La guerrera 05

Nuestros amigos emprenden la búsqueda de un tesoro.

Al despertar, como siempre, Jos ya se había levantado. Algún día me hubiera gustado encontrarle dormido a mi lado y poder acurrucarme con él. Me vestí con el ridículo disfraz que exhibía de mi cuerpo más de lo que tapaba y salí con mis armas. Jos estaba haciendo rutinas de espada. Con solo el pantalón puesto, sin camisa, era todo un espectáculo. Los músculos, brillantes por el sudor, relucían con sus movimientos atrapando mi mirada. Él no se podía quejar porque su mirada también se quedó atrapada en mi cuerpo.

—No te ves muy bien — le dije porque empezaba a ser incómodo —, tienes ojeras, no duermes lo suficiente —. Efectivamente tenía grandes ojeras, pero quitando eso, sí que se veía bien, muy bien de hecho.

—Ven Lesath, tenemos que hablar.

Dejé mis armas en el porche y fui a su lado. Su expresión preocupada me intranquilizó.

—Demos un paseo — me dijo.  Le agarré la mano y fuimos paseando hacia el arroyo—. Verás, necesito dejar de dormir en tu cama.

—¿Por qué? Dormimos muchas veces juntos. Creí que te gustaría — le dije dolida —. ¿O es que no quieres estar cerca de mí? ¿Es eso, te molesta que me abrace a ti? Si quieres no lo vuelvo a hacer.

—El problema es que no consigo dormir.

—Pues cambiamos el colchón — interrumpí —, o compramos otra cama.

—Que no es eso.

—Entiendo, no me quieres a tu lado.

—Que no es eso.

—¿Pues qué es entonces?

—El problema es que me pongo duro cuando te tengo desnuda a mi lado. Que tengo que hacer un esfuerzo mayúsculo para no lanzarme sobre ti —casi gritaba sin mirarme a la cara —. Que no duermo y que me tengo que levantar antes del amanecer a desahogarme.

—Oh — me llevé las manos a la cara para tapar mi sonrisa, de repente lo comprendí —. ¿Y qué prefieres : que duerma en camisón o que siga desnuda?

—Lo que me gustaría es tenerte siempre desnuda debajo de mí, y hacerte mía durante todo el día todos los días, ¿ahora lo entiendes? — me había agarrado de los hombros y me miraba a los ojos.

—Vale — le dije con una sonrisa.

—¿Vale? — la confusión se reflejaba en su rostro.

—Claro, tonto del bote. He estado deseando que me hicieras tuya desde que te volví a encontrar, pero pensé que no querías ese tipo de relación conmigo.

—¿Qué yo no quería? — me dijo incrédulo —. Desde que fuimos lo suficientemente mayores en Berlinus, he querido ser para ti más que un simple amigo, cuando dormías en mi cama, cuando me abrazabas, cuando te reías conmigo, yo ya sabía quería que fueras para mí.

—¿Pero por qué no me lo dijiste? — ahora la incrédula era yo.

—Porque no quería que me vieras como a Sadius, no quería que pensaras que mi objetivo era acostarme contigo. Estos años sin ti me he arrepentido todos los días de no haberlo hecho, pero ahora tenemos la oportunidad de recuperar el tiempo perdido.

—Esto de acuerdo, cariño — me eché en sus brazos —. Pero tengo que confesarte algo, Pasmaro y yo somos amantes.

—¿Sois amantes?

—Sí, quizá no lo recuerdes, pero el amuleto que se encargó Sadius de que me dieran en la cofradía, el amuleto de Astarté, hay que recargarlo frecuentemente, y la forma de hacerlo es mediante el sexo. Pasmaro ha sido mi pareja más frecuente aunque no la única los últimos años. Debes saber que no he sido lo que se dice muy casta. El amuleto no solo me da energía, también me aumenta la libido. Supongo que es por el amuleto pero me encanta el sexo, y me gusta hacerlo cuando quiera y con quien quiera. Te puedo decir que en mi corazón eres el más importante, pero mi cuerpo es mío y yo mando en él. Si quiero ofrecérselo a alguien es mi derecho. ¿Es un problema para ti?

—Ninguno — me dijo después de pensarlo —, cualquier momento en que pueda estar contigo será un regalo para mí.

—Pues bésame, cariño. Ah, y que te quede claro, las noches que compartas mi cama dormiré abrazada a ti.

Jos me rodeo con los brazos y me atrajo a su pecho, era suave y duro como el acero, me besó con dulzura en los labios, un beso breve, me volvió a besar y me miró a los ojos, luego lamió mis labios y me besó apasionadamente. Su lengua separó mis labios e invadió mi boca, encontrándose con la mía, deseosa de recibirlo. Besaba tan bien que se me doblaban las rodillas. Con una mano detrás de mi cabeza me la inclinó un poco para tener mejor acceso a mi boca, su otra mano acariciaba mis nalgas, semidesnudas por el pantaloncito del disfraz. Gemí en su boca y me apreté contra él, su erección presionaba mi abdomen. Separamos nuestras bocas para respirar y aproveché para huir de él.

—Primero entrenamos — le grité mientras corría a casa —, si me ganas tirando con el arco dejaré que te bañes conmigo, jajaja.

—Te vas a enterar — dijo corriendo detrás de mí —, voy a machacarte.

—Como no atines vas a tener que machacarte otra cosa, jajaja.

Entrenamos como todas las mañanas y me ganó con el arco. Cierto es que la mitad de las veces cerré los ojos al tirar. Por ningún motivo quería ganar yo esa mañana.

Pasmaro nos veía desde el porche muerto de risa. Ya me había dicho lo que él pensaba respecto a Jos, yo había estado totalmente ciega. Ahora notaba el cambio entre nosotros y se alegraba por mí. Él nunca me había exigido exclusividad, de hecho últimamente parece que era el más promiscuo de los dos.

Dimos por terminada la práctica ante la alegría de Jos y le dije a Pasmaro que me iba a bañar con él al arroyo. Nos dio una excusa tonta para no venir y se lo agradecí con una mirada. Me encaminé al arroyo corriendo y dando saltitos entre risitas seguida por Jos. Nos desnudamos apresuradamente y nos metimos al agua, después de quitarnos el sudor nos abrazamos y besamos apasionadamente. Nuestras manos ávidas recorrían nuestros cuerpos sin dejar nada sin acariciar. Me arrodillé y agarré el miembro de mi amigo de la infancia.

—Es enorme, no sabes las ganas que tenía de probarla — le dije sonriendo. Le lamí los testículos y luego subí por toda su longitud hasta el glande, lo repetí varias veces hasta que estaba toda húmeda — ¿te gusta lo que te hago? — Le pregunte cuando empezó a gemir.

—Me encanta, no pares, por favor.

Me la metí en la boca hasta la mitad, acostumbrada al tamaño de Pasmaro dudaba que me cupiera entera. Subí y bajé por ella varias veces intentando profundizar del todo, relajando la garganta. Agarré su base con la mano y logré llegar con mis labios hasta mis dedos. Me encantaba el sabor de su polla, disfruté mamándosela más que él, bueno casi. Mi excitación por tener la boca tan llena debía ser similar a la suya. Después de varios minutos subiendo y bajando por su miembro noté que se tensaba y se le ponía más dura.

—Me voy a correr, Lesath. No puedo más.

—Dámelo, lléname la boca, lo quiero todo — continué chupándosela hasta que se derramó lanzando seis o siete chorros en mi boca, que me tragué como pude encantada con su sabor.

Salimos del riachuelo de la mano y en la orilla me detuvo y se arrodilló, quería devolverme el favor. Me levantó una pierna, la apoyó sobre su hombro y accedió a mi coñito, lamiéndolo de arriba a abajo. Yo hundí mis dedos en su pelo y me dejé llevar. No fue especialmente hábil con la lengua, pero consiguió que me corriera en su boca, chupando todos mis jugos. Se levanto y volvimos a besarnos, probando mi propio sabor en sus labios. Esto me enardeció y le pedí :

—Fóllame ahora, cariño, te necesito dentro — me tumbé en la orilla esperando que me hiciera suya. Se colocó encima de mí y me hizo esperar lamiendo primero mis tetas, mordisqueando mis pezones. Cuando ya no podía más volví a rogarle.

—Por favor, Jos, fóllame ya.

Se coloco entre mis piernas y, agarrándose el enorme miembro con la mano, lo apuntó a mi agujerito. Me la metió lentamente, dándome de sí poco a poco, llenándome con su virilidad. Yo le agarré del culo con las dos manos y tiré de él para que me la metiera completamente. Se me escapó un grito cuando me llegó hasta el fondo.

—¿Te hago daño? — se detuvo mirándome a la cara.

—No, sigue por favor. Mas fuerte — sonrió y empezó a moverse dentro de mí.

Bombeaba mi interior moviendo sus caderas. Pasó una mano bajo mi culo para empujarme más contra él. Me estaba tocando en puntos sensibles que no sabía ni que tenía. De vez en cuando llegaba hasta mi cérvix haciendo que las oleadas de placer que me recorrían desde los dedos de los pies hasta la cabeza subieran de intensidad. Mis piernas se enroscaron en su culo obligándole a entrar más profundo en mí. El agarró uno de mis senos retorciendo mi pezón, cuando abrí la boca para gemir me besó metiéndome la lengua. Gemí en su boca como una perra, me estaba follando salvajemente y lo estaba disfrutando. La marea de placer me llenó tanto que pensé que no lo iba a soportar.

En ese momento el mundo se detuvo.

Luego explotó.

—Aaaaaggggghhhhhhhh … me corro … me corro … síiiiiii

Me abracé con todas mis fuerzas a su cuerpo arañándole la espalda. Los estremecimientos del orgasmo parecían no tener fin. En ese momento el empujó más fuerte y se corrió dentro de mí, inundándome con su semilla, eso me provocó otro orgasmo casi tan intenso como el anterior.

—Aaaaaagggghhhhhh …

Me quedé aferrada a él hasta que dejé de temblar, le liberé y se tumbó a mi lado respirando afanosamente. Nos quedamos disfrutando del placer recibido un buen rato. Luego me incorporé y, inclinándome sobre él, me volví a meter su polla semierecta en la boca. No conseguía saciarme de ella. Le acaricié los testículos con la mano mientras se la chupaba. Él, tumbado en la orilla, me dejó hacer. Disfruté como una gran puta de la mamada hasta que se volvió a correr. Al segundo chorro me apartó agarrándome del pelo y se la sacudió con la mano llenando mi cara de semen. Cuando estuvo satisfecho se la limpié con la lengua y me tumbé a su lado pasando un brazo por su pecho, disfrutando de tenerle para mí.

Volvimos a la cabaña, desnudos y sonrientes, él me agarraba de la cintura dándome apretones en el culo y besos en el cuello. Cada pocos pasos me hacía parar y me examinaba la boca. Con la lengua, claro.

—No puedo apartar mis manos de ti, ardillita.

—Jajaja, te has corrido tres veces ¿no tienes bastante?, ¿no está satisfecho eso tan enorme que tienes entre las piernas?

—¿Te ha gustado? No a todas las chicas les gusta tan grande.

—Pues a mí me parece genial, pero una cosa Jos : ¡¡¡No te corras en mi cara!!!

Pasmaro nos esperaba con el desayuno preparado.

—Comed, tenéis que recuperar fuerzas, jajaja.

Durante el desayuno aproveché para sacar un tema que quería concretar desde que encontramos a Jos.

—Quiero hablar de una cosa con vosotros, chicos — cuando tuve su atención continué —. Me gustaría que tú, Jos te unieras a nuestro equipo. No sé los planes que tienes, pero estaría feliz si te quedaras con nosotros de forma permanente, si os parece bien a los dos. ¿Qué opinas Pasmaro?

—Por mí está bien, encantado de contar con un nuevo miembro en nuestra compenetrada familia, jajaja — siempre con segundas el cabrito del mago.

—Yo estoy feliz de quedarme — nos dijo contentísimo Jos —. La vida de mercenario es solitaria, se echa de menos gente a la que apreciar o querer. Gracias a los dos por incluirme em vuestro equipo.

—Pues arreglado — intervine —, gracias Pasmaro.

—No tienes que darlas

—Oye, ¿y qué te parece si ampliamos la cabaña y hacemos otra habitación? — le pregunté.

—Genial, podemos ir al pueblo y hablar con el carpintero. Si le ayudamos debería estar en un periquete.

—¿Es que no quieres que duerma contigo? — nos interrumpió Jos.

—Claro, pero lo mejor es que cada uno tenga su propia habitación. Recuerda que también dormiré con Pasmaro algunas veces.

—Sí, es verdad —. No le hacía mucha gracia lo de compartirme, esperaba no tener problemas de celos.

—Pues cuando acabemos de desayunar nos vamos a Samharian a buscar al carpintero.

Y eso hicimos, encontramos al carpintero y quedó en acudir al día siguiente, aprovechamos para emborracharnos los tres en una taberna y volvimos a la cabaña cantando sobre los caballos. Pasmaro estuvo a punto de caerse un par de veces, pero conseguimos llegar sin percances. Los siguientes días nuestra rutina fue la misma, entrenar al alba, cortar árboles después, y ayudar al carpintero y a su ayudante el resto del día. Por la noche dormía abrazada a Jos después de follar con él, claro. Ya no tenía problemas para dormir. En realidad follábamos por la noche, pero también en el arroyo después de entrenar, después de cortar árboles y en algún hueco que buscábamos por la tarde. Me fijé en que el regocijo de Pasmaro al vernos tan acaramelados se fue apagando. Creo que estaba celoso. Tendría que buscar un momento para consolarle.

—Oye Jos — le pregunté una tarde —, me he fijado en que no usas el amuleto que te dieron.

—Lo tengo guardado, normalmente me lo pongo cuando estoy en un trabajo y me lo quito al terminar, me daba miedo perderlo y me acostumbré a hacerlo así.

—Ah, es que me extrañaba un poco.

Esa noche se lo puso y me metió una follada de escándalo. Al aumentar su fuerza y velocidad, me folló de pie conmigo agarrada a él como un monito, sujetándome del culo y pistoneándome a toda velocidad mientras me agarraba a su cuello hasta que me corrí dos veces. La velocidad aumentada por el amuleto de su pene entrando y saliendo de mi coño era increíble. Luego me dio la vuelta en el aire y apoyó mi espalda contra su pecho, me sujetó de los muslos abriéndome las piernas y me dio otros dos orgasmos. Si no fuera por mi capacidad de curación hubiera estado dolorida una semana por lo menos.

Encontré el momento para consolar a Pasmaro el día en que Jos acompañó a los carpinteros a Samharian en busca de material. Se había visto un grupo numeroso de bandidos por la zona y se ofreció a escoltarlos.

—Pasmaro, ¿estás celoso de Jos? — le pregunté de sopetón mientras limpiábamos la cabaña que ahora estaba siempre sucia de polvo y serrín.

—¿Cómo? ¿Por qué dices eso?

—Me he dado cuenta de que cada vez nos miras con menos alegría. Al principio te reías de nosotros, ahora no parece hacerte gracia.

—No son celos, Lesath, lo que pasa es que me había acostumbrado a nuestro royo ¿sabes?, follar de vez en cuando, reírnos juntos, satisfacer mis pequeñas perversiones. Me siento un poco abandonado, pero se me pasará, no te preocupes. Supongo que ahora tendré que acostumbrarme a no disfrutar de ti tan a menudo.

—Me alegro que no estés celoso. Oye — me arrimé a él poniéndole las tetas en el pecho — ¿tienes alguna necesidad ahora con la que te pueda ayudar?

—No creo que puedas ayudarme — me enfrió totalmente —, claro que tu culo es otra cosa — su mirada había cambiado de triste a pícara —. Definitivamente tu culo sí que puede ayudar con mis necesidades — ese era mi maguito, me había asustado por un momento.

—¿Y qué esperas que haga mi culo?

Pasmaro me agarró y me empujó hasta la mesa del salón. Me dio la vuelta, me bajó los pantalones y me mordió una nalga haciéndome dar un gritito. Me acabó de sacar los pantalones y la ropa interior y me abrió las piernas, me acarició la rajita hasta ponerme cachonda y con mi propia humedad me lubricó el culito. Me perforó con un dedo y fue aumentando el número hasta que le pedí que me la metiera de una vez. No me había dado cuenta hasta entonces, pero le había echado de menos. Me dio por culo sobre la mesa del salón, haciéndome gemir como una loca durante veinte o treinta minutos, me proporcionó varios orgasmos hasta que finalmente, nos corrimos los dos casi a la vez. Quise premiarle por haber tenido tanta paciencia con Jos y conmigo y le hice sentarse en el sillón, me quité la camisa y le puse las tetas en la boca mientras le hacía una paja.

—¿Te gusta que te haga pajas, maguito? — sabía la respuesta perfectamente pero me encantaba que me lo dijera.

—Me encanta, no pares y acelera, por favor.

Ignoré su petición y continué masturbándole lentamente, cada vez gemía más alto con la boca en mis pechos y tenía la polla más dura. Cuando le tuve a punto de caramelo aceleré el vaivén de mi mano y me metí la punta en la boca lamiendo su cabeza. Enseguida se corrió llenándome de semen, que tragué encantada.

—Te echaba de menos, —Lesath — estábamos recuperándonos sentados juntos en el sillón.

—Me acabo de dar cuenta que yo a ti también, mago pervertido — me giré hacia él y le besé en los labios, un beso largo y profundo.

—¿Y eso, a qué ha venido?

—¿No te ha gustado?

—Puede, no sé, repítelo.

—Jajaja — volví a besarle profundamente —. No quiero que te creas menos que Jos, los dos sois igual de importantes para mí — mientras hablaba me senté a horcajadas sobre él, metiéndome su polla lentamente —. Ahora fóllame otra vez.

Sin hablar más cabalgué a Pesaro mientras el me embestía con las caderas. Acabé desmadejada sobre él dando gracias a Astarté por proporcionarme dos amantes tan magníficos. Después de un último morreo nos fuimos los dos a lavar al arroyo y a seguir limpiando la cabaña.

En un par de días más terminamos la ampliación de la cabaña. Habíamos practicado en el salón otra puerta que daba a la nueva habitación. Por fuera la distribución quedaba un poco rara, pero era muy práctica para los tres que éramos ahora. Nos fuimos todos, salvo Rayitas, con el carpintero y su ayudante a Samharian. Volveríamos con la cama nueva y un armario en el carro del carpintero, que nos lo prestaría un par de días. El hombre estaba agradecido de nuestra compañía porque se sentía más seguro con nosotros, dados los asaltos y asesinatos ocurridos en los caminos últimamente. Le acompañamos al taller y, después de descargar el carro, fuimos a ver al ebanista, que nos vendió el armario, un baúl y una cama enorme con su correspondiente colchón. Lo de la cama enorme fue idea mía, mi mente calenturienta ya le encontraría utilidad.

Antes de volver paramos en una taberna a tomar unas cervezas para celebrar la ampliación de la cabaña. La taberna, como la gran mayoría, apestaba a humo, alcohol y a comida pasada. Ocupamos una mesa libre en un rincón y pedimos bebida. Pasmaro le tiró los tejos a la camarera, claro. Estábamos disfrutando de la cerveza y la conversación cuando se nos acercó un tipo. Bien vestido y de mediana edad se dirigió a mí con voz grave :

—Disculpad que os interrumpa, ¿eres la cazadora?

—Lo soy.

—¿Puedo sentarme? — le hice un gesto y tomó asiento frente a mí.

—Me llamo Snape. Necesito vuestros servicios. Tengo que hacer un viaje y me gustaría contar con vuestra protección.

—¿De qué se trata?

—Necesito ir a las montañas Karrutsas, allí pasaré varios días en una investigación y después volveremos aquí. Te pagaré bien.

—En caso de que nos interesara — le expliqué —, debes saber que somos tres. Jos y yo somos guerreros y Pasmaro es mago — Snape examinó con la mirada a Jos y a Pasmaro apenas le dedicó una mirada despectiva.

—Mejor todavía, te iba a pedir que buscaras ayuda, creo que eso estaría resuelto.

—¿Y qué investigaremos exactamente en las Karrutsas?

—Eso no es de vuestra incumbencia, vosotros debéis aseguraros de mi seguridad únicamente.

—Necesitamos saber de qué se trata. Si vamos a enfrentarnos a algún peligro tenemos que conocerlo, te protegeremos mejor y podremos valorar si con nuestro equipo será suficiente o necesitaremos más ayuda.

Snape parecía remiso a darnos detalles. Le miré fijamente dejándole ver que no transigiría. Pasaron un par de minutos sin que nadie hablara.

—De acuerdo. Pero lo que oigáis aquí no puede ser repetido fuera de nosotros — asentimos con la cabeza y esperamos a que siguiera hablando —. Soy mago, bastante poderoso, necesito ir a las montañas Karrutsas porque tengo indicios fiables de dónde se puede hallar un objeto valioso. Necesito ir allí a buscarlo.

—¿Qué objeto? — intervino Pasmaro por primera vez.

—Un libro — dijo reticentemente Snape.

—¿Y dónde piensas que puede encontrarse?

—Eso os lo diré cuando lleguemos, es muy importante para mí mantener la discreción sobre este asunto.

—¿Será peligroso? — insistió Pasmaro.

—Es posible.

Pasmaro permaneció en silencio. Le dejé porque siempre negociaba mejor que yo. En unos minutos le dijo a Snape :

—Seiscientas monedas de oro más los gastos del viaje.

Snape carraspeó, parecía sorprendido por la cantidad.

—Me parece excesivo, no dispongo de tal cantidad ahora. Pero podemos llegar a otro acuerdo.

—¿A cuál?

—Os daré cien monedas de oro y los demás objetos que encontremos.

—Si ni siquiera sabemos dónde vamos, ¿cómo podríamos aceptar una oferta así? — la respuesta provocó que Snape volverá a sumirse en sus cavilaciones.

—De acuerdo — nos dijo al poco sacudiendo la cabeza, no le hacía gracia darnos más detalles —, os diré que tengo prácticamente localizada la tumba de Merlián. El libro que busco es su grimorio, pero si la tumba está intacta y todo hacer suponer que sí, habrá más objetos poderosos en su interior.

—¿Merlián? — casi gritó Pasmaro.

—¡Calla! No levantes la voz— le dijo Snape alarmado.

—Merlián es el mago más poderoso de la historia, murió hace más de cien años — nos dijo en voz baja Pasmaro a Jos y a mí. Su libro de hechizos nunca se encontró.

—¿Y por qué piensas que la tumba estará intacta? — pregunté yo a Snape.

—Si se hubiera encontrado se sabría, se cree que le enterraron con los objetos que había creado durante su vida. Ninguno de estos objetos ha sido visto.

Pasmaro me miró pidiendo opinión, asentí levemente con la cabeza.

—De acuerdo, nos pagarás cien monedas de oro a la salida, correrás con los gastos del viaje, y nos quedaremos con todo menos el grimorio, aparte hay otra condición.

—¿Cuál?

—Tendrás que enseñarme magia por el camino, mi poder no es mucho y mi formación fue incompleta. Me vendrán bien algunas lecciones.

—Trato hecho —. Snape, mucho más relajado, nos estrechó las manos a los tres.

—Si os parece bien salimos en dos días desde mi casa.

Concretamos algunos detalles más y nos despedimos.

Aprovechamos esos dos días para terminar la habitación de Jos. Estrenamos apasionadamente su cama esa misma noche. El día siguiente preparamos armas y caballos, por la noche recibí a Pasmaro en mi habitación, no quería molestar a Jos, pero tenía que mostrarle como eran las cosas. Su cara mostró decepción pero lo aceptó deportivamente.

Partimos con Snape por el camino real. Antes de eso aprovechamos para devolver el carro al carpintero y le presenté a Rayitas al mago. En cuanto salimos de Samharian Pasmaro empezó a dar la lata a Snape. Tuve que hacerle entender que no podía agobiar al mago. Ya tendría tiempo cuando acampáramos por las noches. El clima nos acompañó y los primeros días fueron agradables y avanzamos bastante rápido. Snape no era mala compañía, reservado y poco hablador, colaboraba con los quehaceres comunes y daba breves lecciones a Pasmaro. Aunque no se le veía muy habituado a las incomodidades de los caminos y a dormir a la intemperie, no se quejó y nos siguió el ritmo. Pudimos dormir tres noches en posadas, las demás tuvieron que ser al raso. Tardamos trece días en divisar la montañas Karrutsas. El único contratiempo que sufrimos por el camino ocurrió una noche. Entraron sigilosamente en el claro en el que dormíamos dos maleantes, imagino que nos querrían robar al vernos a los cuatro dormidos. La cara que se les puso y los gritos que dieron cuando Rayitas saltó justo delante de ellos y les rugió enseñándoles los dientes, provocó que de la risa no pudiera dormir el resto de la noche. La velocidad a la que echaron a correr seguro que ayudó a secarles los pantalones.

—Tenemos que localizar este punto — me dijo Snape enseñándome un mapa. Dos pequeñas corrientes de agua bajaban paralelas de las montañas.

—No crea que sea difícil localizarlo. Preguntaremos en alguna granja, los lugareños seguro que conocerán el sitio.

Tardamos dos días en encontrar el sitio. Después de preguntar a varias personas, al final un viejecito nos indicó el camino. Resulta que los dos riachuelos solo llevaban agua los años en los que nevaba abundantemente en las cumbres. Era en el deshielo y sólo durante unos días cuando aparecían.

Como el camino desde ahí parecía ser muy agreste, dejamos los caballos en una de las granjas cercanas. Compensamos al propietario generosamente para que mantuviera bien atendidas a nuestras monturas. Según el mapa nuestro siguiente objetivo era encontrar una gran roca con forma de aguja, subimos la montaña acarreando nuestras cosas a la espalda hasta que la divisamos después de seis horas de sudar y tropezarnos con las piedras. Nos habíamos desviado a la derecha, lo que nos costó otras dos horas hasta llegar a la roca.

El siguiente hito en el mapa, parecía ser un punto desde el que divisáramos los tres picos más cercanos de las montañas de determinada manera, Pasmaro fue el que consiguió que viéramos las cumbres como aparecían en el mapa, las tres en fila incrementándose la altura de cada una según la distancia. Aunque todavía quedaban un par de horas de luz, decidimos hacer noche ahí. La montaña puede ser peligrosa con poca luz, mejor ir más lentos que rompernos una pierna por imprudencia. Snape no estuvo muy conforme pero transigió, desde que llegamos a las montañas estaba impaciente, más huraño que antes. Nos confesó que había dedicado veinte años a buscar el grimorio. Que era la tercer vez que partía en su busca creyendo tener segura su localización. En cualquier caso hicimos noche allí, escabulléndome con Jos un par de horas para recargar mi amuleto, como llevaba puesto el suyo fue genial, jejeje.

Al día siguiente partimos en busca de nuestro siguiente destino, una grieta en la ladera de la montaña cerca de la cima. Tardamos dos días más en subir lo bastante como para creer que estábamos cerca de donde indicaba el mapa. Ahora solo nos quedaba encontrar la grieta. En dos días subiendo podíamos habernos desviado mucho, por lo que nos separamos en dos grupos. Snape iba conmigo hacia la izquierda y Jos y Pasmaro hacia la derecha. Mis hombres fueron los que tuvieron suerte, en solo dos horas la encontraron y Pasmaro lanzó bolas de fuego al cielo hasta que llamó nuestra atención. Le contesto Snape con otra bola para dar el aviso por recibido y nos reunimos con ellos.

Examiné la grieta, nada indicaba que no fuera natural, pero al entrar con dificultad por ella, pude ver que un estrecho túnel se adentraba en la montaña. Salí y, reuniendo a todos, decidimos que entraríamos en fila, yo primero y luego Snape, seguidos por Jos y por Pasmaro en último lugar. Rayitas nos esperaría fuera vigilando nuestras cosas. Antes de entrar Snape me detuvo.

—Tendremos que ir con muchísimo cuidado. Es fácil que haya trampas, no creo que queden hechizos activos después de tanto tiempo, pero mejor extremar la precaución.

Dejamos en la entrada todo lo que no era imprescindible y nos internamos en la montaña, mi vista nocturna era muy buena, pero la bola luminosa que Snape hizo flotar por delante de nosotros iluminaba el camino.

—A la vuelta me tienes que enseñar a hacer eso — le pidió Pasmaro.

Recorrimos unos treinta metros por un corredor recto con una ligera pendiente hacia abajo hasta que el corredor se abrió en una pequeña cámara redonda. De ella salía otro pasadizo. Me detuve antes de entrar examinando desde fuera las paredes y el suelo, buscando cualquier trampa que nos estuviera esperando.

—No siento nada — nos dijo Snape —, no creo que haya ningún hechizo de protección, pero podría haber trampas.

Entré lentamente en la cámara. Palpaba con el pie el suelo antes de apoyar mi peso en él. Cuando llevaba la mitad del camino al apoyar el pie se oyó un “clic”, luego un gemido metálico y, de repente, multitud de flechas salieron disparadas desde las paredes. Me tiré al suelo rápidamente pero una de la flechas consiguió rozarme el muslo rasgando mi pantalón de cuero.

—¡Quietos! — le dije a mis compañeros que venían a socorrerme —. ¡No os mováis! Esperad a que llegue al otro extremo.

Me levanté y fui cojeando lentamente hasta el corredor sin dejar de tantear el suelo. Llegué sin más sorpresas y, ahora sí, les dije:

—Venid de uno en uno, seguid el mismo camino que he hecho yo.

Se reunieron conmigo en la entrada del nuevo corredor y Jos me lavó y vendó la herida con tiras que hizo rompiendo su camisa. No tardaría en sanarme yo sola, pero insistió en curarme antes de seguir.

Ahora Jos encabezaría el grupo y yo iría en último lugar.

—Recoged las flechas — les pedí —, son de hierro y muy pesadas, nos servirán para ir tanteando el camino.

Con las flechas recogidas avanzamos despacio por el corredor, Jos las iba tirando al suelo por delante y yo las recogía por detrás. Gracias a esto evitamos dos trampillas que se abrieron en el suelo sobre oscuros agujeros de los que no veía el fondo. Pacientemente continuamos hasta llegar a otra cámara. Esta era mucha más grande que la anterior. De alguna manera estaba iluminada por rayos de luz que entraban por agujeros en el techo. Tres corredores más se abrían al fondo de la cámara. Entró Jos repitiendo el proceso que había hecho yo en la cámara anterior arrojando flechas al suelo. Llegó sin problemas al otro lado, donde esperó a que nos reuniéramos con él.

Los tres pasajes abiertos en la pared aparentemente eran iguales, sin inscripciones o alguna señal de cuál deberíamos seguir. Debatimos entre todos pera nadie sugirió nada que nos hiciera decidirnos por uno de ellos, así que recogimos las flechas y probamos el de la izquierda. Después de invertir una par de horas en recorrer unos doscientos metros de vueltas y revueltas, llegamos al final. El corredor se terminaba abruptamente. Volvimos sobre nuestros pasos para encontrarnos que el final del pasaje estaba bloqueado. ¡Nos habíamos quedado encerrados!

Donde estaba la entrada del pasaje ahora había un muro de piedra que nos había obstruido la salida. Después de que Jos intentara derribarlo cargando contra él con su hombro, que Snape probara varios hechizos infructuosamente y que entre todos buscáramos resortes ocultos en las paredes, nos sentamos a pensar qué más podíamos hacer.

—Debe haber una manera para levantar el muro — decía Pasmaro.

—Pues tú dirás, porque a mí no se me ocurre nada — contestó Jos.

—Estamos atrapados sin remedio. Vamos a morir aquí — gimoteó Snape.

—Esperad chicos. Quizá el resorte que levante la pared no esté aquí sino más adelante por el túnel. Deberíamos probar. Uno debería quedarse aquí y los otros probemos suerte.

Snape se quedó vigilando la pared, Jos y yo corrimos hasta el final para retroceder buscando y Pasmaro empezó a buscar desde la puerta. Llevaríamos un par de horas tanteando las paredes cuando oímos los gritos de Snape.

—¡Se abre! ¡Venid, venid!

Corrimos todo lo rápido que pudimos hasta salir a la cámara. Pasmaro, felizmente, había hundido una pequeña parte de la pared, que había puesto en marcha el mecanismo que levantó el muro.

—Creo que uno de nosotros debe quedarse aquí cuando investiguemos el siguiente túnel — dijo Jos.

Evidentemente estuvimos todos de acuerdo y Pasmaro se quedó esperándonos cuando entramos por el pasaje central.

Volvimos a recorrer cautamente el pasillo. Esta vez, sin sobresaltos, llegamos enseguida a otra cámara. La examinaos antes de poner un pie en ella. Era cuadrada de unos doce metros de lado iluminada por grietas en el techo como la anterior. Al fondo se veía, sobre una tarima, un féretro de piedra labrada lleno de inscripciones con símbolos que yo no entendía. Dos peanas a cada lado del ataúd, sostenían objetos. Las peanas más cercanas al féretro mostraban cada una un libro. En las otras había una espada y lo que podía ser un brazalete de plata. En cuanto Snape vio el libro hizo ademán de entrar a la cámara, pero le detuve agarrándole y tirando de él hacia atrás.

—Espera Snape, mira bien lo que hay frente al féretro — le dije señalando la enorme figura de un guerrero de piedra armado con una gigantesca espada en su mano derecha.

—Es imposible que después de más de un siglo, la estatua conserve algún poder — alegó —, déjame que entre a por el libro — se retorcía intentado zafarse de mi agarre.

—Será solo un momento, deja que entremos Jos y yo primero — asintió de mala gana.

Jos y yo, con las armas desenvainadas, entramos al vez. En cuando pusimos un pie en el suelo de la cámara el guerrero levantó la espada. Aguardamos inmóviles, pero como no se movió ni un centímetro más seguimos avanzando. Ahora sí que la mole se movió. Giró la cabeza hacia nosotros, agarró la espada con las dos manos y nos enfrentó. No era muy rápido pero sí muy fuerte, intentamos luchar contra él, pero la longitud de su espada me impedía acercarme. Jos tuvo más suerte y logró darle una par de tajos que rebotaron infructuosamente en el cuerpo de piedra, a cambio recibió varias heridas, alguna con mal aspecto. En un descuido el guerrero sorprendió a Jos y de un puñetazo le envió contra la pared, quedándose tirado inmóvil sangrando en el suelo. Me interpuse entre ellos para proteger a mi compañero, pero no podía hacer más que esquivar los golpes de espada bailando alrededor de la mole. La cosa no iba bien, lograba esquivar todos sus ataques pero me estaba cansando, y la posibilidad de que le derrotara con mis espadas gemelas era prácticamente nula. Hubiera necesitado un mazo de cantero para conseguir algo contra él. En cualquier caso seguí peleando para proteger a Jos, que seguía inconsciente. Mi respiración trataba de llevar aire a mis necesitados pulmones, los brazos empezaban a pesarme, era cuestión de tiempo que el guerrero me alcanzara con un espadazo y acabara conmigo.

Esquivando un golpe de espada horizontal que me hubiera partido por la mitad de alcanzarme, me resbalé. Caí boca abajo en el suelo, me di la vuelta rápidamente pero ya la enorme espada se dirigía a mi cabeza, intenté zafarme pero sabía que sería inútil, que no me daría tiempo. Cuando la espada estaba a punto de machacarme la cabeza, apareció otra espada que la apartó, me incorporé ágilmente esperando ver a Jos, pero el que me había salvado era Pasmaro que, con la espada que cogió de una peana luchaba contra el guerrero. Me quedé atónita al verle luchar, jamás había visto a nadie manejar así la espada, ni al mejor asesino de mi cofradía. Cada vez que el guerrero le atacaba, Pasmaro oponía su arma y contraatacaba, arrancando esquirlas del cuerpo de piedra. En un increíble golpe le arrancó la cabeza, que rodó rebotando por el suelo. Pensé que la lucha había terminado pero el guerrero siguió peleando. Hasta que Pasmaro no le cortó una pierna no cayó. Aun así intentó arrastrarse hacia nosotros, Pasmaro le cortó el brazo de la espada y por fin se detuvo.

—¿Pero cómo …? — pregunté admirada.

—No pude quedarme a esperaros, oí ruidos de lucha y vine a ayudar. En cuanto cogí la espada del pedestal, sentí un subidón de energía y supe en cada momento de la lucha lo que tenía que hacer. Cómo moverme, defenderme, atacar, no tenía que pensar, solo seguir mi instinto.

—Esa es la espada de Merlián — nos dijo Snape ojeando uno de los libros —, otorga una increíble habilidad a su poseedor. Este es el diario de Merlián — cerró el libro y se acercó corriendo a la otra peana. Ojeó el libro con afán y cayó de rodillas al suelo.

—¡Este es, por fin! ¡Veinte años y ya lo tengo! El grimorio de Merlián. Todos sus hechizos — lloraba sujetando el libro contra su pecho.

Le ignoré y acudí corriendo para examinar a Jos. Seguía inconsciente con varias heridas en su cuerpo. Me quité la chaqueta de cuero y rasgué mi camisa en tiras. Le vendé con la ayuda de Pasmaro sin importarme estar desnuda de cintura para arriba. Había perdido mucha sangre.

—¿Puedes ayudarle, Snape? — le pregunté esperanzada.

—No, entre mis dones no está la sanación. Seguro que hay algo en el grimorio, pero debo estudiarlo largamente antes de poder hacer alguno de sus hechizos.

Desesperada no sabía qué hacer, La pérdida de sangre había sido mucha y podría no recuperar a Jos. Pasmaro se acercó a mí y me susurró al oído :

—Escúchame, Lesath, préstame atención. Cuando follamos tú te sanas y aumenta tu energía, pero yo también me beneficio. Cada orgasmo que tengo contigo también me ayuda, en mucha menor medida que a ti pero algo me revitaliza.

—Es cierto, lo había olvidado — le dije con esperanza.

—Snape — le dijo al mago —, coge los libros. Esperaremos a Jos y a Lesath en la cámara anterior.

—Pero quiero examinar la cámara.

—Luego, ahora vámonos — le cogió del brazo y prácticamente le arrastró por el túnel.

En cuanto salieron abrí los pantalones de Jos y le hice una mamada. Fue la primera vez que no lo disfruté. Me empleé a fondo haciendo mecánicamente lo que tenía que hacer y en unos minutos conseguí que se corriera, terminándole con la mano. Sin dejarle descansar volví a metérmelo en la boca y lo repetí. Acabamos los dos regados con su semilla, pero al momento abrió los ojos.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está? — le sujeté impidiendo que se levantara y le expliqué todo lo que había pasado.

—¿Y qué hago con los pantalones bajados y tan manchado?

—He tenido que aplicarte mi tratamiento especial de sanación — no pude evitar reírme de alivio —, solo se lo aplico a mis hombres, así que has tenido suerte de ser uno de ellos.

—Lamento habérmelo perdido, quizá tengamos que repetirlo cuando no esté inconsciente — la recuperación iba bien.

—Luego lo repetiremos, algo te ayudará, pero no lo comentes por ahí o mis otros cuarenta hombres se herirán a propósito para que los trate, jajaja.

—No tienes remedio — me dijo sonriendo —, eres la mejor.

Ayudé a Jos a vestirse, me puse la chaqueta para cubrir mis pechos y llamé a los demás. Snape examinó minuciosamente la sala. No se atrevió a levantar la tapa del féretro, después de comprobar que el hechizo de Merlián sobre el guerrero de piedra se había mantenido activo, no quiso arriesgarse. Me entregó el brazalete que todavía estaba sobre una peana.

—El que lleve el brazalete podrá desplazarse instantáneamente de un punto a otro. Creo que no tendrá muchos metros de alcance, pero yo no lo probaría aquí. Quizá no quieras aparecer dentro de la pared.

Cuando Snape se declaró satisfecho con el examen, nos dirigimos a la salida. Lo hicimos lentamente con todas las precauciones posibles. No quería más sorpresas. Pasmaro ayudó a Jos, que necesitó su apoyo. Salimos en mitad de la noche, recibiendo las alegres carantoñas de Rayitas, feliz de vernos. Pasmaro se llevó a Snape algo más lejos para darnos intimidad a Jos y a mí. Le hice otra mamada, pero esta sí la disfruté. Me tragué su semen golosamente.

—¿Sabes? — me dijo después. Sí que me ayuda el sexo contigo. No me había dado cuenta antes porque es difícil separar las sensaciones. Pensé que el sentirme bien era producto de la satisfacción sexual, y más intenso porque eras tú. Y es que es así también, en fin, no sé si me explico.

—Te explicas tan claro como una noche cerrada, pero te entiendo. El aporte de energía que me produce el sexo lo recibo con cualquiera, pero es mejor contigo o con Pasmaro, mis hombretones.

Dormimos el resto de la noche y regresamos a Samharian sin ningún percance más. Pasmaro se quedó la espada, era el que más la necesitaba de los tres. Cuando llegáramos a casa probaríamos el brazalete y decidiríamos quién se lo quedaba. Por el camino hablé mucho con Snape. No acababa de quedarme tranquila sabiendo que tendría tantos conocimientos y poder. No me pareció mala persona, ambicioso y pagado de sí mismo, pero con buen fondo. Insistí en que usara el grimorio para hacer cosas buenas, haciendo hincapié en que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Le despedimos en la puerta de su casa recibiendo su agradecimiento.

Anochecía cuando llegábamos a la cabaña. Como un kilómetro antes de llegar nos encontramos con una pelea en el camino. Tres hombres a caballo agredían a una jovencita también montada. Más que querer matarla parecían jugar con ella, hiriéndola levemente varias veces mientras ella se defendía con torpeza. Otros cinco malhechores les jaleaban.

—¡Alto! ¡Qué sucede! — grité.

El que parecía dirigir el cotarro nos miró y, descartando que supusiéramos un peligro para ellos ocho nos dijo despectivamente :

—Seguid vuestro camino o tú también recibirás nuestras dulces atenciones.

Sin pensármelo desenvainé mis espadas y les ataqué. Jos y Pasmaro, con su nueva espada, me ayudaron. Rayitas salió de entre los árboles y también se unió a la fiesta. En pocos minutos los bandidos huyeron dejando a cuatro de sus compañeros tirados en el camino.

—¿Estás bien? — le pregunté a la chica. Tendría unos dieciocho años y era preciosa, rubia y de piel muy blanca. Envainó la fina espada con la que se defendió y descabalgó, tenía varias heridas en las piernas y los brazos.

—No lo sé muy bien. No creo que sea grave pero me duele todo. Muchas gracias, si no hubierais aparecido tan a tiempo, al final me hubieran violado entre todos.

—Acompáñanos, vivimos aquí al lado. Te curaré y podrás descansar. ¿Cómo te llamas?

—Soy Hermión — nos recorrió a los tres con la mirada hasta que aceptó —, os acompañaré. Gracias.

Llegamos a casa y saqué unas vendas y ungüento para tratarle las heridas mientras Jos y Pasmaro se ocupaban de los caballos. Mientras reunía las cosas le presenté a Rayitas, que no pareció darle miedo, al contrario, enseguida le estaba rascando bajo las orejas.

—Ven a mi habitación y te curaré.

—Si no te importa preferiría hacerlo yo sola.

—Claro — le dije extrañada —, pasa y no tengas prisa —. Ahora te llevo agua.

Cuando entré con el agua todavía no había empezado. Se lo di y salí a esperarla en el salón.

—Si necesitas que te cosa algún corte dímelo.

Llegaron Jos y Pasmaro y preparamos la cena. Al rato salió Hermión.

—Todos los cortes eran superficiales, no necesito que me cosas, pero gracias de todas maneras. Supongo que los bandidos no querrían dañar su botín.

Comimos charlando entre los tres. Hermión permaneció callada. Con lo que la había pasado no me extrañaba.

—Pasmaro, ¿quieres dejarla tu habitación y dormir tú conmigo? — le pregunté sabiendo la respuesta, había hecho más caso a Jos durante el camino para que acabara de curarse y quería mantener el equilibrio.

—Por supuesto, por una jovencita tan guapa haré los sacrificios que sean necesarios — contestó muy serio.

—Por mí no os molestéis, puedo dormir aquí en el suelo — Hermión parecía afligida.

—Oh, no hagas caso a Pasmaro, te aseguro que no será ningún sacrificio para él.

—Jajaja, no te preocupes Hermión, incluso quizá deberías quedarte varias semanas, jajaja.

—Pues si no os importa me voy a dormir, estoy agotada.

—Claro, cariño. Descansa y mañana hablamos. Que duermas bien.

Pasmaro, Jos y yo, todavía estuvimos un buen rato charlando. Al día siguiente preguntaría a Hermión todo lo que no nos había dicho, por qué estaba en el camino sola, adónde iba y todo lo demás.