La granja escuela

Unas chonis muy conlifctivas llegan a una granja para hacer un poco de terapia campestre

-¡Menuda tontá! Ya verás, ya, a la ruina nos llevas-le dijo un hermano al otro.

Juan y Evaristo tenían una granja en pleno campo castellano. Criaban ganado bovino desde hacía siglos. Su padre, el padre de éste, y el anterior a él ya habían criado vacas en la vieja casona familiar... que se caía a pedazos.

-En estos tiempos de crisis es la mejor manera de conseguir mano de obra barata. Nosotros solo tenemos que vigilarlos.

-¿Y si se meten en líos?

-Precisamente vienen por esa razón, porque son conflictivos y los padres y los secólogoh esos que los tratan creen que les irá bien.

Durante las próximas semanas tendrían la granja y la casa hasta arriba de críos y loqueros que intentaban que los criaturos no fuesen tan niñatos como eran.

Cuando Evaristo los vio bajar del autobús, acompañados por un psicólogo y una psicóloga del programa, supo que aquello no iba a ir bien. No solo eran niños de ciudad, sino que eran menores que sin llegar a ser lo suficientemente malos como para ir a un reformatorio, tampoco eran tan normales como para compararlos con los jóvenes de su pueblo que él conocía.

Lo saludó con la mano, se presentó y escuchó a los chavales reírse de su acento paleto. Juan, que había ido a la universidad, los saludó también y los invitó a seguirlos. Los llevó por la granja, acompañándolos y enseñándoles las partes del cortijo.

Los chicos se alojarían en una casita de piedra que había a unos cincuenta metros del cortijo, junto con el monitos. Y las tres chicas, que iban muy pintadas, con coletas muy altas, y que parecían creer que los tacones combinaban a la perfección con un chándal, lo harían en el cortijo, junto a la monitoria.

Juan y Evaristo se ofrecieron a dormir en una rulote que su tío solía aparcar allí, pero la monitora les dijo que no era necesario.

La tarde del día siguiente Juan y Evaristo ya estaban hasta las pelotas. Y aún les quedaban catorce días de aguantar gilipolleces. Como imaginaba Evaristo, los chavales no eran de gran ayuda, y para colmo, los monitores tampoco. ¿Cómo pensaban ayudar a esos chicos a ganar responsabilidad cuando les dejaban hacer prácticamente lo que quisiesen?

Tres días después de su llegada, la monitora, a la que Evaristo le ponía ojitos, se puso enferma por la leche. Juan estaba convencido de las que las chiquillas le habían dado algo, porque la leche estaba buena y los demás estaban bien. Además, nadie enfermaba por tomar leche pasada.

Evaristo estaba limpiando el establo cuando aparecieron las tres chicas.

-Evaristo-rieron al decir el nombre-¿nos llevas al pueblo?

-Estoy trabajando.

-Venga, va. Necesitamos comprar unas cosas.

-Seguro que drogas, o navajas. Menudas pájaras estáis hechas-Ellas rieron.

-Llévanos al pueblo y te comemos la polla.

Evaristo dejó el rastrillo y las miró. Luego se rió.

-No tenéis la boca lo bastante grande como para que os la meta-y siguió trabajando.

-Déjalo, Vane, prefiere a las vacas.

-Tienen más tetas que vosotras, niñatas.

-¿Y el paleto follacabras este? Oye, capullo, no sabes con quién...

-No lo sabes tú. Coge un rastrillo y ayúdame o vete a la mierda a molestar a otro, zorrupia.

Las tres crías se marcharon del establo indignadísimas. Evaristo terminó su trabajo y se lo contó a su hermano. En cuanto la monitora se recuperase, por él, podían irse todos de allí. No era niñera de nadie.

Juan habló con las chicas esa tarde, y el saber que el cateto Evaristo las rechazaba de esa manera las puso más furiosas aún. Esa noche se colaron en su habitación.

-Es mucho pedir que estéis aquí para disculparos ¿no? ¿O para decirme que os vais todos mañana a vuestra casa?

Las tres crías se miraron, asintieron y se quitaron las camisetas. No llevaban sujetador.

-Más putas que mis gallinas. Hala, hala a vuestro cuarto-intentó sacarlas de la habitación como un perro pastor mete a las ovejas en el establo.

-Eres maricón.

-No soy maricón. Podría rebentaros a pollazos a las tres y os quedaríais hartas de rabo hasta el próximo verano.

-Eres un puto viejo paleto.

-Y eso te hace chorrear el chocho. Ya lo sé-Evaristo suspiró-Está bien. Ven aquí-cogió a una chica del brazo y la tiró sobre la cama-Vais a ver-se desabrochó el cinturón de cuero y se bajó los pantalones.

Cuando las tres crías vieron lo que tenían delante se quedaron de piedra. Evaristo podía ser más paleto que los mulos, pero también tenía la polla de un caballo.

Vanesa abrió las piernas todo lo que pudo, mordiéndose el labio. el chocho le temblaba de anticipación-Venid aquí vosotras dos-les ordenó, y las pusó al lado de las otras-Todas con el coño listo, venga, ostia-Las tres chonis abrieron las piernas. Se cogió la polla y empezó por la de la izquierda, le dio unos cuantos pollazos en el clítoris, luego pasó a la del medio, que se retorció como una perra y finalmente le dio pollazos a la de la derecha. Le metióla polla hasta el fondo a la niñata, que se arqueó y empezó a aullar.

-Toma, perra, toma rabo. Ahora va para vosotras-las avisó. Y como preparatoria, le metió tres dedos en el coño a la chica de en medio. La tal Vane. Sacó el pollón de Cata, la más joven de las tres y la empaló de nuevo con él. Luego le abofeteó las tetas y la agarró del cuello. Mientras le embestía le escupió en la cara. Sacó la polla y se la clavó a Vanesa, que empezó a gemir como una perra.

-Fóllame, fóllame, dame, puto cateto.

-Cierra la bocaza-le escupió Evaristo. Dejó de follársela y pasó a la tercera, la que tenía el pelo más oscuro. Llevaba un tatuaje en la tripa y un piercing en el chocho-Qué asco, por Dios-Pero aún así la empaló con su rabo.

-¡Oye, que a mí no me has follado nada!

-Mantén la puta boca cerrada. Tú eres Lorena, ¿no? Pues toma rabo-se la metió hasta el fondo, la sacó del todo, y volvió a rebentarla. Cata estaba encima de él, acariciándole la espalda e intentando llamar su atención.

-Dame otra vez, anda.

-Vete a tu sitio que ahora voy.

-¡Me está follando a mí!-le gritó Lorena-¡Puta, a ti ya te ha follado! Sigue, joder, sigue...Ostia puta qué follada.

-¿Qué os he dicho de hablar mal? Ven, guapa-le dijo a Cata-Eres la única que se ha portado bien. Ven, que te voy a dar polla de la buena-Cata sonrió-A cuatro patas, perra, venga.

Y ella obedeció.

-Evaristo tenía los huevos manchados de los flujos de las chicas. Pegó un azote fuerte en el culo a la chica y amenazó a las otras-Quietas ahí, que luego vais vosotra. Os voy a dar una buena tunda y luego os voy a rebentar esos conejos de zorras que tenéis.

-¿Y a mí?-preguntó Cata.

-Tú eres buena y a tí te voy a follar como a una princesa, como a la reina de las guarras. Ahí va mi rabo pequeña.

-Ahhh, ohhhhh, uhhhh qué gusto.

-¡Yo quiero también!

Pero Evaristo las ignoró. La tal Cata tenía el coño más apretado que Evaristo hubiese probado jamás, jadeaba como una perrilla y le apretaba la polla con la vagina tanto que parecía que le partiría la polla.

Se la folló incansablemente hasta que la puta niñata se corrió, luego volvió a correrse, y se corrió por tercera vez.

-¡Y ahora vosotras! A mí me queda aguante para horas. Y me apetece un culo. A ver esos ojetes, ostia.

A duras penas, Catalina se recuperó del tercer orgamos, pero, para disgusto de sus compañeras se puso a su lado con el culo en pompa y le enseñó el ojete rosita.

-Como tengas el culo como el conejo menuda me espera-le dijo Evaristo.

Todas se corrieron varias veces esa noche, y aún así, tuvieron que comérsela a Evaristo entre las tres para conseguir su leche.

Para horror de las chicas, al día siguiente Evaristo actuó como si nada hubiese pasado.

-¿Qué os pasa ahora?

-¿Esta noche repetimos?-preguntó Cata.

-Coge el cepillo y limpia a la Tana.

-¿Qué?

-Que cepilles a la vaca. Está preñada y eso la relajará. Tú haz lo mismo con aquella otra, y tú ve y haz las camas que seguro que las habéis dejado sin hacer.

-¡Oye!

-Y esta noche os follaré-les prometió. Las tres chicas se miraron e hicieron las tareas como les habían ordenado. Evaristo se sonrió a sí mismo, mientras continuaba con su trabajo, en paz.

Estoy en fase creadora, se conoce.