La guerra de las fogosas (noche)

Las fogosas se llevan a Javi de marcha.

Las chicas empezaron a arreglarse a las 21:00, y a eso de las 23:00 acabaron y se reunieron en el salón. Sacaron unos vasos y hielo, y se bebieron unos tragos de una botella de Ron Brugal que estaba por la mitad (sobró un día de juerga).

Marta llevaba un traje largo de gasa color granate, con una raja en el lateral de la pierna y la espalda descubierta.

Sabrina su nuevo vestido blanco ceñido al cuerpo. Sin nada debajo.

Lucía un top amarillo y unos pantalones pirata de color negro con un taconazo de diez centímetros.

Apareció por allí Javier avasallando: Llevaba una camiseta negra cortada por el hombro que dejaba sus musculosos brazos a la vista. Estaba tan bueno que incluso se le marcaban los abdominales a través del algodón. Por abajo llevaba puesto un pantalón de pinzas blanco. Esa tela y ese color realzaban aún más su impresionante paquete. Invadió el salón de un olor a... un olor a.... No sé, a tío cañón de discoteca. Llevaba el pelo engominadito de punta.

Las chicas lo miraron de arriba a abajo alucinadas aguantándose la baba con el labio. Comprendieron en silencio que aquello iba a ser una lucha a muerte por llevarse a esa bestia sexual a la cama.

—Menos mal que vamos con un hombre fuerte, sino los tíos con estos vestiditos nos comen —dijo Sabrina radiante.

—Desde luego, parecéis chicas de revista, qué morenas estáis y qué guapas.

—Cuando quieras nos vamos.

—Sí, yo estoy listo.

Primero fueron a un pub cercano muy pequeño. Allí la camarera devoraba con los ojos a Javier. Sabrina se dio cuenta y al levantar la mano Javier, ella se interpuso y pidió las copas:

—Martini con limón, Brugal con limón y Malibú con piña.

Ay, ¿y tú qué quieres, Javi?

—No, yo de momento nada.

La camarera miraba a Javi con dulzura al preparar las bebidas. Esa dulzura era directamente proporcional a la agresividad que las otras empleaban en sus amenazantes miradas. «Ésta invito yo», dijo la pava sonriendo. "Qué generosidad."

Las tres recogieron sus copas. Javier como era el chico Pepsi-light no bebía alcohol, y todas le felicitaron por ello con su copa bien sujeta a la mano.

—Chicas, ¿me acompañáis al baño? —soltó Sabrina.

—Venga, Sabri, yo voy contigo. Marta, vente —impuso Lucía.

—No, yo me quedo. Paso de dejar a Javier solo... Iros, iros vosotras —lo decía sin mirarlas y agitando la mano para que se piraran.

Las dos pusieron cara de arpías y se retiraron. Marta sonrió y se lanzó al ataque:

—¿Qué te parece vivir con nosotras?

—Pues está muy bien. La casa es fenomenal... me tratáis muy bien… Ojalá todo siga así.

—Nosotras pensamos lo mismo de ti. Bueno, no todas. No se lo cuentes a las chicas, pero según ellas lo único que puede estropearlo es que una de nosotras se líe contigo. Claro que para ellas es muy fácil, como Sabrina está con uno y Lucía está enamorada de otro...

—No lo entiendo, ¿y eso por qué?

—Cada una tiene su opinión. Ellas piensan de esa manera, pero yo pienso lo contrario. Yo desde luego si llegara a darse el caso y nos gustamos, pues no lo dudaría, el amor es lo primero.

Él asintió con la cabeza.

—Imagínate que una noche loca por lo que sea acabáramos enrollados y acos-tándonos juntos. Yo por lo menos por mi parte no lo tomaría como algo serio. Si luego tú quisieras continuar la relación, pues ya se vería; pero de entrada no te metería en ningún compromiso.

—Veo perfecto lo que dices. Yo pienso igual.

Batalla ganada para Marta.

En ese momento llegaron las chicas; que apenas mearon y se retocaron y llegaron de vuelta en dos minutos. Nunca habían tardado tan poco.

Siguieron bebiéndose las copas y escuchando musiquita hasta que Marta propuso cambiar de aires.

—¿Por qué no nos vamos al Metrópolis? A esta hora se pone muy bien.

—Claro, buena idea.

Salieron del local, llamaron un taxi porque el coche de Marta estaba en el taller, y en cinco minutos llegaron a Metrópolis. Por fuera no había nadie y por dentro estaba abarrotado de gente. No era una discoteca de música electrónica ni moderna, solo ponían salsa, merengue y todos esos bailes latinos. Había unas mesitas blancas de plástico con banquitos y ellos se sentaron en una. Llegó un camarero muy guapo y preguntó qué querían. Pidieron lo mismo que en el otro local.

El camarero se marchó y Sabrina comentó en voz alta:

—Anda, Marta… que te has quedado pasmada con el camarero.

—¿Qué dices?, si estaba muy delgado. A mí me gustan más fuertotes.

—La que te quedas pasmada eres tú y tus gogós —añadió replicando Lucía.

—¿Cómo te va con tu rollete, Sabrina? —atacó Marta.

—Yo paso de él, de momento estoy soltera. Si algún tío bueno se me pone a tiro es que ni me lo pienso.

A los dos minutos trajeron las copas. Ellas seguían conversando, esta vez sobre las tiendas de ropa:

—Bershka esta muy bien... pero yo prefiero Stradivarius. Y en las tiendas surferas y en las hippies también hay unas camisas y unas faldas muy guapas.

—¿Qué dices? Zara es mucho más elegante, y desde luego la ropa más guapa está Mango.

—Qué pija eres. Tú vete a Massimo Dutti.

—¿Tú qué piensas, Javi? —preguntó Sabrina. Seguidamente le dio un trago a su Martini.

—Yo....

—Javi no va a Bershka a comprarse faldas —interrumpió Lucía.

—Sí, pero a lo mejor su novia sí.

—No, yo no tengo novia —cortó sorprendiendo Javi. Sabrina y Lucía miraron a Marta.

—Marta, ¿tú no decías que tenía novia?

—Pero si él lo dijo el primer día que llegó.... ¿O no fuiste tú?

—Yo no recuerdo haber dicho eso.

—....¡Ah, no, calla! que fue la chavala esa rubia. Yo sabía que alguien estaba ennoviado.

—Menos mal que me hicisteis caso y elegimos a Javi en vez de a esa petarda —soltó Sabrina.

La conversación derivó en una discusión entre Sabrina y Lucía sobre cuál de las dos había dicho que Javi tenía cara de serio. Marta aprovechó su supuesta desvinculación, para fijarse en Javier. Y mirando y mirando como no podía ser de otra manera se acaloró. Desde el otro lado de la mesa, empezó a deleitarse con sus fuertes brazos y sus llamativos hombros. Se puso tonta y subió la vista parándose en los ojos y bajando a sus sensuales labios. Él con el rabillo del ojo se dio cuenta y se quedó mirándola. Ella se llevó el cubata a la boca, le guiñó el ojo, y luego dio un trago muy largo.

Por debajo de la mesa, Lucía se había descalzado y estaba rozándole con el pie el tobillo a Javier. Él disimulaba pero no lo apartaba, incluso empezaron a cruzarse miradas cómplices y traviesas. Siguió acariciándole. Le metió el pie por el pantalón y lo deslizó de arriba a abajo insinuantemente. A él se le estaba poniendo morcillona.

Batalla ganada de Lucía.

Marta se percató del roceteo y pretendió cortarlo.

—Bueno, Javi —llamó Marta con coquetería—. ¿Hay alguna chica en estos momentos que te guste?

Lucía saltó:

—¿Por qué no le preguntas si estudia o trabaja, Marta?, quedaría más original.

—Porque ya sé de qué trabaja. ¡Estúpida!

La mano de Sabrina dio un salto espontáneo y se agarró del tremendo bíceps de Javi.

—Qué fuerte estás… Seguro que puedes aguantarme en tus brazos más de una hora.

Marta saltó cortando el manoseo a discreción de Sabri:

—¿Qué animado está el ambiente, no? —dijo poniéndose en pie— Vente a bailar, Javi. ¿Bailas bien?

—Algo sé.

—Da igual, yo te enseño —repuso Marta. Todos se levantaron.

—Venga sí, vamos a enseñarte a bailar —dijo cruzándose Lucía.

—No le atosiguéis —intermediaba Sabrina caminando por detrás.

Marta iba agarrada de su mano llevándolo a la pista con las chicas persiguiéndolos.

Se pusieron en un huequecito por el medio. Las niñatas guarronas se daban codazos y comentaban en voz alta lo bueno que estaba el tío de negro.

—Que sí. Que ése es el del catalogo de Punto Blanco —le decía una a la amiga.

"Anda que con la de modelos que hay en el mundo como para acordarse de uno". La de dedos que no se haría esa chavala con las fotos.

Con miedo al ataque de las lobas forasteras, las chicas lo rodearon. Marta empezó a darle al "body" como sólo ella sabe hacerlo. Con su habitual sonrisa se dio la vuelta y meneó el culo bien provocativo ante los ojos de Javier.

Sabrina aprovechó la errónea estrategia de Marta, para meterse en medio y ponerse pegada a él. Lo agarró de la espalda y le metió las piernas entre las suyas. Una vez que lo tenía agarrado, ni con agua hirviendo la iban a separar. Comenzó a frotarle el muslo por el paquete. Ella se reía victoriosa y lo acariciaba con el dedo entre los pectorales. Estuvieron un ratito muy arrimados compartiendo un tema de Eddy Herrera. Las tetas de Sabri se aplastaban continuamente contra el torso de Javi. Con esa chica tan guapa pegándose no pudo evitar ponerse caliente. Ella lo notó y fue a por más:

—Estás guapísimo esta noche.

—Tú también. Ese traje blanco te queda fabuloso.

—MMmmm. Gracias

Batalla ganada de Sabri.

Lucía se picó y le tiró un pellizco en el culo a Javier. Él por curiosidad giró la cabeza y ella lo cogió de la camiseta. Lo arrastró hacia ella y lo rodeó con sus brazos.

Sabrina se quedó mirando a Lucía con cara de: «ya te cogeré, sé dónde vives».

Sus caras estaban casi juntas. Lucía lo miraba ardientemente. Él no ponía freno al ataque de las fieras, todas estaban hambrientas y con las zarpas bien afiladas.

Lucía movía el tronco en plan Shakira haciendo que las tetas le bailaran de arriba a abajo. Él por cercanía y por imperativo deseo tuvo que mirar.

Marta y Sabrina empezaron a bailar juntas a su lado. Estaban magreándose los culos entre ellas y besándose por el cuello inmersas en su rollo bollo. Javier quería verlo, y al despistarse perdió de vista los labios de Lucía. Éstos estaban ya humedecidos y listos para abalanzarse sobre los suyos.

Sabrina estaba de espaldas a Marta con las manos en sus muslos. Ella las tenía en su cintura y besaba a Sabrina por el hombro.

Lucía, al comprobar que a Javi eso le llamaba la atención, decidió unirse y demostrar que allí la más caliente era ella. Se pusieron una por delante de Sabrina y la otra por detrás; a mover bien el culo y a refregarse bien delante del chico guapo. Estaban guarreándose entre las tres, y una pelirroja muy guapa se fue a por Javi y se le presentó. A veces por ser muy putilla pasan esas cosas.

Los dos tortolitos comenzaron a hablar en medio de la pista. Las niñas dejaron de bailar como zorras y ahora parecían moverse al son de la inocente canción de los pitufos. Sólo observaban con cara de asco a la intrusa que les estaba robando el polvazo.

Pasó un minuto y las chicas se desesperaron. Marta y Lucía fueron a por a Javi y se lo llevaron con brusquedad a la barra. Él se tuvo que despedir de la pelirroja casi de lado.

—Vente, Javi. Vamos a pedir algo.

—Pero si yo no bebo —dijo él.

—Nunca es tarde para empezar —insistió Marta.

—Qué mal gusto tienes, Javi. Con lo fea que era esa tía..... —opinó Lucía.

Se fueron a la barra y pidieron más copas. Allí estuvieron hablando entre ellos con mas calma y sin tanto machete.

—Bailáis muy bien —soltó Javi engatusando.

—Yo llevo muchos años bailando en una academia —comentó apresta Marta.

—Y aun así bailas de pena, sólo sabes mover el culo —cortó Lucía—. La que baila es Susana.

Al cabo de media hora volvieron a la pista a bailar, esta vez respetando un poco más y dando menos la nota. Un par de horas después estaban cansados y decidieron marcharse.

—¿Te lo has pasado bien? —le preguntó Lucía al salir.

—En grande, de verdad, una noche genial.

Cuando salieron de la puerta de la discoteca, iban caminando todos juntos. De repente Marta se atrevió a cogerle de la mano y sujetarlo, dejando que las otras dos se adelantaran un par de pasos.

—Con tanto baile estoy destrozada. ¿Cuando lleguemos a casa vas a darme un buen masaje?

—Sí..., claro —dijo con voz perturbada sin tiempo a pensarse la respuesta.

Sabrina levantó la mano y paró un taxi. Se montaron y fueron para casa.

Iba Marta montada delante, y las demás atrás con Javi en medio. Por el camino, Lucía empezó a acariciar el muslo de Javi y a arrimarse como si estuviera en celo. Sabrina interrumpió:

—Niña, no molestes a Javi, seguro que está muy cansado ahora como para ponerse a hacer manitas.

—¿Tú qué estás: borracha? ¿Por qué no sacas la cabeza por la ventana y tomas un poquito el aire?

Una vez llegaron a casa, se sentaron en los sofás y encendieron la tele. A esa hora no había pelis, así que Lucía buscó un dvd para ponerlo.

Alguien sacó los culitos de un par de botellas y echó unos improvisados cubatas de limón Bacardi-Brugal.

Se acomodaron, pulsaron al play en el aparato del dvd, y empezó la peli.

Los títulos de crédito en color magenta citaban «Sandyxx», «Rocco Pitrocco», la musiquita jazz sonaba de fondo... No había que acudir al curso de videncia de la bruja Lola: Era una peli porno.

—¡Qué guarra eres, Lucía! ¿Qué va a pensar Javi de nosotras?

—De verdad que no lo sabía. Eso es que muchas veces cuando te descargas una peli del Emule te meten una porno. Un fake se llama.

—¿Un fake se llama? Yo lo llamo una tía guarra —dijo tajante Marta.

—Sí, tú la llamas guarra. Pero tú bien que sigues mirando —dijo Sabrina.

—¡No voy a taparme los ojos! Si no hay otra cosa....

En la peli un tío muy bueno caminaba por una playa nudista con el bañador puesto.

—¡¿Dónde está esa playa?! —gritó Marta

—¡Cállate, deja que veamos la peli! —quejó Sabrina.

—Lo ves, la guarra eres tú —dijo Lucía.

—Sshhhhhhhhh.

El tío vio a dos chicas desnudas sentadas en la toalla y se acercó a ellas. Las saludó, se puso delante y se bajó el bañador a lo sexyboy.

Las chicas de la peli empezaron a mojarse, las que estaban en el sofá también.

—¡¿Dónde está ese tío?! —exclamó nerviosa Marta.

—Sshhhhhhhhhh ¡Calla!

Las actrices se empitonaron y comenzaron a follarse al guaperas nudista sobre la arena

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