La Guerra de Ruon (3)
Querer y amar a alguien y protegerlo hasta en la guerra es lo único que nos une al mundo...
-Seennaria-Palacio de cuarzo-
La emperatriz Eira, soberana de las frías tierras del norte, se impacienta en el palco más alto y central del gran teatro. Aun siendo joven, su experiencia y formación en protocolos le recuerdan que pocas veces una personalidad de su rango a sido hecha esperar durante tanto tiempo. Lleva el cabello recogido elegantemente tras la cabeza y el velo transparente se lo cubre hasta los hombros. Engalanada con hermosas joyas y vistiendo de blanco recorre con su severa mirada los palcos, cansada de contemplar el escenario vacío. ¿Cómo era posible que tardaran tanto? Una voz de su interior le recordó las ganas que tenía de asistir en persona a aquel acto, que según algunos de los más altos nobles de aquella tierra, merecía la pena ver antes de que a uno le llegara la hora. Aquella exageración no impresionó a la emperatriz, pero había estado intrigada de cómo podía una persona crear tanto revuelo y tantos halagos sin que a penas se supiera su nombre. En medio de aquellos pensamientos, la iluminación del teatro decreció hasta dejarlos completamente a oscuras. Las voces de los presentes se fueron apagando y de pronto una luz iluminó el centro del escenario, donde se descorrieron las altas cortinas de terciopelo rojo. Eirase adelantó en su asiento, asomada levemente a la barandilla que la separaba de los palcos inferiores. Poco antes de que las cortinas finalizasen su movimiento, una figura caminó desde la parte de atrás del escenario hasta situarse en el centro de éste. Era un hombre vestido con telas blancas y transparentes. Su rostro tenía el semblante más neutro y puro que recordaba Eira. Al verle no pudo evitar sentir un escalofrío. Tenía el cabello blanco, largo y liso, cayendo a ambos lados de su rostro hermoso. Al detenerse, su mirada parecía perdida aunque al mirar hacia el palco de la emperatriz, ésta sintió una paz y una tranquilidad impropias. De pronto, de varios hombres arrastraron hasta el centro del escenario lo que parecía ser un arpa de plata, instrumento que Eira ya conocía por sus viajes con sus difuntos padres. El hombre se sentó en una silla que habían colocado tras él, con movimientos lentos y suaves. Entonces comenzó a tocar las cuerdas, formando una hermosa melodía que llenó la sala, arrancando incontrolables sonrisas entre los asistentes. Pocos segundos después, maravillada por aquella dulce música, Eira o cómo se separaban los labios del hombre, que se había cerrado los ojos, y escuchó el comienzo de la canción que según le habían informado, había preparado para ella. Otro escalofrío la invadió mientras le escuchaba, haciendo que se arrimara aún más a la barandilla. Si la hubiesen pedido que describiera aquella voz, le habría resultado imposible. Era suave,dulce, pero sobre todo, sus palabras se pronunciaban en Horo, una lengua tan complicada como hermosa, que desde la antigüedad sólo habían podido aprender algunas personas destinadas a ella. Mientras, inconscientemente abría sus labios, sorprendida y embriagada po aquella canción, un recuerdo de su infancia se detuvo en el centro de su mente durante unos segundos. Estaba sentada en su habitación del palacio, era por la mañana y varios pájaros pequeños comían de la mano de su madre mientras ésta le hablaba.Dicen que la lengua de horo puede hacer maravillas, cosas tan desconocidas y poderosas que los dioses no permiten que nadie las aprenda. Se recostó sobre su butaca y dejó que aquella música llenase sus oídos. Al terminar, todos los presentes, entre ellos personalidades tan nobles e importantes que habría sorprendido a cualquiera verlos aplaudir y aclamar de aquella manera. La emperatriz tampoco pudo evitar su emoción y se levantó de su asiento para aplaudir también, sin espera a que la iluminación del teatro volviese a su normalidad. -¡Qué hermoso a sido!-Exclamó mientras aplaudía. Sus ojos estaban brillantes a causa de las lágrimas que a punto estaban de recorrerle el rostro. -En verdad que así a sido, mi señora - dijo Tiaro, su asistente personal. -Quiero que éste Lyra nos acompañe en nuestro viaje. Quiero que todos los reyes escuchen esta voz salida de las tierras blancas - dijo emocionada volviéndose hacia el hombre.- Es la imagen más perfecta de Sennaria y quiero que los demás reinos la conozcan - dijo sonriente antes de volver a mirar hacia el escenario, donde el artista permanecía erguido.
-Llanura del sur-
Cuando Rono y Erik se despertaron, abandonaron el interior de los bosques y cabalgaron con rapidez a través de la llanura que les separaba de los límites de Zvera. Ambos permanecían en silencio mientras el viento que comenzaba a levantarse les agitaba el pelo. El caballero tomó una mano de Erik y le instó a abrazarse con más fuerza a su cintura. Al despertarse, Erik había visto a Rono preparando el caballo y al levantarse para acompañarlo se había percatado de que había varios grupos de flores pequeñas, de vivos colore, aplastados en el lugar sobre el que habían dormido. Tenía pocos recuerdos del sueño de aquella noche, pero sopesó la posibilidad de hablar de ello con Rono, aunque finalmente no dijo nada y el caballero tampoco comentó algo al respecto. El día se presentaba nublado, cubierto de oscuras y amenazadoras nubes que impedían ver el azul del cielo. Tendremos que apresurarnos a llegar antes de que empiece la tormenta le había dicho en un momento del viaje. Pero varias horas después, sedientos y cansados, los dos decidieron parar a descansar junto a un riachuelo que cruzaba la llanura.
-No queda mucho para llegar - explicó Rono tras quitarse el casco. Metió un mano en el agua y empapó con ella su nuca. Erik se acercó y se sentó cerca de la orilla. -Rono, ¿por qué me llevas contigo? -Cuando te vi en la torre...-Explicó dudoso el caballero.- En realidad llevaba buscándote en silencio desde que te fuiste. -¿Qué? ¿ESTABAS BUSCÁNDOME?- Se alarmó el chico, incrédulo. -Desde que Eros se hizo comandante de la guardia imperial cambió de comportamiento... Ya no es la persona que recordarás cuando éramos pequeños, pero... Nunca le he ocultado mis deseos de encontrarte... -Confesó agachando la cabeza, recordando.- Quiero que volvamos a reunirnos todos. Por eso, he estado buscando en cada pueblo, aldea o tierra a la que acudíamos en cada misión, buscándote entre los escombros, y Eros, a pesar de no ser el mismo, siempre me permitió que te buscara.
Erik se sintió sacudido por lo que su amigo le contaba.
-Aunque ahora es más serio, y se muestra una dedicación entera a la guardia imperial, pero en la intimidad, me ha dejado entrever su deseo de que volvamos a estar juntos...- Miró al caballero a los ojos antes de levantarse e ir hasta el caballo.- Creo que su cambio se debe a que se siente culpable desde que desapareciste, y desde que Lyra y los gemelos se marcharon..
En aquel momento, un sonido lejano les hizo alzar la cabeza. Parecían voces, voces rudas, y a cada segundo se mezclaban lentamente con el golpeteo de los cascos de algún caballo, no, de varios caballos.
-Levanta- le urgió Rono a Erik antes de distinguir las primeras franjas rojas en el grupo que se acercaba, cabalgando.-Tenemos que irnos ya - ayudó a Erik a subirse y después lo hizo él. Las voces lejanas se oyeron cada vez con más claridad, hasta que, estando ahora más cerca, uno de los hombres de aquel grupo señaló hacia los dos amigos y las voces se convirtieron en gritos mientras arreaban a sus caballos, ganando velocidad.
El caballo de Rono atravesó trotando el riachuelo y al llegar al otro lado, obedeciendo a un golpe de las piernas del caballero, aceleró el trote, galopando a gran velocidad hacia el norte. Erik se vio obligado a sujetarse con fuerza mientras escuchaba los alaridos violentos del grupo que los perseguía. Intentó recordar y se dio cuenta de que las franjas rojas las había visto en otra ocasión, claro, eran guerreros de Ruon.
-¡¡Hia!!- Apermió al caballo Rono. Habían ganado gran velocidad y ahora su caballo reducía más lentamente las distancias con el otro grupo, levantando pequeñas nubes de la tierra que descansaba bajo la hierba de la llanura. Durante la persecución comenzaron a caer las primeras gotas, que para cuando cuando divisaron las primeras casas solitarias de Zvera, se había convertido ya en un torrente de lluvia que apenas dejaba ver varios metros por delante. El chapoteo de los cascos era más claro ahora y el sonido de los fuertes relámpagos ahogaba las voces de los caballeros de Ruon. De pronto, Rono dio un fuerte giro, enfilando la dirección hacia un gran puente de piedra en cuyo extremo se encontraban apostados vario guardias de Empera. Al pasar entre ello, apenas echó un vistazo hacia atrás, y sin detenerse, continuó cabalgando hasta que llegaron al corazón del pequeño pueblo que rodeaba la entrada a la ciudad. Aunque el manto de lluvia no le dejaba ver mucho, Erik distinguió las aceras de piedra, algunos muros de las casa y varias ventanas, todas cerradas. A los pocos minutos, atravesaron los portones de un fuerte, hasta detenerse en un establo protegido por un techo de tablones de madera. Mas relajados. Los dos amigos bajaron del caballo, empapados.
-Ahora, tenemos que salir del fuerte, no conviene que te quedes aquí...- Empezó a decir Rono mientras ataba las riendas del caballo a un poste.
En aquel momento, el golpe de una puerta al abrirse les hizo girarse, para ver de frente a un hombre joven, que vestía una armadura dorada y roja. No llevaba casco, por lo que su cabello negro hasta los hombros quedaba al aire, moviéndose con suavidad mientras les miraba, con rostro serio e intrigado. Tras unos segundo en silencio, solo roto por un relámpago que los iluminó un instante, el caballero dio un paso hacia Erik, que parecía paralizado. Se miraron, Erik con miedo y el caballero con seriedad, entonces, el hombre entreabrió los labios, como si pretendiese decir algo, aunque no lo hizo, y Rono se abalanzó para abrazarse a él.
-No puedo creer que seas tú - dijo el caballero sorprendido.
Erik no habló,solo abrazó con fuerza al joven hombre.
-Celebro que estés bien, pero debes quedarte en el fuerte - dijo separando al chico.- Seguidme.
El caballero les condujo bajo la lluvia hasta salir de los muros de aquel fuerte y les llevó hasta una de las casas más cercanas, que abrió con facilidad y cerró tras su paso. Era una casa que parecía vacía. La luz que entraba por las ventanas les permitía verse los rostros.
-Eros... Te he echado tanto de menos -logró decir Erik, incontrolable. Entonces se echó a llorar. El fuerte caballero se acercó para consolarlo con un serio abrazo, que le hizo recordar su infancia. -Pensé que jamás volvería a verte, Erik.
La voz de Eros era masculina, seria, pero tan dulce en la forma como Erik recordaba de su niñez, haciéndole sentir contento.
-Estás empapado, será mejor que te pongas ropa seca - le instó.- Ven. Esta casa es la que utilizo cuando no estoy dentro del castillo o el fuerte- explicó conduciéndoles por un estrecho pasillo oscura hasta que entraron en un habitación que solo disponía d una cama grande y una cómoda de madera de cuyos cajones sacó algunas ropas. -Le encontré en la torre de Allum... Estaba prácticamente desfallecido....-Dijo Rono con tristeza. -Mañana podremos hablar con más calma -dijo seriamente Eros.- Ahora debo volver al cuartel, pero tú puedes quedarte con Erik - se volvió hacia el chico.- Mañana nos veremos. Hasta entonces será mejor que te quedes aquí. El chico sonrió, aún con lágrimas en los ojos. Abrazó una última vez a su viejo amigo.
-Me alegro mucho de volver a verte, Erik - confesó el caballero. Rono sonrió al ver a su amigo volver a ser el de antes.- Descansa -dijo mirándole a los ojos. Erik se permitió dar un coro beso en los labios a su amigo antes de que este abandonara la casa.
Erik y Rono permanecieron unos segundos en silencio, intentando asimilar el reencuentro.
-Ven, estamos encharcando el suelo, Erik. Sígueme, deja tus ropas húmedas en el cuarto de baño. -¿Cuarto de baño?-Se extrañó el chico. -En las ciudades más modernas, ahora casi todas las nuevas casas disponen de un cuarto especial donde asease y lavarse - explicó mientras le conducía hasta una habitación en el otro lado del pasillo.
El cuarto de baño era completamente de piedra por dentro. Disponía de una gran pila donde lavarse y una pequeña balda de madera en la pared con algunas toallas dobladas. Erik nunca había estado en una casa que tuviera ese tipo de habitaciones, y sintió que el mundo había avanzado mucho desde que él había desaparecido. Miró al caballero fijamente.
-Desvístete. No hay agua calentada pero mañana al despertar podrás bañarte si lo deseas - le dijo Rono empezando a quitarse la armadura. Salió del baño.
Erik se desvistió, quedando solo con la tela de la entrepierna y comenzó a labarse, utilizando una de las toallas y el agua de la gran pila, que parecía limpia.
-Cuando termines ponte la ropa que te ha dado Eros - dijo desde fuera. Después abrió la puerta y se asomó al baño.- Supongo que te estará grande, pero eso es mejor que nada. -Gracias - dijo Erik lavando sus piernas.
Rono, que sólo llevaba los pantalones y la camisa, caminando descalzo, se acercó a coger otra de las toallas y tras secar su cabello rubio la utilizó para envolver con ella la espalda del chico, y la empezó a frotar.
-Al verte, Eros a vuelto a ser el de ante por un momento - dijo cuando Erik se levantó. Bajó un mano y desató la tela protectora de Erik, que cayó al suelo, y envolvió la polla del chico dentro de la toalla. Frotándola con una mano, mientras los dos se miraban.- Hacía tiempo que no le veía así. -Rono... Os he echado tanto de menos - dijo el chico rodeando a su amigo con los brazos. -Ya estás aquí, tranquilo - dijo en tono de voz bajo mientras le seguía frotando la polla, cada vez más dura y grande, y con la otra mano le rodeó la cintura, apretándolo contra él.
Erik levantó la cabeza y miró a su amigo, esperando un segundo antes de besarlo. Rono se apretó aún más al cuerpo del chico, sintiendo éste el calor de su cuerpo. Se besaron con dulzura y entonces Erik desabotonó la camisa de Rono, acariciando los pelo rubios que cubrían el torso de su amigo. Acarició los pezones, antes de besarlo, y lamerlos, excitando al caballero que ya no lo redaba por la cintura sino que había bajado su mano hasta su culo, sobandolo mientras con la otra mano dejaba caer la toalla. Rono volteó a su amigo, poniéndolo de espaldas junto a la pila, y bajó entre sus muslos, abriéndole el culo y limpiando su agujero con la toalla húmeda. Passaba la tela desde la parte alta del culo, pasando por en centro del agujero y bajando hasta los huevos. Erik tenía ya una gran erección y mientras su amigo le limpiaba se agarró la poya y comenzó a masturbarse con suavidad, apoyado sobre la piedra de la pila. Al dejar la toalla en el suelo, Rono se acercó a lamer el culo de Erik, que dio un respingo en cuanto le tocó, y mientras lamía, acarició con la mano los huevos, cubiertos de pelo del chico. Cuando no puedo aguantar más, Rono se levantó y bajando su pantalón liberó su poya de pelo rubio, que ansiaba penetrar el joven trasero de Erik. El chico, inclinado en el borde de la pila, de espaldas a su amigo, arqueó la espalda cuando este colocó la punta de su rabo en el agujero, y le agarraba con sus fuertes manos, una en el hombro, y la otra en el cuello, como si fuese a ahogarlo, lo que excitó aún más a Erik.
-Aaah..Aahh.. - Jadeaba el chico mientras el caballero empujaba poco a poco. Àsó una mano bajo su cuerpo, alcanzando sus huevos y los de Rono mientras este se apretaba más y más hasta lograr clavársela.- ¡Aaah!
Justo cuando el grito de Erik rompió el aire, la puerta de la casa se abrió y cerró, aunque ninguno de los dos amigos oyó nada.
-Ya.. ya está..- Le tranquilizó Rono mientras comenzaba a sacudir su cintura adelantes y atrás. -Aaah..-Jadeaba Erik.
De pronto, el rostro de Eros se asomó por la puerta, observando a sus dos amigos en silencio. Rono, que estaba completamente excitado, miró hacia su amigo mientras jadeaba y enculaba a Erik.
-Aaah..Aaah..-Gemía el chico. En ese momento se giró hacia la puerta, viendo al recién llegado, que les contemplaba, en silencio.- Aaah.. Eros.. Aaahh... -He abandonado hoy más pronto la guardia, quiero estar aquí con vosotros - dijo alargando una mano para acariciar el musculosos hombro rubio de Rono.
Mientras sus amigos follaban, Eros se desvistió en la habitación, aunque no tardó en volver al baño, donde Erik no pudo evitar mira su cuerpo, velludo y musculoso, con su enorme y gruesa poya y sus huevos colgando a los lados. Eros se acercó a la pila y acercó sus huevos a la boca del chico, mientras acariciaba su cabello negro.
-Mmm.. Mmm..- Exclama lleno de placer e chico mientras Rono lo embestía. Los dos caballeros se besaron en los labios, jugando y enredando sus lenguas con lascivia.
Cuando Erik se metió la gruesa y erecta polla de Eros en la boca la sintió caliente, y chupó con energía, hasta que Rono aceleró sus enculadas, haciéndole gemir de placer por lo que se la sacó de la boca y alzó el rostro, con los ojos cerrados, mientras su amigo apretaba la mano sobre su cuello.
-Aaaahh.. Aahh.. ¡Mas rápido! Aaah.. -¡¿Mas?! ¡¿Maas?! - El cuerpo del rubio estaba empapado en sudor.
Embistiendo a gran velocidad, Rono gritó con fuerza en el momento del orgasmo, inundando el culo del chico, que sintió sus entrañas calientes.
-Aah..-Continuaba jadeando Erik, que aún no se había corrido.
Entonces, al ver al chico, Eros apartó a Rono, sacándolo la poya y colocándose detrás de Erik.
-Métemela.. vamos..-Rogó el muchacho.
Eros, enormemente excitado, hincó su gran poya en el culo delatado de Erik, pero al ser su rabo más grueso y grande que el de Rono, el chico exclamó un grito sorprendido.
-Uooh.. Oohh.. Mmm.. -Exclamaba sintiendo el grueso pene del caballero entrar y salir de su culo, mientras los huevos chocaban con los suyos.
Sin pronunciar un palabra, Eros folló a Erik haciéndole gozar y disfrutar, llegando incluso a correrse antes de que su fuerte amigo se corriera dentro de él.
-¿Te gusta?-Preguntó Eros, mientras corría y embestía con más violencia, arrancando gemidos y jadeos del chico. -Siii ¡Sii! Aaaah.. Sigue..sigue..
Entonces, el caballero se convulsiono hacia delante, mientras su poya explotaba de semen, rellenando el culo del chico. Cuando la sacó, varias gotas blanco salieron del dilatado agujero, pero Rono se agachó para lamerlas mientras su amigo recobraba la respiración, apoyado en la pared.