La guardiana 04

Megan se enfrenta a un asesino en serie sobrenatural. Empieza a compartir alguno de los "juegos" de la manada.

A las seis de la mañana me despertó el teléfono. Era John con malas noticias. Habían encontrado a otro chico muerto. Me metí corriendo en la ducha, pero ya estaba ocupada.

—Hola Megan — me dijo Tom frotando con jabón su vigoroso cuerpo —, acabo de llegar del club, espera cinco minutos que termine o, si quieres, dúchate que yo miro para otro lado — esto último lo dijo con sorna, pero quería llegar al cuerpo antes de que contaminaran la escena y no quería esperar.

—No mires.

Me desvestí y me duché los más lejos posible de Tom. Cumplió su palabra y, aunque el cabrito me preguntó si quería que me enjabonara la espalda, no me miró una sola vez. Me cubrí con la toalla y, sin secarme, volví a la habitación deseándole buenas noches. En cinco minutos estaba en el coche buscando la localización que me había mandado John.

Cuando llegué al escenario era todavía noche cerrada, mi visión nocturna me permitía ver casi como si fuera de día, pero seguí la luz de las linternas para encontrar a los dos lobos unos metros fuera del camino. John me presentó a Jeremiah.

—¿Cómo encontrasteis el cuerpo?

—Fui yo — me dijo Jeremiah —, vuelvo tarde de trabajar y me apetecía correr por el campo, olí el cuerpo y vine a ver qué era.

—¿A qué hora le encontraste?

—Sobre las cinco.

—¿Te cruzaste con alguien, viste algo extraño?

—Nada, ni un alma.

Me acerqué al cadáver y examiné primero los alrededores. Como la vez anterior no se apreciaba ningún signo de lucha.

—¿Cómo se llamaba?

—Micky, se había mudado hace tres meses a la casa del clan.

Me fijé en el chico. Con camiseta y sin pantalones, acurrucado en el suelo como los anteriores. Seco como una momia, sin heridas aparentes.

—¿Vosotros veis algo que yo no vea, algún rastro?

Confiaba más en sus capacidad para ver algo en las hojas, ramas o en el suelo que en la mía. Mi campo hasta ahora habían sido las calles de Nueva York.

—Dos personas llegaron hasta aquí, una se fue — dijo Jeremiah —, lo raro es que solo captamos el olor de Micky — John asintió, si alguien era bueno con los olores eran los lobos, era sumamente extraño.

—Debo hablar con la familia y amigos.

—Danos un par de horas para decírselo, luego ven a buscarme.

Aproveché para volver a casa a desayunar y pensar en el caso, tenía una idea clara de por dónde iban los tiros, estaba convencida de que la familia y amigos de Micky confirmarían mis sospechas. Ahora tenía que desenmascarar al culpable. En pocos días volvería a matar y no podía permitirlo. A mi favor tenía la arrogancia del asesino. Lo había hecho más veces, muchas, y se creía invulnerable. Si no había parado al saber que le estaba investigando, y lo sabía bien, era por su creencia de ser más inteligente que los demás, más hábil. Se creía seguro en su soberbia, pero le iba a descubrir, iba a detenerle para siempre. Después de reflexionar sobre el caso busqué a Jonas, estaba en su habitación con el ordenador.

—Jonas, necesito tu ayuda.

—Dime, líder, ¿necesitas una web para vender artesanía, o un blog para publicar tus sentimientos, o quizá quieras exhibir una galería con fotos tuyas desnuda?

—Muy gracioso, pero no. Necesito que vigiles a una persona En tu forma de búho te resultará fácil.

—¿Cuándo? ¿A quién?

—Serán las próximas cuatro o cinco noches, ya te diré a quién.

—Vale, pero eso plantea un problema. Si cambio a búho no podré avisarte si la persona se mueve, aunque cambiara a humano no tendría teléfono para llamarte.

—Ah, no había caído, eso puede ser un problema. Bueno, algo se me ocurrirá.

Hablé con la familia, estaban destrozados. Creo que eso es lo peor de mi trabajo. Luego hablé con los amigos. Entre unos y otros me confirmaron que tenía novia, nada serio pero podría haberlo sido. Nadie le vio a partir de las once de la noche, esperaba encontrar un testigo que le hubiera visto marcharse con alguien pero no hubo suerte. De cualquier manera seguía el mismo patrón que los asesinatos anteriores. Había diseñado una línea clara de investigación y la iba a seguir.

Volví a hablar con Martin, el mago que fue tan amable de responder a mis preguntas. Le saqué de la panadería y me concretó qué brujas creía él que podrían hacer el “glamour” : Edwina, Gina y Pamela.

Visité a las tres. Tanto Gina como Pamela tenían coartada para la noche anterior. Habían estado en casa durmiendo con su marido.  No era una coartada completamente sólida, pero me la creí de momento.

La visita a Edwina fue como me esperaba. Seca y antipática.

—Estaba durmiendo, ¿qué cree que iba a hacer por la noche, montar en escoba?

—No se ofenda, es mi trabajo preguntar.

—Espero que no se la ocurra considerarme sospechosa — su agrio gesto estaba matizado por una buena capa de maquillaje —, por si no lo recuerda usted trabaja para mí.

—A mí me ha contratado el consejo, Edwina, y solo respondo ante él. En cualquier caso no la considero sospechosa, pero la única manera de descartar posibles asesinos es preguntar. No se ofenda.

—Por supuesto que me ofendo. Si no tiene más preguntas estúpidas que hacerme no me haga perder más el tiempo.

Volví a casa a comer. Tenía que hablar con uno de mis chicos. A Edward le encontré en la mesa comiendo, me senté a su lado y mientras comía yo también le pedí lo que necesitaba.

—Edward, creo que podrás ayudarme. Supongo que conocerás algún dispositivo GPS para coches, pues necesito eso mismo pero para colocárselo a un pájaro.

—Yo no tengo nada de eso, necesitas algo pequeño y con batería propia. Ve de mi parte a la tienda de Johnny y pregunta por él. Si existe algo él lo tiene.

A eso dediqué la tarde, el tal Johnny tenía varios dispositivos que me podían servir. Elegí el más pequeño, tenía solo ocho horas de autonomía pero sería suficiente. Me sobraron un par de horas que utilicé para buscar información en internet. Conseguí algo de lo que quería pero tendría que seguir investigando después de mi clase con Drakkar.

—Buenas noches, Srta. Megan — cada vez que me reunía con él le encontraba más atractivo, más atrayente. Si no fuera por mi renuencia en la materia estaría tentada a acostarme con el vampiro.

—Buenas noches, lord Drakkar. ¿Qué haremos hoy?

—Solo hablaremos — sus ojos ya estaban fijos en los míos, lo que fuera que quisiera hacerme, ya había empezado —. ¿Cómo lleva el caso?

—Bien, estará resuelto en unos días — esperó a que le diera más información. Como no dije nada no insistió.

—¿Qué tal va su grupo, se ha integrado?

Estuvimos charlando relajadamente unos minutos. O no estaba presionándome o conseguía resistirme a su influencia.

—Quizá, Srta. Megan, quiera abrocharse la blusa.

Le miré indignada mientras me abrochaba los cinco botones de la camisa ocultando el sujetador. Ni me había dado cuenta. Seguimos hablando otro rato, esta vez me concentré mucho en mantener mi mente cerrada a cal y canto. Revisaba mis botones a menudo, me estaba excitando poco a poco pero, al menos, me mantenía vestida. Intentaba descubrir cómo lo hacía, pero mi mente estaba cerrada a cal y canto, era imposible que se metiera dentro. En el momento en que Drakkar sonrió supe que había ganado otra vez. Mis pezones resaltaban duros pero mi camisa estaba intacta. ¿Pero qué? ¡Me había desabrochado los pantalones y empezaba a bajármelos!

—¿Tiene mucho calor, Srta. Megan? — ahora su sonrisita ya no me gustaba. Me abroché los pantalones, dándome cuenta de la humedad en mis braguitas, disimulé mi excitación y le miré impávida.

—¿Cómo narices lo hace?

—En realidad hago muy poco, solo intensifico sus sentimientos. Si usted no me deseara no conseguiría nada.

—¿Insinúa que yo le deseo?

Drakkar me miró en silencio, evidentemente era un “hombre” impresionante. Me resultaba guapísimo y magnético, pero ¿desearle? ¡Já! En sus sueños.

—Creo que se sobrevalora, lord Drakkar, no negaré su atractivo, pero no estoy interesada.

—Si usted lo dice … ¿qué día le vendrá bien para nuestra cita?

—En cuanto detenga al asesino cumpliré mi palabra y cenaré con usted, espero detenerle en dos o tres días.

—Si tiene el convencimiento de que esa persona es culpable no solo deberá detenerla, también tendrá que ejecutarla — afirmé con un gesto, pero no estaba nada convencida de que en el momento de la verdad pudiera matar a alguien desarmado. Toda mi formación y experiencia eran contrarias a hacer eso. Tendría que esperar para ver cómo se desarrollaban las cosas.

—La noto reticente, ¿cree que no podrá?

—No estoy segura — decidí ser sincera con él.

—¿Ha matado alguna vez?

—No, en defensa propia no dudo que lo haría sin dudar, pero matar a alguien indefenso es completamente distinto.

—Recuerde que esta persona ya ha matado a tres jóvenes, les arrebató una vida larga entre su familia y amigos. No se merece vivir.

—Lo sé, supongo que tendré que esperar al momento de la verdad para saber si soy capaz.

—Creo que lo será, en cualquier caso si me necesita llámeme.

—Gracias, espero no tener que hacerlo — dije entre suspiros.

—Bien, por hoy hemos terminado, suelte sus bonitos pechos, mañana seguimos.

¡Estaba empezando a gemir magreándome mis propios pechos! Colorada como un tomate salí corriendo sin apenas despedirme.

Encontré a Jonas en casa, le hice venir a mi habitación y le expliqué lo que necesitaba de él.

—Este es un dispositivo GPS — le mostré el pequeño aparatito que compré en la tienda de Johnny —, tendré que sujetártelo a una pata, vigilarás a Edwina toda la noche. Si sale de casa, la sigues. Si te mueves, yo te seguiré a ti. Cuando amanezca vuelves.

—Eso podría funcionar, ¿cuándo empiezo?

—Ya, ahora. Y una cosa importante, si Edwina no sale no te dediques a revolotear por ahí, no me vayas a tener toda la noche dando vueltas

—Vale, vale, entendido. ¿Cambio ya?

—Sí, por favor. Te sujetaré el dispositivo y volarás a casa de Edwina. Yo veré dónde estás en todo momento en mi móvil.

—OK.

Jonas se desnudó y se transformó en un bonito búho. Grande y de aspecto suave. Le sujeté el GPS con una pequeña brida y le froté entre las orejas. Se posó en mi hombro clavándome un poco las uñas y salí de casa con él.

—Sé un buen pajarito y hazlo bien, Jonas.

El búho chirrió y me picoteó la oreja, luego salió volando en la noche para cumplir su misión. Yo me mentalicé para no dormir y entré en casa. Me di cuenta de que Jonas se había desnudado ante mí y no me había ruborizado. Estaba haciendo progresos. Cené con los chicos, varios se fueron a tomar algo por ahí y Tom a trabajar.

Phil llegó y me senté a hacerle compañía mientras cenaba. Mary siempre nos dejaba comida preparada cuando se iba. Resultó que trabajaba en una empresa de seguridad, diseñando sistemas para hogares y empresas. Me había caído mal el primer día, pero una vez “limadas” nuestras diferencias no estaba mal, nunca sería la alegría de la huerta, pero era formal y sincero. Se fue a acostar cuando llegaron los chicos que habían salido : Jim, Ana y Eve. Estuvieron un rato dándome conversación pero al final también se fueron a acostar. Para no dormirme me di un paseo alrededor de la casa, cuando me aburrí entré en mi habitación a seguir mi investigación en internet. Ana estaba dormida en mi cama, arropada hasta la barbilla con sus ropas hechas un montón en el suelo a su lado. La miré durante un rato, tan tranquila, tan relajada. Eché unas horas con el ordenador y, sobre las cinco y media, decidí acostarme. Si Edwina no había salido ya de casa no lo haría. Me puse el pijama y me metí en la cama, me di cuenta de que Ana estaba completamente desnuda, dudé si despertara y mandarla a su habitación, pero la veía tan feliz que no me atreví. Me situé todo lo separada que pude y me dormí enseguida.

Ana se debió levantar sin hacer ruido porque me desperté a las nueve sola en la cama. Me asomé a las duchas y oí el agua correr, así que desayuné primero, ya me ducharía cuando no hubiera nadie. Seguí algunas pistas que había dejado a medias en el ordenador por la noche e imprimé varias cosas, ya tenía las pruebas que quería. Me metí en la ducha por fin y, cuando estaba a medias, entró Jonas, se quedó dudando en la puerta hasta que le dije que pasara.

—Pasa Jonas, no te voy a hacer esperar después de tenerte toda la noche en vela.

—Gracias, líder.

—Supongo que Edwina no salió en toda la noche — intentaba hablar con él sin mirarle el miembro, pero mi mirada se desviaba sola, sonrojada intentaba disimular.

—No, apagó la luz sobre las doce y no se movió. En cuanto empezó a clarear volví.

—Tendremos que seguir con la vigilancia.

Jonas me dio la espalda en la ducha y aproveché para mirarle el culo, tenía un culo prieto y bien formado. Era joven pero su cuerpo estaba estupendamente desarrollado. Cuando me di cuenta de lo que estaba pensando aparté esos pensamientos de mi cabeza, acabé de ducharme a toda prisa y volví a mi cuarto. Parece que mi libido se estaba despertando aceleradamente. Resistí las ganas de masturbarme y me vestí. No tenía nada que hacer hasta la noche, así que aproveché para hacer cosas pendientes, recogí la munición de plata del armero y me compré un bonito vestido y unos zapatos. Estuve todo el día manteniendo mi mente “cerrada”, no quería que Drakkar volviera a metérseme dentro. Cuando llegué a su casa por la noche, ya no necesitaba concentrarme, me protegía de forma instintiva.

Me impactó su presencia cuando me reuní con él. En vez de algún traje hecho a medida que tan bien le quedaban, llevaba unos ajustados vaqueros negros y una camiseta ceñida gris claro. Podía percibir el movimiento de sus músculos bajo la apretada camiseta. “Resiste, Megan” me decía a mí misma. “Está buenísimo, pero que no note lo que piensas”.

—Buenas noches, Srta. Megan, siempre es un placer volver a verla — cuando me besó la mano tuve que apretar los músculos de las piernas para que no se me doblaran, ¿cómo iba a resistirme a su influencia si con tocarme ya estaba excitada?

—Buenas noches, lord Drakkar — conseguí musitar.

—Hoy voy a explicarle el mecanismo que he estado utilizando contra usted y la forma de contrarrestarlo. Recuerde que se podía hacer de forma directa e intensa o de forma sutil. La más peligrosa para usted es la sutil, por supuesto — sus ojos no abandonaban los míos, con lo que me estaba constando concentrarme en sus palabras —. Usted se imagina su mente como una casa, su casa, la cierra y abre a voluntad, lo que yo hago es algo parecido a hacer soplar una ligera brisa sobre las paredes, no pretendo derribarlas, pero la brisa encuentra huecos, descubre poros por los que infiltrarse. Añada protección a sus paredes y evítelo. Llevo solo unos pocos minutos “soplando”, ¿nota algo?

—No — mentira, ya tenía los pezones erectos.

—Bien — una sonrisa pareció asomar a sus labios, sabía que le había mentido —, manténgase así.

Me sumergí en mi mente y pude percibir un viento suave, no detecté que trajera peligro, pero debía ser de lo que Drakkar me hablaba. Me estaba costando permanecer serena, mis braguitas ya estaban mojadas. Revestí las paredes de mi casa con vidrio, eso impediría que pasase el viento.

—Lo está haciendo bien — no podía dejar de mirarle, su penetrante mirada, su espeso cabello rubio, sus perfectos labios. Me retorcí en el sillón juntando mis muslos, estaba caliente y húmeda.

—Me parece que lo que hace no sirve del todo — me señaló la camisa. Estaba abierta hasta abajo mostrando mi sujetador —. Pruebe otra cosa.

Ignoré la camisa y volví a examinar mi “casa mental”. El viento soplaba suave pero constante. Mi cristal no funcionaba. Imaginé que tenía grandes ventiladores, eso le detendría. Sonreí ufana segura de mi habilidad hasta que me encontré con el sujetador en la mano. ¿Cuándo me lo había quitado?

—Pruebe otra cosa.

Volví a intentarlo. En vez de intentar parar la brisa de forma hermética o luchar contra ella, construí un toldo gigantesco, cubría toda la casa y de él caían grandes telas de gasa reteniendo el viento, no lo detenían pero lo entorpecían y evitaban que llegara a mis “paredes”.

—Muy bien, creo que lo ha conseguido — el vampiro sonreía relajado mientras yo sacaba la mano del interior de mis braguitas y, totalmente avergonzada, me volvía a colocar la ropa.

—Me parece que ha disfrutado mucho enseñándome — le dije entre indignada y orgullosa.

—Ya lo creo, puede creer que no ha sido la más ingrata de mis tareas.

—Lo creo, y a pesar de todo debo darle las gracias.

—No hay de qué, ahora présteme atención. Salvo circunstancias excepcionales que ahora no puedo imaginar, no la volveré a manipular, no influiré más en usted, al menos de esta manera — su sonrisa era franca y algo perversa, prometía algo profundo y sensual.

—Muchas gracias otra vez, ahora debo irme.

Volví a toda prisa a casa. Si me hubiera quedado cinco minutos más con el vampiro puede que me hubiera desnudado pidiéndole que me tocara, que me quitara la calentura que me embargaba. El trayecto a casa no sirvió para enfriar el calor que me dominaba, fui apretando y relajando los muslos buscando satisfacción. Cuando entré ni siquiera saludé a nadie, me metí corriendo en mi habitación y estrené el consolador que me había regalado Ana. Desnuda en la cama, con las piernas dobladas y abiertas me penetré con el aparatito obteniendo un orgasmo casi instantáneo. Seguí embutiéndolo en mi coño hasta que quedé satisfecha después de correrme otras dos veces.

Llamé a Jonas para ponerle el GPS y mandarle a vigilar a Edwina. Seguro que notó el olor a sexo en la habitación pero no dijo una palabra. Cuando se fue volando me di un paseo para despejarme. Cené con varios de los chicos, que luego se fueron de fiesta. El móvil me avisaría si Jonas se alejaba de donde estaba, así que no necesitaba estar mirándolo continuamente. Como era sábado al día siguiente volvieron tarde, sobre las cuatro y media. Salí para reunirme con ellos en el salón. Se habían servido unas copas y estaban sentados en los sofás charlando. Me fui a sentar junto a Ana, pero me agarró de la cintura y me sentó sobre ella. Los chicos venían alegres y animados, y enseguida empezaron a toquetearse. Frente a nosotras Charlie y Nala se empezaban a poner cariñosos, Jim y Alicia los miraban con regocijo. Las manos de Ana se metieron bajo mi camisa y me acariciaron la tripita y la cintura, me gustó la sensación y la dejé hacer. Charlie y Nala ya se habían desnudado de cintura para arriba y se magreaban descaradamente. El bulto en el pantalón de Charlie era más que evidente. Ana me besó en el cuello provocándome un escalofrío, sus manos seguían acariciando mi cintura y mi espalda, me pareció cariñoso y tierno.

Empecé a excitarme cuando las manos de Ana rozaron la parte baja de mis pechos, ¡me estaba metiendo mano! ¿Qué debía hacer? ¿Me levantaba y me iba, le sacudía un guantazo? Nuestros amigos de enfrente ya estaban desnudos, ella tumbada sobre él, recorriendo sus cuerpos con las manos, cuando Charlie mordió a Nala en el cuello sacándola un pequeño grito, temí que Ana me lo hiciera mí. Lo debió intuir y me mordió, una descarga eléctrica me recorrió y un gemido escapó de mis labios. ¡Uff! Aprovechó para desabrocharme rápidamente el sujetador y subirlo sobre mis pechos, ahora sus manos eran más atrevidas y me acariciaban en círculos el abdomen, rozando mis pechos cada vez que subían. Nala ya estaba empalada en Charlie y cabalgándole rítmicamente, entre verlos a ellos y las caricias de Ana estaba aturdida, perdida en las sensaciones. Decidí ponerle fin, no aceptaba lo que estaba pasando delante de todos, hice intención de levantarme pero los dedos de Ana aletearon sobre mis pechos y mis pezones. ¡Maldita sea, me estaba dejando tocar por otra mujer!  ¡Aaaaahhhhh!  Eché los brazos hacia atrás para agarrar la cabeza de Ana, ésta me lamió el cuello y me magreó las tetas, provocando que me recorrieran descargas eléctricas. Me recosté contra ella completamente rendida y me abandoné a sus caricias. Noté que me desabotonaba el pantalón e intentaba que levantara el culo para sacármelo, me resistí hasta que me apretó fuertemente un pecho, luego fui arcilla en sus manos, levanté el trasero permitiendo que me bajara los pantalones hasta las rodillas. Mi falta de experiencia sexual me había dejado indefensa, cada roce, cada apretón, me parecía algo nuevo que nunca había experimentado, y me gustaba. Mucho. Ahora Ana con una de sus manos me amasaba las tetas y con la otra me acariciaba la rajita bajo las braguitas. Nala había cambiado de postura y le ofrecía el culo a su chico, de rodillas en el sofá esperaba que Charlie la poseyera desde atrás. Cerré los ojos cuando me penetró con dos dedos, me folló con ellos mientras me acariciaba el clítoris con el pulgar. Charlie bombeaba con fuerza a Nala, que no gemía, gritaba pidiendo más. No era yo, no podía ser yo la mujer que estaba abierta de piernas dejando que la hicieran de todo, que la tocaran tan íntimamente. Un orgasmo gigantesco avanzaba hacia mi centro, yo había empezado a mover la pelvis siguiendo el ritmo que Ana me marcaba con sus dedos. Acerqué la cara de Ana a la mía para besarla, a pesar de mi descontrolada excitación me daba vergüenza correrme delante de mis amigos, si mi boca estaba ocupada lograría contener mis gemidos. Cuando el orgasmo era incontenible, Ana sacó los dedos de mi coñito y me mordió la lengua. El clímax se alejó dejándome insatisfecha y anhelante, abrí más las piernas para incitar a Ana a continuar y volví a verme invadida por tres de sus dedos. Subía y bajaba el culo acompañando el vaivén de su mano, observé cómo Nala y Charlie se corrían gritando, ahora sí que iba a correrme, iba a explotar como una supernova, la mano que tenía Charlie en mi pecho atenazó uno de mis pezones y sus dedos redoblaron la follada que me estaban dando. Me arqueé sobre el cuerpo de Ana, levanté el culo y me dejé llevar por el más increíble orgasmo que jamás había experimentado.

—Aaaaaaaaaaaghhggggggggggh …

Todos los chicos me estaban observando y yo gemía como una perra, con la boca y las piernas abiertas disfrutaba como nunca, sentía un placer abrumador mientras Ana seguí moviendo sus dedos dentro de mí. Cuando el placer se desvanecía sacó sus dedos y me pellizcó el clítoris, sufrí una especie de réplica y volví a correrme en sus manos.

—Aaaaaaaaaaaaggggggggg …

Caí desmadejada en el regazo de Ana estremecida . Cerré los ojos para experimentar mejor el placer hasta que volví a ser yo misma. Ana me besaba suavemente en la mejilla ronroneando en mi oído. Cuando abrí los ojos estábamos solas, me dedicó una cálida sonrisa y me besó la punta de la nariz. Me levanté asustada por lo que había hecho, ¿me estaría volviendo tan lujuriosa como los miembros del clan? No debía consentir que volviera a pasar algo parecido, no me iba a convertir en una zorra.

—Me voy a la cama, Megan — Ana me besó en la mejilla y se fue sin dejarme decirle nada. Para ella lo que acababa de ocurrir sería lo más normal del mundo, pero no para mí. Me quedé rumiando mi confusión hasta que volvió Jonas sin novedades. Cuando me acosté Ana se había vuelto a dormir en mi cama, estaba a punto de quedarme dormida cuando se arrimó a mi espalda y me pasó un brazo por la cintura, ¡no pensaba consentirlo! Sin embargo estaba tan a gusto, me hacía sentir tan cálida y querida, que no solo no la eché sino que puse mi mano sobre la suya y me dormí con una sonrisa.

—Venga dormilona, que tenemos clase de lucha — me desperté con Ana sobre mí y con sus increíbles ojos a apenas unos centímetros de los míos. Si no fuera por la espléndida sonrisa que tenía la hubiera hecho volar de una patada.

—¿Qué hora es? ¿Y por qué estás desnuda encima de mí?

—Las ocho, te he dejado dormir dos horas enteritas. Y no estoy encima de ti aunque te lo parezca, eres tú la que estás debajo de mi magnífico cuerpo.

—Pues quita tu cuerpecito antes de que te mande al suelo — la amenazaba con la mirada mientras la muy bruja movía sus pechos contra los míos y me presionaba con sus caderas.

—Perdona, estimada líder, pero si no dejas de abrazarme no me puedo levantar — tenía razón, mis manos recorrían su espalda acariciando su suave piel. Con pesar las aparté para que se levantara.

—Y una cosa, Megan, ahora me debes dos orgasmos, tendrás que compensarme pronto.

—Lo siento Ana, pero lo de ayer no volverá a pasar, no sé qué me pasó pero no voy a repetirlo, yo no soy así.

—Eso dices ahora — Ana se había levantado y ahora estaba inclinada sobre mí mirándome a los ojos —, pero yo creo que querrás repetir y ¿sabes qué? cuando quieras tendrás que pedírmelo por favor, tendrás que suplicarme, que rogarme de rodillas, jajaja, y ya veremos si te concedo el privilegio de disfrutar de este cuerpazo, jajaja.

—Anda, cuerpazo, vamos a tomar un café y empezar las clases, creo que voy a disfrutar de tu cuerpo, más concretamente de tu culo cuando te lo patee practicando.

—Oye, ojo con mi culo que es muy delicado a la vez que perfecto, jajaja.

Pasamos una mañana estupenda, casi todos los chicos participaron en el entrenamiento y en el desayuno posterior. Les obligué, eso sí, a esperar mientras las chicas nos duchábamos luego. Algunos se transformaron en su bestia y salieron a disfrutar de la naturaleza. Hasta la noche no tendría que seguir con el caso, así que aproveché para dormir un poco.

Al anochecer Jonas voló a cumplir su misión y yo me quedé a esperar algún resultado. Eran las once cuando pitó el móvil, Jonas se estaba moviendo. Me armé, cuchillos incluidos, y esperé unos minutos que se me hicieron eternos para hacerme una idea de hacia dónde iba. Se dirigió hacia el clan de las panteras. Me subí en el coche y conduje hasta allí, sin dejar de consultar el GPS en el móvil. Cuando la señal se detuvo aparqué a unos doscientos metros e intenté llegar sin hacer ruido. Jonas me estaba esperando.

—Hola Megan, me pareció mejor esperarte aquí.

—¿Qué ha pasado? — le pregunté sin hacer caso a su desnudez.

—Un poco más adelante Edwina ha dejado el coche, ha bebido de una botellita y ha hecho un hechizo, se ha transformado en una chica joven y pelirroja completamente distinta a ella. Ha atravesado el bosque en dirección a la casa de las panteras. Voy a transformarme otra vez y a seguirla.

—¿No la habrás perdido?

—Imposible, en forma de búho veo absolutamente todo. Tú sígueme.

No tan segura de sus capacidades, le seguí. Anduve un par de kilómetros hasta el borde del bosque cuando la pantalla del móvil me indicó que había dado la vuelta y venía hacia mí. Retrocedí rápidamente para evitar encontrarme con Edwina antes de tiempo. Me oculté tras unos árboles y esperé. Al poco rato pasaron ante mí la joven pelirroja y un guapo chico agarrados de la mano. Les seguí manteniendo una distancia prudencial. En un claro se detuvieron y empezaron a abrazarse y besarse. La chica enseguida empezó a meter mano al chico, desabrochándole los pantalones. El chico parecía sorprendido por el atrevimiento de su pareja, pero no ponía ninguna pega. Acabaron los dos desnudos de cintura para abajo, ella conminó al chaval para que se tumbara en el suelo y se sentó sobre su erección, empezando a cabalgarle. En cuanto la oí susurrar unas palabras en un idioma desconocido, Salí de mi escondite y la encañoné con el arma.

—¡Levántate, deja al chico!

La joven se levantó asustada y se tapó su desnudez con las manos.

—Pero, pero … ¿quién es usted? ¿qué quiere? — el joven se interpuso entre la chica y yo para protegerla, ese fue el momento que ella aprovechó para lanzarme algo que no pude ver. Un frasco de cristal se rompió contra mí, a partir de ese momento todos mis movimientos se ralentizaron enormemente. Pude ver como la pelirroja murmuró algo y tocó al chico en la frente, éste se desvaneció y cayó al suelo. Se movió en rededor mío, yo intentaba mantenerla encañonada, pero apenas llegué a girar unos centímetros a mi nueva velocidad de caracol cuando ya la tenía a mi lado, me dio un manotazo que me hizo soltar el arma y me quitó los dos cuchillos lanzándolos lejos. En todo ese tiempo yo apenas pude parpadear.

—Para tu desgracia, has resultado ser muy lista, ¿cómo lo descubriste? — me dijo, yo intenté hablar pero mi boca se movía muy despacio —. Da igual, ahora tendré que matarte, creo que usaré tu propia arma — yo notaba que el efecto de la poción que me había arrojado empezaba a remitir, si conseguía entretenerla un par de minutos tendría alguna posibilidad de sobrevivir. Como la tenía justo frente a mí me dejé caer sobre ella.

—¿Qué haces, zorra?

Me enderezó agarrándome de los hombros y me abofeteó varias veces con la palma y el dorso de la mano. Volví a caer sobre ella, esta vez me esquivó y me estampé contra el suelo. Caí intentando doblarme para sacar el arma de mi tobillo. Quizá me estaba moviendo al doble de velocidad que antes, pero seguía siendo muy lenta, no iba a conseguirlo. La pelirroja se agachó para recoger la pistola que me había arrebatado antes y en ese momento Jonas, en forma de búho apareció arañándola la cabeza.

—Maldito pájaro, ¿es uno de los tuyos? — me preguntó. Asió la pistola firmemente y examinó el entorno buscando al búho —. No importa, primero le mataré a él y luego a ti.

Edwina siguió buscando a Jonas mientras yo intentaba agarrar mi pistola de reserva ¡a cámara lenta! El búho aparecía y desaparecía rápidamente entre los árboles, sin dar tiempo a que la bruja consiguiera apuntar. Yo tenía cada vez más cerca la pistola, notaba que mi movimiento iba recuperando la velocidad normal.

—Ahora tendré que mataros a los tres, mira lo que has hecho, puta entrometida — me espetó Edwina dándome una patada. Aproveché para contraerme y acercar más la mano a mi arma, Jonas eligió ese momento para dejarse caer desde arriba sobre la cabeza de la bruja, que movió los brazos para golpearle. Ya tenía asida la pistola, ahora solo faltaba apuntar.

¡Bam, bam! Sonaron dos disparos, Edwina había intentado alcanzar al búho, a mi Jonas, a un miembro de mi clan. La ira estalló dentro de mí dándome la energía que me faltaba, mi cuerpo retornó a la normalidad y en medio segundo ¡bam, bam! Metí dos tiros en el pecho a la bruja, a la zorra que se había atrevido a disparar a uno de mis chicos.

—A mis chicos no se les toca, bruja de mierda — exploté.

Cayó boca abajo al suelo, me acerqué y le arrebaté el arma antes de darle la vuelta. Su aspecto había vuelto a ser el de siempre, el mismo rostro agrio con el que la conocí. Sin embargo estaba mucho más joven, como suponía se maquillaba para parecer más vieja y no delatarse. Respiraba entrecortadamente y me miraba con los ojos muy abiertos, como buscando algo.

—No es … posible … te hechicé …. ¿qué eres? — tosió dos veces y quedó inmóvil. Muerta.

Jonas apareció a mi lado en forma humana, le palpé todo el cuerpo buscando alguna herida de bala, creo que llegué a incomodarle un poco.

—¿Estas herido, te ha dado?

—No, tranquila, estoy bien.

—Menos mal, creí que …

—Estoy perfectamente, no te preocupes. Por cierto, ¿soy uno de tus chicos?

—Pues claro, ven aquí pajarito — abrí los brazos y a pesar de su desnudez le di un abrazo rápido y un beso en la mejilla.

—Avisa a Sira, dile que venga, yo intentaré despertar al chico.

—A sus órdenes, líder. Su chico cumplirá sus deseos.

—Menos guasa y haz lo que te digo, o te daré una patada en el culo para que vayas volando sin transformarte.

Jonas cambió y se fue volando a buscar a Sira, la alfa de los hombres—pantera, sonreí en cuanto se marchó, era bueno estar en un clan.

Al anochecer me reuní con todos los alfas y con Drakkar, les expliqué todo. Edwina había descubierto la manera de extraer la fuerza vital del cuerpo de las personas y llevaba décadas haciéndolo.

—Mirad — les tendí unas fotos impresas de internet —, son de periódicos de Boston y Philadelphia de hace décadas. Se distingue perfectamente a Edwina. Aproximadamente cada veinticinco años mataba a cinco jóvenes, rejuvenecía y se trasladaba haciéndose pasar por su hija. Al menos lo hizo dos veces antes de ahora. Aquí utilizaba el “glamour” para hacerse pasar por la novia de algún chico, luego le extraía la vida mediante el sexo. Ha debido dedicar bastante tiempo a buscar a sus víctimas, no me extrañaría que lo hiciera a distancia para evitar que la detectaran los hiperdesarrollados sentidos de los cambiaformas.

—Has hecho un buen trabajo, Megan — me dijo John.

—Sí, estoy en deuda contigo — añadió Sira.

—Gracias, pero he hecho lo que tenía que hacer, para eso me habéis contratado.

—Pues lo has hecho muy bien — apostilló Bull.

Hablamos de algunos detalles más, ya me iba cuando Drakkar me acompañó al coche.

—Srta. Mega, espero que acepte mi invitación a cenar mañana por la noche.

—Estaré encantada, lord Drakkar.

—Bien, la recogeré en cuanto se ponga el sol, quiero enseñarle algo primero — el tono de su voz y su mirada prometían cosas que no estaba segura de querer, cosas cálidas y sensuales.

—Estaré lista — le dije.

Esa noche dormí estupendamente, necesitaba recuperar horas de sueño. A mitad de la noche sentí a Ana meterse en la cama, a mi lado. Fui yo la que, medio dormida, me abracé a ella para seguir durmiendo.