La Guerra de Ruon (8)

Querer y amar a alguien y protegerlo hasta en la guerra es lo único que nos une al mundo...

-Castillo de Libre Emepera-

El soldado guió a Rono al interior de la muralla y le condujo hasta la casa de Eros, que poseía gracias a su condición de comandante en jefe. Una vez allí, el soldados se alejó nuevamente y Rono pudo llamar y la puerta y entrar a la orden de su amigo.

-Adelante – le invitó la voz de Eros desde el interior. Al abrir la puerta, Rono encontró a su viejo amigo vestido con la camisa informal y unos pantalones de tela que seguramente usaba para dormir. Cuando no llevaba armadura podía apreciarse aún más cada músculo de sus fuertes piernas y sus brazos marcados. Hizo un gesto con la mano inventándolo a seguirlo mientras atravesaba una puerta del otro lado de la habitación.

Entraron en la habitación dormitorio y Eros descorrió una pequeña cortina que cubría la ventana de un lado.

-La ciudad de Merma, cerca de Saria, lleva sufriendo el ataque de Ruon desde hace varios meses, y el emperador a decidido intervenir mandando a un gran grupo de soldados medios para ganar alianzas más allá de las fronteras – explicó mientras se desabotonaba la camisa, de espaldas a Rono, mientras miraba a través de la ventana.

-¿Ruon está atacando la ciudad de Merma?

-Eso sería insensato y no tendría sentido, ya que esa ciudad no es un importante punto estratégico. Lo más seguro es que se trato de algún pequeño ejército que esté aliado con Ruon y que actúe por cuenta propia – comentó descubriéndose la espalda. Al hacerlo, Rono observó como se tensaban y movían cada uno de los músculos de su espalda. Eros comenzó a bajarse distraídamente los pantalones mientras hablaba.- No supondrán ningún problema, probablemente estemos de vuelta antes de una semana.

El caballero se quedó desnudo, tan sólo tapado por la tela de la entrepierna, que escondía un gran bulto, y se volteó hacia su amigo, que le observaba desde la puerta, intentando atender a lo que el comandante explicaba.

Eros se fué a acercar hacia la esquina de la habitación donde se sujetaba su armadura, pero al cruzarse con Rono, este levantó una mano y la colocó en su pecho, notándolo caliente y musculoso. El comandante se detuvo junto a su amigo.

-Eros..- Comenzó a decir mientras acariciaba el vello de los pectorales de su amigo.- Qué hay de Erik, ¿también vendrá? Tendrían que haberle avisado también.

-No, él se quedará en el castillo entrenando con el resto de soldados – atajó el comandante.

Sorprendido, Rono alzó el rostro mirando a los ojos de su amigo, extrañado.

-¿Qué? Pero si está a tu cargo, no querrás que se quede solo...

-Ya es bastante mayor para quedarse sólo, se quedará con el resto de soldados -sentenció. Eros intentó esquivar al rubio pero este le atajó de nuevo.

-¿No crees que se sentirá ofendido si no le llevas con él?

-Soy tu comandante y he ordenado que se quede – dijo seriamente.

-Pero.. ¡Cómo puedes actuar así!-Se exaltó Rono.

-¡¡No quiero ponerle en peligro!! -Gritó eufórico el comandante.

Rono, sorprendido y avergonzado por haber enfadado a su amigo, al que nunca había visto ponerse así, agachó la cabeza. Los dos guardaron silencio durante unos instantes incómodos.

-No quieres que le ocurra nada, ¿eh? - Comprendió el rubio.- Lamento haber dicho nada..

En aquel momento, Eros se acercó a su amigo y le rodeó con un brazo, atrayéndolo hacia él y acariciándole el cabello.

-Lo siento, Rono. No quiero que le ocurra nada malo. Llevo tantos años sin saber de él que ahora que ha vuelto temo que pueda ponerle en peligro. Él no tiene la fuerza y la destreza que tienes tú con la espada. Tú eres... resistente y mucho más fuerte que él – el comandante besó el cuello de su amigo.- Antes de que lo pienses estaremos de vuelta.

Rono se sentía ahora más tranquilo y complacido al conocer los sentimientos de Eros, además, su abrazo fuerte le hacía sentir el calor que emanaba del cuerpo del comandante y esto le excitó, sintiendo como crecía su polla bajo la armadura. El rubio miró a su amigo a los ojos, mientras recorría su musculosa espalda con las manos.

-Gracias, Eros – dijo antes de cerrar los ojos y besarlo en los labios.

El comandante le devolvió un fogoso beso con lengua mientras le oprimía en un abrazo que llenó de placer a Rono. El rubio metió su mano bajo la tela de Eros, buscando sus firmes nalgas, y las acarició y apretó entre sus dedos.

Eros, sentía la fría armadura de Rono al abrazarlo, pero eso no le impidió disfrutar del manoseo al que se estaba viendo sometido por su fogoso amigo, que no tardó en acariciar sus huevos por encima de la tela, haciendo que su polla se pusiera más erecta aún.

-Aaaahhh...-Disfrutaba Eros.- Te follaría aquí mismo... - Le susurraba al oído. El comandante estaba más cachondo de lo que esperaba y no pudo evitar lamer la oreja del rubio.- Mmmm... Follaríamos como dos perros rabiosos... -Dijo antes de separarse de él.- Pero.. Rono...- Intentó decir mientras este entraba su mano bajo la tela y agarraba su polla, acariciando los vellos que iban desde los huevos hasta su culo.- Rono... Nos esperan... Nos están esperando..

Rono volteó a su amigo y le inclinó sobre la cama, separando sus piernas y bajándole la tela protectora. Entre sus muslos, bajo el culo, vio como colgaban sus huevos y esto le excitó aún más.

-Rono...

-De acuerdo – dijo acariciando las nalgas de Eros.- Pero lo podíamos pasar muy bien – dijo abriéndole el culo, y, cerrando los ojos, pasó su lengua recorriendo desde abajo hasta arriba. Cuando la lengua humedeció el agujero del comandante, oyó cómo este emitía un gemido de placer.

-Bosques de Jaseed-

Jadeantes, los tres amigos continuaban a la huida entre los innumerables árboles de aquellos bosques. Habían creído dar esquinazo a los soldados de Sennaria hasta en tres ocasionas, pero de alguna forma siempre acababan volviendo a oírles acercarse. Varias horas después, a punto de desfallecer, los Quera divisó las últimas antorchas encendidas de la entrada a una aldea y gracias a su resplandor consiguieron guiarse hasta allí, corriendo con más rapidez evitando que pudieran seguirles hasta el interior.

Vieron algunos aldeanos que empezaban la jornada del día salir de sus hogares, pero nadie puso un solo ojo encima de los amigos y éstos pudieron bordear un pequeño edificio que había a la entrada y recorrer los límites de la aldea por detrás del resto de edificios.

Cuando hubieron decidido que no corrían grave peligro, los tres se agacharon jadeantes tras los muros de un casa a la sombra. Tera incluso se desplomó en el suelo intentando abrirse la capa para respirar mejor.

Lira tenía su cabello blanco pegado a causa del sudor y Quera alzaba el rostro con los ojos cerrados, intentado recobrar el aliento.

-Encontrarán esta aldea dejada de la mano de dios y entrarán a buscarnos – logró decir Tera.

Quera echó un vistazo al callejón y dispués apuntó en voz baja:

-No si nos apresuramos a encontrar algún escondrijo.

-¿Apresurarnos? ¿Más? - Ironizó su gemelo antes de dejar caer su cabeza al suelo.

Lira, que había guardado silencio durante toda la huida, se limitó a esperar a que sus latidos se normalizasen y sus pulmones respiraran con naturalidad mientras los dos hermanos discutían.

Al cabo de un rato, el sol se había alzado ya, varios gallos habían cantado y comenzaban a oirse las voces de algunos hombres y mujeres de la zona.

Cuando Tera se levantó de su improvisado colchó de tierra, escrutó tras la salida del callejón, revisando la aldea desde su posición hasta que de pronto se volvió a reunir con sus amigos, y sin decir nada, realizó un intrincado hechizo sirviéndose de algunos elementos que guardaba en su cinturón de cuero.

Ante la atónita mirada de los otros dos, un débil halo brillante envolvió el cuerpo de Tera, perdurando apenas unos segundos. Después de aquello, el chico regresó hacia la salida del callejón y esperó impaciente hasta que una muchacha pasó por allí delante, deteniéndose ante la llamada del mago.

Atónitos, Lira y Quera aguardaron en silencio mientras observaban el descarado flirteo que duraba ya bastantes minutos, cuando de repente Tera se volvió hacia ellos y les invitó a seguirles.

La muchacha, mágicamente prendada de Tera, les guió a una casa no muy lejos de allí y les invitó a entrar, aunque sin dejar de mirar pícaramente al gemelo.

-Te agradecemos que nos acojas en tu hogar – dijo educadamente Quera.

-Una doncella tan hermosa como ella no podría haber actuado mejor – la alagó el otro gemelo con mirada seductora.

La chica, de cabello castaño y recogido, se acercó hasta Tera.

-Sois un caballero alagador.

-Y usted un ángel de oro – dijo mirando fijamente y con una sonrisa a la chica.-Chicos, ¿por qué no buscáis el dormitorio y descansáis un rato? - Preguntó en voz alta sin mirar a los otros dos.- Hemos tenido un viaje muy largo y necesitamos relajarnos – dijo acercando aún más sus labios a la chica, que con descaro había cogido a Tera por los brazos.

Durante varios horas, Lira y Quera aguardaron en el dormitorio, con la vista fija en el techo y sin poder conciliar el sueño debido a los gritos de placer y gemidos de Tera y la muchacha, pero por lo menos ahora descansaban sobre un colchón de plumas en vez de andar corriendo a través del bosque.