LA GRANJA. Capítulo 4: Un nuevo miembro (parte 2)

Ante ti una saga que cuenta la historia de un joven universitario que es secuestrado y conducido a La Granja. Un lugar repleto de misterio y esclavitud donde un grupo de hombres tienen secuestrados a jóvenes que obligan a trabajar para ellos...¿Que tramarán?

Un nuevo miembro en la familia- parte 2

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  • Felicidades campeón - Dijo “el Tatus” acercándose mientras los otros dos se ponían a rellenar el agujero de nuevo.  Flexionó sus piernas y se agachó acercándose a mi con media sonrisa en la boca. Seguía tirado en el suelo- Bienvenido a tu nueva Familia. Seguro que estás hambriento y querrás comer algo, ¿no? - dijo mientras se metía la mano por los pantalones y se agarraba el rabo desde dentro…

Me sentía agotado, mental y fisicamente, y solo quería cerrar los ojos, y cuando los abriera, recordar todo aquellos como un mal sueño. Pero esto no parecía ser el final de nada, sino el principio de algo bastante más crudo de lo que me imaginaba al entrar allí.

  • ¿Quieres comer algo solido que no sea rabo, verdad? Jajaja –Preguntó riéndose amigablemente mientras acariciaba mis rizos con su mano izquierda y sacaba la derecha de dentro de su pantalón.

Claramente me moría de hambre, aunque en otras circunstancias no me hubiera callado y me hubiera lanzado a aquel paquete aun teniendo la misma hambre…pero aquella situación estaba pudiendo conmigo.

  • Seguro que tienes hambre. Llevas todo el día con solo  un poco de lefa en el estomago y no quiero que te nos desmayes.– Dijo esto último remarcándolo con una mirada de ironía y una media sonrisa que hacía lucir una dentadura envidiablemente, blanca y perfecta. – ¿Qué te parece un trozo de pizza y una bebida refrescante?

  • No tengo hambre. – Mentí indiferente en lo que claramente era una estúpida respuesta de niñato rebelde.

No lo vi venir, una hostia con el dorso de la mano, que había lanzado al aire, rebotó contra mi cara y me hizo terminar de tumbarme en el suelo de espaldas.

  • Si no me respetas y aprendes a terminar todas las putas frases con “Señor”, no voy a poder respetarte yo a ti. Convertirte y educarte en alguien útil y productivo es mi tarea, y no voy a dejar que sigas por el mal camino.

Se recogió un poco los pantalones empujando desde la zona alta de las rodillas hasta subir la parte baja por encima de sus tobillos y recolocó su postura en cuclillas en cuclillas haciendo una flexión corta algo abierto de piernas.

  • Te va a venir bien- continuó endulzando un poco el tono, todo lo que su masculina voz le dejaba- Deberías comer un poco. Vamos – sentenció alargándome un brazo.

Alargué el mío hacia su mano y la agarré fuerte para poder levantarme. En plena subida estiró mucho más fuerte su brazo hacia él y me retrajo hasta que mi boca quedó a unas milésimas de las suyas, completamente erguidos. Otra vez tan cerca de u verde mirada que atravesaba mi iris fijamente, otra vez ante aquellos tiernos labios que tan bien me habían besado. No puede más que cerrar los ojos por cierta vergüenza. Entonces noté que su cara se acercó más y con una leve brisa que mi oído derecho recibió, dijo: “Deja que yo te cuide”. Sus palabras recorrieron todo mi cuerpo y erizaron mi piel. Mientras las pronunciaba notaba como aquellos labios rozaban húmedamente mi odio y no pude evitarlo, mi polla restalló contra su pierna.

  • Sígueme- dijo mientras alejaba su cara de la mía, daba media vuelta y ordenó a sus dos sobres que terminaran ya y fuera adentro. Éstos obedecieron y antes de ponernos a caminar desaparecieron al interior del edificio.

Seguía desconcertándome aquella doble actitud, y también que no me atara ni me vendara los ojos para desplazarme. No sé si es que confiaba en que no huyera, o confiaba en la imposibilidad misma de huir. Probablemente un poco de las dos. No me lo pensé mucho, decidí seguirlo a una puerta cercana que conducía al interior del edificio principal. Recorrimos por unos pasillos no muy iluminados que dejaban a derecha e izquierda puertas cerradas del mismo estilo. Luego una sala grande donde apenas pude observar una larga hilera de cajas de madera cerradas con candados y otra sala cerrada con una puerta en la que desde su ojo de buey se veía lo que parecía ser una cocina. Entonces llegamos a una habitación mucho más grande que las anteriores, con ventanales altos y horizontales en la parte de arriba por la que no entraba mucha luz. Ya era casi noche cerrada; en una de ellas se veía el reflejo de la luna. Un día duro, pensé. Fue cuando miré hacia el fondo cuando me sorprendí. No sé por qué me imaginé que iba a comer sólo con Marc, pero no, allí estaban sentados en unos bancos de madera con cojines negros el rubio y el negro, y entre ellos  otro hombre al que no había visto. No era aquel que me condujo con la mesa de metal al lugar donde me hicieron el tatuaje que aún me dolía en el cuello.

De todos ellos, incluido a este musculoso que me había llevado en la mesa camilla y el policía chino (bueno no sabía decir exactamente si era chino o japonés), su cara era la que más me imponía. Tenía mirada de cabrón de verdad. Esas miradas que dices “Si me pilla me mata de una paliza”. No estaba musculado, simplemente algo fibrado. Se le marcaban los bíceps, sí, pero era el más delgado de todos. Su pelo corto y repeinado hacia un lado le hacía una cara mucho más visible, y sus facciones duras no se escondían a pesar de tener una barba de 4 días. Sus cejas arqueadas en expresión de “lo que vas a sufrir” eran tremendamente acojonantes. Quise apartar la mirada, pero por alguna razón no pude. Llevaba una camiseta de tirantes blanca y ello mostraba dos brazos completamente tatuados. Uno en negro en el que podía apreciar varias cosas; entre ellas una flor enorme y diferentes líneas. En el otro brazo había algo más de color con dibujos rojos, azules y verdes. Todo bastante armónico. Estaba inclinado hacia delante con las manos entrelazabas y los codos pegados a las rodillas. No dejaba de contemplarme.

Junto a él, el hombre negro se había puesto una camisa a cuadros y un pantalón negro. Era con diferencia el hombre más musculoso de todos, y así vestido estaba entre elegante y estilo “portero de discoteca”. Su pelo rapado no me había llamado la atención hasta ahora. Al otro lado, el rubio llevaba una sudadera un poco abierta por la parte de arriba, lo que hacía ver el comienzo de sus pectorales. Los pantalones eran grises, anchos de la parte superior y ajustados por abajo. De todos ellos parecía el mayor, pero no le echaba más de 37 años. También, su cara, era de la que tenía las facciones más relajadas y llegaba a tener cara de niño bueno. Era el que menos me imponía de los tres.

Delante de ellos había una mesa sin banquetas ni sillas. Marc me dijo que me pusiera delante de la mesa y ésta me llegaba por la cintura. Mientras, él se fue al otro lado de la mesa y arrastró una banqueta que antes no había visto, se sentó y entonces se abrió la puerta que daba a la cocina y que antes había visto. Salió el hombre que me había conducido en aquella mesa metálica. Llevaba en sus manos una bandea plateada bastante grande. Se acercó hasta la mesa y pude apreciar que en ella había una pizza de tamaño individual, una jarra de cristal vacía, un collar con un agujero rectangular en el centro y un pequeño objeto formado por una especie de dos aros metálicos. Lo dejó todo encima de la mesa colocado ordenadamente y se quedó quieto junto a nosotros.

  • Gracias Symon, ya puedes retirarte - dijo “El tatus”

E inmediatamente aquel armario agachó levemente la cabeza, apreciable para los más detallistas, y se alejo hacía donde había salido.

  • Una putada la verdad – continuó diciendo- perdió la lengua cuando formaba parte de Las Fuerzas Internacionales de Asistencia a la Seguridad en la guerra de Afganistán, allá por el 2004. Formaba parte de los 4300 soldados que Alemania envió a Kabul cuando quisieron asegurar aquella zona. Fue capturado y torturado. Le cortaron la lengua y lo forzaron a inmolarse contra su escuadrón. Pero logró escapar y volver a acomodarse en una Alemania mucho más tranquila. Ahora no quiere estar en primera línea pero nos sirve bien. No da mucha conversación, pero qué le vamos a hacer- dijo mientras una risa algo ruidosa provino del negro. – Pero centrémonos en ti. Que es para lo que hemos venido ¿Verdad? Quiero que antes de que puedas degustar esta deliciosa pizza, te pongamos elegante.

Se levantó de la banqueta, recogió el collar y me giró de los brazos colocándome de espaldas a la mesa.

  • ¡Agáchate, zorra!

  • Sí señor- contesté sin querer. Me salió más natural e instintivo de lo que hubiera querido. No entendía por qué no me estaba revelando. Apoyé mis rodillas en el suelo y cuando lo hice, todos empezaron a reír. Me di cuenta de que “el Tatus” les había hecho un gesto como diciendo…”ves qué obediente”

  • Así es mucho más fácil para todos. El incidente de antes no debe volver a ocurrir. Así es todo más sencillo. Ven anda.

Agarró mi cabeza con sus brazos, la acercó a su paquete y me colocó el collar por detrás. Se apartó y me puso la correa. El rectángulo que el collar tenía era para que no tapara el tatuaje y mi señal quedaba justo al aire rodeado por el collar.

Entonces empezó a caminar, la cuerda de metal se tensó y me obligo a caminar a cuatro patas detrás de él. Me dio una vuelta a la mesa mientras decía

  • Os presento a nuestro nuevo miembro. Todos le trataremos como se merece y él nos tratara como nosotros merecemos. Personalmente, estoy muy contento de tenerlo aquí- termino diciendo mientras el negro y el rubio silbaban y me lanzaban todo tipo de humillaciones: “¡esa es nuestra nena! Bienvenida zorrita! “ahí, mueve ese culazo para nosotros”. Por su parte, el nuevo (al menos para mí) no decía nada. Se limitaba a sonreír y dar pequeños golpes en su pierna. Cuando me dio una vuelta completa y toda la mierda del suelo se pegó a mis manos y mis pies, me dejó delante de la mesa otra vez y se sentó en ella, frente a mí.

  • Y todo nuevo miembro tiene regalo de bienvenida- cogió el artefacto de los dos aros y agarrando fuerte de mi polla y mis huevos pasó éstos por uno de los aros y la polla por el otro, colocando el artefacto al final de las dos partes de mi zona intima. La estrechez de aquellos metales me molestaban y mi cara lo reflejaba.

  • Tranquilo, es molesto al principio, en un par de días te habrás olvidado que lo llevas. Que no lo recuerdes dependerá de ti.

No entendí esa última parte, aunque lo iba a hacer no muy tarde. Comenzó entonces una explicación sobre las personas que allí se encontraban.

  • Tienes derecho, ya que por fin eres nuestro, a saber de tus dueños. Al menos un poco, para empezar. Por quién quieres que comencemos- preguntó. Tanteé varias opciones pero quien más me intrigaba era él, así que le miré y susurre un “Usted, señor” muy educado. Quería aprovechar la única oportunidad de decidir algo en tantas horas. Le di más importancia a esa decisión de la que debería.

  • Vaya. No esperaba otra cosa- dijo riéndose y rascándose sus partes mientras se dirigía a su asiento- Mi nombre es Marc y soy quien manda aquí. Se me respeta y se me hace caso como al que más. Nada ocurre en La Granja que no esté bajo mi supervisión. Y por supuesto, no se decidirá nada que no haya pasado por mí previamente. Aun así, les dejo bastante libertad con los seres como tú –dijo mirándolos. – Lo que debes saber de mí es que voy a ser quien te ayude a adaptarte a las normas y la vida de tu nuevo hogar. Si te surge alguna pregunta a lo largo de tu estancia aquí solo tendrás que pedir permiso para hablar conmigo y ya veré yo si te la doy, y si respondo a tus preguntas. Pero no me canses. Me aburren los largos cuestionarios que conducen a “obedeces y punto”. Si tienes alguna pregunta que pueda ser respondida con eso, ya tienes la respuesta, así que no pierdas tu puto tiempo en ello. En cuanto a ellos, a los dos de los extremos ya los conoces. Él se llama Darío (señalaba al rubio) y será el encargado de ayudarte con tu entrenamiento diario. Su años con los militares hacen de él un gran experto en obediencia y respeto. Es una de las cosas que más cachondo me ponen de él.

Aquel chico rubio levantando una mano en señal de saludo.

  • El negraco –dijo Marc continuando- es Rober, aunque le gusta más Rob. Para ti “Señor”, claro. Él será quien te vigile y te guié en tus actividades y trabajos diarios. La Granja no se sustenta y limpia sola y tienes que tener una tarea para poder estar aquí. La comida, la bebida y los castigos son gratis, pero todos ellos hay que ganárselos. El decidirá si te has ganado tu comida diaria o no. Si no haces bien tu trabajo, aparte del lógico castigo, te supondrá quedarte sin comer ni beber hasta que él lo decida.

  • ¿Cuál será mi trabajo aquí, señor? – Pregunté agachando un poco la cabeza y mirando al suelo. No tanto por respeto, sino más bien por el miedo a la respuesta.

  • Todo a su tiempo- respondió- Por último, él es Christian pero lo solemos llamar Kraft. Seguro que él te explica mucho mejor su apodo – termino riéndose.

Fue entonces cuando hoy su voz, era entre ronca y sorda, la más grave que había escuchado nunca. Algo misterioso. Hablaba lento, como degustando sus palabras, pero no parecía pensarlas mucho.

  • Kraft fue el apellido de uno de los asesinos en serie más peligrosos de los años ochenta en California. Invitaba a autoestopistas y marines a beber con él. Un poco de Valium era suficiente para conducirlos a una de las peores muertes; tortura, sangre, dolor, fuego, ataduras, violaciones… eran los ingredientes que le hacían desear más víctimas. Un hombre muy inteligente y algo perturbado. Cuando terminaba con ellos los estrangulaba ferozmente. La prensa lo llamo “El estrangulador de California”. Yo lo conocía por otro nombre: “Padre”- terminó diciendo.

El miedo en mi cuerpo no era descriptible. No sé si la narración era verdadera o no, con el tiempo supe que al menos ese hombre sí existió.

  • Hay que decir que él – concluyó Marc señalando a su colega- es mucho más relajado. Al menos no mata. – Los dos rieron a carcajadas. – ¿No creo que haya dudas de su papel aquí verdad? Presentada esta parte de la familia es hora de que comas algo.

Esta parte de la familia? No sonaba bien eso…..

Tomó la pizza por la bandeja de plástico que la rodeaba y me la acercó. Se agachó para estar a mi altura con el mismo movimiento de pantalón que antes y metió un dedo en ella arrastrando un poco de tomate y mozzarella y se la llevó a su boca. Chupó su dedo mientras me miraba fijamente y me la ofreció lanzándola al suelo boca abajo.

  • Podéis volver a vuestras labores, chavales –dijo mientras miraba al trío y éstos se levantaron hacia donde yo estaba. El camino de salida les conducía por donde yo me encontraba y eso les llevó a pasar por encima de la pizza con sus pies descalzos. Hasta entonces no me había dado cuenta de que los tenían así. Primero pasó Rob y puso su pie derecho en una parte de la pizza que amasó contra el suelo baldosado, desplazando esa parte hacia donde yo estaba.

  • Que aproveche puta - dijo mientras salía por la puerta.

El siguiente fue Darío y éste se agachó a la misma altura que su compañero,  escupió lentamente, como dejando caer su saliva a tiempo ralentizado sobre el centro de la pizza que aún quedaba intacta. La agarró por el borde y me la estrelló contra la cara por la parte escupida, dejando un reguero de tomate y saliva por mi boca.

  • Me quedaría comer contigo, pero es que se ha caído al suelo… y nosotros no somos como vosotros - fue diciendo mientras también salía por la puerta.

Por último, kraft.  También se agachó, se acercó a mi cara y lamió con su lengua el tomate y la saliva de Darío que aún pendían de mi boca y de mis carrillos. Me puso cachondo que pudiera hacer eso sin darle asco. Creo que a Marc también le gusto aquello, por su sonrisa picarona. Entonces, con un sonido nasal como retrayendo los mocos, lanzó un escupitajo fuerte desde poca distancia a mí cara y todo lo que había lamido restalló contra mí, a lo que se le sumaban las babas de su boca y los mocos que su nariz habían expulsado.

  • “No vemos pronto, gatito”- dijo completamente serio clavando su mirada casi amarilla en la mía.

Marc vio todo aquel espectáculo ya sentado en la mesa y me ordenó terminar con la pizza que seguía en el suelo.

  • La pizza no es una comida que normalmente vayamos ofrecerte aquí. Digamos que, es un premio de bienvenida. Así que disfrútala y no dejes nada. Mientras, voy a darte de beber un poco.

Fue entonces cuando, en lo que yo me agachaba para comer aquella asquerosidad que se había esparcido por parte del suelo, sacó su polla y metió parte en la jarra que aún estaba en la mesa. Ahora pude ver algo mejor su polla, aunque no quise levantar mucho la cabeza por no toparme con otra hostia. El poco vello del nacimiento de su rabo era castaño oscuro y bien recortado. El tronco era grueso y las venas se notaban con precisión. Floja como estaba, se debía alargar unos 10 o 12 centímetros dentro de aquel cristal, pero no podía calcularlo bien. El sonido de su meada restallando contra el borde de la jarra de cristal me ponían un poco cachondo, pero la pizza y la guarrada de comer en el suelo me hacía sentir justo lo contrario. Intentaba comer las partes superiores que no habían tocado el suelo, pero mientras Marc meaba mi bebida me empujaba la cabeza con su zapatilla, lo que provocó que desistiera y empezara a lamer las lonchas de peperoni del suelo. Cuando terminó, me ofreció la jarra y me pidió que lo bebiera de un trago. Así lo hice, y continúe comiendo. Su meada estaba muy caliente y no era completamente desagradable.

Ya terminando la pizza, noté cómo la cabeza se me iba poco a poco y los ojos pedían cerrarse. Era una sensación extraña pues no estaba cansado. Al notar esto Marc me sujetó, me levantó y me colocó en sus hombros conduciéndome por otro pasillo que no había transitado. Uno mucho más largo que conducía, al parecer, a otro edificio anexo a donde nos encontrábamos. Cuando llegamos a una puerta blindada enorme, me apoyó contra la pared, sacó una llave de su bolsillo y desplazando un cerrojo abrió la puerta introduciendo la llave. Apenas podía ver bien, se me iban cerrando los ojos más y más, aunque intentaba que eso no ocurriera. Entonces Marc me metió en aquella habitación en la que solo entraba una luz tenue de una especie de lucero en el techo y me acercó a una jaula que mediría la mitad que yo. Me tendió en el suelo mirando al lado opuesto a la jaula, la abrió con otra llave y me marcó el camino hacia dentro de la jaula. Para entrar, tenía que hacerlo a 4 patas, sino, no podría caber.

Entonces, justo antes de entrar en ella me di cuenta que paralela a mi jaula había otras 4 jaulas. Dos a la derecha y dos a la izquierda. Y en ellas, al parecer unos dormidos, otros mirándome en silencio, creí contar hasta otros 5 chicos. Marc terminó metiéndome en la jaula de un solo empujón en el culo con su zapatilla y no pude apreciar mucho más, porque fue entonces cuando me quedé dormido.

Había drogado su propia meada en la jarra.