La guardiana 09

La vida sigue en el clan. Los poderes de Megan aumentan.

Íbamos todos camino de la fiesta, las chicas de punta en blanco y los chicos elegantes, pero más informales. Habíamos estado toda la tarde de risas comparando modelitos y peinados. Los chicos daban su opinión con afán, proclamando vencedora del concurso al mejor vestido a Eve, que llevaba un precioso vestido blanco de gasa prácticamente transparente. Ella decía que por la noche no se vería nada, yo no estaba tan segura. A todos nos hacía ilusión ir por primera vez y con todo el derecho a la fiesta de los clanes de Rivertown. Tenía que aprovechar para hablar con Drakkar y con Bull sobre la araña gigante, con Sira tenía que hablar de la agresividad que mostraban los miembros de su clan con los del mío. Esperaba también que me quedara algo de tiempo para coquetear con Drakkar y bailar con él.

Había prohibido a mis chicos que llevaran armas y yo solo llevaba la pistola del tobillo, aunque esta noche la llevaría en el muslo.

Llegamos justo al anochecer, había un montón de coches en la explanada que estaba ante la casa de John, aparcamos todos juntos como pudimos y seguimos la música. John y su mujer, Ana, salieron a recibirnos. Como buenos anfitriones nos indicaron dónde estaba todo : la comida, la bebida y el baile. Nos invitaron también a usar la piscina si nos apetecía. No había caído en eso y no llevaba bikini, me dio vergüenza decirlo porque supuse que todos se bañarían desnudos, pero mi confianza todavía no era tan grande como para que me desnudase ante desconocidos.

Todos en grupo nos dirigimos a una de las barras, había cuatro repartidas por el gran espacio habilitado para la fiesta. Grandes focos iluminaban todo el recinto. Pedimos cerveza para todos y empezamos a separarnos integrándonos con la gente. Calculé por encima que habría unas quinientas o seiscientas personas, todas cambiaformas. Los vampiros empezarían a llegar pronto, ahora que se había puesto el sol. Acudió Claire a saludar y presentarnos a su novio, ambos me saludaron con respeto y luego abrazaron a Jim. Se le veía un poco abrumado por la gratitud que le expresaba el novio efusivamente.

Busqué con la mirada a Bull, el alfa de los osos, y le vi hablando con Matilda, su mujer, en el extremo de la barra. Me acerqué para saludar con la cerveza en la mano y preguntarle por la araña.

—Hola Bull, Matilda. Es una fiesta estupenda.

—Hola Megan, ya lo creo. El año pasado la organicé yo y te aseguro que con el trabajo que lleva el resultado tiene que ser fantástico.

—La verdad es que está muy animada — hablamos un ratito de banalidades y al final le pregunté —. ¿Averiguaste algo sobre la araña?

—Sí, puede que sea muy importante. Me gustaría hablar luego con todos los alfas y comentaros lo que he descubierto.

—Drakkar también quería hacer averiguaciones, puede que sepa algo — dije.

—Creo que deberíamos hablarlo solo nosotros, no atañe a los vampiros — había cambiado el tono distendido por uno más serio, más “alfa”.

—Vale, pero intentaré preguntarle antes de que hablemos.

Me tomé una cerveza más con Bull y Matilda y luego me fui a bailar con los chicos, la banda estaba tocando rock and roll y bailé primero con Jonas, al que se le daba muy bien, luego bailé con Tom y con Charlie, cada canción cambiábamos de pareja y al final creo que bailé con todos, incluso con un hombre—lobo muy jovencito que ruborizado me pidió bailar. Cuando terminó la canción le di un beso en la mejilla y me fui a por una botella de agua a la barra. Creo que el chaval se fue corriendo a contar a sus amigos que había bailado conmigo, jajaja.

En la barra me encontré con Ted, que también pedía agua. Estuvimos hablando mientras él no paraba de mirar a su hermana, que bailaba con un hombre—oso muy guapo, le tomé un poco el pelo hasta que llegaron los vampiros. Drakkar y Dmitri se acercaron a saludarme y Ted se excusó y se fue a dar una vuelta por allí. Dmitri también se fue enseguida y me quedé sola con Drakkar.

—Hola, cariño. Te he echado de menos — me dijo tomando mi mano.

—No exageres, si nos vimos antes de ayer, bueno, yo también te he echado de menos —dije provocando su sonrisa.

El camarero le sirvió a Drakkar una botellita con un líquido rojo.

—¿Tienen sangre aquí? — pregunté sorprendida.

—Claro, esta tarde les he enviado suministro para que mis vampiros puedan disfrutar de la fiesta, además así ninguno tendrá la tentación de buscarla de otra manera.

—Parece muy razonable.

—Sí, estas fiestas tienden a descontrolarse un poco, prefiero que mis vampiros estén saciados.

—Me parece buena idea — le acariciaba el brazo mientras hablábamos —, ¿averiguaste algo de la araña?

—Si, encontré dos referencias a ella, al parecer se la llama Ungoliant y podría ser el primer cambiaformas que existió. La mención más antigua a ella insinúa que era un cambiaformas que se quedó de esa forma cuando los dioses la convirtieron en uno de ellos. La segunda afirma que es una especie de heraldo de los dioses, que aparece en tiempos extraordinarios, menciona que apareció cuando se declaró la guerra entre los vampiros y los hombres lobo, eso fue aproximadamente dos mil años antes de Cristo. También afirma que se la vio cuando se declaró la paz en la guerra de los cambiaformas, cuando las manadas lucharon entre sí por la supremacía, en el siglo ocho de nuestra era.

—¡Guau! Pues como todavía no ha pasado nada reseñable, eso significa que va a pasar. ¿Qué podrá ser?

—Ni idea, pero si es la misma Ungoliant de las crónicas, es un ser muy importante para los cambiaformas.

En ese momento se acercaron John y Bull, estuvimos un rato hablando los cuatro hasta que John dijo :

—Drakkar, discúlpanos pero necesitamos hablar con Megan, volveremos en un rato.

El vampiro asintió y me retiré siguiendo a John, nos reunimos con Sira en la puerta de la casa del clan y entramos todos juntos. John nos condujo a un pequeño salón en el que había una mesa de reuniones para ocho personas. Nos invitó a sentarnos con un gesto y con otro le dio la palabra a Bull.

—Todos sabéis que se ha estado viendo una enorme sombra moviéndose por nuestro territorio. Ayer Megan me informó que era una araña gigante. He llamado a un amigo aficionado a la historia y me ha dado una información preocupante — todos escuchábamos en silencio —. Mi amigo asegura que existe en las leyendas una araña similar, se la conoce como Ungoliant. Es una especie de semidios y se la considera el primer cambiaformas que existió. Hay registros de su aparición a lo largo de la historia desde hace miles de años. Al parecer aparece en tiempos de crisis, mi amigo va a seguir investigando y me informará de lo que encuentre.

—Drakkar también ha estado buscando — a continuación les expliqué lo que me había contado.

—¿Por qué has metido al vampiro en esto? — preguntó cáustica Sira.

—Yo no le he metido, estaba conmigo cuando la vimos anteanoche.

—Ya —continuó con tono desabrido —, ¿y qué hacemos ahora?

—Yo creo — aportó John — que debemos recabar más información, cada uno que consulte sus fuentes e investigue lo que pueda, cualquier cosa que encontremos lo compartiremos entre nosotros. Cuando sepamos más nos volveremos a reunir y decidiremos.

—Me parece bien — asintió Bull.

—Creo que es lo mejor — dije yo.

—Pues hemos terminado, volvamos a la fiesta — John se levantó y nos condujo fuera, donde la música volvió a sentirse con fuerza.

Pasé unas horas relajada y divertida, bailé y conocí a mucha gente. Incluso tuve la oportunidad de bailar un par de canciones con Drakkar antes de que se marchara llevándose a todos los vampiros. Cuando le pregunté por qué se iba tan pronto me contestó de forma enigmática.

—Me llevo a los míos antes de que empiece, los vampiros son demasiado peligrosos — luego me besó suavemente y se marchó.

Estaba al lado de la pista descansando un rato y bebiendo una cerveza helada cuando el augurio de Drakkar se hizo realidad. Empezó casi sin que me diera cuenta, un par de lobos empujaron a Jim y a Edward, estos les devolvieron el favor y siguieron bailando, al rato los lobos eran tres y volvieron a “tropezar” con mis chicos. Edward trastabilló y cayó al suelo, tranquilamente se levantó, se sacudió la ropa para quitarse el polvo y dio un puñetazo a uno de los lobos. En ese momento fue cuando me di cuenta. Varios cambiaformas tenían ganas de pelea y querían quitársela con mi manada. Me metí en la pista para separarlos pero alguien me agarró del brazo, me giré dispuesta a desembarazarme del que me estuviera agarrando pero era John que, sonriendo, me volvió a sacar de la pista.

—Los alfas no intervenimos, solo si alguien se caldea demasiado y saca un cuchillo o algún arma. Tú controla a los tuyos.

Le miré extrañada, estos cambiaformas tenían unas costumbres muy raras. Cuando volví a prestar atención a la pista estaban cinco de mis chicos y se les unía Phil a todo correr. Frente a ellos había por lo menos doce entre lobos, osos y panteras. Mis hombres formaron un círculo defensivo e insultaron a los demás, provocándolos para que les atacasen. Ahí empezó todo, se armó una pelea de todos contra el clan de Megan, los puñetazos y patadas volaban por el aire, mis chicos se defendían como podían pero estaban en franca minoría. Nala y Alicia llegaron corriendo a mi lado, me miraron y les hice un gesto. Saltaron a la pista gritando para apoyar a su manada, por el lado contrario Ana, Eve y Ted también se unieron a la batalla. La banda no paraba de tocar rock and roll, como si no pasara nada. Uno de los panteras apareció con una pata de mesa en la mano queriendo atacar a Charlie por la espalda, Sira apareció como por arte de magia y le cogió del cuello, sacándole de la pelea. Dani, la mujer—puma hermana de Ted, apareció a mi lado colocándose la ropa.

—Estaba en … el baño, ¿puedo?

La hice un gesto y rugiendo se unió también al lío, mis once chicos peleaban con al menos veinte cambiaformas. Vi a Charlie que avanzaba trabajosamente con las muletas queriendo sumarse a la reyerta.

—Disculpa John, ahora vuelvo.

Fui corriendo a por Charlie y conseguí sujetarle antes de que se metiera en el jolgorio, le arrastré conmigo hasta donde estaba John, no sin que por el camino intentara golpear con la muleta a todo el que se ponía a su alcance.

—Tus chicos lo están haciendo muy bien, Megan, deberías estar contenta — dijo John cuando me volví a poner a su lado.

Efectivamente los míos estaban haciendo un buen papel, se defendían con uñas y dientes a pesar de su desventaja numérica, sin embargo cada vez que caía un cambiaformas otro le reemplazaba. Poco a poco ellos empezaron a cobrar ventaja, mis chicos cansados cada vez recibían más golpes y se movían más despacio. Empezaron a caer y tuve que contener las lágrimas, no porque cayeran, sino porque se levantaban. Caían y volvían a levantarse, una y otra vez. John debió notar mi angustia porque me agarró del brazo.

—Tus chicos tienen mucho coraje, pero creo que ya se han divertido bastante, ¿los separamos?

Hizo un gesto al escenario y paró la música. Se metió en medio de la pelea y fue deteniendo a los suyos, yo le seguí imitándole, vi que Sira y Bull hacían lo mismo. En un minuto escaso la batalla había terminado y solo se oían gemidos de dolor.

—¡Cerveza para todos! — Gritó John. Cuando todos los contendientes fueron conscientes de que se había terminado, suspiraron y, entre todos, levantaron a los caídos. Luego se apoyaron unos con otros y se fueron tranquilamente a las barras a por su cerveza. Mis chicos se mezclaron con los demás y, como si hace unos minutos no estuvieran moliéndose a palos, se reían explicando los golpes que habían dado y los que habían recibido. Unos cojeaban y otros se frotaban la mandíbula o las costillas, pero todos parecían felices por el trabajo bien hecho. Charlie se unió a ellos apesadumbrado por no haber podido tomar parte.

—Estáis locos — le dije a John, dándome cuenta de que no podía parar de sonreír de oreja a oreja.

—Y a mucha honra, vamos a por nuestra cerveza.

Cuando volvimos a casa llegamos todos exhaustos, salvo Charlie y yo todos con los trajes y vestidos hechos jirones. Me desvestí en la habitación y salí para darme una ducha antes de acostarme, los chicos reían por el pasillo mientras iban también a ducharme. Al final nos juntamos todos bajo el agua, fanfarroneando los chicos y riéndonos las chicas. Estuvimos mucho más rato del normal, disfrutando de la camaradería, compartiendo el tiempo y nuestros sentimientos de forma entrañable.

Salí la primera para acostarme, noté que alguien me seguía y me volví para ver a Jim andando hacia mí.

—¿Quieres compañía esta noche? — Jim era una persona fuerte y decidida, pero lo dijo con tal timidez y suavidad que me enterneció.

—Claro — alargué la mano y el me la asió. Entramos juntos a la habitación y cerré la puerta tras nosotros.

Nos tumbamos desnudos y todavía con la piel algo húmeda en la cama, uno frente a otro, Jim me acarició la cara con suavidad sin dejar de sonreírme, yo pasé la mano por su pecho, acariciando los moretones que tenía en las costillas.

—¿Estás muy dolorido?

—No mucho, la verdad es que ha sido genial.

Seguí mimándole y acariciando sus moretones.

—Quizá debieras darme un besito en los golpes, solo como algo terapéutico, ya sabes.

Le empujé para ponerle de espaldas y besé uno a uno sus moretones, los del pecho y los de las piernas, luego le besé los que tenía en la mandíbula y en uno de los pómulos. El me acariciaba la espalda y los costados. Besé suavemente sus labios y luego se los lamí, abrió la boca e introduje en ella la lengua, encontrándome con la suya. Nos besamos durante mucho rato, con mi cuerpo encima del suyo y sus manos recorriéndome entera. Me separó suavemente y me pidió que me tumbara boca abajo. Empezó lamiéndome el cuello y los hombros, luego me lamió toda la espalda produciéndome escalofríos, pensé que se notaba que era un hombre—perro por lo bien que me lamía. Cuando bajó para lamerme los dedos de los pies di un gritito, tuve que contenerme para con encoger las piernas, pero las sensaciones en mis deditos eran sublimes. Subió por mis piernas lamiendo sin cesar y empezando a mordisquearme los muslos. Involuntariamente levanté el trasero para que siguiera por ahí, necesitaba que me lo mordiera.

—Me gusta tu culo, es simplemente perfecto — estaba de rodillas en la cama admirándome.

—Pues lámelo y muérdeme — pedí con la cabeza hacia un lado para poder verle.

Siguió mis instrucciones al pie de la letra y pasó la lengua por todo mi culito, cuando se acercaba a la hendidura yo lo levantaba un poco más, disfrutando de la sensación. Volví a dar grititos cuando me mordió una nalga, luego siguió dándome mordisquitos por todo él haciendo que empezara a gemir bajito.

—¿Te gusta Megan?

—Mucho, no pares.

—Podría estar toda la noche.

—Pues sigue, por favor Jim.

Jim siguió dedicándose a mi trasero mucho rato. Al final me giré y vi su erección, debía ser doloroso para él estar así tanto rato.

—¿Quieres que hagamos algo con eso? — le dije señalando su miembro.

—Sí, por favor.

Me di la vuelta poniéndome boca arriba y separé las piernas, abrí los brazos y se puso encima de mí.

—Me has puesto muy caliente, métemela ya — según hablaba agarré su miembro con una mano y lo coloqué en mi entrada, sólo tuvo que empujar un poco para meterlo hasta la mitad. Yo le abracé contra mí y le besé, su musculoso pecho se apretaba contra el mío, recibía su peso con agrado mientras profundizaba la penetración. Cuando estuvo totalmente dentro, colmándome, se separó un poco y me sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita.

—Desde que te vi el primer día he deseado esto, tienes que saber que es un sueño hecho realidad, te vi tan fuerte, tan poderosa, y a la vez tan ingenua e inocente que tocaste algo en mi corazón — mientras hablaba permanecía dentro de mí hasta el fondo sin moverse —.  Luego nos has hecho crecer a todos, nos has dado una identidad, has recuperado nuestro orgullo. Poder unirme a ti de esta manera es la culminación de todos los cambios, es la manera más increíble de celebrarlo.

—Lo sé todo, Jim, pero como sigas hablando vas a hacerme llorar, y ahora no quiero llorar, quiero gritar tu nombre y que tu grites el mío. Quiero que seas mío, porque yo ya soy tuya.

Le agarré del culo apretándole más contra mí y empezó a moverse ampliando más su sonrisa. Su pene empezó a entrar y salir de mi cuerpo haciéndome sentir, haciéndome saber que le pertenecía a él y a todos los miembros de mi clan. Aceleró hasta llegar a un ritmo cómodo y profundo, sus labios se pegaban a los míos y compartíamos nuestra saliva. Abrí todavía más las piernas para que llegara más adentro y le aprisioné con ellas. Entendí lo que era follar con uno de mi clan, con Drakkar era alucinante, potente, fuerte y muy muy excitante, tanto que quizá estuviese enamorada, pero con Jim era como haber llegado a casa, como si yo fuera su casa y él la ocupara, la completara.

Oleadas de placer me recorrían mientras Jim no dejaba de bombear mi coñito, seguía manteniendo el ritmo para no terminar demasiado pronto. A mí me parecía genial. Le agarraba del culo siguiendo sus embestidas y le acariciaba la cara mientras nos besábamos, gimiendo en su boca. Cuando notó que no le quedaba mucho cambió de postura sin salirse de mi interior, se puso de rodillas y me cogió del culo con las dos manos elevando mis caderas a su altura. Ahora me follaba con un ritmo mucho más rápido, el placer crecía y crecía, mis gemidos ya eran continuos, me agarré los pechos con las manos apretándolos, los junté ofreciéndoselos a Jim, que al verlo gruñó y aceleró sus embates. Ahora me estaba follando como una bestia, el romanticismo y el cariño anterior habían dejado paso a la lujuria y al deseo, iba a tardar muy poco en correrme. Noté como mi vagina se expandía al hincharse su miembro, me clavó los dedos en el culo y con tres fuertes empujones que me llegaron hasta el cérvix se corrió gritando mi nombre.

Cuando noté su cálido semen disparándose en mi interior yo también me corrí.

—Jiiiiiimmmmm.

Me apreté los pezones y le rodeé con las piernas, él todavía seguía penetrándome y lanzando chorros en mi interior. Mis caderas se movían solas arriba y abajo saturadas de placer, seguimos casi un minuto disfrutando del orgasmo hasta que caí en la cama con él encima, se giró para quedar a mi lado y me besó la punta de la nariz.

—Eres fantástica — me dijo con la mirada todavía turbia.

—Claro, ya lo sé — bromeé —, y tú has estado increíble.

—¿Cómo que he estado? No hemos terminado.

Sonreí y le volví a besar, el cansancio con el que llegué de la fiesta se había esfumado y estaba preparada para más. Sin decirle nada bajé por su cuerpo y lamí la punta de su miembro. De arriba abajo lo limpié de los restos de semen y de mis fluidos, me gustó el sabor. Cuando estaba reluciente me la metí hasta la garganta, hasta que mi nariz topó con su pubis, con Drakkar había descubierto que me gustaba la sensación de tener la boca llena de la virilidad de un hombre, me sentía al mando teniendo en mis manos, bueno, en mis labios, la capacidad de dar y quitar el placer, de provocar hasta el orgasmo.

—¡Oh dios! Megan.

Hice unos ruiditos con la boca llena y empecé a subir y bajar por toda su longitud. Al llegar arriba le apretaba el glande entre los labios y le rozaba con los dientes, le sujeté las caderas contra la cama impidiendo que se moviera, quería tener el control. De vez en cuando la sacaba completamente de mi boca y le lamía el glande apretando fuertemente con la lengua, luego seguía con la mamada haciendo que Jim suspirara de placer. No tenía ninguna prisa y le dediqué mucho tiempo. Cuando la polla de Jim estuvo a reventar, con el glande morado de sangre acumulada, volví a metérmela entera y la recorrí con la lengua sin sacarla, acaricié sus testículos y empecé a mamársela más deprisa, mi cabeza subía y bajaba rápidamente con los labios apretados en torno a su miembro, mis mejillas se hundían cuando aspiraba al subir para aumentar su placer, rocé suavemente toda su extensión con los dientes.

—Me corro Megan, me voy a correr.

Gemí con su polla en la boca y mantuve el ritmo de la mamada hasta que su miembro palpitó varias veces y empezó a descargar en mi garganta. Tragué golosa su semilla, el sabor era dulce y amargo a la vez, me encantó recibir los siete u ocho chorros que lanzó en mi boca mientras gritaba su liberación. Cuando terminó le lamí limpiándole y pasé mi lengua por la punta recogiendo las últimas gotitas de semen.

Me tumbé a su lado y le di un piquito en los labios, no quise besarle por si le daba asco el sabor de su propio semen, él me acarició la cintura recuperándose de la felación.

—¿Te ha gustado? — sabía de sobra que sí, pero quería que me lo dijera.

—Ha sido … uf, eres increíble.

Sonreí satisfecha, y me acurruqué entre sus brazos.

—Si me das unos minutos para recuperarme lo podemos hacer otra vez — me dijo.

—Claro, sería genial.

—¿Cómo quieres hacerlo? —Lo pensé y decidí muy rápido.

—Como eres un hombre-perro lo podemos hacer de perrito, ¿quieres que sea tu perrita? — pregunté mimosa.

—Oh sí — noté que a su miembro le gustaba la idea y me presionaba el estómago.

—¿Me puedes traer agua antes de empezar?

Jim se levantó corriendo y salió como una flecha de la habitación, me dio la risa al ver sus prisas y todavía me estaba riendo cuando volvió con dos botellas de agua.

—¿De qué te ríes? — me ofreció una de ellas.

—De ti, de la prisa que te has dado.

—Jajaja, no puedes ofrecerle eso a un perro y que guarde la compostura.

—¿El qué? — pregunté mientras bebíamos — ¿que sea tu perrita? — puse en mi cara y en mi voz toda la ingenuidad posible.

—Eres malvada.

—Y tú un perro muy peligroso — dije agarrándole la polla, la tenía dura como el acero —, creo que necesitas desfogarte un poco para que no hagas daño a nadie con esto. Me puse a cuatro patas ofreciéndole mi grupa, moví el culito para animarle, cosa que no hacía falta pero me ponía cachonda, y esperé a que me hiciera suya.

Se puso pegado a mi trasero con la polla entre mis muslos, frotándola contra mis labios vaginales, la movió varias veces para humedecerla con mi humedad, no parecía tener prisa, pero yo estaba realmente ansiosa.

—Fóllate a tu perrita, Jim. No me hagas sufrir.

Se rio entres dientes y me la clavó entera de una vez, grité sorprendida y empecé a recibir sus acometidas. Esta vez no empezó despacio, imprimió un fuerte ritmo desde el principio que me hizo gozar como una loca, tenía el coño sensible y las sensaciones se magnificaban. Se echó un poco hacia delante y me cogió los pechos con las manos sin dejar de bombear en mi interior. Yo veía las estrellas, el placer me recorría entera calentando todo mi cuerpo.

—Sí … sí … sí … — gemía.

El seguía follándome como una máquina, había soltado mis tetas y me agarraba apretándome fuerte el culo, mientras su polla no dejaba de entrar y salir de mi mojadísimo coño. Un orgasmo descomunal estaba por llegar, mis brazos temblaban sosteniéndome apenas, mi culo se movía de adelante atrás sincronizado con sus penetraciones, el orgasmo llegaba prometiendo un placer inconmensurable.

—¿Te gusta así, perrita?

Gemí más fuerte sin poder formar palabras, su polla me taladraba incansable haciéndome gozar, haciendo que todas mis células entraran en combustión. El éxtasis llegó, salvaje y magnífico, el placer me invadió por entero cuando el orgasmo hizo que mi coño ardiera y el calor se expandiera por mi interior, cubriéndome toda la piel. Gemí palabras sin sentido colmada de sensaciones, descargas de felicidad circulaban por mis venas.

Jim se corrió en mi interior volviendo a llenarme con su semen, sus manos me mantuvieron presa contra sus caderas hasta que terminó de vaciarse en mi coño y se salió. Caí en la cama rendida, agotada y satisfecha. Jim cayó a mi lado y nos limitamos a recuperar la respiración. Noté que al rato, Jim iba al baño y me limpiaba con dulzura, luego se tumbó a mi lado y me quedé dormida entre sus brazos.

Nos despertamos juntos a la mañana siguiente, me sentía un poco sucia de los restos de la pasión de la noche, así que después de darle un beso a Jim me levanté y me fui para la ducha, me siguió. Mientras iba a la única ducha libre, la del extremo, los chicos me dieron los buenos días, se les notaba contentos a pesar de que mostraban las secuelas de la pelea de la noche anterior. Empecé a ducharme junto a Edward, que ocupaba la ducha de al lado, hasta que llegó Jim, como me pareció extraño que Edward le cediera el sitio y se fuera a compartir ducha con Nala, le pregunté a Jim.

—¿Por qué te ha cedido el sitio?

—No te enfades, alfa, pero hicimos una apuesta sobre quién se acostaría contigo después de Jonas — me pareció fatal, yo no era un trofeo sobre el que presumir, me había levantado feliz después de compartir con Jim una noche maravillosa para enterarme de que era el objetivo de una apuesta. Jim me lo notó en la cara.

—Alfa, no se trataba de ganarte como un botín, simplemente el primero tendría el privilegio de ducharse a tu lado durante un mes, sólo eso.

Me di cuenta de que en realidad no me habían presionado ni competido por mí, ni siquiera el vencedor ganaba otra cosa que mi cercanía. Volví a ser feliz.

—Pues ven conmigo, deja que te enjabone.

Le traje a mi lado y le enjaboné el pecho y la espalda, bajé por sus piernas y terminé con su miembro semierecto y su culito.

—No te acostumbres — le dije —, estoy encantada de que te duches a mi lado, pero solo te enjabonaré hoy.

—¿Ni siquiera la espalda y el culito? — me dijo sonriente.

—Jajaja, te toca.

Fui girando para que me enjabonara él a mí. Fue muy agradable. Ya vestidos de deporte salimos a entrenar con Pete. Alabó a los chicos por la pelea de ayer y se apiadó de sus dolores haciendo una sesión suave. Charlie observaba sentado en un rincón con las muletas apoyadas en el brazo de la silla.

Desayunamos todos juntos, se notaba que todos estábamos alegres, la pelea de ayer había sido como un rito de aceptación a los clanes, ya nos consideraban como uno más y había un espíritu de celebración en la mesa. Dani y Edward se tuvieron que marchar a trabajar, pero como era sábado nos quedamos todos los demás en la mesa comentando la fiesta. Ana atrajo mi mirada con un gesto y señaló discretamente a Jim con la cabeza, yo la sonreí ampliamente y ella me devolvió la sonrisa e hizo un gesto discreto levantando el pulgar. Disimulamos las dos la risa y seguimos hablando con los demás. Surgió la idea de que todos juntos cambiáramos y recorriéramos las cercanías, nos pareció bien y enseguida tiramos nuestras ropas encima de un sillón y salimos al porche. Di una serie de instrucciones para no asustar a ningún humano que pudiera vernos y Tom se transformó en halcón y sobrevoló el perímetro hasta que estuvo seguro de que no había moros en la costa. Luego cambiamos todos y nos dedicamos a correr y a correr. Yo lideraba el grupo seguida por dos pumas, más atrás venían un perro, una gata, una rata y un magnífico rinoceronte. Eve, en forma de serpiente se había quedado reptando por los alrededores de la casa. Desde el cielo un búho, un halcón y un murciélago nos vigilaban. Lo pasamos en grande, volvimos al cabo de un par de horas jadeantes y felices. Mi tigresa ya no me empujaba a luchar contra otros animales y disfruté mucho.

Nos vestimos y Phil se fue para recoger los equipos del sistema de seguridad, quería que los instaláramos ese fin de semana. Se llevó mi camioneta para que le cupiera todo y le acompañó Ted para ayudarle.

El fin de semana pasó sin ningún contratiempo, instalamos el sistema y disfrutamos de la camaradería propia de la manada.

El martes recibí un correo de Bull convocando a los alfas en su casa al atardecer, tenía más información sobre la araña y quería compartirla. Acudí con Dani, la mujer—puma. En la fiesta había tonteado con un oso y creo que quería verlo otra vez. Esperó fuera mientras yo entraba en la casa, la puerta estaba abierta así que me colé hasta el salón. Los tres alfas, Bull, John y Sira estaban sentados esperándome.

—Hola a todos — dije —, magnífica fiesta Bull.

—¿Lo pasaste bien?

—Mucho, aunque no acabe de entender del todo qué le veis a eso de pegarse, a pesar de recibir una paliza mis chicos han estado dos días enteros sin dejar de sonreír, incluso las chicas han estado felices, no lo llego a entender.

Sira afirmó dándome la razón y John y Bull se rieron a carcajadas sin dar explicaciones.

—Bueno — dijo Bull parando de reír —, el estudioso al que le encargué investigar me ha proporcionado nuevos datos. Parece ser que cuando la araña Ungoliant empieza a ser vista puede ser invocada para que aparezca en un sitio concreto. Existe un rito que podríamos llevar a cabo entre los cuatro y solicitar que nos transmita el motivo de su aparición. Creo que debemos pensarlo bien, puede ser muy peligroso, no olvidemos que es muy poderosa y quizá no le guste ser llamada.

Nos quedamos en silencio meditando su propuesta, en realidad las cosas iban bien, no teníamos necesidad de averiguar nada, pero si iba a pasar algo gordo saberlo con antelación nos daría ventaja, podríamos prepararnos para lo que viniera.

—Creo que deberíamos hacerlo, si solo aparece cuando algo muy importante va a pasar, saberlo con antelación y poder hacer cualquier preparativo necesario compensa el riesgo que afrontemos invocándola. Yo estoy dispuesta a arriesgarme.

Los tres alfas permanecieron en silencio, reflexionando.

—Creo que Megan tiene razón — intervino Sira —, parece que el riesgo sólo lo correremos nosotros, pero todas nuestras manadas podrían beneficiarse si conseguimos información.

—Estoy de acuerdo — dijo John.

—Bien, ¿cuándo queréis hacer el rito? — preguntó Bull.

Estuvimos de acuerdo en hacerlo cuanto antes, así que quedamos la noche siguiente. Nos reuniríamos en un claro en el bosque en la tierra de los lobos y haríamos la invocación. Tendríamos un día entero para reflexionar y prepararnos para encontrarnos frente a frente con Ungoliant.

El día siguiente lo pasé nerviosa, me sumergí frecuentemente en mi animal interior para prepararme. Pensé que podía ser útil. Acudí al claro a la hora convenida y esperé a que estuviéramos todos. Los cuatro habíamos ido solos, ninguno quería arriesgar más vidas salvo las nuestras. Sin mucha ceremonia nos sentamos en el suelo en círculo, cada uno en un punto cardinal. Bull, que había estudiado el rito, nos indicó los pasos que teníamos que dar, él recitaría las palabras necesarias.

Siguiendo sus instrucciones cada uno intentó enlazar su aura con las de los demás, yo no sabía cómo hacerlo, pero fijándome en ellos intenté seguir sus actos, sentí como cada uno se sumergía en su centro y lo expandía por todo el claro. Eso sabía hacerlo. Llegué a mi centro, atravesé la capa brillante y negra y me sumergí en el núcleo dorado que era el corazón de mi naturaleza cambiaformas. Una vez que estuve allí me aferré a él y lo expandí fuera de mi cuerpo, lo había conseguido, mi aura se mezcló con la de los demás y se hizo una, un solo aura brillante y poderosa.

Bull empezó a recitar unas palabras en latín que no comprendí, las decía de memoria sujetando el texto en la mano por si se le olvidaban. Cuando terminó de recitar, esperamos unos minutos y volvió a empezar. Lo repitió varias veces hasta que sentimos que la atmósfera del claro cambiaba, el aire parecía más ligero, la luz que daban la luna y las estrellas más amortiguada. Una opresión en el pecho me informó que algo iba a pasar. En el centro del claro, entre nosotros, se formó una neblina oscura que se fue haciendo más sólida y definida, aumentando de tamaño. De la oscuridad surgieron varios zarcillos neblinosos, el silencio se había adueñado del bosque. Me di cuenta de que llevaba un rato sin respirar y llevé aire a mis pulmones. La oscura niebla se convirtió en la araña, en Ungoliant. Ante nuestra completa inmovilidad la araña nos fue mirando uno a uno, sus ojos facetados se detuvieron en John, luego en Sira y después en Bull, fue girando su enorme cuerpo enfrentándonos uno a uno. Cuando se detuvo frente a mí, me pareció que leía mi alma, no tocó mi mente ni mis recuerdos como hacían los vampiros, sino que examinó mi alma, juzgándola. Mi cuerpo intentó echarse hacia atrás cuando Ungoliant movió sus ocho patas acercándose a mí, pero estaba inmovilizada de alguna manera, no podía mover ni una pestaña. Se acercó tanto que pude ver la increíble profundidad que había en sus ojos, levantó una de sus enormes patas y me tocó la cabeza, pensé que me iba a golpear pero su tacto fue suave como una pluma.

Dejó unos segundos su pata sobre mi cabeza y desapareció. Sí, en un momento estaba ahí y al siguiente ya no estaba. En cuanto dejó de tocarme mi aura regresó a mi cuerpo y caí inconsciente sobre la hierba que alfombraba el claro.

Desperté en la casa de John, tumbada sobre una cama. Sentí que debía volver a mi centro e inspeccioné mi interior. Jadeé sorprendida cuando descubrí que había cambiado, el recubrimiento negro brillante de mi esfera de tigresa se había fusionado y ahora únicamente tenía una gran esfera dorada con vetas negras. Era como el doble que la anterior y me daba una sensación de fuerza y poder mucho mayor que antes. Examiné también mis pensamientos y les dije a los tres alfas que me contemplaban preocupados y con los ojos como platos :

—Ya sé qué hay que hacer.

Me levanté de la cama, no podía decir lo que tenía que decir desde una posición de debilidad.

—Vamos al salón — dije con tono imperativo.

Me dirigí yo la primera esperando que me siguiesen. Ningún alfa toleraría que le dieran órdenes, pero necesitaba hacerlo así.

—Sentaos, por favor.

Se sentaron y me miraron expectantes, me quedé de pie y les conté lo que sabía.

—Vamos a sufrir un ataque, será devastador y puede acabar con todos nosotros — Bull hizo ademán de hablar pero lo detuve con un gesto —. Hay una manera y solo una de que sobrevivamos a la guerra. Tenemos que crear un ejército, un ejército de cambiaformas y vampiros, solo si nos unimos entre nosotros, y a su vez nos unimos con los vampiros, podremos ganar la guerra, si cualquiera de nosotros lo rechaza y pelea por su cuenta seremos no solo vencidos sino aniquilados.

—¿Quién nos va a atacar? — preguntó Bull.

—No lo sé exactamente, Ungoliant no es muy bueno con los nombres de lugares o clanes, pero la amenaza viene del norte.

—¿Y quién dirigirá el ejército, tú? — preguntó Sira con gesto amargado.

—Sí, así tiene que ser.

—Qué conveniente — replicó.

—Mira, no soy un general ni me gustaría serlo, pero según Ungoliant, el ejército tiene que estar formado por todos y yo debo dirigirlo, nos guste o no.

—Bien — intervino John —, ¿hay algo más que te haya transmitido?

—No — solté desabrida —, nada más.

—Pues convocaré al consejo para mañana, reflexionemos sobre lo ocurrido y mañana con la cabeza fría discutiremos todo. Sugiero que mantengamos todo esto en secreto.

Según salíamos John me agarró del brazo y me llevo al baño, me indicó el espejo y esperó. Temiendo ver algo horrible me miré. Jadeé de la impresión al ver que mi corto pelo rubio ahora era negro, un negro azabache con mucho brillo, como la capa negra que envolvía mi centro dorado. Con la mano en la boca me miré desde todos los ángulos. Si lo cortaba un poco y me lo arreglaba no estaría mal. Estaría genial.