La Gudari y el Guardia (I)

Una aventura en el lugar en el que menos esperaba que ocurriera se presenta ante mi. De ninguna manera iba a dejar escapar aquella oportunidad para traspasar todas las barreras sociales que hicieran falta haciendo aflorar los instintos más primitivos de las personas.

Bienvenidos/as a mi primer relato, espero sea de vuestro agrado. Lo que a continuación se muestra son hechos REALES, por lo que las localizaciones y nombres han sido alterados a conveniencia.

En aquel entonces yo era un Guardia Civil recién llegado a Navarra, la tierra era santo de mi devoción aunque socialmente me encontraba bastante solo, hacer amigos no era lo más fácil del mundo. Por este motivo comencé a aprovechar la moto y las sinuosas carreteras norteñas para conocer, fotografiar y disfrutar de aquellos maravillosos parajes.

Hacía tiempo que deseaba conocer Alsasua, además era un nudo de carreteras y tenía dos días libres por delante. Llegué bastante tarde y una vez alojado en un hostal fui a ver qué ambiente pudiera existir en los bares de la zona antigua. Sinceramente el lugar me chocaba y creo que se notaba a leguas que no era de aquel sitio, vestóa mi ropa de conducir (no llevaba mucho más), camisa, vaqueros, botas  negras…

En el primer bar en el que entré, con bastantes cuadrillas repartidas por las distintas mesas, decidí plantarme en la barra y probar el vino, lo disfrutaba mucho. Mientras observaba el lugar, vino a pedir a mi lado una muchacha que venía de una de las mesas cercanas. Dicho grupo estaría formado por unos 6 chicos de mi edad aproximadamente y ella… aún no sabía su nombre, pero creo que me quede un poco absorto mirándola. Era alta, mediría 1,74, un pelo ondulado y bastante salvaje caía sobre sus hombros. Tenía un aspecto bastante “hippy” pero llevaba una camiseta de tirantes bastante ajustada, la cual marcaba una espalda en forma (sin duda haría deporte) y unos pechos… eran perfectos, para mí. Firmes, rectos, dándole una actitud altanera en su caminar. Por supuesto ella reparó en mí…

Ella .-¿Quieres algo?

Yo.-No perdona – no sabía muy bien cómo salir de aquella situación incómoda – me estaba fijando a ver como pedías la siguiente ronda, que aquí no me entero de nada.

Ella.-Ya… ¿eres de fuera no?, tranquilo que aquí te entienden bobo.

Al contrario de lo que yo pensaba… es decir, un mal gesto y algún comentario tajante me respondió con una sonrisa. Vaya, sonrisa que aprovechó para chequearme como yo había hecho al ponerse a mi lado, era inevitable.

Varios segundos después le sirvieron un par de cervezas y las cogió para llevárselas a la mesa, su grupo estaban riendo entre ellos y no reparaban en ella. Yo quería decirle algo más, me había llamado la atención bastante pero se me escapaba en cuestión de segundos.

Yo.-Espera…

Ella.-¿Sí?

Yo.-Podrías recomendarme algo por la zona para visitar, acabo de llegar.

Ella miró las consumiciones con un claro gesto de encontrarse cargada y tener que irse a la mesa, por lo que lacónicamente respondió…

Ella.-El centro es muy bonito.

Y se giró rápidamente para acercarse a su cuadrilla.

El rato fue pasando, entre cerveza y cerveza la miraba sutilmente, quería de verdad conocerla. No obstante con la mera observación era suficiente como para adivinar ciertas cosas y entre ellas, algo que me llamó poderosamente la atención. Uno de aquellos chicos con una estética bastante particular, de gran tamaño tanto en alto como en ancho y con un grave problema de tener que alzar la voz para decir cualquier cosa, no paraba de ponerle la mano en el muslo con… demasiado énfasis a veces. Claramente tenían algún tipo de relación aunque no pareciera ir sobre ruedas… ella le apartaba la mano del muslo continuamente aunque la colocaba entre las suyas, disimulando bastante bien al resto del grupo su incomodidad.

Al rato… se levantó y volvió a pedir una ronda. Al contrario de sus compañeros que ya se notaban bastante ebrios ella se mantenía seria, al menos cuando venía hacia la barra, momento en el que de nuevo se cruzaron nuestras miradas.

Ella .-¿Todavía no me vas a decir que quieres?

Yo me sobresalté, pero normal. Aunque por la cerveza cada vez me daba menos cuenta, habíamos cruzado las miradas no pocas veces.

Yo.-Lo siento… - Entre la situación de verme en un sitio semidesconocido y la fresca cerveza que se acumulaba en mi organismo decidí improvisar – Tu nombre, la verdad que desde antes me quedé con las ganas de saberlo pero entre tanto berrido – Dije mirando a la mesa de sus acompañantes que volvían a brindar una vez más – no he podido preguntarte nada.

Ella no pudo esbozar una sonrisa y una pequeña risotada por lo de berridos, no obstante se contuvo y tiró de orgullo.

Ella.-¿Un poco flipado no?

Yo no sabía dónde meterme por lo que intenté salirme por la tangente aunque rápidamente me interrumpió

Ella.-Ainara, me llamo Ainara.

Yo. - Alfonso, si que ha costado madre mia.

Y comenzamos a charlar todo lo posible en las cada vez más habituales venidas a la barra de Ainara que mostraba una actitud cada vez más abierta demostrando ser muy divertida, guerrera y… bueno… en mi mente, claramente receptiva a las indirectas que le lanzaba conforme subía la conversación.

Poco antes de cerrar el bar la cuadrilla se levantó mientras Ainara estaba hablando conmigo. No era excesivamente descarado por la gente del local, pero obviamente se habían dado cuenta en su grupo de que Ainara estaba sudando esa noche bastante de ellos. El que pareciera ser su pareja la grito prácticamente desde la puerta… lo llamaremos Aritz.

Aritz.-¡Cutxu! ¿Vamos para casa o vas a seguir pasando de mi? Paga lo último que marchamos.

Ante dicha alocución Ainara cambió el semblante por completo, pidió la cuenta y prácticamente sin decirme nada se dio la vuelta para marcharse.

Yo.-Ainara espera…

Ainara.-662 559 559 (inventado) ¿A ver si tienes huevos a memorizarlo! Aguuur.

Y se fue, como ella caminaba, con el pecho hinchado pareciendo que reinaba por allá por donde pisaba y dedicándome una última sonrisa.

Yo.-Seis seis dos.. cinco cinco nueve… - Rápidamente sacaba el móvil para anotarlo, cierto es que siempre había tenido gran capacidad de memoria rápida y más aun memorizando filiaciones y matrículas por mi trabajo. Lo anoté y enseguida comprobé si tenía “Whatsapp”… Efectivamente a priori había acertado y enseguida me propuse mantener contacto.

Cuando llegué al hostal ya había intercambiado varios mensajes, no pocos, con Ainara. Por supuesto le pregunté el porqué de su cara cuando se marchó a lo que respondía con múltiples evasivas. Por supuesto, no faltaron las subidas de tono primero en plan gracia y luego como desafíos mutuos. Yo en ningún momento iba a preguntar lo evidente acerca del grandullón que le acompañaba, a mí no me importaba en absoluto y por qué no decirlo, quería pasármelo bien. En resumen, conseguí convencerla de madrugar un poco y dar una vuelta en la moto… nada que un “no hay huevos” no solucione con la gente del norte, ella orgullosa, acepta.

Temprano ya estábamos preparados, ella no iba muy abrigada pero se había puesto unos vaqueros muy ajustados y unas botas de montaña, estaba realmente sexy. Además llevaba una trenza y una chupa de cuero abierta por el pecho que dejaba entrever lo que no me había dejado dormir, su figura de mujer guerrera con ganas de aventuras.

Subimos en la moto y aunque es turismo y se va muy cómodo atrás, aconsejé que se agarrara a la cintura. Además de vez en cuando procuraba dar un acelerón más pasado de la cuenta para que ella tuviera que apretarse más, algo que no pasaba inadvertido para mi entrepierna, que cada vez apretaba más en el pantalón hasta el punto de sentirme incómodo y no poder colocarme mejor.

Llegamos a un parador y nos echamos unas fotos… La notaba distinta al día anterior, muy “liberada” podría decirse. No paraba de reir, bromear y mantener un contacto mucho más cercano e íntimo. Nos sentamos los dos en un saliente y nos quedamos un rato callados.

Ainara.-¿Cuando me dices que eres picoleto?

Yo me sorprendí, a la pregunta sobre a que nos dedicábamos había respondido que estaba estudiando en Pamplona… Pero supongo que esa excusa no duraría eternamente.

Yo.-¿Por?

Ainara.- ¿Estás bobo? Si estás cortado por el mismo patrón. Un estudiante no tiene una moto así ni hace estos viajes. Además eres de fuera, pelo arreglado, vas más tieso que una polla… Y hasta algo prepotente. Además, nunca… había conocido a uno.

Me empecé a reir y ella se quedó atónita. Me hizo muchísima gracia el comentario y me preguntaba si aquella retahíla de virtudes ya la había escuchado en alguna canción de la zona.

Yo.-Bueno, pues yo soy uno y te has subido con él en la moto. Ten mucho cuidado no te vaya a comer.

Ainara.-Pero ¿qué te crees? Ni que hubiera que tenerle miedo a alguien como tú. En cuanto a lo de comerme una lástima.

En ese momento ella hizo una mueca lanzando un mordisco al aire a lo que yo aproveché sin pensarlo para besarla… Aunque en el momento en que mis labios rozaron los suyos ella se inclinó para atrás pero sin levantarse. Antes de que dijera una sola palabra, comprendí que había atravesado ciertos límites y que para nada había sido educado, pensé abrir la boca para disculparme pero ella empujando su pecho me besó a mi. He de decir que fue un largo beso mientras ella agarraba las solapas de mi chaqueta y yo mantenía el equilibrio para no caerme hacia atrás. Aún estaba sorprendido cuando dejó de besarme y sin soltarme del cuello…

Ainara .- No digas nada, no me jodas.

En ese momento tomé el control de la situación incorporándome y abalanzándome sobre ella. El suelo estaba húmedo, bastante húmedo y la ropa comenzaba a dejar diversos puntos por donde el frío hacía encoger nuestros cuerpos. Entendí  que aquello no era una cita corriente, ni siquiera un encuentro corriente. Las normas no escritas no iban a funcionar, el guión no debía ser el mismo que en las situaciones que había vivido anteriormente. El escenario era inóspito, bajo el cielo nublado, en un saliente rodeados de hierba verde llena de rocío. Comenzamos a besarnos, a llevar nuestras manos a un frenético juego en donde uno a otro tratábamos de aprisionar los dedos del contrario con los suyos propios. Las caricias, incluso los primeros atisbos de leves gemidos por las dos partes, no eran para nada normales. No parecía el comienzo de unos preliminares entre dos personas que se acaban de conocer y buscan impresionar, complacer… Parecía un grito, una queja, una discusión rápida y frenética.

Las bocas se quedaban pequeñas y pronto comenzaron a explorar el cuello, las orejas, las nucas. Por momentos me encontraba encima de ella y en otros debajo, continuamente perdía la noción del espacio. Nuestras caderas empezaban a hacer sobrehumanos esfuerzos por juntarse la una con la otra, deseando atravesar las defensas que la ropa presentaba.

Nunca me había sentido tan apretado en mi vida, literalmente notaba los latidos de mi corazón en la base de mi pene, me ardía. La solución llegó rápidamente cuando una mano helada y sinuosa atravesó mi cinturón y la cintura del pantalón llegando al tronco cavernoso, tratando de agarrarlo con fuerza y distribuyendo una humedad claramente aparente que brotaba de la punta del pene por todo su alrededor. Terminó por empujarme perdiendo yo el equilibrio, momento que los dos aprovechamos para bajarme los pantalón lo justo para que ante su cara se colocara mi erecta polla, ni yo mismo la reconocía, aunque por supuesto nunca había vivido nada parecido. No es que fuera especialmente grande pero estaba muy bien proporcionada. Ella sin mirarme a los ojos en ningún momento, comenzó a besarla con frenesí, hambrienta, rabiosa. El comportamiento era similar al visto con mi lengua momentos antes, sus uñas se me clavaban en los muslos y en el vientre y yo respondía sujetando con fuerza su pelo ya alborotado. Seguía sin haber un atisbo de romanticismo, de pausa, de respiro.

Ella había comenzado a succionar con fuerza y cada vez más profundo, su nariz prácticamente llegaba hasta la base del erecto pene y yo estaba sobreexcitado. Al no estar seguro de poder aguantar seguir taladrando lo profundo de aquella garganta, estire de su cuello con fuerza para besarla de nuevo, liberándola de la carne que atragantaba su respiración. Comencé a saborear su saliva mezclada con el sabor de mi polla. Nunca me había dado asco, al revés, solo quería saborear, respirar, sentir cada uno de sus flujos mezclados  con los míos, marcando cada cual a su presa con su propia esencia.

Mientras la besaba, hice lo que minutos antes ella había conseguido con sus manos. Su vientre se encogía al paso de mis dedos que buscaban llegar a lo más profundo de su ropa interior… Quise decir algo

Yo.-Ainara…

Ainara.-No hables… (gemía sin parar) no digas nada.

Mis intenciones eran engullir por completo todo su coño, bebiendo hasta la última gota de flujo que encontrara por medio. Me encantaba hacerlo, amaba el sexo oral. Por mucho que pensara en hacerlo mi cuerpo se encontraba presto para otra disposición. Aquel escenario no iba a ser tan generoso de regalarnos una comida de coño larga, gustosa, placentera y húmeda. Eso requiere de tiempo, de comunión. Requiere de un ambiente que en ese lugar no se daba. Continuábamos con nuestra liza de pasión, un duelo sin piedad que por momentos adquiría un cariz de dominación y complicidad que no había sentido nunca.

Lleve mi mano a su cuello mientras con la otra le bajaba el pantalón. Ella me ayudaba con sus caderas y nublaba sus ojos abriendo la boca y coronando sus labios con un espeso halo de saliva tibia.

La giré, apunté mis caderas hacia ella y lleve mi mano a lo largo de todo su cuello hasta la barbilla, abarcando todo el espacio de su cuerpo. Ella con las rodillas clavadas en el suelo y apenas separadas por encontrarse con el pantalón a medias, mordió uno de mis dedos y fue ella quien deslizó toda su cadera y su apretado culo contra mí, provocando una penetración cuasiperfecta. Ella arqueó todo su cuerpo y yo apreté los dientes, pareciera como si a cada intención o movimiento por mi parte Ainara quisiera tomar la última palabra y decidir en el último momento que era ella misma la que controlaba la situación. Comencé a empujarla con fuerza, no rápido precisamente pero si con mucha fuerza. Ella volvió a meterse un dedo en la boca y lo devoraba con su ágil lengua. Sentía el fondo de su coño, un tope en el extremo más profundo de su ser. Después de varios minutos cambié la fuerza del empuje por un aumento en la velocidad. En el frenesí del acto apenas había caído en la constancia de poder disfrutar de esos pechos perfectos que me estaban volviendo loca la cabeza ese fin de semana. Comencé a apretarlos, tan firmes como yo lo imaginaba.

En un momento dado note como se arqueaba erráticamente y comenzaba a gemir con fuerza. Las paredes de su coño se contraían y aunque deseaba alargar su orgasmo lo máximo posible, lo cierto era que yo no podía aguantar mi corrida demasiado tiempo, además sin protección. Decidí sacarla de golpe, Ainara se estremecio. Rápidamente se dio la vuelta y pareciendo que leyera mi mente deseó darle un tratamiento de recuperación a mi latente polla. Ciertamente la notaba de alguna manera dolorida, puede que por la primera penetración. Se puso de nuevo agachada con sus caderas en lo alto pero esta vez no me daba la espalda sino que me daba la cara. Se metió todo el falo en la boca, lamiéndolo ahora con dulcura. Notaba todas las irregularidades de su lengua a través de mi más rojo que morado glande. No podía aguantar más. Hice además de avisarla, de que no sería necesario que… Pero era tarde. Ella agarró mis nalgas apretándose contra mi pubis, yo estaba alucinando, se introdujo hasta el último centímetro de carne que yo pudiera sentir y comencé a descargar chorros de ardiente semen, no tan espeso debido a las sesiones de masturbación que me había autodedicado los momentos antes de quedar con ella, pensando en sus pechos y su figura, pero si abundante y muy líquida. No dejó que me separara ni un momento, yo descargué lo que sentí como un último disparo flujo salir de mi rabo y de pronto salió de su boca. Lo degustaba, no me prestaba atención. Ainara tenía unos ojos más curiosos que sexuales.

Cuando su mirada se cruzó con la mía, cogió mis mejillas con sus manos y se lanzó a mi boca, introduciendo su lengua hasta el lugar de nacimiento de la mia. Era un beso muy húmedo, cargado de saliva y de flujos. De cierta manera me sentía atragantar y en mi boca tenía el sabor de mi corrida como una nota diferente al restante sabor a sexo, sudor, calentura y humedad que desprendía el resto de su boca.

Después de besarme se quedó en mi pecho…

Yo.-Escucha…

Ainara. - No… todavía no hables... dame un minuto.

Me quedé lo que parecieron siglos recostado con ella entre mis brazos, acariciando su sien con mi dedo. Notaba como el calor que desprendían nuestros cuerpos se iba diluyendo en el frío de la mañana. Los latidos en las distintas partes de mi cuerpo iban disminuyendo y podía respirar los últimos vestigios que quedaban en el ambiente de la aventura que acabábamos de vivir.

Después ella se levantó y arreglándose como pudo me dio a entender que estaba lista para subir en la moto. Intenté besarle los labios antes de subir y si bien ella me dejó hacerlo, el beso no fue devuelto o al menos no me lo pareció.

Durante el viaje de vuelta comenzó sujetándose a las agarraderas traseras de la moto y entendí que todo esto había ocurrido de forma fortuita como un azar del destino. No obstante y una vez que podíamos divisar Alsasua, de nuevo volvió a agarrarse y entendí que no todo había terminado. Que esto había sido la introducción a una nueva aventura en mi vida, algo que todavía no estaba seguro de querer continuar y que ni siquiera entendía. Varios principios que asumía como propios los había dejado volar por los aires y por mi cabeza no hacía otra cosa que pasarme que Ainara, su cara y sus profundos ojos.

:*Espero lo hayan disfrutado, tanto como yo al recordar cada segundo. Siento si las descripciones han sido algo extensas, pero veía incapaz de recortar una realidad que sigue viva en mi cabeza.