerto, Beke.

—Bueno, démosles agua para que se recuperen antes, cuanta más mejor. Hermión ¿te encargas tú de Pasmaro?

—Claro, voy ahora mismo. Por cierto, Lesath ¿has pensado en vestirte?

—Ups.

A media mañana se despertaron con un fuerte dolor de cabeza, Jos fue el primero, quizá por ser el más grande. Les contamos todo incluida la providencial aparición de Hermión. La aplaudimos y el príncipe le hizo una reverencia y le besó la mano. Creo que Hermión se sonrojó hasta en los dedos de los pies. Investigamos pero no pudimos encontrar la forma en que el asesino había echado la droga en el brandy. Vaciamos todas las botellas por si acaso.

—Mi príncipe, creo que deberíamos volver a palacio — dijo Tam cuando paramos a descansar.

—Adelántate tú, capitán — me miró a los ojos y sonrió —, yo iré mañana o pasado. Aprovecharé mi supuesta enfermedad y me tomaré un descanso.

Tam se lo pensó un momento.

—Si no le importa, mi príncipe, me quedaré por aquí vigilando. Todavía puede haber peligro. Quizá llame a Rosita para que me ayude a estar despierto en las guardias.

—Me parece fenomenal, Tam. Ve a por ella y tráela, disfrutaremos de un par de días tranquilos. Vigilando, claro.

—Claro — contestó el capitán.

—Claro — dije yo.

—Claro — dijeron los demás.