La guardiana 02

Megan se empieza a aclimatar a la vida en el clan. Un trauma de su pasado sale a la luz.

Cuando entré en la ducha recién levantada encontré a Eve.

—Perdona Megan, pero tengo que enseñar una casa en treinta minutos y me he dormido. Dúchate conmigo o espera que termino enseguida.

No me apetecía esperar así que me quité el pijama y me empecé a duchar. Procuraba no mirar a Eve desnuda a mi lado. Ella me contaba el día tan ajetreado que le esperaba mientras yo luchaba contra mi pudor. Si tenía que ser la líder del clan debería integrarme. Al fin y al cabo sólo me estaba duchando con otra chica. Pegué un respingo cuando sentí que Eve me enjabonaba la espalda.

—Yo te enjabono a ti y luego tú a mí — me dijo tranquilamente.

Aguanté tensa y rígida como un palo a que terminara. No se propasó en ningún momento. En cuanto terminó se volvió para que yo la correspondiera. Aguardé sin decidirme, con las manos extendidas pero sin llegar a tocarla.

—Date prisa, Megan, no tengo mucho tiempo.

La naturalidad con que Eve me lo pedía me impulsó a hacerlo, frotando su espalda con las manos llenas de jabón. Empecé por sus hombros y cuando iba a llegar a la parte alta de sus nalgas me detuve.

—Gracias, cielo, ahora me voy corriendo que voy a llegar tarde.

Eve se aclaró y se secó someramente antes de salir de las duchas corriendo. Yo terminé apresurada temiendo que pudiera entrar alguien más. Me rodeé con la toalla y mi dirigí a mi habitación a vestirme. Había varios chicos esperando para entrar, desnudos, claro. Les di los buenos días ruborizada y ellos me correspondieron sin fijarse apenas en mí. Desayunando me senté junto a Edward. Para quitarme de la cabeza su imagen follando a Alicia le pregunté por su trabajo.

—Soy propietario del taller mecánico más grande de Rivertown, casi todos los cambiaformas me traen sus coches a arreglar.

—Entonces te irá bien.

—No me puedo quejar, tengo más trabajo del que me gustaría.

—¿De dónde vienes?

—De Washington, allí vivía con mi clan hasta que tuve un enfrentamiento con el hijo del alfa. No fuimos capaces de arreglarlo y el alfa me sugirió que buscara otro clan. Fue muy convincente — se frotó la mandíbula lo que me indicó cómo habían sido las sugerencias.

—Pues no parece haber sido un mal cambio. Ahora perteneces a otro clan y tienes tu propio negocio.

—Sí, tu llegada puede darnos algo que nos faltaba, espíritu de clan, unidad con una manada aunque cada miembro sea de una raza distinta. Si nos va bien atraeremos más gente, querrán venir e integrarse con nosotros.

—¿Más gente? ¿Y todos desnudos? — se me escapó. Vivir entre cambiaformas me estaba afectando.

—Jajaja, relájate Megan, en unas semanas tú tampoco le darás importancia.

—Permite que lo dude. Vuestras costumbres son un poco … atrevidas para mí.

Edward sonrió y siguió desayunando.

—Voy a dar una vuelta por los alrededores de la casa ¿alguien quiere acompañarme? — pregunté dirigiéndome a todos.

—Yo te acompaño, hoy no entro hasta la una — Jim se apuntó rápidamente.

Salí con Jim a conocer los alrededores, charlamos mientras recorríamos la zona. Vivíamos en un precioso entorno, con muchos árboles y pequeñas lomas que daban variedad al paisaje. Jim me conto que dirigía la seguridad del centro comercial más grande de la ciudad. Cuando llevábamos unas tres horas andando divisamos un venado a lo lejos. Jim empezó a desnudarse.

—¿Pero qué haces? — pregunté indignada.

—Voy a cazar la comida de mañana. Guárdame la ropa.

En cuanto estuvo desnudo empezó a cambiar, le salió pelo por todo el cuerpo y varios huesos asomaron por su piel en zonas donde no deberían, la cara se le alargó formando un hocico. Los dedos de las manos retrocedieron formando pequeñas garras. En tres o cuatro segundos se había convertido en un perrazo, en un enorme gran danés. Me miró un par de segundos y echó a correr en pos del venado. Le perdí de vista cuando se introdujo entre unos árboles, así que recogí su ropa y le seguí tranquilamente. A los quince minutos le vi venir hacia mí en su forma humana. Acarreaba en los hombros el cuerpo sin vida del venado hembra. A pesar del peso del animal andaba con soltura como si no le costara ningún trabajo. La sangre cubría casi toda su piel.

—¿Esa sangre es tuya? — pregunté preocupada ofreciéndole la ropa.

—No, no he recibido ninguna herida. Llévame la ropa hasta casa, prefiero no mancharla de sangre.

¡Pero qué manía tenían todos con estar desnudos!

Tardamos una hora en volver, Jim resultó ser muy divertido. No dejó que cargara yo el venado para ayudarle y se rio de mí afablemente porque evitaba mirarle.

Al anochecer me dirigí a la mansión de los vampiros. Iba tensa y preocupada como si me dirigiera al cadalso. Como me prometí la última vez que estuve allí, había llevado mis armas. Una Glock en la funda sobaquera y mi pequeña Luger en el tobillo. Esta vez el mayordomo me guio hasta un pequeño salón en la primera planta.

—Lord Drakkar vendrá enseguida — me dijo cerrando la puerta tras él.

Demasiado inquieta para esperar sentada paseé por la habitación hasta que llegó el vampiro. Increíblemente viril y guapísimo, me besó la mano nada más entrar. Como siempre me provocó un hormigueo en el estómago al que me estaba empezando a acostumbrar.

—Hoy no estaremos mucho tiempo — me dijo sin apartar su mirada de mí —, ¿estás lista?

—Lo estoy.

Nos sentamos cada uno en un sillón, uno enfrente del otro.

—Voy a entrar en tu mente. Limitaré mi intrusión a tus recuerdos del día de hoy, no iré más allá. Te iré diciendo lo que tienes que hacer. ¿Empezamos?

Asentí con la cabeza porque no me salía la voz del cuerpo, mantenía una expresión adusta pero estaba asustada. Los ojos de Drakkar parecieron perforar los míos y sentí algo extraño en mi mente, algo que, al contrario que el día anterior, parecía acariciarme suavemente.

—Ahora estoy viendo tus recuerdos — me dijo en voz baja y tranquila —, si quisiera podría ver toda tu vida. No, tranquila, no lo haré — me calmó cuando sintió como me enervaba —. Ahora te hablaré directamente, de mente a mente. No te asustes.

Enseguida empecé a oírle dentro de mi cabeza, le escuchaba pero no movía los labios. Era un poco abrumador.

—Estoy en tu cabeza, imagina que tu mente es una casa sin ventanas y con una sola puerta. Es tu casa, tuya y de nadie más. Sólo tú mandas en tu casa. Ahora échame, sácame por la puerta.

Estuve un rato intentando seguir sus instrucciones, pero no conseguía saber lo que me pedía exactamente. ¿Echarle? Si ni siquiera le veía ni sabía dónde estaba.

—Vamos, señorita Megan, écheme o me quedaré aquí a vivir.

—No sé dónde está, así no puedo echarle.

—Es tu casa, puedes controlar todo lo que hay dentro. Si no me ves es porque piensas que soy invisible. Tienes que pensar que tengo sustancia, que tengo forma, así podrás echarme fuera.

Pasamos casi una hora entera, él me espoleaba y yo me fatigaba intentando encontrarle dentro de mi cabeza. Lo único que conseguí fue ver a veces una ligera niebla que huía de mí enseguida y un dolor de cabeza monumental. Finalmente se apiadó de mí y me liberó. Caí exhausta contra el respaldo del sillón con los ojos cerrados intentando resistir el dolor.

—No ha estado mal para el primer día — me dijo —, lo dejaremos por ahora. ¿Te encuentras bien?

—No, me duele la cabeza.

—Espera — me puso las manos en las sienes y cerró los ojos —, te aliviaré.

Un bálsamo fresco se extendió por mi mente calmando el dolor, a la vez el hormigueo en el estómago que me producía cuando me tocaba se extendió a partes más bajas e íntimas de mi anatomía. Jadeé inadvertidamente y apreté fuerte mis piernas entre sí. Cuando retiró de mí sus manos abrí los ojos y le vi muy cerca. Su cara estaba a centímetros de la mía. Nuestros ojos se encontraron y mantuvimos el contacto durante unos segundos. Incapaz de resistirme a su mirada solo podía disimular mi excitación. Cuando se echó hacia atrás en su sillón suspiré aliviada.

—Ahora tengo que dejarla, mis responsabilidades requieren mi atención.

—Claro — me levanté y me dirigí a la puerta —, ¿mañana a la misma hora?

—Por supuesto.

Según salía de la habitación me dijo una última cosa.

—Por cierto, señorita Megan, algún día me podría invitar a ducharme con usted y su amiga.

Me sonrojé intensamente y escapé. En cuanto llegara a casa buscaría algún tratamiento médico para el rubor. O quizá una buena capa de yeso en la cara. O podría llevar máscara. Desde que llegué a Rivertown pasaba más tiempo con la cara roja que de mi color normal.

Cené con varios de los chicos, después algunos iban a ir a tomar una copa al club donde trabajaba Tom. Insistieron tanto que fui con ellos. Me cambié de ropa para ponerme algo más apropiado y los acompañé. Para poder volver cuando me apeteciera me empeñé en llevarme mi coche, así que fui con Alicia mientras Jonas iba en el coche de Edward. Alicia me guio hasta llegar al local. Por el camino me contó que no conocía a nadie más que fuera murciélago como ella. Si se concentraba, me dijo, nadie podía pillarla desprevenida. Tenía un sexto sentido que le avisaba cuando alguien llegaba. Me pareció una habilidad increíble.

—Y en tu trabajo ¿le sacas partido? — la pregunté curiosa.

—Jajaja, qué va, trabajo en el ayuntamiento, en realidad estudié arquitectura y dirijo la sección de urbanismo.

Cuando llegamos al local los chicos ya nos estaban esperando. En la puerta un gigante limitaba el paso. Cuando nos vio llegar simplemente abrió la puerta y nos indicó que pasáramos.

—Gregor, te presento a Megan, es la líder de nuestro grupo — me presentó Jonas al portero.

—Encantado, había oído hablar de usted. Cualquier cosa que necesite no dude en pedírmela.

—Gracias Gregor, es un placer.

Estreché la mano del gigante y entré con los chicos. Jonas me explicó que Gregor era un hombre—oso. La música no estaba demasiado alta, imagino que en deferencia a los cambiaformas y su buen oído. El club ocupaba dos plantas, con la superior abierta en el centro sobre la inferior, donde bailaba un montón de gente. Jonas me cogió la mano y tiró de mí para que le siguiera por las escaleras hasta la planta de arriba directamente a la barra. Allí trabajaba Tom. Ellos se pidieron combinados con alcohol y yo una Coca—Cola. Los cambiaformas podíamos beber una enorme cantidad de alcohol sin emborracharnos, pero en realidad a mí no me gustaba el sabor. Estuvimos charlando y viendo bailar a la gente desde arriba. Nuestros cuerpos se movían al ritmo de la música. Me fijé en que algunos clientes, cuando le pedían algo a Tom, se dirigían a él como “sinclan”. Tom debía estar acostumbrado porque no reaccionaba en absoluto.

—¿Vamos a bailar chicos? — preguntó Alicia.

Yo no suelo bailar, me gusta mucho pero el que la gente te toquetee me pone nerviosa, me dan ganas de sacudirles un puñetazo. Antes de que pudiera negarme bajaba a la pista arrastrada por Alicia aferrada a mi mano. Nos pusimos en el borde y empezamos a movernos, enseguida los tres se dieron cuenta de mi incomodidad cuando alguien se me acercaba demasiado y me rodearon. Así sí que pude disfrutar, había bailado mucho al principio de mi juventud, cuando empecé a salir y lo hacía muy bien. Alicia y los chicos bailaban genial, con esos movimientos medio animales que solo nosotros tenemos. De vez en cuando alguno me agarraba o me pasaba el brazo por la cintura, pero como no veía en ellos intenciones de nada más que divertirse lo toleré bastante bien. Alicia se agarraba de vez en cuando alternado a los chicos y se pegaba unos frotes increíbles con ellos, cuando algún otro hombre se la insinuaba les rechazaba cortésmente. Lo pasamos de maravilla, llevaba años sin bailar y me di cuenta de que lo había echado de menos.

Cuando nos cansamos subimos a tomar otra copa, ¡y yo que pensaba que volvería pronto a casa! y en cambio, estaba disfrutando de la noche. Nos sentamos en una mesa y dejamos que Jonas nos entretuviera con sus bromas y tonterías. De vez en cuando algún hombre se acercaba a invitarnos a bailar a Alicia o a mí. Educadamente se retiraban cuando les rechazábamos. Yo miraba constantemente alrededor. Quizá mi experiencia como policía me hacía estar siempre precavida. Vi que de un grupo de cuatro hombres uno de ellos se separó y se acercó, intuí problemas solo de verle el gesto al caminar.

—¿Quieres bailar, preciosa? — me dijo sonriendo. Su expresión dejaba claro que se consideraba un gran premio para cualquier chica a la que se dignara acercarse. Lo cierto es que era guapo y musculoso.

—No, gracias. Estoy con unos amigos.

—Venga guapa, te devolveré a ellos sana y salva.

—No insistas, no me apetece.

—¿Alguno es tu novio? — insistió.

—No, pero ya te he dicho que no quiero bailar contigo. Vuelve con tus amigos.

La expresión del sujeto se iba agriando. Me agarró del brazo y tiró para levantarme.

—Verás qué bien te lo pasas.

Liberé mi brazo con un tirón y me levanté. Jonas y Edward se interpusieron entre nosotros. En dos segundos se estaba peleando. Alicia se levantó pero la detuve con un gesto, quería ver cómo se desenvolvían los chicos. Ya eran cuatro contra dos. Jonas y Edward recibían bastante más de lo que propinaban. Ahora sí, le dije a Alicia : ¡vamos! y nos metimos en la pelea. En menos de un minuto tenía a dos retorciéndose en el suelo. Entre Alicia y los chicos acabaron con los otros dos. Gregor llegó a poner orden y como vio que ya no había lucha, sacó a empujones a los cuatro indeseables. Hice esperar a mis amigos unos minutos para no coincidir fuera con ellos y nos fuimos para casa también, en el aparcamiento tuvimos que soportar la exagerada descripción de la pelea que hicieron los chicos, los increíbles golpes que habían dado, lo bien que se habían desenvuelto. Flipé.

Cuando llegamos a casa estaba todo silencioso. Me metí en mi habitación nada más llegar, los chicos estaban animados por la pelea y se quedaron en el salón comentando la jugada. Me puse el pijama y fui a la cocina a beber agua, al volver oí los ruidos que eran tan frecuentes en esa casa por la noche. Me asomé a la habitación de Eve y aluciné con el panorama. ¡Estaban follando cuatro! Edward y el joven Jonas follaban con Eve y Alicia respectivamente. Las dos estaban tumbadas boca arriba en la cama mientras ellos las embestían en la posición del misionero. Sin dejar de penetrarlas las acariciaban la cara y los pechos, ellas se agarraban al culo o a la espalda de su pareja. Los cuatro emitían gemidos, gruñidos o gritos directamente. Jonas descabalgó a Alicia y la pidió ponerse a cuatro patas, lo que ella no tardó en hacer. La agarró de las caderas y la penetró de una sola vez hasta el fondo. Alicia gritó y empezó a mover el culo pidiendo guerra. Yo desde la puerta veía todo sin poder apartar la vista, intentaba no hacer ningún ruido y que no me traicionara mi acelerada respiración. Mi mano izquierda se metió bajo el pijama y mis braguitas sin pedir permiso a mi cerebro. Edward se tumbó junto a Alicia y pidió a Eve que le montara. Eve se sentó sobre su miembro y se lo introdujo poco a poco, comenzando a subir y bajar, acariciando los pechos de Alicia que se balanceaban al ritmo con que Jonas la follaba. Mis dedos estaban en mi coñito entrando y saliendo, dándome placer. Siguieron unos minutos y Edward volvió a pedir a Eve cambiar, ahora se puso junto a Alicia también a cuatro patas. Las dos chicas disfrutaban las embestidas gimiendo como locas, con las cabezas casi juntas y los cuerpos de las dos tocándose, no tardaron en besarse, sacando la lengua y lamiéndose la una a la otra. La imagen era tan erótica que no fui capaz de apartarme de allí hasta que me sorprendió el orgasmo. Corrí tambaleándome por el pasillo a la vez que el clímax se apoderaba de mí. Cerré de un portazo la habitación y me tiré en la cama para terminar de disfrutar del placer que mis dedos y la visión de los chicos me habían producido. Boca abajo en la cama, mis dedos fueron incapaces de parar hasta que otro orgasmo me hizo jadear aplastando la cara contra la almohada. Cuando me recuperé del placer solo giré la cabeza para poder respirar y caí dormida como un leño.

Por la mañana me costó salir de la habitación, estaba segura de que con los sentidos hiperdesarrollados de los cambiaformas, sabían que les había estado espiando. Haciendo acopio de valor me fui a duchar, al menos en la ducha estaría sola. Já, hoy también estaba Eve.

—Perdona Líder, pero parece que últimamente la gente solo tiene tiempo de ver casas a primera hora — me dijo sonriente.

Suspiré y me coloqué a su lado, me enjabonaba el cuerpo cuando escuché la puerta abrirse. Me giré indignada, pero Ana levantó las manos disculpándose y me dijo :

—Disculpa Megan, tengo una entrevista de trabajo a las ocho y necesito tiempo para arreglarme, ¿puedo ducharme con vosotras?

—Ya que estás aquí no voy a echarte — recordé lo amable que había sido conmigo cuando la tuve toda una mañana comprando ropa —. Perdona mi brusquedad, Ana, claro que puedes ducharte.

Así que las tres, desnudas, nos duchamos juntas. Cuando Eve me enjabonó la espalda respingué realmente poco. Luego la enjaboné yo a ella y a Ana. Salimos juntas las tres cada una a su habitación.

Varios de nosotros desayunamos juntos. Yo había estado pensando en algo y lo propuse.

—Para el que no lo sepa, ayer tuvimos una pelea en el club donde trabaja Tom. Edward y Jonas salieron un mi defensa ante un indeseable y se montó. Les dejé pelear solos unos momentos para ver cómo se desenvolvía y lo cierto es que pueden mejorar mucho. Me gustaría que todos entrenáramos en combate cuerpo a cuerpo. ¿Qué os parece?

—A mí me parece genial — dijo Charlie el hombre—puma —. Todos luchamos bien en nuestra forma animal, pero en forma humana no tanto.

—¿Y quién creéis que lucha mejor?

—Está claro que tú — dijo Eve — Ayer tardaste un minuto en deshacerte de dos de los matones. Y en la pelea que tuviste con Phil creo que dejaste clara tu superioridad.

—Vale, pues habladlo entre vosotros y acordad un horario, de momento tengo todo el día libre salvo un par de horas al atardecer.

—Yo me encargo — parecía que Charlie era el más interesado.

—Genial, ya me dirás cuando os viene mejor.

Pasé la mañana con el ordenador intentando mantener el contacto con los compañeros y amigos de Nueva York, fui a la ciudad con Jonas a comprar municiones para mis armas. Me pidió que le enseñara a disparar y quedé con él en hacerlo pronto. Durante la comida Charlie me comentó que ya había hablado con varios y que todos tenían interés, pronto empezaríamos a entrenar. Me agradó enormemente que ninguno de los cuatro a los que espié ayer me dijera nada. Me sentía muy culpable y no sé cómo hubiera reaccionado. Nala me dijo que un hombre del clan de los lobos había aparecido muerto. Decidí hacer una visita a John después de comer para informarme y ofrecer mi ayuda si hacía falta.

Ana me abrió la puerta de su casa.

—Hola Ana, ¿está John?

—No, ha salido con algunos de los chicos.

—Me han dicho que uno de vosotros ha sido hallado muerto.

—Sí — me dijo reticente —, pero ya sabes cómo es esto, la manada se encargará.

—¿Pero ha sido un accidente o algo más?

—Le han asesinado, al pobre Rob le han asesinado, pero si quieres saber algo más habla con John.

Las manadas resolvían sus asuntos sin dejar que nadie se inmiscuyera, por lo que la reacción de Ana era normal.

—Dile a John que he estado por aquí y si hay algo que pueda hacer, por favor contad conmigo.

—Claro Megan, se lo diré.

Volví a la casa y pregunté si alguien sabía algo, pero no pudieron ayudarme. Tal vez Tom se enterara de algo en el club esa noche. Un poco antes del atardecer salí para reunirme con Drakkar. Hoy iba nerviosa pero menos que ayer, salvo la bromita de la ducha se había comportado perfectamente conmigo.

Me esperaba en el pequeño salón del piso de arriba. Nos sentamos igual que ayer y enseguida se metió en mi cabeza.

—Recuerda que es tu casa y tú mandas. Haz que aparezca y échame.

Me concentré intentando encontrarle, pero no conseguí nada.

—Creo que hay algo que te ayudaría, ¿cómo te has imaginado tu casa?

—Pues no sé, como una casa normal.

—Prueba a imaginarla como tu propia casa. Si no puedes con tu casa actual imagina que es tu apartamento de Nueva York, seguro que lo conoces perfectamente.

—Cambié el chip mental y me encontré dentro de mi antigua apartamento. Efectivamente reconocía cada espacio, cada rincón.

—Quítale las ventanas y deja solo la puerta. Ahora búscame.

Seguí sus instrucciones y le encontré rápidamente, una niebla dorada deambulaba como Pedro por su casa por mi mente.

—Te veo.

—En tu casa nadie manda más que tú, nadie tiene más poder que tú. Ahora échame.

Extendí mis brazos mentales para agarrarle y expulsarle pero se escurría, se zafaba de mis extremidades virtuales y me resultaba imposible agarrarle.

—No me intentes agarrar, expúlsame con el poder de tu pensamiento.

Hice lo que me pidió y funcionó mejor, mi fuerza mental tejió una barrera a su alrededor y le fui llevando hacia la puerta, que se abrió cuando lo deseé. Le empujé fuera de mi casa y cerré la puerta tras él.

—Muy bien, señorita Megan, lo ha hecho realmente bien — me miraba fijamente a los ojos, con mi consiguiente excitación.

—Ahora no me eche, simplemente haga que desaparezca. Recuerde que es su casa y usted hace lo que quiere.

Volvió a colarse en mi mente, no me costó localizarle pero fui incapaz de hacerle desaparecer. Mi cabeza empezaba a doler.

—No se esfuerce tanto, igual que abre y cierra la puerta, ordéneme desaparecer.

Algo hizo clic en mi entendimiento y lo comprendí. Nadie mandaba más que yo en mi interior, en mi voluntad. Deseé que estuviera fuera y desapareció.

—¡Ja, lo he conseguido! — levanté ufana los brazos para celebrar mi éxito. Drakkar me miró sonriendo.

—Muy bien, ya me ha echado, ahora impídame entrar. Cierre la puerta de su mente y no permita que entre.

Deseé que mi casa fuera inexpugnable y le retuve fuera, pero en cuanto perdí concentración se coló dentro. Le expulsé rápidamente y volvió a entrar. Lo repetimos varias veces hasta que me agarré las sienes temiendo que explotaran.

—Discúlpeme, creo que nos hemos excedido — me retiró las manos de la cabeza y las sustituyó por las suyas, instantáneamente se redujo mi dolor y el frescor se extendió en mi mente. Sin embargo otras partes más privadas se calentaron. Jadeé sin darme cuenta y esperé que el vampiro lo tomara como un gesto de alivio. Cuando abrí los ojos y me encontré con su mirada supe que no había sido así, que Drakkar sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí. Mientras mi centro se caldeaba y humedecía yo estaba enganchada a sus ojos sin poder librarme, al cabo el vampiro apartó la mirada y me permitió liberarme.

—Ahora sabe cómo impedir que alguien entre en su mente. Deberá practicar mucho hasta que sea algo automático, algo que haga sin pensar en ello. Tampoco he sido agresivo, puedo utilizar mucha más fuerza para resistirme a usted. Practique y mañana continuaremos.

—De acuerdo, muchas gracias

Nos levantamos y me acompañó a la puerta. Allí me besó la mano y, sin soltármela, me dijo :

—Estoy deseando que domine las lecciones. Tengo planes para después.

—¿A qué se refiere? — mis piernas volvían a temblar ante su magnetismo. Y lo que no eran mis piernas.

—Lo irá descubriendo según vaya aprendiendo a defenderse. Buenas noches, señorita Megan.

Volví a casa todo lo rápido que pude. El muy capullo me había dejado excitada hasta la médula, eso junto a las recientes experiencias, desequilibraban enormemente mi asexuada vida. Entré en mi habitación sin saludar a nadie y me masturbé hasta que me corrí explosivamente. En vez de satisfacción la tristeza se apoderó de mí. Mi vida estaba desbaratándose. Había pasado siete años sin sexo, masturbándome muy ocasionalmente y ahora estaba siempre cachonda como una perra. El magnetismo masculino del vampiro, las chicas desnudas conmigo en la ducha y ver a tanto tío bueno desnudo en mi propia casa me estaban descentrando. Yo no tenía educación de cambiaformas, no había adoptado sus libertinas costumbres desde la niñez. Mi madre no quiso vivir con una manada y mis poco frecuentes contactos con otros como nosotras no me dieron la preparación necesaria para mi nuevo estilo de vida. ¿De qué me servía poder dar una paliza a cualquiera si con un guiño me hacía ruborizarme? ¿Si me mojaba las bragas cada vez que Drakkar me miraba a los ojos? Las lágrimas caían incontenibles por mi rostro.

Salté en la cama cuando Ana entró sin llamar. Me subí las bragas a toda prisa y escondí la cara en la almohada.

—Vete, no quiero ver a nadie.

Ana pasó olímpicamente de mí y se tumbó a mi lado.

—Ahora te voy a abrazar y tú te vas a quedar quieta, no me pegues, por favor.

Me rodeó con sus brazos y me apretó contra su cuerpo. Nos quedamos quietas las dos y poco a poco me fui relajando y dejando de llorar. Me di la vuelta y abracé yo también a Ana, metí la cara entre su cuello y su hombro y, por un instante, me sentí en casa.

Me desperté sola en la cama y me lavé la cara en el lavabo. Ana debió oírme porque entró en la habitación y se sentó en la cama a esperar que saliera del baño. Dio unas palmaditas en el colchón y me senté a su lado. Me rodeó la cintura con su brazo y me colocó el mío sobre sus hombros. Estuvimos un buen rato sin decir nada, simplemente estábamos sentadas. Juntas.

—¿Te encuentras mejor, líder?

—Sí, siento que me hayas visto así.

—No te disculpes — me interrumpió —, debe ser muy duro para ti. Tantos cambios en tan poco tiempo. Pero debes entender una cosa : los cambiaformas necesitamos el contacto, la unión.

—Yo no soy así, no quiero serlo.

—Eso da igual, ahora eres la líder de una manada, y en la manada todos compartimos y no solo nuestros cuerpos, hay un sentimiento de camaradería, de necesidad mutua y tú te estás resistiendo a él. No sé qué fue lo que te pasó pero debes dejarlo atrás y mirar al futuro, seguir adelante. Si quieres ser una buen líder tienes que integrarte en todos los aspectos. No se trata sólo de mandar y dirigir. Te necesitamos y tú nos necesitas plenamente, sin esconder partes de ti.

Volví a sollozar quedamente, Ana besó mi mejilla y dejó su nariz en contacto con mi cara, oliéndome, acariciándome con ella, confortándome.

—Creo que deberías contarle a alguien lo que fuera que te pasara, no hace falta que sea a mí, pero tienes que sacártelo de dentro, necesitas hacer borrón y cuenta nueva, dejar eso atrás y empezar de nuevo. Tienes un clan para apoyarte y defenderte, para cuidarte y quererte, y tu clan no se merece menos que una líder capaz y entera.

Paré de llorar, las palabras de Ana se hacían hueco en mi interior, su sensatez y su bondad calaron en mi corazón.

—Cuando tenía dieciséis años — empecé a explicar con voz diminuta — murió mi madre. Me quedé sola y sin ingresos y empecé a trabajar como modelo, yo ya tenía el cuerpo que tengo ahora y a través de una amiga entré en una agencia. No tardé en ganarme un puesto en el mundillo de la moda, continuamente me contrataban para desfiles, anuncios de TV o lo que saliera. Durante dos años fue genial, las compañeras eran mayores que yo y se preocupaban por mí. No solo era el trabajo, íbamos a fiestas, a discotecas, a cualquier sitio donde nos pudiéramos divertir. Fueron dos años estupendos — me callé un momento reuniendo fuerzas para seguir hablando —. Poco después de cumplir los dieciocho fuimos algunas modelos a la fiesta del cierre de la semana de la moda de Nueva York. Era el evento más importante del año y era la primera vez que trabajaba en él, estaba muy emocionada. Había modistos, fotógrafos famosos, productores de cine y TV, periodistas de las mejores revistas de moda. Lo pasé muy bien, bailando y bebiendo, conocí a mucha gente importante. Todos nos mimaban a las modelos, nos sacaban a bailar, nos invitaban a copas, nos ofrecían trabajos para el futuro. Cuando estábamos pensando en irnos de repente me encontré laxa, sin fuerzas, uno de los productores me agarro del brazo y preguntándome qué tal me encontraba me llevó a una habitación del hotel donde se celebraba la fiesta. Allí estaban otros dos hombre esperándome. Diciéndome suaves y bonitas palabras me fueron desnudando. Yo me daba cuenta de que me habían drogado, intentaba resistirme y gritar pero no podía, era una espectadora en todo aquello.

Mi voz se había ido haciendo más tenue, las lágrimas volvían a caer por mis mejillas pero ahora no podía parar de hablar.

—Me violaron los tres repetidas veces, acabaron abusando de mi cuerpo, vejándome e insultándome, tratándome como a una puta, como a un trozo de carne. Y, ¿sabes lo peor?

Ana me miraba sin decirme nada.

—Me corrí varias veces, la droga me impedía resistirme pero mi mente no mandaba sobre mi cuerpo, tuve varios orgasmos y me odié con cada uno de ellos. Desde entonces sólo pensar en tener sexo con alguien me produce arcadas, me repugna.

Callé por fin, Ana era la única persona a la que le había contado lo que me pasó.

—¿Qué hiciste luego? . me preguntó.

Estuve una semana encerrada en mi apartamento, luego me matriculé en la academia de policía y aprobé con la mejor nota de mi clase.

—¿Sabes cómo se llaman los tres tipos? — me extrañó la pregunta pero afirmé con la cabeza.

—Me darás sus nombres, haremos que paguen lo que te hicieron.

—Ya no hace falta — dije.

—¿Por qué? ¿Los mataste tu misma?

—No, solo tenía dieciocho años y no quería matar, pero no volverán a hacérselo a nadie.

Ana me miró interrogativamente, yo hice un gesto como de tijeras con dos de mis dedos y abrió mucho los ojos y sonrió ampliamente.

—Pues si eso está arreglado ya solo queda una cosa.

—¿El qué? — según hablaba me di cuenta que llevaba un buen rato abrazada a Ana, y me gustaba.

Coge el bañador ese tan casto que compramos el otro día y ven conmigo.

Me cogió la mano y me llevó a la pequeña piscina interior que había junto a la cocina. A pesar de ser tarde, Charlie y Jim están dentro.

—¿Nos dejáis chicos? Necesitamos un poco de intimidad.

Se fueron tranquilamente, esta vez me ruboricé solo un poco al verlos desnudos. Ana se desvistió y se metió en la piscina. Yo entré en un pequeño vestuario para ponerme el bañador, cuando ya estaba desnuda lo pensé mejor y salí como mi madre me trajo al mundo. Eso sí, no tardé ni medio segundo en meterme en el agua.

—Ven aquí, líder. Vamos a celebrar un rito ancestral de los clanes, eliminará los malos recuerdos del pasado y renacerás limpia y virgen para una nueva vida.

Ana se colocó a mi espalda y me empezó a acariciar suavemente, al mismo tiempo cantaba entre dientes algo que no entendía. Me acarició entera, desde la cabeza a los pies pasando por mi trasero, me giró y repitió la operación por mi parte delantera. Mi cara y cuello, mi pecho y mis senos, mi tripa y el pubis y terminó con las piernas y los pies. Mi imaginación me jugó una mala pasada porque en un momento me pareció que cantaba a Frank Sinatra. Cuando terminó sujetó mi cabeza entre sus manos y aunque me resistí inicialmente depositó un suave beso en mis labios. Luego me abrazó y me dijo :

—Acabas de renacer, justo ahora la diosa te concede una vida nueva.

Por primera vez en los últimos años devolví el abrazo, con la cara como un tomate, claro, pero estreché a Ana entre mis brazos. La agradecí profusamente lo que había hecho por mí entre lágrimas, pero no eran lágrimas de tristeza y desesperanza sino de alivio e ilusión.

Salimos juntas de la piscina, me sentía más ligera y animada que nunca. Me vestí para volver a la habitación, por mucho renacimiento y vida nueva no pensaba ir en pelotas por la casa. Ana entró en mi habitación conmigo me preguntó :

—¿Quieres que duerma contigo?

—No, te lo agradezco mucho pero ahora prefiero estar sola y pensar en todo esto. Te debo mucho Ana, no lo olvidaré. Por cierto ¿a qué diosa le hemos hecho el ritual?

Sonrió de oreja a oreja, me acarició la cara y me dijo :

—¿Ha funcionado?

—Creo que sí — dije examinando mis sentimientos — , sí, sí ha funcionado.

—Pues agradéceselo a la diosa “Ana la gata” — me dijo divertida —, su poder es casi tan grande como su belleza.

No sabía si pegarle en la nariz o abrazarla, al final ella misma decidió, me besó en los labios y se fue corriendo tarareando a Frank Sinatra. Yo me puse el pijama y me acosté, tardé un buen rato en dormirme, pero cuando lo conseguí tenía una sonrisa en la cara y la dichosa cancioncita metida en mi cabeza.