La guerra de Ruon (2)
Querer y amar a alguien y protegerlo hasta en la guerra es lo único que nos une al mundo...
-Iridia, ciudad-puerto-
Cuando los primeros rayos de sol de la mañana envolvieron su rostro, se sintió embriagado. Una suave y dulce melodía lo llamó a despertarse desde los sueños, y en aquel momento aún podía oírla. Primero sintió el tibio efecto del sol en la piel, abrió los ojos lentamente y descubrió una pareja de pájaros que se miraban y lo observaban apoyados sobre el alero de una pequeña ventana y cuyo gorjeo había invadido sus sueños. El chico sonrió con dificultad y las aves volaron de allí permitiéndose centrar la atención en el sonido regular de la costa.
Oir el puerto, y sobre todo, las olas que en él rompían, lo hizo sobresaltarse. En Ara, territorio sobre el que se alzaba la torre de Allum, era completamente imposible escuchar aquello. Entonces, sus recuerdos, aunque vagos y sin orden algunos, lo sobrevinieron haciéndolo romper a llorar. La imagen más nítida era la de Rosta. El señor de la torre corría en llamas atravesando lo que quedaba de pasillo entre él y las escaleras de piedra. Había imágenes de sangre y escombros, pero también sonidos de gente asustada y gritando. Los conocía a todos aunque ninguno lo conociera a él.
De pronto la puerta de la habitación se abrió dejando pasar a una mujer rolliza de baja estatura que vestía un ajado delantal.
Ooh.... Hijo no llores Dije cariñosamente acercándose a la cama para envolverlo en un abrazo consolador.
¿Qué ha pasado? - Consiguió preguntar entre sollozos.
No te preocupes, más tarde te lo contaré, pero necesitas descansar así que ahora túmbate e intenta dormir - dijo acomodando la almohada de plumas amarillentas y reclinándolo sobre ella.
El chico continuó llorando durante unos minutos mientras la mujer entornaba la ventana y le arropaba, después volvió a caer dormido.
Durante lo siguientes días en que mantuvo reposo, Arila cuidó de él como si se encontrara en el mejor emplazamiento hospitalario. Quiso saber cómo había llegado hasta allí, la costa, un lugar tan recóndito para los habitantes de la torre que algunos solo sabían de su existencia por viajeros.
- Alguien muy cercano a mí - explicó la señora,- te encontró a punto de desfallecer entre las ruinas de la torre y te trajo hasta mí
- miró a través de la ventana, como si en vez de la pared de piedra de enfrente pudiera ver el mar.- Le prometí que te recuperarías así que ayúdame y no permitas que esta habitación te embote y sal sentir el aire - dijo destapándole.- Desde el puerto hay unas vistas muy bonitas así que en cuanto salgas podrías ir allí, te gustará - hizo una pausa.- Deberías asearte. El horrible incidente ocurrido en tu hogar a afectado tu aspecto, pareces mucho más mayor de lo que debes ser.
Aquel día, el joven abandonó finalmente el reposo y, aún con resignación, decidió atender a los consejos de su enfermera y salir a tomar el aire. Se vistió con una camisa barata y un pantalón corto que Arila había conseguido comprar en una venta cercana, comprendiendo los problemas que habría tenido a la hora de elegir tamaño ya que aunque la camisa no le apretaba si la dejaba abierta, los pantalones iban a incomodarlo. Aún así, se calzó unas sandalias que la mujer había dejado junto a su cama y salió a la calle con losas de piedra que lo habían visto llegar.
Caminó sin rumbo durante unos minutos, observando cada puerta, cada rincón y cada señora que veía pasar. Intentó dirigirse en primer lugar al puerto, hacia el sonido que lo envolvía todo, pero distinguir la dirección desde donde llegaba resultó ser una ardua labor. Cuando de improvisto giró en el camino indicado y se topó de frente con la infinita extensión del mar, un sentimiento de alivio y euforia lo invadió de inmediato. ¡Qué lugar tan hermoso! Olía a pescado y algas pero la combinación de estos con la suave brisa y la panorámica azul que presentaba lo empujó a caminar hasta el borde más cercano. Con una sonrisa en el rostro, se acercó lo más que pudo al borde paseo más cercano y asomó la cabeza. Vio su rostro reflejado en el agua. Su imagen, asomado y mirándolo desde lo que pudiera ser otro mundo igual al suyo, le hizo maravillarse. Se incorporó, caminando siempre por el borde hasta que llegó a una plataforma de madera que se adentraba suspendida sobre el mar. Corrió desde el principio hasta el final, dando un gran salto en el último momento y calló de cualquier forma, recordando la primera vez en que había hecho aquello. Había olvidado lo que era el mar. De pequeño había acudido una única vez con sus padres, pero su vida en la torre de Allum lo habían hecho olvidar. Se mantuvo bajo el agua unos segundos y al salir no pudo contener una agradable risa de júbilo que lo llenó por dentro. Aún recordaba cómo mantenerse a flote, así que se miró los brazos y las piernas y decidió frotar las manos en ellos para quitar las manchar de hollín y polvo que lo envolvían, sintiéndose después renovado y fresco.
Cuando consiguió salir del agua, agarrándose firmemente a cada madero que sostenía la plataforma, se tumbó cuan largo era dejando que el sol secara sus ropas. La camisa parecía invisible de lo transparente que se había vuelto al contacto con el agua, y los pantalones apretaban su entrepierna más que antes, pero aquello le gustó e incluso se permitió disfrutar de la opresión que ejercía sobre su pene, cada vez más erecto divido a la emoción.
Sonrió con la cara hacia el sol mientras se entristecía por la idea de que algunos de sus amigos en la torre de Allum nunca habían podido disfrutar de aquello. Y así se pasó la mañana, tumbado en la plataforma de madera, olvidándose del hambre y del mundo cuando una sombra tapó rostro.
- Me alegro de ver que estás mejor - dijo la voz de un hombre. Un relincho hizo que el joven se incorporara, tan rápido que a punto estuvo de perder pie y caer al agua.
Junto a él se había detenido un caballero cuya armadura resplandecía dorada al sol de la tarde. Había dejado detenido el caballo en la entrada de la plataforma pero apenas llamó la atención del muchacho. Unas imágenes sobre un largo viaje a caballo durante la noche invadió sus recuerdos. El caballero alzó un brazo y se quitó lentamente el yelmo, dejado ver un cabello rubio y ondulado sujeto en la coronilla destapando un rostro varonil y masculino, que enseguida reconoció, haciéndolo regresar velozmente hasta su niñez.
Ro... Rono... ¡Rono! - Gritó sobrecogido perdiendo suavemente la consciencia. Un brazo fuerte se alargó y lo sujetó antes de que se desmayara, apretándolo contra la fría armadura dorada.
No creí que fueras tú cuando te vi salir de aquel infierno, Erik...
La voz del hombre enamoró cada rincón de su cuerpo, haciéndolo explorar en escalofríos y erizándole la piel. ¡Cuánto hacía que no la oía! De pronto rompió a llorar, emocionado. Se acordó de sus amigos: Lira,Tera y Quera, que eran hermanos, y cómo no, del increíble Eros, el ser más perfecto y bello que habría visto alguien en toda su vida. A esos recuerdos sucedieron los de su separación, el momento que los separó de ellos. Enfurecido de pronto, se separó del cuerpo de Rono y lo golpeó con todas sus fuerzas en la armadura pectoral con sus puños.
-¡Dijisteis que siempre estaríamos juntos! -Estalló cubierto de lágrimas. Aporreó cada vez más rápido la armadura hasta quedar exhausto y sin fuerzas.- ¡¡Lo jurasteis!.
Erik se desplomó sobre las tablas de madera, con el rostro triste empapado de lágrimas, sin fuerzas. Al verlo, Rono se sintió desgraciado y responsable. Al mirarlo tirado frente a él, con las ropas empapadas y llorando sin control se enfureció de su destino, el destino que había previsto algún desalmado para cada uno de ellos. Se arrodilló junto a su amigo. El destello del sol sobre su armadura distrajo la atención de los hombres mujeres del puerto.
Lo siento mucho... No imaginas cuánto, Erik - dijo abrazando el rostro del joven. Lo dejó desahogarse hasta que sus llantos cesaron, después le alzó el rostro, viéndolo hermoso y oscurecido por las lágrimas.- Ven, te llevaré a comer algo antes de partir - dijo sin más explicaciones.
No... No quiero ir a ningún sitio... No quiero hacer nada - cerró los ojos y se dejó caer sobre los brazos del caballero.
Rono se levantó, sujetando a su amigo por la cintura y guiándolo hasta al caballo al que se abrazó cuando lo subió a él. Al verlo sujeto al equino, Rono se fijó en sus musculosos brazos y en lo robusto que estaba en comparación con la imagen que recordaba de él. Debían haberlo hecho trabajar duro y sin descanso durante aquellos años.
Condujo el caballo por el pueblo y se detuvieron en una pequeña taberna donde pidieron almorzar. Se sentaron a una mesa de madera que tiempo había texturizado con formas suaves y uniformes. La armadura de Rono llamó la atención de todos los presentes pero nadie se acercó a molestarlos.
Erik apenas ingirió alimento y el caballero se las ingenió para conseguir que la tabernera les preparara un fardo con la comida sobrante y unas rebanadas de pan de avena. Pagando con unas llamativas monedas de oro que alimentaron el asombro y la curiosidad de los presente, Rono y Erik montaron en el caballo, se despidieron de Arila y salieron de la ciudad. Ésta vez, Erik iba sentado detrás de su amigo, sujeto a su costado, dejando total libertad de movimientos para que pudiera manejar las riendas del caballo.
¿Hacia dónde cabalgamos?- Preguntó al caballero mientras se alejaban de Iridia.
Hacia Libre Empera - Rono sacudió las riendas para acelerar el paso del animal.
-¿Qué es Libre Empera?
Veo que llevas mucho tiempo sin saber del resto del mundo... - Se lamentó el caballero.
Todos estos años he estado viviendo como sirviente en la Torre de Allum... Ninguno de los esclavos recibíamos nunca información del mundo exterior. Ni podríamos haberlo oído de boca de alguien... Creo que los soldados de Ruon tenían prohibido hablar en nuestra presencia sobre el mundo más allá de los muros de la torre - relató con tristeza. Se abrazó un poco más a Rono.
Pocos años después de estallar las primeras guerras, la fuerte alianza continental se resquebrajó y el rey de Empera fue derrocado por el que se auto-proclamó Emperador Grajun. El poder del emperador y su inquebrantable ejército de caballeros unificó los reinos adyacentes de Zvera y Saria originándose lo que hoy se conoce como Libre Empera - explicó.- Dentro de sus límites estaremos seguros. Más allá de las fronteras, Ruon y sus aliados extienden su poder y ley por cada pueblo - se detuvo unos segundos.- Ahora, pertenezco a la legión de Grajun... Junto con Eros.
¿Qué? ¿Eros está también allí? -Preguntó incrédulo.
Es el comandante de la guardia imperial - se acercaban a los primeros árboles que formaban el linde de los bosques interiores.- Está oscureciendo, será mejor que pasemos la noche en el bosque.
Se internaron entre los árboles y Rono buscó un lugar apropiado para descansar. Era un pequeño claro donde el cielo estaba parcialmente tapado por las ramas de los árboles de alrededor, pero tendrían espacio suficiente para encender una hoguera y descansar durante la noche.
Erik bajó del caballo sujetó las riendas mientras Rono lo hacía.
- Encenderemos un fuego. Encárgate tú de buscar las ramas - le dijo al joven.- Yo ataré en caballo.
El chico se adentró entre los árboles y recogió un buen montón de ramas secas para la hoguera. Cuando decidió volver al claro para dejarlas porque ya casi había oscurecido, estuvo a punto de chocar con Rono. El caballero se encontraba orinando de pie, de espaldas al claro. Había desatado los pantalones oscuros que se veían donde no había armadura y al toparse con él pudo ver su largo y grueso pene echando un chorro de caliente orina. También distinguió tras su pene el principio de sus fuertes muslos cubiertos de pelos rubios, que apenas se distinguían con la oscuridad del momento. Rono no se percató de su presencia y Erik, sin saber muy bien por qué, se mantuvo inmóvil viendo al caballero. Cuando hubo terminado, sacudió las últimas gotas de su pene haciendo bambolear sus huevos antes de subirse de nuevo el pantalón y regresar junto al caballo. El joven estuvo unos segundos inmóvil, dándose cuenta de cómo lo había excitado aquel momento. Esperó a que bajara su erección y después salió al claro, en donde prepararon una hoguera, bromeando y recordando viejos momentos.
Con el fuego ya encendido y mientras comenzaban a cenar los restos del almuerzo, Rono se quitó la parte de arriba, decidiendo dormir con el resto de la armadura debido al calor que hacía aquella noche junto al fuego.
Cuando quedó con los brazos y el torso descubierto, musculosos como solo un caballero los llegaba a tener y cubiertos de finos bellos rubios que resplandecían a la luz del fuego, Erik no pudo evitar mirarlo fijamente, embelesado. Las piernas continuaban con la armadura brillando pero la combinación de ambos aspectos embriagó a Erik, distraiéndolo del mundo que lo rodeaba.
El joven, que tenía ya 20 años, durante su vida en la torre nunca había podido ver a otros hombres desnudos, debido en parte a que prácticamente sólo hubiese mujeres entre los sirvientes. Rono tenía ya 28, era musculoso, esbelto, y tan hermoso que le hizo olvidar la imagen que tenía de Eros.
-¡Erik! ¿Están bien? - Oyó de repente. Erik enarcó las cejas, pestañeó un momento y lo miró al rostro. Se había quedado con la mirada fija en su cuerpo y no había escuchado nada de lo que su amigo le había dicho. Rono sonrió al ver que su amigo solo estaba distraído, recordando lo mucho que le recordaba a cuando era pequeño.
Eh.. Sí, si. Perdona - si disculpó, mirando para otro lado.
Creo que necesitas comer algo, en la taberna no probaste el almuerzo - sacó el fardo de un bolsillo que había en la montura del caballo. Fue a sentarse a su lado y compartieron la cena.
Al tenerlo a su lado, inclinado para comer, con los músculos de su torso contraídos,a Erik le resultó muy difícil mantener la atención en las conversaciones que tenían. Cuando hubieron terminado, ambos se quedaron dormidos a los pocos minutos, tumbados cerca el uno de otro, pero en medio de sus sueños, el joven giró su cuerpo a la derecha abrazándose inconscientemente al caballero.
Rono, en medio de un paisaje completamente blanco por la niebla, caminaba sin rumbo fijo. No se veía nada más que aquel cegador blanco. Había olvidado en algún lugar la parte superior de su protectora armadura, quedando desnudo de cintura para arriba y sin saber a dónde ir. En un momento de su largo paseo a través de aquel misterioso emplazamiento, vio a lo lejos, casi envuelto por el blanco, la figura de un joven que caminaba aturdido, igual que él. Lo llamó en voz alta, pero no lo oyó. Tuvo que correr hasta él para que advirtiese su presencia. Se trataba de Erik, el chico de pelo negro al que hacía tantos años que no veía.
¡Erik!
¿Rono? ¿Dónde estamos? - Preguntó al verlo.
Pensé que estaría soñando...
Lo mismo pensé yo pero... Estamos conscientes... - Dijo desconcertado.
De pronto la niebla se abrió, a una velocidad que les hizo tambalearse en el sitio, hasta que desapareció por completo, dejándoles ver el lugar donde se encontraban. El suelo estaba cubierto de un espeso manto verde de hojas frescas, y en el cielo, un sol rojizo brillaba anaranjado todas las nubes que lo cubrían. Cerca de allí, una inmensa cascada de agua que descendía desde las nubes hasta romper en un pequeño lago, cuyo agua nunca se desbordaba.
¿Qué es éste lugar? - Se preguntó Erik mareado al ver la cascada. Rono comenzó a caminar, mirando hacia todos lados.
Una vez escuché en Zvera, que los bosques escondían un planta de colores vivos, que te hacía ver visiones hermosas - comentó impresionado.- Creo que dijeron que solo acercarte podía hacerte soñar cosas increíbles... Por eso algunos reyes y reinas la han codiciado antes de perder la cabeza y la vida en ellas...
¿Ésto es un sueño? - Preguntó Erik, siguiéndole.
Estoy seguro.
Enonces, el joven Erik se lanzó a la carrera sobre la alfombra de hojas verdes. Corrió asta alcanzar la orilla del lago y después se lanzó al agua, como hiciera en el puerta de Iridia. Rono le observó desde lejosy tras un momento también caminó hacia allí, observando a su joven amigo sumergirse y salir de nuevo a la superficie, disfrutando como el niño que había sido tantos años atrás.
-¡Ven Rono! El agua está perfecta! - Gritó mientras intentaba nadar.
Cuando llegó a la orilla, observó a su amigo sonriendo, mientras rodeaba el lago tras la maravillosa cascada.
-¡Quítate la armadura y ven a bañarte! - Le urgió sumergiéndose de nuevo.
El chico estallaba de ilusión y al verlo, Rono sintió una ganas irrefrenables de estar allí con él. Soltó los enganches de su armadura a toda prisa mientras no podía dejar de sonreír, se bajó los pantalones rápidamente y se tiró al agua con la tela protectora de la entrepierna, que se transparentó al contacto con el agua. Se zambulló de cabeza justo en el momento en que Erik salía de nuevo a la superficie y lo buscaba en la orilla, donde se amontonaba la armadura.
- Ro.. - Empezó a decir.
En ese momento un brazo se enroscó desde abajo al rededor suyo haciéndolo elevarse del agua antes de caer de nuevo. Cuando las burbujas se alejaron de sus ojos, Erik vio bajo el agua las fuertes piernas de Rono moviéndose para mantenerlo flotando. Los dos se sentía eufóricos. Auqel lugar les había hecho olvidarse de todo. Jugaron y se persiguieron durante un largo rato hasta que Erik volvió a la orilla y se tumbó, con las piernas en el agua. Respiró con dificultad debido al cansancio pero enseguida se relajo, disfrutando del momento.
Rono le observó desde el agua. Las ropas de su amigo se habían transparentado mostrando su torso joven y el protector blanco de la entrepierna, adaptándose a la forma de su bulto. Tenía las manos bajo la cabeza y desde su posición, Rono vio los oscuros vellos negros de las axilas de su amigo. Se acercó hasta él nadando hasta agarrarse a sus piernas sumergidas.
-No sabía cuánto te echaba de menos hasta que te encontré en la torre - confesó apoyando la cabeza en sus muslos. Erik sonrió con los ojos cerrados.
Entonces Rono no se contuvo más y levantó la cabeza y agarró con sus manos la cintura de sus pantalones y los bajó firme pero lentamente. Erik, sorprendió en un primer momento, se dejó hacer. Cuando Rono le soltó la tela protectora, la polla aún flácida de su amigo se ladeó hacia un lado. Volvió a intentar aguantarse mientras la miraba, cubierta de finos bellos negros, con los huevos a los lados, pero no pudo reprimirse y le agarró de la cintura llevándolo hasta él. Puso las piernas de Erik sobre sus fuertes hombros y agarró sus suaves nalgas mientras intentaba cazar con la boca el pene, cada vez más erecto. Cuando consiguió meterse su polla en la boca, la espalda de Erik se encorvó sacudida por un escalofrío placentero. Rono chupó su polla hasta que estuvo dura y luego pasó a los huevos, y así estuvo cambiando durante unos minutos mientras apretaba con sus fuertes manos cada nalga del joven. Cuando se cansó de chupar, levantó la cabeza para ver como se retorcía de placer, mientras separaba sus nalgas con las manos, llegando a tocar su agujero y estimulándolo con la punta de sus dedos.
Aaahh.. Aah.. - Jadeaba el chico mirándolo. Desde su posición, Erik veía el rostro empapado de Rono y sus propias piernas a ambos lados. Rono seguía llevando el pelo de los lados recogido en la coronilla, húmedos y rubios como el trigo. Su mirada lasciva se acercaba más a darle placer a él que a sí mismo.
Celebro que te guste - dijo el caballero con una voz grave y sin aliento.
Erik cerró los ojos justo antes de que le alzara la cintura y sintiese la lengua de Rono humedeciendo su agujero del culo, que se abría y cerraba a cada chupada. Su amigo puso un dedo en su agujero y empezó a empujar suavemente para sacarlo después. Lo hizo durante un rato hasta que pudo meter la mitad del dedo, entonces salió del agua, lo manejó y situó como si de un muñeco se tratara, le dio la vuelta poniéndolo a cuatro patas, y le metió la polla sin cuidado, haciéndolo gritar. El caballero, perdido en su placer desbocado, no detuvo su movimiento de embestida. El grito de Erik se convirtió en un jadeo de placer y cuando apoyó la cabeza en el suelo y vio por debajo suyo los huevos de Rono, que aún estaban goteando del agua, lo agarró y manoseó, haciendo que éste se excitara aún más y empezara también a gemir.
- Aaahh... No dejes de hacer eso.. Aaah.. Aah.. Mmm..
- Dijo con cara de dolor.
El caballero se apoyó sobre su amigo, agarrándolo de los hombros y golpeándole con más velocidad, hasta que un grito grave y varonil inundó aquel lago. Erik sintió un tibio liquido llenarle el cuerpo, dejándolo inmóvil por un instante. Rono seguía gimiendo y no tardó en salir de su culo y voltearlo para masturbarle, mientras volvía a chupársela.
Erik se incorporó y pasó sus manos por la espalda de Rono, palpando cada uno de sus músculos. Cuando se corrió, Erik se abrazó con fuerza a la cabeza del caballero y sacudiendo su cintura segundos antes de caer rendido en aquella manta verde que era el prado. Cuando Rono se tragó el semen del joven, recorrió su cuerpo tumbado y se juntó a él, quedando nuevamente dormidos.
Al abrir los ojos, Erik volvió a ver Rono. Volvían a estar en el claro, pero ahora era el caballero el que lo abrazaba a él.