La Guerra de Ruon (7)

Querer y amar a alguien y protegerlo hasta en la guerra es lo único que nos une al mundo...

-Auditorio del castillo de Jaseed-

Los aplausos y ovaciones fueron decreciendo rápidamente. Todo el público observaba extrañado al músico, que miraba, inmóvil, hacia el fondo del escenario.

  • Ah... Eros... Rono... Jamás pensé que me reencontraría con algunos de vosotros. Sin duda me gustaría acompañaros.

Un hombre fornido subió al escenario para comprobar el estado del músico, cuando de pronto al acercarse vio a los gemelos.

  • ¡Eh! ¡Vosotros dos!

  • ¡No! - Exclamaron los hermanos sorprendidos.

En aquel momento se disponían a correr, cuando levantando los brazos, del pecho del hombre salió disparado hacia ellos un haz de luz que pasó a gran velocidad frente a Lira.

De no agacharse un segundo antes, Quera habría quedado congelado, como le sucedió en cambio a la pared trasera, donde se estrelló el haz de luz.

El público exclamó un grito de sorpresa al verlo, justo cuando aquel hombre comenzó a correr hacia la parte trasera.

  • ¡Corre, Tera! -Gritó su gemelo que permanecía agachado, intentando adelantarse a su hermano.

En aquel instante, cuando ambos se disponían a emprender la carrera de nuevo, otro haz de luz surcó la corta distancia que les separaba de aquel hombre.

Un destello, fue como un corto destello en la mente de Lira. Menos de medio segundo había hecho falta para que al ver el peligro que enfrentaban sus amigos, todos los engranajes de su cerebro se activaran y actuaran impetuosamente, moviendo sus labios y pronunciando a penas unas sílabas hermosas que se extendieron a la velocidad de la luz por todo el auditorio. Aquellas sílabas poseían un poder tan grande que el tiempo se ralentizó, casi hasta detenerse, permitiendo al músico observar como se acercaba el helado haz de luz hacia sus amigos.

Sin dudarlo un instante, Lira corrió hasta los gemelos, rodeando en mortal hechizo que se mantenía inerte en el aire. Los hermanos, congelados también a causa de aquel poderoso conjuro, recobraron el movimiento al sentir el contacto de las manos de Lira, que les urgió a abandonar la torre.

  • ¡Es increíble, Lira!

  • ¡¿Cómo es posible que hayas podido detener el tiempo?!

  • No lo he detenido, sólo está ralentizado – dijo el músico intentando mantener la calma mientras recorrían a toda prisa el último pasadizo. Fuera les esperaba el amplio campo verde que separaba el castillo del bosque.

Corrieron bajo la luz llameante del atardecer y antes de poder pensarlo ya habían alcanzado el linde del bosque, internándose entre los árboles jadeando.

Tera se reclinó sobre la corteza de uno de los altos árboles, apoyándose en las rodillas mientras recobraba el aliento.

  • ¿Por qué escapáis?

  • Bajo la fachada de hermoso castillo se esconde una cruel cárcel que nos vería envejecer hasta la muerte.

  • De no ser por que escapamos.

  • ¿Cuánto tiempo dura el efecto de tu conjuro?

  • Lo desconozco – respondió el músico forzándose a mantenerse en pie.- Pero será mejor que nos ocultemos más profundamente en el bosque. La guardia de la emperatriz es más peligrosa de lo que se piensa – advirtió caminando hacia la creciente oscuridad que empezaba a inundar la noche del bosque.

Mientras Rono y Erik fornicaban en medio de la calle a cientos de kilómetros de allí, Lira y los gemelos se calentaban junto a un pequeño fuego, rememorando tiempos antiguos y disfrutando de su reencuentro, aunque ninguno de los hermanos decidió expresar su preocupación por el increíble cambio que había sufrido su amigo, que a pesar de seguir manteniendo la dulce mirada, no pudieron evitar fijarse en su cuerpo fornido y sin vello. Su rostro era varonil, pero su cabello y sus cejas se habían tornado de un blanco brillante.

  • ¿Qué te ha sucedido todos estos años, Lira? -Preguntó dudoso un de los gemelos.
  • No quiero recordar ahora ese pasado – respondió su amigo observando el débil fuego.

Lira se tumbó en su sitio y cerró los ojos buscando el sueño. Los hermanos le observaron durante unos instantes decidiendo no molestarle y se tumbaron también, esperando el amanecer del nuevo día.

Presa de sus pensamientos y recuerdos, al igual que tantas otras noches, Lira divagó a través de las imágenes de su pasado. Revivió cámara rápida su llegada a Sennaria y sus estudios de música. Recordó como avanzaba en sus estudios y sobrepasaba a alumnos y profesores, llamando poco a poco la atención del terrible Merion, un anciano que recibió a Lira como aprendiz, instruyéndole en unas extrañas artes que mezclaban el arte y la magia y que al chico sufrió tanto por conseguir, viéndose secuestrado, forzado y violado de tantas maneras que sabía que no podría escapar hasta que no superara el poder al que forzaba Merion.

El anciano, aprovechándose de la timidez y debilidad del muchacho, lo condujo a buscar el Nirvana Astral, una poderosa e inalcanzable materia que encerraba la perfección del poder, la belleza y las capacidades más recónditas de la existencia. Tras diez largos años, el temible poder que había alcanzado Lira hacía insoportable la estancia a su lado, por lo que el anciano decidió sacrificar al muchacho con el fin de absorber su poder.

La sala de encierro, forrada de impenetrable oro, brillaba con una mística neblina lechosa que ondulaba al rededor del cuerpo de Lira, que permanecía sentado en su silla, torpemente forrada de oro. Decidido, el anciano se acercó por el corredor con la ayuda de su bastón. La vejez y el deterioro estaban cerca de matar su cuerpo, por eso no tenía elección, debía absorber el fruto de su duro trabajo. El chico no había alcanzado el culmen del poder, pero aún así le serviría para alzarse, como mínimo, con la salud y el rejuvenecimiento de los dioses.

Por fuera, la puerta de la sala mostraba un aspecto normal, ni siquiera se veía la luz interior a través de sus grietas, pero el anciano, que ya sabía lo que se encontraría al abrirla, se preparó para recibir el violento golpe de energía y luz que habitaban la sala. Con dificultad, atravesó el denso aire que envolvía al chico, y usando la débil fuerza que le quedaba, alzó la daga negra, asestando una única puñalada en la nuca del chico.

Para su sorpresa, o más bien dicho, para su terror, la daga no atravesó la piel. El metal se detuvo a escasos centímetros y se acercó lentamente hasta tocas el cuello de Lira. Cuando esto sucedió, el aire de la habitación se detuvo, apenas unos segundos, antes de ser atraídos y absorbidos hacia la punta de la daga, que brillaba con fuerza. Una honda expansiva lanzó hacia atrás al anciano y éste vio como el cuerpo del chico se alzaba en el aire, rodeado de un torbellino de aquella densa y lechosa luz.

El hombre murió mientras gritaba, a penas unos segundos más tarde, por lo que no pudo ver los tejidos y ropas que vestían a Lira, que se desintegraron a causa de la inminente energía. Después, todo era blanco, excepto el cuerpo desnudo del chico. Mientras absorbía el Nirvana Astral, el cuerpo de Lira se transformó: sus facciones se movieron ligeramente hasta hacerlo hermoso, masculino y perfecto; su pelo se clareó hasta quedar blanco; el vello de su cuerpo se desprendió con suavidad y sus músculos se fortalecieron como los de un dios; sus nalgas se endurecieron, su polla se engrosó y alargó ligeramente, incluso sus testículos se agrandaron.

La luz que lo invadía todo parecía silbar a su alrededor cuando su piel se suavizaba hasta quedar impecable.

Todo aquello el chico lo vivió como un sueño confuso, apenas recordaba la luminosidad de la sala y los gritos del anciano.

Cuando despertó, confuso en extremo y sin rumbo, vagó desnudo por los bosques de Sennaria hasta caer agotado.

Fue recogido por el director del Alto Conservatorio, que le ayudó y acogió, sorprendiéndose enormemente de las aparentes capacidades para la música del chico.

-Bosques de Jaseed-

  • ¡Hhha..! - Lira se incorporó asustado. Estaba seguro de que le había despertado un ruido. La pequeña hoguera se había convertido en un pequeño hilo de humo grisáceo. Junto a él, sus amigos continuaban durmiendo plácidamente.

Tenso, guardó silencio, inmóvil, conteniendo la respiración, hasta que a los pocos segundos lo volvió a escuchar con claridad.

  • No os disperséis, peinad cada rincón con cuidado o la emperatriz en persona os desollará – rugió la voz de un soldado a lo lejos.

Alarmado, Lira se apresuró a ponerse en pie y despertar a sus amigos con rápidos zarandeos.

  • ¿Qué? ¿¡Qué pasa!? - Logró decir Tera asustado.
  • Sssshhh... -Mandó callar el músico con el dedo en los labios.- Los soldados están cerca – susurró, y para corroborar sus motivos, los tres oyeron las ramas y hojas del bosque crujir bajo las botas de los soldados, lo que les urgió a ponerse en pie y huir en dirección contraria, intentando no hacer ruido, labor bastante difícil, teniendo en cuenta que el alfombrado de hojas se mostraba mas que sensible bajo sus pies, lo que les obligó a iniciar la carrera, aún a riesgo de llamar la atención.
  • ¡Eh! ¡He oído algo! - Alarmó un soldado.- ¡En aquella dirección!

Los tres amigos escaparon a gran velocidad, esquivando los árboles, saltando troncos caídos y grandes rocas. Comenzaba a amanecer, pero la luz aún no les permitía distinguir bien dónde pisaban y debían guardarse de cometer algún tropiezo o los soldados se les echarían encima.

-Capital de Libre Empera-

Rono acababa de despertarse cuando oyó a alguien aporrear la puerta de su casa, lo que le alarmó e hizo acudir rápidamente, cuidando de no despertar a Erik, que yacía dormido en la cama.

Al abrir la puerta, el soldado que había al otro lado, le observó un instante, sorprendido, ya que el rubio había abierto la puerta vistiendo únicamente la tela protectora.

  • Se.. Señor. Traigo un mensaje del comandante en jefe – Dijo Seriamente el soldado inclinando la cabeza.- Quiere que acudáis inmediatamente al castillo, señor.
  • ¿Ahora? ¿No ha dicho por qué?- Se extraño Rono poniendo los brazos en jarras.
  • No, señor. Simplemente dio la orden, desconozco los motivos.
  • De acuerdo – dijo dando media vuelta.

El caballero entornó la puerta y el soldado esperó fuera, dudando de si debía marcharse o esperarlo, pero antes de que se hubiera decidido, Rono volvió a salir con la armadura puesta.

  • Vamos – dijo cerrando con cuidado la puerta y encaminándose hacia el castillo.