La guerra de Ruon (4)

Querer y amar a alguien y protegerlo hasta en la guerra es lo único que nos une al mundo...

-Diez años antes-

El año que siguió a su primer encuentro en Empera, Erik, que tenía ya 10 años, volvió a encontrarse con Eros. Él y Rono habían dejado el trabajo en los manzanos para entrar en una pequeña academia de caballeros que instruía el padre de Erik en las afueras de Empera. El día que aparecieron en el camino de entrada, el pequeño les reconoció al instante y se acordó de como Eros, del que aún no conocía el nombre, le había ayudado frente al chico del empujón.

-¡Hola! - Gritó desde la puerta saludando con la mano, encantado de volver a verles. Venían acompañados por el padre de Eros, que entró en la casa para hablar con su padre. - Cuánto tiempo sin verte - dijo sonriente Eros al verle. - ¿Vais a entrar en la academia? - Nuestro padre cree que tendremos un prometedor futuro instruidos en el arte de la espada - dijo el chico rubio. - ¡Genial! - Grirtó entrando corriendo en la casa.- ¡Venid! ¡Os enseñaré la escuela!

Rono miró a su hermano y los dos sonrieron. Solo habían estado una vez con aquel niño y se notaba como había deseado volver a verlos y ser su amigo desde entonces. Eros, que le hacía feliz el que la gente se sintiera a gusto en su presencia, sonrió mientras seguía al simpático niño por toda la casa hasta llegar a la parte trasera, donde un cobertizo y un granero constituían las instalaciones de la humilde academia. No fueron los únicos alumnos aquella temporada pero Erik estuvo con ellos en todo momento, cuando no tenía que asistir a la pequeña escuela de Empera, a la que casualmente también asistía Lira, un tímido chico rubio que recordaba del día del empujón. Los alumnos de la academia vivían y dormían en el acomodado granero, pero comían dentro de la casa, convirtiendo el pequeño comedor de la madre de Erik en un pandemónium de voces y ruidos y comida, haciéndola sentir la madre más atareada del mundo. Todos trataban bien la presencia constante de Erik, pero éste se había hermanado especialmente con sus dos amigos, llegando incluso a participar en sus entrenamientos. Una noche, mientras todos los chicos se entretenían en Empera, Eros, Rono y Erik se quedaron en el granero a solas. Entoces Erik comprendió la especial amistad que unía a los hermanos. Se agarraban de la cintura a veces, incluso se daban cortos besos en los labios (cosa que solo había visto entre un hombre y una mujer), profesando una complicidad que superaba cualquier amistad que Erik imaginara. A veces, cuando se reunían con el resto el grupo, el chico había comprobado como aquel comportamiento tan personal lo profesaban entre todos de una manera menos efusiva pero haciendo aún así, que se sintiera realmente orgulloso al pertenecer a un grupo de amigos tan especial y del que pensaba, no existiera ninguno igual. Una tarde de verano, calurosa como cualquier otra, se encontraban los cinco en un arrollo a la afueras de Zvera. Se bañaron y jugaron todo el rato en el agua, imaginando ser caballeros y guerreros. Todos se desnudaban antes de entrar en el agua para poder tener la ropa seca cuando volvieran, pero a pesar de ver sus cuerpos desnudos, Erik nunca sintió ningún sentimiento especial debido a su corta edad y se tomó aquel aspecto como algo especial y alegre, que les unía entre ellos con una cinta invisible a los ojos de la gente. Si que se había fijado en que el pene de Eros era el más grande y como se balanceaba al caminar, pero nunca le excitó ni agradó aquel aspecto, simplemente se sentía verdaderamente entre hermanos, o algo mejor que no encontraba palabras para definir.

  • No quiero que dejemos nunca de ser amigos - dijo de pronto Quera, uno de los gemelos, el más tímido de los dos. Estaban tumbados de cara al cielo en la orilla del arrollo, descansando. Todos le miraron y asintieron.
  • Tenemos que jurarlo -dijo Rono,que siempre se mostraba triste ante la posibilidad de que pudieran dejar de verse,- acercaros - les pidió entrando en el agua.

Ellos obedecieron y caminaron hasta la zona central del arrollo, dejando a Erik ponerse de pie sobre una gran roca para no hundirse. Rono agarró las manos de Eros y Lira, y todos formaron un círculo. El chico rubio propuso un juramento que todos repitieron (incluido Erik, que tan sólo tenía 11años). Cuando terminaron, se miraron durante unos segundos antes de que Tera se echara a reír y todos volvieran a jugar. Cuando se cansaron, volvieron al césped, donde Eros se tumbó, de cara al sol, desudo y con su desarrollada poya ladeada sobre el muslo derecho. Los demás se tumbaron cerca, Rono y Erik, con la cabeza apoyada sobre la tripa de Eros. Lira se sentó en medio del grupo sonriendo mientras la suave brisa acariciaba su rostro y Tera se tumbó apoyando su cabeza en las piernas del tímido Lira, dejando a su hermano que se apoyara en él.. Eros, que tenía 21años y era el mas mayor de todos, ya tenía bello en muchas zonas del cuerpo donde a Rono, que tenía 19, le estaban tan sólo empezando a salir. El pequeño Erik, curioso y distraído, que tenía la poya flácida pero grande de Eros cerca, la miró un instante antes de coger con una de sus manos, y girarla, mirándola y sintiéndola caliente.

-Qué grande es - observó el niño. Después la soltó y Rono se volteó para cogerla él., mientras Eros sonreía, con el rostro vuelto hacia el cielo y los ojos cerrados. -Si - dijo el rubio.- Cuando los chicos crecemos nos sale pelo y nos crece el pene - explicó, acariciando la poya del mayor.. Entonces se agachó, besando el capullo. La brisa acarició sus cuerpos desnudos.

Rono, que desde el cumpleaños de su hermano habían practicado sexo en más de una ocasión, se metió la poya en la boca y la chupó con suavidad, dejándola después erecta y volviéndose a tumbar mirando al cielo.

-Diez años después-

Por la mañana, cuando Eros se despertó,  estaba tumbado en el centro de la cama, con cada brazo rodeando a Rono y a Erik, que se apoyaban en él por cada lado. Los tres estaban desnudos, tan solo tapados por la blanca sábana que les cubría solo hasta las rodillas. El caballero de 30 años se permitió disfrutar de aquel momento durante unos minutos, antes de levantarse con cuidado de no despertar a su hermano y a su amigo. Cuando lo hizo, recogió su tela protectora de la entrepierna del suelo y al agacharse, Erik vió al abrir los ojos el culo velludo y la raja oscura del caballero, recordando como la noche anterior, sin poder dormir, le acarició el trasero mientras los dos se miraban, sonriendo felices por volverse a encontrar.

-Te vas - dijo innecesariamente el chico de 20años. -Si. El comandante de la guardia imperial debe llegar en primer lugar- explicó mientras se ataba la tela y recogía sus pantalones. Después se acercó por encima de la cama al rostro de Erik y le besó en los labios antes de salir del cuarto. El chico se quedó dormido escuchando el sonido de las placas de la armadura de Eros entrechocar mientras este se vestía en la entrada de la casa.

Pocas horas más tarde, cuando Rono se hubo vestido con su armadura, el caballero le pidió a su amigo que le acompañara, ya que aquel día la guardia marcharía hacia el castillo, situado en el centro de Libre Empera, entre Zvera y Saria.

-Te gustará. Sus calles y sus edificios son más modernos y bonitos que los que hay aquí. -¿Qué haré al llegar allí? -Preguntó Erik mientras se vestía con la ropa que Eros le había dejado. Le quedaba ligeramente ancha, pero se sentía cómodo, además de notar el olor de su viejo amigo en ella.-Vosotros trabajáis como caballeros de la guardia imperial pero... -No te preocupes, puedo hablar con algunas personas para intentar buscarte un empleo. Allí las casas son caras pero si quieres, juntando mi jornal al tuyo podríamos comprar una casa -dijo sorprendiendo a su amigo. -¿Viviremos juntos? -Si quieres si. Yo no tengo mucho tiempo libre pero si encontramos una vivienda cerca del castillo podría ir a dormir los días libres en ella, así no estarías solo - dijo Rono. Su cabello rubio resplandecía al salir de la casa.

En la calle de piedra, iluminada por el fuerte sol de la mañana, los primeros tenderos y madrugadores clientes caminaban ya de lado a lado. Los dos amigos se apresuraron a ir al cuartel de la guardia, pero Erik se quedó fuera, a las puerta del fuerte. Dentro, Rono fue a buscar a su hermano al que encontró junto a varios soldados, a los que daba ordenes.

-Eros - saludó el rubio cuando se alejaron los soldados.- ¿Qué va a ser de Erik? -Vendrá con nosotros al centro de la capital. Quiero hablar con el General de la guardia para proponer a Erik como mi ayudante subordinado - dijo mientras los dos caminaban hacia los establos.- El grado que poseo me permite elegir una persona a cargo, cuyo sueldo saldrá de mi asignación. ¿No ibas a comprar una casa en el centro de la capital? -Si, ya le he propuesto a Erik que la adquiramos juntos, solo necesita un trabajo, pero si se hace tu subordinado sería perfecto - dijo contento.- Estoy seguro de que le gustará la idea. -¡Nos vamos! - Gritó Eros cuando entraron en los establos, repleto de soldados.- ¡Cuando lleguemos quiero que todos valláis a entrenaros al patio de armas! Cuando la guardia imperial abandonó a caballo el fuerte, Eros se detuvo junto a la salida, donde esperaba Erik vistiendo sus ropas, y le invitó a subir a su propio caballo,  cabalgando después hasta situarse al frente del grupo.

-Llanura blanca de Seennaria-

La nieve cubre los campos y los bosques igual que cada día, pero la blancura está ahora rota por el paso de la comitiva de Eira, emperatriz de esas tierras. La joven soberana permanece sentada en el amplio interior del carruaje principal, sobre un elegante sillón de dibujos rojos y amarillos que muestran figuras de leones y tigres de las selvas del sur. Frente a ella, al otro lado de la pequeña mesa de madera, la figura impasible del misterioso artista capta toda su atención. El chico se muestra callado desde que lo recogieron en la prestigiosa escuela conservatorio de Miria. La hermosura del joven cautivaba a la emperatriz, pero esta comprendía que se debía al misterio que rodeaba al chico.

-¿Escribiste para mi esa hermosa canción?-Preguntó la emperatriz con aire distraído. Lyra apartó la mirada de la pequeña ventana tras la que se extendía el paisaje nevado. -Si, majestad - respondió con voz suave. Eira ya había imaginado que su voz sería dulce, pero aún así le sorprendió al oírle hablar, antojándosele seria. -La lengua de Horo es realmente majestuosa - apuntó al dama volviéndose hacia la ventana.-Me gustaría que en mis viajes de estado, el resto de reyes pudieran asistir a alguno de tus conciertos. -Como deseés, mi señora.

El resto del viaje ambos estuvieron en silencio, pero Eira le estuvo observando a ratos con descarada atención. Las ropas que vestía, parecidas a las del día anterior, se transparentaban en algunos puntos de los brazos y el pecho, permitiéndole a la emperatriz ver que a pesar de dedicar por completo su tiempo al arte de la música, el artista poseía un cuerpo bien formado, sin bello en el torso como les sucedía a los que vivían en aquellas latitudes del norte.

-Nuestra primera parada será el castillo de Jaseed- dijo de pronto Tiaro, el asistente de la emperatriz que se sentaba junto a la ventana izquierda del carruaje.- Tengo entendido que en ese reino se levanta una de las pocas instituciones de la magia que se conocen. Seía un detalle por parte de su rey que pudiésemos asistir a una demostración de este arte, sería una buena recompensa por llevarles a nuestro mejor músico - dijo sin más.

Lyra se reclinó sobre el asiento y cerró los ojos, sumergiéndose como tantas otras veces en viejos recuerdos, sus compañeros en los ratos menos agradables. Decidió recurrir al momento que, sin ser el más bello que poseía, si era uno de los que mejor le hacían sentir al recordarlo. Sus padres acababan de morir, dejándolo solo, y él había terminado sus estudios básicos en la escuela de Empera, recibiendo una invitación para seguir su educación en una selecta escuela situada en las frías y nevadas tierras del norte, de las que Lyra apenas había oído hablar. El chico había acudido al riachuelo junto al que habían jugado años antes, poco después de conocer a Erik. Sentado en la orilla de el lado de la arboleda, el viento de aquella tarde medía su corto cabello rubio mientras observaba su reflejo en el agua.

-Estás ahí -oyó decir a la voz de Eros. Su amigo se encontraba al otro lado del riachuelo y cruzó para sentarse a su lado.- ¿Qué haces aquí, tú solo? -Me han ofrecido unos estudios en una escuela de Seennaria - explicó con su voz serena. Parecía afligido. -¡Valla! Eso es fantástico - exclamó su amigo. Entonces, Eros se detuvo, pensativo.- Oh, eso está en el norte, ¿verdad? -Si. Aún así, no me queda más elección que acudir - confesó entristecido mientras se miraba en el agua.- Ahora que mis padres han muerto, no tengo manera alguna de mantenerme... En la escuela de Miria tendría una cama, y comida cada día. -Escucha, mírame - le dijo Eros girándolo del hombro. Su entrenamiento en la escuela de caballeros que poseía el padre de Erik había musculado sus brazos, convirtiéndolo en un joven fuerte y atractivo, aún más delo que Lyra recordaba.- Cuando terminemos de entrenar y salgados de aquí, Rono y yo iremos a verte, ¿de acuerdo? No tememos por qué dejar de ser amigos - le tranquilizó. Depués se puso en pie.- Ven, vamos a pasear mientras hablamos, este viento te deja entumecido si estás parado. -Tienes razón. -Y ¿qué es lo que se estudia en aquella escuela, Lyra? -Le preguntó mientras se adentraban entre los árboles. -No lo sé - respondió el chico rubio, mirando hacia el suelo.- Mis tutores dicen que mis aptitudes para el aprendizaje me asegurarán un prometedor futuro allí. -Oye - le detuvo su amigo.- No te preocupes. No nos vamos a olvidar de ti ¿eh? Iremos a verte en cuanto podamos - dijo sonriendole.

Lyra enarcó una tímida sonrisa al escuchar aquello y Eros le abrazó, encerrándole en sus musculosos brazos.

-Sabes que todos me importáis mucho, Lyra - dijo el chico son voz sincera.- Pero siempre... me he preocupado más por tí, y creo que nunca te lo he heccho saber -se confesó.- Eras tan importante en mi vida como Rono, y voy a echarte de menos. -Lo sé - dijo el chico, sonriendo.

Cuando terminó el abrazo, Eros miró fijamente a los ojos de su amigo, triste. Tomó su cara con las dos manos y se acercó a besarlo, en los labios, como siempre había hecho cuando quería demostrar su gran afecto. Lyra disfrutó de aquel beso, agradecido por tener un amigo como aquel, tan protector, y lo besó también,, mostrándose su amigo un poco más efusivo al recibirlo, girando el rostro y metiendo su lengua en la boca de Lyra. Entonces, mientras Eros morreaba a su amigo, le empujó hasta apoyarlo sobre el tronco de uno de aquellos árboles que les rodeaban.

-Queiro que no te olvides de mí, de ninguno de nosotros - dijo acariciandole por encima de la ropa.- Voy a hacer que recuerdes este momento conmigo - dijo besándole y rodeando su cintura.- Para que cuando te sientas solo puedas recordar que tienes un amigo aquí.

Eros lo besó mientras metía una mano bajo el pantalón de su amigo, agarrando su poya relajada y sobandola. Lyra se agarró a los duros hombros de su amigo y se dejó manosear la entrepierna, llegando incluso a emitir algún jadeo de gozo. Entonces, el mayor se agachó, bajando a su voz el pantalón y la tela protectora del chico y situándose frente a la poyada, ligeramente flácida, se la metió en la boca, disfrutando de los pocos segundos en que no estaba erecta, pudiendo chuparla y succionarla aplacer. Cuando se empalmó, Eros la sacó de su boca y chupó los huevos de su amigo mientras levantaba un brazo para acariciar su pecho bajo la camisa.

-Aaah.. -Oyó jadear a la tímida voz de Lyra. El rubio, bajó las manos para sujetar la cabeza de Eros. Se sentía lleno de placer, sentía todo la protección de su amigo y el amor que éste le profesaba.

Eros se la estuvo chupando durante un rato hasta que se levantó mirándole a los ojos mientras se bajaba los pantalones.

-Lyra -le dijo cuando sus pantalones se deslizaron hasta los tobillos,- quiero que me la metas - le pidió, acariciándole el rostro.- Quiero que me penetres y que eyacules dentro de mí. -Eros.. -Quiero que antes de irte me llenes de tu semen -le pidió acercándose al arbol mientras se miraban.

El chico notó en la voz de su amigo la sinceridad con la que hablaba, y accedió a complacer su último dese viendo cómo Eros se apoyaba sobre la corteza del árbol, dejando su culo frente a la cintura de Lyra, que se cogió la poya con una mano mientras con la otra separaba las nalgas de su amigo, que estaban cubiertas de finos bellos oscuros. Puso su poya sobre el agujero cerrado, empujando con suavidad, lentamente. Tardó bastante en meterla por miedo a hacer daño a Eros y mientras lo hacía, acariciaba con una mano su musculosa espalda.

-Hazlo - pidió su amigo.

Entonces, Lyra emppujó con más fueza, sintiendo como, poco a poco, su poya se adentraba más y más en el interior de su amigo hasta que la presión cedió, cayendo hacia dentro con libertad.

-Aaah- exclamó Eros. Lyra sintió una presión sobre su pene antes de sacarlo y volverlo a meter. Cuando empezó a valancear su cintura, disfrutando de aquella sensación, la voz de Eros se tornó en lentos jadeos de placer.- Aah.. Aah..Aah.. -¿Te gusta? - Preguntó Lyra, que cada vez le costaba más respirar con normalidad. -Sii.. Aaah.. Si..

El viento sopló con fuerza un instante, refrescándoles los huevos a cada unos, que se balanceaban bajo sus piernas, y Lyra aceleró sus embestidas, olvidadndo poco a poco el cuidado que había mostrado por no hacer daño a su amigo.

-Así.. Más rápido Lyra...

Lyra obedeció los deseos de Eros, acelerando sus movimientos mientras manoseaba las nalgas de su amigo, apretándolas una y otra vez, gustándole lo fuertes que estaban. De pronto, sintió cómo una de las manos de Eros agarraba sus huevos, sobandolos mientras uno de los dedos se alargaba, acariciando la parte entre ellos y su culo, equella zona que tanto le excitaba.

-Aaah.. -Jadeaba ahora Lyra. -Córrete, llename de tu semen - dicía Eros con la respiración entrecortada.

Entonces, Lyra aceleró, excitándose al máximo, golpeando con su cintura la nalgas de Eros, penetrándole a gran velocidad mientras este se tenía que agarrar al tronco del árbol.

-Aaah.. ¡Aaah! - Gritaba Eros. Pero el rubio no se detuvo, alcanzando el orgasmo en pocos segundos e incluso hincando sus uñas en los costados de la espalda de su amigo. -¡Aaahh! ¡Sii! -Aaah.. Lléname.. - Decía Eros con voz cansada. Él también se había corrido, dejando un reguero blanco que descendía por la corteza del árbol.

Los dos amigos se abrazaron. Lyra había empezado a llorar, igual que su amigo, que no deseaba que se marchase. Pero al recordar aquello, Lyra, sentado en el carruaje de la emperatriz Eira, sonreía ante aquella vieja imagen,  sin darse cuenta de que se había empalmado.