La Guardia de la Noche III - Relax

Quitó con suavidad la toalla, y me dejó totalmente desnudo y a su disposición en aquella cama. Para facilitar su tarea, noté como se subió en la cama con gran agilidad, sorprendente para un chico que sobrepasaba los dos metros de altura...

Al día siguiente, David y yo nos comportamos con total naturalidad. Es un tío de puta madre y el cerdeo que habíamos tenido, como él lo llamó, hizo que tomáramos mucha confianza el uno en el otro, y las veces que coincidíamos en alguna actividad, estábamos casi todo el rato de risas.

Las actividades se desarrollaron con naturalidad, y ya empecé a ver cómo un par de acampadas me dirigían miradas buscando mi complicidad, demostrando su interés en mí. Lo cierto es que yo no quería verlas como algo más que simplemente acampadas, ya que, a diferencia de David, no quería tener nada con ninguna de ellas, ya que me consideraba un buen profesional, aunque quién sabía ya si por hacerlo como él lo había hecho, no era menos profesional por ello. Dejé de rallarme y decidí que por darlas el capricho de tontear conmigo, no iba a pasar nada.

La ventaja de ser de la misma edad que el grupo, pues había en muchos casos menos de un año de diferencia entre acampados y yo, hacía que estos fueran más cercanos conmigo, y acudían con cualquier tipo de problemas. A muchos los conocía de vista del instituto y a otros de coincidir en algún lugar del distrito, por lo que el hermanamiento era rápido.

Después de la hora de comer, la hora y media que había entre el fin de la hora de la comida y el inicio de la primera actividad de la tarde, la dedicaban los chicos a descansar y perder el tiempo como quisieran, pero la prohibición de estar los chicos en las habitaciones de las chicas y las chicas en la de los chicos permanecía vigente durante todo el campamento, incluidas esas horas. Los monitores, en esos momentos, preparábamos las actividades que teníamos en la tarde, descansábamos o montábamos la guardia en el muro diurno, un turno mucho más movido por la cantidad de acampados despiertos, prácticamente todos, pero que solíamos solventar igualmente bien. La diferencia era que a mediodía sólo había dos monitores en el muro y eran del turno que no hacía la noche.

Iba camino de mi cuarto a descansar un rato después de comer, cuando David me dio alcance en el pasillo.

-          ¿Vas a ser capaz de dormir sin que esté a tu lado? – me preguntó con una sonrisa en los labios.

-          Ahora mismo creo que podría dormirme encima de una piedra con pinchos, o en lo alto del mismísimo trono de hierro clavándome en las espadas si hiciera falta – le respondí devolviéndole la sonrisa.

-          Ya ves macho, yo también estoy roto… creo que voy a pedir cita para que me den un masaje – dijo llevándose la mano al cuello.

-          Pues tendrás que esperar a tu día libre para recibirlo en el distrito – le contesté levantando las cejas.

-          ¡Que va colega!, en tu grupo hay un chaval que da unos masajes de la ostia gratis y sólo hay que pedírselo. Va a empezar fisioterapia este año en la universidad y le encanta practicar – me contó David.

-          ¿Quién?

-          Pedro, ¿no os ha dicho nada?

-          ¿El alto? – contesté, aunque era una obviedad, ya que es el único chaval que se llama Pedro, un chico de diecisiete años muy alto, que mide más de dos metros y con un parecido increíble con Shawn Mendes.

-          Sí. Es compañero de mi hermana en el equipo de natación y ha estado en mi casa muchas veces, por eso le conozco bien – me contó David.

-          No me había dicho nada… y la verdad es que yo tampoco diría que no a un masaje.

-          Si quieres le digo que nos haga un hueco y que nos dé un masaje, es un puto crack, seguro que no le importa.

-          De puta madre tío – le dije aceptando su propuesta.

-          Pues vamos a su habita a ver si está – me contestó David decidido.

Llegamos tras subir a la planta de arriba a la habitación donde Pedro compartía su espacio con Íñigo y Pablo, pues era una habitación triple con una cama individual y una litera, y nos encontramos con la puerta abierta de par en par, y con Pablo en calzoncillos encima de la cama, leyéndose un libro, sobre el que pasó la mirada hacia nosotros extrañado de vernos allí a esas horas.

-          ¿Qué pasa mens? – nos dijo con un golpe de cabeza.

-          ¡Eh chaval!, ¿has visto a Pedro? – preguntó David.

-          Está en la piscina con Íñigo y unas pibas del grupo – nos contó Pablo.

-          Ah… - dijo David con una mueca de decepción.

-          ¿Queríais un masaje? – preguntó Pablo dejando el libro en la cama e incorporándose.

-          Sí… ¿cómo lo sabes? – pregunté intrigado.

-          Porque Íñigo y él van a ser compañeros de curso en la carrera y han pensado ofertar sus servicios de masajes durante el campamento de manera conjunta al resto de acampados – nos contó levantándose de la cama y cogiendo un papel de una mesa.

-          ¿Y cuánto cobran por masaje? – preguntó David intrigado.

-          Nada. Favor por favor.

-          ¿Cómo? – respondimos los dos.

-          Pues eso. Que ellos dan un masaje a quien se lo pide, y al que se lo dan les paga haciendo algo por ellos. Ahora están dándole un masaje a Carlota y Elvira y ellas a cambio les van a hacer el turno de fregar los platos cuando les toque.

-          Qué cabrones… así se escaquean de todo lo que no quieran hacer – dijo David sonriendo.

-          Lo que no sé es si con los monitores será el mismo funcionamiento… sois los primeros que tenemos – dijo Pablo rascándose la cabeza.

-          ¿Cómo que tenemos? – pregunté extrañado.

-          Sí, yo soy su representante y les llevo la agenda. Vamos los tres en un pack.

-          Qué cabrón el Justin Bieber éste, pero si tú ni estás dando los masajes – le contesté, ya que su parecido con el cantante era algo que todos comentábamos en el campamento.

-          Les ayudaré cuando lo necesiten, y les presto el apoyo logístico… ¿te parece poco? – respondió Pablo con aire de suficiencia.

-          Pues un poco de geta sí que tienes… bueno qué, ¿nos das cita?.

-          ¿Para los dos o para uno? – preguntó Pablo.

-          Los dos – dijimos los dos al tiempo.

-          Pues a los dos al tiempo no los tengo disponibles hasta … - empezó a decirnos mientras miraba el papel que había cogido de la mesa – el martes que viene.

-          ¿Qué dices? ¿Ya tienen la agenda completa? – preguntó flipando David, pues sólo llevábamos dos días de campamento y ya habían ocupado una semana entera.

-          Ten en cuenta que sólo dan masajes a esta hora – dijo Pablo con suficiencia.

-          Pues vaya… - dijo David con decepción.

-          ¿Y por las noches? – pregunté.

-          Se supone que no podemos salir de las habitaciones después del fuego de campamento, así que como no puede venir nadie aquí…

-          Oye, pero que nosotros somos los monitores, nosotros sí que podemos venir – le dije.

-          Si queréis os puedo hacer un hueco en la agenda vip entonces y os lo pueden dar esta misma noche después del fuego – dijo Pablo apuntando nuestros nombres en el papel.

-          Pues sí. Vendremos a por ellos y vamos mejor a mi cuarto, que tiene dos camas individuales, que aquí es un follón con las literas – dijo David.

Después de haber concertado la cita para el masaje, David y yo nos fuimos cada uno a su cuarto a descansar lo que quedaba de rato hasta el comienzo de las actividades. El resto de la tarde fue como se preveía bastante movida.  Pedro, Pablo e Íñigo se me acercaron en el cambio de actividades para concretar los detalles del masaje, preguntándome que si queríamos uno relajante o descontracturante, a lo que respondí que mejor relajante. Entre risitas y cachondeos, me dijeron que tendrían que pensar cómo se lo pagaríamos, ya que al ser monitores, no era plan de que hiciéramos sus tareas. La verdad es que son chavales muy majos, y tienen ganas de cachondeo continuas. Pedro e Íñigo tenían ambos diecisiete y les quedaba muy poco para cumplir los dieciocho, mientras que Pablo era un año menor, ya que había cumplido los dieciséis justo antes de empezar el campamento, pero se le veía que estaba acostumbrado a estar rodeado de amigos mayores que él.

La cena trascurrió con normalidad, y a la hora del fuego de campamento, los de mi grupo habíamos preparado actuaciones musicales imitando a famosos, pero haciendo playback, claro. Pablo imitaba a Justin Bieber en su etapa de jovencito, cantando la canción de Baby, aprovechando que tenía el pelo clavado, aunque quizá un poco más rubio. Íñigo por su parte, imitaba a Joe Jonas en Cake by de Ocean, aprovechando su ligero parecido físico, mientras que Pedro evidentemente imitaba a Shawn Mendes, acompañado por Natalia que haría de Camila Cabello en Señorita. Además de esas actuaciones, estaba el Sobreviviré de Mónica Naranjo interpretado por Paula, y el Fiesta de Rafaela Carrá que haría Damián, que sería el fin de fiesta como última actuación.

Fue una velada muy divertida, con risas y aplausos a cada una de las actuaciones, si bien la que mejor quedó sin lugar a dudas fue la de Señorita, ya que incluyó el beso entre los protagonistas.

Cuando terminó la velada nocturna, todos los acampados se fueron a sus habitaciones, y David y yo les pedimos a Juan y a Leo que hiciéramos la noche igual que las anteriores, y que a mitad de quincena cambiáramos las posiciones. Nos dijeron que no les  importaba seguir así, ya que las noches estaban siendo muy tranquilas. También les dijimos lo del masaje, ya que no era plan de que nos pillaran en una ronda. De ellos salió la idea de que nos quedáramos entonces en la habitación de David y Juan, para no despertarlos a la vuelta del masaje.

Después de media hora en la que les ayudamos a hacer las rondas, David y yo nos despedimos de ellos y nos dirigimos a la habitación que compartían los masajistas y su representante a recogerles. Nos estaban esperando con una bolsita donde había aceites esenciales, velas, toallitas de bebé, toallas de manos y otras cosas. Pablo nos preguntó si nos importaba que viniera con nosotros, ya que no tenía sueño y se iba a aburrir él sólo en la habitación. Le dijimos que por supuesto que no nos importaba, y bajamos los cinco a la habitación de David.

Cuando entramos, Pedro e Íñigo nos indicaron que nos sentáramos cada uno en una cama, y para hacer más relajante el ambiente, fueron colocando un altavoz bluetooth con música de spa, velas e incienso, mientras nos íbamos quedando en calzoncillos tal y como nos habían pedido. Por su parte, los tres decidieron quedarse únicamente con el pantalón corto, despojándose de sus camisetas debido al calor.

Después, nos pusimos bocabajo en las camas, y Pedro se puso conmigo mientras que Íñigo se dirigía a la cama de David. Ya que ambos llevábamos calzoncillos tipo bóxer, los “profesionales” nos pusieron una toalla encima del culo a cada uno y nos dijeron que nos quitáramos también los calzoncillos, ayudándome Pedro a quitarme el mío mientras levantaba el culo de la cama. Hablaban en voz muy baja y desde que me volví a tumbar, lo único que se oía en la habitación era la música relajante. Después, comenzó a echar aceite con olor a rosas por mi espalda, esparciéndolo suavemente por ella con ambas manos y centrándose en mis hombros y el comienzo del cuello. La sensación de relajación fue inmediata.

Giré mi cuello para ver cómo iba David, y le vi que estaba también mirándome  y me hizo un gesto de conformidad, cerrando y abriendo los ojos mostrándome cuanto estaba disfrutando igualmente de su masaje. Pedro, que después de unos minutos en aquella zona  de mis hombros y cuello, comenzaba a descender en su labor, tenía unas manos de oro. Parecía mentira que aún no hubiera comenzado a estudiar la carrera, cuando parecía ya ser todo un experto, aplicando la presión necesaria y con la intensidad que necesitaba cada zona.

Sin saber muy bien cómo, los minutos iban pasando a toda velocidad, no quería que acabara nunca, y cuando Íñigo le dijo en voz baja a David si quería que continuara con lo que faltaba de atrás, abrí los ojos para ver que estaba sujetando con los dedos el borde de la toalla, mientras que David con los ojos aún cerrados, le decía brevemente que sí. Posteriormente, Íñigo retiró lentamente la toalla que cubría el culo de David, y recogiendo aceite con las manos de la parte baja de la espalda, y repartiéndolo por ambas nalgas del rubio. Poco después, Pedro se agachó hasta mi cabeza, susurrándome si yo quería lo mismo, a lo que le contesté afirmativamente con un gesto de cabeza.

Quitó con suavidad la toalla, y me dejó totalmente desnudo y a su disposición en aquella cama. Para facilitar su tarea, noté como se subió en la cama con gran agilidad, sorprendente para un chico que sobrepasaba los dos metros de altura, y poniéndose de rodillas con mis piernas entre medias, comenzó a sobar y masajear mis glúteos con sus manos lubricando todo a su paso. De vez en cuando con el movimiento dejaba mi agujero expuesto al masajear hacia el exterior las nalgas, siendo una sensación que comenzaba a excitarme.

Pedro le hizo un gesto a Pablo, que hasta ese momento había permanecido callado y sentado en una silla observando la escena, y se levantó para acercarse hasta donde Pedro le indicó.

-          Pásame el aceite – le dijo en voz muy baja a lo que Pablo, sin decir nada, se dispuso a acercarlo.

En tanto Pablo cogía el aceite, Pedro se incorporó nuevamente en la cama, separando mis piernas y colocándose entre ellas un momento después, dejando esta vez mi raja mucho más expuesta. Cuando Pablo llegó, le pidió permiso a Pedro para echar el aceite, y comenzó a repartir el lubricante por ambas nalgas y por toda mi raja. En ese momento, agradecí estar tumbado bocabajo, ya que mi polla se había puesto como un bate de beisbol de dura.

Mientras unas manos sujetaban mis nalgas separándolas, otras manos se adueñaron de mi raja, pasando algún que otro dedo por encima de mi ojete, que estaba tensándose y relajándose por momentos. De repente, un dedo se posicionó en la misma puerta de entrada.

-          Si te sientes incómodo paramos – me dijo Pedro en un susurro.

Abrí los ojos en ese momento para ver cómo iba David, y mi sorpresa fue ver que, tumbado como estaba bocabajo, le estaba haciendo una mamada a los 17 centímetros de Íñigo, quien con suavidad le estaba follando la boca ya sin pantalones estando ambos desnudos. Flipé. Miré como pude a Pablo y Pedro y flipé aún más, ya que ambos estaban también completamente desnudos, si bien Pablo sobando el culo de Pedro y pajeándole suavemente una monstruosa polla de 21 centímetros, mientras que la suya estaba libre pero apuntando al techo sus 15 centímetros. Y flipé más aún.

Pablo, al darse cuenta de que yo ya estaba al tanto de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, se acercó hasta mi cara, poniéndome el rabo en la boca. Era una bonita polla, no muy grande, no muy gorda y tampoco delgada, pero se me antojó en cuanto la tuve al alcance de mi lengua. Pedro se permitió la libertad de introducir un dedo en mi ojete, que pronto y gracias a la abundante lubricación, pronto fueron dos con los que jugaba en mi entrada. Mis sensaciones estaban siendo bastante buenas, sentía algo parecido a placer con la entrada de esos dedos, y comencé a subir y bajar por la polla de Pablo con la lengua fuera de mi boca, y de pronto noté como Pedro se tumbaba sobre mí, encajando su herramienta en mi aceitoso culo y comenzando a simular que me follaba, proporcionándose placer con mi culo, tal y como parecía que se estaban acostumbrando a hacer todos los que compartían cama conmigo en este campamento.

-          Ni se te ocurra meterme eso, que me destrozas – le dije a Pedro rompiendo el encantamiento del momento cuando noté que se empezaba a posicionar para meterla.

-          Sólo la puntita – me dijo Pedro revolviéndose sobre mi y abrazando mi cuerpo que estaba debajo del suyo.

-          Ni puntita ni pollas… que me vas a reventar con ese pedazo de trabuco – eché la mano instintivamente para atrás para comprobar que eso que tenía alojado en la raja de mi culo no iba a caberme como polla para estrenarme en el sexo anal.

-          Fóllame a mi mientras yo me lo follo – dijo de pronto Pablo, moviéndose para colocarse junto a la cama para esperar que Pedro me liberara y ocupar él mi lugar.

-          Estáis zumbados… - hice un gesto de resignación y llevado por el morbo de la situación y lo cachondo que estaba, alcé mi culo para ponerlo a disposición de Pablo.

En unos segundos iba a comprobar si lo que se decía del sexo anal era verdad o no. Pedro, por su parte, terminó de colocarme a cuatro patas, y se dirigió a mi cabeza para meterme su rabo en la boca. Comenzando una follada que me provocó más de una arcada. Mientras tanto, Pablo ya se había lubricado su polla también con aceite, que junto a mis babas, lo relativamente mediano de su miembro y el jueguecito previo de Pedro con sus dedos lubricando mi interior, hizo que su cabeza entrara con bastante facilidad, comenzando a introducir lentamente centímetro a centímetro.

-          Se lo está follando tío – oí como le decía Íñigo a David, a quien desde mi posición no podía ver, pero intuía que seguía trabajándole la polla a Íñigo con su lengua.

-          Veniros aquí cabrones – le dijo entonces Pedro a Íñigo y David.

De pronto noté una punzada de dolor, pues Pablo había impulsado su polla más adentro de mí, y un gemido se me escapó. Para mi bien, se quedó quieto donde estaba, y se tumbó suavemente sobre mí sin sacar su polla de mi culo, para darme caricias en los hombros y pequeños besos en la espalda.

Pedro abandonó mi boca levantándose y dejando su sitio a Íñigo, quien ocupó su posición y el puesto que le permitía follarme la boca, ya que debido a la diferencia de tamaño con respecto al miembro de Pedro, entraba mucho más profundo en mi boca.

Noté como Pedro se dirigía hacia atrás para posteriormente comenzar a notar como Pablo paraba unos momentos de follarme. Pedro le estaba metiendo su tranca a Pablo y cuando se acoplaron, reanudaron nuevamente las embestidas, que esta vez eran mucho más poderosas que antes, ya que Pedro estaba dirigiendo la follada que Pablo me estaba regalando. Por su parte, David se las ingenió para colocar sus piernas abiertas sobre mi cuerpo, posicionándose de pié y con el rabo apuntando a los labios de Íñigo, quien a su vez era mamado mientras engullía el rabo del bello rubio.

En ese momento, me encontraba viendo las estrellas. Pablo me follaba sin grandes complicaciones gracias a la dilatación y la lubricación previas, y me encontraba ante nuevas sensaciones en mi cuerpo que nunca se me habían producido. Sentía poco después como si estuviera a punto de correrme. Era una sensación muy placentera y rara al mismo tiempo. La polla de Íñigo en mi boca comenzó a escupir un trallazo tras otro, y al igual que con la lefada de David del día anterior, la tragué chorro tras chorro.

-          Oh sí, trágatelo todo zorra – dijo Íñigo, sacándose la polla de David de la boca, mientras daba los últimos caderazos escupiendo toda su semilla en mi boca.

Este comentario caldeó aún más el ambiente desenfrenado de sexo que había en la habitación, y, sentándose sobre la polla morcillona de Íñigo, David me ofreció su polla para que mi boca continuara con la sesión de mamadas que había iniciado.

La polla ya conocida de David ocupó el espacio que dejó la de Íñigo, y traté, mientras las embestidas de Pablo en mi culo seguían a un ritmo que marcaba Pedro, de hacer de mi boca una funda total para la polla de mi compañero, llegando hasta la campanilla con ella, y produciéndome una momentánea arcada.

No duró mucho David en descargarse. Después de unos minutos en los que mi lengua subía y bajaba haciendo círculos dentro de mi boca, me sujetó por la cabeza con ambas manos, al mismo tiempo que Pedro le marcaba a base de pollazos un nuevo ritmo más intenso a Pablo, que por inercia se metía cada vez más intensamente en mi interior. En un momento de frenesí total, noté como mi boca se llenaba de semen al mismo tiempo que en mi culo notaba las pulsiones de la verga de Pablo, preñándome y derrumbándose sobre mi espalda en ese momento, haciéndome presión y llevándome a mí también al orgasmo. No sé muy bien en qué momento me corrí, porque fue una sensación realmente distinta, como si todas mis zonas erógenas se hubieran activado al mismo tiempo, y el orgasmo habitual de soltar semen se confundió con uno mucho más intenso que me invadió todo el cuerpo.

Derrotado, lleno de semen en todo mi aparato digestivo, desde el comienzo hasta el final del mismo, perdí totalmente las fuerzas, y me abandoné a las sensaciones, que me producían las distintas personas que estaban en la cama. Pablo salió de mí tras darme un beso en la espalda, Íñigo y David se levantaron igualmente de la cama para secarse el sudor, pues no tenían ningún resto que limpiar ya que ya se había encargado mi boca de ello. Había sido una sesión de sexo maratoniana para mí, pocas veces en mi vida había sentido tal cúmulo de sensaciones sexuales, y estaba aún tratando de asimilar en mi mente todo lo que había ocurrido en aquella habitación.

De repente, noté un nuevo cuerpo detrás de mí, y mucho más pesado que el de Pablo. Pedro, que por lo visto aún no se había corrido, comenzó a masturbarse como loco recuperando la posición que tenía antes de que todo se desatara, y cuando estuvo a punto de caramelo, dirigió la punta de su sable a mi abierta entrada, que, gracias al trabajo anterior y los jugos de Pablo, no tuvo inconveniente en recibirle para que depositara en mí interminables chorros de semen que recibí aún aturdido.