La Grecia Clásica: Mi primera orgia

Las experiencias de un apuesto joven en tiempos de la Grecia clasica.

MI PRIMERA ORGIA

Que decir de la civilización Griega, creadores de la democracia y la filosofía. El sexo era algo que formaba parte importantísima en la vida de los griegos y aunque la familia llegó a ser el fundamento de la sociedad, en la esfera sexual los griegos tuvieron las mayores variantes imaginables. Durante el siglo de Pericles, época de mayor esplendor de la civilización griega, la culminación del sexo se obtenía de la relación entre un hombre maduro y un joven recién iniciado en el arte del placer. El falo era el símbolo regidor del sexo, y la mujer era sólo un objeto destinado a la reproducción.

Nací en Atenas allá por el año 439 a.C., cuando Pericles era máximo dirigente de Atenas. Hijo de un político, mi infancia transcurrió con todo tipo de privilegios. Siempre dispuse de profesor particular para mi educación y nuestra familia se codeaba con las más importantes de la ciudad. Descubrí la sexualidad a edad temprana con un joven de mi edad, cuando contaba con apenas trece años, cosa normal por aquellos tiempos.

Con dieciséis años me había convertido en uno de los jóvenes más bellos de la ciudad, todo un privilegio en Grecia, donde se hacía culto a la belleza masculina. Me estaba preparando para las olimpiadas y mi cuerpo era de los más deseados de la ciudad. Para mí, que cuidaba mucho mi imagen, era todo un privilegio gozar de la admiración de mis semejantes. A mis oídos habían llegado numerosos rumores del presunto interés de ilustres personajes por gozar de mi cuerpo. Todo esto no hacía más que alimentar mi ego, y cada día hacía lo posible por mejorar mi físico.

Con motivo de las olimpiadas se organizó una fiesta a la que asistiríamos los deportistas atenienses que acudiesen a ella. La fiesta se celebraba en uno de los palacios atenientes, utilizado normalmente para las reuniones de políticos. A dicha fiesta acudirían los personajes más importantes de la ciudad, y era todo un privilegio para nosotros los deportistas cuyos nombres empezaban a ser populares en la ciudad.

Llegó el día de la fiesta y como todas las mañanas acudí a mis entrenamientos. Al concluir volví a mi casa, donde comí y dormí una pequeña siesta. Al despertar avisé a mi hermana para que me ayudara a arreglarme, pues debía acudir lo más bello posible a aquella fiesta.

Primeramente preparó una cera para depilar todo mi cuerpo, incluidas mis partes intimas, cosa habitual por aquel entonces. A continuación tome un baño y por ultimo maquilló un poco mi rostro. Era muy común que los hombres se maquillaran, especialmente cuando se acudía a eventos festivos. Cuando mi hermana acabó de pintar mis ojos me miré al espejo, donde comprobé que estaba perfecto. Cuando mi hermana abandonó la sala quedé contemplándome en el espejo, cosa que me encantaba. Me encantaba mi imagen, especialmente mi trasero, bien redondeado y suave. Para concluir me vestí y partí para la fiesta.

Nada más entrar en el palacio quedé maravillado por su aspecto, totalmente amplio y lujoso. La sala estaba llena de mesas repletas de todo tipo de comida. Entre las cerca de cien personas que allí había pude distinguir a más de un ilustre personaje, alguno de los cuales era amigo de mi padre. Durante la cena permanecí con mis compañeros atletas, y de vez en cuando alguien se acercaba a desearnos suerte de cara a la competición. La cena se alargó durante horas, y cuando comenzó a oscurecer uno de los políticos más importantes de la ciudad, anfitrión de la fiesta, subió a un atril y pronunció un discurso de varios minutos, dando por concluida la cena e invitándonos a seguir la fiesta en otra sala. Cuando concluyó el discurso gran cantidad de gente comenzó a marcharse, quedando tan solo alrededor de 30 personas.

Fue el mismo que dio el discurso quien nos condujo hacia la sala donde continuaría la fiesta. Pasamos varias estancias hasta llegar a la definitiva, que era sorprendente. Era un enorme patio de forma rectangular de 14x18 metros. Exteriormente tenía un pasillo cubierto de 2 metros de ancho a cuya izquierda quedaban numerosas columnas, dispuestas a una separación de 4 metros cada una. Pegado al pasillo había una piscina de dos metros de ancho y unos 70 centímetros de profundidad que rodeaba la estancia central, de unos 60 metros cuadrados, quedando esta última y la piscina al descubierto.

Accedimos a la parte central del patio a través de una pasarela que había colocada salvando la piscina. Había varios canastos con diversas frutas y candelabros distribuidos por toda la estancia para iluminar la sala. Había oscurecido casi por completo y en el cielo aparecían las primeras estrellas, además de poder contemplarse la luna llena que aquella noche nos vigilaba. Cuando todos habíamos pasado al centro de la sala entraron en la sala unas preciosas damas con canastos. Fue entonces cuando los allí presentes comenzaron a desnudarse por completo. Yo lo hice de los últimos pues estaba un poco nervioso al ser mi primera experiencia de aquel tipo. Una vez desnudos aguardamos en pie a que las chicas fueran recogiendo las ropas para retirarlas de la sala. Aproveché aquel momento para contar con exactitud los que habíamos, un total de 33. De todos ellos pude reconocer a 9 atletas, siendo yo el más joven de todos ellos. El resto eran importantísimos señores de cierta edad.

Las damas salieron de la sala cerrando la puerta con llave y fue entonces cuando se dio por iniciada la fiesta. Al comenzar aquello comprobé el verdadero deseo que había por mi cuerpo, y en un abrir y cerrar de ojos me vi a seis hombres delante mía, esperando ser los primeros en gozar de mi preciado cuerpo. El sentirme tan deseado me provocó una gran satisfacción, y sin que nadie llegara a tocar mi cuerpo mi pene se empalmó ante la atenta mirada de los que en unos minutos disfrutarían de mi cuerpo. Uno de ellos me agarró del brazo y me hizo dar la vuelta, quedando de espaldas a los seis hombres. Tras acariciar suavemente mis nalgas las separó un poco para se pudiera apreciar mi pequeño orificio. Luego me coloqué a cuatro patas para que mi trasero quedara bien expuesto.

Al hacerlo pude oír algún comentario de admiración, haciéndome excitar aun más. Estando a cuatro patas, el mismo hombre acercó su lengua a mi ano y lo lamió por completo, dejándolo bien lubricado. Después acercó un canasto lleno de cerezas y cogió una de ellas. La acercó a mi ano y empujando levemente consiguió que penetrara mi orificio, mientras yo gemía de placer, dejando su rabillo fuera. Pasados unos segundos tiró de él para sacarla de mis adentros. Relajé mi ano para que pudiera escapar sin dificultad, provocándome un gran placer mientras abandonada mi trasero. Cuando la sacó la acercó a mi boca, donde no dudé en introducirla, para primero chuparla y saborear los restos de mi ano y después tragarla sin masticar. A continuación una nueva cereza se abrió paso a través de mi ano y penetró en mis adentros. En esta ocasión fue él quien degustó la cereza expulsada de mi ano. Repitió esta acción cinco veces más para que los que aguardaban follarme pudieran disfrutar del sabor de mi agujerito.

Una vez tomaron todos su cereza me arrodillé y di la vuelta, comprobando a los seis hombres con sus poyas erguidas. Agarré la dura poya del hombre que había explorado mi trasero y la introduje en mi boca, donde obtuve un placentero sabor que invadió mi cuerpo. Los otros cinco se acercaron y comenzaron a acariciar todo mi cuerpo, haciéndome gozar como nunca lo había hecho. Aunque anteriormente había tenido la oportunidad de tragar un buen falo, desconocía la sensación de disfrutar de una rica verga mientras el resto de mi cuerpo era delicadamente recorrido por cálidas lenguas y suaves manos.

En un momento de respiro en el que dejé de mamar aquella verga otro de los hombres acercó su miembro, planteándome la duda de cual introducir en mi boca. Agarré los dos y comencé a masturbarlos suavemente, para después ir mamándolos alternativamente. Mientras lo hacía levantaba la mirada para ver la cara de gozo que ponían mientras tragaba sus duros penes. El resto de hombres comenzaron a impacientarse pues estando de rodillas no podían acceder con facilidad a mi trasero. A pesar de ello no cambié de posición y proseguí disfrutando las dos poyas, mientras los otros cuatro a lo más que llegaban era a penetrar mi ano con algunos dedos.

Aquella situación no se prolongó durante mucho tiempo pues los dos hombres estaban muy excitados. Teniendo la poya de uno de ellos en la boca se corrió sin previo aviso, llenando mi boca de semen, parte del cual no pude retener en mi boca y escapó por la comisura de mis labios hacia mi barbilla. Mientras rebañaba dicha verga el otro hombre reclamó mi atención para correrse sobre mi rostro. Eché mi cabeza hacia atrás y en segundos recibí tres abundantes chorros de semen que dejaron mi cara totalmente cubierta del espeso y delicioso fluido. Con la ayuda de mis manos traté de llevar la mayor cantidad de semen posible a mi boca, donde pude degustarlo.

Los dos hombres se retiraron y los otros cuatro hombres me rodearon, dispuestos a follarme de una vez. Me tumbé en el suelo boca arriba y abrí las piernas todo lo que pude. Como tenía bastante flexibilidad pude dejar mi amado culo bien accesible. Uno de los hombres se colocó inmediatamente ante mi ano y comenzó a chuparlo, provocándome una más que agradable sensación. Dos de ellos se colocaron junto a mí dejándome sus poyas a mi alcance, las cuales agarré y masturbé suavemente, mientras el otro señor, de avanzada edad, quedó contemplando la estampa. Cuando mi ano estaba bien lubricado noté que un dedo me penetraba lentamente. Cerré los ojos y proseguí tragando las ricas poyas mientras disfrutaba de aquel rico dedo. Poco a poco mi ano se fue dilatando y noté que albergaba tres dedos con facilidad, ante el asombro del anciano que estaba contemplando.

De repente noté que algo más contundente intentaba abrirse paso a través de mi esfínter. De una vez por todas iban a encularme, cosa que deseaba. Tras un leve empujón consiguió penetrar el glande, provocándome un espasmo de placer. Paré de chupar los penes mientras la dura poya trataba de abrirse paso a través de mi dilatado pero a su vez estrecho agujero. Mirando a los alrededores pude ver a varios hombres que eran sodomizados, llamándome la atención el precioso trasero de un joven que era brutalmente penetrado por una enorme poya. En un momento en que giró su rostro comprobé que se trataba de un gran amigo mío, atleta también, llamado Héctor. Me entraron tremendas ganas de disfrutar de aquel delicioso trasero, pero mientras seguí mamando las poyas que me brindaban y disfrutando de la verga que me penetraba. Disfruté de aquella enculada como nunca lo había hecho y en pocos segundos mi ano ofrecía nula resistencia a la entrada de la rica poya. Pasados cinco minutos el hombre que me follaba se corrió en lo más profundo de mi recto, haciéndome gozar una barbaridad con las contracciones de su miembro. Cuando sacó el pene de mis adentros lo llevó a mi boca donde lo introduje para rebañar sus restos. Pude saborear los deliciosos restos de semen entremezclados con los flujos de mi recto, percibiendo además el olor que tenía impregnado procedente de mi culo, el cual me excitaba como no podéis imaginar.

Sin darme tiempo a limpiar aquel pene por completo se retiró, empujado por uno de los hombres al que había estado chupando la poya, pues iban a correrse sobre mí. Los dos lo hicieron casi al instante, ambos en abundancia. El semen del primero cayó sobre mi pecho, escapando uno de los chorros a mi cara, mientras que el segundo lo hizo por completo sobre mi cara, pudiendo tragar gran parte. Quedé unos segundos allí tumbado, sin retirar el semen de mi rostro y pecho, ante la fija mirada de los tres hombres que acababan de darme su lechecita. Al mirar a mi alrededor me extrañó no ver al anciano que había presenciado toda la escena, y que al parecer se había ido antes de que vertieran su semen sobre mí.

Los tres hombres se retiraron, dejándome allí tumbado con las piernas abiertas y cubierto de semen. Cuando me disponía a levantarme vi que se acercaba el anciano con un joven del brazo, pidiéndome que no me levantara. Permanecí quieto mientras el joven colocaba su trasero frente a mi cara dispuesto a que se lo chupase. Todo parecía indicar que aquel ano ya había sido penetrado pues estaba bastante mojado, aunque no me esperaba lo que a continuación ocurriría. Cuando me dispuse a chupar el delicioso agujero, cosa que me encantaba, el joven relajó su esfínter y de él comenzó a brotar semen, yendo a parar todo a mi boca. El anciano me pidió que no lo tragara, y durante unos segundos quedé con la boca abierta almacenando el semen que no paraba de fluir del precioso culito del joven. Mi boca quedó totalmente llena, pues en el agujero de aquel joven debían haberse corrido al menos tres personas. Dejé que el semen escapara de mi boca, resbalando por mis mejillas hacia el suelo, y continué lamiendo el delicioso orificio. Sin darme tiempo a rebañarlo todo el joven fue reclamado por el anciano, y ambos se retiraron.

Volví a quedar allí tirado, exhausto, aguardando que alguien se acercara para follarme. Pasado un minuto sin que nadie se acercara decidí buscar a mi amigo Héctor, cuyo trasero me había enamorado. Lo localicé arrodillado dentro de la piscina, rodeado por dos hombres a los que les comía la poya, pero con el culo disponible. Me introduje en la piscina y me sumergí para limpiar los restos de semen que tenía, para a continuación acercarme a Héctor por su espalda. Su preciso trasero quedaba sumergido bajo el agua, y sin pedir permiso llevé mi mano hacia su ano, donde introduje un dedo. Al hacerlo escapó un leve gemido, mostrando su conformidad. Prosiguió mamando las dos poyas sin importarle quien penetraba su culo, pasando dos minutos antes de que se diera la vuelta y comprobara sorprendido que era yo quien penetraba su agujerito. Aunque nos conocíamos desde hacía años y éramos buenos amigos, nunca me había llamado la atención su cuerpo, pero al ver su trasero aquella noche descubrí que era maravilloso, y no quería perder la oportunidad de disfrutar de él.

Para dejar su trasero a mi alcance propuso a los hombres salir de la piscina para proseguir tragando sus poyas. Ambos aceptaron y Héctor se puso en el borde de la piscina a cuatro patas, dejando su trasero completamente expuesto. Volvió a agarrar las duras vergas para mamarlas, mientras yo permanecía dentro de la piscina contemplando su delicioso culo. Tras varios segundos de observación me acerqué para devorarlo. Primero recorrí con mi lengua sus nalgas, siendo tanta mi excitación que llegué a morderlas. A continuación las separé y acerqué mi nariz a su ano, percibiendo un leve aroma, pues aún estaba mojado. Al recorrerlo con mi lengua apenas noté su sabor, por lo que decidí meter mis dedos para llegar a lo más profundo de su recto. Era exquisito, pero al estar húmedo, tanto su olor como su sabor quedaron seriamente minimizados. Fue por ello por lo que no me entretuve mucho saboreando el impresionante culo de mi amigo y pasé a chupar su poya.

Como pude me coloqué bajo su cuerpo, a la altura de su pene, y con mis manos agarré sus nalgas para que dejara caer su trasero y así poder tragar su enorme falo. Apenas podía tragar un tercio de éste, pues mi buen amigo Héctor, además de su inmejorable culo, tenía un poyón descomunal. Mientras disfrutaba chupándolo el ano se me hizo agua de pensar en el momento en que aquella verga me penetrara. Mientras tragaba semejante trozo de carne penetraba su ano con mis dedos. Permanecí durante cinco minutos gozando del hasta el momento mayor pene que había visto en mi vida, hasta que noté que Héctor se incorporaba. Al levantar la mirada extrañado comprobé que los dos hombres que se habían beneficiado de mi amigo acercaban sus poyas a mi rostro, y sin darme tiempo a reaccionar una de ellas comenzó a expulsar semen a borbotones, cayendo todo sobre mi cara. Antes de que el primero acabara de correrse su compañero también se vino sobre mi rostro, dejando mi bonita cara totalmente cubierta de semen. No podía mantener los ojos abiertos a pesar de mis intentos, pues ambos estaban totalmente llenos de semen. De repente una lengua comenzó a lamer mi cara, supuse que la de Héctor, retirando el semen de mi cara. Cuando mis ojos quedaron libres del delicioso líquido, comprobé que efectivamente era mi amigo quien se había encargado de limpiar mi cara con su lengua. Cuando terminó de limpiar mi rostro me besó en la boca, donde vertió el semen que había recogido de mi cara. Jugueteamos unos segundos con el semen hasta que, excitado a más no poder, se levantó y se tumbó en el suelo.

Entre los dos hombres que seguían allí me levantaron, con las piernas abiertas, y con cuidado dirigieron mi agujero negro hacia el mástil de mi buen amigo Héctor. Una vez dentro me soltaron y quedé encima de su cuerpo, de espaldas a él. En aquella posición era complicada la penetración, por lo que dejé caer mi espalda sobre su torso, quedando totalmente tumbado de espaldas sobre él. Levanté las piernas y dejé que fuese él quien llevara el ritmo. Era la mayor poya que mi culito había albergado en su corta experiencia, y la que mayor placer le estaba dando. Cerré los ojos y me dejé llevar por el placer. A los pocos minutos en aquella posición, con su pene en lo más profundo de mi recto, Héctor se puso en pie sin sacar su enorme tranca de mi culo y agarrando mis piernas prosiguió follándome, ahora en pie. Jamás me habían sodomizado en aquella posición, resultándome muy agradable. Mientras Héctor me enculaba iba andando por la estancia, y todos los allí presentes pudieron contemplar como era dominado, cosa que me encantaba. Cuando llegó al centro de la estancia quedó allí parado, ante la atenta mirada de unos cuantos. Por aquel entonces ya había muchos hombres que habían dado por finalizada la fiesta, pues ya había pasado más de una hora desde que diera comienzo. Pasados unos minutos no aguantó más y se corrió dentro de mi ojete, notando su cálido esperma en las paredes de mi recto. Al sacar su tremenda verga de mis adentros uno de los jóvenes que había contemplado la escena se arrodilló ante mi culo, pidiendo a Héctor que me mantuviera levantado para lamer mi ano. Nada más notar la lengua de aquel apuesto joven relajé mi esfínter, y dejé escapar todo el semen hacia su boca, donde no dudó en tragarlo. A continuación prosiguió lamiendo mi trasero, y una vez finalizó Héctor me dejó en el suelo.

Una vez en el suelo el joven que me había lamido el culo me invitó a tumbarme, y cuando lo hice comenzó a masturbar su pene sobre mi cara. En apenas unos segundos comenzó a brotar gran cantidad de semen, yendo a parar como siempre a mi rostro. Volví a saborear una vez más la rica lechecita mientras metía uno de mis dedos en mi culo. Permanecí tumbado con el semen en la cara esperando que los allí presentes se corrieran sobre mí, pues sentía una excitación aun mayor sintiéndome humillado. No tardé mucho tiempo en ver mi deseo cumplido pues se acercaron tres hombres de mediana edad, corriéndose los tres sobre mi rostro. Por ultimo se acercó un joven, que tras meter su pene en mi boca se corrió abundantemente, viéndome obligado a tragarlo todo para no ahogarme. Tras este joven no se acercó nadie más, aunque permanecí tumbado unos minutos para que todos pudieran contemplarme con el cuerpo totalmente lleno de semen.

Pasados estos minutos me puse en pie y emprendí camino hacia la piscina, donde me sumergí para limpiar mi cuerpo, no sin antes llevar la mayor cantidad de semen a mi boca para poder saborearlo. Cuando salí de la piscina únicamente quedaba en activo un joven, también amigo mío, que era cuidadosamente penetrado por un anciano. El resto quedamos aguardando a que terminaran para abandonar la sala. Era muy excitante contemplar el delicioso trasero del joven siendo penetrado por la vigorosa tranca del anciano, que a pesar de la edad mostraba una inmejorable actividad sexual. Finalmente el anciano se corrió sobre las nalgas de mi amigo, ante la atenta mirado de todos los presentes.

A continuación el anfitrión dio por concluida la fiesta y todos comenzamos a abandonar la sala. Mientras salía recibí las felicitaciones de muchos de los allí presentes, llamándome la atención la de un importante político de la ciudad, que tras meter uno de sus dedos en mi ano lo metió en su boca y me dijo que tenía el mejor trasero que había visto en su vida. Luego se retiró prometiendo ponerse en contacto conmigo para invitarme al próximo festejo que se celebrara en la ciudad.

Abandoné el palacio en solitario, tremendamente excitado y con ganas de volver a ser invitado a otra de estas fiestas, en la que había disfrutado como nunca.

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