La guardiana 14
Secuestran a Megan.
Las últimas dos semanas habían sido tranquilas. Habíamos admitido a Lisa definitivamente como miembro del clan e incluso hicimos una pequeña celebración para ella, Ted y Dani, que no la habían tenido. Un equipo de hombres—lobo llegaron una mañana y en apenas cuatro días nos construyeron el gimnasio que nos había prometido el consejo. Los chicos lo cogieron con ganas y se ejercitaban a menudo.
Me había acostumbrado a dormir cada noche con uno de mis hombres, ya consideraba natural hacer el amor a diario. Dani me rondaba pero no se atrevía a ofrecerse para compartir mi cama, su forma de actuar me resultaba simpática, pero no la incitaba. La aceptaría cuando reuniera el valor, claro.
Había salido a cenar y bailar una noche con Drakkar, el vampiro. Nos lo pasamos muy bien y acabamos follando en la cabina del Dj. Estaba totalmente acristalada con lunas tintadas y Drakkar me aseguró que no se veía desde fuera, así que parecía como si estuviéramos haciéndolo delante de toda la gente. Solo dudo de que no se me viera la espalda y el trasero cuando Drakkar me folló con la espalda pegada al cristal. El vampiro me confesó que después de sus muchos siglos de vida necesitaba algo de morbo adicional en el sexo. Lo entendí perfectamente, con su amplia experiencia el misionero le resultaría un poco trillado, jajaja. De cualquier forma, era capaz de provocarme de tal manera que me costaba resistirme a nada que me pidiera, siempre sacaba mi lado más perverso. Todavía me saltaba el corazón cada vez que lo veía.
Nala me trajo un kit de detección de drogas y le hice la prueba a Ted, cuando llegó expulsado de su anterior clan por drogadicto le puse la condición de hacerlo semanalmente. Me había descuidado y no se lo había hecho en mucho tiempo, así que cuando la prueba reflejó que estaba limpio, le abracé y besé para que desarrugara el ceño. Me programé un aviso para hacerle la última prueba en tres meses, que supiera que le controlaba podía ayudarle en caso de tentación.
Antes de comer me llegó un correo de Norman, el nuevo alfa de los panteras, había pillado a un par de sus chicos con meta y quería que lo investigara. El consejo era muy claro, en nuestro territorio no habría drogas, cualquiera que quisiera introducirlas sería expulsado o eliminado. Lamenté la situación aunque me alegré de tener trabajo, estaba todo tan tranquilo que me aburría.
En la comida lo comenté con los chicos, ninguno sabía nada. Les pedí que estuvieran atentos.
—Puedo ayudarte — ofreció Ted —, conozco ese mundo muy bien — dijo un poco avergonzado.
—Mejor que no — le dije —, no quiero que te expongas a las drogas de nuevo.
—No es un problema, alfa, os prometí a ti y a mi hermana no recaer. Me gustaría ayudar y demostraros a todos que lo he superado — su vergüenza anterior había derivado en firmeza, sería muy útil y podría vigilarlo de cerca.
—De acuerdo, esta tarde iremos a ver a los chicos que han pillado. Luego decidiremos qué hacer.
—Sí, alfa.
Después de comer cogimos el coche y nos fuimos al clan de los hombres—pantera. Aparcamos en la puerta de la casa de Norman, que salió a recibirnos. Nos presentó a Janet, su mujer, y esperamos con ella a que volviera con los chicos. Los chavales andarían por los veinte años, ambos llegaron avergonzados y se sentaron con nosotros.
—Solo lo hicimos una vez, alfa, fue por probar y no lo haremos más — me dijo uno de ellos.
—No estoy aquí para castigaros, pero quiero que me digáis dónde lo conseguisteis y cuándo.
—En un bar de copas que hay junto al club de los vampiros, se llama Camelot. Fue el viernes pasado sobre las doce de la noche.
—¿Quién lo lleva, un cambiaformas?
—No, un humano, aunque van algunos cambiaformas — solo hablaba uno de los chicos, el otro permanecía en silencio.
—¿A quién se lo comprasteis?
El chico hablador miró fugazmente al silencioso. Ambos permanecieron en silencio.
—¿Lo compraste tú? — le pregunté.
—No.
—Así que lo compraste tú — miré fijamente al silencioso esperando intimidarlo —, ¿a quién?
—No lo recuerdo, estaba oscuro y no me fijé.
Estaba claro que me estaba mintiendo, puede que fuera amigo del vendedor y quisiera protegerlo.
—Ven, vamos a dar un paseo — hice una seña a Ted para que nos acompañara. El chico miró a Norman que le conminó a seguirme con un gesto.
Salimos y anduvimos un poco hasta alejarnos de la casa, no quería que nadie viera lo que iba a hacer. Cuando estuvimos fuera del alcance del oído le volví a preguntar.
—¿Quién te lo vendió? Algo recordarás.
—Nada, alfa, ya te dije que estaba oscuro.
Me concentré en su mente y le influí para que me lo contara, me costó muy poco al ser tan joven.
—Dímelo, venga, no diré que has sido tú quien me lo ha dicho.
—Era un hombre—oso de unos veinticinco años, no sé su nombre y nunca lo había visto — confesó.
—Descríbelo.
—Alto, como de metro ochenta y cinco, fuerte, moreno, y tenía una pequeña cicatriz en una ceja.
—¿Era de por aquí?
—No sabría decirte, alfa.
—Bien, Ted ¿quieres preguntar algo?
—Sí, ¿qué os vendió exactamente?
—Meta, dijo que era de la mejor calidad.
—¿Te ofreció algo más?
—Marihuana, pero pasé.
—¿Cómo llamó a la meta?
—Hielo.
—¿Te lo dio en pastillas o en cristales?
—En cristales, nos dio cuatro.
—Creo que eso es todo, alfa — me dijo Ted.
En casa acordé con Ted la estrategia, entraría él sólo en el local y yo esperaría fuera. Así evitábamos que me reconocieran. Sobre la forma de comprar la droga no me dejó meter baza, me pareció bien porque él tenía la experiencia suficiente. Si conseguía realizar la compra o identificar al vendedor se reuniría conmigo fuera y esperaríamos a que saliera. Al no ser un bar de cambiaformas no quería armar jaleo dentro. Me vestí de mi forma habitual, con los cuchillos en la cadera y la pistola en la axila bajo una fina chaqueta y salimos para el bar.
Llegamos a las once y media. A las tres, harta de esperar y pensando que ya no iría nuestro objetivo, llamé a Ted y volvimos a casa.
Al día siguiente repetimos la operación, Ted entró y yo me quedé apoyada en un portal, la noche anterior había roto con una piedra la farola que iluminaba la zona y me protegía la oscuridad. Mientras esperaba vi pasar gente que iba de fiesta, los coches circulaban despacio iluminando parte de la calle. Me entretuve cambiando los brazos a la forma de tigre, ya lo hacía casi instantáneamente. Lo próximo que intentaría sería cambiar solo la cabeza, como Edward. No le veía mucha utilidad pero él me impresionó con la cabeza de león y yo quería probar. Me reí entre dientes pensando en asustar a Ana alguna noche. Me imaginaba saltando en el pasillo de casa, en penumbra y rugiendo. El susto que se llevaría.
Interrumpí mis divagaciones cuando vi salir a Ted, pasó entre dos coches aparcados en la acera y se reunió conmigo.
—Está hecho, alfa. Toma, guarda tú esto — me entregó un sobrecito pequeño que guardé en un bolsillo sin mirarlo, me pareció bien que Ted no quisiera conservarlo.
—¿Es el mismo tipo que nos dijo el pantera? — susurré.
—No, se parece pero no tiene cicatriz. La droga es la misma y la llaman de la misma manera. Será alguien de la misma organización.
—Esperemos a que salga, cuando lo veas iremos a por él.
Esperamos durante una hora en el portal, charlamos entre susurros dejando pasar el tiempo. Del local entraba y salía gente, pero Ted no identificó al camello. Cuando se envaró supe que lo había reconocido. Un tipo grande y moreno salía solo. Giró a la derecha y anduvo tranquilamente por la acera, supuse que iría a otro local a seguir vendiendo.
Seguí a Ted cuando pasó entre los coches para cruzar la calle, una intuición me conminó a darme la vuelta, pero fue tarde, solo vi una sombra abalanzándose hacia mi cabeza. Todo se volvió negro y perdí el conocimiento.
Desperté trabajosamente con un dolor de cabeza terrible, una bruma en el ambiente no me dejaba ver bien y no podía mover los brazos ni las piernas. Oí unas voces hablando pero fui incapaz de entender nada, sacudí la cabeza para despejar la vista pero solo conseguí que el dolor me perforara el cráneo.
—Veo que has despertado — me dijo un tipo de unos cuarenta y tantos años acercándose. Le acompañaban dos chicos. Uno era el que le había vendido la meta a Ted y el otro el de la cicatriz en la ceja —. Seréis nuestros huéspedes unos días, hasta que veamos si os buscan.
—¿Sois policías? — preguntó el de la ceja.
Me negué a responder, la bruma se mantuvo impidiéndome ver con claridad, pero distinguí como el chico pasó por mi lado. Oí un golpe y un quejido. ¿Ted? Me volví despacio para no empeorar el estado de mi cabeza y vi que Ted estaba atado en otra silla igual que la mía. El de la ceja le había golpeado y lo iba a repetir.
—Espera — musité —, no le pegues.
—Pues contéstame, ¿sois policías?
—No.
—Entonces ¿qué pintabais siguiéndonos?
No quería decirle quienes éramos, cuanto menos supiera de nosotros mejor. Ya sabían que éramos cambiaformas, eso se notaba por el olor, en cuanto se acercaron supe que eran tres hombres—oso.
—Un pantera pilló a su hijo con meta, me pidió que averiguara quién la vendía.
—¿Llegaste a informarle de algo? — me preguntó el mayor.
—No, no me dio tiempo.
—Bien, pues nos acompañareis unos días, hasta que veamos qué pasa. Os hemos drogado a los dos, solo conseguiréis dolor si intentáis cambiar.
Se marcharon dejándonos solos, la bruma que no me dejaba ver bien parecía ser un efecto de la droga. Examiné la silla en la que estaba atada, era de recia madera y estaba atornillada al suelo, no podría romperla en mi estado. Cuando intenté cambiar uno de mis brazos un dolor punzante me recorrió el cráneo. Tuve que detenerme entre jadeos. Intenté hablar mentalmente con Drakkar, pero sucedió lo mismo. Decidí reservar mis fuerzas hasta que se me pasaran los efectos de la droga. Miré a Ted comprobando que, aparentemente, estaba bien, respiraba con normalidad a pesar de seguir inconsciente. Pasaron muchas horas, no podía calcular bien el tiempo al no ver el sol o la luna, pero debieron ser bastantes. Ted se despertó y hablamos un rato. Luego esperamos en silencio.
Empezaba a ver mejor, la bruma se disipaba y decidí hacer otro intento para cambiar. La cabeza estuvo a punto de estallarme otra vez. Cuando volvieron el viejo y el de la ceja, les pedí ir al baño.
—Espera, podrás ir en un rato — me inyectó algo en el brazo por sorpresa aunque no hubiera podido resistirme igualmente —, en unos minutos te hará efecto.
Me desató y me acompaño a un baño cochambroso, pude ver que estábamos en un sótano según caminaba tambaleándome, el viejo tuvo que ayudarme a llegar. Entré al baño y esperé a que saliera.
—No te voy a dejar sola, así que date prisa.
Resignada me bajé los pantalones y utilicé el inodoro. Me medio ayudó, me medio arrastró de vuelta a la silla y volvió a atarme. Hizo lo mismo con Ted. Luego nos hicieron tragar una sopa fría y nos dieron agua. Volvieron a dejarnos solos. Pasaron las horas, Ted y yo intentábamos conversar, pero en realidad ninguno tenía ganas. Me sentía frustrada, vulnerable y débil.
Los dos chicos aparecieron, sin decir nada nos inyectaron y me desataron. A mí sola. Cuando empezaron a quitarme la ropa intenté resistirme, pero era inútil, no tenía fuerzas. Imágenes de la violación que sufrí con dieciocho años pasaron por mi mente. Noté a Ted forcejeando con su silla inútilmente. Empecé a llorar en silencio, las lágrimas caían por mis mejillas, húmedas y ardientes, mientras me despojaban de la ropa y el orgullo. Repentinamente salieron despedidos, el viejo había llegado y me los había quitado de encima.
—Bestias, que sois unos bestias, una cosa es que vendamos drogas a la gente que las quiere comprar y otra cosa es violar a una mujer indefensa. Yo no os he educado así, sois lo peor. Salid de aquí ahora mismo.
—Pero si los vamos a matar, papá ¿qué más da?
—No da igual, no los vamos a torturar ni a violar, ¡fuera!
Los chicos se fueron diciéndome con la mirada que la cosa no había terminado. El padre se disculpó conmigo mientras me ponía la ropa que me habían quitado sus hijos y volvía a atarme. Yo estaba en shock, vencida por las drogas y los recuerdos. Pasamos horas solos, Ted y yo cada vez más deprimidos, vencidos por las circunstancias, sin recursos ni opciones de escapar. Estaba hundiéndome sin remisión, me había rendido.
—¿Sabes qué estoy pensando, Megan? — le miré esperando que siguiera hablando —. Creo que ya no tardarán en venir a rescatarnos.
—¿Qué? — pregunté abatida.
—El efecto de la droga se me está pasando y puedo pensar, me he dado cuenta de que en cuanto en el clan se dieron cuenta de nuestra ausencia se pusieron a buscarnos. Parece que lo estoy viendo — no sabía si Ted deliraba o de verdad lo creía —, todos los chicos y chicas en nuestra busca. Supongo que Jim ha tomado el mando, lo primero que ha hecho ha sido hablar con Norman e interrogar a los chicos. Eso los ha llevado al Camelot. Allí habrán roto piernas hasta conseguir alguna información. Ya saben quién nos tiene retenidos, ahora están siguiéndolos para encontrarnos.
—¿Sabes que van a matarnos?
—No, claro que no. Nuestro clan, tu clan, está a punto de rescatarnos. Les has dado mucho, ahora tienen orgullo, son fuertes, están unidos, y lo más importante: todos te aman, te amamos. Destruirían la ciudad por salvarte. Estoy seguro. Si pudiera sentir algo me darían pena estos tres tipejos.
Sonreí, de algún modo me sentí bien. Las locas palabras de Ted me calentaron un poquito el corazón. El momento se vino abajo cuando volvieron los dos chicos.
—Pobrecitos, estáis muertos — dijo Ted.
Le golpearon y volvieron a inyectarnos. Nos dieron de comer y nos llevaron al baño. El imbécil de la ceja aprovechó para meterme mano. Iluso, no sabía que mi manada estaba llegando. Antes de irse me dijo al oído para que no le escuchara su hermano :
—Esta noche, preciosa, esta noche.
Me despertó zarandeándome el imbécil, me desató y me llevó a un catre que había contra la pared. Me resistí pero no pude evitar que me desnudara, me sobó las tetas y se bajó los pantalones. Se irguió a mi lado mirándome con prepotencia.
—Voy a disfrutar mucho contigo — dijo.
De repente un brazo le rodeó el cuello y una mano le sujetó la mandíbula desde atrás. Oí un chasquido y el gilipollas cayó al suelo con la cabeza oscilando de forma poco natural. Una sombra se acercó hasta que pude distinguirla : Jim.
Desperté en mi cama. Jim dormitaba en una silla a mi lado. Recordé que me había sacado del sótano donde nos tenían y me llevó a casa sin soltarme ni un momento. Disfruté de la sensación de estar con la familia, en casa, antes de despertarlo.
—Jim — le llamé —, Jim.
Se despertó sobresaltado, el alivio al verme se reflejó en su cara.
—¿Cómo estás, alfa? — me cogió la mano con cariño.
—Bien, ¿y Ted?
—Durmiendo, Dani le está vigilando.
—Necesitará cuidados, nos han drogado y para él puede ser difícil.
—Trajimos a Carl, el medico de los osos. Os inyectaron una mezcla de opiáceos para manteneros fuera de combate, dice que en un par de días estará fuera de vuestro sistema por completo. Nos recomendó controlar a Ted un par de semanas, ¿qué haces?
—Quiero ver a Ted — dije levantándome de la cama. Saqué un pantalón de deporte y una camiseta del armario y me lo puse. Me apoyé en Jim porque tenía las piernas flojas y fuimos despacito a ver a Ted.
Cuando llegamos a su habitación su hermana Dani le impedía levantarse. Al verme cayó sobre la cama aliviado. Con la ayuda de Jim me tumbé a su lado.
—Cuéntame todo, Jim — le pedí.
Jim me explicó lo que habían hecho, repitió punto por punto lo que Ted dijo que harían. Él sonrió cogido de mi mano. Nadie durmió hasta que nos encontraron. Después de identificar a uno de los hermanos Alicia le siguió en forma de murciélago hasta una granja abandonada. Seis de los chicos entraron, apresaron a uno de los hermanos arriba y al otro en el sótano.
—¿Qué ha pasado con ellos? — pregunté.
—No volverán a molestar — dijo sucintamente.
No quise preguntar más. Cuando empecé a quedarme dormida Jim me cogió en sus brazos y me llevó a mi cama.
—Oye Jim, ¿dónde están todos?
—Durmiendo, lo necesitan.
—Túmbate conmigo, no me dejes — murmuré casi dormida.
Sentí su beso en la frente antes de perderme en el sueño.
Al día siguiente me levanté preparada para seguir con mi vida normal, Ted permaneció otro día en cama obligado por su hermanita, jajaja. Informé al consejo de que el tráfico de drogas se había terminado, curiosamente nadie preguntó qué pasó con los traficantes. Todos los miembros del clan fueron muy cariñosos conmigo, era estupendo. Se habían invertido los papeles y no era yo la poderosa protectora, sino que había estado indefensa y vulnerable. Todos habían cuidado de mí, buscándome sin cejar hasta encontrarme. Estaba muy orgullosa de mis chicos. Sería el resto de la droga en mi organismo lo que hacía que se me humedecieran los ojos cada vez que me abrazaban y me decían lo felices que estaban por haberme recuperado. Jonas me abrazó también, pero con su despreocupado desparpajo aprovechó para magrearme el culo, pegué mi cuerpo al suyo y froté mis tetas y pubis contra él. Cuando noté su miembro presionando mi abdomen me retiré.
—Gracias por tu “apoyo”, Jonas.
—Eh … sí … de nada.
—Jajaja.
Pasé casi todo el día con Ted para que Dani durmiera, no le quería dejar solo y la sustituí. Cuando no dormía charlábamos, de su infancia, de su malgastada juventud, de su llegada al clan. Nos reímos recordando que me retó nada más llegar y tuve que ponerle en su sitio. Me contó la época de su adicción a las drogas, me explicó que, viéndolo en retrospectiva, había sido absurdo : de los pocos años en que estuvo enganchado que en su día le parecieron tan fantásticos, ahora no tenía ni un recuerdo bueno, nada feliz, ni un solo momento que quisiera repetir.
Cuando Ted se levantó, su hermana y él me hicieron mucha compañía, me venía muy bien para controlarle un poco, comprobar que las drogas que le dieron no le hicieran recaer. También es cierto que habíamos pasado juntos una situación muy traumática y establecimos una conexión especial. Al anochecer salí con los dos hermanos a correr en nuestra forma animal. Primero disfrutamos de nuestra fuerza y velocidad y corrimos como el viento. Mi tigresa y sus pumas gozaron enormemente de la libertad de ser uno con la naturaleza. Cuando paramos a descansar Dani se me tiró por sorpresa haciéndome rodar, con gran alegría la seguí el juego y luchamos sobre la hierba, Ted se alió con su hermana y me tuve que defender de los dos. Me marcaban con los colmillos, me sujetaban con las patas sin sacar las garras y me revolcaban por el suelo. Contraataqué y salieron despedidos, volvieron a por mí y seguimos jugando mucho tiempo, cambiábamos las alianzas y volvíamos a empezar. Fue genial, acabamos lamiéndonos unos a otros y regresando tranquilamente a casa.
Después de cenar estuve un rato con todos en el salón, me despedí hasta el día siguiente y me fui a la habitación. Ted me siguió. Antes de que me dijera nada, le cogí la mano y le metí conmigo. Comenzamos muy dulcemente, besándonos con ternura y cariño, pero la cosa se fue calentando y enseguida terminamos desnudos en la cama.
Sentí que se abría la puerta y me sonreí al ver entrar a Dani, pensé que quería comprobar a su hermano antes de acostarse y se iría pitando al ver que no era el mejor momento, pero quedé sorprendida. Llegó sigilosamente a mi lado y se sentó en la cama, me acarició el pelo mimosa y me preguntó :
—¿Puedo quedarme, alfa?
Yo estaba tumbada sobre la espalda, Ted, de rodillas, me levantaba las piernas en V y me la estaba clavando estupendamente. Antes me había hecho correr con la lengua, ahora esperaba poder corrernos juntos.
—Claro — contesté con voz entrecortada —, en la cama soy Megan, pero pregunta también a tu hermano.
—Hermanito, ¿puedo acompañaros? — se quitó la camiseta, no llevaba sujetador y mostró dos preciosas y grandes tetas, firmes y de pezones rosados, continuó despojándose de la minifalda y las braguitas. A pesar de ser la benjamina del clan Dani tenía un cuerpo de escándalo, no eran solo su pechos, tenía un culo respingón y redondito y unas piernas finas y bien torneadas. Ya me había fijado el día en que me buscó a cuatro patas sometida a Phil.
Ted y yo perdimos el ritmo admirando a su hermana, la cara de Ted era un poema, la miraba fijamente, recorriendo su cuerpo comiéndosela con los ojos.
—¿Hermanito? ¿Quieres que me quede? — volvió a preguntar Dani sonriendo con picardía.
—Quédate — murmuró.
Agarré a Ted del pelo exigiendo que se concentrara en mí y dejara de mirar a su hermana, se repuso y siguió taladrando mi coño. Dani me acariciaba suavemente con las dos manos la cara, el cuello, el pecho y la tripita. Era muy dulce. Bajó la cabeza para besarme en los labios, luego se apoderó de mi pezón y lo lamió. Se metió una de mis pequeñas tetas todo lo que pudo en la boca y mordió con cuidado rodeando el pezón con la lengua. Me gustó.
—Seguid, seguid, vais a hacer que me corra ya — gemí.
—Espera Megan, me queda poco — pidió Ted.
Siguió bombeando abriendo más mis piernas, Dani me torturaba los pechos usando las dos manos y los dientes, si Ted no se daba prisa no le iba a poder esperar. Moví ansiosa mis caderas y gemí más alto.
—No puedo Ted, me voy a correr ya.
—Un poco solo — jadeó — solo un poquito.
Aceleró las penetraciones hasta que arqueó la espalda para metérmela muy profundamente, sentí como su miembro se hinchaba dentro de mí y lanzaba descarga tras descarga de su semilla.
—Aaaaaaaghhhhhhhhh ... me corro … me corro …
Dani me mordió fuerte un pezón y el placer aumentó, una descarga bajó hasta mi sexo, que se apretó en torno al miembro de Ted. Me corrí sintiendo la ardiente semilla de Ted en mi coño y los labios y dientes de Dani en mis tetas.
Ted cayó a mi lado en la cama y nos miramos sonrientes sin decir nada, Dani me dio unos últimos lametones y me besó. Recuperamos la respiración haciéndonos mimitos los tres. Una de las cosas que más me gustaba era hacer mamadas, me encantaba sentir la dureza, el calor y la suavidad de un hombre con los labios, así que me puse a gatas al lado de Ted y empecé lamiendo sus músculos abdominales.
Me entretuve mordisqueando y pasando la lengua por los alrededores de su ombligo, bajando hacia el premio gordo pero sin llegar a él. Ted se impacientaba sin decir nada, pero tensaba los músculos cada vez que me acercaba a su miembro. Llegué finalmente a mi destino y lamí sus testículos masturbándole con una mano. Ted permanecía tumbado en la cama como un pachá y Dani observaba sin perder detalle. Subí al glande y lo atrapé suavemente entre los dientes, haciéndole sisear. Lamí unas gotas de humedad de su punta y me la introduje completamente en la boca, me ponía mucho hacer una garganta profunda. Con la nariz pegada a su pubis aguanté unos segundos e hice el recorrido inverso.
Dani se pudo al otra lado de Ted, miraba su mojado miembro con avidez.
—Creo que voy a ayudarte — susurró.
Sorprendida de que quisiera hacerlo con su hermano levanté la cabeza, y la muy zorra me arrebató mi tesoro, golosamente abarcó con los labios la polla y se la metió entera en la boca, me imitó aguantando unos segundos y empezó a mover la cabeza de arriba abajo. Ted gemía muy excitado, no sé si antes de hoy habían compartido cama, pero desde luego ver a su pequeña hermanita tragándose su polla le estaba poniendo a cien. Me conformé con sus testículos y pasé la lengua por ellos, me metí uno en la boca aspirando con cuidado. Ted estaba fuera de sí y agitaba mucho las caderas, temiendo que me golpeara subí y con un pequeño empujón en el hombro conseguí que Dani me hiciera sitio.
—No seas egoísta, jajaja.
Ahora las dos compartíamos la bonita polla de Ted, con los labios pegados en los laterales subíamos y bajábamos al unísono. Ted nos miraba con la cabeza erguida sin perderse nada y gimiendo al ver a dos preciosas hembras salivando por su verga. Cada vez que llegábamos a la punta le dábamos lametones, jugábamos uniendo nuestras lenguas y volvíamos a bajar. Evidentemente Ted no duró mucho.
—Me corro, chicas, no puedo aguantar más …
—En mi boca, hermanito, llénamela — Dani me miró pidiéndome permiso y se metió la polla hasta la mitad, mis dedos chocaban con sus labios al pajear como podía la base de su miembro. Ted contrajo todos los músculos y gritó :
—Dani … Dani …
Sentí en mi mano cómo palpitaba la polla al descargarse, varios chorros llenaron la boca de su hermana mientras yo miraba envidiosa sin dejar de mover la mano. No se le escapó ni una gota. Recibió gustosa todo el semen que su hermano disparó, cuando Ted se relajó por fin Dani se incorporó y abrió la boca, mostrándonos la blanca leche. La había guardado toda sin tragársela.
—¿Quieres un pañuelo? — la pregunté pensando que le daba asco y quería escupirlo.
Dani no me contestó, me agarró del cuello y pegó su boca a la mía. Cuando me invadió su lengua, venía acompañada por el semen de Ted. Me calentó tanto que gemí compartiéndolo, nuestras lenguas lo batían en nuestras bocas unidas, era un beso sucio y guarro que me puso extremadamente cachonda. Lo mantuvimos todo lo que pudimos hasta que nos separamos y tragué mi parte. Dani me lamió los labios y la barbilla para limpiarme los blanquecinos restos que se habían escapado y yo la imité. Nos separamos jadeando y mirándonos con lujuria.
Directamente la tumbé en la cama y la comí el coño haciendo un sesenta y nueve. Ella me correspondió. Fue bastante salvaje, las dos estábamos sumamente excitadas y nos empleamos a fondo con lengua, dientes y dedos. En un par de minutos nos corríamos en la boca de la otra.
Recuperamos el aliento abrazadas a Ted, que nos acariciaba lánguidamente diciéndonos cosas bonitas. Me fijé en que Ted seguía erecto, no me extraña, claro, con el espectáculo que le estábamos dando. Una de las dos cosas que más me gustaban en la cama ya la había hecho al mamársela a Ted, se me ocurrió que podía hacer también la otra. Salté sobre Ted para murmurar al oído de Dani, cuando entendió lo que quería una sonrisa iluminó su cara.
—Será un placer, Megan, me encantará hacértelo.
Puso tal cara de ilusión que me apresuré en sentarme en el regazo de Ted, le agarré la polla y me la metí despacito. Me incliné sobre él poniendo las tetas en su pecho y le pedí :
—Despacito, cariño, quiero que dure.
Ted me obedeció y movió las caderas, nos acoplamos en un ritmo lento y profundo. Sus manos me acariciaban la cara y la cabeza. Era muy bueno. Sonreí cuando sentí que me separaban las nalgas y una lengua lamía mi entrada posterior. Esa era la otra cosa que más me gustaba, que me comieran el culito. Dani lo hacía muy bien, me lamía todo el pliegue anal apretando con la lengua, luego me la metía unos centímetros y la movía dentro de mí. Me estaba volviendo loca. Ted, mientras tanto me bombeaba lentamente. La sensación de placer en mis dos agujeros era tremenda, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no menear las caderas, no quería que Dani perdiera comba. Aguanté una media hora, disfrutando enormemente, tanto Ted como Dani parecían incansables. El punto de ruptura ocurrió cuando Dani me metió dos dedos en el culito y me folló con ellos. El placer en mis genitales se disparó de forma salvaje y me volví loca. Cabalgué la verga que me empalaba el coño a todo galope, Dani me metió otros dos dedos y ya eran cuatro los que devastaban mi culo. Con mi boca babeando en el cuello de Ted movía el culo arriba y debajo de forma espasmódica, estaba tan imbuida en el placer y las sensaciones de mi coño y mi culo que mi cerebro había desconectado, me movía por instinto para conseguir el clímax que anhelaba, como una perra en celo. Los dos hermanos no tardaron en darme lo que quería, un orgasmo épico se adueñó de todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, empezando por mis agasajados orificios y terminando por explotar en mi cerebro.
—Aaafffaaauuuuuggggfffffff.
Mi cuerpo exhausto convulsionaba sobre el pecho de Ted recibiendo oleada tras oleada de placer, los hermanos seguían devastando mi interior sin darme descanso, si no paraban mi cerebro se iba a derretir, pero ellos seguían estimulándome. Encadené orgasmo tras orgasmo, mi ano era un generador que mandaba placer a mi cerebro, mi coño como una central nuclear acabando con mi consciencia. Cuando por fin se apiadaron de mí, quedé semidesvanecida murmurando sonidos sin sentido.
—Uuummfff … aagghhh … blullup …
Padecí un último pequeño orgasmo cuando desocuparon mi interior. Quedé rota, desmadejada sin que los miembros me respondieran sobre el cálido y suave cuerpo de Ted. Me quedé dormida con una sonrisa en los labios. Esa noche me desperté varias veces, en todas ellas Ted y Dani hacían el amor. Estuvieron toda la noche gozando de sus cuerpos, compartiendo deseo y cariño. Yo los contemplaba unos minutos y volvía a dormirme. Para ser hermanos se llevaban genial, jajaja.
Cuando desperté Ted no estaba y Dani dormía a mi lado. Me desperecé y Dani abrió los ojos sonriéndome lánguidamente. La besé en la punta de la nariz y me agarró la mano para que no me levantara.
—¿Puedo decirte algo, Megan? — me preguntó dulcemente.
—Claro, cariño.
—Es que llevo unos días queriendo decirte que te quiero.
—Yo a ti también, mi puma salvaje — la acaricié la carita.
—No me refiero a eso, quiero decir que te amo — debió ver mi sobresalto reflejado en mi cara porque añadió enseguida —. No, no, no es que quiera casarme contigo o que seamos pareja, no te asustes — sonrió —. En mi antiguo clan las cosas no eran fáciles para las hembras, el alfa era un machista como su padre antes que él. Las mujeres estábamos para servir y ser preñadas cuando alcanzábamos la edad. Si había una mujer soltera el alfa le buscaba marido y los obligaba a casarse. Era una costumbre de muchos años.
—No me parece muy buena costumbre.
—No, cuando expulsaron a mi hermano estuve feliz de irme también. Me hubiera ido de todas formas, pero era otro motivo importante. Cuando llegué aquí y te conocí fue como una epifanía. Comprendí que las cosas para las mujeres podían ser distintas, eres una mujer y eres la más fuerte del clan, la alfa. Todos te quieren y te cuidan y, a la vez, te respetan, te siguen y te valoran. Te amé y te amo por eso. Para mí eres un ejemplo, un modelo a seguir.
—Yo no soy un ejemplo, Dani, yo solo hago mi trabajo lo mejor que puedo.
—De eso nada, haces tu trabajo y mucho más. Siempre estás pensando en la manada, en que todos estén bien, en que les respeten.
—Vale, vale, no sigas que me voy a emocionar.
—Jajaja, pero tienes que saber que todos te están muy agradecidos por lo que has hecho por ellos — las dos estábamos muy juntas y nos acariciábamos la cara y los hombros.
—Lo sé, y ellos también han hecho mucho por mí, ¿sabes que llevaba un montón de años sin dejar que nadie me tocara?
—¿De verdad? ¿Por qué?
—Tuve una mala experiencia cuando tenía tu edad, hasta que llegué aquí no volví a disfrutar del sexo.
—Jajaja, me lo creo, yo no es que fuese virgen, pero en este clan me he convertido en una zorra total, me encanta la manera de ver el sexo que tienen, tan libre y desinhibida. He follado más aquí que en toda mi vida anterior.
—Jajaja, a mí me pasa igual, lo que nos hemos perdido.
—Ya lo creo, he descubierto que me gustan muchísimo las pollas y me encanta el sabor del semen — la chica hablaba completamente desinhibida —. Nunca me lo hubiera imaginado, pero me pone mucho hacerles correr en mi boca o que me cubran entera, ¿recuerdas la fiesta? Te lamí el coño después de que follaras con varios, recogí el semen con la lengua y me corrí al saborearlo. Ya te he dicho que me he vuelto muy puta.
—Jajaja, creo que te estás integrando muy bien — pensé que estaba descubriendo el buen sexo con dieciocho añitos y estaba un poco descontrolada, pero acabaría madurando.
—Y además está Phil — cuando vio mi cara inexpresiva se sorprendió —. ¿No lo has hecho con Phil?
—No — contesté un poco cohibida.
—Pues no sabes lo que te pierdes, consigue excitarte hasta el límite. ¿Te acuerdas cuando me mandó a buscaros el otro día? — asentí —. Estaba tan cachonda que en cuanto os fuisteis me corrí sin que me tocara, solo tuve que decirme : “mascota, lo has hecho bien” — imitó a Phil con voz grave — luego me metió esa cosa enorme que tiene en la boca y me corrí yo sola, jajaja.
Dani me besó lamiéndome los labios.
—Me he puesto cachonda acordándome de Phil — me dijo —, ¿puedo comerte el coñito?
Me sentía estupendamente esa mañana, vestida y duchada desayuné tarde. Jonas nos acompañaba a Dani y a mí. Ella me sonreía y yo recordaba el sesenta y nueve que habíamos hecho antes de levantarnos. Nos habíamos corrido dos veces cada una. Le devolví la sonrisa un poco sonrojada.
—¿Sabéis qué, chicas? — nos preguntó Jonas —, el fin de semana que viene podríamos hacer algo todos juntos. Solo los miembros del clan.
—Qué bien — saltó Dani —, ¿el qué?
—No sé, pero algo fuera de casa, si tuviéramos dinero podríamos irnos a la playa.
—De momento no podemos hacer eso, Jonas, nuestra economía va bien pero no tanto.
—Pues vámonos de acampada — se le ocurrió a Dani —, iba con mi padre cuando era pequeña y me lo pasaba muy bien. Estaremos un fin de semana sin tele ni móviles. Podemos cazar, pescar, hacer fuego, contar historias de miedo.
—¿De hombres—lobo? —dije riéndome.
—No, de humanos psicóticos, o de vampiros sin colmillos, te sacan la sangre con una jeringuilla — se rio Jonas.
—Me parece una idea cojonuda. En la comida lo propondré y si quieren bastantes el próximo fin de semana nos vamos. Solo falta decidir dónde.
—Charlie es de aquí, seguro que sabe de un buen sitio.
Ese día en la comida lo dejamos decidido, Charlie conocía un sitio ideal, con árboles y una poza alimentada por una pequeña cascada. Las dos horas y media en coche y otra hora andando no nos pareció excesivo si nos íbamos del viernes al domingo. Jonas y Dani se encargarían de comprar tiendas de campaña y las demás cosas que necesitaríamos.
Estaba deseando ir, pasar un fin de semana tranquilo, en la naturaleza con todos mis chicos. Sin conflictos ni problemas que resolver. ¿Sería así?