La guarra se emputece
Mi amo me deja para hacer la calle
Mi Amo me ha castigado porque he sido una perra muy mala, y supongo que os preguntaréis que hice para merecer mi castigo. Era domingo por la mañana, ya llevamos mucho tiempo juntos, y sabía perfectamente que a mi Amo no le gustaba que llegase tarde, pero se torcieron las cosas, y llegué tarde a nuestro encuentro. Intenté explicarle que era lo que había ocurrido, y aunque me escuchó atentamente, seguía manteniendo mi castigo, en el cual debía desnudarme ahí, en medio de la calle para él. No podía dar crédito a lo que me estaba pidiendo, y al ver que no reaccionaba, me cogió del brazo, y me llevó a un callejón apartado de todas las miradas curiosas.
Sin esperar a que yo dijera nada, se sacó la polla del pantalón, me puso contra la pared, y la presionó contra mi coño, hasta que a la fuerza consiguió meterla. Dolía, no estaba lubricada, pero eso a él le dió igual, ya que no paraba de moverse en mi interior, sintiendo como si me desgarrara por dentro, una y otra vez. No tardó mucho en correrse, dejando que todo su semen inundara mi interior, que llenara por completo todo.
Salió de mí, dejando que cayera al suelo de rodillas, por falta de fuerza en mis piernas. Acercó su polla a mi boca, y sin dudarlo, hice lo que tenía que hacer, que era chuparla hasta dejarla bien limpia, sin ningún rastro de nada. Comencé a chupársela, metiéndola por completo en mi boca, moviendo estratégicamente mi lengua, y mientras lo hacía comenzó a mearse en mi boca, sujetando mi cabeza por el pelo, para que no pudiera escapar de beberme toda su meada. Parte de ella se escapó de mi boca, empapando mi camisa blanca transparente, que ahora dejaba ver bien mis pezones y lo duros que estaban, pues la camisa se me había pegado al cuerpo.
Mi Amo me sacó la polla cuando creyó que ya era suficiente, me agarró del pelo y me llevó a cuatro patas por dentro del callejón. Se notaba que no estaba nada contento con mi comportamiento de hoy, por lo que me callé y seguí a cuatro patas, a pesar de que se me clavaban las piedrecitas que nos encontrábamos. Me sacó fuera del callejón y me soltó diciendo:
- Perra hoy vas a hacer la calle, así que ya sabes lo que eso significa. Ahora lárgate a casa, que no te quiero ni ver puta -tenía el ceño muy fruncido por el enfado-.
- Sí Amo.
Con toda la vergüenza del mundo, me puse en camino hacia mi casa, y aunque intentaba taparme las tetas, poco dejaba a la imaginación. Todos se me quedaban mirando, las chicas con cara de asco, y los tíos se relamían constantemente. Por fin pude llegar a mi casa, donde lo primero que hice, fue darme una larga ducha. Había sido una idiota llegando tarde, y más desobedeciendo una orden de mi Amo, por lo que el castigo que me había impuesto para esta tarde, era totalmente justo, aunque a mi no me gustara hacerlo.
Al salir de la ducha, me maquillé como pocas veces lo hacía, con los labios bien marcados en rojo. Después me vestí con una minifalda negra, un sujetador y una chaqueta. ¡Ah! Y por supuesto que no se me olviden los taconazos que tanto le gustaban a mi Amo. Me miré al espejo, y parecía completamente una puta, la verdad es que no quiero ni pensar qué diría mi madre si estuviera aquí.
Bajé a la calle y fui andando hasta la zona que siempre me designaba mi Amo, para que esperase a los clientes, ya que esta no era la primera vez que lo hacía. Al poco rato de llegar, se paró delante de mi un coche negro con los cristales tintados, pero bajó la ventanilla del copiloto, y entonces pude verle. La verdad es que no tenía ni idea de quién era, pero al menos me parecía mono y con dinero, por lo que no iba a rechazar a este bombón.
- Hola guapo, ¿qué puedo hacer por ti? -Puse mi mejor sonrisa-.
- Hola, vengo buscando una guarra para follármela durante un día entero -sonrió maliciosamente-.
- Pues has encontrado a la que buscabas -fuia abrir la puerta-.
- ¿Qué crees que haces puta? Antes de entrar tienes que desnudarte por completo, o buscaré a otra para que me haga el trabajo -sonaba molesto-.
¿Por qué hoy todos me pedían que me desnudara en medio de la calle? ¿Y si pasaba alguien? ¿Y si alguien me reconocía? No podía volver a fallar a mi Amo, jamás me lo perdonaría, y me abandonaría como a una vulgar perra. Para mí las órdenes de los clientes eran como si fueran las de mi Amo, así que mirando hacia los lados, y comprobando que no había nadie por esa calle, me quité la chaqueta y el sujetador, después la falda, pero antes de quitarme los zapatos me detuvo.
- Así está bien perra, guarda tus cosas en el maletero, y métete tú también. Asegúrate de cerrar bien la puerta.
- Sí Señor.
Fui a la parte de atrás del coche, abrí el maletero, y me metí en él, cerrando la puerta tras de mí. Todo estaba muy oscuro, no sabía a dónde me llevaban, pero no estaba asustada, mi Amo siempre sabía en dónde me encontraba a cada instante, ya que tenía instalado un chip como el de los perros, para localizarlos rápidamente por si se escapan.
Durante lo que me pareció una eternidad, estuve encerrada en ese maletero, a oscuras, sin poder oír ni ver nada. De repente el coche se detuvo, ya no nos movíamos más, y entonces… se abrió la puerta del maletero, y tardé un poco en poder ver bien a mi cliente, pues mis ojos tenían que acostumbrarse a la nueva luminosidad.
Me cogió del brazo y me ayudó a salir, donde pude ver la casa apartada a la que me había traído, cerró el maletero y me empotró contra él. Sin avisar, metió su polla en mi culo, el cual me dolía mucho, y mis gemidos eran de puro dolor, pero poco después me la sacó para llevarme dentro de la casa. Lo que vi allí, no me lo podía creer, había cuatro hombres más esperándonos, quise huir, pero ninguno de ellos me dejó salir de la casa, estaba totalmente indefensa.
Sus pollas ya estaban duras, y entre algunos de ellos, me sujetaron para que me estuviera quieta, pues no me dejaría hacer tan fácilmente. Uno de ellos acercó su polla a mi cara, y al ver que yo no hacía nada, me soltó un guantazo, que durante algunos segundos me sentí desorientada, a lo que él aprovechó para tapar mi nariz y que así abriera la boca para poder meterme su gran miembro.
Quizás a otras mujeres no les pase, pero a mí me encantaba chupar pollas, me ponía super cachonda, cuando tenía una en la boca, era como un biberón para un bebé, me hacía olvidarme de todo lo demás. Me entregué a chupar esa polla como si no hubiera un mañana , y eso ya fue el momento decisivo para todos aquellos hombres, ya que vieron cuánto me gustaban las pollas.
- Mirar a la puta, lo que le gusta chupar una buena polla -lo decía entre risas-, se está poniendo cachonda.
- Pues no vea cómo la chupa esta zorra tío, me va a dejar seco -no paraba de bufar-.
Me colocaron un par de pinzas en los pezones, tirando de la cadena, para que todo quedase bien tirante, que notara cómo tenían cogidas las tetas. Eso me producía cierto dolor, que era compensado con el biberón que tenía en la boca, y con el consolador grande que metieron dentro de mi coño. Vibraba constantemente, me estaba poniendo muy cachonda, cada vez me volvía más el animal que era, y dejaba de ser la misma chica que había entrado por esa puerta, me convertía en la hembra y en la perra que realmente era.
- La puta está al borde del orgasmo -nada más decirlome corrí, empapando al que tenía en frente de mi coño- ¡ Joder puta!
Me castigó el coño con varios azotes, pero lejos de la intención que tenía, me puse más cachonda, amaba que mi amo hiciera eso, me encantaba que torturase mi coño de esa manera. Después de esa dulce tortura, vino una polla dentro de mi coño. sin que me sacaran el consolador de él, y consiguió entrar, aunque creía que me partiría en dos. Al principio me molestaba, pero poco a poco me acostumbré a la nueva apertura de mi coño, y cuando ellos vieron que volvía a gemir, uno se puso debajo de mí, metiéndomela por el culo.
No podía ser más feliz, tenía los tres agujeros ocupados por pollas, y dos más se restregaban por mis pezones, excitándome aún más. Creí que me moriría de placer, pero no podía ponerselo fácil, así que empecé a revolverme, lo que hizo que uno de ellos cogiera un flogger, y me azotara constantemente en la tripa, produciéndome a cuantos más latigazos, más dolor. ¿Por qué me estaba gustando? ¿Me estaba volviendo masoquista?
Los orgasmos llegaban uno detrás de otro, sin que pudiera parar ni controlarlos, aumentando las sensaciones por culpa de que ellos no pararan en ningún momento. Se turnaban para ir cambiando sus pollas de sitio, y perforandome todos los agujeros una y otra vez.
- La puta no para de correrse -decían entre carcajadas- si es que las zorras como estas deberían de vivir para esto.
- Joder tío, me voy a correr ya -se estaba intentando aguantar- vamos a rellenarla entera.
Se corrieron en todos mis agujeros, y yo con ellos, pues el placer de poder sentir sus corridas dentro, lo único que me daba era un placer inmenso. Recibí sus cinco corridas con gran gusto, estaba en un éxtasis extremo, convulsionando mi cuerpo una y otra vez. Cuando acabaron, me quitaron todo, y se apartaron, dejando que acabara de correrme en el suelo, como pa perra y puta que era, o mejor dicho, como la guarra y cerda que era.
Al ver que los espasmos se habían acabado, agarrándome del pelo uno de ellos, me sacó arrastras de la casa, y me dejó ahí en la puerta.
- Ahora vuelve tú sola a tu puta casa, guarra.
¿Cómo iba a volver? ¿No me iban a devolver la ropa? Justo cuando iba a llamar a la puerta un coche paró frente a la casa, del cual se bajó mi Amo. Nunca me había alegrado tanto de verle, corrí hacia sus brazos para volverme a sentir segura. Me acarició lentamente el pelo.
- Espero que te haya gustado cumplir tu fantasía mi perrita -siguió dándome mimos- siempre cuido de ti, ya lo sabes.
- Gracias mi Amo, por todo.
Entonces me di cuenta de que aquellos hombres eran conocidos de mi Amo, y que jamás me harían nada que no les hubiera permitido él antes, pero hizo realidad una de mis mayores fantasías, y no habría agradecimiento posible que pudiera compensarlo. Puso su mano en mi hombro, me agache, y sacándole la polla del pantalón, se la chupé hasta que se corrió en mi boca, disfrutando del semen, del único semen que realmente me gustaba, me saciaba, y me daba la vida.
Nos subimos al coche y me llevó a casa. Estaba feliz de poder tener un Amo como el mío, le sería fiel todos los días de mi vida.