La guardiana 15. Final.

El clan se toma un merecido descanso y se va de acampada.

—¡Venga, que salimos en cinco minutos! – llamó Charlie.

El clan al completo, los catorce, nos íbamos de acampada. Dejé avisado al consejo que estaría fuera hasta el lunes y ya esperaba en el coche a que Charlie se subiera y nos indicara a todos el camino. Llevábamos cuatro coches con los maleteros cargados hasta los topes, con tiendas, esterillas, sacos y un montón de cosas más que no quise saber. A pesar de mis veinticinco años era la primera vez que iba de acampada y estaba muy ilusionada. El cielo estaba despejado la temperatura era suave, la brisa corría ligera, era un día estupendo para disfrutar de la naturaleza.

Finalmente estuvimos todos preparados y pudimos partir. Charlie conducía a mi lado y Lisa, la mujer-halcón, y Jonas, ocupaban el asiento de atrás. Nos dirigimos al oeste, por buenas carreteras al principio para pasar a carreteras cada vez más estrechas y en peor estado. La última media hora recorrimos varios caminos hasta que empezamos a subir lo que Charlie llamó la Sierra del Destino. Recorrimos un camino lleno de baches y piedras siempre en sentido ascendente hasta que terminó bruscamente. Aparcamos a un lado del camino y nos repartimos las cosas de los maleteros.

El ambiente entre nosotros no podía ser mejor. Observé a los chicos, bromeando y colocándose las mochilas a la espalda. Estaban relajados, dispuestos a pasarlo bien. Edward metió una roca en la mochila de Alice al ayudarla a ponérsela a la espalda, y ella casi se cae de espaldas cuando la soltó. Después de un golpe en la nariz, Edward sacó la piedra entre risas. Charlie dirigió la subida, nos llevó entre rocas y vegetación baja siempre hacia arriba. Indicó extendiendo el brazo un bosquecillo casi en la cumbre, ese era nuestro destino. Con nuestra fuerza no fue difícil llegar, pero empleamos casi hora y media hasta que llegamos a nuestro punto de acampada. Cuando Charlie dejó caer la mochila y nos dijo : “aquí es”, le imité soltando la carga y miré alrededor. Estábamos en una pequeña pradera cubierta de blanda y espesa hierba, de la cumbre caía una pequeña cascada que llenaba una poza antes de seguir su camino descendente. Nos rodeaba un bosquecillo de coníferas, había pinos, abetos y algún arce. Los árboles nos darían refugio contra el viento e intimidad, el arroyo de montaña nos permitiría refrescarnos y jugar en el agua, el aire estaba perfumado con el olor a la savia de los pinos, era un sitio perfecto, aislado de todo, tranquilo y bonito. Mirando hacia abajo, por donde habíamos venido, podíamos ver una gran extensión de terreno hasta el horizonte. La única señal de civilización eran los caminos que llegaban hasta la base de la sierra y una carretera que se divisaba muy a lo lejos.

Jonas y Dani, que se habían encargado de preparar la acampada, repartieron tareas a todos. Yo tuve que hacer un círculo de piedras para hacer la hoguera. Pregunté para qué queríamos una hoguera con la buena temperatura y se rieron de mí. “No hay acampada sin hoguera”, me dijeron mirándome como si se apiadaran de mi ignorancia. Jim llenó de agua unos cubos y los dejó cerca de la hoguera para poder apagar el fuego si se descontrolaba. Otros montaron las tiendas, habían traído cuatro tiendas con capacidad para seis personas. Despejaron de piedras el suelo y las instalaron en el prado. Repartieron sacos y esterillas en ellas y metieron la comida y la bebida en otra. En esa misma tienda dejamos los móviles, cuando les dije en casa que estarían prohibidos alguno refunfuñó, pero ahora me parecieron contentos de librarse de ellos. Cuando Phil, Ana y Eve llegaron con una brazada de leña cada uno, todos habíamos terminado nuestras tareas. Dani nos envió a todos a por más leña y nos desperdigamos por los alrededores buscando ramas caídas y algunas piñas para encender el fuego. Antes de anochecer teníamos todo preparado.

—Podemos hacer dos cosas, propuso Jonas, exploramos los alrededores o nos damos un baño antes de cenar.

Por supuesto la mitad quería una cosa y la otra mitad la otra. Al final mandé a Lisa transformarse en halcón y hacer un reconocimiento rápido de la zona, en cuanto terminara nos daríamos un baño. La mañana siguiente podríamos explorar los alrededores.

En diez minutos Lisa había vuelto y estábamos todos en el agua helada jugando como niños pequeños. Todos se salpicaban, se hacían aguadillas, se llenaba la boca de agua y se la lanzaban a otros en un fino chorro. Menos a mí. Supongo que como era la alfa no querían faltarme al respeto. Ellos se divertían y yo cada vez ponía peor cara.

—¡Basta! – cuando grité todos me prestaron atención -. ¡¿Es que nadie me va a salpicar o a meterme bajo el agua?! Espero que me tratéis como a un más durante mmppfpfffmm

Tom me había sorprendido por detrás y me hundió bajo el agua, se metió entre mis piernas y me sacó a la superficie sentada en sus hombros escupiendo el agua que había tragado. Me dio un apretón cariñoso en los muslos antes de gritar :

—¡Lucha!

Enseguida estaban todas las chicas subidas a hombros y peleábamos intentando tirar a las demás. El asunto no era fácil ya que el lecho de la poza, aunque de arena, estaba lleno de piedras. En el centro era más profundo y cubría. Me agarraba a Tom apretándole con la piernas y forcejeando con Ana por un lado y con Dani por el otro. Cada vez que alguien era derribado lanzábamos vítores de alegría. Al final quedamos Tom y yo contra Jim y Alicia, peleamos divertidas hasta que Tom resbaló en una piedra y caíamos al agua. Emergí para ver a Alicia bailando sobre Jim, levantando ambos los brazos en señal de victoria. Parecían haber ganado el oro olímpico, estaban impresionantes, sonrientes y brillantes por el agua hasta que Dani y Nala la derribaron gritando como energúmenas.

Cuando empezó a oscurecer salimos del agua secándonos rápidamente. Aunque los cambiaformas aguantábamos perfectamente el frio, el agua estaba helada y al salir la brisa enfriaba nuestros cuerpos. Imité a los demás, que solo se pusieron un pantalón corto y ayudé en lo que me pidieron. Como nunca había ido de acampada me tuvieron de ayudante, llevé leña para que Jonas encendiera el fuego y las cosas que me pidió Dani para hacer la cena. En una parrilla gigante asaron chuletas y patatas, repartí platos de plástico rígido a todos y en un periquete estábamos sentados en círculo con las piernas cruzadas rodeando la hoguera comiendo con hambre canina, o felina en mi caso. Devoré la comida con las manos, soplándome los dedos cuando me quemé con la patata asada. Al terminar lavamos los platos y a nosotros en el arroyo, un poco más abajo de la poza para no ensuciar el agua transparente. Volvimos a sentarnos en torno al fuego, alguien sacó una botella de ron añejo y la hicimos circular, Jonas contó chistes tan malos que nos partimos de risa, me sequé las lágrimas y escuché la historia que contó Ted. Implicaba a un puma de las montañas y a una ingenua doncella, que al final resultó no ser tan ingenua. Aplaudimos entre risas cuando terminó de contarla. Phil y Edward cantaron una canción aún más escandalosa sobre una mujer-ardilla y un hombre-elefante. Sin tener en cuenta la imposibilidad anatómica fue muy gráfica. Cuando Lisa cantó se hizo un silencio absoluto. Nos relató la historia de un amor con final trágico con una voz dulce y transparente. Tenía una voz que te hacía sumergirte en la historia, que te tocaba el corazón. Tan pronto cantaba con voz potente como la limitaba a un suspiro, era tan bonito y perfecto que todos acabamos con los ojos húmedos y en silencio durante varios minutos.

El ambiente se aligeró cuando Eve nos contó una historia de miedo, los muertos se levantaban persiguiendo a los vivos. Como los muertos iban perdiendo trozos por el camino, al final no atrapaban a nadie. No fue muy aterrador pero nos reímos mucho. Cuando se terminó la segunda botella algunas parejas fueron despareciendo discretamente. Me quedé charlando con algunos de los chicos disfrutando de la noche estrellada, la luna estaba casi llena e iluminaba con su luz de plata la oscuridad. Era perfecto. Me encontraba tan a gusto que no quería dormir para no perderme nada. Tom y Nala se vinieron a mi lado, Phil, Eve y Dani al otro lado del fuego. Me recosté en el amplio pecho de Tom y estuvimos mucho rato hablando, al final Tom se levantó y se desperezó.

—Voy a darme un último baño y me voy a dormir, ya tengo sueño.

—Te acompaño – le dije.

Nos despojamos del pantalón y nos metimos en el agua, una vez pasado el frio inicial se estaba muy bien. Nos sumergimos hasta el cuello y estuvimos un rato, noté un escalofrío en Tom y pensé que tenía frio.

—Ven aquí – dije.

Se acercó y le di la vuelta para abrazarle pegada a su espalda, le rodeé con los brazos para darle calor, noté que alguien me hacía lo mismo y giré la cabeza para sonreír a Nala. Sus intenciones no eran del todo honestas, con perspicacia lo descubrí cuando sus manos se deslizaron de mi cintura y fueron a para a mi coñito. Para que las mías no tuvieran envidia las llevé hasta el miembro de Tom.

—Uumm – dijo expresivo.

Tenía el miembro flácido y le acaricié con suavidad, notando cómo crecía en mis manos. Las suyas retrocedieron para acompañar la curva de mi trasero. Nala seguía investigando dulcemente entre mis piernas y mis manos ya tenían algo grande de qué ocuparse. Con una mano acaricié los testículos de Tom y con la otra subía y bajaba por su miembro caliente y suave. Ya no teníamos frio, durante mucho rato nos dimos placer con suavidad, sin prisas. Cuando Tom empezó a palpitar entre mis manos y me apretó con fuerza las nalgas, aceleré hasta que suspirando se derramó en el agua. Seguí masturbándole hasta que terminó, luego él se giró y me besó hasta que Nala me regaló mi orgasmo. Me corrí suavemente con sus cuerpos pegados al mío. Entre Tom y yo correspondimos a Nala y la acariciamos y besamos hasta que terminó entre nuestros brazos. Todavía estuvimos unos minutos abrazados los tres antes de salir para dormir.

En cuanto salió el sol me desperté. Estaba rígida y anquilosada, nada que no arreglara un poco de ejercicio. Habíamos dormido sobre esterillas sin necesitar sacos ni tiendas. Me fijé en que Edward había dormido como león, al transformarse me dijo que era más cómodo si dormías en el suelo. Lo probaría esa noche. Los demás ya se estaban desperezando. Me di un baño rápido y ayudé con el desayuno. Dani se había autonombrado cocinera y me tuvo de pinche. Preparó huevos y tocino. Según iban saliendo del fuego, los chicos lo iban recogiendo y engullendo como si no hubieran comido en varios días. Gracias a que Dani reservó algo para nosotras pudimos comer algo en el desayuno. Después de lavar los platos nos preparamos para explorar los alrededores, algunos pensábamos ir transformados en nuestros animales y otros preferían permanecer como estaban. Phil protestó preguntando quién le había cogido la brújula, nadie reconoció haberlo hecho y luego Ana preguntó por los prendedores de su pelo. También habían desaparecido. Otros tres o cuatro chicos echaron en falta más cosas, todas pequeñas. Buscamos por la pradera sin encontrar huellas, tampoco había olores que indicaran que alguien aparte de nosotros hubiera estado allí. Me parecía imposible que alguien robara a catorce cambiaformas con oído y olfato excepcional, pero el hecho es que las cosas no estaban.

Sin resolver el misterio nos dirigimos al este, luego subiríamos al pico de la sierra y volveríamos al oeste. Lisa se ofreció a vigilarnos desde las alturas y controlar que nadie irrumpiera en nuestro campamento. El mal humor se nos pasó enseguida, el paisaje era espectacularmente bonito y el día magnífico. Un tigre, dos pumas, un perro, una gata y una serpiente siseando sobre mi cabeza acompañaban a varios hombres y mujeres recorriendo la montaña. Si algún senderista nos hubiera visto, hubiera bajado la sierra a toda velocidad saltando de piedra en piedra. La mañana transcurrió sin ver a nadie ni encontramos huellas recientes. Cuando llegamos a la cumbre admiramos el bonito paisaje e hicimos un alto, me tumbé y dejé que Ana se subiera a mi lomo. Cuando estaba despistada me levanté y recorrí unos metros, Ana se asustó al principio y se agarró a mi pelaje, cuando se acostumbró al movimiento se afirmó con las piernas y disfrutó el paseo que la di. Eve, que seguía en forma de serpiente, se la enroscó al cuello como si fuera un collar. Troté un poco antes de que se bajara del lomo, me besó en el hocico para darme las gracias por el paseo y me dijo al oído :

—Espero que la próxima vez que te dejes montar por mí, sea tan divertido.

No sé por qué, pero tuve la intuición de que no se refería a otro paseo por el campo. Como estaba en forma de tigresa no me ruboricé, ¡já!

Volvimos al campamento por la otra ladera, hicimos huir a toda clase de animales a nuestro paso. Tuve que refrenar mi instinto cuando una cabrá montesa huyó saltando de roca en roca de forma casi milagrosa. Parecía que tuviera ventosas en las pezuñas. Cuando llegamos ya era casi la hora de comer, pero nos dimos una baño primero. Me lancé al agua con un gran salto y en cuanto me sumergí cambié a forma humana. El agua que estaba helada por la noche ahora se sentía fresca y vigorizante. Disfrutamos del baño todos juntos, yo me subí a la espalda de Jonas y me estuvo paseando por la poza, me llevó a un rinconcito más alejado y me dijo :

—Megan, he pensado hacer un concurso en el agua esta noche. Haremos dos equipos uno de hombres y otro de mujeres, jugaremos a coger una pelota o algo así. El equipo que pierda tendrá que hacerle una mamada o comerle el coño al otro, ¿qué te parece?

—Me parece que me a encantar que me comáis, pajarito pervertido.

—¿Te gusta la idea? Bien, ahora quizá quieras darme un adelanto.

—Ahora no, que tenemos que preparar la comida y Dani me ha nombrado su pinche de cocina, pero buscaremos un momento y te haré lo que tú quieras – le abracé rodeándole con las piernas -. Tu idea de la acampada ha sido fantástica y te voy a dar un premio – le besé -, vete pensando qué vas a querer.

—Ya sé lo que quiero – sus manos estaban en mi culito y un dedo jugaba en mi entrada - ¿a que te lo estás imaginando? – me metió la primera falange.

—Será un placer dártelo otra vez, ¿sabes que has sido el único, Jonas?

—Eso esperaba, no he dicho ni pío para que nadie tome lo que es mío, lo que me pertenece.

—Jajaja, de tuyo nada – meneaba las caderas contra su duro miembro, la conversación me estaba calentando -, mi culito es mío, pero de momento lo tienes en usufructo – le besé con más pasión de la que quería, tenía que ir a ayudar a Dani.

—¿Qué es eso de usufructo? – Jonas me subió de las caderas y me volvió a bajar, la punta de su miembro frotó incitantemente mis labios vaginales.

—Que el culo es mío pero tú tienes derecho a disfrutarlo – moví más rápido mis caderas, me estaba poniendo muy cachonda. El dedo de Jonas volvió a entrar en mi culito.

—Me gusta eso del usufructo – movía la polla cada vez más rápido, me estaba volviendo loca.

—Métemela en el coñito, por favor Jonas – necesitada, había cambiado de idea. Que esperaran.

—¿Uno rapidito? – me dijo clavándomela de una vez.

—Sí, dale, fóllame deprisa.

Dejamos de hablar para concentrarnos en el polvo. Desde el principio me folló con intensidad, la punta de su dedo salía y entraba en mi culito aumentando el placer. Le agarré la cabeza con las dos manos y le atraje para besarle profundamente. Me machacaba el coño como un pistón enfurecido.

—Me voy a correr, pajarito, córrete tú también – gemí.

—Cuando quieras, amor, yo ya estoy listo.

Me dejé llevar por el placer y me corrí en sus brazos apretándole con mis piernas, sentí cómo me llenaba con su semen tensando todos sus músculos. Me besó hasta que los dos estuvimos satisfechos y me bajé de sus caderas.

—Gracias, cariño – le besé por última vez y me fui a ayudar a Dani.

—No te olvides de mi usufructo redondito y respingón – me gritó antes de que me alejara.

Sonreí volviendo la cabeza y le lancé un beso, su cara radiante me alegró el corazón.

Después de comer algunos holgazanearon, otros cambiaron y se fueron a corretear por ahí. Yo me senté en un tronco caído acompañada por Lisa y por Eve, vestíamos nada más que pantalones cortos, y estos eran por comodidad. Era mejor que pincharse en el culo cada vez que te sentabas en el suelo o en un árbol. Charlamos un poco de todo, pero al final terminamos hablando de hombres. Comparamos la experiencia de cada una con nuestros chicos de forma simpática, hablamos sobre sus rarezas y sus méritos, casi todos ellos eran en la cama, jajaja. Al poco llegó Ted y nos pidió permiso para sentarse con nosotras, nos dio un piquito a cada una y se sentó en el suelo enfrente, con las piernas cruzadas. Como nos había oído hablar al acercarse y se rio un poco de nosotras, le pedimos que nos dijera las virtudes de las chicas en la cama.

—Os diré las vuestras si queréis – como asentimos siguió hablando -, tú Eve haces las mejores felaciones de todas, es algo realmente impresionante – en la carita de Eve asomó una leve sonrisa -, tú Megan, realmente eres la mejor, transmites amor con cada gesto, con cada cosa que haces, conviertes el sexo en algo distinto, te entregas por entero y siempre demuestras amor a tu pareja – me sonrojé un poquito, pero tenía razón, los amaba a todos -. Y de ti Lisa no puedo decir nada … todavía – la mirada de Lisa profetizaba que esa laguna pronto se llenaría -. Por supuesto las tres sois guapísimas, si eso puede ser considerado una virtud.

—Y tú Ted, ¿en qué eres bueno? – preguntó Lisa.

Ted se quedó un poco cortado, pensó unos instantes para decir después :

—En nada, nos soy muy bueno en nada.

Me molestó mucho que se considerara así, no era verdad en absoluto. Me levanté y me senté entre sus piernas, apoyando mi espalda en su pecho. Enseguida pasó sus brazos por mi abdomen, bajo mis senos.

—Ted es muy bueno – dije a mis amigas y a él -, en mantener la cabeza fría, es muy bueno en animar a sus compañeros cuando se han rendido, es muy bueno en analizar las situaciones objetivamente y en acertar con sus conclusiones. En situaciones difíciles es un buen compañero – me había puesto un poco dramática, así que intenté bajar un poco el tono -. Y además mueve divinamente la lengua, jajaja.

Las chicas rieron conmigo, pero quizá miraron a Ted con un prisma distinto. No podía negar que desde que llegó había sido el adicto en recuperación, pero me había demostrado que era mucho más. Sus brazos me apretaron en agradecimiento y me besó el hombro. Yo puse mis manos sobre las suyas y seguimos hablando los cuatro mucho rato.

Aún quedaban un par de horas para el ocaso y los chicos empezaban a volver, unos se metían al agua y otros se nos unían en la conversación. Cuando estuvimos todos alguien propuso jugar a algo y Jonas aprovechó para plantear el juego que me comentó por la mañana. Como nadie se opuso fijamos las reglas.

-          Habría dos equipos, uno de chicas y otro de chicos.

-          Uno de los equipos se pondría en el centro de la poza y el otro se dividiría en dos, uno en cada lado.

-          Se pasaría una pelota de un lado a otro intentando que no la cogiera el equipo del centro.

-          Si la pelota salía fuera de la poza sería punto para el equipo del centro.

-          Si el equipo del centro cogía la pelota se anotaría un punto.

-          Si el equipo de fuera lograba pasar la pelota se anotaría un punto.

-          Cada punto conseguido se cambiaría la posición.

-          El primero que llegara a cinco puntos recibiría una felación o comida de coño del equipo contrario.

Entre risas nos fuimos todos al agua, los chicos, caballerosamente, nos cedieron el primer turno y nos pusimos en una lado Ana, Eve y yo y en el otro Nala, Dani , Lisa y Alicia. Usamos una pelota similar en tamaño a las de tenis, las tres de mi lado nos pusimos juntas de espaldas a los chicos y Ana se quedó la pelota. Nos volvimos y separamos con las manos a la espalda para que no supieran quién la tenía y Eve y yo simulamos lanzarla, cuando los chicos se despistaron Ana lanzó una estupenda parábola que recogió Nala limpiamente.

Vitoreamos y nos fuimos todas al centro. Los chicos imitaron nuestra estrategia y nos hicieron otro punto. 1-1.

El segundo lanzamiento lo fallé yo. Esta vez los chicos se repartieron para cubrirnos dos a cada una y Jonas se quedó vigilando y dando indicaciones. Cuando se la lancé a Lisa, Edward dio un salto increíble y la atrapó en el aire. Cambiamos posiciones y nos hicieron otro punto, la tiraron a ras de agua cuando todas estábamos saltando para atraparla. 1-3.

Decidí cambiar para recibir visto lo mal que había lanzado, Alicia, Ana y Eve pasarían la pelota. Ana consiguió pasar al rival y Nala volvió a recogerla con facilidad. Los chicos fallaron al lanzarla Edward con demasiada fuerza y salir de la poza. 3-3. Si hacíamos un punto tendrían que complacernos, si perdíamos sería al revés. Cosa que tampoco es que fuera una gran sacrificio, jajaja.

Repitieron para lanzar Alicia, Ana y Eve. Cuando se separaron se quedaron quietas esperando un hueco en la defensa de los chicos, estos daban pequeños saltitos en el agua buscando su oportunidad. Eve y Ana amagaron y luego saltó Alicia. Los chicos se centraron en ésta última y Eve lanzó la pelota sorprendiéndolos. Para nuestra desgracia la había lanzado demasiado fuerte y alta, aun así lo intenté. Contrayendo los músculos de las piernas, salté con todas mis fuerzas hacia arriba y a la derecha, pasé por encima de Lisa que lo intentó también, cogí algo de impulso adicional apoyándome en su cabeza y estiré el brazo. La pelota cayó en mi mano y la aferré con fuerza. Cuando caí al agua todos me miraban con la boca abierta, pero enseguida las chicas me rodearon y lo celebramos dando saltos y gritos. Los chicos nos observaban sonrientes desde el centro. Lisa fue la primera que reclamó su premio, agarró a Ted de la mano y se sentó en el borde del agua. Las demás nos sentamos a su lado dejando elegir a los chicos. Cuando Charlie se puso entre mis piernas le besé y le abracé.

—Ahora cumple tu castigo – dije.

Él sonrió ampliamente y sacó la lengua. Fue fantástico, no el trabajito que me hizo Charlie, que también. Mirara a la izquierda o a la derecha podía ver a preciosas mujeres, todas con las piernas abiertas y sonrisa lánguida en sus caras. A los pocos minutos las sonrisas se habían trocado en jadeos y gemidos. Varias manos subían desde el agua acariciando pechos y apretando pezones, entre ellos uno mío. Charlie me hizo algo especialmente intenso que mi hizo agarrarle del cabello y apretarle contra mi chorreante coñito. Cuando me metió dos dedos empecé a mover el culo acompasándome a sus intrusiones. Observé que Lisa estaba disfrutando enormemente con Ted y me alegré por él. Se merecía todo lo bueno que le pasara. Poco a poco todas fuimos cayendo, nuestros hombres hacían que nos corriéramos dando gritos o gimiendo audiblemente. Charlie me lo hizo estupendamente y disfruté como todas las demás.

Según preparábamos la cena, las chicas nos reíamos de los miembros erectos e insatisfechos de los chicos. Jonas se quejó de que le habían desaparecido las nubes (malvaviscos) que trajo para asar en el fuego. No fue el único, a Lisa y a Ted también les faltaban cosas. No me preocupaba demasiado ya que eran cosas pequeñas y de poco valor, pero me intrigaba enormemente.

Devoramos la cena alrededor del fuego y al terminar animamos a Lisa a cantarnos una canción. Fue tan especial como la noche anterior. Hoy nos cantó una canción de amor con final feliz que nos dejó a todos sonriendo contentos. Luego cantaron Tom y Jonas.

El mago Polludo tenía una varita mágica

que en cualquier situación

aunque esta fuera trágica

daba a las mujeres satisfacción.

Nos partimos de risa con las infinitas estrofas que parecía tener. Pasé la botella de ron a Ana, que estaba a mi izquierda sin beber, tenía planes para esa noche y quería estar despejada. Contamos cuentos, chistes y reímos mucho. Los hombres se empeñaron en jugar a la botella borracha, se notaba que se habían quedado insatisfechos y necesitaban desahogo, jajaja. Vaciaron la botella rápidamente y sacaron otra, quedamos que en cada turno uno la tiraría y ordenaría hacer algo a quien señalara. Tendría que hacer algo a cualquiera menos a él mismo.

Como Jonas lo había propuesto, pequeño pervertido, fue el primero en girar la botella. Señaló a Phil.

—Tienes que dar golpecitos en la cara a todas las chicas con el pene.

Aunque no seguía escrupulosamente las reglas al elegir a varias víctimas en vez de a una sola, nadie se quejó. Phil fue pasando por las chicas golpeándonos con su enorme miembro. Todas estábamos deseando que nos tocara, imité a las demás intentando coger su pene con la boca, pero Phil me esquivó y me dio varios golpes en las mejillas. Eve fue la última y la más afortunada, consiguió capturar la punta y darle unos lametones. Phil aguantó unos momentos y volvió a sentarse.

Phil, al haber perdido, ganado más bien, giró la botella y le tocó a Nala. Tuvo que masturbar a Jim dos minutos mientras él le comía las tetas. Nos divertimos mucho animándolos y dándolos inútiles instrucciones. Cuando tiró Nala me tocó a mí. Me miró de forma malvada y me hizo sentar de espalda en el regazo de Charlie, tuve que introducirme su miembro y seguir así el juego. Dejé de prestar mucha atención en cuanto Charlie me tuvo empalada. Se movía dentro de mí con disimulo, pero no podía evitar irme calentando. Sus manos recorrían mis costados escapándose ocasionalmente a mis tetas, que acariciaban suavemente. Vi hacer una mamada a Eve, que Ted disfrutó mucho. Phil luego folló a Ana. Eso sí que no lo olvidaré, Ana se sentó en el miembro de Phil y se abrazó a él. Su cara desencajada reflejaba el placer que estaba recibiendo. Mientras tanto Charlie conseguía volverme loca con su lento movimiento y sus ligeras caricias. Cerré los ojos y me abandoné recostada en su pecho. Cuando al rato volví a fijarme en lo que pasaba alrededor, todos follaban con todas, con ellas sentadas o cabalgando sus estupendos cuerpos, Dani estaba a cuatro patas recibiendo las embestidas de Edward y Lisa hacía el misionero con Ted. Yo eché los brazos atrás para agarrar a Charlie y animarle a que acelerara. Me complació y me corrí entre temblores mientras se descargaba en mi interior. Luego nos tumbamos en la hierba y nos besamos y acariciamos hasta que decidimos ir al agua para lavarnos.

Poco a poco fueron uniéndose los demás. La luna llena y las estrellas iluminaban la noche convirtiéndola en algo especial, casi mágico. Pensé que desde que murió mi madre nunca había sido tan feliz. Me abracé a Charlie observando a mis amigos, a mi manada, cada uno tenía sus problemas y sus circunstancias, pero esta noche éramos sólo eso : una manada olvidándose del mundo y compartiendo nuestros cuerpos y nuestros corazones.

Cuando los chicos se fueron a descansar me quedé de guardia, me senté bajo un cedro dispuesta a averiguar quién se colaba en nuestro campamento y nos robaba eludiendo nuestros agudos sentidos. Esperé pacientemente. Vi cómo Jim cambiaba en un enorme perro y se perdía entre los árboles, era luna llena y a algunos cambiaformas les afectaba volviéndoles más inquietos de lo normal. Seguí vigilando, guardando el sueño de mis chicos. Ted y Lisa dormían juntos, con Dani al lado. Ana tenía su esterilla entre las de Edward y Phil.

Habrían pasado un par de horas cuando oí el aullido de Jim, sonaba lejos pero se apreciaba claramente que era él. Decidí acercarme y comprobar que estaba bien. Lo encontré subido a una roca plana aullando a la luna. Levantaba su gran cabeza estirando su ancho cuello para aullar a la noche. Cuando me sintió bajó de la piedra y vino trotando, apoyó sus patas en mis hombros y me lamió la cara. Me dejé querer, dejé que me lamiera y le besé el hocico abrazada a su pecho. Retrocedí un paso para evitar caerme con su peso y cayó a cuatro patas, rápido me alcanzó los pechos, su lengua los lamía, húmeda y caliente. ¡Guau! La lengua era ancha y fuerte y tardó dos segundos en endurecerme los pezones. Agarré su cabeza para que no parara, me estaba encantando, siguió lamiendo mientras yo acariciaba su cuerpo musculoso. Mis pechos estaban cubiertos de su saliva y mis pezones me dolían de duros e hinchados. Cuando se zafó de mi agarre bajó para tironear con sus colmillos de mis pantalones cortos. Intentaba quitármelos pero iba a conseguir arrojarme al suelo con sus tirones.

—Espera, perrazo, yo me los quito, paciencia – le susurré.

Me los saqué con menos paciencia de la que le pedía para recibir el hocico entre mis piernas, su larga lengua se introdujo entre mis muslos buscando el néctar de mi centro. Separé las pierna para hacerlo más fácil y permití que me lamiera todo lo que quiso. Acabé jadeando, con las piernas abiertas y semiflexionadas apoyada en su gran cabeza. Me tuvo gimiendo como una perrita hasta que me corrí, me eché en el suelo para disfrutar de sus lametones y estremecerme de gusto.

—¡Qué lengua tienes, perrito, cómo me gusta!

Cuando lamió todos mi fluidos y me dejó limpita y brillante adelantó el cuerpo moviendo el culo buscando penetrarme. Me asusté, una cosa era que me lamiese para darme un fenomenal orgasmo y otra que me follara un perro enorme. Al final pensé que el perro era Jim, mi hombre de confianza, mi segundo al mando y una roca en tiempos de crisis. Levanté las caderas todo lo que pude ofreciéndome, abriéndome para él. Probó varias veces a metérmela hasta que atinó. Su polla llenó mi coño haciéndome gritar sorprendida, no era mucho más grande que cuando era humano, pero tenía otra forma y se sentía de otra manera. Me folló como hacen los perros, a toda velocidad. Mis piernas levantaban mis caderas temblando para aguantar su tremendo ritmo, el placer me desbordaba desde el primer momento y me corría cada pocos minutos. Su lengua acariciaba sin cesar mi cara y mis tetas mientras seguía bombeando incansable, tocando puntos inexplorados.

Dejé caer las caderas al suelo cuando no pude aguantar más, para descansar algo las piernas le hice colocarse sobre la hierba boca arriba, me costó un poco hacérselo entender, pero colaboró en cuanto le agarré la polla, jajaja. Me la metí en la boca y la saboreé, no cambiaba mucho el sabor, pero era algo diferente. Mamé con gula, con deseo, frotándole la barriga. A él se le movía una pata convulsivamente, debió gustarle lo que le hacía, jajaja.

Cuando me cansé me puse a cuatro patas ofreciéndole mi grupa, no tardó en subirse a mi espalda y meterme la polla hasta el fondo. Para él era la manera más natural de follar y yo me sentía su hembra, su perrita.

—¿Te gusta tu perrita, Jim?

Jim emitió un ladrido corto que yo secundé : “Guau, guau”. Me follaba incansable, me lamía el cuello y la espalda, mi coño era un mar de fluidos mientras entraba y salía colmándome de placer y de sensaciones. En ese momento me sentía su hembra, su perra, caliente y excitada, no solo por el increíble polvo que me estaba echando, sino porque estaba en su forma de bestia, una animal fuerte y poderoso. Era la primera vez que un animal me follaba, me montaba, y lo disfrutaba infinitamente.

—Hazme tu perra, sé mi macho, márcame como tuya – gemía incoherentemente.

Su polla no dejaba de devastar mi anhelante coño, el placer me tenía rendida, entregada a mi macho. Sus dientes raspaban mi espalda haciéndome estremecer.

—Sí, sí, soy tu perra, soy tuya, Jiiiiiiiiiiiiim ….

Me corrí como si una supernova hubiera explotado en mi interior, moví mi culo convulsivamente mientras el orgasmo destruía mi mente, me recomponía y me volvía a destruir. Gritaba su nombre gozando como loca cuando sentí que su polla lanzaba sus calientes chorros en mi interior, me llenaba, me hacía suya, hacía que volviera a correrme una y otra vez.

Cuando salió de mí caímos al suelo, su cabeza junto a la mía, me lamió la cara mientras recuperábamos el sentido. Mi lengua buscó la suya y jugaron juntas. Su ancha y gran lengua rodeaba la mía y yo era feliz con la lengua fuera compartiendo nuestra saliva. Quería que me chupara, que me lamiera entera, le necesitaba en todo mi cuerpo.

—Lámeme toda, mi macho – le pedí.

Se levantó y no dejó un centímetro de mi piel sin recorrer, me di la vuelta y siguió por mi espalda, mis piernas y mi culo. Con un mordisco cariñoso en una nalga terminó su recorrido por mi cuerpo y se tumbó a mi lado. Le abracé y descansamos unos minutos.

—Vuelvo al campamento, ¿te quedas o vienes?

Jim se levantó y me acompañó trotando a mi lado, recogí mis pantalones para ponérmelos después de lavarme y nos dirigimos tranquilamente a la poza. Cuando salíamos de la línea de árboles para entrar en la pradera descubrí al ladrón. O a los ladrones, más bien. Diez o doce hadas pululaban entre las tiendas, buscando pequeños objetos que llevarse. Nunca antes había visto un hada, aunque había oído hablar de ellas ni siquiera creía que existieran, pensaba que eran leyendas o cuentos para contar a los niños. Había machos y hembras, no era difícil distinguirlos ya que iban desnudos. Medían entre ocho y doce cm. de altura, de la espalda les salían unas alas como las de las luciérnagas que movían tan rápido que se volvían un borrón difícil de apreciar. Una de ellas, más pequeña que las demás, acarreaba con esfuerzo una pinza de pelo plateada que brillaba bajo la luna.

—¡Quietos! – dije -. Dejad de robarnos.

Las hadas, pilladas por sorpresa, revolotearon despavoridas para salir disparadas hacia la cima. Todas menos la pequeña que no quería soltar la pinza y volaba a trompicones, cayendo hacia el suelo y levantando el vuelo con esfuerzo. Terminó posada sobre una de las tiendas moviendo el pecho afanosamente intentando respirar. Me acerqué para verla bien, despacio para no asustarla, levantó otra vez el vuelo al notarme, pero cayó sin haber recorrido más de un par de metros. ¿Estaría herida? Cuando llegué a ella descubrí lo que pasaba, tenía una mano atrapada en la pinza, en la parte interior que se ajustaba al pelo con un muelle. Los chicos empezaron a levantarse y el hada miraba aterrada en todas direcciones.

—Espera, pequeña, no vamos a hacerte daño - la recogí en mi mano con cuidado, ella se acurrucaba contra la pinza buscando protección -.Voy a soltarte, ¿de acuerdo?

La pequeña hada hizo gestos afirmativos con la cabeza y liberé el muelle con delicadeza para que sacara la mano. Flexionó varias veces la muñeca y los dedos y, casi sin que me diera cuenta, se lanzó a volar desapareciendo en la noche.

Expliqué lo sucedido a los demás, estaban encantados de haber visto a un hada, no importándoles haber perdido unas cuantas bagatelas a cambio. Yo me lavé en el arroyo y me eché a dormir junto a Jim, que seguía siendo un enorme y precioso perro.

Me desperté dando manotazos a algo que me molestaba en la nariz. Entreabrí los ojos para ver a la pequeña hada revoloteando frente a mi cara. Me incorporé de golpe. El hada estaba histérica, haciendo gestos y señalando hacia los árboles.

—¿Qué te pasa, pequeña? – susurré para no despertar a los demás.

El hada no hablaba pero señalaba insistentemente los árboles. Entendí que quería que la siguiera, me levanté, desperté a Jim para que me acompañara y la seguimos. Tuvimos que correr para no perderla, el hada se movía muy deprisa y esquivaba troncos y ramas con facilidad pasmosa. No tardamos ni cinco minutos en descubrir lo que quería de nosotros. Dos hadas, posiblemente las que huyeron precipitadamente de nuestro campamento, habían quedado atrapadas en una gran tela de araña que se extendía entres dos ramas de pino. Las hadas se movían intentando liberarse consiguiendo quedar más enredadas en la pegajosa tela cada vez. Una araña de la mitad de tamaño que ellas se acercaba con, supongo, malas intenciones. Habíamos llegado justo a tiempo, un par de minutos más tarde y la araña habría dispuesto de ellas. Con un palito del suelo retiré a la araña y la dejé en el mismo árbol, pero a varios metros de su objetivo, luego rompí con cuidado la tela para recoger a las hadas, un macho y una hembra, con suavidad. Una vez en mi mano les desprendí toda la tela que pude hasta que pudieron mover las alas. En cuanto recuperaron la capacidad de volar, saltaron de mi mano, dieron un par de vueltas en torno a mí y desaparecieron hacia la cima. La pequeña hada que me había traído voló hasta tocarme la punta de la nariz, luego hizo una pequeña inclinación de cabeza y partió tras sus compañeros.

Volví al campamento con Jim trotando a mi lado. Me tumbé a su lado y ahora sí pude dormir unas horas hasta que amaneció.

Me despertó el trajín de los chicos y el olor a tocino, me lavé rápido en el arroyo y me senté con ellos a disfrutar del desayuno. Regresaríamos a casa después de comer, así que teníamos toda la mañana para hacer lo que quisiéramos. Con algunos otros dediqué unas horas a recorrer la sierra en forma animal, fue una gozada. Luego jugamos todos al escondite, puede parecer infantil pero lo pasamos fenomenal. Eve fue a la que más tardamos en encontrar, se había escondido en forma de serpiente en una grieta. Fue Jim o, mejor dicho, su olfato, el que la encontró finalmente. La comida no fue tan alegre, aunque había un buen ambiente se nos notaba la tristeza por terminar el fin de semana tan maravilloso que habíamos pasado.

Después de comer recogimos las tiendas y preparamos las mochilas. Encontré en la mía todos los cachivaches que nos habían desaparecido junto a una pequeña piedra plana tallada. Tenía algunos símbolos escritos que no pude descifrar. La guardé para examinarla mejor en casa.

Cuando nos reunimos todos en el salón después de cenar, el ambiente era un poco sombrío. Lisa nos sorprendió con una alegre canción que nos levantó el ánimo, gracias a eso volvimos a la normalidad, a las bromas y a las puyas habituales.

Cuando me fui a acostar, Jonas me pidió hacer uso de su usufructo, petición que le concedí. Lo pasamos muy bien hasta que los dos quedamos dormidos. El día siguiente, lunes, todo volvería a la normalidad y seguiríamos con nuestras agitadas pero divertidas vidas.