LA GRANJA. Capítulo 3: Un nuevo miembro (parte 1)

Ante ti una saga que cuenta la historia de un joven universitario que es secuestrado y conducido a La Granja. Un lugar repleto de misterio y esclavitud donde un grupo de hombres tienen secuestrados a jóvenes que obligan a trabajar para ellos...¿Que tramarán?

Un nuevo miembro en la familia -parte 1

3

Llevaba esperando horas tirado en el suelo de aquel pequeño habitáculo otra vez. Aquel del que ya conocía sus medidas pero que me seguía pareciendo igual de infranqueable por su oscuridad. Estaba tirado en el suelo, desnudo, con los pies ardiendo en sangre viva, aun empapadas ciertas partes y con un olor bastante desagradable que sofocaba toda la habitación. Me habían trasladado aquí después de unas horas bastante desagradables y me habían dicho que esperara mi aceptación. No sabía aceptación a qué. Interpretaba que a seguir entre ellos. A seguir siendo usado por ellos, como un muñeco de trapo. Pero no me habían dado mucha más información. No es que fueran muy habladores. La acción era su brújula.

Como ya sabéis, me habían trasladado a una cuadra donde habían tatuado en mi garganta lo que ellos consideraban que era mi carta de presentación. Los minutos siguientes no fueron nada interesantes. Estuve amarrado a esa mesa metálica hasta que decidieron trasladarme en ella por un terreno que conducía a la parte lateral de La Granja. Pude empezar a darme cuenta con aquel paseo, que el recinto donde nos encontrábamos era más grande de lo que yo pensaba. Tenía, al menos que desde mi posición pudiera ver, varias estructuras colindantes. No era solo una casa grande. Pude observar cobertizos, un invernadero gigante y dos edificios en forma de almacenes con tejado de chapa. No tenía mucho campo de visión con la cabeza amarrada hacia arriba, pero cuando giraban la mesa camilla en la que me encontraba algo podía observar. Me condujeron, como digo, hacia uno de los extremos del recinto, en el que se detuvieron. Escuchaba varias voces pero no llegaba a distinguir quiénes eran, pues se habían colocado detrás de mí y solo era capaz de visualizar al hombre que me había atado a la mesa. Iban hablando entre ellos en un alemán muy bajito, y aunque llevaba años estudiándolo, esos niveles de sonido no eran fáciles de interpretar. Solo pude observar que la conversación estaba siendo bastante caldeada. Dos de ellos casi era como si estuvieran discutiendo. Cuando llegamos al lugar, el gorila que hasta ahora estaba encargándose de transportarme a los diferentes sitios, fue soltando las amarraduras hasta dejarme en libertad y levantarme de un brazo. Me erguí en la mesa metálica apoyando los pies en el suelo. Aún me ardía el tatuaje del cuello. Se me pasó por la cabeza salir corriendo, pero al girarme vi como 4 hombres más estaban detrás de mí. No había oportunidad de escapar sin tener una buena represalia. Así que decidí elegir la vía que menos problemas me acarrease…..Ojalá.

Pude observar que el grupo lo formaban el hombre negro que me folló la boca, el rubio que se abalanzó sobre mí desde el árbol, “el tatus” detrás de ellos mirando su móvil (esta vez con camiseta de tirantes) y un nuevo gorila que no había visto hasta ahora. Este último era asiático y vestía con unas camisas anchas que aun así dejaban relucir un cuerpo demasiado trabajado por el gimnasio. Era bastante bajo y llevaba un parche en el ojo izquierdo. No había visto nunca nadie con un parche de esos. Pensaba que solo salían en las malas películas

  • Dame lo mío y me largo cuanto antes. Llevo demasiado tiempo fuera y no quiero que vuelvan a sospechar - dijo casi silbando en un acento que nunca había escuchado antes. Su pie se agitaba rápidamente y miraba a todos lados como buscando algo. Estaba claro que el motivo por el que estuviera ahí había concluido y no sé por qué me daba que yo en algo tenía que ver.

“El tatus” sacó una cantidad importante de billetes de su bolsillo, como quien saca un mechero después de que le hayan pedido fuego. Y sin dejar de prestar atención al móvil ni levantar la mirada para observarle, acercó su mano hacia donde estaba el asiático y le tendió el fajo de billetes cerca de su pecho.

  • Te llamaremos pronto- le dijo mientras volvía a guardarse la mano en el bolsillo después de que el asiático hubiera agarrado el dinero. Mientras aquel hombre se alejaba, “el tatus” empezó a hablarme sin separar su vista del móvil. O no le importaba mucho lo que ocurría, o algo mucho más importante estaba ocurriendo en su teléfono

  • Es hora de que te unas a nosotros. De que formes parte de este bello lugar.

Pronunció “bello” como quien escupe una cascara de pipa al suelo.

  • Y para ello, como es reglamentado, debes pasar el filtro. No podremos admitirte si no aguantas lo necesario. Para ello – continuó diciendo mientras seguía escribiendo en su teléfono y se rescata su paquete al mismo tiempo- vas a tener que demostrar tu fortaleza. Si consigues aguantar las siguientes 3 tareas sin desmallarte, querrá decir que tienes la fortaleza suficiente para estar aquí y sernos útil. Si caes inconsciente o no las pasas con nota…bueno ni te replantees esta opción - dijo levantando su mirada del móvil y mirando fijamente a los ojos.

Su silencio dio paso, otra vez, a poder escuchar aquella discusión en bajo que estaban teniendo detrás de él. Eran los dos hombres que me habían atrapado en el parque. Pero de pronto, un grito tosco y extremadamente varonil  de“el tatus” zanjó la disputa.

  • Serás tú - dijo señalando con la mirada al rubio que se había lanzado a por mí horas antes - Fuiste el primero en atraparlo y mereces ese privilegio. Y callaos ya cotorras, que me duele la cabeza- concluyó haciendo que ambos, más altos y corpulentos que él callaran al unísono.

Se guardó el aparato en el bolsillo y se acercó a mí dejándolos atrás. Confirmé así quien mandaba allí. Los otros dos parecían tenerle algo de miedo. O respeto. A estas alturas ya no sabía distinguir esos dos sentimientos.

  • Comencemos pues- dijo soltándome de la camilla y sujetando mi brazo izquierdo muy fuerte mientras lo inclinaba hacia mi espalda obligándome a caminar justo delante de él, pegado a su cuerpo.Notaba su rabo flácido, pero nada pequeño, golpeando mi culo a cada dos pasos que dábamos. No debía llevar ropa interior e intenté evadirme de todo lo que me había hecho concentrado en notar su rabo contra mi culo y forzar esa acción con alguna paró que el recondujo con fuerza. Entonces un sonido de motor frente a nosotros me distrajo de mi objetivo actual y pude apreciar cómo un coche de Bundespolizei, (que para los que no hayáis estado nunca en Alemania es la policía federal del gobierno de este país) pasaba delante nuestro. Quien fuera al volante conducía hacia el lugar por donde me trajeron. Justo cuando paso lo mas cerca nuestro posible, pude apreciar cómo dentro del coche iba el pirata asiático que minutos antes estaba junto a mí. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. O la policía sabía de aquel lugar, cosa que me extrañaba, o aquel hombre tenía negocios bastante turbios con los hombres que me habían capturado. Ninguna de las dos opciones me hacía ninguna gracia. Quise preguntar por qué me hacían esto a mí y que no creía tener nada de valor que les pudiera interesar, pero fue empezar a formular la oración y recibir una patada de parte del “tatus”. Me recogió del suelo con la misma rapidez con la que me lanzó y puso su frente contra a mía inundando mi mirada con sus increíbles ojos - Como vuelvas a abrir la boca sin que yo te de permiso la siguiente patada irá a tus putos huevos, ¿me he expresado con suficiente claridad?

Llegamos entonces, unos metros desde donde me habían soltado de aquella mesa, a un espacio cerrado en mitad del terreno en el que había dos paredes de chapa, de manera perpendicular, una a la otra, formando un pasillo. Como techo, una serie de velas largas colgadas hacía abajo de manera vertical creando dos filas a lo largo del pasillo. Y debajo, un camino negro que parecía carbón… o un material parecido.

  • Vivir aquí es duro. Hay que hacer frente a jornadas de trabajo intensas, mantener un estado de concentración estricto y confiar en la fortaleza natural que no controlamos hasta no estar situados en una posición de vida o muerte - empezó diciendo de nuevo mientras me sujetaba tras de mi los hombros con sus manos, apoyando su boca cerca de mi oreja, volví a notar su rabo, parecía haber crecido- Confío en tí - concluyo antes de chasquear dos dedo y separarse de mi.

El gorila negro se acercó a mi y sin ningún cuidado y con la brutalidad de un animal agresivo me rasgó la sucia ropa rompiendo la camiseta en dos, me quito los pantalones y rasgó con brutalidad mi ropa interior que aún se apreciaba la mancha de semen. Mientras hacia aquello el rubio se colocó detrás de una de las chapas lanzando con una especie de lanzallamas casero, un a ráfaga de fuego que hizo prender ambas chapas en combustión. Debían estar húmedas de algún líquido altamente inflamable. Todo aquello no tenía ningún sentido, qué querían.

Completamente desnudo “el tatus” me llevÓ hasta la entrada de aquel pasillo infernal. De las llamas de las paredes se desprendían pequeñas gotas de fuego que prendieron aquel camino de carbón. “El tatus” silencioso, y observando todo aquel proceder sin sorpresa ninguna, no como la mia, espero hasta que las planchas estuvieran como deseaban. Ordeno apagar el fuego y esperamos unos segundos hasta que el camino de carbón eran brasas muy caientes.  Observando el rojo intenso de las brasas, y lamentándome de lo que podría pasarte, no advertí que el rubio se había subido a una especie de escalera para prender fuego a las velas superiores, que con las llamas prendidas empezaban a desprender ceniza desde el cielo. El calor que desprendía aquel pasillo a un metro y medio de distancia era casi inoportable.

  • Dime. ¿cuántos años tienes? aún no hemos podido conocernos - dijo “El tatus” con un sonido casi amistoso.
  • 25- dije contestando tímidamente a aquella solicitud- Señor- añadí segundos después para no empeorar las cosas.
  • Perfecto, serán 25 vueltas entonces. Cada vez que cruces el pasillo gritas el numero de vueltas, y cuando cumplas tu edad podrás salir.

Empecé a notar como la vista se me iba. Cómo iba a aguantar 25 vueltas a ese camino. La distancia debería de ser unos 10 metros y la estrechez de la pared hacía complicado girarme sin quemarme los brazos. No había manera de no quemarse todo el cuerpo. Sin dejar que me lo pensara dos veces “el tatus” me acercó justo a medio centímetro del comienzo y me dijo que tenía 2 segundos para meterme o que si no me arrojaría él. No contemplaba la segunda opción, así que sin estar nunca tan decidido a nada comencé a caminar sobre aquel infierno. El calor no era tan intenso en los pies como en el resto del cuerpo. Las paredes estaban haciendo los brazos, hombros, cadera y todo lo que quedaba en los extremos, empezara a doler y picar, pero no podía apenas mover las manos, porque cualquier movimiento de más me haría tocar las paredes laterales y llevarme una buena quemadura. Caminé todo lo rápido que podía mientras la cera de la vela se iba solidificando en mi rizado pelo y mis hombros. Cuando caía en mi pecho, y rozaba mis pezones, el dolor era más intenso, pero no me pareció muy desagradable. Nada que ver con las paredes, y lo que poco a poco me ocurría en los pies. A medida que avanzaba por aquel terreno, que no era precisamente lo más liso del mundo, los pies iban ardiendo más y el dolor estaba siendo más intenso. Respiré hondo y caminé aún más rápido. El giro, al final del pasillo, fue lo más complicado. Al ver que girarme de una tirada iba a ser más peligroso, me puse primero de perfil, me coloqué correctamente y volví a hacer otra vez el giro en el mismo sentido para ponerme de cara al camino. Fue al quedarme de un lado cuando sentí una hostia de calor en mi cara. No veía más allá de aquel pasillo en rojo. Era como si estuviera en mitad del infierno. Y ópticamente no parecía un pasillo recto, sino curvo, probablemente debido a las ondas que el calor y el fuego provocaban. Lo que hacía más complejo caminar recto. La primeras 13 vueltas las realicé sin un percance mayor que lo esperable. Los pies, los notaba en sangre viva y notaba quemados los hombros y los brazos. El calor no me dejaba respirar y los ojos me lloraban. Fue en la vuelta número 14 cuando al girarme al final del pasillo (o al principio, ya había perdido la orientación) apoyé mi codo derecho en una de las paredes, lo que provocó en mí un brusco movimiento y me llevó a quemarme el pie del mismo lado contra la misma pared. Ahora sí que tenía un intenso dolor en aquellas partes. No podía aguantar más, pero no me quedaba otra que continuar. Me esforcé en no pensar en el dolor ni en el calor, me imaginé deslizándome por un iceberg y continué hasta el final del trayecto. Cada vez que me giraba, mi voz, al pronunciar los números de las vueltas que ya había realizado, sonaba más débil. La última vuelta fue la más difícil porque estaba completamente mareado y, aunque no me había dado cuenta, me había vuelto a apoyar contra la pared en el mismo sitio de antes. El dolor apenas ya se localizaba en partes concretas, se había extendido al cuerpo entero, lo que me había ayudado a sobrellevar los nuevos embates. Cuando pronuncié “veinticinco” mi voz se quebró y salí del pasillo arrojándome a la poca hierba que a la salida había crecido.

Seguía sin ver completamente, pero el aire que allí fuera se respiraba dio un pequeño alivio a mi cuerpo. Aun así, el dolor era muy intenso. Tirado en el suelo noté que se acercaban a mí y, acto seguido, un dolor muy fuerte chocó contra mi espalda haciéndome gritar y removerme en la tierra. No sabía qué estaba ocurriendo porque no podía ver nítidamente y el dolor se estaba moviendo por todo mi cuerpo, de pecho a espalda, de pies a culo, de polla a brazos… al mismo tiempo que yo me movía con gritos ahogados, el dolor se desplazaba. Abrí los ojos completamente y pude diferenciar cómo uno de ellos estaba apuntándome con un chorro de agua a través de una manguera verde. La intensidad de la presión del agua era lo que me estaba provocando el dolor, sobre todo en las partes donde más quemaduras tenía. No había notado la humedad hasta pasado unos segundos. Supongo que el calor que tenía en el cuerpo se había apoderado de mi sentido del tacto y el agua no se había abierto paso hasta que no vi lo que me estaban haciendo. Estaban dirigiendo el chorro de agua por todo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Entonces paró y el hombre negro me agarró del cuello, me colocó una bolsa de plástico en la cabeza y la estiró haciendo que se aplastara contra mí cara. Respirar así era complicado pero un pequeño surco me dejaba hacerlo, entonces volví a notar el dolor del agua presionando mi cara. Con la bolsa tapada el dolor era menos intenso pero el pequeño surco de aire ya no servía y me estaba ahogando por momentos. La sensación de agobio ahí dentro, con el calor que mi cara desprendía ahogándose dentro de la bolsa y el frío dañino junto a la presión del chorro por fuera, estaban agotando mis fuerzas y mi respiración estaba siendo mucho más intensa. La bolsa de plástico me tapaba las fosas nasales con cada respiración y pensaba que me iba a morir. Entonces soltaron la presión y me dejaron respirar. Pero no tardaron más que unos segundos en volver a ponérmela y volver a rociarme con agua. En ese breve instante vi como “el tatas” miraba atento lo sucedido mientras con una mano se restregaba su paquete. Esa vez fue mucho más largo y llegué a marearme un poco por la falta de oxigeno. Pero intenté aguantar, desmayarme sería aún peor que aquello. Pero segundos mas tarde la cabeza me empezó a doler mucho más, la visión se nublaba y notaba que perdía el conocimiento.  Pararon.

Me quitaron la bolsa de la cabeza y me dejaron tendido en el suelo. Apenas podía controlar mi respiración. Tenia todos los esfuerzos puestos en no desmayarme por completo.

Los dos hombres se alejaron y “el tatus” se sentó a mi lado. Con su mano volvió a rozar de nuevo mi cuerpo desde la cara al abdomen.  Repaso mi mentos, lo deslió por mi cuello, sorteo algunas quemaduras y repaso mis pectorales y mi abdomen. Lo hacia suave, contacto, como quien acaricia a su amante. Con su brazo me incorporó un poco empujándome desde el cuello hacia él y apenas había recuperado la respiración y la vista casi por completo me plantó un beso en los labios metiendo una lengua húmeda y deliciosa en mi boca.

  • Lo has hecho muy bien - dijo cuando se apartó de mi boca.

Ese momento trague saliva. Saliva suya que fue como un refrescante trago de agua en mitad de un desierto. Su beso era apasionado pero dulce. Besaba increíblemente bien e intente guardar aquel sabor para siempre.  Si os soy sincero, fue como estar en el paraíso. Después de todo aquello, que me trataran así, apoyando mi peso en su brazo y besándome en la boca, fue como un regalo no merecido. Que esté diciendo que no era merecido no tiene sentido, al menos no lo tenía en aquel momento. Debería de estar cabreado. Con ganas de meter una paliza a quien se acercara a preguntarme la hora. Por el contrario, sin palabras, pero con una mirada de cordero degollado, agradecí aquel gesto con una media sonrisa. Llamadme imbécil si queréis.

  • Una más y formarás parte de nuestra nueva familia - me dijo sin apartarse mucho de mi y clavando su verde mirada en mi ojos asustados.

Me guió un ojo y me  ayudó a levantarme. Esa doble faceta suya, siendo el mayor indiferente y carbón, y su faceta tierna y amigable no me cuadraban. Me descolocaban profundamente, aunque no podía decir que no me gustara. Me acompañó caminando, esta vez sujetándome con sus brazos desde uno de mis costados, hasta un hueco enorme y me metió en el. Era un agujero hecho en la tierra que tenía mi tamaño y solo me sobresalía la cabeza fuera de él. Era lo suficientemente estrecho para que entrara con las manos pegadas a mi cuerpo y toda la tierra me rozaba, provocando en las zonas más afectadas por el fugo, un intenso escozor. Miraba hacia arriba donde ellos estaban y entonces “el tatus” me lanzó una cuerda y el rubio y el negro empezaron a lanzarme arena a los lados hasta llenar el agujero entero. La cuerda desapareció y solo quedaba la parte superior que salía, como mi cabeza, del agujero que acababan de llenar.

Sin mucha más palabrería, al unísono, los tres, se sacaron sus rabos y empezaron a mearme en la cabeza.

  • Abre la boca bien- dijo “el tatus” cuando cerré los ojos con las primeras gotas en mi cara. Instintivamente la abrí, y empecé a notar como el calor de sus meados entraba por mi boca, giraba en mi garganta y bajaba por la tráquea hasta su destino. Era una cantidad grande de meado ya que los tres estaban vertiendo en mí todos sus líquidos. No era capaz de tragar todo aquello y cada poco tosía y me ahogaba con aquella bebida, lo que suscitaba en ellos insultos y carcajadas hacia mí. “Traga mamona”, “mira la puta como se alimenta” “Vamos putita, abre más esa boca de zorra” “¿Eres una maricona bien húmeda, eh?...eran solo algunos de sus regalos.

Cuando terminaron, antes de que pudiera abrir los ojos para que nada me entrara dentro, ya se habían guardado sus rabos y me quedé con las ganas de vérselo al “tatus”, pues solo pude apreciar unos pocos segundos de él antes de emitir su cálido chorro. Era grande, no tanto como la negra, pero sí más que la del rubio, y tenía un precioso prepucio rojizo…

El calor y la humedad hacia que el olor a meado fuera más intensa alrededor de mi cabeza. Entonces se alejaron los tres tras un orden clara: “tienes 30 minutos para salir o dormirás aquí dentro toda la noche”.

Me dejaron solo durante aquella media hora. Tiempo que no sabía como controlar, así que si no quería pasarme allí toda esa primera noche tendría que ingeniármelas para salir. El olor, con el tiempo se fue haciendo más desagradable. Era como el olor de aquellos baños de los bares en mitad de una gran fiesta. De esos que dan arcadas nada más acercarte medio metro.

Intenté mover las manos o los pies, pero ambos estaban apretados contra la tierra con la que habían cubierto el hoyo donde me encontraba, y apenas era posible mover un poco de la arena más fina que rodeaba los dedos de la mano. Estaba anocheciendo y el sol se estaba ocultando tras unas montañas algo lejanas. Entonces noté como la tierra más exterior, esa llena de humedad por la meada de aquellos tres cabrones se desplazaba más flacamente con movimientos de mi cuello y se me ocurrió una idea no muy agradable: mearme.

Si conseguía mear el líquido ablandaría un poco la tierra cercana a mis manos que sería sin poder despegarse de mis piernas, y así podría intentar coger la cuerda. Que por la posición por la que se escondía en la parte superior, debía estar delante de mi polla. Apreté con fuera y al rato, empecé a notar el chorro salir, intenté esforzarme en sacar todo el líquido posible, mientras movía la tierra cercana a mis dedos. Poco a poco comencé a poder mover más la mano separando un poco la tierra.

No sé cuánto tiempo tardé, pero lograr coger la cuerda, que gracias a Dios no estaba muy lejos de mi mano derecha. Empecé a moverla para que hiciera huevo en la superficie. Poco a poco empecé a desplazar diferentes partes de mi cuerpo para mover la tierra y encontrar los agujeros que se creaban para escarbar más hueco. Logré coger la cuerda con las dos manos y entonces, empecé a tirar de ella para subir. Tarde bastante, y de repente, a lo lejos, vi cómo se aceraban. Ya estaba casi fuera, solo me quedaban los pies, retiré la tierra que me obstaculizaba y salí lo más rápido posible, completamente meado por ellos y por mi, lleno de tierra, con quemaduras del fuego y agotado por el ahogamiento del agua y la falta de respiración…

  • Felicidades campeón - Dijo “el Tatus” acercándose mientras los otros dos se ponían a rellenar el agujero de nuevo.  Flexionó sus piernas y se agachó acercándose a mi con media sonrisa en la boca. Seguía tirado en el suelo. - Bienvenido a tu nueva Familia. Seguro que estás hambriento y querrás comer algo, ¿no? - dijo mientras se metía la mano por los pantalones y se agarraba el rabo desde dentro…