LA GRANJA. Capítulo segundo: la nuez de Adan

Ante ti una saga que cuenta la historia de un joven universitario que es secuestrado y conducido a La Granja. Un lugar repleto de misterio y esclavitud donde un grupo de hombres tienen secuestrados a jóvenes que obligan a trabajar para ellos...¿Que tramarán?

La nuez de Adán

2

Aun tenía dolorida la espalda y el brazo derecho cuando desperté tirado en el suelo. Seguía con la cinta de celofán amarrada a mi boca y eso había hecho que tuviera la boca tremendamente reseca. El calor que hacía en el lugar donde estaba no ayudaba a reducir mi sed, todo lo contrario. También tenía un poco de dolor de cabeza, probablemente producida por todo el ajetreo (por decirlo suavemente) de las horas previas. Bueno, realmente no estaba seguro cuánto tiempo había estado desmayado, así que para acordar una sucesión temporal, pues nunca descubrí la cantidad exacta de tiempo (tampoco quise saberla), digamos que estuve un par de horas desmayado en un suelo húmedo como húmedas estaban las paredes. El habitáculo donde me encontraba no era grande, aunque necesitaba arrastrarme unos cuantos pies para poder localizar las paredes. Cuando tuve un poco de fuerzas, me deslicé por el suelo para medir la distancia del cuarto en el que me encontraba. No podía ver nada puesto que, aunque ya no llevaba los ojos vendados, el lugar en el que me encontraba no tenia luz ni exterior ni interior y la oscuridad absoluta me volvía a cegar como lo hizo dentro de aquella camioneta en la que me metieron. Al empezar a moverme para mediar la estancia, me di cuenta de que tenía las piernas amarradas, aunque las manos las tenía libres. Curioso, pensé. Supongo que sería más humillante verme dar saltitos para ir a los sitios que andar de manera normal con las manos atadas. Me arrastré despacio hacia uno de los lados de la estancia hasta buscar la esquina donde se doblaría la pared, esperando que el habitáculo fuera cuadrado o rectangular. Al encontrarlo me apoyé contra la pared y empecé a contar, a la manera romana, los metros que había hasta la siguiente esquina. Exactamente había 13 manos y medio. La misma medida duplicada es la que tenia la siguiente pared lateral, por tanto recordé que si un palmo tiene una media de 20 centímetros la habitación debería de tener una media de 2.7 metros x 5, 4. Un rectángulo bastante curioso. No me preguntéis por qué motivo me puse a contar eso, solo sé que estando solo en una habitación desconocida en la que tus ojos no sirven, cualquier información parece hacerte estar en tu “hogar” y ver menos amenazante tu situación. Teniendo sentido o no, así lo hice, y al saberlo me apoyé en una esquina a la espera de lo que a continuación me ocurriría por haber, simplemente, salido a correr.

Cuando estaba pensando en mi casa y la gente que pudiera darse cuenta de que había desaparecido, una luz cegadora tras un sonido estridente me noquearon. Una puerta que no había notado que estuviera ahí se abrió para dejar entrar a un hombre que rápidamente se abalanzó sobre mí y me puso una capucha en la cabeza. No llegué a saber quién de los dos sería, pero sabía perfectamente que esa bolsa no la habían limpiado en mucho tiempo. Olía realmente mal. Como a pienso de gato mezclado con olor a humedad.

Muy considerados- pensé mientras empecé a acojonarme por la situación en la que me encontraba. Como no podía más que andar como si fuera un pingüino en un zoológico, el hombre me cogió en brazos y, al cabo de un par de minutos, me depositó cual saco de patatas en una especie de sillón no muy cómodo. Me ató las piernas sujetas a lo que parecía el soporte del sillón y las manos detrás. Empezaba a sentirme un objeto al que movían y desplazaban a placer. Algo debería hacer al respecto, pero como apenas sabía que pasaba ni tampoco sabía dónde estaba, necesitaba algo de información. No creáis que aunque lo exprese así no estaba asustado. Si no me cagué en los pantalones del miedo es porque mi esfínter estaba bien entrenado.

El sillón no era lo más cómodo del mundo, que digamos. Sinceramente, tampoco lo esperaba. Notaba como una brisa fresca alcanzaba mis pies desnudos. Enseguida oí el abrir y cerrar de una verja metálica. El sonido provenía de un lugar distinto por el que rápidamente volvió a salir el hombre que me había traído ahí. Esta otra entrada dejaba paso a un intenso hedor, como a cuadra. Los pasos se iban acercando a mí, hasta rodearme, y seguidamente una luz cegadora entró por mis pupilas tras quitarme aquella capucha. Efectivamente me encontraba en una cuadra. No fue mucho lo que pude apreciar, solo un pequeño cuartucho donde guardaban los sacos de comida para los caballos, y un par de rastrillos no muy limpios. Me encontraba en el centro del cuarto, sentado en un sillón negro y sin posibilidad de girar la cabeza completamente hacia atrás por la posición en la que me encontraba atado. Allí se encontraba la persona que me había quitado la bolsa. Unos segundos de silencio intenso en los que solo se escuchaba el relinchar de algún caballo dio paso a una voz que retumbó en mis oídos.

  • No te asustes niñato. Ya tendrás tiempo para eso. Solo me propongo tener una breve charla contigo- dijo con una voz grabe y muy masculina. Para empezar a entablar una conversación no era la mejor manera, pero lo de niñato y la seguridad con la que lo pronunció desencadenó un pequeño latigazo en mi polla. No entendí por qué. Nunca me había gustado que me insultaran.
  • Vale - dije sin saber qué contestar realmente.
  • Vale, Señor- respondió rápidamente mi interlocutor con una voz aún más seria. “Señor” tiene que ser la última palabra de todas tus putas frases. Primera regla de La Granja.
  • Segunda- continuó sin dejarme tan siquiera asentir- nada de lo que vaya a ocurrirte aquí es voluntad o decisión tuya, será nuestra o causada por un mal comportamiento tuyo. Tercera. La Granja será tu casa. No huyas. No podrás. Hombres armados, verjas electrificadas (llegó a pronunciar “electrificadas” con tanta fuerza que daba mayor peligrosidad a lo que ya era imposible de que no te acojonara) kilómetros y kilómetros de llanura y montañas imposibles… De verdad que no tendrías ninguna posibilidad ahí fuera.

Su voz sonaba ronca y varonil aunque joven, no le eché, en ese momento, más que 30 años, aunque nunca había sido muy bueno para adivinar la edad.

  • Cuarta: todo se obedece a la primera. Sin rechistar. Las segundas oportunidades aquí no existen porque éstas conllevan castigos no muy agradables.

Todo lo decía como quien dicta a un alumno que está cogiendo apuntes. Y sinceramente, si hubiera tenido un bolígrafo y un cuaderno lo hubiera hecho. Me hubiera ido mucho mejor.

  • Quinta, todos los Guardianes debemos ser respetados por igual - Me dio pavor el significado de aquel “todos” - Sin embargo –continuó- tú y los de tu especie solo

estáis aquí por una simple razón: obedecer y callar. Carecéis voluntad, careces de derecho ninguno, y tenéis la obligación de trabajar y servirnos. Lo mejor que te                 puede pasar – terminó sentenciando- es que nosotros hagamos de ti lo que creamos más conveniente y moldeemos tu voluntad a nuestros objetivos-

Todo aquello lo recito convencido de ser así, mientras con la mayor tranquilidad del mundo golpeaba lo que parecía un saco con uno de sus pies. El libre albedrío estaba siendo pateado como quien decide eliminar un archivo de su ordenador. Al parecer mi objetivo allí era….sinceramente en ese momento no lo comprendí del todo. Pero lo haría más adelante.

  • Sexta y última: nunca, jamás, bajo ningún concepto, podrás acceder por la puerta de la parte trasera de La Granja. No podrás acceder nunca por la puerta donde cuelga el cartel de PROHIBIDO ESCLAVOS. Entrar ahí implica el peor de los castigos.

Esa última fue la más contundente. En comparación con las demás, las otras parecían haberlas dicho en un juego de niños, lo cual provocaba en mí curiosidad y pavor a partes iguales. A todo ello, y al silencio que le precedió, solo pude contestar un

  • “Sí, Señor”.

Después intenté preguntar dónde me encontraba y qué querían de mi, pero no hubo respuesta, solo escuché sus pasos acercándose, colocándose, tal vez, frente a la puerta por donde había accedido. Fue entonces cuando pude apreciarlo bien. Era joven como había pronosticado, aunque rondaría los 26 o 27 años. Debía medir como un metro setenta y ocho comparándolo con mi estatura y no pesaría más de 80 kilos. Estaba fibrado, aunque no modo croissant de gimnasio como mis agresores. Pero su cuerpo lucía todos aquellos músculos definidos de las películas porno. Solo llevaba puestas unas zapatillas deportivas blancas y un pantalón de chándal que no mostraba el grosor de sus piernas. La parte de arriba, la llevaba al descubierto, lo que me hizo fijarme en sus tatuajes. Llevaba uno al hombro, el Joker de batman. Supongo que le definía bastante. En el otro brazo, más bien en el antebrazo, llevaba unas letras que no pude distinguir. Unas 4 líneas bajando desde casi su axila hacia la muñeca. Solo pude detectar la palabra “libertad” de la que yo carecía, lo que me parecía una patada en mis cojones por parte del destino. El último tatuaje se ocultaba en parte por su pantalón, estaba exactamente en su pubis y eran unos símbolos en árabe que claramente no sabía descifrar. Iba rapado y su actitud chulesca apoyada contra la puerta y un pie alzado apoyado en ésta, indicaba quién mandaba en La Granja..Sus ojos eran verdosos, como los del otro hombre, pero estos mucho más bonitos, de un verde oscuro mas intenso, más profundo. Aunque su mirada no reflejaba para nada familiaridad ni tranquilidad, sino fiereza y algo de cansancio. En los abdominales nacía un poco de pelo, aunque apenas era apreciable.

  • ¿Te gustan mis tatuajes?” preguntó haciendo un giro de cabeza hacia ellos - Veo que los estás repasando con detenimiento. - volví la mirada a otro lado de la habitación automáticamente algo sonrojado y asustado - Tranquilo pequeño, ahora te daré la oportunidad de ver otro.

En ese momento, no sé por qué, me imaginé que se iba a bajar los pantalones para enseñármelo, pero no fue así. Una pena. Pegó un silbido bastante trabajado y un hombre (probablemente el que me había traído allí) abrió la puerta. En cuanto “el tatus” se apartó, éste entró como un elefante en una cacharrería. Me agarró de la cintura, me volvió a coger como un saco de patatas y me llevó afuera. Estaba empezando a sentirme idiota por todas esas veces que me hacían sentir una carga. Me depositó en una mesa metálica a la salida del cuarto, como de esas de quirófano. Estaba situada justo enfrente del establo donde tenían a dos caballos blancos. Ellos tenían mayor libertad que yo. Pensé. Me soltó en la mesa y después de soltarme las cuerdas con las que estaba amarrado volvió a atarme a la camilla con una especie de argolla que colgaban de aquella mesa. Lo hizo tan rápido que no llegué a pensar en poderme escapar al estar unos segundos libre. Intenté gritar para que me soltaran pero fue entonces cuando “el tatus” me metió un trapo blanco en la boca.

-¡Si algo aprecio de este lugar es el silencio. Si vas a romperlo, que sea para gemir cuando tengas el placer de comerme el rabo! -declaró.- Lo más divertido de                       todo- continuó mientras miraba a su compañero - es que acabo de usar ese trapo para limpiar el pelaje del caballo- soltó una carcajada enorme antes de que yo                  escupiera aquella tela asquerosa al suelo. Al ver mi acto, lo cogió rápidamente de la mesa y me lo volvió a meter.

  • Como vuelvas a sacarlo de esa boquita de zorra que me llevas, lo siguiente que te meteré será el que uso para el culo del caballo. Y créeme, hoy a cagado como si no existiera un mañana- concluyó aquella afrenta mirándome a los ojos, lo cual aproveché para apreciar mucho mejor su color verdoso que hacía mucho más guapo a quien ya era una persona tremendamente atractiva.

No sabía que existiera un trapo para limpiar el culo a los caballos y concluí que no existiría, pero por si acaso no volví a sacar el otro de mi boca. Estos no se andaban con chiquitas. Entonces, fue cuando el otro grandullón me pasó una correa por la frente y la sujeto debajo de la besa de metal. No sabía lo querían hacer pero ni podía hablar ni imaginármelo. Totalmente atado y sin movilidad, (llevaba más tiempo atado que suelto aquel día) el grandullón se fue y el otro se quedó a mi lado. Lentamente, sin ningún tipo de prisa, se acercó a mí, se sentó en la mesa apoyando el culo cera de mis costilla izquierda y cambió su expresión. Ahora la notaba más dulce, menos agresivo.

  • Quiero contarte una cosa - empezó diciendo mientras acariciaba con su mano derecha mi oreja, bajando hacia mi cuello y dejando la mano izquierda apoyada en el otro lado de la mesa por encima de mi pecho. Por su acercamiento notaba su respiración lenta y pausada, tranquila. En cambio, la mía, iba cogiendo ritmo de nuevo por notar a aquel pedazo de tío tan cerca de mí. La piel se me erizó y, aunque seguía nervioso por estar amarrado a una mesa, la polla empezó a crecer sin poder controlarla. - Cuentan que cuando Adán y Eva aún se encontraban juntos en el paraíso, y Adán se comió el fruto prohibido, una parte de éste se le alojó en la garganta - dijo mientras bajaba su mano por el cuello y volvía a subirla tocándome la nuez- De ahí que a esto la llamemos nuez de Adán…. Claro que la Biblia nunca recogió esto, ni escribió nada de ese suceso, pero no crees que, aún así, este pequeño bulto ¿es un símbolo del significado de hombre?- preguntó retóricamente, ya que no esperaba ninguna respuesta al continuar hablando sin parar de acariciarme -Ahora mismo es de las pocas partes que los hombres tenemos para definirnos como tal, pues rabo también lo tienen muchos animales - dijo lanzando rápidamente su mano a mi polla y estrujándola suave pero consistentemente desde el pantalón.

Para entonces ya la tenía completamente dura y, sin vacilar, pudo sostenerla desde mi pantalón perfectamente. Con el contacto de su masculina mano el rabo se me puso aún más duro, pensaba que no podía estarlo más.

  • Como éste rabo que tienes aquí y que parece estar muy contento de visitarme - dijo mientras volvía la mirada a mis ojos - No hay nada más leal que cuando un perro utiliza su cola para expresar alegría por estar con su amo, ¿Verdad?” - otra pregunta que no quiso que respondiera y que no contesté, debido a que su boca se abalanzo sobre mi oreja, metiéndosela dentro y lamiéndola salvajemente. Claramente mi polla ya no podía aguantar más y empezó a chorrear. El glande chocaba contra mi bóxer y este salía del pantalón por la presión. Entonces “el tatus” (aún no le había elegido un nombre mejor) sintió humedecida su mano por el líquido que el bóxer trasparentaba, pero no debió molestarle. Soltó mi polla, acercó su mano húmeda a su pecho y arrastro la parte mojada bajando desde la parte alta de su pectoral derecho, hacia el abdomen sin dejar de mirarme a los ojos. Ví aquel reguero transparente de mi liquido preseminal, y probablemente algo de lefa, recorrer el perfectos pecho y abdomen de aquel chico. Que junto a su tez morena por el sol, y no estando en aquella situación tan desagradable y desconcertante, hubiera hecho que deslizara mi lengua por el.
  • Por tanto siguió diciendo como si nada hubiera pasado ni notara mi liquido por su desnuda piel, - “la nuez es muy importante para mí, nos identifica como hombres, como machos, y claramente, seres como tú, que no lo sois, llevarla es un insulto.” Fue ahí cuando mi cara empezó a descomponerse. Él vio mi expresión y continuó diciendo:
  • “Tranquilo, no somos unos salvajes. No pienso arrancarte la nuez. Para nada, sólo que hay que disimularla y proyectar en ella lo que realmente eres. Por ejemplo, un bonito collar sera suficiente para que todos sepan tu condición de esclavo.

Fue entonces cuando de un salto bastante masculino se bajó de la mesa, se acercó a una esquina y arrastró con una mano una pequeña mesa donde podía apreciar algunas agujas de tatuar. Entonces supe lo que iba a pasar. Y fue también en ese mismo momento donde me di cuenta cuál era el tatuaje que me iba a enseñar. Sin decir nada más empezó rápidamente a preparar todo y a acercar la aguja a mi cuello. Intenté moverme pero no había manera de hacerlo, ni tan siquiera unos milímetros. La experiencia en atar, al parecer, es un grado. Pronto empecé a oír el sonido de la aguja y a notar el pinchazo en mi garganta. El dolor era bastante agudo. Nunca me había hecho un tatuaje y no sabía lo que se sentía. Siempre me habían dicho que en ciertas partes apenas dolía, pero por lo que se veía, esa, era realmente dolorosa. Con templanza y unos nervios de hierro “el tatus” me iba dibujando dios sabe qué en mi cuello, cruzándolo por mí nuez. Mi polla estaba menguando poco a poco del dolor. Pasados unos 15 o 20 minutos, seguía sin saber controlar la hora, terminó.

  • Creo que es exactamente lo que buscaba- dijo dejando las cosas en su sitio y agachándose para coger un espejo de mano -“Mírate”- dijo acercando el espejo a mi cara - Hemos tapado lo poco de hombre que te quedaba, y ahora ya tienes tu collar de perro rodeando tu cuello y tu nuez. Visible. Perfecto para que nadie se confunda con lo que realmente eres.

Allí estaba aquello… lo que me dejaba claro qué era. Quién era. Lo que ahora todo el mundo iba a saber. La palabra ESCLAVO rodeaba la parte delantera de mi cuello. La A la había dibujado justo en mi nuez, en forma de un candado.

  • Es justamente perfecto, ¿no crees? - Terminó diciendo cuando las lágrimas empezaron a salir por mis ojos. No daba crédito. No sabía qué hacer ni qué decir. Me

quedé inmóvil, en silencio - Y ahora a prepararte. Tienes que conocer al equipo, y ellos a ti. Estamos ansiosos de que vivas entre nosotros. No te muevas eh- dijo                  sonriendo y recolocándose el rabo en su sitio. Se alejó y me quedé solo entre estiércol, paja y dolor.