La guardiana 01

Megan, antigua policía, ahora es la encargada de controlar varios clanes de cambiaformas.

Harta de dar botes en el asiento del copiloto me giré hacia John y le pregunté :

—¿Queda mucho?

—No, ya casi estamos, son unos tres kilómetros desde la carretera.

Recorrimos unos cientos de metros y nos detuvimos junto a una casona alargada. Varios coches estaba aparcados en los laterales del camino. Bajamos y recogí mi petate del maletero.

—Se reformó hace unos años, se unieron dos secaderos de tabaco y se utiliza como residencia de los que no tienen clan — me explicó John —. Ahora habrá unos diez o doce individuos, entremos y te los presento.

Seguí a John, el alfa del clan de los lobos, y me condujo a la puerta, entramos a un gran salón directamente. Un joven estaba sentado en uno de los numerosos sillones leyendo. Se levantó en cuanto nos oyó.

—Hola John, ¿una residente nueva?

—Sí, te presento a Megan, a partir de ahora será la responsable de esta casa. ¿Puedes avisar a los demás, Jonas?

Jonas desapareció por un ancho pasillo que salía a la izquierda del salón y enseguida empezó a llegar gente. Cuando volvió ya eran nueve las personas que esperaban.

—Atendedme, os presento a Megan Roar, el consejo la ha contratado como mediadora entre clanes y especies. También será la responsable de vuestro grupo, respetadla y obedecedla como si fuera vuestra alfa. Espero que le hagáis agradable la estancia aquí. Nada más.

John salió de la casa haciéndome una seña y le seguí hasta su coche.

—Escucha Megan, sé que nunca has vivido con un clan, verás que la privacidad y la intimidad no se tienen muy en cuenta, a favor, sin embargo, será como pertenecer a una gran familia. Como eres su responsable te aconsejo que impongas respeto desde el primer día, no dejes que te traten como a uno cualquiera de ellos. Al no ser un verdadero clan de una sola raza no tienen un alfa, pero tendrás que actuar como una. Esta tarde te traerán tu coche, recuerda que al anochecer nos vemos en mi casa, llévate a alguno de ellos para que te enseñe el camino.

—Gracias John, esta noche nos vemos.

—De nada, y recuerda : hazte respetar desde el principio.

Volví dentro y se presentaron todos, Jonas era un chaval de unos dieciocho años, guapo y atlético que se transformaba en búho. Edward, de mediana edad, era león. Ana era una guapísima mujer gata. Nala, negra como un tizón y esbelta como una sílfide era rinoceronte. Tom era un hombre—halcón. Se presentaron los diez diciéndome su animal.

—¿Y tú en qué te transformas? — me preguntó Jim, el hombre—perro.

—En nada, mi madre era cambiaformas pero yo no cambié en la pubertad.

Mi respuesta provocó una extraña reacción en ellos, unos me miraron con lástima y otros con un ligero desprecio.

—Venga, te enseño tu habitación — me dijo Jonas cogiendo mi petate.

Me llevó al principio del pasillo y entramos en la primera habitación de la derecha. Era muy grande, habría cabido mi apartamento de Nueva York dos veces. Una enorme cama ocupaba el fondo bajo la ventana, a la derecha estaba el armario y a la izquierda un escritorio con dos sillas. Dos sillones de orejas estaban situados en cada rincón al lado de la cama. Jonas me mostró el baño al que se accedía por una puerta en el lado izquierdo.

—¿No hay ducha? — pregunté perpleja.

—Ja, ja, ja, ¿nunca has vivido con un clan? Prácticamente todas las casas de clan son iguales — me explicó ante mi negativa — Tú al menos al ser la líder tienes el lavabo y el inodoro dentro de la habitación. Todos los demás usamos las instalaciones comunes. Ven que te las enseño.

Me acompañó hasta el final del pasillo, a la derecha estaban los baños y a la izquierda las duchas. Era un cuarto alargado, con azulejos hasta el techo y con seis alcachofas de ducha una al lado de otra recorriendo la pared.

—Pero habrá turnos para ducharse, ¿no? — pregunté ruborizada.

—Claro que no, para nosotros la desnudez no tiene importancia, supongo que tendrás que acostumbrarte.

Volví al salón dando vueltas a esto en mi cabeza, estaban todos hablando entre ellos hasta que me vieron.

—¿A qué hora se come? — pregunté.

—A las dos.

—Bien, nos reuniremos todos a comer y discutiremos sobre algunas reglas y comportamientos de este clan.

—Esto no es un clan — interpeló Phil, el hombre—rata.

—A partir de ahora lo será, que no falte nadie a la comida.

Me retiré a mi cuarto y deshice la maleta. La verdad es que era triste las pocas cosas que llevé conmigo desde Nueva York. Algo de ropa, mis armas, el portátil y algunas fotos. Coloqué todo en su sitio pensando que tendría que ir de compras. Conecté el portátil y contesté algunos correos. Varios compañeros de la policía me mandaban sus buenos deseos y me conminaban a no perder el contacto. Enredé en la habitación un rato y salí a explorar el resto de la casa. Al otro lado del salón estaba la cocina y una pequeña piscina cubierta. Sería muy relajante darse un baño de vez en cuando. Del salón se salía directamente al patio trasero, unas mesas de jardín con un montón de sillas daban paso a un descuidado jardín, todo ello delimitado por un muro de unos tres metros de altura. Tres metros no era obstáculo para un cambiaformas, pero al menos impediría que cualquiera curioseara.

Al volver al salón vi a Phil que salía de la casa.

—Espera Phil, no queda mucho para la hora de la comida, ¿volverás a tiempo?

—No pienso quedarme a comer. Tengo planes — contestó mirándome de arriba abajo.

—De momento tu único plan es hacer lo que yo te ordene — recordé el consejo de John —, te quedarás a comer.

—¿Y quién me va a obligar, tú? — había un claro reto en tu mirada.

—Nos vemos en tres minutos en el jardín. Voy a explicarte las reglas de forma que no te quede ninguna duda.

—Te espero, niña.

En la habitación me puse mis cuchillos, me los había regalado mi madre cuando cumplí quince años. Eran de una aleación de acero y plata muy dañina para cualquier cambiaformas. En cuanto salí Phil miró los cuchillos envainados uno en cada cadera. Todo el grupo estaba sentado, al parecer muy animados por lo que se avecinaba. Supongo que con el buen oído de los cambiaformas era difícil ser discreta.

—Si cambias, cosa que no te recomiendo, los sacaré.

—Ven de una vez, me estás retrasando — me dijo con desprecio.

Me situé frente a él a unos dos metros. Abrí ligeramente las piernas para mejorar mi equilibrio y esperé con los brazos relajados.

—No seré muy duro contigo, chiquilla — me dijo con chulería.

—Adelante ratoncito.

Phil saltó sobre mí intentando darme un puñetazo en la cara, lo esquivé fácilmente y le di un golpe en las costillas. Se revolvió inmediatamente y lo volví a esquivar dándole esta vez una patada en el pecho que lo lanzó al suelo. Se levantó gritando y me embistió con la cabeza baja, intentando agarrarme. Un rodillazo en la cara le hizo voltearse en el aire, otra patada le volvió a arrojar al suelo. Los demás chicos nos jaleaban emocionados, lo curioso es que no parecía importarles a quién animar, unas veces animaban a uno y otras veces al otro. Phil no contemplaba rendirse, se levantó y se acercó más prudentemente. Me rodeó un par de veces buscando una oportunidad, de repente amagó a la izquierda y me golpeó por la derecha, su puño impactó en mi mandíbula, ante su estupor apenas reaccioné. Decidida a terminar ya, lancé una serie de puñetazos a su cara y abdomen, esquivó varios pero pronto empecé a conectar buenos golpes. No pudo resistirlo, cuando le tuve aturdido le golpeé en la cara con una patada de giro que le mandó inconsciente al suelo. Me acerqué a él y le toqué con el pie sin reacción por su parte. Me giré hacia los demás y dije :

—¿Alguno más tiene algo que debatir conmigo?

El silencio se podía palpar. Uno a uno fueron bajando la mirada.

—Que alguien le eche un cubo de agua — ordené. Jonas entró en la casa y enseguida salió con el cubo, vertiéndolo en la cara de Phil. Éste resopló e intentó levantarse, dejándose caer otra vez con quejidos de dolor. Me acerqué a él y le ofrecí la mano,  me miró unos instantes hasta que la agarró y le ayudé a levantarse.

—No sé qué animal hubieras sido, pero pegas como una mula. — me dijo palpándose la mandíbula.

—Tú tampoco lo haces mal, has conseguido alcanzarme una vez.

—Soy bueno en el cuerpo a cuerpo, pero alcanzarte una vez no me parece que sea hacerlo bien.

—Vamos a comer, se me ha abierto el apetito.

—Espero poder masticar, ja ja ja.

Entre todos pusieron la mesa en el salón. Había dos mesas enormes y ocupamos la mitad de una. Supongo que la casa estaba preparada para un grupo más numeroso. La comida la sirvió Edward, pregunté y me explicaron que la hacían por turnos. Cada día uno cocinaba y fregaba después. Devoramos el deplorable estofado que nos había preparado, tomando café después me dirigí a todos ellos.

—Ya me ha explicado John, el lobo alfa, que esto no es un clan, que solo compartís casa, eso va a cambiar. No me importa que no se nos llame clan, manada o cualquier otra cosa, pero actuaremos como uno. A partir de ahora seremos una familia, nos respetaremos unos a otros, nos defenderemos y apoyaremos mutuamente, seremos un clan salvo por el nombre.

—Sí, líder — afirmó Jonas. Me empezaba a gustar este chico.

—¿Cómo estáis manejando las finanzas del grupo?

—Me estoy encargando yo. Cuando hace falta dinero hago una colecta, con eso compramos comida y pagamos la luz y demás — contesto Ana.

—Bien, seguirás llevando tú las cuentas, pero cada uno aportará el 25% de sus ingresos. Contrataremos una persona que cocine y limpie la casa, me he fijado que no sois demasiado … cuidadosos con eso.

Mis palabras provocaron unas risitas. Me preocupaba la reacción a mis palabras sobre todo en el tema económico, pero parece que lo estaban tomando bien.

—Por diversas circunstancias nunca he convivido en un clan, aprenderé sobre la marcha y estoy abierta a cualquier sugerencia. Corregidme si hago algo poco apropiado. Tened en cuenta que el consejo me ha nombrado vuestra responsable, tendré que dar explicaciones de cualquier trastada que hagáis por ahí. En fin, creo que eso es todo.

—¿El consejo sólo te ha traído para dirigir este grupo? — preguntó Eve.

—No, en realidad esto solo es una parte, mañana os informaré del resto, prefiero esperar a la reunión que tengo con ellos esta noche.

La mayoría asintió con la cabeza y empezó a levantarse.

—Una última cosa, de 7:00 a 7:30 la ducha es mía. Que a nadie se le ocurra entrar.

Con risitas y comentarios entre ellos nos levantamos de la mesa, entre todos llevaron los platos a la cocina al cuidado de Edward. Unos se retiraron a sus habitaciones, otros se quedaron en el salón y alguno se marchó.

Por la tarde dos miembros del clan de los lobos me trajeron el coche. Una camioneta Ford nuevecita, con asientos de cuero y todo reluciente. A la hora de partir a mi reunión Jonas se ofreció a acompañarme para indicarme el camino hasta la casa de John. Tardamos una media hora en llegar a una bonita casa de dos plantas, al lado había otra casona parecida a la nuestra pero mucho más grande. Bajamos del coche y le dije a Jonas que esperara, llamé a la puerta y me abrió una atractiva mujer de mediana edad.

—Hola, soy Ana la mujer de John. Tú debes ser Megan, pasa te estábamos esperando.

Entré a un salón donde había varias personas esperando. John se acercó enseguida a saludarme y me presentó a los demás.

—Ya has conocido a mi mujer, este es Will, mi segundo — estreché la mano de un joven de unos veinticinco años, alto, moreno y guapo a rabiar—. Sira es la alfa de las panteras — tenía unos treinta y cinco años, era pequeña pero desprendía un aura agresiva y peligrosa —. Este tío tan grande es Bull, alfa del clan oso — su enorme mano pareció tragarse la mía mientras me la estrechaba con una sonrisa.

Una mujer de unos cincuenta años, alta y con aspecto sobrio y severo se acercó a saludarme.

—Soy Edwina, la líder de las brujas, espero que te ganes tu sueldo.

—No la hagas mucho caso — me dijo John — Edwina no es la más alegre de nosotros. Y ya solo queda que conozcas a Drakkar.

Un hombre rubio y musculoso, de piel muy blanca, se acercó desde el fondo del salón. Se movía como una fiera salvaje y peligrosa, sus ojos profundamente azules atrajeron los míos, su mirada pareció ahondar en mi interior descubriendo todos mis secretos. Era el hombre más atractivo y magnético que jamás había visto, me quedé paralizada como un conejo deslumbrado por los faros de un coche, rogué porque mis piernas no temblaran delante de todos. Cuando llegó a mi lado cogió mi mano y la besó suavemente.

—Es un placer, Megan. Espero que tengamos oportunidad de conocernos más a fondo.

Sus ojos no abandonaron los míos ni un segundo. Tenía que contestarle pero había olvidado cómo hablar.

—Drakkar es el señor de los vampiros — afortunadamente intervino John y pude recuperarme un poco.

—Encantada, es un placer para mí también.

Con una última mirada y un asomo de sonrisa el vampiro liberó mi mano y pude volver a respirar. Ana llegó en ese momento con una bandeja con café para todos.

—Os dejo esto aquí, servíos vosotros mismos, ahora me voy para que habléis de vuestros asuntos.

Nos sentamos todos mientras algunos se servían café. John, como anfitrión abrió la reunión.

—Ya te he explicado lo que queremos de ti las otras veces que hemos hablado, déjame repetirlo ahora que estamos todos. El grupo de los “sin clan” necesitaba alguien que los dirigiera y esa será una de tus obligaciones, sin embargo no es por eso por lo que hemos decidido traerte. Tu labor como detective en Nueva York, la más joven en la actualidad, y tu herencia como cambiaformas, nos han parecido idóneas para que realices tu tarea principal. Cuando alguno de nuestros jóvenes incumple nuestras leyes normalmente se resuelve dentro del propio clan, es la manada la que se encarga de impartir justicia. Es un sistema que funciona bien y no queremos que cambie, pero de vez en cuando ocurre algo que implica a dos o más clanes. Hemos tenido problemas y enfrentamientos entre clanes cuando alguien ha buscado impartir justicia o venganza en un clan que no es el suyo. Esperamos que cuando haya algún conflicto tú averigües lo sucedido y lo resuelvas. Tendrás el poder del consejo respaldándote y podrás juzgar y ejecutar la sentencia.

—¿Yo he de ejecutar la sentencia? — me sorprendió que los alfas o líderes de los clanes me permitieran eso a mí.

—Sí, creemos que eso evitará roces entre los clanes. Tendrás autoridad sobre todos salvo los que estamos aquí y nuestros segundos.

Edwina resopló, no parecía hacerle mucha gracias esa decisión, los demás sin embargo se mostraban conformes.

—De acuerdo, haré lo que me pedís.

—Aparte de eso hay otra cosa más — intervino el vampiro —. Puede que alguna vez te necesitemos para algún … encargo especial. Algún cometido delicado que sea mejor que no hagamos nosotros directamente.

—¿Cómo qué? — pregunté.

—Oh, nada concreto, ya irán surgiendo con el tiempo — la diversión brillaba en sus ojos.

—Esperamos — retomó John la conversación —, que estés siempre vigilante ante posibles problemas. Si no afecta a más de una manada, acudirás al alfa o líder para avisarle, en cualquier otro caso esperamos que lo resuelvas tú misma rápido y contundentemente. Últimamente, por ejemplo, hemos detectado un pequeño tráfico de drogas, si detectas cualquier cosa al respecto hazte cargo. No toleramos las drogas aquí.

Estuvimos otra media hora hablando y concretando detalles, la mirada magnética de Drakkar de vez en cuando encontraba la mía haciéndome temblar. Al final salí dejándolos con sus asuntos encontrándome con Jonas que me esperaba. Volvimos a nuestra casa, quedó en acompañarme al día siguiente, lunes, para mostrarme la ciudad. Él trabajaba desde casa gestionando tiendas web para varias pequeñas empresas, por lo que tenía un horario muy flexible.

Cuando llegamos a casa me encontré a seis de mis compañeros camino de la ducha, charlaban amigablemente cada uno con su toalla pero ¡¡¡iban desnudos!!! Ni siquiera intentaban taparse con la toalla. Jonas se reía entre dientes a mi lado al ver mi estupefacción.

—Ya te dije que tendrías que acostumbrarte.

—Pero, pero … si también están Ana y Alicia, ¿no intentan propasarse con ellas?

Jonas se detuvo ofendido y me agarró del brazo, su cara se había vuelto seria.

—Jamás se le ocurriría a nadie obligar a otro, de hecho es un delito que se castiga con la muerte en todos los clanes.

—Perdón, es que estoy sorprendida.

—No te preocupes, te adaptarás rápido. La desnudez y el sexo son naturales para nosotros, hasta que alguien se compromete con su pareja somos bastante liberales. Recibirás un montón de insinuaciones, sobre todo al principio. Ana considera su labor dar la bienvenida al grupo a todo los nuevos, no te asustes si se te insinúa.

Ana, que estaba al final del pasillo entrando en la ducha, me miró y me sonrió con picardía. No dudé que nos había oído hablar. Me metí en mi habitación y me senté un rato reflexionando sobre todo lo que había pasado ese día. Eran muchos cambios de golpe en mi vida.

Hasta que mi madre murió cuando yo tenía dieciséis años viví con ella. Fueron años muy felices. Teníamos contacto frecuente con otros cambiaformas, viajábamos y disfrutábamos de la vida. Después de su muerte esquivé a los servicios sociales y viví sola. Trabajé como modelo gracias a mi cuerpo y mi belleza hasta los dieciocho. Mi metro ochenta de altura, mis largas piernas y mi bello rostro me impulsaron rápidamente en esa profesión hasta que lo dejé para ingresar en la academia de policía donde ascendí trabajosamente a detective de homicidios. No sé cómo John me encontró pero a la tercera reunión me convenció para trasladarme a Rivertown. El magnífico sueldo y, sobre todo, retomar el contacto con mi gente, fueron los motivos de que dejara todo atrás. Aunque nunca me hubiera transformado en animal me consideraba cambiaformas, John fue el que despertó en mí la aletargada necesidad de vivir con los míos.

Al final, cansada del largo día, me puse el pijama y me metí en la cama. No tardé ni diez segundos en dormirme.

Me desperté temprano como de costumbre y me apresuré a la ducha, no me crucé con nadie en el pasillo y me duché rápidamente, intranquila por si alguien entraba mientras yo estaba desnuda. Cuando salí, cubierta por la toalla, Eve, Nala y Tom esperaban fuera para poder entrar. Desnudos, claro. En el camino a mi habitación no pude evitar oír los gemidos que salían de la habitación de Jim, al pasar por la puerta, abierta, vi a Jim y a Alicia follando en la cama. Aparté la mirada rápidamente y me encerré en mi cuarto. Me vestí sin poder quitarme de la cabeza la imagen de los dos. Jim estaba tumbado en la cama aferrado a los pechos de Alicia que le cabalgaba vigorosamente. Su culo de piel mestiza rebotaba sobre el miembro de él, siguiendo el ritmo de los gemidos. Sacudí la cabeza e hice un esfuerzo para sacar la imagen de mi mente y salí a desayunar. Me serví un café en la cocina y un plato de huevos y tocino, lo llevé a la mesa del comedor y me senté junto a Jonas y a Ana que ya estaban desayunando.

—¿Has dormido bien, líder? — me dijo Ana con una sonrisa.

—Fenomenal, nunca había dormido en una cama tan grande.

—Ana va a acompañarnos — dijo Jonas —, te enseñaremos la ciudad y ella te ayudará con las compras. Necesitarás ropa si todo lo que tienes cabía en el petate.

—Sí, ya lo había pensado, pero no necesito mucho, casi siempre voy en vaqueros y camiseta.

—Necesitarás algunos vestidos — Ana me miraba sonriente, lo cierto es que era guapísima, sus felinos ojos verdes hacían honor a su gata interior, su cabello rubio y largo acompañaba un cuerpo esbelto y curvilíneo —, al dirigir este grupo te invitarán a fiestas o celebraciones del consejo. Te echaré una mano.

—De acuerdo, gracias — no había pensado en eso, había tenido un solo traje chaqueta que doné con el resto de mi ropa antes de trasladarme.

Lo cierto es que pasé una agradable mañana, recorrimos la pequeña ciudad caminando, tomamos café en un par de terrazas y Ana me obligó a comprar un montón de ropa, zapatos y dos vestidos. Incluso un bañador para usar en la pequeña piscina de la casa. Lo mejor fueron las botas, altas casi hasta la rodilla, suaves y flexibles. Lo peor fue la vergüenza que pasé cuando Ana se metió conmigo en el probador. Aunque no hizo nada inapropiado desnudarme ante ella fue vergonzoso. Se carcajeó con ganas al ver mi sencilla ropa interior de algodón. Salió corriendo del probador y volvió con algunos conjuntos de lencería para que me probara. Al final tuve que llevarme uno negro y otro rojo ante su insistencia. Fundí la mitad de mis escasos ahorros en ropa. Lo único negativo de la mañana fue ver que a mis chicos otros cambiaformas los menospreciaban por no ser integrantes de ningún clan. Volvimos a casa a comer con el maletero lleno de bolsas. Ana me ayudó a colocar todo en el armario, cuando terminamos y se iba me dio un beso en la mejilla que me descolocó un poco. Revisé el correo y fui al salón para comer.

Phil me esperaba acompañado de una señora de unos cuarenta años, lo cierto es que no es fácil adivinar la edad de un cambiaformas, cuando llegan a los cuarenta o cuarenta y cinco años no parecen envejecer.

—Megan, esta es Mary. Es amiga desde hace unos años y le interesa el puesto de cocinera.

Charlé con ella un rato y la contraté. La mandé hablar con Ana para que se pusieran de acuerdo con las condiciones. En el salón solo estaba Tom, me senté a charlar con él para ir conociendo poco a poco a mi grupo. Tom era un hombre—perro de unos treinta años, feo pero de mirada agradable. Tenía un buen cuerpo como casi todos los cambiaformas. Trabajaba en un club con horario nocturno. Eve llegó y se unió a nosotros, la mujer—serpiente tenía una inmobiliaria y cerraba a mediodía, por lo que aprovechaba para comer en la casa. Hablaba produciendo un pequeño siseo en cada “s”, no sé si era natural o lo hacía a propósito, pero resultaba un poco escalofriante.

De los once que vivíamos allí nos juntamos cinco para comer. Pude observar que todos se tocaban a menudo, el tacto con los otros era importante para ellos, no tenía que ver con el cariño o la seducción, me parecía que podía ser por la identidad, por la unidad de la manada. Esa tarde quería visitar a algunos de los alfas para conocerlos mejor a ellos y sus instalaciones, Jonas se ofreció voluntario para acompañarme y enseñarme cómo llegar a cada casa. Visitamos a Sira y a Bull, la mujer—pantera fue bastante fría pero me presentó a Norman, su segundo, que me enseñó la casa y me llevó en un recorrido por la finca que ocupaban. Bull y su mujer, Matilda, nos recibieron más calurosamente, nos obligaron a tomar café con ellos y nos presentaron a sus hijos. Todos dimos un paseo por la finca donde los osos tenían su hogar.

Volvimos atardeciendo, al día siguiente visitaría otros clanes más pequeños y la mansión de los vampiros. No estaba nada feliz con volver a encontrarme con Drakkar y las extrañas sensaciones que me producía, pero cuanto antes lo hiciera mejor.

El salón estaba ahora más concurrido, la mayoría de los chicos estaba allí para cenar. Me sorprendió ver a Alicia sentada en el regazo de Edward, ¿pero no estaba con Jim? La cena fue animada y dicharachera, todo el mundo tenía cosas que decir o reírse metiéndose con los demás. Yo observaba a todos e intervenía poco. Ana me dijo que Mary empezaba al día siguiente, lo que fue recibido por una ovación por todos. Seguro que la cocina mejoraría mucho.

Después de cenar la gente empezó a desaparecer, unos salían a trabajar y otros a dar una vuelta por la ciudad. Estuve un rato en el salón y luego fui a la habitación. Había comprado un mapa grande de la zona esa mañana y quería marcar la localización de cada clan y estudiar un poco la zona. Me puse el pijama antes de empezar para estar más cómoda y me senté al escritorio. Cuando se me cerraban los ojos salí para beber un poco de agua fría en la cocina. Al volver escuché ruido en la habitación de Edward, la contigua a la mía, y me asomé a ver qué pasaba. Alicia que debía ser incansable en el plano sexual, recibía a cuatro patas las embestidas por detrás de Edward. Con las manos y la cabeza en el colchón estaba a gatas en el suelo, Edward, acuclillado tras ella, la penetraba con un ritmo endiablado. ¿Es que no podían cerrar la puerta? Me quedé mirándolos en vez de volver a mi habitación, sin hacer ruido me quedé inmóvil viendo cómo follaban. El, cansado de esa posición, la puso de pie. Ella se encaramó a él rodeándole la cintura con las piernas, el duro miembro de Edward volvió a introducirse en su interior y la bombeó como si el mundo se fuera a acabar. Ella gemía en su cuello disfrutando de la penetración y él, agarrado a sus nalgas con las dos manos la subía y bajaba a su antojo. Mi respiración empezó a acelerarse mientras los contemplaba, cuando mi mano se deslizó sin mi consentimiento por debajo del pantalón del pijama me asusté y volví corriendo a mi cuarto. Me tiré en la cama excitada, el buen oído que teníamos los cambiaformas no ayudaba nada. Enseguida escuché los gemidos de Alicia y los gruñidos de Edward cuando se corrieron. Casi sin pausa se volvió a escuchar el sonido rítmico del colchón. Yo rara vez me masturbaba, mi vida sexual había sido nula desde los dieciocho años y no necesitaba desahogarme con frecuencia, pero esa noche me masturbé frenéticamente haciendo coincidir mi clímax con un nuevo orgasmo en la habitación de al lado. Me dormí exhausta pero no descansé, las pesadillas volvieron y me desperté sobresaltada y sudorosa varias veces esa noche. La última vez que me desperté pude sofocar el grito que pugnaba por salir de mi garganta, pero no tuve voluntad para evitar los sollozos y las lágrimas que se derramaron por mi cara. Aunque era muy temprano me duché y me vestí y salí a dar un paseo, esperando que el aire fresco y la caminata despejaran mi cabeza.

Al volver, más animada, me encontré a Alicia, la mujer—murciélago. Me ruboricé al verla, ella se dio cuenta y me sonrió ampliamente.

—¿Te gustó lo que viste, Megan?

—Lo siento — dije ruborizada más todavía —, no quería ser indiscreta.

—No fuiste indiscreta, así es como vivimos aquí.

—Pero podríais cerrar la puerta, sería menos violento.

—Ja ja ja, solo cierran la puerta los matrimonios o las parejas comprometidas que no quieren que se les una nadie. Salvo que tengas algún motivo especial, todos dormimos con las puertas abiertas. ¿No te has dado cuenta de que nadie duerme solo?

—No, la verdad es que no.

—Es raro que alguien quiera dormir solo, no tiene que ver con el sexo. Simplemente llegas y te acuestas con el que te apetezca, por eso tenemos camas tan grandes. Lo normal es que durmamos al menos tres por cama. Se descansa mejor si tenemos contacto físico entre nosotros.

—Yo creo que voy a seguir durmiendo sola.

—Pues anoche te hubiera venido bien compañía — me dijo acercándose mucho a mí —, te oí llorar — antes de que pudiera impedirlo me abrazó acariciándome la espalda —. Cuando estés afligida métete en la cama con alguien, verás que dormirás más serena y tranquila.

Alicia me besó en la mejilla y se sentó a desayunar. Dudé pero me senté con ella. En seguida llegó Mary y nos sirvió café y el desayuno. La gente fue llegando y terminamos prácticamente todos sentados a la mesa. Le propuse a Jason que me acompañara a visitar los clanes pequeños, había varios con pocos miembros pero quería conocer a sus alfas. Así aprovecharía el día hasta que visitara la mansión de los vampiros.

—Hoy no puedo, líder, pero ya he quedado con Nala para que te acompañe ella.

—Sí — me dijo la preciosa mujer —, hoy libro y te puedo dedicar la mañana.

—Pues gracias, en cuanto acabemos de desayunar salimos.

Estuvimos toda la mañana de un lado para otro, contacté con varios alfas más. Lo más provechoso fue conocer mejor a Nala. La mujer—rinoceronte trabajaba de enfermera en el hospital de la ciudad. Como estaba en urgencias era muy útil cuando algún cambiaformas ingresaba. Como nuestra recuperación de las heridas era increíblemente acelerada ella se encargaba de nosotros ocultando al resto del personal esta información. Era respetada y apreciada por todos. Volvimos a comer y pasé la tarde nerviosa esperando al anochecer para hacer la preceptiva visita al señor de los vampiros.

Me acompañó Jonas, me dejó en la puerta de la mansión y se quedó en el coche, no conseguí que entrara conmigo. Cobarde. Subí cuatro escalones que llevaban al porche delantero y, justo cuando iba a llamar, la puerta se abrió. Un tipo vestido con chaqué y estirado como un palo me invitó a entrar.

—Bienvenida Srta. Megan, Lord Drakkar la está esperando, acompáñeme, por favor.

Seguí al mayordomo hasta un pequeño salón donde el vampiro me estaba esperando. Miraba por la puerta de cristal que daba a un jardín y se volvió al sentirme entrar.

—¡Qué encantadora sorpresa! — me sobresalté cuando pareció desaparecer y aparecer instantáneamente junto a mí agarrando mi mano para depositar en ella un suave beso. Sus fríos labios provocaron un cosquilleo en mi interior —. Esperaba que me visitara, así podremos conocernos un poco mejor. Siéntese por favor. ¿Le apetece algo, té, café, algo más fuerte?

—Un café estaría bien, gracias — me senté en un sillón evitando el sofá que me ofrecía, mejor mantener las distancias.

—¿Qué tal ha encontrado su alojamiento? ¿Le ha gustado?

Estuvimos un rato charlando de banalidades, el mayordomo apareció para servirnos el café que nadie le había pedido. O estaba escuchando tras la puerta o los vampiros se comunicaban con el pensamiento. La reunión no estaba siendo tan inquietante como me temía, al menos hasta que Drakkar se inclinó hacia mí y clavó sus ojos en los míos. Fue como si entrara en mi cerebro y se paseara por él. Me sentí indefensa, con mi mirada encadenada a la suya y con mis más íntimos pensamientos al descubierto. De repente su cara reflejó sorpresa y se recostó en el respaldo del sillón liberando mi mirada.

—Le ruego me disculpe, no volverá a pasar.

—¿Qué me ha hecho exactamente? — mi tono fue frío como el hielo. Me había dominado sin tener siquiera la oportunidad de resistirme. No volvería a salir de casa sin mis armas.

—He examinado sus recuerdos, verá ... pensé que … bueno no importa. Tiene mi palabra de honor de que no volveré a hacer nada semejante.

—¿Se ha metido en mi cabeza, así sin más?

—Creo que sí, ha sido algo nefasto por mi parte. Créame que estoy totalmente arrepentido y puede creerme cuando le digo que no se repetirá.

—¿Todos los vampiros tienen ese poder? — pregunté aterrada.

—No, todos no, solo los más poderosos.

Mi cabeza daba vueltas a lo que había pasado, no me gustaba nada estar indefensa ante cualquier vampiro de mierda y menos que descubrieran hechos de mi pasado que no revelaba ni a mí misma.

—Y usted, Lord Drakkar — dejé que unas gotas de desprecio se colaran en mi tono — ¿lo ha hecho sin mi permiso? — tenía que devolverle la pelota. Su propia superioridad sobre mí era su punto débil.

—Sí, es inexcusable.

—Creo que es eso precisamente, no hay excusa que lo justifique.

—No la hay, no. Si hay algo que pueda hacer para compensarla y que me perdone estaré feliz de hacerlo.

—Ya que lo dice sí hay algo — ¡cazado!

—Dígame, por favor — la comprensión le alcanzó finalmente. Se dio cuenta que las tornas habían cambiado y, aunque indefensa, no era una mosquita muerta.

—Creo que sería justo que me enseñara a protegerme de ese tipo de ataques, con eso consideraría saldada su deuda — se me escapó una leve sonrisa.

—Es justo — ahora él también sonrió —, además creo que será interesante conocerla mejor. Puede venir mañana a esta hora y empezaré su enseñanza. Ahora debe disculparme, tengo asuntos de los que encargarme.

—Por supuesto — no me había gustado lo de “mi enseñanza”, ni que yo fuera un cachorro, pero si aprendía a proteger mi mente habría conseguido algo muy valioso.

Me volvió a besar la mano, esta vez la retuvo entre las suyas mucho tiempo, tiempo en el que empezaron a temblarme las piernas ante su frio contacto. Afortunadamente recuperé mi extremidad antes de que mis estremecimientos fueran evidentes y logré salir de la mansión dignamente.

Esa noche estuve inquieta, despertándome continuamente. La mano me hormigueaba donde Drakkar posó sus labios, o quizá eran imaginaciones mías. Desasosegada en la cama me levanté para pasear por el jardín. Al salir al pasillo recordé la conversación con Alicia y curioseé en las habitaciones. En la primera dormían tres personas. En la segunda cuatro, todos desnudos y con los miembros entrelazados. Me retiré y salí rápido al jardín como si hubiera hecho algo malo. Paseé tranquilamente disfrutando del fresco de la noche. Oí un ruido y vi a Nala que se acercaba a mí. Estaba completamente desnuda. Sus largos y esbeltos miembros brillaban bajo la luz de las estrellas.

—¿No puedes dormir, Megan?

—No, no hago más que dar vueltas en la cama.

—A mí Drakkar me produjo el mismo efecto cuando le conocí. Es … magnético ¿verdad?

—Ya lo creo — suspiré —. Nunca me había pasado con nadie.

—Te acompaño un rato.

Fue agradable pasear con ella a mi lado. Disfrutamos de la noche y el silencio. Lo único que me costó fue no mirar su cuerpo desnudo. Al rato entramos en casa.

—¿Quieres que duerma contigo? — me preguntó.

—No — dije después de pensarlo —, llevo muchos años durmiendo sola y me costaría dormir con alguien, pero gracias.

—Vale, que duermas bien — me abrazó y me dio un beso en la mejilla antes de volver a su habitación. Yo me acosté pensando en los sucesos del día, ponerme en manos de Drakkar no iba con mi carácter, pero proteger mi mente era recompensa suficiente, aun así, ¿saldría indemne de la experiencia?