La Guardia de la Noche I. Después del fuego

Ser monitor, después de haber sido un acampado más, era lo máximo para todos los que disfrutábamos de la experiencia del Campamento

Ser monitor, después de haber sido un acampado más, era lo máximo para todos los que disfrutábamos de la experiencia del Campamento de la Junta de Distrito Sur de Ciudad Cuado. Estos campamentos se organizaban todos los años para pasar en la montaña, en un antiguo hotel sin ningún tipo de lujos más allá de disponer de agua caliente en las duchas, quince días rodeados de, si tenías suerte con los grupos, alguno de tus amigos del colegio o instituto, y los vecinos con los que convives el resto del curso.

En total había cuatro turnos para ir de camping, y los acampados siempre iban rotando por quincenas, mientras que los monitores permanecían en el campamento los dos meses al completo. No es que la montaña quedara muy lejos de la ciudad, de hecho el antiguo hotel era un edificio propiedad del Ayuntamiento de Ciudad Cuado que había sido embargado, lo que permitía que los días libres que teníamos los monitores, cuatro en todo el verano, uno por quincena, pudiéramos ir a la ciudad a realizar cualquier gestión, comprar o visitar a amigos o parejas que estaban en la ciudad.

Los grupos de acampados, que eran 80 en total, se dividían por edades, siendo 20 niños  (Grupo Alfa), 20 (Grupo Beta), 20  (Grupo Gamma) y otros 20 (Grupo Omega). Los grupos eran mixtos y se dividían en habitaciones por chicos y chicas, totalmente separadas en los dos bloques del hotel, lo que hacía imposible que por las noches hubiera contacto entre chicos y chicas.

Este año me estrenaba en el grupo de monitores y tenía el privilegio de ser el submonitor del grupo Gamma. Con 18 años recién cumplidos en abril, ya en junio tenía a mi cargo a 20 chavales, y sólo tenía por encima de mí en la organización del campamento al monitor principal de mi grupo, al coordinador monitores y al director del campamento, quien en realidad era el delegado de juventud de la Junta de Distrito Sur de Ciudad Cuado, y estaba más tiempo en la ciudad que en el propio campamento.

El salario era bajo pero no estaba nada mal para un curro de verano, unos 150 euros a la semana que pagaban por quincenas en un sobre con quince billetes de 20 euros.

La primera quincena pasó muy rápido, todo el día con actividades y después de la cena el fuego de campamento, donde nos reuníamos todos los grupos a realizar alguna actividad conjunta, ver alguna actuación que había preparado alguno de los grupos, o recibir una sorpresa por parte del Ayuntamiento, que en realidad era un cantautor que era amigo del director del campamento, y al que enchufaban cuatro actuaciones en todo el verano y le pagaban por ellas diez veces más que lo que nos pagaban a los monitores en todo el verano.

Durante esa primera quincena, fueron los monitores de los grupos Alfa y Beta los que se instalaron en el hall del hotel a dormir, haciendo guardia entre ellos cuatro para estar atentos a cualquier imprevisto que hubiera por las noches, y además controlar que no hubiera cambios de habitaciones entre chicos y chicas. En la segunda quincena me tocaba a mí quedarme junto a los monitores del grupo Gamma, David y Juan, y mi compañero de grupo, Leo, en lo que nosotros llamábamos El Muro. Da la casualidad de que los cuatro éramos chicos, mientras que los monitores de Alfa y Beta eran cuatro chicas.

La primera noche de la segunda quincena, mi estreno en la Guardia de la Noche, fue bastante tranquilo. El primer día de campamento para los nuevos acampados era muy cansado por las presentaciones y constantes actividades, y no hubo prácticamente movimiento fuera de las habitaciones, y mucho menos amagos de intercambio entre chicos y chicas, por lo que pudimos dormir casi toda la noche en los colchones, uno doble y dos individuales, que habíamos dejado en el antiguo despacho de dirección que estaba tras la recepción y hall del hotel.

El segundo día, a medida que pasaba iba estrechando lazos entre los acampados dentro de su grupo y los monitores y los acampados, siendo ya a la hora de la cena del segundo día una gran familia, tal y como había sucedido durante la primera quincena con el primer grupo de acampados.

Esa segunda noche, después del fuego de campamento que se nos alargó hasta prácticamente las doce de la noche, y tras realizar la última ronda casi a las dos de la madrugada, nos dispusimos a cambiar la organización, ya que empezaba a correr el peligro nocturno, y podría haber visita de salvajes que quisieran cruzarlo. Por tal razón, decidimos quedarnos a dormir David y yo dentro del despacho en el colchón doble, y Leo y Juan se pondrían en los individuales, uno a la entrada de cada uno de los pasillos que dirigían a las dos alas del hotel, vigilando Leo la salida del bloque de las chicas y Juan la de los chicos.

Como hacía calor, David me dijo que si me importaba que durmiera sólo con el bañador y sin camiseta, ya que debíamos compartir el colchón, a lo que le contesté que para nada, ya que yo haría lo mismo. Cuando volví del baño de lavarme los dientes y asearme mínimamente, vi a David que ya estaba dormido de espaldas al hueco que me había dejado. El colchón doble realmente no era muy grande. En realidad, era un colchón de 105 cms, es decir, de plaza y media, por lo que el contacto iba a ser irremediable.

Me acosté intentando no acercarme demasiado a David para no darnos calor mutuo, y prácticamente según toqué el colchón me dormí.

Sobre las cuatro de la madrugada, sentí como David se revolvía y me puso una mano sobre el culo, dejándola totalmente quieta y apoyada en mi nalga derecha, sosteniéndola. Me quedé paralizado, pues no sabía qué hacer. Si hubiera sido uno de mis amigos con los que tengo más confianza no me hubiera importado quitársela aún a riesgo de despertarlo, pero la poca confianza que tenía con David, unido al sueño que tenía, hacía que me quedara quieto soportando el peso de su mano en mi nalga. A decir verdad, tampoco estaba nada incómodo y a pesar de que esa situación era la que más “sexual” había sido desde que empezó el campamento, pues no había encontrado el momento ni siquiera de masturbarme en los quince días anteriores, finalmente me quedé dormido nuevamente con la extraña sensación de que otro tío me estaba tocando el culo.

Sobre las seis y media, me desperté nuevamente por otro movimiento de David, y esta vez era su paquete pegado a mi culo, además de su mano sobre la misma nalga en una posición de más aproximación. Sentí palpitar su rabo duro como el hielo y como en sueños hacía pequeñísimos movimientos con su pelvis, muy suaves pero potentes, que si no hubiera sido por la tela de los bañadores, ahora mismo estaría con su rabo enterrado en mi ojete. Estuve quieto unos segundos más, incómodo por la situación pero a la vez extrañamente excitado. Tanto que mi propio rabo comenzó a tomar consistencia con una velocidad bastante alta. Yo, que a mis 18 años jamás había tenido ningún contacto con otro hombre más allá de pajas conjuntas en las que cada uno iba a lo suyo, y nada más que a lo suyo, que me había acostado con tres chicas en los últimos seis meses y que había tenía babeando por mí a un bien número de acampadas de los grupos anteriores y probablemente tendría mis seguidoras en los grupos actuales… me estaba empalmando sintiendo como un tío dormido simulaba penetrar mi ojete con su sable en sueños pensando que fuera el chochete de cualquier fulana.

Después de diez minutos o más soportando las suaves y constantes embestidas de David, decidí poner remedio a la situación y decidí que lo más prudente sería darme la vuelta y a ello me disponía cuando, sin previo aviso sentí como David se corría dentro de su bañador en el último de sus envites a mi culo. No conté los espasmos de su polla sobre mi ojete, pero debió soltar mucha cantidad de semen. Tanta que inmediatamente comencé a notar mucha humedad en mi ojete, ya que había empapado la tela de su bañador y traspasado igualmente la del mío.

Eso ya sí que era lo máximo, y a pesar de que yo también llevaba una empalmada brutal y estaba a punto de correrme por lo excitante y extraño de la experiencia, me levanté como un resorte del colchón y me giré para comprobar que la mancha en su paquete era totalmente delatora de lo que allí había pasado. ¡Y encima el muy cabrón seguía dormido como si nada!.

Salí intentando hacer el menor ruido posible y pasé al lado de Juan para ir hacia mi habitación a cambiarme el bañador, pero no caí en que en los pasillos había detectores de presencia que encendían automáticamente la luz, por lo que cuando había sobrepasado a Juan sólo un metro, éste se alertó por las luces y se despertó.

-          ¿Dónde vas? – preguntó disparando sin saber ni quién era.

-          Tranquilo, que soy yo, que voy a mi cuarto a coger ropa y ducharme para estar ya preparado para el desayuno. – respondí ruborizado y dándome la vuelta para que no viera que tenía el bañado mojado a la altura del ojete.

-          Ah, joder, que susto… ¿pero qué hora es?. – contestó frotándose los ojos.

-          Las siete menos algo – aún queda un rato.

-          Pues venga, que voy a descansar un rato más – me dijo volviendo a echarse sobre su colchón. – que disfrutes de la duchaja.

-          ¿qué dices? – contesté confundido.

-          Que te la menees a gusto cabrón, que vas a estallar el bañador con esa empalmada. – mierda, con las prisas de no había caído que darme la vuelta para que no viera la corrida del cabrón de David en mi culo había dejado mi empalmada expuesta.

-          Que cabrón, me he despertado contento… que son mucho días sin descargar – salí al paso mirando hacia abajo para comprobar que la seguía teniendo a todo lo que daba mi polla.

-          Ya ves macho… - Juan por lo visto también estaba de abstinencia obligatoria estos días, e hizo un gesto con la cabeza como invitándome a seguir hacia mi cuarto.

En ese momento debería darme la vuelta y seguir caminando hacia la habitación, pero me daba apuro que Juan me viera y se diera cuenta del pastel, por lo que continué de pie de frente a donde estaba él cuando ya habíamos terminado la conversación, y me miró con cara de no saber qué hacía yo allí plantado enfrente de él con una erección apuntando hacia su cama.

Después de ese momento incómodo, decidí que de perdidos al río, me di la vuelta sobre mis pies y continué la marcha a paso ligero hacia mi habitación, rezando para que no me dijera nada.

Pasé todo el día con mucha vergüenza cada vez que nos juntábamos con el grupo de Juan y David, y eso que eran muchas las actividades que compartíamos. David actuaba tan normal, como si no hubiera pasado nada con su polución nocturna, pero Juan se dedicaba cada vez que podía a preguntarme que qué tal había ido mi duchaja, a lo que le respondía con la verdad, y que era que sólo se había quedado en ducha porque coincidí con un acampado que estaba cagando en el baño del pasillo.

Con los acampados había mucho colegueo, ya que si bien éramos la autoridad en el campamento, la verdad es que hubiéramos pasado como un acampado más sin problema. Leo, el monitor principal de mi grupo, era un chaval moreno de 20 años muy alto y bastante fibrado. Era estudiante de Magisterio en Educación Física, y complementaba su formación con un par de horas diarias en el gimnasio de la facultad como nos contó. Tenía novia y casualmente era una de las monitoras de los grupos de los pequeños, Maite, aunque mientras duraba el campamento la verdad es que se comportaban de manera bastante profesional, sin que en ningún momento hubiera nada fuera de contexto, ni se escaquearan para no ejercer sus labores.

Juan, por su parte, tenía 23 años y si bien ya había terminado la misma carrera que Leo, aún no había encontrado curro y seguía solterísimo como él decía, por lo que este campamento le valía para sacarse unos eurillos de cara al siguiente curso poder hacer un postgrado. Físicamente era bastante normal, no es que llegara a estar fofisano, pero sí iba un pelín pasado de peso. Era pelirrojo, con la piel muy blanca y con pecas, lo que le daba un aire de guiri que era objeto de alguna de otra risa sana entre los chavales y monitores del campamento.

David, por su parte, tenía la misma edad que yo, 18, y era de mi misma estatura y también delgado, sobre el metro ochenta y unos setenta kilos como yo, pero mientras yo soy moreno azabache, él es rubio. Blanquito de piel y con una cara de no haber roto jamás un plato, guapísimo, con una nariz perfecta y ligeramente respingona, y unos ojos verdes increíbles, rivalizaba conmigo a la hora de ser el rompecorazones del campamento.

David se comportaba con muchísima naturalidad conmigo, lo que me confirmaba que no se había enterado de aquella polución nocturna, o que al no estar en la cama yo cuando se despertó, daría por hecho que no me había enterado de que se había corrido con un sueño húmedo. Por eso, cuando después del segundo fuego de campamento de la segunda quincena repartimos las tareas nocturnas y los colchones, no me extrañó que no le importase repetir noche conmigo en el colchón doble. Lo habíamos decidido así sobre la marcha, ya que Juan y Leo no habían tenido un día con tanta actividad física como nosotros, por lo que decían que no les importaba estar un poco más pendientes del muro en la noche. Y así, siendo la una de la madrugada, volvimos a tumbarnos en el colchón del despacho una vez más, con la puerta abierta para estar pendientes de si nos necesitaban, pero lejos de la vista de nuestros compañeros.

-          ¿Qué tal has dormido esta noche tío? – me preguntó David cuando estábamos a solas.

-          Bien, pero me desperté bastante pronto con tus movimientos – contesté sincero pues no estaba dispuesto a volver a ser su juguete sexual mientras dormía.

-          ¿Ah sí?. Pues yo no me he enterado de nada… lo siento -  contestó David dubitativo, ya que le acabaría de venir a la mente el recuerdo de que se había corrido mientras dormía, y no sabía en qué momento había sido.

-          Va tío, no te preocupes, que estabas sobando. Pero debiste tener un sueño muy muy cachondo, porque no veas… - me callé de repente porque me daba mucha vergüenza.

-          Porque no veas… ¿qué?, no me acuerdo de nada – me preguntó en voz muy baja.

-          Tío, pero si te has corrido y todo – le dije en voz también muy baja incorporándome y mirándole con la poca claridad que teníamos en el despacho por la poca luz que entraba a través de la puerta.

-          De eso sí que me he dado cuenta, pero esperaba que tú no lo hubieras notado – contestó David llevándose una mano a la cabeza y rascándose el pelo mostrando su nerviosismo - ¿Y te he molestado mucho? Joder tío que palo me está dando…

-          Bueno… la verdad es que tengo que dar gracias a que teníamos puestos los bañadores tío, porque si no me habría quedado preñado… y no estoy listo aún para ser padre – dije tratando de rebajar la tensión y quitar hierro al asunto, ya que quería que quedara claro que no podía simular follarme mientras dormía.

-          ¿Qué dices tío? – me dijo incorporándose y llevándose las dos manos a la cara.

-          Pues eso, que si no llega a ser por la tela de los bañadores me habrías reventado el ojete, que has tenido mucha puntería cabrón. Además… bah, déjalo.

-          ¿Déjalo el qué? – me contestó quitándose las manos de la cara y mirándome fijamente.

-          Que no pasa nada, pero que has tenido tan buena puntería y has escupido tanto, que tus babas de polla me han llegado al ojete, porque han traspasado la tela de los dos bañadores.

-          No jodas tío… que palo -  dijo esta vez sonriendo, ya que le haría gracia la imagen mental que se estaba componiendo – es que llevaba casi una semana sin descargar, y me suele pasar cuando no escupo lo suficiente.

-          ¿Cómo una semana?. Si llevamos en el campamento ya dos semanas… ¿te la has machacado durante la primera semana? – pregunté a David interesado por la información, ya que yo no había sido capaz de encontrar un momento para tocar la zambomba, ya que compartía habitación con Leo y los baños eras compartidos también con los acampados.

-          Pues tuve suerte la primera semana y descargué un par de veces – me confirmó David sonriendo.

-          ¿Y cuando tío? -  dije más llevado por la envidia que por el interés en el detalle.

-          Una vez en mi habitación con una paja mientras Juan dormía y otra en el bosque… sobre unas tetas – dijo sonriendo por el recuerdo.

-          ¿Qué dices colega?. ¿Sobre las tetas de quién? – flipaba con la información que me estaba dando.

-          ¿Te acuerdas de Tamara la de tu primer grupo de acampados?

-          No jodas… ¿te la tiraste? – Tamara era una chica que había entrado en el campamento por los pelos, ya que era la que más edad tenía de todos los acampados… pues cumplía los 18 al día siguiente de terminar su turno del campamento.

-          No quiso que folláramos, pero sí que me la chupó y me terminó la paja con sus tetas.

-          ¡Qué hija de puta! Si se pasó todo el campamento rondándome y diciéndome guarradas – era verdad que estaba buena, ella lo sabía, y que me había estado tirando los tejos durante dos semanas, pero se ve que no era su único objetivo en el campamento – y va y te hace una mamada y una cubana la cabrona.

-          Pues no veas como la chupa la cabrona… parecía que me quería vaciar los huevos y que mi polla era la pajita – David se llevó la mano de manera inconsciente a su abultado paquete.

-          Qué cabrón tú… encima que ya has descargado dos veces en el campamento… vas y te corres en mi ojete cuando yo ni siquiera he conseguido hacerme una triste paja – lamenté sonriendo y pegándole un codazo suave.

-          Ya ves colega, los hay que tenemos suerte – contestó devolviéndome el codazo.

-          No es justo colega, yo también necesito descargar los huevos – ya lo había decidido, de esta noche no pasaban mis huevos rellenos de crema. Sí o sí me iba a correr.

-          Y yo que quieres que haga… - dijo David encogiéndose de hombros.

-          Que me compenses. Quiero que me compenses – le contesté incorporándome de un salto y sujetándolo de los hombros con las dos manos, dejando su cara a la altura de mi paquete.

-          ¿Qué haces tío? – dijo sorprendido e intentando zafarse de la posición en la que lo mantenía.

-          Te dejo que elijas cómo compensarme… o me hacer una mamada y me corro en tu boca… o me dejas hacerme una paja aquí mismo y me corro en tu cara – era evidente que una mamada no me iba a hacer, por lo que dando por hecho que era la segunda opción, comencé a bajarme el bañador para dejar al aire mis 18 centímetros de polla.

-          ¡Qué cabrón tío! – David asumió que debía compensarme por haberse corrido en mi culo la noche anterior, por lo que, tras dudar unos segundos, me dijo – va tío, te dejo que te corras encima de mí, pero no en mi cara y de esto ni una puta palabra a nadie.

-          Bueno tío, si no es en tu cara… déjame que me restriegue un poco la polla en tu culo sin bañador, que de espaldas pareces una piba. Me corro en tu espalda – sabía que me iba a decir que no, pero tenía que intentar conseguir una compensación a la altura de la ofensa de haber visto mi ojete manchado por su semen.

-          ¿Qué dices colega?, que quieres que me ponga de espaldas en plan todo puta para ti. Tú estás fumado. -  David se deshizo de mis manos en sus hombros y se recostó sobre sus codos.

-          Venga tío, que no pasa nada… me lo debes por haberte corrido en mi ojete – le insistí casi suplicante.

-          Joder macho… - pareció dubitativo un momento, y comenzó a bajarse el bañador por sorpresa y se dio la vuelta sobre sí mismo debajo de mis piernas abiertas. – te dejo que me cerdees un poco, pero ni se te ocurra profanar mi ojete o te crujo, cabrón.

Sorprendido por haberme salido con la mía, observé la estampa que tenía debajo de mí. David, el cabrón de David que se llevaba a todas las tías que quería, estaba tumbado bocabajo en el colchón, desnudo, y esperando que le restregara la polla por el culo. Eso iba a ser lo más cercano que iba a estar de follar en todo el verano. Se lo había dicho casi de coña, pero debía tener un gran remordimiento por haber lefado mi culo la noche anterior, y estaba dispuesto a pedirme perdón de aquella manera.

Bocabajo como estaba, la verdad es que parecía una adolescente cualquiera. Piel perfectamente suave y sin un solo pelo… totalmente lampiño, ya que ni siquiera tenía pelos en la raja del culo, y al tener los brazos pegados al cuerpo, no se podía distinguir si era un chico o una chica por los pechos. Abrió ligeramente las piernas, dándome permiso para iniciar.

-          Joder tío, no tienes ni un puto pelo en todo el cuerpo, ni siquiera en el coñito que tienes aquí detrás. – me estaba calentando mucho pensando en lo que estaba por hacer y se me estaba yendo la olla por la calentura.

-          Ya ves, y eso que no me depilo… lo único que me quito es el pelo de la polla y de los sobacos – dijo David.

-          Pues me estoy poniendo todo cerdo tío… no sé qué me pasa – le decía mientras me quitaba el bañador completamente y procedía a agacharme para contemplar el cuerpo que tenía debajo de mí, llevando mi mano por la espalda hasta sus nalgas.

Como David tenía las piernas abiertas, me coloqué de manera que mi polla encajara entre sus lampiñas nalgas, mientras estaba yo de rodillas junto a él. Por un momento, pude distinguir su ojete, que estaba contraído por la tensión. Mi polla estaba soltando mucho pre, por lo que descapullándola un poco comencé a restregarla por toda su raja, deteniéndome en la zona de su agujero, notando como cada vez que pasaba mi polla por él, David se contraía un poco más.

Para añadir un pequeño extra de lubricación, me agaché y separé sus nalgas con las manos, escupiendo un par de lapos en la raja, para acto seguido echarme sobre su espalda, dejando mi cañón enterrado en el culo de David, a lo largo de toda su extensión. Comencé entonces a simular mi follada, haciendo tope a mis embestidas con la piel posterior del escroto de David, quien comenzó a resoplar al notar mi respiración en su cuello.

Estuvimos cerca de cinco minutos en esa posición, y si bien era placentero para mí el movimiento, no era como follar y no sería suficiente para que me corriera. Por eso, y dejándome llevar por el calentón, me incorporé y comencé a avivar los movimientos sobre mi rabo con mis manos, haciéndome una paja sobre su culo para, cuando estaba al borde del orgasmo, dirigir la punta de mi polla sobre su agujero, y hacer presión sobre el mismo, que como ya estaba relajado al creer que había pasado todo el peligro, se abrió en la primera embestida que le di, para recibir mi capullo y con ello mi corrida, que estalló dentro de su culo en unos interminables siete chorros con sus correspondientes contracciones.