La guardiana 05

Continúan las aventuras de Megan. Acude a su primera cita con Drakkar, el vampiro.

Había descansado fenomenal recuperándome por completo. Después de unos días durmiendo poco, lo necesitaba. Como era domingo teníamos entrenamiento de lucha, así que desayuné rápido y salí con todos a practicar. Phil, el hombre—rata, me ayudaba mucho con las lecciones. En realidad, con la fuerza y velocidad de los cambiaformas, solo necesitaban conocer la técnica y practicarla repetidamente. Yo le enseñaba un movimiento y luego lo practicaban por parejas. Antes de terminar, Phil y yo luchábamos contra los demás, demostrándoles que estaban progresando. Quería un clan cuyos miembros pudieran defenderse, al no tener una camada de sus iguales, necesitaba que se unieran como grupo y hacer algo todos juntos reafirmaba el sentimiento de pertenencia a algo más grande que ellos, a una familia. Terminamos la clase y estábamos comentándola entre risas en el salón cuando llegó una pareja. Ella era rubia y bonita de apenas dieciocho años, él moreno y fuerte de veintipocos, ambos con el cuerpo delgado y fibroso. Tenían un cierto parecido familiar.

—Hola, supongo que este es el grupo de los “sinclan” — dijo el chico —, acabamos de llegar a Rivertown, somos hombres—puma, nos gustaría quedarnos aquí. Yo soy Ted y ella es mi hermana Dani.

Charlie se me adelantó.

—Hola chicos, soy Charlie, también soy puma — les abrazó rápidamente a los dos —. Esta es nuestra líder, Megan — les dijo —. Si queréis quedaros aquí la trataréis como a una alfa.

—Bienvenidos — les di la mano a los dos —, ¿de dónde venís?

—De Missouri.

—¿Qué os pasó, porqué habéis acabado tan lejos?

—No tengo por qué darte explicaciones — Dani tenía la mirada baja pero Ted me enfrentaba tieso como un palo.

—Cierto, no es necesario, podéis marcharos por donde habéis venido — le dije, esperaba que no se fueran, pero no quería miembros conflictivos en un clan que apenas empezaba a funcionar como tal.

—¿Cómo?, no puedes echarnos, no tenemos clan y la tradición es que nos integremos en este grupo.

—Esto no es un grupo, es un clan y yo soy su líder, y las tradiciones me importan una mierda.

—Pues si es un clan te desafío — el reto estaba ofrecido.

Le agarré del cuello con una mano y le empotré en la pared, sus pies bailaban a varios centímetros del suelo. Me intentó golpear pero detuve su puño agarrándole de la muñeca.

—No eres miembro del clan, no puedes retarme — le grité a la cara —, y no te dejaré unirte a nosotros si no me dices por qué os echaron de Missouri — lancé un farol, no sabía si les había echado pero algo me decía que así había sido.

Ted se quedó callado esforzándose por respirar y Dani se acercó y le puso la mano en el hombro.

—Díselo, Ted. Cuéntale todo.

Reconocí el cambio en la mirada de Ted y le solté. Me di cuenta de que tenía a Phil y a Jonas en mis flancos, listos para protegerme.

—Verás, empezó como una tontería, probé algunas drogas en noches de fiesta y me aficioné. Lo tuve controlado pero pronto estaba consumiendo éxtasis, cristal, ketamina, en fin, todo lo que podía conseguir. Acabé robando a varios miembros de mi manada — Ted miraba al suelo avergonzado —. Intentaron que lo dejara pero seguí a escondidas. Me echaron del clan y Dani se vino conmigo. Oímos que aquí había un grupo en el que se compartía casa pero cada uno hacía su vida, por eso vinimos.

—¿Cuánto tiempo llevas sin consumir drogas?

—Más de un mes.

Le miré fijamente durante un rato reflexionando sobre lo que me acababa de decir, su hermana, agarrada a su mano, me miraba implorante. Podía causarnos muchos problemas, pero todo el mundo se merecía una segunda oportunidad.

—Podéis quedaros, te haré pruebas de drogas todas las semanas. Si permaneces limpio serás uno más de nosotros, si detecto el mínimo rastro estás fuera. ¿Entendido?

—Sí, Megan.

—Muchas gracias, Megan — me dijo Dani —, no te arrepentirás.

—Bienvenidos, os enseñaremos dónde dormir — teníamos habitaciones de sobra.

Los chicos les dieron la bienvenida, una vez aceptados eran uno más, así que les trataron con cordialidad. Acompañé a Charlie y les enseñamos sus habitaciones. Les dije que hablaran con Ana para que les explicara las reglas del clan, entre todos les ayudaríamos a encontrar trabajo, mientras colaborarían en la casa.

Cuando entré en la ducha estaba llena, como me había entretenido con los recién llegados no me habían esperado y se estaban duchando chicos y chicas todos juntos. Desnudos. Ana me vio y me hizo señas.

—Ven conmigo, Megan, te hago un sitio.

Iba a darme la vuelta cuando pensé en lo que le acababa de decir a Ted, éramos un clan, estábamos unidos, una familia. Me sentí atrapada por mis propias palabras, resignada, me desnudé y compartí ducha con Ana.

—Si quieres pongo el agua más fría para que se te bajen los colores — me dijo risueña al oído.

La lancé una mirada asesina mientras intentaba no mirar a los chicos con poco éxito. Me enjaboné y lavé el pelo. Cuando Phil entró me quedé anonadada, Ana me estaba lavando la espalda y lo notó.

—Sí — susurró —, es grande.

El miembro de Phil era como diez centímetros más grande que el del siguiente en tamaño. Mis ojos quedaron atrapados en él, se balanceaba mientras andaba. Ana me pellizcó el culo para que dejara de mirarle tan claramente. Me concentré en mi ducha hasta que Phil se puso a mi lado. Ana se rio entre dientes y yo me ruboricé otra vez. Acabé y me cubrí con la toalla, mirando al suelo salí del baño y me fui a la habitación a vestirme. Sobre la cama había tres cajas, una de ellas bastante grande. Me vestí y salí a preguntar quién las había traído. Jonas me dijo que había sido un empleado de Drakkar. Volví para abrirlas y Ana se coló conmigo en la habitación.

—¿Te ha mandado algo Drakkar? ¿Por qué?

—Tengo una cita esta noche con él.

—¡Miau! Abre las cajas, venga.

En la grande había un precioso vestido de Dior, rojo profundo, con un escote en pico pronunciado sin ser exagerado y la espalda al aire. En otra caja aparecieron unos precios zapatos negros Louboutin con un tacón de varios kilómetros. En la última un precioso conjunto de lencería de culotte y sujetador de media copa.

—Como no cierres la boca se te va a desencajar — le dije a Ana —, se te puede meter algo, un autobús quizá.

—Pero, pero … ¿has visto estas cosas? Y encima cenas con el tío más bueno de la ciudad, qué digo de la ciudad, del estado.

—Sí, pero es un vampiro.

—¿Y qué? ya sé que no tienes mucha experiencia, pero los vampiros en la cama son …

—¡Calla! No sigas ¿es que te has acostado con algún vampiro?

—No, con alguno no, con varios, y es alucinante.

—Bueno, pues yo no pienso acostarme con ningún vampiro, ni con nadie.

—Pruébate el vestido, déjame ver cómo te queda.

—De eso nada, Drakkar me recogerá al anochecer, no pienso perder el tiempo ahora.

Ana se enfurruñó un poco, pero un par de horas antes de que se pusiera el sol la tenía en mi habitación con un enorme neceser. Pretendía prepararme para la cita. Me resistí todo lo que pude, pero su insistencia, sus argumentos y hasta algún puchero, me convencieron para dejarme hacer. Nos encerramos en la ducha y me depilé las piernas, luego me di un aceite corporal que olía increíblemente bien. En la habitación me depiló las cejas, me puso una mascarilla en la cara que tuve que aguantar diez minutos y luego me maquilló. Sin dejar que me mirara en el espejo me vestí. Tuve que prescindir del sujetador al llevar la espalda al aire, la braguita culotte me hacía un culo precioso, mostrando la parte baja de mis nalgas. Una vez que me puse el vestido y los zapatos pude por fin mirarme al espejo.

Esa no era yo, esa mujer hermosa, elegante y atractiva que me examinaba desde el reflejo no podía ser yo. Ana me miraba expectante esperando mi reacción. Yo mi giré hacia ella con la boca abierta, pasmada.

—No sé cómo lo has hecho — la dije —, gracias.

—Jajaja, no he hecho casi nada, eres preciosa, el maquillaje solo resalta tus cualidades.

El vestido tenía dos finos tirantes en los hombros y un profundo escote que dejaba el espacio entre mis pechos al descubierto, ceñía mis caderas como una segunda piel y caía con ligereza hasta mis tobillos. Dejaba al descubierto la espalda casi hasta la curva de mi trasero.

—Oye, ¿y no será demasiado?

—¿Demasiado? El vampiro se va a caer de culo cuando te vea. Le vas a tener comiendo de tu mano toda la noche. Vigila tu cuello, jajaja.

—¿Tú crees? ¿Intentará morderme?

——Pues claro, hasta yo estoy tentada, pero Drakkar es un vampiro muy viejo, se controlará, pero intenta no ofrecerle tú el cuello, salvo que quieras, claro.

—Ni de broma, ¡qué horror! Bueno, ¿salimos al salón?

—Por supuesto que no, tú te quedas aquí, y cuando llegue yo te aviso y le haces esperar unos minutos, pero no muchos que es el jefe de los vampiros.

—Vale — estaba un poco abrumada por todo, pero me quedé como me había dicho Ana, aproveché para admirarme a mí misma en el espejo.

—Tu vampiro ya está aquí — me dijo Ana bajito entrando a mi habitación —, está cañón, creo que es el tío más bueno que conozco.

Cuando salí, después de cronometrar tres minutos en el reloj, los chicos conversaban animadamente con el vampiro en el salón. Al entrar yo se hizo el silencio, todos me miraron de arriba abajo, Drakkar enseguida vino a mí y me besó la mano. Mirándome a los ojos dijo :

—Está radiante, encantadora.

—Gracias por el regalo, lord Drakkar, usted también está muy elegante —, elegante mi culo, el vampiro estaba realmente buenísimo, como decía Ana. Con un traje gris oscuro, que seguro que valía más que todo mi armario, y una corbata paisley de varios tonos de azul, estaba magnífico.

Salimos entre silbidos de los chicos y de las chicas y, medio riéndonos, me abrió la puerta del coche y me ayudó a entrar. No sabía adónde me llevaba, me dijo que primero me enseñaría algo y condujo unos veinte minutos hasta que cogió un desvío y recorrimos unos quinientos metros de camino de tierra. Llegamos a lo que parecía haber sido un clan deshabitado. Paramos junto a la casa común y volvió a abrirme la puerta para que bajara del vehículo.

—¿Dónde estamos? — pregunté examinando el entorno. Se veía la casa común, y varias viviendas desperdigadas por los alrededores, todas ellas cochambrosas.

—Hasta hace varias décadas aquí estaba el clan de los hombres—tigre.

—¿Y qué tiene que ver conmigo? ¿Por qué me lo enseña?

—Aquí vivió su madre, Srta. Megan, pensé que le gustaría conocer el sitio.

¿Así que fue aquí? Mi madre nunca respondió a mis preguntas sobre su clan, las evitaba y cambiaba de tema. Nunca supe por qué los dejó y se mudó a Nueva York unos meses antes de que yo naciera.

—¿Qué sabe de ella? — pregunté.

—Sé algunas cosas, sé que su madre se quedó embarazada, sé que se mudó antes de tenerla a usted, y sé que el clan tenía un mal alfa.

—¿Por qué desapareció el clan?

—El alfa no supo dirigir bien el clan, era déspota y cruel. Ningún miembro tuvo el valor o la fuerza para deponerle, así que la gente lo fue abandonando poco a poco, integrándose en otros clanes en diferentes sitios del país. Cuando su mujer murió, sus propios hijos se marcharon, él entró en una espiral autodestructiva y murió en una pelea. Desde entonces todo esto está abandonado.

—¿Hay algo más que pueda contarme?

—Muchas cosas — me dijo sonriendo —, pero vamos a cenar, tenemos toda la noche para hablar.

Me llevó a un bonito club que no conocía. Era una enorme discoteca con varios niveles y un pequeño restaurante adosado. Dejó el coche en la misma puerta y entregó las llaves al portero saludándole como si fueran viejos amigos. Nos condujeron a una discreta mesa en un rincón y, sin preguntar nada, nos sirvieron vino para mí y una copa con una bebida rojiza para él. Supuse que era sangre.

—Megan, hemos compartido las suficientes cosas como para tutearnos, ¿no le parece?

—Me parece bien, Drakkar — asentí —, por cierto ¿tú comes, es decir, necesitas comida?

—No, lo cierto es que no, pero puedo comeré algo para acompañarte.

El camarero nos trajo la carta y elegimos nuestros platos, la cena estuvo francamente bien. Drakkar era un buen conversador, ameno y divertido. Cuando terminamos el café me propuso ir a la zona VIP de la discoteca.

— ¿Todos aquí te conocen? — le pregunté después de que varios empleados y clientes le saludaran.

—Claro, vengo a menudo, el club es mío. Los vampiros y los cambiaformas tienen tendencia a … digamos fricciones, cuando se juntan. Abrí el club para que tuvieran un sitio exclusivo para divertirse.

—¿Todos son vampiros?

—Casi todos, hoy hay algunos humanos y también algunos cambiaformas, pero el vampiro que les trae se hace responsable de ellos.

Nos sentamos en un reservado, yo pedí mi omnipresente Coca—Cola y él un whiskey de malta con más años que yo. Charlamos un rato hasta que me invitó a bailar.

—Bailemos, Megan, quiero ser el hombre más envidiado del club.

En la pequeña pista del nivel donde estábamos sonaba música lenta. El vampiro me acompañó hasta el centro y me agarró la mano, pasando la otra por mi espalda. Nos movimos cadenciosamente acompañados por el tema de Frank Sinatra que sonaba en ese momento, parece que Frankie me perseguía últimamente. Drakkar bailaba de forma genial, me llevaba por la pista sin ser dominante en ningún momento. Me acariciaba la espalda suavemente, despertando mariposas en mi estómago.

—Eres el único vampiro rubio que he visto, ¿por qué? — le pregunté cuando me di cuenta estaba a punto de apoyar mi cabeza en su hombro. Estaba tan a gusto con él que casi me dejo llevar.

Sonrió y me miró a los ojos.

—Soy un tanto peculiar, es cierto. Los vampiros con los años suelen volverse pálidos y oscuros, no sé por qué pero la naturaleza ha decidido ahorrarme ese cambio. Quizá mi ascendencia vikinga, no sé puede que descienda de Thor, jajaja.

—Te falta el martillo, pero sí que pareces un dios nórdico — se me escapó, ¿cómo podía haber dicho eso?

—Jajaja, eres encantadora, y también especial, no eres una cambiaformas normal.

—¿Por qué, qué me hace especial?

—Bailemos Megan, con una mujer como tú en mis brazos no quiero hablar, solo disfrutarlo.

Drakkar soltó la mano que me tenía cogida y me puso las dos en la cintura, yo le rodeé el cuello y me abandoné al baile, al contacto, cedí y apoyé mi cabeza en su hombro. Sus manos acariciaban mi espalda produciéndome escalofríos, de vez en cuando miraba a mi alrededor viendo desenvolverse a los vampiros. Algunos bailaban o hablaban tranquilamente, otros se alimentaban de sus parejas con sus colmillos enterrados en el cuello, haciendo que la cara de su “víctima” reflejara placer absoluto. En vez de sentirme asqueada me sentí extrañamente excitada, provocada. Las manos de Drakkar me acariciaban justo hasta el comienzo de mi trasero. Yo no sabía si detenerlo o animarlo a profundizar más. ¿Me estaría influyendo mentalmente? Me había prometido no hacerlo y, por alguna razón, confiaba en él.

Estuvimos bailando casi hasta el amanecer, Drakkar no se propasó en ningún momento pero me tuvo al límite siempre. Nos dimos cuenta los dos con cierta sorpresa que el club estaba casi vacío.

—Me temo que hemos de irnos si no quiero ponerme muy moreno, Megan — me dijo separándose de mí. Nuestros cuerpos se habían ido juntando y estábamos prácticamente soldados el uno al otro.

Salimos corriendo del club entre risas y condujo a toda velocidad a su mansión.

—No me da tiempo a llevarte a tu casa y volver, llévate el coche, mandaré a alguien a recogerlo.

—Lo he pasado genial, has sido un completo caballero y me has dado una noche inolvidable — le dije. Si no fuero por las solares circunstancias no hubiera dejado terminar la noche aquí.

—Habrá muchas noches más, Megan.

Se inclinó sobre la consola central y me besó. Mi mano fue a su nuca para atraer más sus labios a los míos. Fue un beso largo, pero al contrario de lo que podía esperar fue un beso suave, fresco, con pasión contenida, y muy largo. El sol asomaba por el horizonte cuando se separó de mí, abrió la puerta del coche y desapareció en la casa a velocidad vampírica.

—Lo repetiremos pronto — escuché en mi mente —, ya echo de menos bailar contigo.

Cuando llegué a casa Ana y Eve estaba en mi cama, me lavé la cara y me puse el pijama, suspiré aliviada en cuanto me quité los zapatos. Me tumbé al lado de Ana, dándole la espalda y cerré los ojos, rememorando la noche pasada con Drakkar. Ana se revolvió un poco y se pegó a mi espalda, echando un brazo sobre mi cadera. Yo estaba como una adolescente enamorada recordando cómo bailé con el vampiro, por eso cuando la mano de Ana entró bajo la parte de arriba de mi pijama suspiré enternecida. Me pareció menos tierno y más excitante cuando me acarició un pecho, mis pezones se pusieron duros inmediatamente y yo ahogué un gemido contra la almohada. La noche con el magnífico Drakkar me había dejado muy sensible. Ana ya no me acariciaba, sino que me magreaba las dos tetas y me mordía el cuello, yo imaginaba que eran los colmillos del vampiro y empujaba mi culo hacia atrás buscando algo que no estaba ahí. Cuando Ana me quiso quitar el pijama la dejé y me volví, la miré con poca dulzura y mucha pasión y acaricié sus preciosas tetas, pellizcando sus pezones. Me sonrió ampliamente y me quitó el pantalón y las braguitas, ahora estábamos desnudas las dos abrazándonos, palpándonos, magreándonos la una a la otra. Cuando su boca encontró la mía la devoré, la invadí y me apoderé de su lengua. Ana retrocedió sorprendida y me preguntó :

—¿Qué te ha dado lord Drakkar?

No la contesté, la volví a atraer a mi boca y seguí comiéndomela, chupando su lengua y mordiendo sus labios. Tenía mi cuerpo encendido y necesitaba apagarlo. Ana se liberó y bajó su boca a mis tetas, grité cuando me mordió un pezón y apreté más su cara contra mí. Siguió lamiéndome mientras su mano se deslizó hasta mi coñito, abrí las piernas para darle acceso y me entregué a sus manipulaciones. Parece que la romántica noche pasada había roto un dique en mi interior y la pasión me desbordaba.

Ana se giró para lamerme el coño, su lengua penetró en mi agujerito sin preámbulos, yo no podía quedarme pasiva y me retorcí en la cama hasta tener la cabeza entre sus piernas. La devolví el favor, lamí sus labios y su rajita de arriba abajo, chupé su clítoris y metí la lengua lo más profundo que pude, imitando sus movimientos, a la vez acariciaba sus tetas colgantes y apretaba sus pezones.

Grité sorprendida cuando sentí otra boca dando pequeños mordisquitos a mis pechos. Miré como pude y vi a Eve, la habíamos despertado y se había unido a la fiesta. El placer aumentaba en mi interior y yo estaba desatada. Lamí desesperada el coño de Ana y mordí su clítoris hasta que se corrió, llenando mi cara de sus dulces jugos. Cuando sentí dos dedos dentro de mí me corrí yo también, aferrada al culo de Ana mientras movía la pelvis disfrutando de mi orgasmo. Eve se puso a mi lado y me lamió la cara, limpiándome. Saqué la lengua buscando la suya y la besé. En ese momento me hubiera follado a todo el clan uno detrás de otro.

Sin esperar a que se me pasara el efecto del orgasmo del todo agarré a Eve y metí mis piernas entre las suyas, con nuestros coños pegados me moví provocando el roce de nuestros clítoris. Ana la mordió las tetas, aumentando sus gemidos que se unieron a los míos. Había abandonado todo recato y me dedicaba a disfrutar de mi cuerpo y el de mis amigas. Seguimos las tres dándonos placer, entrelazando nuestros miembros y nuestras lenguas. Perdí la cuenta de los orgasmos que me regalaron y los que yo provoqué, probablemente más de los que había tenido en los dos o tres últimos años. Mi coño fue suyo y los suyos míos, mordí tetas y lamí pezones, examiné exhaustivamente sus bocas con mi lengua, me lamieron hasta el último centímetro del cuerpo, incluso algún dedo exploró mi culito. Al final acabé saciada y exhausta, tumbada entre las dos acariciándolas lánguidamente.

El móvil me sacó de mi satisfecha lasitud. Me levanté para cogerlo.

—Hola Megan, soy John, espero que no sea muy temprano.

—No, tranquilo, estaba despierta — las chicas se reían en la cama al oírme.

—El viernes de la semana que viene hay una fiesta, contamos con tu presencia.

—Claro, llevaré a mis chicos.

—Lo siento Megan, pero no es posible. La fiesta es solo para miembros de clanes, vuestro grupo no se considera un clan. Tú estás invitada por tu función de mediadora, eso sí, puedes traer pareja.

—Ya te diré algo — le dije sopesando sus palabras. No me gustaba que menospreciaran a mis chicos.

—OK, contamos contigo.

Colgué manteniendo una lucha interna en mi cabeza. Cuando vi a Ana y a Eve en la cama decidí dejar de lado de momento mis reflexiones.

—Vamos a ducharnos — dijo Eve cuando colgué —, voy a llegar tarde. Luego tú duerme un poco, que te hará falta, jajaja.

Me fui a poner el pijama, pero Ana me cogió la mano y me arrastró desnuda hasta la ducha. Fui por todo el pasillo desnuda como vine al mundo. Coincidimos con Edward y Jim, me cohibí un poco pero ni siquiera me miraron dos veces. Fue Jim el que me preguntó :

—¿Qué tal tu cita, Megan?

Estuve contándoles lo que habíamos hecho mientras nos duchábamos todos juntos. Encontré tan fácil y natural estar desnuda con mis chicos que pensé que había sido una tonta por no haberlo hecho antes. Eran de los míos, mi familia, mi clan, y entre nosotros no debían existir barreras, ni pudor, ni vergüenza. Decidí dejar atrás mi mojigatería y vivir como una más, mostrándome tal como era. Los demás nos consideraban un grupo de exiliados, miembros insignificantes de nuestra raza, sin clan propio. Rompería las reglas, ya no sería su líder ni ellos un grupo, yo era su alfa y ellos eran un clan, mi clan, MI.PUTO.CLAN.

Aproveché el desayuno para reunir a todos, a Tom que estaba durmiendo después de trabajar en el club le desperté a su pesar.

—Quiero que me prestéis atención, a partir de ahora no toleraré que nadie nos menosprecie — había captado el interés de todos enseguida, nadie se movía, todos enfocados en mí —, no seremos más un grupo, no seremos más los “sinclan”. A partir de este instante soy vuestra alfa, y todos juntos somos un clan. Haré que todos los demás clanes nos reconozcan, pelearé uno a uno contra los demás alfas si es necesario hasta que quede establecido. Vosotros no consentiréis que se os desdeñe o relegue, daréis la cara por el clan, por vuestro clan.

Esperé a que asimilaran mis palabras, veía a algunos con los ojos brillantes, ilusionados, otros dubitativos, sin acabar de creérselo. Esperé unos momentos y di un puñetazo en la mesa que la hizo crujir : ¡Bam!

—¡¿Qué?! — grité —, ¡¿Qué somos?!

—¡Un clan! — gritaron Jonas y Ana. ¡Bam! Volví a golpear la mesa.

—¡¿Qué coño somos?! — volví a gritar.

—¡Un clan! — gritaron todos incluidos Ted y Dani, los recién llegados.

—¡Y yo, ¿qué soy?!

—Alfa, alfa, alfa … — jalearon al unísono.

—Pues bien, ahora que estamos de acuerdo necesitamos un nombre.

Los chicos se pusieron a discutir entre ellos, les dejé un buen rato, oí nombres como “el puto Clan”, ese me gustaba, “el Clan mortal”, “el Clan de las bestias”. Cuando Phil dijo : “el Clan de Megan” paulatinamente se hizo el silencio. Phil recorrió a todos con la mirada, los demás asentían con la cabeza o decían : “Sí”.

—Somos “el Clan de Megan”, alfa — me dijo mirándome gravemente.

—Pues bien, a partir de ahora ningún miembro del clan de Megan, consentirá que se desdeñe el clan. Espero que os partáis la cara con cualquiera. Ojo, no quiero ninguna muerte y no me importa que ganéis o perdáis, pero espero que golpeéis duro al que nos ofenda, aunque os devuelva los golpes por duplicado. ¿Quién sabe más de las leyes de los clanes?

—Seguramente yo, fui la mano derecha de un alfa — contestó Charlie.

—Bien, pues esta noche me enseñarás todo lo que necesite saber.

—Bien, será un placer, alfa.

Aproveché el día para hacer averiguaciones, descubrí que el terreno que ocupaba nuestro clan pertenecía al consejo. Previendo futuros problemas llamé a Phil y le dije que diseñara un sistema de seguridad para nuestra casa, me temía que íbamos a necesitarlo. Decidí redoblar las clases de lucha cuerpo a cuerpo, les había dicho a todos que no me importaba que perdieran una pelea, pero era mentira. Me importaba, y mucho. Yo jamás había perdido una pelea debido a mi sorprendente velocidad y a mi fuerza, mayores que las de un cambiaformas normal, pero no tenía una técnica de lucha sobresaliente. Quizá por no poder transformarme en tigre la naturaleza me había compensado, pero mis chicos necesitaban pelear mejor que los demás con igualdad de condiciones. Conocía a la persona perfecta para que los enseñara, otra cosa es que le convenciera de venir a ayudarnos. Decidí también montar un pequeño gimnasio, de momento usaríamos una de las habitaciones vacías, según fuéramos de dinero podríamos construir uno aledaño a la casa. Hice una lista de cosas pendientes y dormí unas horas.

En cuanto llegó Charlie le agarré del brazo y lo saqué de la casa, dimos un paseo por los alrededores. Charlie trabajaba en un banco y era un tipo agradable de trato, de pocas palabras y simpático. Contestó todo lo que le pregunté sobre los clanes y añadió mucha información útil. Me gustó pasear con él, el clima era cálido y el paisaje verde y bonito. Lo cierto es que vivíamos en un sitio precioso.

Cuando volvimos hablé con Ana sobre nuestras finanzas, me explicó que con el 25% de los ingresos de todos y controlando nuestros gastos, pronto tendríamos una reserva importante de dinero. Phil todavía no había hecho el proyecto de seguridad que le encargué, me dijo que en un par de días podríamos revisarlo. De momento todo lo que podía hacer estaba hecho, así que me relajé en el salón con mis chicos disfrutando de su compañía. Antes de acostarme llamé a John, quedé en ir a verle por la mañana, su opinión me diría mucho sobre los que podía esperar cuando planteara mi petición al consejo, cosa que no pensaba demorar.

Esa noche dormí sola, no me apetecía compartir la cama ni mis pensamientos, estuve mucho rato dando vueltas a todo en mi cabeza hasta que concilié el sueño y me quedé dormida.

Por la mañana me duché con todos, sin tener que decirles nada ya no me reservaban mi tiempo exclusivo en la ducha. A pesar de mi decisión de comportarme como una más no fue fácil, mi timidez entre mis compañeros desnudos solo fue superada por mi curiosidad ante los cuerpos masculinos. A pesar del empeño que ponía en no mirarlos descaradamente, mis ojos actuaban por libre y se recreaban en su masculinidad, en sus músculos moviéndose bajo la piel.

En el desayuno hubo mucho debate, todos dieron su opinión ante los cambios que se avecinaban, incluso alguno dudó de que los demás llegaran a considerarnos un clan. No les conté mis planes, pero los animé todo lo que pude.

John, el alfa de los lobos, me estaba esperando al lado de la carretera, al inicio del camino que llevaba a su finca. Aparqué a un lado y le saludé.

—Estaba revisando el perímetro — me dijo —, dos de mis chicos dicen haber visto algo extraño.

—¿Extraño?

—No lo llegaron a ver bien, hablan de una sombra enorme que, sin embargo, hacía ruido al moverse.

—¿Notaron algo más?

—El olor, dicen que tenía un olor muy fuerte, a bestia, pero no lo reconocieron.

—¿Podría ser un animal salvaje?

—Podría, pero sería raro que no lo hubieran reconocido — John caminaba lentamente por el lindero mirando al suelo, buscando huellas.

—Tenme informada, ¿quieres?

—Claro, pero ¿de qué querías hablarme?

—Verás, quiero que el consejo nos reconozca a mis chicos y a mí como un clan. Ya nos comportamos como uno, así que quiero el reconocimiento oficial.

John se detuvo bruscamente y me miró sopesando mis palabras, varias expresiones pasaron por su cara.

—Eso es imposible, los grupos como el tuyo nunca han sido un clan, ni aquí ni en ninguna parte. La tradición no lo permite.

—Es muy importante para mí y los míos, quiero hacer mi demanda al consejo.

—Veo que has cambiado mucho en poco tiempo — John me miraba con una levísima sonrisa —, por supuesto puedes presentar tu solicitud al consejo, esta noche hay reunión, pero no tengas muchas esperanzas.

—Al menos piensa bien en lo que pido, hazme ese favor.

—Solo te puedo prometer que lo pensaré, pero no creo que cambie de opinión.

—Me vale con eso, nos vemos esta noche.

—Ven sobre las diez, para esa hora habremos acabado con nuestros asuntos.

A las diez en punto estaba esperando en el porche de la casa de John. Me acompañaban Charlie, Alicia y Edward, como personas respetables en Rivertown quise que apoyaran mi solicitud con su presencia. La puerta se abrió pasados unos minutos y Drakkar salió por ella, me besó la mejilla y me dijo :

—Puedes pasar, Megan.

Me costó un poco recuperarme, el vampiro siempre me producía ese efecto. No importa cuánto lo conozca o intime con él, siempre me deja las piernas flojas y la respiración acelerada. Miré a mis chicos que me animaron con la mirada y entré tras Drakkar al salón. John y Bull se levantaron para saludarme, Sira me hizo un gesto con la cabeza y Gina, la bruja, me estrechó la mano.

—Hola Megan, reemplazo a Edwina como representante de las brujas. No tuve ocasión de agradecerte el servicio que nos hiciste a todas. Una bruja corrupta y encima nuestra líder nos hace daño a todas.

—No tienes que agradecerme, era mi trabajo, ya sé que Edwina era la excepción, no la regla — no me iba a venir mal un poco de peloteo.

—Siéntate Megan y expón tu solicitud, no he querido anticipar nada — dijo John.

Me senté y ordené mis pensamientos, quería convencerlos, que esa misma noche mis chicos pertenecieran a un clan.

—Estoy aquí representando a todo los integrantes de grupo de los “sinclan”. Quiero solicitar en su nombre y en el mío que se nos considere un clan con todas las de la ley.

—No podéis ser un clan — me interrumpió Sira —, no sois iguales, todos los miembros de un clan deben llevar la misma bestia en su interior.

—Todos mis chicos llevan una bestia en su interior, todos. Son cambiaformas igual que todos vosotros salvo lord Drakkar, y como cambiaformas tienen ese derecho.

—Pero nuestras leyes y tradiciones no contemplan un clan de varias razas, nunca ha existido uno — intervino Bull.

—Son leyes antiguas y tradiciones más antiguas aún — razoné —, se instauraron cuando la gente nacía, vivía y moría en el mismo lugar, la gente no viajaba más allá de unas pocas decenas de kilómetros. Salvo si alguien se emparejaba con un cambiaformas de otra ciudad, prácticamente nadie se mudaba. Ahora las cosas no son así, los clanes ya no son inmutables, siempre con los mismos miembros sucedidos por sus hijos, ahora los cambiaformas se trasladan miles de kilómetros, por trabajo, por necesidad o incluso por gusto. No se debe penalizar a nadie por vivir en un sitio que tiene pocos miembros de su raza.

—Tu defensa de la solicitud es muy elocuente — dijo Sira —, pero la tradición es la tradición, no podemos cambiarla.

—Claro que podemos, es una tradición forjada cuando no había aviones, ni teléfonos móviles, ni internet. Me gustan las tradiciones, nos dan una cultura propia y medios para convivir entre nosotros, pero hay que evolucionar con los tiempos. Las normas que nos regían hace quinientos años pueden no ser las mejores para guiarnos ahora, no hablo de eliminar nuestras costumbres, pero sí adaptarlas para que nos sirvan mejor en estos tiempos.

—Estoy de acuerdo con la Srta. Megan — aportó Drakkar —, los vampiros vivimos cientos de años y nos hemos ido adaptando, ya no vamos por ahí rasgando cuellos y desangrando lindas jovencitas, hemos evolucionado para poder vivir de acuerdo con nuestras costumbres ancestrales sin chocar con la forma de vida actual. Eso no sólo nos integra mejor en la sociedad, sino que garantiza nuestra supervivencia — ya tenía un voto a favor.

—Entonces Megan — dijo John —, solicitas que tu grupo sea nombrado Clan, ¿quién sería su alfa?

—Yo.

—Bien, creo que deberías salir y dejarnos debatirlo, te daremos una respuesta.

—Esperaré fuera.

Salí al porche con mis chicos y les dije que teníamos que aguardar a que decidieran, a todos se nos hizo eterno. Dos horas después, John me hizo pasar.

—Hemos discutido tu petición en profundidad y no hemos conseguido la necesaria unanimidad para aceptarla. Lamento decirte que no declararemos a tu grupo un clan.

—¿Cuántos de vosotros habéis votado en contra?

—Uno — mi pregunta sorprendió a John pero me contestó.

—Entonces reclamo mi derecho a duelo con esa persona. Nuestras leyes dicen que en casos como este, el vencedor puede anular el voto del perdedor. Exijo luchar con quien haya votado en contra — era una ley antigua que me había contado Charley, no se solía emplear porque nadie quería pelear contra un alfa. Solo confiaba en que el voto en contra no hubiera sido el de Drakkar.

—¿Es eso cierto? — dijo Sira — ¿esa ley existe?

—Sí — contestó John mientras Bull asentía —, no sé de ningún caso en que se haya aplicado, pero la ley existe.

—Pues luchemos — Sira se levantó y caminó hacia la puerta —, cuanto antes mejor.

Mis chicos y los alfas se colocaron en círculo dejándonos dentro. Estábamos a unos tres metros una de otra examinándonos. Había dejado mis armas en el porche, por lo que si Sira cambiaba a pantera tendría una gran ventaja sobre mí. Si pensaba que yo era superior a ella cambiaría, así que tenía que vencerla rápida y contundentemente, sin darle tiempo a cambiar.

—Adelante — dijo.

Se puso en posición defensiva esperando a que la atacara, lo hubiera preferido al revés, la podía provocar para que atacar ella pero eso prolongaría la pelea. Me acerqué como a metro y medio y amagué un golpe hacia la izquierda, Sira protegió ese flanco pero apenas se movió, eso me indicó que era una luchadora fría y muy competente. Decidí utilizar un truco que me había enseñado mi instructor en la policía, un viejo hombre—lobo al que nadie había vencido nunca.

Comencé un barrido sobre las piernas de Sira, ella saltó hacia atrás, interrumpí el barrido y, arqueando el cuerpo, salté sobre ella. Se necesitaban mis cualidades especiales para poder hacerlo, mi instructor me dijo que no conocía a nadie que pudiera hacerlo como yo. La sorpresa se reflejó en el rostro de la pantera cundo recibió un potente directo, seguido por un gancho a su mandíbula demoledor, cayó al suelo aturdida conmigo encima, como no quería hacerle más daño del necesario la giré con una llave y la atrapé el cuello, inmovilizándola e impidiéndole respirar. Se sacudió como una fiera intentando liberarse, pero mi agarre era firme, resistí sus intentos hasta que perdió fuerza, moviéndose cada vez más despacio. Seguí apretando mi llave “mata león” hasta que John gritó :

—¡Basta!

Solté a Sira que respiró a grandes bocanadas, jadeando y tosiendo. Le ofrecí la mano para ayudarla a levantarse. Sira la aceptó mirándome especulativamente, no sabiendo muy bien qué era yo, cómo podía haberla derrotado tan rápido.

—¿Y bien? — me dirigí a todos esperando una respuesta.

John miró a todos los demás alfas y a Drakkar, uno a uno fueron diciendo : “Sí”. Incluso Sira afirmó la última.

—Megan, a partir de ahora eres la alfa de tu propio clan. ¿Cómo se va a llamar?

—El Clan de Megan — dije.

—Bien — se sonrió al oír el nombre —, el Clan de Megan es reconocido a partir de ahora, te reconocemos como su alfa y tendrás un sitio en el consejo. Enhorabuena.

Todos me felicitaron, Sira, con gesto adusto, incluida. El último fue Drakkar.

—Enhorabuena, Megan. Supongo que esta noche querrás celebrarlo con tu clan, pero espero que mañana vengas a cenar conmigo.

—Será un placer, lord Drakkar — su sonrisa compitió con la mía.

Me volví a mis chicos que me abrazaron diciéndome lo fantástica que había estado en la pelea, lo bien que lo había hecho. Al final, Edward puso orden :

—Alfa, compórtate como tal.

Bajó la cabeza declarando sumisión y Alicia y Charlie le imitaron. Me sorprendió pero enseguida me repuse.

—Vámonos chicos, tenemos una noticia que dar.

Me despedí de los demás alfas y volvimos a casa quemando ruedas. Cuando llegamos estaban todos esperando en el salón, no faltaba nadie. Mis tres acompañantes se unieron a ellos sin decir ni pío pese a los gestos inquisitivos. Me puse frente a ellos, levanté la cabeza y saqué pecho y dije :

—Miembros del Clan de Megan, saludad a vuestra alfa.

Esperaba que vitorearan, gritaran y me abrazaran, pero se quedaron en un atónito silencio. Me miraban con estupefacción, algunos con los ojos brillantes. Jonas hincó una rodilla en el suelo y bajó la cabeza, poco a poco todos los demás hicieron lo mismo. Parpadeé para no llorar y les dije :

—Hoy no quiero vuestra sumisión, hoy quiero vuestros abrazos, quiero alegría y festejarlo todos juntos. Nos lo merecemos, os lo merecéis. A partir de hoy somos un clan, para nosotros y para todos los demás. Sentíos orgullosos y haced que yo me sienta orgullosa de vosotros.

Cuando callé se desató la euforia, me izaron a hombros y me pasearon por toda la casa. Conseguí que me bajaran y estuvimos varias horas celebrándolo con música y bebida. Los chicos que me habían acompañado contaron un montón de veces mi pelea con Sira, cuantas más veces la contaban más parecía que yo era Superman y ella una pitufa. Jonas tuvo el atrevimiento de besarme, ¡qué digo besarme!, me dio un morreo en toda regla que me dejó sin respiración. Los chicos le vieron y ninguno quiso ser menos, con mi permiso me besaron todos ellos y alguna de las chicas, Ana la primera. Excitada y aturdida por el alcohol me fui a acostar tras varias horas de bailar y reír y disfrutar con mi clan.

En cuanto me metí en la cama entraron Ana y Jonas, con uno a cada lado me pegué a la espalda de Ana y Jonas a la mía. Me dormí con una enorme sonrisa, satisfecha por tener un hogar, una familia.