La Granja, el desenlace

Reciben la visita del amo y la situación es cada vez más dura.

Habían pasado veinte días, de los originales, de los del primer día, de los sumisos auténticos quedábamos sólo once. Las normas se habían ido endureciendo. Laura, la rubia, tenía que castigar cada día a uno de nosotros para disfrute y gozo de nuestra ama. Esta había sido humillada y castigada delante de todos los siervos. Les contaré, hace tres días que llego el AMO, a ver como estaba nuestra tragona. Laura nos hizo sentar cerca de la mesa de castigo, junto a la mesa habían dispuesto de manera alineada seis sillas para la prueba.

El AMO le dijo- Mira zorra, ahora te vendaremos los ojos y tú completamente desnuda, besando los pies de las vacas, elegirás a cinco de ellas, que permanecerán sentadas junto a mí en esas seis sillas. Zorra me tienes que hacer una buena mamada para que te libere en parte del castigo. De los seis a uno se la chuparás dos veces seguidas, y a uno le darás mordiscos cuando hayas terminado con la tarea, le tienes que marcar los dientes por la zona.

A continuación le vendaron los ojos a la Ama, le ataron los brazos por atrás y amordazaron a los cinco ensillados, el AMO se desnudó y se puso el segundo de la fila. Nuestra señora tenía que reconocer la polla de su Amo, para no repetir la felación y por supuesto para no morder a su amo.

Se puso de rodillas y en unos tres minutos vació el primero, saboreo el líquido, movió la cabeza como negando un pensamiento, y continuó con el amo. Se lo estuvo besando, pasando los labios, la lengua hasta que endureció, le retiró el prepucio con los labios al máximo y con movimientos circulares lo hizo jadear. Se lo introdujo hasta la garganta y con movimientos muy lentos lo hizo disfrutar. Ella oía la respiración, al terminar sonrió satisfecha.

Mejor lo tuvo el cuarto que lo hizo disfrutar dos veces, se le oía jadear de manera rara, por la mordaza. Se levantó, ella, al terminar el sexto, se acercó al quinto, abrió la boca al máximo, metió como pudo una de las dos bolas y apretó con fuerza, lo mismo le pasó a su rabo, que una vez tragado al máximo, el mordisco se le marcó en la base, otro justo en medio y para finalizar los marcó, los dientes, en el glande. Se oían gemidos sordos.

Laura le quitó el antifaz que le cubría los ojos, rápidamente, vio y miró a su amo fijamente. Con vehemencia dijo, - Perra Sandra , así se llamaba nuestra carcelera, deberás continuar una semana más a dieta, porque veo que has mejorado mucho. A partir de hoy, como ya has hecho, podrás tomar la leche directamente del animal, o como prefieras.

El Amo salió de la estancia, no sé si a su casa o a la vivienda contigua. El Ama Sandra tenía que aguantar siete días más, parecía mucho más delgada, nerviosa, irritada. Podríamos aguantar nosotros me preguntaba yo.

  • Laura, tráeme tres vaquitas que voy a merendar. Ordenó Sandra, estas depositaron la leche en un vaso trasparente de plástico, que la Ama vació sin dificultad.

  • Vaca 8, parece que te has esforzado poco, como castigo te vamos a tener enchufado al succionador de la leche durante media hora, no la aprovecharé, pero así, la próxima vez pondrás más interés. Lo colocaron a cuatro patas, amarrándolo de brazos y piernas y lo dejaron enchufado a la máquina que vaciaba y exprimía sin cesar.

La vaca 10 sonrió al ver la guisa del pobre exprimido. El Ama lo mandó atar a la cruz y lo azoto cincuenta veces por todo su cuerpo, con una caña de bambú. Puso especial interés en los testículos y en la cabeza del miembro. Al terminar lo expulsó de la granja. No paraba de humillarnos, cada día más veces, quería que su malhumor le pasase con nuestro sufrimiento, vergüenza y dolor

En la cuarta semana, la Ama tenía derecho a una comida normal al día, ella debía elegir la hora. Por lo que vimos, consistía en un bocadillo de pan integral, un poco de fiambre y un vaso de leche, dos el segundo y así sucesivamente.

El último día llego el AMO, serían las siete de la mañana, nos hicieron formar, estábamos muy helados los que dormíamos en la paja, aún más con la ducha mañanera que empeoraba mucho la situación.

Ordenó que sólo permaneciéramos los originales, los reemplazados podían despedirse hasta la próxima. Los seis que nos quedamos teníamos una recompensa. Laura, seria nuestra las siguientes veinticuatro horas. Pero no de todos, sólo de los dos que eyaculasen más rápido en el vaso, que por última vez, sería el alimento de nuestra ama.

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