La Guerra de Ruon: Capítulos publicados (Continuo)
Estoy retomando donde dejé esta gran aventura, por eso hasta que termine los nuevos capítulos, he colgado los primeros para que los lectores recuerden la historia y los desconocidos la conozcan.
-Torre de Allum-
Las puertas de la fortaleza se encuentran a lo alto de la larga escalinata de piedra, abiertas, dejando ver el interior de la torre asolada. Las rocas y las maderas del interior se esparcen por doquier y de entre los escombro asoma de pronto un mano, apartando sin ganas su sepultura. Pertenece a un hombre joven, de brazos marcados por los golpes y la sangre de sus heridas. El pelo, cubierto de una espesa capa gris, no es corto aunque se ha apelmazado y adherido a su frente. Cuando por fin se libera su rostro se encuentra magullado y sucio y se tambalea lentamente hacia la luz del sol que entra por los portones. Fuera, todo arde. Puede ver algunos cuerpos diseminados por la escalera, algunos incluso han caído por sus laterales y flotan en el pequeño foso que rodea la torre. El joven cierra los ojos mientras cae de rodillas y llora, sin energía, mientras la suave brisa le acaricia el rostro, su rostro de "el único superviviente". Pierde poco a poco la consciencia y se desploma sobre el escalón más alto. Abajo, entre las llamas, a aparecido un hombre a caballo, que lo a visto todo, y sube a recogerlo.
-Iridia, ciudad-puerto-
Es de noche cuando el caballo negro se adentra en las calles de Iridia, formadas por grandes piezas de roca y que hacen resonar los cascos al pasar. El caballero sujeta con dificultad el cuerpo inconsciente del superviviente entre sus rodillas, intentado que no caiga mientras se detienen junto a una casa en la que aún hay luz. Baja del caballo y golpea la puerta sin hacer demasiado ruido, repitiendo varias veces hasta que la puerta se abre. Una mujer ancha y baja aparece en el umbral sorprendida al ver al caballero que se quita el casco dorado dejando libre su cabello rubio y su rostro serio.
¿Rono? - Pregunta la mujer antes de reconocerlo. Después se lleva las manos al rostro y se hecha hacia atrás dejando la entrada libre.- ¡Dios mío! Pasa, pasa adentro. ¿Qué os trae por aquí a estas horas? ¡Menuda sorpresa!- Exclamaba en voz baja. Rono se acercó al caballo y tomó al joven en sus brazos y se volvió hacia la mujer.- ¡Ah! Pero... ¿quién es este chico?
Necesito tu ayuda, Arila - dijo seriamente. Su voz era suave pero masculina, y al oírla, la mujer comprendió que seguía siendo él, el Rono que hacía tantos años que no veía.
Pasa, pasa antes de que te vea nadie - dijo preocupada por las miradas indiscretas de los demás habitantes de la zona.- No puedo creer que haya pasado tanto tiempo... ¿Qué le ha ocurrido? - Preguntó acariciando su frente cuando el hombre lo tumbó sobre una mesa de madera.
Le encontré en la torre de Allum, de la que ya no queda casi nada en pie. Necesito que le acojas en tu hogar hasta que se reponga - su voz sonaba apagada, triste.- Es muy importante. ¿Lo harás?
¡Claro! Claro, Rono, sabes que por ti haría cualquier favor, pero, ¿por qué es tan importante? ¿Lo conoces?
El caballero espero unos segundos, asediado por recuerdos.
- Es una larga historia... Volveré dentro de unos días para comprobar su recuperación. Cuida de él - dijo posando su mano sobre el abdomen del joven.
Rono se colocó de nuevo el yelmo dorado y abandonó Iridia sobre su caballo negro.
Once años antes
-Empera-
A punto de comenzar las celebraciones por el enlace imperial, los habitantes de los reinos de Zviera y Saria acudieron a empera llenos de júbilo para participar en los festejos. Un niño de tan sólo nueve años se debatía por desasirse de la protectora mano de su madre, rogando por poder divertirse a su aire, con el resto de chicos y chicas que había junto a las fuentes, visiblemente más mayores que él. "¡No te alejes de ahí!" gritó la madre viendo como su hijo lograba soltarse y se alejaba corriendo. Fue hasta la fuente más cercana y se puso de puntillas junto a ella para poder tocar el agua y se sorprendió al ver que dentro de la fuente nadaban algunos peces de color naranja. Gritó y rió entusiasmado. Algunos chicos de alrededor se unieron a él, intentando coger alguno con las manos. En un descuido, Erik (que así se llamaba el niño) salpicó a un chico mucho mayor que él, que se había apoyado en la piedra de la fuente.
- !Eh! - Exclamó mirándose las ropas mojadas. Después miró al niño y le propinó un empujón que lo tiró al suelo. El resto de los chicos o se alejaron de allí o quedaron enmudecidos al verlo.
Erik, que no sabía porqué aquel chico le había hecho aquello, quedó un instante sin habla ni respiración mientras lo miraba, impotente, y el agudo dolor del golpe se extendía rápidamente por su espalda y cabeza.
-¡No le empujes!- Gritó de pronto uno de los chicos que no se había alejado.- ¡Es más pequeño que tú! - Declaró poniéndose entre el niño y el otro.
-¡Marchaos de Empera, ésta es mi ciudad! - Gritó enfurecido empujando al chico. Un instante después, el resto de chicos se adelantó y flanquearon al defensor.
-¡A por él! - Se lanzaron a correr detrás del matón entre toda la multitud que había ese día en la ciudad.
El niño, que aunque había dejado de llorar tenía la cara surcada de lágrimas, miró con admiración al chico mayor que lo había defendido. Éste se acercó tendiéndole una mano.
¿Te has hecho daño? - Le preguntó agachándose un poco para mirarlo de frente. Tenía el cabello de color marrón, liso y a la altura de los hombros. Su mirada sincera lo tranquilizó.
Un poco.
La próxima vez ten más cuidado - dijo alborotándole el pelo. Después se dio la vuelta y al darse cuenta de que sus amigos se habían ido se despidió y corrió en la misma dirección.
Mientras Erik se reunía con su madre, que le reprendía por haberse alejado, Eros, el chico que lo había salvado, localizó a sus amigos junto a la orilla de un pequeño riachuelo que atravesaba la ciudad junto a una densa arboleda, alejada del alboroto. Rono se había sentado en la orilla con las sandalias en el agua. Los gemelos Tera y Quera estaban de pie, tirando piedras al agua mientras Lira observaba las ondas que provocaban.
-¡Ey, chicos!
- Se nos ha escapado por los pelos - dijo Tera sin mirarlo.
Eros se acercó a Rono. Su cabello rubio se movía con la brisa mientras observaba silenciosamente sus pies bajo el agua. Se sentó a su lado y vio su rostro serio.
-¿Qué ocurre, Rono?
Ese niño me recordaba a mí antes de conoceros - hizo una pausa.- Pero es tan pequeño... no es justo lo que le ha pasado.
¡Pero si está bien! Nosotros lo ayudamos y ahora está con su madre - dijo Tera mirándolo.
¿Y qué pasará si no estamos la próxima vez? No podrá hacer nada él solo... - Miró su rostro en el agua. Lira, el más joven de ellos, se agachó junto a Rono y puso una mano sobre su hombro.- No quiero volver a estar en aquella situación.
Mírame... - Dijo Eros a su lado.- Dijimos que no nos separaríamos, ¿verdad?
Rono agachó la cabeza y Eros juntó la suya a su hombro, pasando un brazo alrededor. Lira se unió al abrazo cuando se levantaron y los gemelos también lo hicieron formando un pequeño grupo. En orden de edad, Lira era el más joven con 15 años, seguido de los gemelos, que tenían 16 y Rono con 17. Eros era dos años mayor que el rubio y siempre se mostró protector con sus amigos, como si fuera el hermano mayor de cada uno de ellos. Sin duda era el más atractivo debido a que se encontraba en la mejor etapa de su vida, pero los demás lo apreciaban más por haber cuidado de ellos y haberlos unido desde siempre.
Ciando terminó el abrazo, atravesaron el estrecho riachuelo y se sentaron junto a los árboles más interiores de la arboleda, donde casi no se escuchaba el griterío de la feria. Rono se sentó y se echó hacia atrás, mirando al cielo, mientras Lira y los gemelos jugaban junto al río.
Levanta un momento - le pidió Eros sentándose de forma que su amigo pudiera apoyar la cabeza sobre sus piernas cruzadas. Después le peinó los mechones de cabello que cubrían su frente.- Aunque no tengamos a nadie más, nos tenemos a nosotros, lo sabes, ¿verdad?
Si...
No te preocupes - dijo poniendo sus manos en las mejillas de su amigo. Se agachó y le besó en los labios, sintiendo lo gruesos que le resultaban al ser los suyos tan finos.
Mientras le besaba, Eros acarició el pecho de su amigo en un gesto protector, sintiendo como a sus 17 años ya empezaba a tener el cuerpo de un vigoroso adolescente, con pectorales marcados y cubiertos de pequeños vellos rubios. Deseó más que nunca que el tiempo se detuviera para poder complacer a su amigo y fundirse en un abrazo con él, sentimiento que le provocó una erección que no tardó en notarse bajo la nuca de Rono.
Se separaron unos milímetros, respirando con sus labios rozándose, y al cabo de un instante Rono escondió sus manos bajo su cabeza, sintiendo el bulto de su amigo mientras este lo volvía a besar.
Desde lejos, Lira sonrió a verlos y continuó jugando, seguro de que nunca se separarían.
Cinco años antes de encontrarse con el pequeño Erik en la ciudad de Empera, Rono había sido adoptado por el padre de Eros para trabajar en la plantación de manzanas que su familia poseía. Antes, Rono había vivido al duro servicio de un herrero que al ver la ineficiencia del muchacho había decidido venderlo como esclavo, deshaciéndose a la vez de la molesta carga que éste suponía. El padre de Eros había optado por la compra del chico varias semanas antes, cuando la llegada del otoño daba agradables señales de la increíble cosecha de aquel año, por lo que podía permitirse comprar más mano de obra para la recogida.
El camino hasta la casa era largo ya que estaba alejado del centro de la ciudad, pero la brisa que los acompañó durante el trayecto agradó a Rono como si fuera la primera vez que la sentía, y en parte era así. Su nuevo señor le explicó los detalles más esenciales de la recogida de las manzanas, dónde viviría, y algunos aspectos más tecnicos que el niño no escuchó, embelesado por la idea de haber salido de la herrería de la mano de aquel señor tan amable. Cuando llegaron a la granja y entraron en la casa, Rono permaneció inmóvil junto a la puerta cuando vio a Eros, que por aquel entonces tenía 14 años. Cuando éste se percató de su presencia lo miró, inmóvil, desde la entrada a la sala, receloso al principio.
-¿Quién eres? - Preguntó con su voz de niño. Rono tardó en contestar. Nunca había estado con alguien tan joven.
-Me llamo Rono - dijo.
Eros vio su lagrimas en el rostro y se compadeció de él, acercándose para abrazarlo.
Desde aquel día, ambos se comportaron como hermanos. Los padres de Eros habían visto frustados sus intentos por concebir más hijos y tomaron a Rono como tal, instalándolo en la habitación de Eros que tenía una cama suficientemente ancha para los dos.
Los días pasaron de la forma mas tranquila posible, haciendo a cada rato más feliz a pequeño Rono que sólo devía preocuparse de cumplir con el trabajo en los manzanos (acompañando siempre a su hermano).
Una calurosa mañana, estando los dos bajo un manzano invadido de frutos, se sentaron apoyando sus espaldas en el tronco, agotados a causa del calor.
- Antes de vivir aquí, ¿dónde estabas? - Le preguntó Eros mirando hacia arriba.
-Vivía con un hombre malo... - Dijo con voz entrecortada.
¿Por qué era malo?
No me quería... Por eso me vendió - respondió el chico, endurecido a causa de la desgracia de su niñez.
Eros se volteó y lo miró a los ojos durante unos segundos, luego sonrió y lo besó en los labios. El niño, desconcertado, que nunca había visto a nadie besar y desconocía su significado preguntó:
-¿Por qué haces eso?
-Un día vi a mis padres hacerlo, y otras cosas. Cuando les pregunté por qué lo hacían mi padre me explicó que lo hacía para que su madre viera que lo quería, y que con él estaría siempre segura - explicó.
Rono de pronto enarcó la sonrisa más sincera de su vida y al ver el efecto Eros volvió a besarlo, intentando demostrarle al chico que no quería que se marchara y que cuidaría de él.
Recordando lo que había visto aquel día en el cuarto de sus padres, Eros tumbó a su hermano a los pies del árbol y continuó besándolo con una sonrisa mientras éste intentaba imitarlo. Luego, desabrochó su chaleco besó también sus pezones, recordando el efecto que había tenido en su madre justo antes de que lo descubrieran. Rono miró el cabello de Eros y lo acarició mientras este bajaba por su tripa.
Aquel día, inexpertos y desconociendo los secretos del placer, tan jóvenes como eran, no sientieron más que simpatía y complicidad entre ellos, pero a lo largo de los años que siguieron, aquellos actos les hacían sentir poco a poco cosas nuevas. Una vez, cuando Eros cumplió los 18 y sus padres lo celebraron en casa hasta horas más tarde de la medianoche, cuando por fin se sintieron agotados y subieron a la habitación, Eros, al ver el cuerpo tumbado de su hermano en un la cama, sintió algo nuevo, que no había conocido hasta entonces. La euforia que había sentido durante la celebración aún no se había disipado y el estar a solas con su hermoso hermano le hacía estar aún mas feliz. Rono tenía los ojos cerrados cuando Eros se tumbó sobre él, abrazándolo. Abrió los ojos mirando a su hermano con una sonrisa alegre y éste al verlo lo besó, con más entusiasmo que nunca, lo que les hizo caer de la cama. Aquello arrancó una silenciosa risa a los dos antes de seguir besándose.
Eros, que durante aquellos años había visto a sus padre en más de una ocasión, movido por la curiosidad, había descubierto nuevas formas de demostrar su cariño y se moría de ganas por hacerlas con su hermano.
- Quítate la ropa - le pidió, siempre en voz baja. La habitación estaba oscura y a penas veía su cuerpo. Rono tenía dos años menos que él pero sus cuerpos se parecían bastante, siendo el de Eros más musculoso y viril.
-¿Porqué?- Preguntó extrañado pero contento el chico.
-Tú hazlo, por favor - le apremió.
Rono se incorporó y se quitó la camisa, después miró a su hermano y éste lo tumbó de nuevo y le quitó los pantalones con rapidez, sorprendiéndolo. Eros le desanudó la tela blanca protectora que cubría el bulto de su hermano y descubrió por el aspecto de su pene que a él también lo excitaba aquella situación. Se detuvo un instante recordando a su madre metiéndose la de su padre en la boca y agarrándola con las manos.
¿Qué vas a hacer? - Susurró el chico intrigado. Nunca había visto a su hermano así.
Te quiero Rono - le dijo mientras contemplaba entre las sobras su pene, ligeramente erecto. Lo tocó con timidez al principio, estaba caliente.
Cuando lo rozó, ambos sintieron un agradable escalofrío por su cuerpo. Después, la agarró entre las manos mietras se engrosaba y hacía más grande por momentos.
¿Te gusta? - Le preguntó a su hermano pequeño sin mirarle.
Si, es una sensación extraña...
Eros se acercó a la polla y la besó. Nunca se había acercado a ninguna pero se dio cuenta de que olía diferente a la suya. No era un olor hermoso pero tampoco desagradable. La mezcla entre su olor y el jabón que él mismo utilizaba y que al momento distinguió lo hizo excitarse aún más. La metió entre sus labios e imitando a su madre fue bajando hasta abajo, sintiéndola en su paladar. Al oír como su hermano emitía un largo suspiro de gusto, empezó a sorber con su fuerzas, sintiendo en las comisuras de su boca el grosor de su polla mientras subía hasta sacarla. Giró la cabeza para ver a Rono con los ojos cerrados y el cuello estirado de placer, y entonces, el gozo y el erotismo desbordaron a Eros de placer y se colocó entre las piernas de su hermano, flexionando sus piernas. Manoseó inexperto la polla mientras mamaba de ella y Rono arañaba con las yemas de los dedos el suelo de madera. De pronto su cuerpo pareció convulsionarse mientras jadeaba con más rapidez y gemía cada vez más. En ese momento, Eros cerró los ojos y chupó, con fuerza, y agarró las nalgas del chico mientras sentía como un tibio jugo le llenaba la boca y se extendía por su lengua. Sorprendido al principio, comprendió que su hermano se había corrido. Él a veces se había masturbado a escondidas y sabía lo que era, y que se sentía un gran placer, y al ver a Rono embriagado de él comprendió que no podía ser malo y lo tragó, mirando a su hermano en la oscuridad. Éste se incorporó extasiado y se lanzó a besarlo.
Cuando los dos se relajaron en un abrazo recuperaron el ritmo de su respiración.
A sido hermoso - dijo el pequeño.
Te quiero Rono - Eros lo envolvió en un abrazo protector y lo metió en la cama, tumbándose a su lado, cansado.
-Iridia, ciudad-puerto-
Cuando los primeros rayos de sol de la mañana envolvieron su rostro, se sintió embriagado. Una suave y dulce melodía lo llamó a despertarse desde los sueños, y en aquel momento aún podía oírla. Primero sintió el tibio efecto del sol en la piel, abrió los ojos lentamente y descubrió una pareja de pájaros que se miraban y lo observaban apoyados sobre el alero de una pequeña ventana y cuyo gorjeo había invadido sus sueños. El chico sonrió con dificultad y las aves volaron de allí permitiéndose centrar la atención en el sonido regular de la costa.
Oir el puerto, y sobre todo, las olas que en él rompían, lo hizo sobresaltarse. En Ara, territorio sobre el que se alzaba la torre de Allum, era completamente imposible escuchar aquello. Entonces, sus recuerdos, aunque vagos y sin orden algunos, lo sobrevinieron haciéndolo romper a llorar. La imagen más nítida era la de Rosta. El señor de la torre corría en llamas atravesando lo que quedaba de pasillo entre él y las escaleras de piedra. Había imágenes de sangre y escombros, pero también sonidos de gente asustada y gritando. Los conocía a todos aunque ninguno lo conociera a él.
De pronto la puerta de la habitación se abrió dejando pasar a una mujer rolliza de baja estatura que vestía un ajado delantal.
Ooh.... Hijo no llores Dije cariñosamente acercándose a la cama para envolverlo en un abrazo consolador.
¿Qué ha pasado? - Consiguió preguntar entre sollozos.
No te preocupes, más tarde te lo contaré, pero necesitas descansar así que ahora túmbate e intenta dormir - dijo acomodando la almohada de plumas amarillentas y reclinándolo sobre ella.
El chico continuó llorando durante unos minutos mientras la mujer entornaba la ventana y le arropaba, después volvió a caer dormido.
Durante lo siguientes días en que mantuvo reposo, Arila cuidó de él como si se encontrara en el mejor emplazamiento hospitalario. Quiso saber cómo había llegado hasta allí, la costa, un lugar tan recóndito para los habitantes de la torre que algunos solo sabían de su existencia por viajeros.
- Alguien muy cercano a mí - explicó la señora,- te encontró a punto de desfallecer entre las ruinas de la torre y te trajo hasta mí - miró a través de la ventana, como si en vez de la pared de piedra de enfrente pudiera ver el mar.- Le prometí que te recuperarías así que ayúdame y no permitas que esta habitación te embote y sal sentir el aire - dijo destapándole.- Desde el puerto hay unas vistas muy bonitas así que en cuanto salgas podrías ir allí, te gustará - hizo una pausa.- Deberías asearte. El horrible incidente ocurrido en tu hogar a afectado tu aspecto, pareces mucho más mayor de lo que debes ser.
Aquel día, el joven abandonó finalmente el reposo y, aún con resignación, decidió atender a los consejos de su enfermera y salir a tomar el aire. Se vistió con una camisa barata y un pantalón corto que Arila había conseguido comprar en una venta cercana, comprendiendo los problemas que habría tenido a la hora de elegir tamaño ya que aunque la camisa no le apretaba si la dejaba abierta, los pantalones iban a incomodarlo. Aún así, se calzó unas sandalias que la mujer había dejado junto a su cama y salió a la calle con losas de piedra que lo habían visto llegar.
Caminó sin rumbo durante unos minutos, observando cada puerta, cada rincón y cada señora que veía pasar. Intentó dirigirse en primer lugar al puerto, hacia el sonido que lo envolvía todo, pero distinguir la dirección desde donde llegaba resultó ser una ardua labor. Cuando de improvisto giró en el camino indicado y se topó de frente con la infinita extensión del mar, un sentimiento de alivio y euforia lo invadió de inmediato. ¡Qué lugar tan hermoso! Olía a pescado y algas pero la combinación de estos con la suave brisa y la panorámica azul que presentaba lo empujó a caminar hasta el borde más cercano. Con una sonrisa en el rostro, se acercó lo más que pudo al borde paseo más cercano y asomó la cabeza. Vio su rostro reflejado en el agua. Su imagen, asomado y mirándolo desde lo que pudiera ser otro mundo igual al suyo, le hizo maravillarse. Se incorporó, caminando siempre por el borde hasta que llegó a una plataforma de madera que se adentraba suspendida sobre el mar. Corrió desde el principio hasta el final, dando un gran salto en el último momento y calló de cualquier forma, recordando la primera vez en que había hecho aquello. Había olvidado lo que era el mar. De pequeño había acudido una única vez con sus padres, pero su vida en la torre de Allum lo habían hecho olvidar. Se mantuvo bajo el agua unos segundos y al salir no pudo contener una agradable risa de júbilo que lo llenó por dentro. Aún recordaba cómo mantenerse a flote, así que se miró los brazos y las piernas y decidió frotar las manos en ellos para quitar las manchar de hollín y polvo que lo envolvían, sintiéndose después renovado y fresco.
Cuando consiguió salir del agua, agarrándose firmemente a cada madero que sostenía la plataforma, se tumbó cuan largo era dejando que el sol secara sus ropas. La camisa parecía invisible de lo transparente que se había vuelto al contacto con el agua, y los pantalones apretaban su entrepierna más que antes, pero aquello le gustó e incluso se permitió disfrutar de la opresión que ejercía sobre su pene, cada vez más erecto divido a la emoción.
Sonrió con la cara hacia el sol mientras se entristecía por la idea de que algunos de sus amigos en la torre de Allum nunca habían podido disfrutar de aquello. Y así se pasó la mañana, tumbado en la plataforma de madera, olvidándose del hambre y del mundo cuando una sombra tapó rostro.
- Me alegro de ver que estás mejor - dijo la voz de un hombre. Un relincho hizo que el joven se incorporara, tan rápido que a punto estuvo de perder pie y caer al agua.
Junto a él se había detenido un caballero cuya armadura resplandecía dorada al sol de la tarde. Había dejado detenido el caballo en la entrada de la plataforma pero apenas llamó la atención del muchacho. Unas imágenes sobre un largo viaje a caballo durante la noche invadió sus recuerdos. El caballero alzó un brazo y se quitó lentamente el yelmo, dejado ver un cabello rubio y ondulado sujeto en la coronilla destapando un rostro varonil y masculino, que enseguida reconoció, haciéndolo regresar velozmente hasta su niñez.
Ro... Rono... ¡Rono! - Gritó sobrecogido perdiendo suavemente la consciencia. Un brazo fuerte se alargó y lo sujetó antes de que se desmayara, apretándolo contra la fría armadura dorada.
No creí que fueras tú cuando te vi salir de aquel infierno, Erik...
La voz del hombre enamoró cada rincón de su cuerpo, haciéndolo explorar en escalofríos y erizándole la piel. ¡Cuánto hacía que no la oía! De pronto rompió a llorar, emocionado. Se acordó de sus amigos: Lira,Tera y Quera, que eran hermanos, y cómo no, del increíble Eros, el ser más perfecto y bello que habría visto alguien en toda su vida. A esos recuerdos sucedieron los de su separación, el momento que los separó de ellos. Enfurecido de pronto, se separó del cuerpo de Rono y lo golpeó con todas sus fuerzas en la armadura pectoral con sus puños.
-¡Dijisteis que siempre estaríamos juntos! -Estalló cubierto de lágrimas. Aporreó cada vez más rápido la armadura hasta quedar exhausto y sin fuerzas.- ¡¡Lo jurasteis!.
Erik se desplomó sobre las tablas de madera, con el rostro triste empapado de lágrimas, sin fuerzas. Al verlo, Rono se sintió desgraciado y responsable. Al mirarlo tirado frente a él, con las ropas empapadas y llorando sin control se enfureció de su destino, el destino que había previsto algún desalmado para cada uno de ellos. Se arrodilló junto a su amigo. El destello del sol sobre su armadura distrajo la atención de los hombres mujeres del puerto.
Lo siento mucho... No imaginas cuánto, Erik - dijo abrazando el rostro del joven. Lo dejó desahogarse hasta que sus llantos cesaron, después le alzó el rostro, viéndolo hermoso y oscurecido por las lágrimas.- Ven, te llevaré a comer algo antes de partir - dijo sin más explicaciones.
No... No quiero ir a ningún sitio... No quiero hacer nada - cerró los ojos y se dejó caer sobre los brazos del caballero.
Rono se levantó, sujetando a su amigo por la cintura y guiándolo hasta al caballo al que se abrazó cuando lo subió a él. Al verlo sujeto al equino, Rono se fijó en sus musculosos brazos y en lo robusto que estaba en comparación con la imagen que recordaba de él. Debían haberlo hecho trabajar duro y sin descanso durante aquellos años.
Condujo el caballo por el pueblo y se detuvieron en una pequeña taberna donde pidieron almorzar. Se sentaron a una mesa de madera que tiempo había texturizado con formas suaves y uniformes. La armadura de Rono llamó la atención de todos los presentes pero nadie se acercó a molestarlos.
Erik apenas ingirió alimento y el caballero se las ingenió para conseguir que la tabernera les preparara un fardo con la comida sobrante y unas rebanadas de pan de avena. Pagando con unas llamativas monedas de oro que alimentaron el asombro y la curiosidad de los presente, Rono y Erik montaron en el caballo, se despidieron de Arila y salieron de la ciudad. Ésta vez, Erik iba sentado detrás de su amigo, sujeto a su costado, dejando total libertad de movimientos para que pudiera manejar las riendas del caballo.
¿Hacia dónde cabalgamos?- Preguntó al caballero mientras se alejaban de Iridia.
Hacia Libre Empera - Rono sacudió las riendas para acelerar el paso del animal.
-¿Qué es Libre Empera?
Veo que llevas mucho tiempo sin saber del resto del mundo... - Se lamentó el caballero.
Todos estos años he estado viviendo como sirviente en la Torre de Allum... Ninguno de los esclavos recibíamos nunca información del mundo exterior. Ni podríamos haberlo oído de boca de alguien... Creo que los soldados de Ruon tenían prohibido hablar en nuestra presencia sobre el mundo más allá de los muros de la torre - relató con tristeza. Se abrazó un poco más a Rono.
Pocos años después de estallar las primeras guerras, la fuerte alianza continental se resquebrajó y el rey de Empera fue derrocado por el que se auto-proclamó Emperador Grajun. El poder del emperador y su inquebrantable ejército de caballeros unificó los reinos adyacentes de Zvera y Saria originándose lo que hoy se conoce como Libre Empera - explicó.- Dentro de sus límites estaremos seguros. Más allá de las fronteras, Ruon y sus aliados extienden su poder y ley por cada pueblo - se detuvo unos segundos.- Ahora, pertenezco a la legión de Grajun... Junto con Eros.
¿Qué? ¿Eros está también allí? -Preguntó incrédulo.
Es el comandante de la guardia imperial - se acercaban a los primeros árboles que formaban el linde de los bosques interiores.- Está oscureciendo, será mejor que pasemos la noche en el bosque.
Se internaron entre los árboles y Rono buscó un lugar apropiado para descansar. Era un pequeño claro donde el cielo estaba parcialmente tapado por las ramas de los árboles de alrededor, pero tendrían espacio suficiente para encender una hoguera y descansar durante la noche.
Erik bajó del caballo sujetó las riendas mientras Rono lo hacía.
- Encenderemos un fuego. Encárgate tú de buscar las ramas - le dijo al joven.- Yo ataré en caballo.
El chico se adentró entre los árboles y recogió un buen montón de ramas secas para la hoguera. Cuando decidió volver al claro para dejarlas porque ya casi había oscurecido, estuvo a punto de chocar con Rono. El caballero se encontraba orinando de pie, de espaldas al claro. Había desatado los pantalones oscuros que se veían donde no había armadura y al toparse con él pudo ver su largo y grueso pene echando un chorro de caliente orina. También distinguió tras su pene el principio de sus fuertes muslos cubiertos de pelos rubios, que apenas se distinguían con la oscuridad del momento. Rono no se percató de su presencia y Erik, sin saber muy bien por qué, se mantuvo inmóvil viendo al caballero. Cuando hubo terminado, sacudió las últimas gotas de su pene haciendo bambolear sus huevos antes de subirse de nuevo el pantalón y regresar junto al caballo. El joven estuvo unos segundos inmóvil, dándose cuenta de cómo lo había excitado aquel momento. Esperó a que bajara su erección y después salió al claro, en donde prepararon una hoguera, bromeando y recordando viejos momentos.
Con el fuego ya encendido y mientras comenzaban a cenar los restos del almuerzo, Rono se quitó la parte de arriba, decidiendo dormir con el resto de la armadura debido al calor que hacía aquella noche junto al fuego.
Cuando quedó con los brazos y el torso descubierto, musculosos como solo un caballero los llegaba a tener y cubiertos de finos bellos rubios que resplandecían a la luz del fuego, Erik no pudo evitar mirarlo fijamente, embelesado. Las piernas continuaban con la armadura brillando pero la combinación de ambos aspectos embriagó a Erik, distraiéndolo del mundo que lo rodeaba.
El joven, que tenía ya 20 años, durante su vida en la torre nunca había podido ver a otros hombres desnudos, debido en parte a que prácticamente sólo hubiese mujeres entre los sirvientes. Rono tenía ya 28, era musculoso, esbelto, y tan hermoso que le hizo olvidar la imagen que tenía de Eros.
-¡Erik! ¿Están bien? - Oyó de repente. Erik enarcó las cejas, pestañeó un momento y lo miró al rostro. Se había quedado con la mirada fija en su cuerpo y no había escuchado nada de lo que su amigo le había dicho. Rono sonrió al ver que su amigo solo estaba distraído, recordando lo mucho que le recordaba a cuando era pequeño.
Eh.. Sí, si. Perdona - si disculpó, mirando para otro lado.
Creo que necesitas comer algo, en la taberna no probaste el almuerzo - sacó el fardo de un bolsillo que había en la montura del caballo. Fue a sentarse a su lado y compartieron la cena.
Al tenerlo a su lado, inclinado para comer, con los músculos de su torso contraídos,a Erik le resultó muy difícil mantener la atención en las conversaciones que tenían. Cuando hubieron terminado, ambos se quedaron dormidos a los pocos minutos, tumbados cerca el uno de otro, pero en medio de sus sueños, el joven giró su cuerpo a la derecha abrazándose inconscientemente al caballero.
Rono, en medio de un paisaje completamente blanco por la niebla, caminaba sin rumbo fijo. No se veía nada más que aquel cegador blanco. Había olvidado en algún lugar la parte superior de su protectora armadura, quedando desnudo de cintura para arriba y sin saber a dónde ir. En un momento de su largo paseo a través de aquel misterioso emplazamiento, vio a lo lejos, casi envuelto por el blanco, la figura de un joven que caminaba aturdido, igual que él. Lo llamó en voz alta, pero no lo oyó. Tuvo que correr hasta él para que advirtiese su presencia. Se trataba de Erik, el chico de pelo negro al que hacía tantos años que no veía.
¡Erik!
¿Rono? ¿Dónde estamos? - Preguntó al verlo.
Pensé que estaría soñando...
Lo mismo pensé yo pero... Estamos conscientes... - Dijo desconcertado.
De pronto la niebla se abrió, a una velocidad que les hizo tambalearse en el sitio, hasta que desapareció por completo, dejándoles ver el lugar donde se encontraban. El suelo estaba cubierto de un espeso manto verde de hojas frescas, y en el cielo, un sol rojizo brillaba anaranjado todas las nubes que lo cubrían. Cerca de allí, una inmensa cascada de agua que descendía desde las nubes hasta romper en un pequeño lago, cuyo agua nunca se desbordaba.
¿Qué es éste lugar? - Se preguntó Erik mareado al ver la cascada. Rono comenzó a caminar, mirando hacia todos lados.
Una vez escuché en Zvera, que los bosques escondían un planta de colores vivos, que te hacía ver visiones hermosas - comentó impresionado.- Creo que dijeron que solo acercarte podía hacerte soñar cosas increíbles... Por eso algunos reyes y reinas la han codiciado antes de perder la cabeza y la vida en ellas...
¿Ésto es un sueño? - Preguntó Erik, siguiéndole.
Estoy seguro.
Enonces, el joven Erik se lanzó a la carrera sobre la alfombra de hojas verdes. Corrió asta alcanzar la orilla del lago y después se lanzó al agua, como hiciera en el puerta de Iridia. Rono le observó desde lejosy tras un momento también caminó hacia allí, observando a su joven amigo sumergirse y salir de nuevo a la superficie, disfrutando como el niño que había sido tantos años atrás.
-¡Ven Rono! El agua está perfecta! - Gritó mientras intentaba nadar.
Cuando llegó a la orilla, observó a su amigo sonriendo, mientras rodeaba el lago tras la maravillosa cascada.
-¡Quítate la armadura y ven a bañarte! - Le urgió sumergiéndose de nuevo.
El chico estallaba de ilusión y al verlo, Rono sintió una ganas irrefrenables de estar allí con él. Soltó los enganches de su armadura a toda prisa mientras no podía dejar de sonreír, se bajó los pantalones rápidamente y se tiró al agua con la tela protectora de la entrepierna, que se transparentó al contacto con el agua. Se zambulló de cabeza justo en el momento en que Erik salía de nuevo a la superficie y lo buscaba en la orilla, donde se amontonaba la armadura.
- Ro.. - Empezó a decir.
En ese momento un brazo se enroscó desde abajo al rededor suyo haciéndolo elevarse del agua antes de caer de nuevo. Cuando las burbujas se alejaron de sus ojos, Erik vio bajo el agua las fuertes piernas de Rono moviéndose para mantenerlo flotando. Los dos se sentía eufóricos. Auqel lugar les había hecho olvidarse de todo. Jugaron y se persiguieron durante un largo rato hasta que Erik volvió a la orilla y se tumbó, con las piernas en el agua. Respiró con dificultad debido al cansancio pero enseguida se relajo, disfrutando del momento.
Rono le observó desde el agua. Las ropas de su amigo se habían transparentado mostrando su torso joven y el protector blanco de la entrepierna, adaptándose a la forma de su bulto. Tenía las manos bajo la cabeza y desde su posición, Rono vio los oscuros vellos negros de las axilas de su amigo. Se acercó hasta él nadando hasta agarrarse a sus piernas sumergidas.
-No sabía cuánto te echaba de menos hasta que te encontré en la torre - confesó apoyando la cabeza en sus muslos. Erik sonrió con los ojos cerrados.
Entonces Rono no se contuvo más y levantó la cabeza y agarró con sus manos la cintura de sus pantalones y los bajó firme pero lentamente. Erik, sorprendió en un primer momento, se dejó hacer. Cuando Rono le soltó la tela protectora, la polla aún flácida de su amigo se ladeó hacia un lado. Volvió a intentar aguantarse mientras la miraba, cubierta de finos bellos negros, con los huevos a los lados, pero no pudo reprimirse y le agarró de la cintura llevándolo hasta él. Puso las piernas de Erik sobre sus fuertes hombros y agarró sus suaves nalgas mientras intentaba cazar con la boca el pene, cada vez más erecto. Cuando consiguió meterse su polla en la boca, la espalda de Erik se encorvó sacudida por un escalofrío placentero. Rono chupó su polla hasta que estuvo dura y luego pasó a los huevos, y así estuvo cambiando durante unos minutos mientras apretaba con sus fuertes manos cada nalga del joven. Cuando se cansó de chupar, levantó la cabeza para ver como se retorcía de placer, mientras separaba sus nalgas con las manos, llegando a tocar su agujero y estimulándolo con la punta de sus dedos.
Aaahh.. Aah.. - Jadeaba el chico mirándolo. Desde su posición, Erik veía el rostro empapado de Rono y sus propias piernas a ambos lados. Rono seguía llevando el pelo de los lados recogido en la coronilla, húmedos y rubios como el trigo. Su mirada lasciva se acercaba más a darle placer a él que a sí mismo.
Celebro que te guste - dijo el caballero con una voz grave y sin aliento.
Erik cerró los ojos justo antes de que le alzara la cintura y sintiese la lengua de Rono humedeciendo su agujero del culo, que se abría y cerraba a cada chupada. Su amigo puso un dedo en su agujero y empezó a empujar suavemente para sacarlo después. Lo hizo durante un rato hasta que pudo meter la mitad del dedo, entonces salió del agua, lo manejó y situó como si de un muñeco se tratara, le dio la vuelta poniéndolo a cuatro patas, y le metió la polla sin cuidado, haciéndolo gritar. El caballero, perdido en su placer desbocado, no detuvo su movimiento de embestida. El grito de Erik se convirtió en un jadeo de placer y cuando apoyó la cabeza en el suelo y vio por debajo suyo los huevos de Rono, que aún estaban goteando del agua, lo agarró y manoseó, haciendo que éste se excitara aún más y empezara también a gemir.
- Aaahh... No dejes de hacer eso.. Aaah.. Aah.. Mmm.. - Dijo con cara de dolor.
El caballero se apoyó sobre su amigo, agarrándolo de los hombros y golpeándole con más velocidad, hasta que un grito grave y varonil inundó aquel lago. Erik sintió un tibio liquido llenarle el cuerpo, dejándolo inmóvil por un instante. Rono seguía gimiendo y no tardó en salir de su culo y voltearlo para masturbarle, mientras volvía a chupársela.
Erik se incorporó y pasó sus manos por la espalda de Rono, palpando cada uno de sus músculos. Cuando se corrió, Erik se abrazó con fuerza a la cabeza del caballero y sacudiendo su cintura segundos antes de caer rendido en aquella manta verde que era el prado. Cuando Rono se tragó el semen del joven, recorrió su cuerpo tumbado y se juntó a él, quedando nuevamente dormidos.
Al abrir los ojos, Erik volvió a ver Rono. Volvían a estar en el claro, pero ahora era el caballero el que lo abrazaba a él.
-Seennaria-Palacio de cuarzo-
La emperatriz Eira, soberana de las frías tierras del norte, se impacienta en el palco más alto y central del gran teatro. Aun siendo joven, su experiencia y formación en protocolos le recuerdan que pocas veces una personalidad de su rango a sido hecha esperar durante tanto tiempo. Lleva el cabello recogido elegantemente tras la cabeza y el velo transparente se lo cubre hasta los hombros. Engalanada con hermosas joyas y vistiendo de blanco recorre con su severa mirada los palcos, cansada de contemplar el escenario vacío. ¿Cómo era posible que tardaran tanto? Una voz de su interior le recordó las ganas que tenía de asistir en persona a aquel acto, que según algunos de los más altos nobles de aquella tierra, merecía la pena ver antes de que a uno le llegara la hora. Aquella exageración no impresionó a la emperatriz, pero había estado intrigada de cómo podía una persona crear tanto revuelo y tantos halagos sin que a penas se supiera su nombre. En medio de aquellos pensamientos, la iluminación del teatro decreció hasta dejarlos completamente a oscuras. Las voces de los presentes se fueron apagando y de pronto una luz iluminó el centro del escenario, donde se descorrieron las altas cortinas de terciopelo rojo. Eirase adelantó en su asiento, asomada levemente a la barandilla que la separaba de los palcos inferiores. Poco antes de que las cortinas finalizasen su movimiento, una figura caminó desde la parte de atrás del escenario hasta situarse en el centro de éste. Era un hombre vestido con telas blancas y transparentes. Su rostro tenía el semblante más neutro y puro que recordaba Eira. Al verle no pudo evitar sentir un escalofrío. Tenía el cabello blanco, largo y liso, cayendo a ambos lados de su rostro hermoso. Al detenerse, su mirada parecía perdida aunque al mirar hacia el palco de la emperatriz, ésta sintió una paz y una tranquilidad impropias. De pronto, de varios hombres arrastraron hasta el centro del escenario lo que parecía ser un arpa de plata, instrumento que Eira ya conocía por sus viajes con sus difuntos padres. El hombre se sentó en una silla que habían colocado tras él, con movimientos lentos y suaves. Entonces comenzó a tocar las cuerdas, formando una hermosa melodía que llenó la sala, arrancando incontrolables sonrisas entre los asistentes. Pocos segundos después, maravillada por aquella dulce música, Eira o cómo se separaban los labios del hombre, que se había cerrado los ojos, y escuchó el comienzo de la canción que según le habían informado, había preparado para ella. Otro escalofrío la invadió mientras le escuchaba, haciendo que se arrimara aún más a la barandilla. Si la hubiesen pedido que describiera aquella voz, le habría resultado imposible. Era suave,dulce, pero sobre todo, sus palabras se pronunciaban en Horo, una lengua tan complicada como hermosa, que desde la antigüedad sólo habían podido aprender algunas personas destinadas a ella. Mientras, inconscientemente abría sus labios, sorprendida y embriagada po aquella canción, un recuerdo de su infancia se detuvo en el centro de su mente durante unos segundos. Estaba sentada en su habitación del palacio, era por la mañana y varios pájaros pequeños comían de la mano de su madre mientras ésta le hablaba."Dicen que la lengua de horo puede hacer maravillas, cosas tan desconocidas y poderosas que los dioses no permiten que nadie las aprenda." Se recostó sobre su butaca y dejó que aquella música llenase sus oídos. Al terminar, todos los presentes, entre ellos personalidades tan nobles e importantes que habría sorprendido a cualquiera verlos aplaudir y aclamar de aquella manera. La emperatriz tampoco pudo evitar su emoción y se levantó de su asiento para aplaudir también, sin espera a que la iluminación del teatro volviese a su normalidad. -¡Qué hermoso a sido!-Exclamó mientras aplaudía. Sus ojos estaban brillantes a causa de las lágrimas que a punto estaban de recorrerle el rostro. -En verdad que así a sido, mi señora - dijo Tiaro, su asistente personal. -Quiero que éste Lyra nos acompañe en nuestro viaje. Quiero que todos los reyes escuchen esta voz salida de las tierras blancas - dijo emocionada volviéndose hacia el hombre.- Es la imagen más perfecta de Sennaria y quiero que los demás reinos la conozcan - dijo sonriente antes de volver a mirar hacia el escenario, donde el artista permanecía erguido.
-Llanura del sur-
Cuando Rono y Erik se despertaron, abandonaron el interior de los bosques y cabalgaron con rapidez a través de la llanura que les separaba de los límites de Zvera. Ambos permanecían en silencio mientras el viento que comenzaba a levantarse les agitaba el pelo. El caballero tomó una mano de Erik y le instó a abrazarse con más fuerza a su cintura. Al despertarse, Erik había visto a Rono preparando el caballo y al levantarse para acompañarlo se había percatado de que había varios grupos de flores pequeñas, de vivos colore, aplastados en el lugar sobre el que habían dormido. Tenía pocos recuerdos del sueño de aquella noche, pero sopesó la posibilidad de hablar de ello con Rono, aunque finalmente no dijo nada y el caballero tampoco comentó algo al respecto. El día se presentaba nublado, cubierto de oscuras y amenazadoras nubes que impedían ver el azul del cielo. "Tendremos que apresurarnos a llegar antes de que empiece la tormenta" le había dicho en un momento del viaje. Pero varias horas después, sedientos y cansados, los dos decidieron parar a descansar junto a un riachuelo que cruzaba la llanura.
-No queda mucho para llegar - explicó Rono tras quitarse el casco. Metió un mano en el agua y empapó con ella su nuca. Erik se acercó y se sentó cerca de la orilla. -Rono, ¿por qué me llevas contigo? -Cuando te vi en la torre...-Explicó dudoso el caballero.- En realidad llevaba buscándote en silencio desde que te fuiste. -¿Qué? ¿ESTABAS BUSCÁNDOME?- Se alarmó el chico, incrédulo. -Desde que Eros se hizo comandante de la guardia imperial cambió de comportamiento... Ya no es la persona que recordarás cuando éramos pequeños, pero... Nunca le he ocultado mis deseos de encontrarte... -Confesó agachando la cabeza, recordando.- Quiero que volvamos a reunirnos todos. Por eso, he estado buscando en cada pueblo, aldea o tierra a la que acudíamos en cada misión, buscándote entre los escombros, y Eros, a pesar de no ser el mismo, siempre me permitió que te buscara.
Erik se sintió sacudido por lo que su amigo le contaba.
-Aunque ahora es más serio, y se muestra una dedicación entera a la guardia imperial, pero en la intimidad, me ha dejado entrever su deseo de que volvamos a estar juntos...- Miró al caballero a los ojos antes de levantarse e ir hasta el caballo.- Creo que su cambio se debe a que se siente culpable desde que desapareciste, y desde que Lyra y los gemelos se marcharon..
En aquel momento, un sonido lejano les hizo alzar la cabeza. Parecían voces, voces rudas, y a cada segundo se mezclaban lentamente con el golpeteo de los cascos de algún caballo, no, de varios caballos.
-Levanta- le urgió Rono a Erik antes de distinguir las primeras franjas rojas en el grupo que se acercaba, cabalgando.-Tenemos que irnos ya - ayudó a Erik a subirse y después lo hizo él. Las voces lejanas se oyeron cada vez con más claridad, hasta que, estando ahora más cerca, uno de los hombres de aquel grupo señaló hacia los dos amigos y las voces se convirtieron en gritos mientras arreaban a sus caballos, ganando velocidad.
El caballo de Rono atravesó trotando el riachuelo y al llegar al otro lado, obedeciendo a un golpe de las piernas del caballero, aceleró el trote, galopando a gran velocidad hacia el norte. Erik se vio obligado a sujetarse con fuerza mientras escuchaba los alaridos violentos del grupo que los perseguía. Intentó recordar y se dio cuenta de que las franjas rojas las había visto en otra ocasión, claro, eran guerreros de Ruon.
-¡¡Hia!!- Apermió al caballo Rono. Habían ganado gran velocidad y ahora su caballo reducía más lentamente las distancias con el otro grupo, levantando pequeñas nubes de la tierra que descansaba bajo la hierba de la llanura. Durante la persecución comenzaron a caer las primeras gotas, que para cuando cuando divisaron las primeras casas solitarias de Zvera, se había convertido ya en un torrente de lluvia que apenas dejaba ver varios metros por delante. El chapoteo de los cascos era más claro ahora y el sonido de los fuertes relámpagos ahogaba las voces de los caballeros de Ruon. De pronto, Rono dio un fuerte giro, enfilando la dirección hacia un gran puente de piedra en cuyo extremo se encontraban apostados vario guardias de Empera. Al pasar entre ello, apenas echó un vistazo hacia atrás, y sin detenerse, continuó cabalgando hasta que llegaron al corazón del pequeño pueblo que rodeaba la entrada a la ciudad. Aunque el manto de lluvia no le dejaba ver mucho, Erik distinguió las aceras de piedra, algunos muros de las casa y varias ventanas, todas cerradas. A los pocos minutos, atravesaron los portones de un fuerte, hasta detenerse en un establo protegido por un techo de tablones de madera. Mas relajados. Los dos amigos bajaron del caballo, empapados.
-Ahora, tenemos que salir del fuerte, no conviene que te quedes aquí...- Empezó a decir Rono mientras ataba las riendas del caballo a un poste.
En aquel momento, el golpe de una puerta al abrirse les hizo girarse, para ver de frente a un hombre joven, que vestía una armadura dorada y roja. No llevaba casco, por lo que su cabello negro hasta los hombros quedaba al aire, moviéndose con suavidad mientras les miraba, con rostro serio e intrigado. Tras unos segundo en silencio, solo roto por un relámpago que los iluminó un instante, el caballero dio un paso hacia Erik, que parecía paralizado. Se miraron, Erik con miedo y el caballero con seriedad, entonces, el hombre entreabrió los labios, como si pretendiese decir algo, aunque no lo hizo, y Rono se abalanzó para abrazarse a él.
-No puedo creer que seas tú - dijo el caballero sorprendido.
Erik no habló,solo abrazó con fuerza al joven hombre.
-Celebro que estés bien, pero debes quedarte en el fuerte - dijo separando al chico.- Seguidme.
El caballero les condujo bajo la lluvia hasta salir de los muros de aquel fuerte y les llevó hasta una de las casas más cercanas, que abrió con facilidad y cerró tras su paso. Era una casa que parecía vacía. La luz que entraba por las ventanas les permitía verse los rostros.
-Eros... Te he echado tanto de menos -logró decir Erik, incontrolable. Entonces se echó a llorar. El fuerte caballero se acercó para consolarlo con un serio abrazo, que le hizo recordar su infancia. -Pensé que jamás volvería a verte, Erik.
La voz de Eros era masculina, seria, pero tan dulce en la forma como Erik recordaba de su niñez, haciéndole sentir contento.
-Estás empapado, será mejor que te pongas ropa seca - le instó.- Ven. Esta casa es la que utilizo cuando no estoy dentro del castillo o el fuerte- explicó conduciéndoles por un estrecho pasillo oscura hasta que entraron en un habitación que solo disponía d una cama grande y una cómoda de madera de cuyos cajones sacó algunas ropas. -Le encontré en la torre de Allum... Estaba prácticamente desfallecido....-Dijo Rono con tristeza. -Mañana podremos hablar con más calma -dijo seriamente Eros.- Ahora debo volver al cuartel, pero tú puedes quedarte con Erik - se volvió hacia el chico.- Mañana nos veremos. Hasta entonces será mejor que te quedes aquí. El chico sonrió, aún con lágrimas en los ojos. Abrazó una última vez a su viejo amigo.
-Me alegro mucho de volver a verte, Erik - confesó el caballero. Rono sonrió al ver a su amigo volver a ser el de antes.- Descansa -dijo mirándole a los ojos. Erik se permitió dar un coro beso en los labios a su amigo antes de que este abandonara la casa.
Erik y Rono permanecieron unos segundos en silencio, intentando asimilar el reencuentro.
-Ven, estamos encharcando el suelo, Erik. Sígueme, deja tus ropas húmedas en el cuarto de baño. -¿Cuarto de baño?-Se extrañó el chico. -En las ciudades más modernas, ahora casi todas las nuevas casas disponen de un cuarto especial donde asease y lavarse - explicó mientras le conducía hasta una habitación en el otro lado del pasillo.
El cuarto de baño era completamente de piedra por dentro. Disponía de una gran pila donde lavarse y una pequeña balda de madera en la pared con algunas toallas dobladas. Erik nunca había estado en una casa que tuviera ese tipo de habitaciones, y sintió que el mundo había avanzado mucho desde que él había desaparecido. Miró al caballero fijamente.
-Desvístete. No hay agua calentada pero mañana al despertar podrás bañarte si lo deseas - le dijo Rono empezando a quitarse la armadura. Salió del baño.
Erik se desvistió, quedando solo con la tela de la entrepierna y comenzó a labarse, utilizando una de las toallas y el agua de la gran pila, que parecía limpia.
-Cuando termines ponte la ropa que te ha dado Eros - dijo desde fuera. Después abrió la puerta y se asomó al baño.- Supongo que te estará grande, pero eso es mejor que nada. -Gracias - dijo Erik lavando sus piernas.
Rono, que sólo llevaba los pantalones y la camisa, caminando descalzo, se acercó a coger otra de las toallas y tras secar su cabello rubio la utilizó para envolver con ella la espalda del chico, y la empezó a frotar.
-Al verte, Eros a vuelto a ser el de ante por un momento - dijo cuando Erik se levantó. Bajó un mano y desató la tela protectora de Erik, que cayó al suelo, y envolvió la polla del chico dentro de la toalla. Frotándola con una mano, mientras los dos se miraban.- Hacía tiempo que no le veía así. -Rono... Os he echado tanto de menos - dijo el chico rodeando a su amigo con los brazos. -Ya estás aquí, tranquilo - dijo en tono de voz bajo mientras le seguía frotando la polla, cada vez más dura y grande, y con la otra mano le rodeó la cintura, apretándolo contra él.
Erik levantó la cabeza y miró a su amigo, esperando un segundo antes de besarlo. Rono se apretó aún más al cuerpo del chico, sintiendo éste el calor de su cuerpo. Se besaron con dulzura y entonces Erik desabotonó la camisa de Rono, acariciando los pelo rubios que cubrían el torso de su amigo. Acarició los pezones, antes de besarlo, y lamerlos, excitando al caballero que ya no lo redaba por la cintura sino que había bajado su mano hasta su culo, sobandolo mientras con la otra mano dejaba caer la toalla. Rono volteó a su amigo, poniéndolo de espaldas junto a la pila, y bajó entre sus muslos, abriéndole el culo y limpiando su agujero con la toalla húmeda. Passaba la tela desde la parte alta del culo, pasando por en centro del agujero y bajando hasta los huevos. Erik tenía ya una gran erección y mientras su amigo le limpiaba se agarró la poya y comenzó a masturbarse con suavidad, apoyado sobre la piedra de la pila. Al dejar la toalla en el suelo, Rono se acercó a lamer el culo de Erik, que dio un respingo en cuanto le tocó, y mientras lamía, acarició con la mano los huevos, cubiertos de pelo del chico. Cuando no puedo aguantar más, Rono se levantó y bajando su pantalón liberó su poya de pelo rubio, que ansiaba penetrar el joven trasero de Erik. El chico, inclinado en el borde de la pila, de espaldas a su amigo, arqueó la espalda cuando este colocó la punta de su rabo en el agujero, y le agarraba con sus fuertes manos, una en el hombro, y la otra en el cuello, como si fuese a ahogarlo, lo que excitó aún más a Erik.
-Aaah..Aahh.. - Jadeaba el chico mientras el caballero empujaba poco a poco. Àsó una mano bajo su cuerpo, alcanzando sus huevos y los de Rono mientras este se apretaba más y más hasta lograr clavársela.- ¡Aaah!
Justo cuando el grito de Erik rompió el aire, la puerta de la casa se abrió y cerró, aunque ninguno de los dos amigos oyó nada.
-Ya.. ya está..- Le tranquilizó Rono mientras comenzaba a sacudir su cintura adelantes y atrás. -Aaah..-Jadeaba Erik.
De pronto, el rostro de Eros se asomó por la puerta, observando a sus dos amigos en silencio. Rono, que estaba completamente excitado, miró hacia su amigo mientras jadeaba y enculaba a Erik.
-Aaah..Aaah..-Gemía el chico. En ese momento se giró hacia la puerta, viendo al recién llegado, que les contemplaba, en silencio.- Aaah.. Eros.. Aaahh... -He abandonado hoy más pronto la guardia, quiero estar aquí con vosotros - dijo alargando una mano para acariciar el musculosos hombro rubio de Rono.
Mientras sus amigos follaban, Eros se desvistió en la habitación, aunque no tardó en volver al baño, donde Erik no pudo evitar mira su cuerpo, velludo y musculoso, con su enorme y gruesa poya y sus huevos colgando a los lados. Eros se acercó a la pila y acercó sus huevos a la boca del chico, mientras acariciaba su cabello negro.
-Mmm.. Mmm..- Exclama lleno de placer e chico mientras Rono lo embestía. Los dos caballeros se besaron en los labios, jugando y enredando sus lenguas con lascivia.
Cuando Erik se metió la gruesa y erecta polla de Eros en la boca la sintió caliente, y chupó con energía, hasta que Rono aceleró sus enculadas, haciéndole gemir de placer por lo que se la sacó de la boca y alzó el rostro, con los ojos cerrados, mientras su amigo apretaba la mano sobre su cuello.
-Aaaahh.. Aahh.. ¡Mas rápido! Aaah.. -¡¿Mas?! ¡¿Maas?! - El cuerpo del rubio estaba empapado en sudor.
Embistiendo a gran velocidad, Rono gritó con fuerza en el momento del orgasmo, inundando el culo del chico, que sintió sus entrañas calientes.
-Aah..-Continuaba jadeando Erik, que aún no se había corrido.
Entonces, al ver al chico, Eros apartó a Rono, sacándolo la poya y colocándose detrás de Erik.
-Métemela.. vamos..-Rogó el muchacho.
Eros, enormemente excitado, hincó su gran poya en el culo delatado de Erik, pero al ser su rabo más grueso y grande que el de Rono, el chico exclamó un grito sorprendido.
-Uooh.. Oohh.. Mmm.. -Exclamaba sintiendo el grueso pene del caballero entrar y salir de su culo, mientras los huevos chocaban con los suyos.
Sin pronunciar un palabra, Eros folló a Erik haciéndole gozar y disfrutar, llegando incluso a correrse antes de que su fuerte amigo se corriera dentro de él.
-¿Te gusta?-Preguntó Eros, mientras corría y embestía con más violencia, arrancando gemidos y jadeos del chico. -Siii ¡Sii! Aaaah.. Sigue..sigue..
Entonces, el caballero se convulsiono hacia delante, mientras su poya explotaba de semen, rellenando el culo del chico. Cuando la sacó, varias gotas blanco salieron del dilatado agujero, pero Rono se agachó para lamerlas mientras su amigo recobraba la respiración, apoyado en la pared.
-Diez años antes-
El año que siguió a su primer encuentro en Empera, Erik, que tenía ya 10 años, volvió a encontrarse con Eros. Él y Rono habían dejado el trabajo en los manzanos para entrar en una pequeña academia de caballeros que instruía el padre de Erik en las afueras de Empera. El día que aparecieron en el camino de entrada, el pequeño les reconoció al instante y se acordó de como Eros, del que aún no conocía el nombre, le había ayudado frente al chico del empujón.
-¡Hola! - Gritó desde la puerta saludando con la mano, encantado de volver a verles. Venían acompañados por el padre de Eros, que entró en la casa para hablar con su padre. - Cuánto tiempo sin verte - dijo sonriente Eros al verle. - ¿Vais a entrar en la academia? - Nuestro padre cree que tendremos un prometedor futuro instruidos en el arte de la espada - dijo el chico rubio. - ¡Genial! - Grirtó entrando corriendo en la casa.- ¡Venid! ¡Os enseñaré la escuela!
Rono miró a su hermano y los dos sonrieron. Solo habían estado una vez con aquel niño y se notaba como había deseado volver a verlos y ser su amigo desde entonces. Eros, que le hacía feliz el que la gente se sintiera a gusto en su presencia, sonrió mientras seguía al simpático niño por toda la casa hasta llegar a la parte trasera, donde un cobertizo y un granero constituían las instalaciones de la humilde academia. No fueron los únicos alumnos aquella temporada pero Erik estuvo con ellos en todo momento, cuando no tenía que asistir a la pequeña escuela de Empera, a la que casualmente también asistía Lira, un tímido chico rubio que recordaba del día del empujón. Los alumnos de la academia vivían y dormían en el acomodado granero, pero comían dentro de la casa, convirtiendo el pequeño comedor de la madre de Erik en un pandemónium de voces y ruidos y comida, haciéndola sentir la madre más atareada del mundo. Todos trataban bien la presencia constante de Erik, pero éste se había hermanado especialmente con sus dos amigos, llegando incluso a participar en sus entrenamientos. Una noche, mientras todos los chicos se entretenían en Empera, Eros, Rono y Erik se quedaron en el granero a solas. Entoces Erik comprendió la especial amistad que unía a los hermanos. Se agarraban de la cintura a veces, incluso se daban cortos besos en los labios (cosa que solo había visto entre un hombre y una mujer), profesando una complicidad que superaba cualquier amistad que Erik imaginara. A veces, cuando se reunían con el resto el grupo, el chico había comprobado como aquel comportamiento tan personal lo profesaban entre todos de una manera menos efusiva pero haciendo aún así, que se sintiera realmente orgulloso al pertenecer a un grupo de amigos tan especial y del que pensaba, no existiera ninguno igual. Una tarde de verano, calurosa como cualquier otra, se encontraban los cinco en un arrollo a la afueras de Zvera. Se bañaron y jugaron todo el rato en el agua, imaginando ser caballeros y guerreros. Todos se desnudaban antes de entrar en el agua para poder tener la ropa seca cuando volvieran, pero a pesar de ver sus cuerpos desnudos, Erik nunca sintió ningún sentimiento especial debido a su corta edad y se tomó aquel aspecto como algo especial y alegre, que les unía entre ellos con una cinta invisible a los ojos de la gente. Si que se había fijado en que el pene de Eros era el más grande y como se balanceaba al caminar, pero nunca le excitó ni agradó aquel aspecto, simplemente se sentía verdaderamente entre hermanos, o algo mejor que no encontraba palabras para definir.
- No quiero que dejemos nunca de ser amigos - dijo de pronto Quera, uno de los gemelos, el más tímido de los dos. Estaban tumbados de cara al cielo en la orilla del arrollo, descansando. Todos le miraron y asintieron.
- Tenemos que jurarlo -dijo Rono,que siempre se mostraba triste ante la posibilidad de que pudieran dejar de verse,- acercaros - les pidió entrando en el agua.
Ellos obedecieron y caminaron hasta la zona central del arrollo, dejando a Erik ponerse de pie sobre una gran roca para no hundirse. Rono agarró las manos de Eros y Lira, y todos formaron un círculo. El chico rubio propuso un juramento que todos repitieron (incluido Erik, que tan sólo tenía 11años). Cuando terminaron, se miraron durante unos segundos antes de que Tera se echara a reír y todos volvieran a jugar. Cuando se cansaron, volvieron al césped, donde Eros se tumbó, de cara al sol, desudo y con su desarrollada poya ladeada sobre el muslo derecho. Los demás se tumbaron cerca, Rono y Erik, con la cabeza apoyada sobre la tripa de Eros. Lira se sentó en medio del grupo sonriendo mientras la suave brisa acariciaba su rostro y Tera se tumbó apoyando su cabeza en las piernas del tímido Lira, dejando a su hermano que se apoyara en él.. Eros, que tenía 21años y era el mas mayor de todos, ya tenía bello en muchas zonas del cuerpo donde a Rono, que tenía 19, le estaban tan sólo empezando a salir. El pequeño Erik, curioso y distraído, que tenía la poya flácida pero grande de Eros cerca, la miró un instante antes de coger con una de sus manos, y girarla, mirándola y sintiéndola caliente.
-Qué grande es - observó el niño. Después la soltó y Rono se volteó para cogerla él., mientras Eros sonreía, con el rostro vuelto hacia el cielo y los ojos cerrados. -Si - dijo el rubio.- Cuando los chicos crecemos nos sale pelo y nos crece el pene - explicó, acariciando la poya del mayor.. Entonces se agachó, besando el capullo. La brisa acarició sus cuerpos desnudos.
Rono, que desde el cumpleaños de su hermano habían practicado sexo en más de una ocasión, se metió la poya en la boca y la chupó con suavidad, dejándola después erecta y volviéndose a tumbar mirando al cielo.
-Diez años después-
Por la mañana, cuando Eros se despertó, estaba tumbado en el centro de la cama, con cada brazo rodeando a Rono y a Erik, que se apoyaban en él por cada lado. Los tres estaban desnudos, tan solo tapados por la blanca sábana que les cubría solo hasta las rodillas. El caballero de 30 años se permitió disfrutar de aquel momento durante unos minutos, antes de levantarse con cuidado de no despertar a su hermano y a su amigo. Cuando lo hizo, recogió su tela protectora de la entrepierna del suelo y al agacharse, Erik vió al abrir los ojos el culo velludo y la raja oscura del caballero, recordando como la noche anterior, sin poder dormir, le acarició el trasero mientras los dos se miraban, sonriendo felices por volverse a encontrar.
-Te vas - dijo innecesariamente el chico de 20años. -Si. El comandante de la guardia imperial debe llegar en primer lugar- explicó mientras se ataba la tela y recogía sus pantalones. Después se acercó por encima de la cama al rostro de Erik y le besó en los labios antes de salir del cuarto. El chico se quedó dormido escuchando el sonido de las placas de la armadura de Eros entrechocar mientras este se vestía en la entrada de la casa.
Pocas horas más tarde, cuando Rono se hubo vestido con su armadura, el caballero le pidió a su amigo que le acompañara, ya que aquel día la guardia marcharía hacia el castillo, situado en el centro de Libre Empera, entre Zvera y Saria.
-Te gustará. Sus calles y sus edificios son más modernos y bonitos que los que hay aquí. -¿Qué haré al llegar allí? -Preguntó Erik mientras se vestía con la ropa que Eros le había dejado. Le quedaba ligeramente ancha, pero se sentía cómodo, además de notar el olor de su viejo amigo en ella.-Vosotros trabajáis como caballeros de la guardia imperial pero... -No te preocupes, puedo hablar con algunas personas para intentar buscarte un empleo. Allí las casas son caras pero si quieres, juntando mi jornal al tuyo podríamos comprar una casa -dijo sorprendiendo a su amigo. -¿Viviremos juntos? -Si quieres si. Yo no tengo mucho tiempo libre pero si encontramos una vivienda cerca del castillo podría ir a dormir los días libres en ella, así no estarías solo - dijo Rono. Su cabello rubio resplandecía al salir de la casa.
En la calle de piedra, iluminada por el fuerte sol de la mañana, los primeros tenderos y madrugadores clientes caminaban ya de lado a lado. Los dos amigos se apresuraron a ir al cuartel de la guardia, pero Erik se quedó fuera, a las puerta del fuerte. Dentro, Rono fue a buscar a su hermano al que encontró junto a varios soldados, a los que daba ordenes.
-Eros - saludó el rubio cuando se alejaron los soldados.- ¿Qué va a ser de Erik? -Vendrá con nosotros al centro de la capital. Quiero hablar con el General de la guardia para proponer a Erik como mi ayudante subordinado - dijo mientras los dos caminaban hacia los establos.- El grado que poseo me permite elegir una persona a cargo, cuyo sueldo saldrá de mi asignación. ¿No ibas a comprar una casa en el centro de la capital? -Si, ya le he propuesto a Erik que la adquiramos juntos, solo necesita un trabajo, pero si se hace tu subordinado sería perfecto - dijo contento.- Estoy seguro de que le gustará la idea. -¡Nos vamos! - Gritó Eros cuando entraron en los establos, repleto de soldados.- ¡Cuando lleguemos quiero que todos valláis a entrenaros al patio de armas! Cuando la guardia imperial abandonó a caballo el fuerte, Eros se detuvo junto a la salida, donde esperaba Erik vistiendo sus ropas, y le invitó a subir a su propio caballo, cabalgando después hasta situarse al frente del grupo.
-Llanura blanca de Seennaria-
La nieve cubre los campos y los bosques igual que cada día, pero la blancura está ahora rota por el paso de la comitiva de Eira, emperatriz de esas tierras. La joven soberana permanece sentada en el amplio interior del carruaje principal, sobre un elegante sillón de dibujos rojos y amarillos que muestran figuras de leones y tigres de las selvas del sur. Frente a ella, al otro lado de la pequeña mesa de madera, la figura impasible del misterioso artista capta toda su atención. El chico se muestra callado desde que lo recogieron en la prestigiosa escuela conservatorio de Miria. La hermosura del joven cautivaba a la emperatriz, pero esta comprendía que se debía al misterio que rodeaba al chico.
-¿Escribiste para mi esa hermosa canción?-Preguntó la emperatriz con aire distraído. Lyra apartó la mirada de la pequeña ventana tras la que se extendía el paisaje nevado. -Si, majestad - respondió con voz suave. Eira ya había imaginado que su voz sería dulce, pero aún así le sorprendió al oírle hablar, antojándosele seria. -La lengua de Horo es realmente majestuosa - apuntó al dama volviéndose hacia la ventana.-Me gustaría que en mis viajes de estado, el resto de reyes pudieran asistir a alguno de tus conciertos. -Como deseés, mi señora.
El resto del viaje ambos estuvieron en silencio, pero Eira le estuvo observando a ratos con descarada atención. Las ropas que vestía, parecidas a las del día anterior, se transparentaban en algunos puntos de los brazos y el pecho, permitiéndole a la emperatriz ver que a pesar de dedicar por completo su tiempo al arte de la música, el artista poseía un cuerpo bien formado, sin bello en el torso como les sucedía a los que vivían en aquellas latitudes del norte.
-Nuestra primera parada será el castillo de Jaseed- dijo de pronto Tiaro, el asistente de la emperatriz que se sentaba junto a la ventana izquierda del carruaje.- Tengo entendido que en ese reino se levanta una de las pocas instituciones de la magia que se conocen. Seía un detalle por parte de su rey que pudiésemos asistir a una demostración de este arte, sería una buena recompensa por llevarles a nuestro mejor músico - dijo sin más.
Lyra se reclinó sobre el asiento y cerró los ojos, sumergiéndose como tantas otras veces en viejos recuerdos, sus compañeros en los ratos menos agradables. Decidió recurrir al momento que, sin ser el más bello que poseía, si era uno de los que mejor le hacían sentir al recordarlo. Sus padres acababan de morir, dejándolo solo, y él había terminado sus estudios básicos en la escuela de Empera, recibiendo una invitación para seguir su educación en una selecta escuela situada en las frías y nevadas tierras del norte, de las que Lyra apenas había oído hablar. El chico había acudido al riachuelo junto al que habían jugado años antes, poco después de conocer a Erik. Sentado en la orilla de el lado de la arboleda, el viento de aquella tarde medía su corto cabello rubio mientras observaba su reflejo en el agua.
-Estás ahí -oyó decir a la voz de Eros. Su amigo se encontraba al otro lado del riachuelo y cruzó para sentarse a su lado.- ¿Qué haces aquí, tú solo? -Me han ofrecido unos estudios en una escuela de Seennaria - explicó con su voz serena. Parecía afligido. -¡Valla! Eso es fantástico - exclamó su amigo. Entonces, Eros se detuvo, pensativo.- Oh, eso está en el norte, ¿verdad? -Si. Aún así, no me queda más elección que acudir - confesó entristecido mientras se miraba en el agua.- Ahora que mis padres han muerto, no tengo manera alguna de mantenerme... En la escuela de Miria tendría una cama, y comida cada día. -Escucha, mírame - le dijo Eros girándolo del hombro. Su entrenamiento en la escuela de caballeros que poseía el padre de Erik había musculado sus brazos, convirtiéndolo en un joven fuerte y atractivo, aún más delo que Lyra recordaba.- Cuando terminemos de entrenar y salgados de aquí, Rono y yo iremos a verte, ¿de acuerdo? No tememos por qué dejar de ser amigos - le tranquilizó. Depués se puso en pie.- Ven, vamos a pasear mientras hablamos, este viento te deja entumecido si estás parado. -Tienes razón. -Y ¿qué es lo que se estudia en aquella escuela, Lyra? -Le preguntó mientras se adentraban entre los árboles. -No lo sé - respondió el chico rubio, mirando hacia el suelo.- Mis tutores dicen que mis aptitudes para el aprendizaje me asegurarán un prometedor futuro allí. -Oye - le detuvo su amigo.- No te preocupes. No nos vamos a olvidar de ti ¿eh? Iremos a verte en cuanto podamos - dijo sonriendole.
Lyra enarcó una tímida sonrisa al escuchar aquello y Eros le abrazó, encerrándole en sus musculosos brazos.
-Sabes que todos me importáis mucho, Lyra - dijo el chico son voz sincera.- Pero siempre... me he preocupado más por tí, y creo que nunca te lo he heccho saber -se confesó.- Eras tan importante en mi vida como Rono, y voy a echarte de menos. -Lo sé - dijo el chico, sonriendo.
Cuando terminó el abrazo, Eros miró fijamente a los ojos de su amigo, triste. Tomó su cara con las dos manos y se acercó a besarlo, en los labios, como siempre había hecho cuando quería demostrar su gran afecto. Lyra disfrutó de aquel beso, agradecido por tener un amigo como aquel, tan protector, y lo besó también,, mostrándose su amigo un poco más efusivo al recibirlo, girando el rostro y metiendo su lengua en la boca de Lyra. Entonces, mientras Eros morreaba a su amigo, le empujó hasta apoyarlo sobre el tronco de uno de aquellos árboles que les rodeaban.
-Queiro que no te olvides de mí, de ninguno de nosotros - dijo acariciandole por encima de la ropa.- Voy a hacer que recuerdes este momento conmigo - dijo besándole y rodeando su cintura.- Para que cuando te sientas solo puedas recordar que tienes un amigo aquí.
Eros lo besó mientras metía una mano bajo el pantalón de su amigo, agarrando su poya relajada y sobandola. Lyra se agarró a los duros hombros de su amigo y se dejó manosear la entrepierna, llegando incluso a emitir algún jadeo de gozo. Entonces, el mayor se agachó, bajando a su voz el pantalón y la tela protectora del chico y situándose frente a la poyada, ligeramente flácida, se la metió en la boca, disfrutando de los pocos segundos en que no estaba erecta, pudiendo chuparla y succionarla aplacer. Cuando se empalmó, Eros la sacó de su boca y chupó los huevos de su amigo mientras levantaba un brazo para acariciar su pecho bajo la camisa.
-Aaah.. -Oyó jadear a la tímida voz de Lyra. El rubio, bajó las manos para sujetar la cabeza de Eros. Se sentía lleno de placer, sentía todo la protección de su amigo y el amor que éste le profesaba.
Eros se la estuvo chupando durante un rato hasta que se levantó mirándole a los ojos mientras se bajaba los pantalones.
-Lyra -le dijo cuando sus pantalones se deslizaron hasta los tobillos,- quiero que me la metas - le pidió, acariciándole el rostro.- Quiero que me penetres y que eyacules dentro de mí. -Eros.. -Quiero que antes de irte me llenes de tu semen -le pidió acercándose al arbol mientras se miraban.
El chico notó en la voz de su amigo la sinceridad con la que hablaba, y accedió a complacer su último dese viendo cómo Eros se apoyaba sobre la corteza del árbol, dejando su culo frente a la cintura de Lyra, que se cogió la poya con una mano mientras con la otra separaba las nalgas de su amigo, que estaban cubiertas de finos bellos oscuros. Puso su poya sobre el agujero cerrado, empujando con suavidad, lentamente. Tardó bastante en meterla por miedo a hacer daño a Eros y mientras lo hacía, acariciaba con una mano su musculosa espalda.
-Hazlo - pidió su amigo.
Entonces, Lyra emppujó con más fueza, sintiendo como, poco a poco, su poya se adentraba más y más en el interior de su amigo hasta que la presión cedió, cayendo hacia dentro con libertad.
-Aaah- exclamó Eros. Lyra sintió una presión sobre su pene antes de sacarlo y volverlo a meter. Cuando empezó a valancear su cintura, disfrutando de aquella sensación, la voz de Eros se tornó en lentos jadeos de placer.- Aah.. Aah..Aah.. -¿Te gusta? - Preguntó Lyra, que cada vez le costaba más respirar con normalidad. -Sii.. Aaah.. Si..
El viento sopló con fuerza un instante, refrescándoles los huevos a cada unos, que se balanceaban bajo sus piernas, y Lyra aceleró sus embestidas, olvidadndo poco a poco el cuidado que había mostrado por no hacer daño a su amigo.
-Así.. Más rápido Lyra...
Lyra obedeció los deseos de Eros, acelerando sus movimientos mientras manoseaba las nalgas de su amigo, apretándolas una y otra vez, gustándole lo fuertes que estaban. De pronto, sintió cómo una de las manos de Eros agarraba sus huevos, sobandolos mientras uno de los dedos se alargaba, acariciando la parte entre ellos y su culo, equella zona que tanto le excitaba.
-Aaah.. -Jadeaba ahora Lyra. -Córrete, llename de tu semen - dicía Eros con la respiración entrecortada.
Entonces, Lyra aceleró, excitándose al máximo, golpeando con su cintura la nalgas de Eros, penetrándole a gran velocidad mientras este se tenía que agarrar al tronco del árbol.
-Aaah.. ¡Aaah! - Gritaba Eros. Pero el rubio no se detuvo, alcanzando el orgasmo en pocos segundos e incluso hincando sus uñas en los costados de la espalda de su amigo. -¡Aaahh! ¡Sii! -Aaah.. Lléname.. - Decía Eros con voz cansada. Él también se había corrido, dejando un reguero blanco que descendía por la corteza del árbol.
Los dos amigos se abrazaron. Lyra había empezado a llorar, igual que su amigo, que no deseaba que se marchase. Pero al recordar aquello, Lyra, sentado en el carruaje de la emperatriz Eira, sonreía ante aquella vieja imagen, sin darse cuenta de que se había empalmado.