La guerra de los mundos 8
La caída
LA CAÍDA
-.Perdone oficial… ¡Ughh…Qué dolor!... No la entiendo... ¿Pareja?... ¿Chulito?... No sé qué habrá visto...Ufff...O qué le habrán contado…Mientras estaba desvanecido,
Replico extrañado por la actitud patoteril de la policía, mientras trato de incorporarme.
-.Recién llego de un largo viaje y estaba saludando a mi esposa... No tengo idea de por qué este animal me atacó sin previo aviso, ni provocación de mi parte.
El rubio, al comprender el lío en el que estaba metido, soltó a Carmen como si quemara, en medio de un silencio abrumador.
Pronto todas las miradas se dirigieron a mi mujer, entre ellas, las de las sorprendidas agentes, que empezaron a palpitar de que iba la cosa.
-.Señora ¿Es verdad lo que dice este hombre?
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Lo sucedido el fin de semana me había dejado tocado, la traición de Graciela me había pegado, y no porque se haya follado a su ex, después de todo, había hecho lo mismo conmigo, si no por el engaño innecesario haciéndome pasar por estúpido. Si a alguien que quieres de cualquier forma lo humillas así, lo traicionas en lo más profundo, la confianza que ha depositado en ti.
Y después estaba el tema de Paula, había sido un polvo bestial y la hembra era un cañón, pero se había salido con la suya, me había comprado. Me había manejado para que perdiera el control, eso era cierto... pero también lo era, que me había prostituido por segunda vez.
En vísperas de Nochevieja, cavilaba sobre eso durante mi horario de almuerzo en el club, cuando Graciela se sentó a mi lado sin pedir permiso y empezó a hablar sin mirarme a la cara.
-.Lo siento, quería decírtelo, pero no encontré el momento, bla, bla, bla...bla, bla, bla.
-.Me habló hace un mes y me pidió perdón, está muy arrepentido, bla, bla, bla...
-.No sabes lo cambiado que está, me pidió otra oportunidad, bla, bla , bla...
-.Lo nuestro no tenía futuro, somos de clases diferentes y lo sabes, bla, bla, bla...
-.Nos conocemos desde pequeños, bla bla bla…bla, bla, bla.
-.Nuestras familias son muy amigas, y están muy contentas, bla bla bla...
-.No tiene que ser el fin de lo nuestro, podemos seguir viéndonos entre semana como hasta ahora. Él no tiene mucho aguante para el sexo, con una vez por semana se conforma. Y después están las giras del equipo. Tú y yo nos vamos a cansar de follar.
Sus últimas palabras, despejaron la niebla de ira que su parloteo me provocaba. Tomé mis cosas y me levanté para irme sin contestarle lo que se merecía. Me detuvo furibunda, tomándome de un brazo.
-.No te atrevas a abandonarme, puedo pagarte si es necesario.
Quedé petrificado, si me cortan no sangro.
-. ¿Como dices? ¿Estás loca o qué te pasa?
-. No te hagas el digno conmigo, sé muy bien lo que haces y no me importa, mientras no me hagas a un lado.
Me levanté sin contestarle y cuando abandonaba el bar, me corrió para advertirme.
-. No me tengas de enemiga, soy mala perdedora.
No tomé conciencia del alcance de esas palabras.
La tarde fue un infierno, llegué a casa enojado, saludé de mala manera a mis hermanos y me metí en mi cuarto, las palabras de Graciela habían calado hondo en mi conciencia, más quería escapar de las miserias humanas, más me hundía en el barro.
Enfadado, tomé una determinación que podría cambiar mi vida, les daría lo que querían. Mientras no tocaran a mi familia, no obstaculizaran mi trabajo, ni alteraran mis planes de estudio, me follaría todo lo que me pusieran adelante. Sólo haría dos excepciones, la esposa de Javier y Graciela, pero por razones distintas, sentía una profunda lealtad hacia Diego y no le daría el gusto a la traidora.
Como empezó, nunca lo supe, quizás lo ocurrido en Nochebuena influyera, pero no habían pasado más de un par de días de Enero, cuando requirieron mis servicios desde la casa de Silvia.
Me presenté en su chalet a la mañana temprano y Carla ya estaba tomando sol en la piscina. Sabía que Silvia estaba en la costa con Bea y Marta y no tenía noticias de su marido.
Sin mirar demasiado su físico escultural, -para no empalmarme recordando la enculada de Luis-, me puse a trabajar recortando el césped del jardín y dejé los canteros que estaban cerca de la rubia, para desmalezarlos más tarde.
Una hora después, terminé con el corte de pasto y al acercarme a los canteros, noté que la blonda se había quitado el corpiño y sus grandes tetas con los pezones empitonados, lucían majestuosas mientras se las embadurnaba de crema mirándome provocativamente.
Tragué saliva y seguí con mi tarea haciendo caso omiso a sus insinuaciones. Cerca del mediodía terminé mi trabajo y cuando pagó mis honorarios, junto a los billetes había doscientos dólares.
-. Por favor Carla, no me hagas esto, Silvia es mi amiga. Tú ya tienes a Luis.
-. Silvia no es tu amiga, es tu amante que no es lo mismo y con respecto a Luis, desde que sabemos que alterna carne y pescado ya no nos interesa tanto. Además, él es un gatito amaestrado, en cambio tú... Eres una fuerza de la naturaleza que ha caído entre nosotras, ven aquí.
Resignado, guardé el dinero en el bolsillo y me acerqué. Carla bajó mis pantalones junto a mis boxers, y evaluando la herramienta opinó.
-. No es como la de Luis, pero está muy buena.
Y sin esperar, se la llevó a la boca, mientras yo me desprendía de la ropa a las patadas. Cuando llevaba cinco minutos de mamada, mi cabeza hizo un click.
La tomé de los pelos, la separé de mi polla y acostándola en la tumbona, me puse invertido sobre su cuerpo y le empecé a comer el coño, mientras le enterraba con violencia la polla en la garganta, nos corrimos los dos casi juntos y aun así mi erección no menguaba.
Me di la vuelta, puse sus piernas sobre mis hombros y la empecé a follar con una furia que me excedía, Carla encadenaba orgasmos, pidiendo que la dejara descansar, pero estaba desbocado, no escuchaba sus ruegos ni me importaban.
En unos de sus orgasmos, aprovechando que desfalleció durante un momento, le saqué la polla del coño, levanté su cuerpo unos centímetros y se la clavé en el culo, que acostumbrado a la mamporra de Luis, cedió gustoso.
Media hora después estallé en un orgasmo tan violento, que se me llenaron los ojos de lágrimas, producto de la indignación que sentía. Lágrimas de las que nadie se percató, porque Carla había perdido el conocimiento. Me pegué una ducha en la pileta y cuanto levanté la cara para enjuagar mi pelo, descubrí en el piso superior al doctor Sempé, que me miraba con los ojos vidriosos por la excitación.
Lo que siguió durante ese verano fue demencial, las hembras no eran estúpidas y las cuatro se organizaron para compartirme con sus amigas, tanto en la sala de almacenaje, como en sus casas particulares, una a una, las mejores mujeres del club, fueron pagando por mis favores. Favores que solo vendía, después de terminar mi trabajo.
Pero toda novedad pasa y se vuelve aburrida rutina, el verano terminó y estaba por comenzar un nuevo año universitario. Mi hermana avanzaba a pasos agigantados en sus estudios y se encargaba de llevar adelante la casa, los dos varones ya estaban en la secundaria, habían hecho nuevos amigos y no se metían en problemas y yo aportaba el dinero necesario para nuestra subsistencia.
Cada tanto nos visitaba mi madre y mientras ella conversaba alegremente con su hija, poniéndose al día de su nueva vida, el Laucha me actualizaba las novedades del barrio. Cuando le comenté que había visto al turco en casa de Graciela, me recomendó que tuviera cuidado, se había quedado con la sangre en el ojo y me la tenía jurada.
Con el dinero recaudado de la jodienda compré una moto usada más grande, para no tener que dar explicaciones al fisco y me aboqué a dejar atrás en lo posible, la locura de esos meses de verano. Claro que uno propone y los demás disponen.
Faltando una semana para el comienzo de las clases, estaba limpiando mis herramientas en el galpón del club, cuando entró sin anunciarse el doctor Sempé y se quedó parado observándome. Me puse en guardia inmediatamente, tratando de pensar en forma acelerada que podría haber hecho para molestarlo, cuando empezó a hablar.
-. Me ha comentado Carla que ya no quieres nada con ella.
-. No es tan así, solo quiero salir de esa vida. No es lo que quiero para mí. Tarde o temprano voy a terminar mal, hay mucha trampa y engaño en el medio.
-. Sabes que no es mi caso, que estoy al tanto de todo.
-. Ja, ja, si... hay cosas que todavía me asombran, no sé como puede soportarlo.
-. Si no lo sientes, no lo puedes explicar. Cuando estás con una mujer como Carla, o la compartes o la pierdes. No soportaría que me traicione a mis espaldas y he aprendido a disfrutar viendo cuando la hacen gozar, como yo no soy capaz.
-. No me atrevo a opinar ni a criticarle, he visto a hombres muy machos y potentes adorar a su mujer, aun sabiendo que se prostituyen para llevar la casa adelante. Pero esos son casos de necesidad, es el primero que conozco capaz de disfrutar con el goce de su mujer. Debe quererla mucho para eso. Siempre pensé que lo toleraba para no perderla. Imagino que esta esclarecedora charla tiene algún motivo subyacente. ¿Qué quiere de mí?
-. Eres muy maduro para ser tan joven. Quiero que estés con ella una vez más, y quiero estar presente. Te doy mil dólares si aceptas.
Lo miré a los ojos buscando la trampa y solo vi ansiedad, era mi oportunidad de salir tranquilo conmigo mismo.
-. Está bien, acepto, pero con una condición, no quiero nada a cambio.
La reunión se concretó en el departamento de Bea y contra lo que me suponía no fue nada chocante. Carla y yo volamos por todo lo alto durante horas, sodomización incluida, mientras él se masturbaba una y otra vez sentado en un sillón. Cuando agotado me fui a duchar, Hugo se acercó a la cama y se besó con su mujer, con un sentimiento en el que vi ternura, pero que no lograba entender.
Al salir del baño me cambié en silencio y me retiré dejándolos abrazados sobre la cama. Ese mismo lunes fui a una clínica y le conté al doctor mi trabajo de gigoló, pidiéndole que me prescriba todos los estudios pertinentes para descartar cualquier ETS. En un par de semanas ya sabía que a pesar de mi conducta irresponsable, estaba libre de enfermedades.
Llegó el primer día de clases y me sentí aliviado de haber dejado atrás una etapa oscura de mi vida que iba tratar de no repetir. El trabajo se me daba bien, mis contactos en la facultad habían logrado que pudiéramos utilizar el vivero para nuestros cultivos de estación, a cambio de aportar nuestra experiencia en los trabajos prácticos de los alumnos y Gus estaba encantado de estar rodeado de tanta carne fresca.
Nos habíamos asociado y así como yo hacía la vista gorda con sus aventuras con algunos socios del club que no habían salido del armario, -algunos de ellos casados- él lo hacía con mis aventuras con sus esposas. Teníamos el acuerdo tácito de poner el trabajo por delante de cualquier desliz, y lo respetábamos a rajatabla.
Sentado en un banco doble, esperaba la llegada de los profesores de Anatomía y Fisiología Animal, materia que compartimos con Veterinaria, cuando Claudia se sentó a mi lado.
-. Qué sorpresa, ¿Qué haces tú en este horario?
-. Estoy haciendo pasantías por la mañana y como sabía que compartiríamos esta materia y Química biológica con Agronomía, me he anotado en el turno noche con la esperanza de cursarla contigo.
-. Pues lo bien que has hecho, por fin tengo a alguien conocido de compañero.
-. También podrías cursarla con Graciela.
Me dijo Claudia con cierto retintín
-. Hace rato que no hablo con ella, pero no creo que le gustaría cursar de noche.
-. ¿Pero ustedes no estaban juntos?
preguntó con cierta expectación
-. No más allá de cruzarnos cada tanto en el club, ella frecuenta un ambiente que no es el mío.
-. Ahh, si, el dichoso club...Lo que daría yo por poder ir a un lugar así
. Suspiró contenta y melancólica.
-. ¿Y por qué sería eso?
-. Porque eso significaría que mis padres me dejarían respirar y encontrar los contactos para intentar ser modelo, eso y mi devoción por los animales, son mis dos grandes pasiones.
A partir de ese día nos encontrábamos dos veces por semana en la facultad y nos fuimos poniendo al día de nuestras vidas. Nunca pudimos compartir un café ni conversar fuera de horas de clase, ya que su padre la traía y la pasaba a buscar cada vez.
Llegó el turno de los trabajos prácticos y de manera natural formamos grupo. Ella vivía en un barrio de clase media con nombre palaciego, vecino al mío que ostentaba nombre de realeza. Paradoja de las realidades de los laburantes que los habitaban.
Los fines de semana de reunión, invariablemente lo pasábamos en el comedor de su casa, bajo la estricta supervisión de sus padres. Largas jornadas de día completo, en cuyo horario de almuerzo, era sometido por ellos a un sutil interrogatorio sobre mi persona.
Ramón, su padre, era un fornido cincuentón que trabajaba como suboficial mayor en la vecina comisaría y Juana, su madre, una inquietante cuarentona de mirada felina, cuya vestimenta conservadora no ocultaba la figura de la cual, Claudia había heredado las formas. La atractiva y severa mujer, complementaba su labor de ama de casa, siendo catequista por las tardes en la parroquia de su barrio.
Llegamos a mitad de año, el trabajo y la intensidad de los estudios no me dejaban tiempo libre y tanto Bea como las demás mujeres, sabiendo la importancia que tenían para mí, me daban espacio y no me atosigaban. Para ese entonces, llevaba más de tres meses de sequía sexual.
Llegaron los finales de mitad de año y tanto Claudia como yo los aprobamos con buena nota. Saltando frente a las pizarras festejando la novedad, nos dimos el primer beso y comenzamos un noviazgo extraño a escondidas de sus padres.
Nos reuníamos en su casa aunque no tuviéramos nada que estudiar y pasábamos largas horas conversando sobre nosotros en las narices policíacas que vigilaban a la distancia.
Nos besábamos en los pasillos, o en los grandes terrenos de la facultad si teníamos alguna hora libre. La temperatura entre nosotros iba subiendo y no encontrábamos espacio para avanzar, hasta que llegó la primavera y un sorpresivo paro del personal no docente suspendió las clases de ese día.
Lejos de preocuparnos, nos internamos en los terrenos de la facultad y aprovechando que el sereno estaba de huelga, ingresamos en su sala de descanso anexa al vivero del cual yo tenía llave. Una pequeña y limpia habitación con baño incorporado, con un pequeño escritorio, una cama de una plaza y un cómodo sillón individual.
Nada más cerrar la puerta nos abalanzamos uno sobre el otro y nos comimos a besos, mientras nuestras manos pugnaban por sacarnos mutuamente las remeras. Cuando lo logramos entre risas, Claudia retrocedió un paso con las manos en la espalda, en ese ademán tan femenino de desabrocharse el sostén y liberar sus magníficas tetas, mirándome con deseo…
-. ¿Me vas a tratar bien? Soy virgen.
-. Como a una Diosa.
La respuesta le agradó y ante mi ansiosa mirada liberó esas dos hermosuras para mi delirio, me acerqué despacio para no asustarla con mi desesperación, la senté sobre el escritorio para darme un atracón de tetas y recorrí sus muslos con mis manos más allá de las fronteras de su pollerita tableada.
Alcancé sus bragas y tomándolas de la cintura elastizada sin dejar de mordisquear sus pezones, comencé a bajarlas con su colaboración levantando la cola, en medio de sus suspiros.
Una vez liberado de tan molesta prenda, acaricié suavemente su peluda rajita y notándola increíblemente mojada, abrí mis elásticos vaqueros, los bajé junto con mis boxers hasta debajo de la cadera y tomando mi excitada polla con mi mano, comencé a frotarla arriba y abajo a lo largo de su abertura.
Claudia, excitada al extremo, buscaba su empalamiento avanzando la cadera, pero yo lo evitaba reculando y volvía al ataque, cuando su entrada se había dilatado lo suficiente fui introduciendo el glande despacio, sin dejar de acariciarla y besarla, ahogando sus quejidos por la gran intrusión.
Cuando hice tope en su himen, me detuve y la miré a los ojos. Nerviosa y agitada, me dio el sí con un movimiento de cabeza y antes de que lo pudiera asimilar, la clavé de un caderazo.
El alarido fue brutal, la sostuve entre mis brazos acunando sus sollozos sin moverme y cuando se tranquilizó, me fui retirando despacio para volver a entrar. Poco a poco fue cambiando sus gemidos de dolor por gemidos de placer hasta explotar en un orgasmo que ahogó en mi hombro.
Esperé que se calmara y volví a empezar, nuestro ritmo a esta altura era feroz, cuando ví llegar mi éxtasis y me quise retirar, fui apresado por sus piernas enroscadas en la cadera.
-. No te salgas, me estoy cuidando. Sabía que llegaría este momento, solo espera un momento y te acompaño.
Explotamos juntos comiéndonos a besos en un delirio de placer.
Nos cambiamos cohibidos por la experiencia y en medio de caricias sentidas, decidimos continuar adelante y hablarlo con sus padres. Solo le puse una condición, que escuchara lo que le tenía que contar y después decidiera si quería seguir. Asustada, estuvo de acuerdo y quedamos en hablarlo el siguiente sábado, en nuestras horas de estudio compartido.
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