La guardiana 03

Megan investiga una serie de asesinatos. Su integración en el clan y en sus costumbres prosigue.

Ese día tocaba entrenamiento en la lucha cuerpo a cuerpo, quería que todos pudieran defenderse en caso de necesitarlo. Salimos al jardín y peleé contra todos para hacerme una idea de su nivel. Phil era el mejor, los demás estaban entre regular y mal preparados. Les enseñé varias técnicas de defensa que aprendí en la academia de Policía, haciéndoles repetirlas varias veces y luego practicando entre ellos. Aprendían rápido, supongo que como no tenían clan les faltaba práctica, pero sus dotes naturales pronto les convertirían en buenos luchadores.

Cuando terminamos les informé que me iba a duchar para que no entraran. Las mujeres ignoraron mis instrucciones y entraron conmigo. Desde que me confesé con Ana y me animó a superar mi pasado hace unos días, me las encontraba dentro por la mañana cuando llegaba o entraban cuando me estaba duchando sin pedir siquiera permiso. Los dos primeros días estuve a punto de echarlas, ahora me gustaba compartir ese momento con ellas. Nos enjabonábamos la espalda unas a otras, alguna se ponía juguetona pellizcando algún pezón o el trasero de otra, pero a mí me respetaban y nunca se propasaron, de hecho, me gustaba compartir ese momento de camaradería con ellas. Por supuesto yo seguía sin ir desnuda por la casa, no creo que jamás tuviera la naturalidad para hacerlo que tenían todos los demás.

Desayunamos juntos ocho de nosotros. Al terminar, muchos de ellos fueron desapareciendo, Phil me dijo que se habían ido de caza. Los cambiaformas de vez en cuando necesitaban dejar que su parte animal tomara el control. Me senté en el salón para charlar con Ana, que me comentó que había encontrado trabajo. Desde el lunes sería administrativa en la comisaría de policía. Los chicos fueron llegando, algunos en forma de bestia, otros humanos y perfectamente limpios, otros ensangrentados acarreando algún animal, pero todos jodidamente desnudos.

Me levanté y adopté posición de combate cuando entró algo que nunca había visto. Era parecido a un hombre pero con zonas llenas de un espeso pelo y melena salvaje, tenía el hocico alargado y los ojos muy separados, sus uñas eran largas y oscuras. Como nadie le dio importancia me detuve, Ana tiró de mi mano y me volvía a sentar a su lado.

—Es Edward, algunos de nosotros podemos adoptar también una forma intermedia.

—¿Tú puedes? ¿Y qué ventajas tiene?

—Sí puedo. En esa forma somos casi tan fuertes como nuestra bestia y mantenemos más el control, sin dejarnos superar por el instinto animal. Además, tenemos manos, jajaja.

—¿Me enseñarías tu forma de gata? Nunca te he visto.

—Pedir eso es una ofensa — antes de que tuviera tiempo de disculparme por mi ignorancia siguió hablando —, pero ven, vamos a tu habitación y te lo enseño.

La acompañé a la habitación y esperé que se transformara. Ana se desnudó dejando la ropa sobre mi cama y cambió. En apenas tres segundos se había convertido en una gata preciosa. De tamaño mediano con el pelo entre marrón y dorado con manchas como un leopardo. Sus magníficos ojos verdes me miraron curiosos, se paseó ante mí con andares felinos. No lo puedo explicar pero su forma de andar era femenina e insinuante. Me dejó con la boca abierta. De repente saltó sobre mí y la cogí en brazos, me lamió un par de veces la barbilla, se retorció y volvió a saltar al suelo. Se transformó nuevamente en humana pero detuvo el cambio antes de terminar. Era lo más bonito que había visto nunca. Sus piernas eran normales pero cubiertas con una fina pelusilla dorada. Sus manos tenían unos largos dedos acabados en enormes uñas. Su tripa sin pelo subía hasta unos pechos cubiertos de pelusilla en la parte superior. Su cara, ¡dios mío! era increíblemente bella. Con los enormes y redondos ojos separados, su naricilla chata con pequeños bigotitos y dos puntiagudas orejitas me dejó sin respiración. Se contoneó hasta mí y volvió a lamerme la cara pasando sus uñas suavemente por mi cuello. Me reí con sus gestos, pero tener un cuerpo tan magnífico pegado al mío me estaba perturbando más de lo que quería reconocer. Mis manos se movieron solas para acariciar su carita y sus suaves hombros, su piel cubierta de vello corto era suavísima, cuando rocé sus pechos me di cuenta de lo que hacía y me aparté.

—Eres increíble — la dije —, nunca esperé que fueras tan bonita, tan sorprendentemente bella.

Ana se inclinó haciéndome una reverencia y acabó de transformarse.

—Parece que te gusto en forma de gata — me dijo con una sonrisa que iluminaba la habitación.

Yo, ruborizada, cómo no, la respondí :

—No podía imaginarlo, creo que yo iría siempre en esa forma.

—¿Tú? ¿Todo el día desnuda?

Nos reímos las dos mientras Ana se vestía. No podía dejar de mirarla.

Sobre las doce sonó mi teléfono, era John, el lobo alfa. Había habido otro asesinato, le recogí en su casa y me guio por caminos de tierra hasta la propiedad de los osos. Seguimos un estrecho camino hasta que vimos varios coches aparcados en la orilla. Nos bajamos y nos metimos entre los árboles hasta encontrar a Bull, el oso alfa, junto con Ed y varios miembros más de su manada.

—Hola, Megan — me saludó Bull —, es Freddy, lo ha encontrado Ed esta mañana.

Su expresión era desolada, pero se veía bullir la ira bajo su gesto serio. Caminé entre los hombres para ver el cuerpo. Estaba medio desnudo, aovillado en el suelo, la boca abierta con un rictus de dolor, los ojos hundidos y secos, y todo el cuerpo como si le hubieran extraído todos los fluidos, secándolo por dentro.

—Contadme algo de él — ordené mientras examinaba la escena.

—Se llamaba Freddy Walsh, tenía diecisiete años, dejó la casa de los padres hará un año y vivía en la casa del clan. Era grande y fuerte.

—¿Tuvo problemas con sus padres?

—No, nuestra costumbre es que los jóvenes se mudan a los dieciséis a años, una vez que dominan el cambio.

—¿Novia?

—No — era Ed quien me contestaba —, Bull permanecía de pie, rígido como una viga de acero, conteniendo su furia.

—¿Tenía enemigos? ¿Había discutido con alguien recientemente?

—No, en nuestro clan no hay enemigos, era muy joven para salir por ahí por la noche pero supongo que haría sus escapadas, si tuvo algún enfrentamiento fuera del clan lo desconozco.

—¿Megan? — interrumpió John mis preguntas.

—Dime John.

—El muerto que tuvimos nosotros el otro día. Tenía el mismo aspecto.

—¿Qué? ¿Y hasta hoy no me lo habías comunicado?

—Era asunto de los lobos, solo hoy cuando Bull me ha dicho lo de Freddy me ha parecido que debías saberlo. Ya ha habido dos asesinatos en dos clanes distintos.

Miré otra vez el cuerpo. Un joven alto y fuerte por lo que parecía se había convertido en un cadáver pequeño y reseco, los frágiles huesos se le veían a través de la ajada piel.

—¿Alguien sabe qué ha podido pasar? — pregunté mirándolos a todos.

Negaron con la cabeza.

—Está claro que vino hasta aquí voluntariamente — expliqué —, no se ven ramas rotas ni destrozo en la vegetación, no parece tener heridas defensivas ni rastros de sangre, debía conocer a su asesino. Tendré que preguntar a sus amigos y familia. A los de tu chico también, John.

—Se llamaba Tim, Tim Carns.

—Si vuelve a pasar, y si el asesino ha matado dos veces es probable que no se detenga aquí, necesito que no contaminéis la escena. Sé que es difícil pero debéis manteros alejados, una huella, un objeto caído, cualquier cosa puede ser una pista.

—Bull, John, ¿podéis venir conmigo? — les hice un gesto para que me acompañaran al camino.

—¿Recordáis que algo parecido haya pasado anteriormente?

—No — dijo John —, pero preguntaré a los mayores del clan — Bull asintió sumándose a las palabras del lobo.

—¿Alguien de vuestros clanes podría haber hecho esto?

—¿Cómo puedes insinuar eso? — me gritó ofendido Bull.

—No me has entendido, no estoy acusando a nadie. Me refiero a si tenéis la habilidad de hacer algo así, resecar tanto el cuerpo de una persona.

—No veo cómo — me dijo más calmado —, más parece un hechizo o una maldición, algo maligno.

—Bull tiene razón — acotó John —, un lobo o un oso podría haberle matado, desmembrado, mordido, pero no hacer algo como esto. Creo que deberías empezar con las brujas y los magos.

—Supongo que no se denunciará el asesinato, ¿hay algún médico entre los clanes que pueda examinar el cadáver? Podría ayudar mucho.

—No es nuestra costumbre — dijo Bull —, pero tenemos a Carl. Es médico.

—Sería bueno que revisara el cadáver, luego necesito que averigüéis si ha pasado anteriormente, aunque fuera hace muchos años. Esta tarde pasaré a veros y me contáis. John, ¿te llevo?

—No, me quedo aquí, luego nos vemos.

—Vale, lo siento mucho alfas, pero me gustaría hablar con las familias y sus amigos cuando vaya a veros.

Asintieron sin decir nada y volví a mi casa. Necesitaba hacer una llamada.

—¿Quién coño me llama en sábado por la mañana?

—No seas borde, Al, sabes de sobra que soy yo.

—Jajaja, te echaba de menos, larguirucha.

Al había sido mi compañero los dos últimos años, era un tipo gruñón de mediana edad. Habíamos tenido buen rollo aunque flirteara conmigo cada vez que podía. Yo le amenazaba con chivarme a su mujer y él fingía que se aterrorizaba.

—¿Qué tal Karina y las niñas?

—Ya sabes, haciéndome la vida imposible entre las tres, ¿por qué no las dejo y me voy a vivir contigo?

—Jajaja, no aguantarías separado de Karina ni un día, fanfarrón.

—Por desgracia es verdad, ¿me llamas para intentar seducirme o necesitas algo de tu compañero?

—Necesito que hagas una búsqueda para mí.

—¿En Nueva York, en el estado o en el país?

Le expliqué los asesinatos y cómo habíamos encontrado los cuerpos. Prometió pasarse por comisaría y consultar los archivos. Si había pasado anteriormente, las circunstancias especiales del caso facilitarían mucho la búsqueda. Desde que se habían digitalizado los archivos de la policía era muy fácil encontrar antecedentes.

Hablé con los miembros del clan por si tenían alguna idea. Nadie había oído nada parecido anteriormente. Magia, era lo que me sugerían. Anoté en mi lista mental visitar a Edwina, los conocimientos de la líder de las brujas podrían ser valiosos. No tenía datos todavía ni para una hipótesis ni mucho menos para tener una lista de sospechosos, tenía que esperar unas horas para visitar a los alfas y no tenía nada que hacer. La impaciencia por ponerme en marcha me estaba matando. Consulté por internet los archivos del periódico local, no esperaba encontrar nada y no lo encontré. Los clanes eran herméticos y asuntos de este tipo no saldrían en los periódicos. Limpié mis armas, por cierto, necesitaba balas de plata, las balas normales serían poco efectivas contra un cambiaformas o un vampiro. Jim me facilitó el contacto de un hombre—pantera que las hacía, le llamé y le encargué munición para mis dos armas.

Comí con los chicos y todavía me esperé un par de horas antes de salir, al primero que visité fue a Bull, me interesaba hablar con los amigos del chico antes de que pudieran olvidar algo.

—He hablado con varios de los más ancianos del clan — me contó según paseábamos por los alrededores de la casa común —. Ninguno recuerda que aquí haya pasado algo parecido, pero uno de ellos que vivió en Boston cree recordar que hace unos cincuenta años dos chicos jóvenes murieron de forma similar. No ha podido darme ningún detalle, lo único que recuerda es que no encontraron al asesino.

Hablé con su familia, aparte de doloroso para ellos no conseguí información de valor. Sus amigos aportaron algo más, por lo visto tonteaba con Sheila, una chica de dieciséis años que todavía vivía con sus padres. Una de las chicas que vivía en la casa común me dijo que anoche lo vio paseando con ella. Informé a Bull y le pedí que me acompañara a la casa de Sheila. Era una bonita casa a unos dos mil metros de la casa común. Nos abrió la madre, que al ver a Bull llamó enseguida a su marido. Nos sentamos los cuatro en el salón y les conté la situación. El padre negó categóricamente cualquier relación de su hija con nadie, aun así la hizo bajar de su habitación y le preguntó delante de nosotros. La hija confirmó las palabras del padre.

—Demos un paseo, Sheila — me levanté para poder hablar con ella a solas. El padre se opuso inmediatamente.

—Cálmate Pat — le dijo Bull —, Megan solo hace su trabajo.

—No se preocupe, señor — le dije yo —, le devolveré a su hija en unos minutos.

Salí con ella sin esperar la confirmación del padre y caminamos rápido alejándonos de la casa. Cuando me pareció que estábamos fuera del alcance del buen oído de los cambiaformas, le pregunté a la azorada niña :

—Cuéntame Megan, ¿es cierto o no que te relacionabas con Freddy?

Sheila andaba a mi lado cabizbaja, estuvo prácticamente un minuto entero en silencio hasta que se decidió a contestarme.

—¿Se lo dirá a mis padres?

—Si no es necesario, no. Pero piensa que lo que ha ocurrido ha sido muy serio, necesito que seas sincera conmigo. Ya sé que tonteabas con él, me lo han dicho sus amigos.

La niña se puso a llorar, la dejé que se desahogara hasta que pudo contestarme.

—Llevábamos solo unos meses viéndonos, no nos habíamos comprometido porque mis padres piensan que soy muy joven todavía, pero habíamos hecho planes. Yo le quería, pero ahora nunca podremos llevarlos a cabo — siguió sollozando.

—Sheila, os vieron anoche juntos. ¿Dónde ibais?

—Anoche no estuve con Freddy, ni siquiera le vi en todo el día.

—No me mientas, ya te digo que os vieron.

—Quien te lo haya dicho se equivoca, no era yo.

—¿Sabes de alguien que le deseara algún mal? ¿Había discutido con alguien?

—No, Freddy era amable con todo el mundo y no se metía en líos, me extrañaría que alguien quisiera hacerle daño.

Volví con ella consolándola por el camino. Me pidió que encontrara al que le hubiera hecho eso.

En el clan de los lobos no conseguí ninguna información, nadie recordaba asesinatos semejantes, sus familiares y amigos no me aportaron nada aprovechable. Hablé con Lana, la novia de Tim, estaba desolada, pensaban comprometerse al año siguiente. Tampoco me dio ningún dato valioso.

Volví al clan de los osos buscando a Carl, el médico. Tenía en su casa una consulta para atender a los miembros de su manada y evitarlos ir al hospital. Me recibió amablemente y me condujo hasta la consulta.

—He examinado el cuerpo del pobre Freddy, aparte de su extraña condición no he podido encontrar nada raro. No tiene ninguna herida perceptible que pudiera ser causa de la muerte.

—¿Tenía algo bajo las uñas?

—Únicamente tierra.

—Algún rastro de sangre.

—Nada.

—Me gustaría que se analizara su sangre.

—Y a mí, pero no puede extraer ni una gota, ni sangre ni saliva. No he podido conseguir ninguna muestra de fluido, el cuerpo estaba totalmente seco, alguien le ha drenado completamente.

—¿Podría analizar el cabello?

—Sí, pero solo serviría para saber si tomaba tóxicos con regularidad, no nos daría información de ayer, por ejemplo.

—Bien, pues de momento creo que no tengo más preguntas.

—La acompaño.

—¿Doctor, atiende aquí a todos los cambiaformas o solo a los de su clan?

—Mi consulta está abierta a todos, pero salvo alguna excepción solo vienen osos.

—Deberíamos cambiar eso, ¿no cree?

—Por supuesto que lo creo, pero ya sabe la forma de actuar tan cerrada que tienen las manadas.

—Bueno, si alguna vez viene algún miembro de mi clan, páseme a mí luego la factura. Le recomendaré a mis chicos.

—Será un placer atenderles.

Llegué de noche a casa. Sólo estaban Jonas y Phil, comí algo mientras les preguntaba si sabían dónde vivía Edwina. Jonas lo sabía, ese chico siempre sabía todo aun pasando la mayor parte del tiempo en casa. Estuvo reticente pero me acompañó para enseñarme el camino.

Edwina vivía en una zona residencial a las afueras de Rivertown. Me abrió ella directamente.

—¿No es un poco tarde para visitas? — el gesto agrio como siempre. Vestía con falda por debajo de la rodilla, blusa y rebeca. Me recordó a una institutriz. Iba muy maquillada.

—Me gustaría hacerle unas preguntas, ¿puedo pasar?

—Pase, pero intente no entretenerme mucho tiempo.

—¿Se ha enterado de los dos asesinatos? — la pregunté en cuanto nos sentamos en el salón.

—Por supuesto, los miembros del consejo somos informados de estas cosas.

—¿Conoce el estado en que se hallaron los cuerpos?

—Claro, me han dicho que estaban completamente secos.

—Efectivamente, me preguntaba si usted conoce algún tipo de poción, hechizo o similar que pudiera producir ese efecto.

—Lo cierto es que no, al menos no tan rápido.

—¿A qué se refiere?

—Quizá haya alguna maldición que produjera la sequedad del cuerpo, pero tardaría semanas, no una sola noche. Al menos nada que yo conozca. Podría investigar algo, pero dudo que encuentre nada parecido.

—Se lo agradecería mucho, ¿ha llegado alguien con conocimientos de magia últimamente a la ciudad?

—No, lo primero que tendría que hacer una bruja o un mago es presentarse a mí, sin embargo, alguien que estuviera de paso no tendría esa obligación.

—Han pasado varios días entre uno y otro asesinato, no parece alguien de paso.

—No, en efecto. Pero créame, soy la bruja más poderosa de la zona, ninguna de nosotras o ningún mago tendría el poder para hacer eso. Nuestro poder se ha ido diluyendo con el tiempo, al igual que nuestro conocimiento.

—Si se entera de algún recién llegado con poderes, grandes o pequeños, llámeme, por favor.

—Por supuesto — se levantó dando por terminada la conversación y me acompañó a la puerta. Desde luego no era la persona más simpática con las que había hablado hoy, ni en el último año.

En cuanto llegué a casa encendí el portátil para comprobar el correo y me puse el pijama. Esperaba que Al me hubiera mandado la información que le pedí. El bueno de Al se había portado, tenía los expedientes de dos casos. Uno en Boston hace 48 años y otro en Filadelfia hace 25. Los dos eran similares, jóvenes de 19 y 22 años, encontrados en las afueras de la ciudad, sin heridas visibles y cadáveres drenados de toda humedad. En ninguno de los dos casos habían dado con el responsable. Reflexioné sobre el asunto, ya tenía algunos hechos sobre los que trabajar. Recorrí mi habitación de un lado a otro mientras pensaba, al rato me encontraba constreñida por las paredes y salí a pasear fuera de la casa. Di vueltas en la cabeza a los datos, hice suposiciones, formé hipótesis. Tenía material para trabajar pero no el suficiente. Si la policía conocía dos casos seguro que habían ocurrido más. Llamé a John, le pedí que contactara con los clanes de Boston y Filadelfia y les pidiera información. Seguro que alguien recordaría asesinatos tan peculiares. Satisfecha por el momento entré a acostarme.

Coincidí en la puerta con Ana y Charlie que venían de fiesta. Charlie se retiró y me quedé un rato hablando con Ana, cuando ya nos íbamos a la cama oímos gemidos, ¡cómo no! Ana soltó una risita y me arrastró de la mano hasta la puerta de la habitación de Nala. Me empujó para que me asomara y ella se quedó a mi lado. En la cama estaba Charlie tumbado recibiendo una felación de Nala. Arrodillada entre sus piernas subía y bajaba la cabeza devorando su miembro. Por la posición de la cama veíamos todo perfectamente. Cuando Nala se cansó se subió en el regazo de Charlie y se metió el miembro en su sexo, cabalgando lentamente y acelerando el ritmo poco a poco. Las manos de Charlie no se estaban quietas, acariciaban las piernas y la cintura de Nala, magreaban sus pechos retorciendo sus pezones. Los gemidos de la mujer—rinoceronte aumentaban de volumen igual que mi respiración.

Ana pasó a la habitación y se sentó en un sofá de dos plazas que había junto a la puerta a ver el espectáculo. Nala y Charlie la miraron, sonrieron y siguieron a lo suyo.

—¿Quieres mirar, Megan? — me preguntó pícara.

Yo sacudí la cabeza y volví a mi habitación. Me ponía de los nervios el descaro que tenían todos con el sexo, eran unos exhibicionistas, unos pervertidos que follaban sin parar, y lo pero era que ¡me había puesto cachonda! Metí mi mano bajo el pijama y me acaricié sobre las braguitas reproduciendo en mi mente lo que acababa de ver. ¡Soy una gilipollas! Aquí estoy masturbándome como una mona en celo sólo por ver a dos personas teniendo sexo. Tengo que cortar esto, terminar con esta desazón. Me dirigí a la cama para dormir pero en vez de eso acabé en la puerta de Nala otra vez, ellos seguían follando en la cama y Ana estaba recostada en el sofá con una mano bajo su falda, sus labios entreabiertos dejaban asomar la puntita de su lengua. Me vio y alargó una mano para que fuera con ella. Mis pies no hicieron caso de mi cerebro y me senté a su lado.

Nala seguía botando sobre Charlie, que cada vez levantaba más sus caderas hasta que se corrió gritando, arqueó el cuerpo hacia atrás y luego se dejó caer sobre el pecho de Charlie moviendo el culo arriba y abajo para que la polla la siguiera taladrando. Cuando terminó su orgasmo se tumbó junto a él. Charlie no debía haberse corrido porque se puso sobre ella y la volvió a penetrar con su erecto miembro. Ana me miró sonriendo y volvió a fijarse en los chicos. Ahora Nala rodeaba las caderas de Charlie con sus piernas mientras él la embestía salvajemente. Yo no resistí más y me quise alejar, pero Ana me agarró la mano, acabé acariciándome bajo el pantalón del pijama y frotándome la rajita. Charlie agarró las piernas de Nala y las abrió como una V, pistoneaba su coño veloz y profundamente, los dos jadeaban con placer. En el sillón nuestras manos en nuestros coños se movían como si estuvieran sincronizadas. Nala miró hacia nosotras y me asusté, pero nos sonrió y siguió follando como si nada, agarrándose sus bonitas tetas con las manos. Yo estaba a punto de correrme, quería irme corriendo a mi habitación, pero me estaba resultando todo tan erótico y excitante que solo pude seguir metiéndome los dedos, Ana suspiraba y gemía con la cabeza apoyada en mi hombro. Seguí dándome placer hasta que Nala y Charlie se corrieron, los dos se tensaron en la cama a la vez disfrutando del orgasmo, verlo provocó que yo llegara al mío. La humedad llenó mi mano mientras todo mi cuerpo se estremecía, Ana se corrió a mi lado gimiendo sin cortarse un pelo y me agarró el muslo. Una especie de corriente eléctrica recorrió mi pierna desplazándose hasta mi clítoris, aumentando el placer que me daba el orgasmo. Nos apretamos la una contra la otra hasta que dejamos de temblar. Yo miraba al suelo avergonzada deseando correr a encerrarme a mi habitación, sin embargo Ana con toda naturalidad les dijo a Nala y a Charlie :

—Buenas noches, chicos. Seguro que hoy dormís muy bien, jajaja.

—Buenas noches a vosotras, chicas — dijo Charlie.

Yo quería que el suelo se abriera y me tragara, o sufrir una combustión espontánea, o simplemente no haber nacido, pero Ana me acompañó a la puerta de mi habitación, me deseó buenas noches, me dio un beso en la mejilla y se fue a la suya.

No cambié mi rutina del día siguiente : entrenamiento, ducha y desayuno. Me avergonzaba cada vez que veía a Nala o Charlie pero aguanté con dignidad. En el desayuno les pedí a todos que estuvieran atentos a cualquier forastero y me informaran. Pasé toda la mañana en los clanes del lobo y el oso interrogando a la gente. No conseguí averiguar nada nuevo. A última hora de la mañana me reuní con John. Le había hecho un encargo y quería saber si ya tenía resultados.

—Todavía nada, Megan. He hablado con seis alfas, uno de ellos recordaba algo pero no estaba seguro. Se han comprometido en hacer indagaciones e informarme. Te llamará en cuanto tenga algo.

Volví a comer a casa, conseguí la dirección de varias brujas y magos y los visité por la tarde. Nada. Había sido un día perdido. Decidí que podía poner más empeño en averiguar si había forasteros en la ciudad. Se me ocurrió que Drakkar, con su montón de años de existencia podría tener alguna idea y le llamé.

—¿Cómo está, Srta. Megan? — estábamos sentado en el jardín posterior a su mansión. El mayordomo me había traído una Coca—Cola, parecíamos dos amigos pasando agradablemente el tiempo. Hubiera estado más cómoda si el vampiro no fuera tan condenadamente atractivo. El tratarle a menudo no rebajaba el impacto que sufría por tenerle tan cerca.

—Bien, gracias. En realidad echaba de menos hacer mi trabajo.

—Lo imagino, supongo que quiere preguntarme por los asesinatos.

—Sí, sabrá ya cómo aparecieron los cuerpos.

—Lo sé, de hecho he buscado en algunos libros y he encontrado algo. Es una información difusa y tengo dudas de su veracidad, pero es lo único que he encontrado. Al parecer existe un antiguo rito en el que un mago podía absorber la energía de un hombre para fortalecerse o mantenerse joven. Si absorbía demasiado el sujeto moría. Dudo mucho que se haya practicado algo semejante en los últimos siglos, los magos y brujas actuales apenas tienen magia, son pálidos reflejos de lo que fueron.

—¿A qué cree que se debe esa merma de sus poderes?

—No está claro, parece que el poder se transmite en la sangre. Quizá no queda sangre mágica pura, o puede que simplemente perdieran conocimientos, o que la magia esté abandonando el mundo.

—Es triste en cierto modo.

—Bueno, los magos fueron enemigos de los vampiros durante milenios, no es algo que nos entristezca a nosotros.

—Ya veo, ¿podría hacerle unas preguntas sobre vampiros?

—Le responderé si me las hace mentalmente.

En nuestras prácticas diarias habíamos avanzado justo hasta ahí.

Ya no tenía problemas en expulsarle de mi mente, podía mantener la barrera mental con alguna dificultad y había conseguido comunicarme con él con el pensamiento. Me concentré y le hice mis preguntas directamente a su mente.

—¿Cómo se alimentan, de dónde sacan la sangre?

—Hace unos años descubrí la manera perfecta de hacerlo. Conseguí la contrata de varios hospitales para gestionar vehículos móviles de donación de sangre. Dispongo de varios autobuses que recorren el estado sacando sangre a voluntarios. Parte de esa sangre nos alimenta. Eso no quita que algunas veces mordamos a alguna persona, pero tengo prohibido a mis vampiros matar a nadie. Una vez que nos alimentamos borramos la memoria del individuo y nadie sale perjudicado. Me pregunto ¿será su sangre tan dulce cómo me parece?

—Creo que se va a quedar con esa duda, lord Drakkar — no sabía si el vampiro hablaba en serio o bromeaba, pero le respondí con hielo en la voz.

—Permítame otra pregunta, ¿cómo se mata a un vampiro?

—Exponiéndole al sol o cortándole la cabeza, la plata nos hiere, pero no nos mata. Espero que mi curiosidad gastronómica no le haga tener deseos homicidas —. una sonrisa quitó hierro a sus palabras, había estado jugando conmigo —. Si se enfrenta a un vampiro vacíele el cargador y salga corriendo. O pídame ayuda.

—Si estoy peleando con un vampiro no creo que tenga tiempo de llamar por teléfono.

—Como puede ver ahora mismo no necesita teléfono —. Era cierto me podía comunicar mentalmente con él.

—¿Hasta qué distancia nos podemos comunicar?

—No hay límite, pero no se considera de buena educación contactar con alguien si no es muy importante.

—Ya veo. Bueno, creo que no tengo más preguntas — le dije hablando normalmente.

—La espero mañana para seguir practicando.

Me acompañó a la puerta. Su mano en mi espalda me produjo el efecto de siempre, una sensación de frío atravesó mi ropa y se extendió por mi cuerpo transformándose en un cálido cosquilleo. La mirada intensa cuando me despidió acentuó la sensación. ¿Es que todo el mundo tenía que ponerme cachonda?

Cuando llegué a casa me puse el pijama, me tumbé en la cama con el portátil para repasar otra vez los expedientes que me había mandado mi excompañero y escribir mis impresiones del caso. Sonaron unos golpecitos y entró Ana. Se tumbó a mi lado y estuvimos charlando, le conté cómo llevaba el caso y ella me dijo lo ilusionada que estaba por su nuevo trabajo. Dejé el portátil en la mesilla y seguimos hablando.

Cuando desperté por la mañana unos brazos me rodeaban, pequé un respingo en la cama y salté fuera. Ana se desperezó y me preguntó :

—¿Qué hora es?

—¿Qué haces en mi cama, por qué has dormido aquí?

—Debimos quedarnos dormidas, pero ¿qué hora es? Tengo que ir a la comisaría.

Ana se levantó, se quejó por tener toda la ropa arrugada y se fue a su habitación. Yo me metí en la ducha con Eve, Ana llegó enseguida corriendo, no quería llegar tarde el primer día, nos contagió sus prisas y terminamos enseguida. En el desayuno decidí que iría a ver a John. No me había llamado, pero quizá pudiera contactar con los alfas a ver si habían averiguado algo más. Por el camino llamé a Eve, se me había ocurrido que podría haber llegado algún mago o bruja ocultando sus poderes.

—Hola Eve, me gustaría saber los forasteros que han alquilado una casa o un piso en los últimos dos meses, ¿me puedes ayudar?

—Claro, te llevaré una lista a mediodía de los alquileres que hemos tramitado nosotros, pero hay varias inmobiliarias en la ciudad. Tengo amigos en algunas de ellas, intentaré que me den la información, pero no será fácil.

—Gracias, Eve. Luego te veo.

John no tenía más datos, seguía esperando las llamadas de los alfas. Me pasé a ver a Martin, era uno de los magos que había conocido, tenia muy poco poder pero era agradable y colaborador, le encontré en la panadería donde trabajaba. Se excusó y salimos a tomar un café en la cafetería de al lado.

Le comenté lo que me había dicho el vampiro y se rio.

—Eso es una leyenda, es un mito en mi gremio. Se dice que hace miles de años los magos vivían para siempre absorbiendo la vida de sus acólitos.

—¿Por qué estás tan seguro de que es un mito?

—Bueno, si fuera verdad habría magos inmortales, ¿no?

Lo cierto es que su lógica era impecable.

—¿Es posible para un mago cambiar de aspecto?

—No, el mago no cambia, pero si es poderoso se puede “rodear” con otro aspecto. El mago sigue igual pero los demás ven otra cosa, ven lo que el mago quiere. Lo llamamos “glamour”.

—¿Tú puedes hacerlo?

—Qué va, por aquí ningún mago tiene el poder necesario, sólo Edwina y quizá otras dos brujas serían capaces, pero yo nunca las he visto hacerlo.

—Gracias Martin, me has sido muy útil.

Invité a los cafés y me di un paseo por la ciudad, admiré las avenidas y los parques, aun habiendo mucha gente por las aceras no era comparable a Nueva York, echaba de menos las prisas, el bullicio, las aglomeraciones. Aquí se vivía a otro ritmo, más pausado y sereno. Estuve como hora y media dando vueltas conociendo la ciudad hasta que volví a casa a comer. Eve me dio la lista de clientes, los investigaría en internet para empezar. Podría descartar a muchos sólo con curiosear en sus redes sociales. John me llamó y me pidió que fuera a verle, así que en cuanto terminamos de comer me fui para allá.

—Me han llamado todos los alfas — me dijo sentados en su salón —, menos uno, los demás me han confirmado que hubo asesinatos similares en los años que me dijiste.  ¿Cómo lo sabías?

—Pedí un favor a un compañero de la poli. ¿Cuántos hubo en cada sitio?

—Cinco. Cinco muchachos de varios clanes en cada sitio, y no pudieron encontrar al culpable. Pero Megan, hace cincuenta años de los primeros asesinatos, si fuera el mismo asesino tendría setenta u ochenta años. ¿Podría ser un vampiro?

—Podría ser, no descarto nada.

—Deberías hablar con Drakkar.

—Sí, ayer estuvimos hablando y hoy volveré a verle al anochecer. Le preguntaré.

Mis sospechas no iban por ahí, pero no podía ignorar ningún ángulo de la investigación. Pero el vampiro podría serme muy útil. Él llevaba más de seis décadas viviendo en la zona, conocería a todo el mundo.

Volví a casa y empecé a revisar la lista de nuevos inquilinos. Investigué sus redes sociales y las de su familiares, los que tenían vida familiar, casados y con hijos no me parecían sospechosos. Es increíble la cantidad de información personal que la gente ofrecía en internet de sí mismos. Me llevó toda la tarde pero eliminé a la mayoría. A los que quedaban los examinaría más despacio. Cuando empezó a anochecer salí hacia la mansión de Drakkar. Me esperaba otra dolorosa sesión, pero tenía muchas preguntas que hacerle.

Me recibió en el salón de costumbre, con un traje gris carbón a medida estaba tan guapo como siempre. Su mirada enseguida enganchó la mía, haciéndome vacilar. Me repuse como pude y me senté en mi sitio.

—¿Cómo va su investigación, Srta. Megan?

—Estoy siguiendo varios ángulos, me gustaría pedirle alguna información.

—Por supuesto, pero primero vamos a lo nuestro — dijo “lo nuestro” con una especial calidez en la voz que me aceleró el corazón. Enseguida se coló en mi mente, le expulsé inmediatamente.

—No debe bajar nunca la guardia, si se enfrenta a un vampiro hábil intentará desestabilizarla, luego entrará en su mente y conocerá todos sus secretos.

—Es difícil.

—Lo sé, pero está extremadamente dotada. Ha aprendido en un par de semanas lo que suele llevar años — nada más terminar la frase se abalanzó hacia mí, justo antes de chocar conmigo volvió a su sillón. Había aprovechado mi sobresalto para entrar otra vez en mi mente. Volví a expulsarle.

—Ahora voy a confesarle algo que no puede salir de aquí — me dijo clavándome la mirada —, necesito su promesa.

—¿Es algo relacionado con sus poderes?

—Sí.

—La tiene.

Fijó sus ojos en los míos y permaneció inmóvil, al verle tan quieto me entró la risa y no pude evitar las carcajadas. Me reí durante un rato hasta que empecé a sentir miedo ¿Y si se había ofendido y me atacaba o me esclavizaba? Drakkar apartó su mirada de mí y me tranquilicé.

—¿Cómo ha hecho eso? — pregunté intrigada —, ha conseguido que me ría y a continuación que le tema.

—Esa será la última cosa que le enseñaré, en unas sesiones más habré terminado con su instrucción, pero tengo una condición.

—¿Una condición?, ¿cuál?

—Cenará conmigo una noche de esta semana.

—¿Cenar? Como … como … ¿una cita?

—Exactamente una cita, ¿le parece bien?

—Eeehh … claro, acepto — no había tenido una cita en años, al aceptar tuve sentimientos contradictorios, por un lado me hacía ilusión salir con un hombre tan atractivo, por otro lado Drakkar me intimidaba un poco.

—Bien, ahora le demostraré las dos formas en que un vampiro hábil puede influir en sus sentimientos. Míreme.

Le miré y me sentí excitada, mi temperatura subió, mi corazón se aceleró y mi entrepierna se humedeció, apreté y abrí las piernas inconscientemente, suspiros escapaban de mis labios entreabiertos. Cuando una de mis manos se dirigió al botón de mi pantalón Drakkar cerró los ojos y me liberó. Me sentí frustrada y ofendida, aparte de cachondísima.

—¡No tiene derecho, Drakkar!

—Es la única forma de aprender, Srta. Megan. Ya se ha dado cuenta de lo vulnerable que es.

—¿Cómo lo evito?

—Muy fácil, no mire a los ojos de un vampiro. Con el tiempo, cuando mejore sus defensas mentales, será invulnerable, pero de momento la mejor manera de protegerse es esa.

—Dijo que había otra forma de influirme.

—Sí, se lo demostraré mientras me hace sus preguntas.

—Bien — dije mosqueada —, tengo una lista de brujas y magos, me gustaría que me contara lo que sepa de ellos, de sus padres, cuándo vinieron a esta zona, si alguna vez han hecho algo fuera de lo normal, todo lo que pueda decirme.

—Bien, empecemos.

Le fui dando los nombre uno a uno, primero los magos y luego las brujas. Drakkar me informaba de lo que sabía de cada uno de ellos. Estaba siendo muy paciente y amable. Seguí dándole nombres y él siguió dándome los datos que recordaba, era realmente atractivo, con ese rostro perfecto y ese cuerpo como el de un dios. Sentí algo de calor y me quité la chaqueta mientras Drakkar seguía hablando. Le di el último nombre : Edwina.

—Conocí a la madre de Edwina aquí, en Rivertown. Vino hará unos cuarenta años, luego se trasladó, no recuerdo dónde — me desabroché un par de botones de la blusa, en parte por el calor y en parte porque me apetecía que Drakkar me viera deseable, él estaba para comérselo —. Por lo visto murió y su hija se vino a vivir aquí hace unos veinticinco años. En este tiempo aparte de su deplorable carácter no ha hecho nada remarcable. Es la líder de las brujas por poder y tradición, como lo fue su madre antes que ella.

Le miré mientras sentía mis pezones duros y mis dedos jugaban en mi expuesto canalillo. Cuando me sonrió divertido me di cuenta que llevaba un rato en silencio, me miré el escote y me sonrojé. ¡Me la había vuelto a jugar!

—Es usted un capullo — le espeté abrochándome la blusa.

—No, Srta. Megan, necesitaba conocer la manera más peligrosa de manipulación. Es mucho más sutil que la anterior, una leve influencia puede ser muy poderosa, usted no lo percibe y piensa que lo que siente es verdadero, de esa manera no se protege y es susceptible. Ahora puede prepararse para evitarlo.

—Podría haberme influido de otra manera, ¿tenía que provocarme esto?

—Oh, esto era lo más divertido — ahora sonreía ampliamente —, y de todos modos he sido inofensivo. Por ahora. Recuerde mantener todo esto en secreto.

Volvía a casa entre cabreada y cachonda. Me despojé de la chaqueta y las armas en la habitación y me senté en el salón con los chicos que estaban ahí. Ana llegó y me dio una sorpresa.

—Ten, amadísima Líder. Te he traído un regalo.

Me dio una caja de cartón sin ninguna pista del contenido. Los chicos me animaban a abrirlo llenos de curiosidad. Levanté la tapa y miré dentro, pero no distinguí el contenido. Metí la mano y agarré un objeto cilíndrico, mientras lo sacaba me di cuenta de lo que era y lo volví a guardar apresuradamente. Ruborizada hasta las uñas de los dedos de los pies me negué a enseñárselo a los chicos, que protestaron animadamente. Lo dejé en la habitación y Ana entró detrás de mí.

—Te lo he traído en rosa. Yo lo tengo en negro.

—¿Tenías que darme un consolador delante de todos?

—Jajaja, ¿quieres que te enseñe a usarlo? ¿tienes buena puntería? —  me miró con carita inocente.

Cogí la pistola que había dejado en la cama y la apunté con ella.

—Soy detective de policía. ¿Quieres que te demuestre mi puntería?

Nos miramos fijamente hasta que estallamos en carcajadas, caímos sobre la cama sin parar de reírnos. Cuando nos calmamos un poco me dijo Ana :

—Quién iba a pensar que en la academia de policía os enseñaban a apuntar con consoladores.

Los chicos se asomaron para ver de qué nos reíamos. Tuve que esconder corriendo el consolador para poder seguir riéndome con Ana.