La guerra de los mundos

Jugada de riesgo

JUGADA DE RIESGO

Llego en el auto de Fermín a la dirección informada y semblanteo el lugar. El club aparenta tener mucho nivel y los asistentes que esperan para poder entrar, parecen modelos de revistas de moda, mencionar a mi contacto me abre el acceso con los gorilas que custodian la entrada y me dirijo a la barra para apreciar el paisaje.

No tardo en verla. Está de espaldas a mí, vestida para matar. Su sinuosa figura embutida en un mínimo vestido elastizado invita al pecado. Está conversando alegremente con un par de amigas tan deseables como ella, acompañada de un rubio gigante que la sostiene de la cintura, con una mano apoyada en su nalga en señal de posesión. Sé lo que debo hacer, solo debo esperar el momento.

Cuando veo que el maromo la suelta para saludar a un amigo, me aproximo sin dudarlo por su espalda, la abrazo desde atrás sin importarme el gigante y tomándola de sus tetas le doy un beso en el cuello.

-. Hola Carmen. ¿Me extrañaste?

==========================================================

En pleno verano y finalizando Enero, el trabajo acumulado era tal, que tuvimos que separarnos para poder atender a todos los clientes. Trabajos como el corte de pasto, desmalezamiento de canteros y poda de emparejamiento, ya se me daban lo suficientemente bien, como para poder encararlos solo.

El sábado que marcaría el rumbo de mi vida en el futuro, Gus me dejó a la mañana temprano, junto a las herramientas que pudiera necesitar para mi trabajo, en la entrada de la mansión de fin de semana de Javier Capriles.

A la vista, el predio era enorme y el trabajo sería intenso. Como el día se presentó caluroso, fui vestido con un pantalón bermudas, una camiseta ajustada de tirantes, una gorra y unos boxers de lycra como ropa interior.

Un custodio verificó mis credenciales y un carrito de golf me trasladó al interior, donde coronando un terreno de aproximadamente una hectárea, en medio de añejas arboledas de pinos y eucaliptus, se alzaba un chalet monumental, rodeado de jardines.

Más al fondo, a un costado de una gran piscina, una construcción secundaria alojaba a sus guardaespaldas. Contorneado por un seto de arbustos, el espejo de agua tenía medidas olímpicas y estaba rodeado de una alfombra verde que parecía un green de golf, en cuyo lateral izquierdo se emplazaba un predio de baldosas atérmicas que oficiaba de solario. Sobre él, recostadas en unas tumbonas, dos mujeres espectaculares sin corpiño, no me sacaban los ojos de encima.

Las conocía del club, pero verlas de esa guisa me sacudió la calma, de piel trigueña, pelo negro y ojos verdes, las exuberantes mujeres de los guardaespaldas del mafioso, estaban para comérselas. O para ser comido por ellas.

Me puse a trabajar recortando el seto, sin dejar de observar como las voluptuosas damas no me sacaban los ojos de encima, conversando divertidas en voz baja. Recortar la alfombra verde con la sensación de ser observado se fue convirtiendo en una tarea dura, que me hacía transpirar profusamente. Al terminar esa tarea y ponerme a limpiar las herramientas, me llamaron a su lado.

-. ¿Cuánto te paga Javier por este trabajo? Preguntó Irma la esposa de Boris

-. Cincuenta dólares señora. Le contesté tranquilo pero sin dejar de admirar como su escueta tanga blanca le demarcaba el coño.

-. Te damos otros cincuenta cada una, si nos haces un rato de compañía. Agregó Mireia, que estaba boca abajo enseñando un culo de infarto y cuya tanga negra se perdía entre los cachetes.

-. No sé qué le habrán dicho de mí, pero no hago ese tipo de trabajo, solo lo que está contratado. Contesté nervioso.

-. Última oferta, cien cada una o les decimos a nuestros esposos que te propasaste con nosotras. Comentó Irma con una sonrisa de triunfo.

-. Y con respecto a lo que nos han dicho de tí...hmmm... Queremos comprobarlo, porque no lo creemos. Acotó su amiga.

Me encontraba entre la espada y la pared, era evidente que la basura humana, no es una cualidad inherente a los bolsones de pobreza, el vicio y la maldad atraviesan transversalmente a la sociedad.

-. ¿Qué quieren de mí?

-. Nada raro, sácate la ropa, pégate una ducha y ven con nosotras. Me indicó Irma señalando una tumbona entre ellas dos.

Me dirigí a la ducha externa y dejándome los boxers, me saqué las bermudas, la camiseta y me pegué una ducha tragándome la furia que me consumía. Me convenía mostrarme dócil hasta saber lo que se me venía encima.

Sin secarme, me dirigí a la tumbona señalada, siendo detenido por Irma antes de echarme.

-. TODA la ropa.

-. Ni de coña. Me envalentoné.

-.No voy a ser el único que esté desnudo.

-. Eso se soluciona fácil.

Acotó Mireia entre risas, y junto a su amiga se desprendieron de sus tangas, sin dejarme otra opción que desnudarme igual que ellas y echarme en la tumbona con la polla morcillona al aire, logrando que Irma me mire golosa y se siente a mi lado, siendo seguida de su amiga por el otro lado.

-. Vaya, vaya, parece que teníamos razón.

Sin dejar que me escape, Irma tomó mi polla con su mano y la empezó a sacudir suavemente arriba abajo, logrando que alcance su máximo esplendor en segundos, para luego tragársela enterita mientras Mireia me comía la boca.

Cuando la tuvo lo suficientemente lubricada con su saliva, se montó sinuosa sobre mi cuerpo, y teniéndola erguida con su mano, fue bajando su cuerpo, hasta tenerla clavada hasta las pelotas en su centro de placer, Mireia, para no ser menos se puso a horcajadas sobre mi cabeza mirando a Irma y mientras se frotaba el coño en mi cara, le comía la boca a su amiga.

Para no morir asfixiado, levanté su culo de mi cara tomándola de las nalgas para tomar aliento y mientras Irma me follaba, le apliqué a su amiga, una comida de coño de las mías, dedicándole especial atención a su culo de infarto.

Minutos después, llegaron al orgasmo casi juntas y quedaron traspuestas. Momento de indecisión que aproveché enfurecido y excitado, para desmontar a Irma a lo bruto y tirar a Mireia boca abajo sobre su tumbona. Después de escupir en su ojete para lograr una mayor lubricación, se lo partí de una estocada.

Estaba tan furioso por verme forzado a emputecerme, que me costaba acabar y mientras la morena gritaba como si la estuvieran matando, Irma miraba con los ojos vidriosos por la excitación. Cuando noté que Mireia, a pesar de la violencia de la follada, o quizás precisamente por ella, empezaba a disfrutar, bajé mi mano y frotando su endurecido clítoris le provoqué un orgasmo explosivo que la dejó desvanecida.

Me separé de ella dejándola tirada boqueando y me di la vuelta para encarar a Irma, que retrocedía mojándose los labios con su lengua. Cuando tocó su tumbona con las pantorrillas, se recostó, levantó sus rodillas a los lados de la cara y separándose las nalgas con las manos, me ofreció su culo para el sacrificio.

No me hice rogar, tomé los fluidos que exudaban de su coño, le embadurné el culo y se la mandé a guardar con furia, provocándole un grito monumental mitad por el dolor y mitad por la sorpresa. La tomé de los tobillos, los clavé sobre la tumbona a los lados de su cabeza y la empecé a martillar como un desesperado buscando mi orgasmo, sin importarme si ella disfrutaba o no.

Para mi sorpresa, la puta empezó a encadenar un orgasmo detrás del otro, hasta que le llené el culo de lefa gritando como un desquiciado.

Agotado, me tiré hacia atrás y me quedé adormecido en mi tumbona hasta que sentí una mano que me sacudía en forma desesperada, levanté la vista y me encontré con la cara asustada de Diego, el hijo de don Javier que me urgía a levantarme y que lo siga.

Dejando a las morenas dormidas y toda mi ropa tirada, me llevó a la carrera a los fondos de su casa, donde entramos por el lavadero, en el preciso momento que el portón se abría y entraba el auto de los custodios.

Subimos por la escalera de servicio y desde el ventanal de la sala de juegos que daba a los fondos, pudimos observar como Boris e Iván levantaban a sus mujeres de los pelos, preguntándoles porque estaban desnudas, de quien era la ropa tirada en la ducha y como luego se ponían a buscar por toda la casa enloquecidos.

Palmo a palmo, obviando la casa, que era territorio prohibido para ellos, buscaron al que creían responsable de sus cuernos, sin llegar a escuchar las carcajadas de Diego, que de esa forma, lograba una pequeña venganza sobre los responsables de muchas de las burlas que recibía a diario.

-. Me has salvado de una buena.

-. Te la debía, además me ha encantado como has tratado a esas putas ja ja ja , hasta me ha dado envidia, ja ja ja. Anda vístete con esta ropa de mi padre que hay que continuar el paripé.

Me puse el pantalón corto y la camiseta que me ofreció Diego, junto con unas sandalias y salimos al parque hablando tranquilamente de las plantas, tomados de la mano ante la mirada espantada de las mujeres, que temían que metiéramos la pata.

Con notable sangre fría y haciendo caso omiso de la mirada desconfiada de los matones, el muchacho tomó la ropa tirada de las manos de los gorilas, como si fuera suya, mientras yo fui recogiendo las herramientas que luego pasaría a buscar Gustavo, sin dejar de conversar con Diego, que me acompañó hasta la puerta para despedirme. En el momento de partir, sentí la necesidad de mirar hacia arriba y me encontré con la mirada penetrante de Don Javier que me observaba pensativo.

Con Diego nos unía una historia curiosa de encubrimiento mutuo. Todo empezó a mediados de año, fecha en que todavía no conocía a la mayoría de los socios del club, ni sus actividades.

Estaba limpiando y guardando mis herramientas en el cuarto destinado a tal efecto, cuando escuché gemidos sospechosamente conocidos, provenientes del cuarto de almacenaje de implementos deportivos.

Los depósitos del club se hallan al final de las canchas de tenis, en el límite con las de Hockey. Es una gran construcción de seis metros por seis, al lado de nuestros vestuarios, separada en dos mitades con accesos opuestos y unidas por una puerta vidriada.

Del lado que da a las canchas de tenis, se utiliza para el almacenamiento de implementos deportivos, como los palos de hockey, las colchonetas o los cajones de gimnasia y del lado que da a las canchas de hockey, para el almacenaje de herramientas, como las cortadoras de césped, las palas y las tijeras, además de ser depósito de semillas y fertilizantes para resembrar las canchas.

Al asomarme a la vidriada puerta divisoria, puede observar a Luis, el apuesto rubio profesor de tenis, follándose sobre una colchoneta tirada en el piso, a Carla, la explosiva rubia de cuarenta años, madre de mi amante Silvia.

La blonda, posicionada a cuatro patas, estaba recibiendo a los gritos una enculada bestial del profe, con una polla, que reite de las berenjenas. Muerto de risa y muerto de envidia, me retiré en silencio antes de hacer la locura de intentar prenderme en la fiesta. Tenía la polla que reventaba.

Dos semanas más tarde, guardando las bordeadoras, volví a escuchar gemidos y ante la posibilidad de presenciar nuevamente tan morboso espectáculo, me asomé al vitral con la polla en la mano, dispuesto a pajearme con la exhibición.

Cuál no sería mi asombro al descubrir, que el que recibía la tremenda enculada del profe sobre la colchoneta, era un muchacho delgado de mi edad de aspecto frágil y afeminado, que al levantar la vista y verme, puso cara de aterrorizado.

Le hice señas de que guarde silencio y azorado me di vuelta, guardando mi desvanecida polla me disponía a marchar sin hacer ruido, cuando un furioso hombre de acento centroamericano, entró como una tromba, seguido de dos gorilas que quitaban el aliento y me tomó del mono de trabajo.

-. ¿Dónde está? ¡Hijo de puta, dime donde está mi hijo!

-. ¿Q...quién? No sé de qué me habla.

Contesté para ganar tiempo, sospechando por donde venía la mano

-. No mientas hijo de puta, lo vieron entrar aquí.

-. N...no es posible. No vi a nadie.

Revolvieron todo el local y al llegar al fondo se asomaron al otro depósito y no vieron a nadie, los tortolitos habían huido espantados por mi pillada. El hombre, más calmado, me pidió disculpas y se retiró seguido de los gorilas que no le perdían pisada.

No volví a ver al muchacho hasta un tiempo después, cuando se sentó a mi lado durante la hora de almuerzo en el bufet del club.

-. Gracias, te debo la vida, ja ja ja

-. ¿Gracias por qué? Mientras no joda a otro, cada uno es dueño de hacer con su vida lo que se le cante sin que lo cuestionen,...

-. Una reflexión madura, pero no muchos hubieran enfrentado a mi padre sin hablar, y muchos menos, se hubieran guardado un secreto como ese.

-. Veo que conoces poco a la gente, son más de los que tú crees, aunque quizás no los encuentres en este club. De donde yo vengo, abrir la boca te puede costar la vida.

-. ¿No exageras?

-. Para nada, lealtades y pasiones se juzgan por cuestiones mucho más profundas que la sexualidad de la gente, un hombre puede matar a otro por el simple hecho de faltarle el respeto a su esposa, aunque ella se gane la vida como prostituta.

-. Todo es cuestión de valores, para tu padre es más importante tu sexualidad, que el hecho de que seas o no buena persona y eso para mí es una aberración.

-. Tienes razón, si supiera que Luis y yo nos amamos, lo mataría. Algún día lograremos escapar, nuestro amor es muy fuerte.

Recordando la escena de Luis con Carla, me di cuenta que lo mejor era callarse la boca. Lo más probable era que el profe fuera un vividor y se vendiera al mejor postor. Con semejante polla no era de extrañar una cosa así.

A partir de ahí, fuimos amigos y nos cubríamos mutuamente, aunque la salvada de esa tarde en su casa no tenía parangón con nada que hubiera vivido antes, se la había jugado para avisarme, aún en presencia de su padre y sin importarle lo que dio a entender a los gorilas, eso para mí, no tenía precio. Desde ese día contaba con mi lealtad absoluta.

Y esa lealtad, traería mi destrucción.