La guardiana 12

¡Guerra!

La guerra había comenzado.

Phil, Jim , Richard y yo observábamos atentamente el gran monitor con la vista aérea que nos proporcionaba Lisa. En el salón quedaban algunos de los chicos para protegernos en caso de sufrir algún ataque. Nuestros batallones estaban situados donde los necesitaba, si no había sorpresas habríamos terminado con el ataque antes de que se llegaran a internar en nuestro territorio. Pensé en que el verdadero peligro serían los vampiros, a los cambiaformas se les podía matar o al menos inutilizar disparándoles balas de plata o en lucha cuerpo a cuerpo, pero los vampiros eran más fuertes, más rápidos y mucho más resistentes. Las balas de plata tenían su utilidad, les ralentizaría y les produciría dolor, pero no teníamos demasiadas balas de plata. Solo había una forma segura de matarlos, nuestros hombres tendrían que cambiar a su forma animal y arrancarles la cabeza, así de crudo. Nuestra mejor opción era enfrentarlos con nuestros propios vampiros, con el batallón de lord Drakkar.

Como eso no pasaría hasta que oscureciera, me concentré en nuestras otras tropas. Derek, hombre—lobo, defendía la mansión de Drakkar en solitario hasta que la noche permitiera salir a los vampiros. Los batallones de John, Sira y Cris estaban apostados en un pequeño valle por el que pasaría el enemigo y Bull estaba en un punto intermedio esperando órdenes, le enviaría donde fuera necesario según se desarrollaran las cosas.

Volví a concentrarme en el monitor, los autobuses avanzaban a velocidad moderada, parecía en realidad una caravana de jubilados yendo de excursión.

—Algo no me huele bien — dijimos Richard y yo a la vez. Le miré esperando a que hablara.

—Van demasiado despacio, no han mandado a nadie de avanzadilla, es un ataque demasiado previsible, alfa.

Medité unos segundos y salí al salón. Alicia y Jonas estaban allí, al ser ella murciélago y él búho desarrollaban su labor por la noche.

—Alicia, el ataque viene del norte, pero no me fío. Quiero que echéis un rápido vistazo al sur, si veis algo sospechoso volved a avisarme.

Los dos se desnudaron mientras Alicia le decía a Jonas la zona que debía revisar, ella era la líder de los exploradores aéreos. En un visto y no visto ambos volaban hacia el sur. Lamenté no disponer de más cámaras, pero no habíamos tenido tiempo de conseguir cámaras tan pequeñas.

—Ana — se levantó y acudió a mi lado —, espera fuera y avísame en cuanto los veas volver.

—Sí, alfa.

Volví a la sala de guerra a contemplar el monitor. Entre Phil y yo llamamos a los comandantes y les informamos de nuestras sospechas. A Bull le ordené dirigirse al sur, si los autobuses eran una distracción el ataque llegaría desde el sur.

Esperé noticias mordiéndome las uñas, la tensión en la sala era palpable. Si mantenían la velocidad los autobuses, entrarían en la trampa en unos diez minutos. Se me iban a hacer eternos.

El momento había llegado, vimos en la pantalla como el primer autobús recibía una granada y se detenía obligando a detenerse detrás a todos los demás. Desde ambos flancos recibieron una auténtica lluvia de balas, los cristales saltaban en pedazos, las ruedas estallaban, la carrocería de los vehículos se llenaba de agujeros. En apenas un minuto se detuvo el fuego, nadie había salido de los autobuses. Vimos como unos pocos de nuestros hombres se acercaban y revisaban el interior, incluso observé a John sacando el móvil y haciendo una llamada.

—Aquí solo hay un conductor en cada autobús, era una distracción, Megan — me dijo apurado.

—Dirigíos al sur, ya tengo gente en esa zona, — mientras hablaba hacía gestos a Phil para que llamara a Sira y a Cris —, por el camino os concretaré el destino exactamente.

—De acuerdo, nos ponemos en marcha.

Ana entró en ese momento :

—Vuelve Alicia, alfa.

Salí al salón y entró el murciélago volando por la puerta, cambió en cuanto se posó en el suelo y me dijo de forma entrecortada :

—Vienen por el camino viejo del matadero, estarán allí en unos veinte minutos.

—¿Cuántos? — pregunté.

—Dieciséis autobuses.

Volví corriendo a la sala de guerra y llamé a John, Phil ya estaba llamando también.

—Plan de batalla seis, repito, plan de batalla seis, tenéis quince minutos para llegar.

Llamé a Bull y le repetí la información, era el único que llegaría a tiempo. Con suerte podría retener al enemigo hasta que llegaran refuerzos, lamenté en mi interior la pérdida de vidas que le costaría aguantar el tiempo suficiente.

El plan de batalla seis nunca había terminado de convencerme, pero no encontramos una forma mejor de ejecutarlo. El enemigo vendría por una estrecha carretera que conducía al matadero abandonado. Se había instalado fuera de la ciudad para evitar que los malos olores llegaran a esta. El único punto vulnerable era justo antes de las instalaciones, un pequeño puente salvaba uno de los afluentes del rio Clearwater. Allí podríamos detenerlos, la pega era que solo la mitad aproximadamente de nuestros efectivos podría atrincherarse en el matadero, los demás tendría que estar a campo abierto cubiertos por los pocos álamos que crecían en la ribera del rio. En mis cálculos previos este era el peor de los escenarios, aun teniendo ventaja sobre los atacantes perderíamos muchos hombres.

También acudí a mis tres escuadrones, ordené a Eve, Charlie y Edward que apoyaran a Bull, les pedí que se ocultaran en la ribera del pequeño afluente, prestando ayuda donde se necesitara.

Escuché revuelo en el salón. Lisa acababa de llegar y estaba poniendo la cámara a Jonas, como estaba empezando el crepúsculo él sería más adecuado. Cuando estuvo listo chucheó en mi dirección y salió volando por la puerta.

Otra vez a la sala a esperar noticias. Hubiera preferido estar fuera, en la acción, la espera estaba acabando con mis nervios. Veíamos en la imagen de la cámara cómo se iba acercando, llegaría al matadero muy poco antes que el enemigo.

Respiré aliviada cuando confirmamos que Bull estaba en posición, sus hombres ocupaban el matadero, tanto el interior como el tejado, a unos seis metros de altura podrían disparar con ventaja a los atacantes. Jonas ascendió y pudimos ver el convoy acercándose, los autobuses iban rápido, quizá demasiado para el estado de la carretera, pero de momento seguían aproximándose. El plan era detener al primero en el puente e impedir cruzar al enemigo por el rio. Con solo el batallón de Bull no sería factible, pero si les pudiera detener unos minutos los demás batallones se le unirían y plantarían cara con menos desigualdad numérica.

Cuando los autobuses llegaron al puente se detuvieron antes de cruzar, bajaron dos hombres del primer autobús y observaron el puente, avanzaron por él en dirección al matadero. La noche había llegado y la visibilidad era escasa, por lo que se acercaron a examinarlo. Todo esto lo veíamos nosotros en distintos tonos de amarillo, verde y rojo ya que la cámara había cambiado a visión infrarroja. Alguien les hizo señas metiendo prisa desde el autobús y los dos hombres regresaron, afortunadamente sin examinar el interior del matadero. Se subieron al autobús y la caravana volvió a ponerse en marcha, avanzando lentamente sobre el puente.

En el monitor no lo vimos, pero debieron lanzar dos granadas al primer autobús, ya que vimos surgir dos explosiones de un rojo furioso. El vehículo traqueteó durante tres o cuatro metros para finalmente detenerse justo en la salida del puente. En ese momento empezó todo.

Nuestros hombres disparaban sin tregua sobre los primeros autobuses, de los que salía gente a borbotones. Tras unos momentos de vacilación que les costaron muchas bajas, se extendieron por la orilla sin cruzar, gran parte de los hombres de Bull salieron del matadero ocupando la ribera, intentando protegerse tras los delgados álamos.

—Esperarán a estar situados para cruzar todos a la vez — me dijo Richard.

—Llama a John — pedí a Phil —, pregúntale cuanto les falta para llegar.

Yo llamé a Bull y le dije el tiempo estimado que nos dijo John : tres minutos.

—Aguanta como sea — le pedí sabiendo el coste que tendría —, si logran cruzar se dividirán y podrían atacar cualquiera de nuestros clanes — Bull, igual que yo, sabía que habíamos dejado los clanes desprotegidos, apenas dejamos cinco hombres armados en cada casa.

—No pasarán mientras yo esté vivo, te lo prometo — y colgó.

Los atacantes se habían situado ya en la ribera, a los dos lados del puente, ignoraron éste y avanzaron. Ahora sí disparaban, por los fogonazos rojos que se veían en el monitor deduje que no todos estaban armados, los muy gilipollas habían seguido la tradición de los cambiaformas de luchar cuerpo a cuerpo, solo quizá el veinte por ciento disparaba desde la orilla intentando cubrir a sus compañeros mientras cruzaban el rio. Eché cuentas mientras observaba la batalla, en dieciséis autobuses cabían unos mil hombres, de los cuales unos doscientos estaban armados. En el batallón de Bull eran unos doscientos cuarenta. Estábamos igualados en armas, pero la superioridad en número de ellos se impondría muy rápido. De pronto caí en la cuenta de que no habíamos visto a los vampiros todavía, la cámara en modo infrarrojo nos permitía ver a los hombres por el calor corporal, en naranja las partes cubiertas por ropa y en rojo la cara y las manos, que desprendían más calor. ¿Se llegaría a apreciar a los vampiros al tener baja la temperatura? Me lamenté de no haber hecho suficientes pruebas con la cámara, ni se me había ocurrido.

La lucha continuaba en el río, los atacantes caían como moscas, sobre todo los que pretendían cruzar en la cercanía del matadero, pero nuestros hombres también caían, los atacantes armados seguían apostados en la orilla sin intentar cruzar, dedicados a disparar a los nuestros. Jonas se elevó otra vez y se dirigió al norte, pudimos comprobar que el batallón de Cris y el de John estaban muy cerca, no tardarían más de un par de minutos en llegar. Pero, ¿dónde estaban Sira y sus hombres? Jonas de repente se desvió y volvió al rio, pasó de largo el matadero y recorrió la orilla, me preguntaba qué me querría enseñar cuando de pronto lo vi.

Habíamos encontrado a los vampiros. Un montón de manchas de un amarillo pálido se movían al unísono, si no hubieran ido todos juntos no hubiera sido capaz de reconocerlos porque apenas resaltaban sobre el fondo. Los vampiros enemigos habían recorrido unos tres kilómetros y habían cruzado el rio, estaba marcando a Bull cuando me fijé en que iban en dirección contraria, probablemente a la mansión de Drakkar. Dejé a un lado la amenaza de momento, entre el batallón de Derek y los propios vampiros de Drakkar tendrían que hacerlos frente con éxito. Hice una captura de pantalla en el ordenador y le mandé a Phil que los contara, no estaría de más saber el número exacto al que tendrían que enfrentarse.

Llamé a Sira para saber por qué no había seguido mis instrucciones pero no me cogió el teléfono. Lo pensé durante unos instantes y llamé a Norman.

—¿Dónde estáis? — le pregunté de sopetón.

—Defendiendo nuestro clan, alfa, siguiendo tus órdenes.

—Mis órdenes eran ir al matadero, el batallón de Bull está siendo masacrado, ¿me has entendido?

—Sí, alfa.

Colgué. Al final Sira nos había traicionado, solo esperaba que con John y Cris fuera suficiente para detener la oleada de enemigos que cruzaba el rio. Jonas por fin volvió a la batalla, la situación había empeorado sensiblemente. Muchos de los defensores habían caído y los atacantes empezaban a cruzar, enzarzándose cuerpo a cuerpo con nuestros hombres. Di instrucciones a Jim y llamamos a John y a Cris, informándoles de la situación. John debía luchar con los que cruzaban y Cris debía mantener el fuego sobre los que estaban todavía en la orilla opuesta, impidiendo que cruzaran más. El medio minuto que pasó hasta que llegaron fue angustioso, veíamos impotentes cómo los nuestros caían, cómo eran superados. Del matadero empezó a salir gente para reforzar las líneas, quedando solo los que disparaban desde el tejado.

—Doscientos veinte — me sobresaltó Phil, le miré desconcertada.

—Doscientos veinte vampiros — repitió.

—Llama a lord Drakkar e infórmale, tendrá que lidiar con ello hasta que podamos enviar refuerzos — los efectivos de Drakkar eran de unos ciento cincuenta vampiros más el batallón de Derek, teniendo en cuenta la superioridad de los vampiros la lucha estaría igualada.

Me concentré de nuevo en el monitor, los refuerzos habían llegado y se estaban desplegando, los disparos por nuestro lado aumentaron sensiblemente y más hombres luchaban contra los que ya habían cruzado. Según fueron situándose nuestras tropas la situación empezó a cambiar paulatinamente, menos hombres superaban el rio y apreciábamos menos combates en nuestra orilla. No podíamos saber en la pantalla quién era de los nuestros o enemigo, pero sí veíamos menos puntos rojos cruzar el rio y cada vez menos disparos desde la otra orilla, la llegada de los refuerzos había sido providencial. En unos diez minutos dejaron de intentar cruzar el rio, se replegaron cubiertos por sus tiradores y volvieron a los autobuses. De los dieciséis autobuses que había llegado solo cuatro maniobraron y huyeron. Jonas les siguió desde el aire, temía que buscaran otro punto para atacarnos pero parecía que volvían a casa. En ese momento sonó mi teléfono.

—Soy Norman, vamos de camino al matadero.

—Espera Norman, deteneos — observé la pantalla atentamente intentando adivinar la ruta que seguirían los autobuses.

—Creo que irán por la carretera del lago — me dijo Phil, concordé con él.

—Norman, cuatro autobuses se dirigen al norte por la carretera del lago, si vais deprisa los podréis emboscar en el cruce con la E—67, presiento que se rendirán sin oponer mucha resistencia.

—Vamos para allá, cuenta con nosotros.

Llamé a los comandantes que defendían el puente del matadero, a Bull le mandé quedarse, sus hombres estarían exhaustos y necesitaba que alguien cuidara a nuestros heridos y vigilara a los suyos. A Cris y a John los envié a la mansión de Drakkar junto a los tres escuadrones.

Salí al salón y miré a mis chicos, me miraban expectantes sin atreverse a decir una palabra.

—Nala, carga todos los suministros médicos en un coche y ve con Ana al matadero, habrá muchos heridos.

—Los demás quedaos aquí, informadme de cualquier cosa que pase.

—¿Tú donde vas? — me pregunto Phil.

—Voy a la mansión de Drakkar, necesitarán ayuda hasta que lleguen los batallones.

—Vale, vámonos.

—No era una sugerencia, era una orden, os quedaréis aquí controlando la batalla.

Phil y Jim me miraron como si hubiera perdido la razón.

—Richard puede controlar la batalla desde aquí, nosotros vamos contigo — dijo Jim —, ni por un momento supongas que dejaremos ir sola a nuestra alfa.

Suspiré viendo la determinación en sus caras, ciertamente no pensaba que fueran a quedarse, pero tenía que intentarlo.

—Richard, infórmame. Si no cojo el móvil envía a Lisa o a Tom — los dos estaban descansando después de vigilar todo el día — controla también las cámaras de nuestro sistema de seguridad, algún enemigo podría haberse colado y llegar hasta aquí.

—Sí, alfa.

Phil nos llevó a toda velocidad a los terrenos de Drakkar, dejamos el coche antes de que nos viesen, quería examinar la situación antes de meterme de lleno en la lucha. Nos acercamos andando hasta que pudimos ver la batalla. Cris y John todavía no habían llegado. Los vampiros de Drakkar habían formado un perímetro rodeando la casa y no dejaban pasar a ningún atacante. Los hombres de Derek disparaban sobre los vampiros enemigos con pocos resultados, las balas de plata parecían hacerles poco efecto. La situación no era buena.

—Phil, Jim, la única manera de matar a un vampiro es cortarle la cabeza, iremos los tres yo al frente y vosotros tras de mí. Intentaremos atacarlos uno a uno.

—¿Pero cómo vamos a cortarles la cabeza? — preguntó Phil.

—No vamos, voy, y no se la voy a cortar, se la voy a arrancar. Vosotros cubridme la espalda.

Me desnudé rápidamente y me transformé en mi bestia. Una enorme tigresa me recibió feliz de poder salir. Rugí sin poder evitarlo y corrí hacia el vampiro más cercano sin fijarme si mis hombres me seguían. Sabía que no me dejarían sola. Salté sobre él cuando se daba la vuelta, me había presentido pero, por desgracia para él, algo tarde. Interpuso un brazo pero mis fauces rodearon su cuello brazo incluido. Mis fuertes mandíbulas apretaron, moví mi cabeza furiosamente hasta que conseguí desprenderle la cabeza. Dejé el cuerpo manco y descabezado en el suelo y busqué al siguiente.

Repetí la operación tres veces hasta que varios enemigos se apercibieron. Cinco de ellos vinieron a por nosotros. Jim y Phil disparaban frenéticamente sin conseguir ralentizarlos. Me moví tan rápido como puede y salté sobre el que tenía más cerca, mi velocidad los turbó apenas un par de segundos, lo suficiente para terminar con el primero. Salté sobre el segundo mientras mis chicos concentraba los disparos en uno de ellos, el vampiro resistía pero al menos dejó de avanzar. El segundo esquivó mis colmillos pero no mis garras, le abrí el tórax desde la clavícula hasta el estómago. Pude apreciar la blancura de sus costillas, se detuvo intentando mantener sus órganos internos dentro del cuerpo. Pasé al siguiente. Luché frenéticamente hasta acabar con cuatro. El quinto, lleno de plata, cayó de rodillas, Jim le sujetó de los hombros mientras Phil, con las músculos hinchados, tiraba de su cabeza. Con un ruido asqueroso por fin se desprendió de su cuello.

Un vampiro cercano gritó algo que no pude entender y, de repente, gracias a su velocidad vampírica, nos vimos rodeados por ocho o diez de ellos. Rugí en desafío, vi que Drakkar corría hacia nosotros seguido por Dmitri, su segundo. Se sacaba a los atacantes de encima con facilidad pasmosa, arrancando gargantas y corazones como si estuviera recogiendo manzanas, pero estaba muy lejos y no podía contar con que llegara a tiempo. Me giré al sentir movimiento a mi espalda, y vi a mis hombres caer. Dos vampiros les golpearon tan fuerte que volaron unos metros antes de caer al suelo, inconscientes o muertos. Algo salvaje se despertó dentro de mí, algo primitivo y feroz. Perdí la conciencia de mí misma y dejé que mi bestia gobernara. En mi interior mi núcleo dorado con vetas negras se hinchó brillando como el sol. Salté sobre los vampiros, mordiendo y desgarrando, gruñendo mientras ignoraba las heridas que recibía. A pesar de mi furia y poder eran demasiados, cayeron sobre mí varios de ellos aplastándome contra el suelo, no podía mover las patas, lo único que me quedaba era mover inútilmente la cabeza intentando morder cualquier cosa que se pusiera a mi alcance. Durante un momento pude ver a mis hombres, Phil y Jim seguían inmóviles en el suelo, con los miembros retorcidos.

La furia se apoderó de mi núcleo, sentí como crecía y crecía, los vampiros desgarraban salvajemente mi cuerpo con sus colmillos, pero yo solo tenía un dolor, solo una cosa magnificaba mi rabia, mi ira salvaje : ver a mis amados chicos muertos en el suelo. Cuando no pude contener más la furia en mi interior estallé. Mi energía, o mi aura, o lo que sea, explotó lanzando a los vampiros en todas direcciones. Me levanté encolerizada y miré a mi alrededor, los vampiros se movían aturdidos en el suelo. Y me convertí en Venganza. Pagarían por lo que me habían arrebatado. Transformada en un borrón de colmillos y garras repartí muerte a mi alrededor, los vampiros indefensos ante mi poder y velocidad. Me embriagué de barbarie y brutalidad. Esparcí muerte por el campo de batalla.

Desperté en una cama desconocida, el sol entraba por las cortinas abiertas iluminando la habitación. Ana descansaba sentada al lado de la cama. Cuando recordé las lágrimas cayeron por mi rostro, sollocé inconsolable, no había sabido proteger a dos de los míos y murieron a mi lado. Ana se sentó en la cama a mi lado y me besó en la frente. La veía sonreír, ¿cómo podía? De mi seca garganta salió un gruñido.

—Pasad — dijo ampliando su sonrisa.

La puerta se abrió y entró Phil cojeando auxiliado por una muleta, le siguió Jim con un brazo en cabestrillo. Ambos se quedaron sonrientes a los pies de la cama.

—No han querido irse a dormir hasta que te despertaras — me dijo Ana acariciando mi mejilla.

—Estáis fatal — les dije después de mirarles sorprendida de arriba abajo varias veces.

—Pues anda que tú.

—Id a casa a descansar, creo que voy a dormir un poco más — cerré los ojos, el dolor en mi corazón se había ido y el cansancio y la felicidad ocuparon su lugar. Me dormí instantáneamente.

—¿Dónde estamos? — pregunté a Ana cuando volví a despertar.

—En la casa de lord Drakkar, creo que deberías ducharte. Hay varias cosas de las que debes ocuparte.

Levanté la sábana y examiné mi cuerpo. Las heridas que recibí en la lucha habían desparecido, me encontraba bien. Me duché rápidamente y me vestí con las ropas que me había quitado el día anterior, alguien se había preocupado de llevarlas a la habitación. Cuando salí interrogué a Ana, había una cosa que me preocupaba mucho.

—¿Hemos perdido a alguien?

—A nadie — su cara estaba feliz igual que la mía —, tenemos varios heridos, pero todos se recuperarán pronto — la abracé aliviada.

—¿De qué tengo que encargarme, no hemos terminado ya?

Te está esperando Norman fuera — me contaba mientras bajábamos las escaleras —, tiene un problema entre manos. Nala todavía está tratando a los heridos, Tom y Lisa te esperan para escoltarte, a los demás los he mandado a casa, no ha sido fácil pero conseguí que se fueran a descansar.

Cuando salí enseguida supe de lo que me tenía que ocupar. Unos doscientos cambiaformas estaba apretadamente sentados en el suelo, les rodeaba el batallón completo de Sira apuntándoles con sus armas. Tom y Lisa me dieron un abrazo rápido y Norman se acercó.

—Hola alfa, espero que te encuentres recuperada.

—Sí, gracias Norman — miré los alrededores buscando a Sira — ¿dónde está Sira?

—Atada en casa, tuve que hacerlo ayer — la determinación y la vergüenza competían en su rostro —, no consintió en ayudar al ejército, no me quedó más remedio.

—Hiciste bien, Norman, ¿quieres ayuda con ella? — su situación no era envidiable, cuando la soltara Sira estaría rabiosa e impondría su estatus de líder del clan.

—No, alfa. Lidiaré con ello — suspiró —. Capturamos a los que huían, como dijiste no opusieron resistencia. ¿Qué hacemos con ellos?

—¿Qué han dicho los otros alfas?

—Que dejaban la decisión en tus manos.

Otra vez, esperaba que fuera la última vez que tuviera que decidir por todos.

—Bien, vamos.

Me acerqué a los prisioneros, los vigilantes me abrieron camino hasta que estuve en el borde del círculo que formaban. Mis chicos estaban justo detrás de mí.

—Escuchadme — algunos siguieron hablando y otros me miraron con curiosidad —, vuestro miserable ataque ha fracasado — no tenía que levantar demasiado la voz, los cambiaformas oían estupendamente —. Habéis causado la muerte de muchos de nuestros hombres, por lo que no me siento inclinada a trataros con generosidad.

—Sucia bastarda — oí que murmuraba uno de ellos.

Un único disparo perforó su frente y cayó laxo al suelo.

—Gracias, Tom — mi escolta miraba al grupo con odio. Un silencio absoluto se hizo en el prado.

—Como os decía, no me siento generosa, y menos ante la estupidez. Debéis saber que este territorio se defiende unido, seremos una piña cuando alguien nos amenace, no toleraremos ni el más mínimo ataque, ni la más mínima insinuación de entrometerse en nuestros clanes. Si juráis por vuestra manada no volver nunca, os dejaremos marchar. El que no jure morirá aquí y ahora.

Me di la vuelta y me alejé, acordé con Norman que los tomaría juramento y los dejaría irse. Le pedí que los dejara solo los pantalones, no podrían llevarse ninguna otra cosa, ni siquiera las mujeres. Quería enviar un mensaje, y su vuelta humillados y vencidos lo lograría. Los pocos vampiros supervivientes estaban en poder de Drakkar, así que le dejaría a él que decidiera qué hacer con ellos. Me informó que los alfas querían reunirse la noche siguiente. Delegué en él las tareas que quedaban pendientes, recoger los cuerpos, deshacerse de los autobuses, etc. Me reuní con mis chicos y nos fuimos a casa, estaba deseando ver a todos los míos y comprobar su estado.

En casa nos esperaban varios de los chicos despiertos, nos abrazamos y reímos felices porque estábamos todos, ninguno había caído. De las habitaciones fueron saliendo los demás, desperezándose del sueño. Repartí abrazos y besos feliz de tenerlos a todos conmigo. María nos preparó un copioso desayuno y nos sentamos en la mesa. Mientras comíamos y tomábamos café, me contaron lo que había sucedido en la mansión de Drakkar.

—Cuando Jim y Phil cayeron se echaron encima de ti siete u ocho vampiros — narraba Jonas —. De repente hubo como una explosión de energía y salieron despedidos.

—Conocí a un alfa que podía hacer eso — dijo Edward —, manifestaba su poder interior sacándolo de su cuerpo, pero ni mucho menos hubiera podido hacer lo que tú hiciste.

—En cuanto te libraste de ellos — siguió Jonas — fue muy rápido. Casi no se te veía, ibas de uno a otro arrancando cabezas, tan pronto estabas en un sitio como aparecías en otro, de lo rápido que te movías era imposible seguirte. Y brillabas, resplandecías como una estrella dorada. Fue magnífico verte, y un poco aterrador también.

—No me extraña que los vampiros se rindieran. Cuando llegamos — siguió Eve — se habían entregado a lord Drakkar, y no es que se rindieran realmente, lo que querían era su protección, que los protegiera de ti. Cuando no quedaron enemigos te volviste hacia Drakkar, Dmitri pensó que le atacarías y se puso delante protegiéndole con su cuerpo, pero te detuviste. Dejaste de brillar y te tumbaste, volviste a forma humana y te quedaste dormida. Lord Drakkar te recogió y te llevó a la habitación en la que te despertaste.

Nos quedamos todos en silencio durante un rato, habían pasado muchas cosas el día anterior y teníamos que asimilarlas.

—Me gustaría deciros una cosa — rompí el silencio —, quiero que sepáis que estoy muy orgullosa de todos y cada uno de vosotros, habéis hecho un trabajo estupendo, sin vosotros no hubiera sido capaz de sacar todo adelante. Gracias por vuestra ayuda y vuestro apoyo. Os quiero a todos.

Jim y Phil se levantaron para a continuación poner una rodilla en tierra.

—Somos tu manada, alfa — dijo Phil.

—Te seguiremos donde vayas, alfa. Tú nos guías — dijo Jim.

Todos los demás les imitaron, con la rodilla en tierra renovaron sus votos de fidelidad y apoyo, no logré evitar que unas lágrimas corrieran por mis mejillas. Emocionada, los fui levantando y abrazando uno a uno. No podía estar más orgullosa. Cuando terminé volví a dirigirme a todos.

—El que lo necesite que vaya a descansar, mañana volvemos a la normalidad. Esta noche tengo reunión del consejo, pero cuando vuelva creo que deberíamos celebrar una fiesta, ¿qué os parece?

Se aprobó por unanimidad, necesitaban divertirse después de la tensión de los últimos días. Salí a pasear para disimular el nudo en mi pecho, estaba muy emocionada por la devoción que me profesaban. Volvía para casa cuando me encontré a Jonas.

—Alfa, quería hablar contigo — me dijo serio.

—Dime Jonas, ¿te preocupa algo?

—No, no, pero quería comentarte unas cosas. Verás, creo que te habrás dado cuenta de la enorme contribución que he hecho para ganar la guerra.

—Claro — no me pegaba nada que quisiera resaltar sus méritos, pero tenía razón.

—He cumplido tus órdenes con grave riesgo para mi integridad, he volado como si fuera un águila, he subido, bajado, recorrido largas distancias, y encima llevando la cámara, que parece que no pero cuando llevas unas horas con ella pesa un montón — se le escapó una sonrisa.

—Tu aportación ha sido inestimable — empezaba a sospechar sus intenciones.

—Por eso creo que … verás … quizá … deberías recompensarme.

—¿Ah sí? ¿y cómo crees que debería ser esa recompensa? — me estaba esforzando seriamente para no reír, y por las muecas que hacía creo que a él le pasaba lo mismo.

—Había pensado en … quizá … ¿un trabajito manual?

—¿Necesitas que te arregle alguna ventana o te encole la pata de una silla? — no pude evitar tomarle el pelo.

—No exactamente, me refería a que con tus manos … esto … ¡¿Qué si puedo acostarme contigo?!

—Mira, reconozco que tu contribución a sido muy valiosa, pero en realidad eres un poco joven para mí.

—¿Qué, yo? … ¿jóven? … pero … pero

No le hice sufrir más y detuve sus balbuceos con un beso de tornillo, le abracé fuerte y le metí la lengua hasta la campanilla.

—Vamos tontaina, pero el trabajito manual me lo vas a hacer tú, luego yo quizá recompense tu valiosísima aportación con un trabajo bucal.

Asintió vigorosamente y riéndome a carcajadas le arrastré a la casa corriendo a mi habitación.

Entré de la mano riéndome con Jonas, sin poder esperar ni un segundo me besó ardientemente recorriéndome el cuerpo con las manos. Le di un manotazo para que dejara de magrearme el trasero y me zafé para cerrar la puerta. Me detuve sorprendida al ver a Ana y Edward mirándonos sonrientes desde el umbral. Jonas volvió a cogerme el culo y di un respingo, ese chico era un búho pero parecía un pulpo. Sin esperar mi permiso Ana me dio un piquito y entró arrastrando a Edward, al menos conseguí cerrar la puerta. En unos instantes estábamos los cuatro desnudos besándonos. Para fastidiar a Jonas arrastré a Ana a la cama, nos pusimos de lado una frente a otra y nos besamos y acariciamos pausadamente, ignorando a los chicos. Me hubiera gustado tomarme mi tiempo con Ana, pero los chicos se tumbaron a nuestras espaldas metiéndonos mano y, al menos Jonas a mí, presionando con su miembro mi retaguardia.

Mi intención de disfrutar de Ana tranquilamente se disipó en cuanto Jonas se apropió de mi cuerpo, me apretaba los pechos, acariciaba mis muslos, me frotaba el trasero, yo pretendía que nada de lo que hacía me afectaba. Ana y yo nos mirábamos con guasa intentando ignorarlos, pero cuando me mordió el hombro me tuve que dar la vuelta y agarrarle el miembro.

—Fóllame ya — le pedí abriendo las piernas y ofreciendo mi empapada intimidad.

Me tumbó de espaldas y se colocó entre mis piernas metiéndomela sin demora, colmando mi necesidad.

—Así pajarito, así, no pares hasta que te corras dentro de mí, soy tuya.

Obedientemente cumplió mis instrucciones y empezó a bombear en mi interior, el placer empezó a llegarme en oleadas. Me sonreía mientras me follaba y yo le devolvía la sonrisa y le acariciaba la cara moviendo la pelvis a su ritmo. Junto a nosotros Edward y Ana nos imitaban, siguiendo el mismo ritmo que nosotros.

—Eres preciosa, Megan, eres una mujer increíble — me decía Jonas.

—Y tú eres un pelota, pero te quiero mucho, mi Jonas.

Se reía sin parar de moverse, estábamos alegres, lo normal es que hubiera estado apasionada, o cachonda, o incluso un poco ida de la cabeza por el placer. En cambio estaba divirtiéndome, veía a Ana debajo de Edward, tan bonita y entrañable, y a Jonas sobre mí, satisfecho y sonriente y no pude evitar reírme de felicidad. Claro que dejé de reírme en cuanto Jonas se picó y redobló el ritmo, cambié las risas por gemidos y las caricias en la cara por abrazos, atrayéndole. Moví las caderas más deprisa para adaptarme a él y el placer se incrementó, ahora sí que me estaba follando en serio, su miembro me penetraba haciéndome suya, su lengua lamía mi cara. Me apretó un pecho provocando que gritara y le rodeara con mis piernas. Mantuvo el ritmo hasta que me corrí.

—Me corro, cariño, sigue, sigue y córrete tú también. Dame más. Hazme tuya.

Le provoqué con mis palabras y mis manos, retorciéndome debajo de él hasta que se vació en mi interior. Tuve otro orgasmo más suave cuando noté su caliente semilla llenándome con varios potentes chorros. Se detuvo arqueando la espalda, su miembro hinchado calentaba mi interior. Le apreté contra mi cuerpo, me apetecía tenerlo encima, quería mantener el contacto, sentir su piel en la mía. Miramos a Ana y Edward que terminaban en ese momento gritando su placer. Fue muy bonito verlos. Mantuve a Jonas mucho rato pegado a mí, besándole suavemente y acariciando su espalda, sus nalgas.

—¿Sabes que te quiero, verdad? — le pregunté al oído.

—Claro, Megan, y yo a ti también te quiero.

—Ahora ayuda a Edward.

Era cierto que le quería, amaba a todos y cada uno de los miembros de mi clan, daría la vida por ellos y que hoy hubieran sobrevivido todos me convertía en una persona muy feliz. Observé como los chicos se habían amorrado a las tetas de Ana, haciéndola suspirar, sonreí y me coloqué entre sus piernas. Cuando me vio me sonrió a su vez y levantó las caderas, tenía el coño húmedo y con restos del polvo anterior. Salivé. Sin ningún comedimiento me tiré a por ella y le metí la lengua, el sabor de sus flujos y del semen de Edward llenaron mi boca. Ana gritó y yo lamí concienzudamente todos los restos hasta que estuvo limpia, luego torturé su clítoris hasta que se corrió otra vez. Expulsó más líquido que bebí sedienta, terminé lanzándome sobre ella apartando a los chicos para besarla, compartimos su sabor en un profundo beso enzarzando nuestras lenguas.

Me incorporé un poco para mirarla, era la mujer más bonita que había visto nunca, la sonrisa que me dedicó derritió mi corazón. No quise perder ese momento y salí disparada de la cama buscando el móvil. El mohín que hizo cuando me levanté se convirtió en otra sonrisa cuando me vio hacerla fotos. Saqué su alegra carita, sus preciosas tetas y su húmedo coñito, luego no resistí más y me eché en sus brazos pasándole el móvil a Jonas. Nos besamos apasionadamente hasta que sentí las manos que nos acariciaban y los dedos que nos exploraban. Me reí cuando esos dedos exploraron mi intimidad, era Edward que no quería ser dejado de lado. Me tumbé al lado de Ana y disfrutamos las dos de los dedos del hombre—león, giramos las cabezas para besarnos y gemir en nuestras bocas unidas, pero enseguida Jonas nos pidió que miráramos a la cámara. Le complacimos mientras nos sacaba jadeantes siendo masturbadas a la vez.

—Saludad a la cámara — obedecimos —, ahora besaos, ahora agarraos las tetas — divertidas íbamos siguiendo sus instrucciones —. Ahora las tetas de la otra. Sacad la lengua. Ahora decid que me queréis.

—Te queremos, Jonas — dijimos al unísono.

Ana y yo levantábamos la pelvis buscando incrementar el roce, los dedos de Edward hacían maravillas en mi interior, Jonas sacaba primeros planos de la ocupación de nuestros coños, me estaba poniendo muy muy cachonda.

—Os voy a grabar en video.

Jonas retiró la mano de Edward de mi coño y me la metió de un golpe, con una mano nos grababa y con la otra bajo mi culo me follaba con movimientos rápidos y profundos.

—Dile a la cámara cómo estás, Megan.

—Estoy muy jodida, jajaja.

—¿Te ríes? Eso es que no lo estoy haciendo bien.

Le pasó el móvil a Edward, que seguía moviendo sus dedos dentro del coño de Ana, y me agarró de las cadera con las dos manos, en cuanto me tuvo bien sujeta empezó a pistonearme con velocidad brutal. El placer que me produjo me sorprendió y me corrí en apenas un minuto.

—Me corro chicos, me corro, Jonas está haciendo que me corra — dije mirando a la cámara, arqueé la espalda y agarré la mano de Ana, disfruté del intenso orgasmo mientras Edward me enfocaba con el móvil, moví mis caderas para arrancar los últimos espasmos de placer. Caí rendida en la cama cuando Jonas me dijo :

—Ahora dile a la cámara cómo estás.

—Estoy felizmente jodida — sonreí con satisfacción —, jodida del todo, jajaja.

Contemplé como Edward hacía correrse a Ana con los dedos mientras Jonas la filmaba, fue precioso verlo, su cara se contrajo por el placer con la boca abierta dejando escapar ruidos incomprensibles. Cuando terminó de disfrutar nos abrazamos satisfechas. Los chicos se tumbaron a nuestro lado con lo que volvimos a la casilla de salida. Después de un rato me giré.

—Jonas, quiero que me hagas más fotos.

—Eso está hecho, ¿cómo quieres hacerlas?

Sonreí pícara, hice ponerse a Edward de rodillas y me puse a gatas frente a él. Me acerqué hasta que su miembro me tocó la nariz, saqué la lengua y le lamí desde la base hasta la tierna hendidura del glande, lo repetí varias veces hasta que me la introduje entera en la boca, la dejé unos segundos y la saqué lentamente mientras absorbía.

—Ay dios — gimió Edward.

—Pásame el móvil — pidió Ana a Jonas — y ponte con Edward.

Jonas obedeció encantado y yo me encontré masturbando una polla con la mano mientras mamaba de otra. Ana me iba indicando cuando cambiar y yo asentía lamiendo la polla que me correspondía. ¡Los sacrificios que hacía una por la manada! Ana se metió entre los dos chicos enfocándome directamente la boca y me dijo : ahora las dos a la vez. Abrí la boca todo lo que pude y me las metí, solo pudo entrar la punta, pero mi lengua jugaba con las dos dentro de mi boca. Los chicos jadeaban mientras Ana me animaba : venga campeona, que tú puedes. La hubiera dado una colleja si no estuviera tan cachonda.

—Sigue, Megan, quiero que se corran en tu carita, vas a salir guapísima.

Solo de imaginármelo me recorrió un escalofrío, redoblé mis esfuerzos deseando que lanzaran en mi cara su semilla. Volví al sistema anterior, con una polla llenándome la boca y otra en mi mano.

—Los dos a la vez, chicos — indicaba Ana.

Yo cambiaba de miembro, chupando ahora hasta el fondo a Jonas, mi cabeza le recorría mientras mi mano pajeaba frenéticamente a Edward. Ana seguía haciéndome fotos en primer plano. Estaba disfrutando un montón, me gustaba su sabor y me gustaba chuparlas, lo que más morbo me daba era meterlas en mi boca enteras, que me llenaran hasta la garganta, sentir su palpitación en el paladar. Cuando me pareció que estaban a punto masturbé a los dos lamiendo sus puntas, junté sus glandes, enrojecidos e hinchados, apuntando a mi rostro.

—Venga chicos, llenadme de leche, marcadme, quiero llevar vuestro olor.

Seguí moviendo mis manos y jugando con la lengua hasta que ambos se tensaron, con tres o cuatro movimientos más expulsaron al unísono su semen sobre mi cara, me separé un poco y saqué la lengua. Ana no paraba de hacer fotos mientras recibía sus ardientes descargas en la boca, la nariz, las mejillas … Toda mi cara quedó cubierta de su blanco semen. Cuando terminaron les lamí a los dos a la vez y posé para Ana.

—¿Lo ves? Estás preciosa, tan sonrojada y empapada.

Sonreí, me sentía fenomenal.

—Voy a por una toalla para limpiarte — dijo Ana bajando de la cama.

—De eso nada — la detuve agarrándola del brazo, una sonrisa malvada se extendió por mi cara —. Tú has querido que se corrieran en mi cara, ahora límpiame. Con la lengua. Y que te saquen fotos también.

Ana pasó el móvil a Edward y me lamió la cara a conciencia, de vez en cuando paraba para tragar, luego seguía recorriéndome con la lengua. Cuando terminó compartió conmigo el último semen recogido, dándome un profundo beso.

Acabamos los cuatro tumbados con las cabezas juntas viendo las fotos. Ana las iba pasando y comentando.

—Es que soy muy fotogénica — decía provocando nuestras risas ante un primer plano de su coño —. Mira, aquí parecemos siamesas — señalaba una foto en la que estábamos unidas por los labios —, y aquí mira qué cara de putón tienes, jajaja — enseñaba la foto en la que estaba con las dos pollas en la boca.

—Serás sinvergüenza — salté —, ¡me lo has pedido tú!

—Sí, pero no tenías por qué disfrutar tanto, jajaja.

Nos partimos los cuatro de risa terminando de ver las fotos. Me di cuenta de una cosa.

—Solo hemos salido nosotras en las fotos, no es justo.

Tumbé a Edward y le besé, acaricié su miembro hasta que se puso en forma. Me coloqué a horcajadas y me lo metí hasta que estuve sentada sobre sus muslos. Le arrebaté el móvil a Ana y empecé a cabalgar haciendo fotos, primero una a pocos centímetros de su miembro llenando mi coño y luego de su cara. Retorcía las caderas para sacar su rostro transformado por el placer. Era muy divertido, al menos hasta que una mano me inclinó hacia adelante y sentí una lengua explorando mi retaguardia. Cuando la lengua llegó a mi orificio posterior dejé el móvil a un lado y me dediqué a disfrutar, la doble estimulación estaba haciendo estragos en mi cuerpo. Que jugaran con mi pliegue anal me volvía loca, era algo a lo que no me podía resistir. Gemí como una perrita recostada sobre el cálido cuerpo de Edward, unas manos me abrieron más las nalgas y la lengua se introdujo en mi ano. Me giré para ver quién estaba devastando mi cordura, Ana me hacía fotos así que el que me atacaba por detrás era Jonas.

Edward movía las caderas debajo de mí, follándome sin descanso, yo estaba quieta dejándome hacer, disfrutando de las atenciones de mis chicos. Gemí afligida cuando la lengua me abandonó. Jonas se había echado sobre mí para decirme al oído :

—¿Puedo metértela por el culito?

Su petición me dejó turbada, mi culo era virgen y nunca me había metido nada por ahí, ni siquiera jugando yo sola. Vacilé sin saber qué contestar, miré a Ana buscando consejo, esperando que me dijera que no. Ana sonrió tiernamente.

—Te va a gustar — no dijo nada más.

—Vale, pero ten cuidado, por favor — pedí a Jonas.

Jonas me volvió a lamer el agujerito, llenándome de saliva. Me abandonó para que Ana se la chupara, con intención de lubricarla bien, supongo. Cuando la tuvo ensalivada se colocó detrás de mí y me agarró de las caderas, Edward se detuvo y me incorporó un poco para facilitar la penetración. Sentí el miembro de Jonas apoyado en mi entrada, con un pequeño empujón metió el glande.

—Relájate, cariño — qué fácil decirlo, no era su trasero el que iba a ser estrenado.

Esperó unos segundos y lo sacó, luego lo volvió a meter profundizando un poco más. No me dolía nada y me tranquilicé.

La polla de Jonas salía y entraba cada vez un poco más profundo en mi culo, Edward seguía quieto esperando, yo seguía quieta esperando también a que Jonas terminara de profanar mi culo por primera vez. Antes de lo que pensaba lo sentí pegado a mis nalgas, había entrado entera.

—¿Te duele, Megan? ¿Puedo seguir? — me preguntó.

—No, sigue, por favor — contesté.

Ambos chicos empezaron a moverse despacio, la sensación era muy extraña, pero nada desagradable. Me costó un poco coger el ritmo, todavía estaba analizando las sensaciones, Ana me puso el móvil delante y me dijo : “mira”. Se veía mi culo con la polla de Jonas clavada hasta la mitad, en la siguiente foto ya estaba metida entera. Mi agujerito se había dado de sí para poder alojarla, y al verlo me excité. Ver mi propio culo dilatado, siendo ocupado por la bonita polla de Jonas me encendió. Empecé a mover mis caderas al mismo ritmo que los chicos y dejé que el placer me recorriera poco a poco. Cuando uno entraba el otro salía, siempre estaba llena por una sus vergas. Aceleré y ellos me siguieron, empecé a disfrutar enormemente de la sensación, me sentía colmada. Lamí la cara de Edward y éste aceleró asiéndome de las caderas, las manos de Jonas en mi culo le daban agarre para sodomizarme con ganas. Si la sensación de estar siendo bien follada normalmente era sublime, el tener los dos agujeros ocupados a la vez era totalmente increíble. Me estaba dando cuenta de la cantidad de terminaciones nerviosas que tenía mi ano. Era un placer distinto, quizá más por sentirme llena, ensartada, que por el roce. Mientras Ana seguía haciendo fotos yo no podía parar de gemir, el placer llegaba con cada movimiento acumulándose en mi interior, Edward manoseaba mis pechos mientras seguía elevando las caderas, follándome sin misericordia, y Jonas me taladraba el culo como una máquina. Me estaban volviendo loca.

—¿Qué Megan, te gusta? — me preguntó Ana con malicia.

—Aaaaaaagggggghh — contesté expresivamente.

Mis brazos acabaron fallando y caí sobre Edward, no me quedaban fuerzas. Ellos siguieron follándome sin parar, habían encontrado el ritmo perfecto y estaban destruyendo mi cordura. Me habían convertido en su hembra, dominaban mi cuerpo como si fuera su territorio. El placer era tan grande que exploté en un gigantesco clímax y no pude ni gemir. Mi cuerpo convulsionó en silencio, me estremecí completamente mientras me corría durante tanto tiempo que casi perdí el sentido. Noté las descargas de Jonas en mi culo y luego las de Edward, y yo me seguía corriendo. Abrí la boca para respirar pero era incapaz de tomar aire, el placer me tenía sometida, subyugada, pero no me importaba. Hubiera muerto asfixiada pero feliz, disfrutando del mejor y más largo orgasmo de mi vida. Jonas salió de mí dejando mi culo huérfano, Edward me levantó el torso y me miró preocupado, yo seguía temblando, intentando respirar, y me seguía corriendo. Cuando conseguí la primera bocanada de aire todo volvió a estar bien. Respiré afanosamente moviendo casi imperceptiblemente las caderas, mi coño sensible todavía seguía enviando ráfagas de placer. Edward seguía en mi interior y me gustaba sentirlo, aunque estuviera más pequeño. Me recosté en su pecho y me olvidé de todo, limitándome a estar ahí, ahíta y satisfecha con la gente que amaba. Edward me acariciaba la espalda y me besaba tiernamente la cabeza, no había nada mejor.

Me espabilé pasados unos minutos, Edward no se había querido mover para no molestarme, o quizá le gustaba tanto como a mí estar tan juntos, tan pegados. A nuestro lado Ana le hacía una felación a Jonas, luego follaron hasta que se corrieron los dos por última vez. Los miré disfrutar con la cara apoyada en el cálido pecho de Edward.

Edward nos convenció para darnos una ducha rápida, parece que no éramos los únicos, varias parejas se duchaban juntas. Volvimos a la habitación y nos acostamos.

—Ah Megan — me dijo Jonas con cara de cachondeo — gracias por el trabajito manual, me considero suficientemente recompensado.

—Jajaja, yo creo que no trabajaste tanto. Te he masturbado, te la he chupado, me has follado y luego me has desvirgado el culo, creo que tienes recompensa por esta vez y las dos siguientes.

—Jajaja, y encima me quieres. Bueno tendrás que recompensarme por descubrirte nuevas formas de placer, he puesto mi integridad en peligro al estrenarte ese bonito culo. Me debes una.

Le sacudí con la almohada y le abracé. Dormimos de un tirón hasta la mañana, nuestros miembros enredados y nuestros alientos entremezclados.