La gran verga argentina

Manu es chileno, un chico callado pero bastante testarudo, prefiere la tranquilidad y no es muy sociable que digamos. Sus amigos deciden sacarlo de fiesta en una noche que, entre alcohol y desenfreno, conocerá un argentino -Martín- quien le hará pasar la mejor noche de su vida.

Después de más o menos un año de estar jodiendo para que saliera con él, Julio terminó por convencerme por casancio de que viajáramos a Buenos Aires a visitar a nuestros viejos amigos, compañeros del secundario que se habían ido a terminar sus estudios a Argentina. Más o menos era una buena excusa para salir a recorrer y emborracharnos en un lugar nuevo.

El viaje duró dos horas y media y cuando nos bajamos en Ezeiza, ahí estaban nuestros amigos, junto a dos rubios altos, hermanos, que al parecer eran nuevos en el grupo. Aunque no me guste admitirlo, parecían sacados de una revista. Un buen porte, pecho ancho, facciones perfectas de ojos claros como el agua y un cabello perfecto rubio y lacio. Sebastián era el menor, un chico listo y muy atento. Y el mayor, el culiao más insoportable que podrán conocer en su vida, Martín Hernández. Martín vivía ahí, y Sebastián era un uruguayo que tenía casa en Buenos Aires. Ellos nos mostraron la casa de Martín y nos comentaron que planeaban organizar una fiesta. Julio estuvo de acuerdo y muy emocionado, yo solamente quería irme a casa para no aguantar más al rubio mayor, ¡el tipo era un pesado!, realmente un ególatra de esos que no querrías tener cerca.

Comimos lo que más se come allí, asado. Conchesumadre Martín, será un estúpido pero cocinaba para chuparse los dedos. Como habíamos llegado temprano, hicimos tiempo para recorrer, nos mostraron Buenos Aires, algunas tiendas varias y también anduvimos por el Obelisco. Así hasta que se hizo de noche, y cuando eso pasó, volvimos a lo de Martín para cambiarnos y qué se yo que wea, al final todos se bañaron, incluyéndome. Cuando salí de la ducha ya estaban todos los preparativos, incluso tenían luces y unos parlantes enormes. Bebidas por todas partes, lo que se te antojara.

Llegaron varias personas más, todos empezaron a tomar, y por qué no, yo también me tomé un par de botellas.

La música no era la mejor pero estaba relativamente a gusto, aunque sentado. El alcohol había quitado mi malhumor pero aún así no soy de esos que les gusta bailar  y desnudarse. Obviamente no soy como el weón de Martín, que ese sí estaba sobre el parlante quitándose la camiseta.

Comencé a observarlo más detenidamente, estaba haciendo un streap tease, creyéndose el hombre más sexy del mundo. Tenía el abdomen bien marcado, sin vellos, la piel tan blanca apenas tostada por el sol, los hombros anchos y el cuello largo y tatuado hasta detrás de la oreja. Movía el culo al ritmo de la música y se pasaba las manos por el cuerpo lento y modiéndose los labios.

De un momento a otro, y, obviamente para incentivar al rubio idiota, comenzó a escucharse "Back in Black" de AC/DC, y... ¡para qué! el argentino se desabrochó los pantalones y los bajaba sensualmente, dejando ver a penas su vello púbico.

¡Argh, qué hago mirando eso!

Se escuchaban los gritos de algunas weonas, noté que la mirada del rubio se posó sobre mi, por lo que corrí la cabeza en otra dirección, intentando disimular cuánto tiempo lo había estado observando.

Las luces de colores estaban comenzando a marearme, no sabía cuánto había bebido y ya me notaba bastante más sociable, hablé con algunos conocidos y nos reímos un rato del argentino.

En medio de tanta charla, noté una urgencia conocida. Tenía que ir otra vez al baño (uno cuando bebe no puede controlarlo). Cuando me levanté noté el piso un tanto extraño, estaba mareado pero nada de qué preocuparse.

Caminé hacia el pasillo y no recordaba con exactitud cuál era la puerta, algo ebrio como estaba, comencé a abrir una por una hasta que una voz conocida me interrumpió.

" Eeeeh, hola loco. " gritó, ya que hablar no se podía por el volumen de la música.

Estaba curao pero no tanto como para soportar las idioteces de el rubio, por lo que lo único que hice fue preguntarle dónde estaba el baño, a lo que respondió : " Aaaah, qué se yooo " balbuceó, quedándose en su lugar. Lo ignoré y continúe mi búsqueda.

Él, con ese olor a cerveza que llevaba encima, todo el alcohol derramado sobre la camisa desabotonada, lo que hacía que se le apegue ligeramente al cuerpo, me acuerdo a la perfección cuando dijo: " Che, boludo, vení... te quiero decir una cosa " sabía que cuando uno se pone curao no sabe ni de lo que está hablando ni con quién, pero me acerqué de todas formas, para que no se pusiera a lesear y terminaríamos peor.

Al acercarme, tiró de mi brazo, trayéndome hacia él, en aquel pasillo, oscuro, donde nadie podía vernos en esos momentos. Decir que no me gustaba su perfume era una mentira, me sacaba como diez centímetros por lo que mi rostro lo tenía pegado a su pecho caliente. Intenté moverme hacia atrás pero me lo impidió. Cada vez... más cerca, el aliento totalmente cargado de un olor a alcohol, se colaba entre mis labios entreabiertos, y pude sentir como su pierna buscó el lugar entre las mías, presionando. Deslizó entonces sus labios por mi mejilla izquierda, algo perdido, me besó, despacio, suave, muy rico... su cálida saliva penetraba mi boca, no podía pensar en algo más que en su potente erección contra mi muslo derecho. Ya desde ahí comencé con la idea de que la tenía enorme.

Con movimientos torpes, correspondí. Mi lengua no era tan experta, inclusive no alcanzaba su nivel besándome borracho. Aunque lo odiaba, no podía resistirme. Era un tipo, como dije antes, que parecía sacado de una revista. Un cuerpo perfecto tallado a mano y un rostro que te invitaba a hacer realidad hasta las más retorcidas fantasías.

Se sentía tan caliente... tan húmedo. Intenté alejarlo, pero insistió. " Estás tan bueno... Manu... " dijo en voz baja. Yo me quedé totalmente sonrojado " Me dan muchas ganas de cojerte " terminó la frase mordiéndome el cuello. Mi mente intentaba organizarse, solo pude decir dos o tres palabras tontas " Martín, maldito ebrio po weón " aún intentaba apartarlo, algo imposible... no tenía casi fuerzas, y él ejercía mucha presión, sus brazos eran fuertes y firmes, muy grandes si los comparabas con los míos que apenas se les notaba el músculo" Te gusta la verga... ¿No, Manu? Decime que si... te tengo unas ganas boludo... Te vi como me mirabas... dale, no te hagas el otro, te quiero cojer " tengo la sensación de su voz grave diciéndome ese tipo de cosas... Después de eso, se alejó unos centímetros para tomarme del brazo y tirarme hacia la última puerta del pasillo, la cual empujó, llevándome.

Era todo un macho dominándome como a mi me gustaba, era un imbécil, pero así, diciéndome todas las cosas que quería oír, me había convencido. No había podido disimular cuánto me calentaba que me tratase rudo.

El rubio se sacó la camisa y la arrojó hacia atrás, mientras yo le miraba, con aquellos movimientos tan descoordinados, se acercó otra vez, atrapándome en un tibio beso, manoseando mi cuerpo con esas manos enormes y expertas, esas que frotaban de a poco mi pecho, y levantaban la camiseta que llevaba, dejándola caer. Aprovechó para desprenderme el pantalón, pero no hizo nada más... solo habló... muy despacio... suave... con un tono excitante, pegado a mi oído. " Podés tocarme también... ¿Querés chuparmela?... Manu... hablame... ". No podía decirle que sí directamente. Asentí con la cabeza, inclinándome, desabrochando su pantalón, bajando los bóxers y encontrándome con aquella erección que ya había sentido, ese gordo y palpitante pene sin circundicar.

No quería mirarlo a los ojos... pero sabía que su mirada estaba posada sobre mis acciones. Con nerviosismo, bajé la cabeza para dar la primera lamida en la base mientras pegaba la nariz para sentir el aroma de ese maravilloso falo. Me ayudaba con ambas manos, acariciándole los huevos sin ninguna restricción, como si ya hubiese hecho eso un millón de veces. Mojé bien su extensión, me encantaba la sensación del vello púbico en mi lengua, succionaba la piel aún sin tocar el glande rojizo que me esperaba ansioso.

Tenía la verga venosa y mi mano alcanzaba a penas a rodearla, no sé qué pensaba en ese momento, pero continué, pasando la lengua en pequeños toques sobre el frenillo, recolectando las gotitas saladas de su magnífico presemen.

" Uy... qué bien la chupás Manu... uf... " escuchaba su respiración pesada, sus grandes manos me empujaban un poco la cabeza, traté de oponerme pero terminé mamándosela sin restricciones. Sentía que me iba a ahogar con su verga, sentía la garganta llena, apenas podía respirar y se me caían algunas lágrimas. Aún así continuaba con esmero y de vez en cuando alzaba la vista para ver su erótica expresión, mientras apretaba los labios y los movía percibiendo las venas con la lengua " Mmnhh!... " me quejé, pero no parecía hacerme mucho caso. " Uf... la puta madre, si seguís así voy a acabar ". Cesó con la presión en mi cabeza y me sostuvo de los hombros, quitándome su verga de la boca. Se agachó a mi altura y me manoseó como si fuese una mujer, gruñía en mi oído cual animar jadeante, yo solo soltaba gemidos agudos dejándome dominar

Apretaba mi pecho y mi cintura, me arrancó con fuerza la camisa, mientras me daba besos y mordidas en el cuello, dejándome lleno de marcas que indicaban que él había pasado por ahí.

" Ah... nh... umh"

Yo también estaba caliente. La peor combinación, borracho y caliente. Con timidez comencé a recorrer su pecho también, aunque él me sostenías las manos sosteniéndome para estar completamente bajo su merced.

Terminé boca abajo en la cama, completamente a sus pies, rendido para ver lo que seguía, lo que haría ahora ese salvaje macho ególatra.

No pensé, solamente me dejaba hacer, y cual fémina suspiraba esperando lo que seguía.

Sentí el calor de su pecho en mi espalda, como bajaba con besos y mordidas amagando con mis nalgas, mordiéndome los muslos y dándome nalgadas duras que me hacían suspirar. Miré hacia atrás mordiendo las sábanas, jadeando y viendo como se agarraba la verga  y se escupía para empezar a metermela despacito.

" Uuh, sí... " se escapó de mis labios. El rubio rió entre dientes mientras entraba un poco más. " Ay... " me quejé.

" Ay, ay... no llores putita, si sabés que te encanta " susurraba en mi oído. Llevó sus manos a mi rostro y metió dos dedos en mi boca, mientras no dejaba de penetrarme a un ritmo creciente.

Un millón de sensaciones me invadieron, sentía su verga tan caliente dentro mío, una y otra vez, tan fuerte, uf, tan bueno.

" AH, NNH... Ay, ¡SÍ! " me sorprendía a mi mismo las cosas que le gritaba, si no hubiese sido por el alcohol jamás me hubiese follado a alguien que no conocía y menos tener tan poco pudor. De mis labios se escapaban maldiciones, todo tipo de guarrerías.  " Nnh... Martín... uf... " me follaba más y más fuerte, yo cada vez arqueaba más la espalda, en cuatro, sumiso, débil, pidiendo por más de esa verga que me hacía experimentar sensaciones que no sabía que existían " Dios, sí, Martín, dame, dame más ay, dios "

Sentía mi falo a punto de explotar, él aprovechaba para masturbarme al mismo ritmo que me penetraba, yo no sabía qué más hacer que aferrarme a las sábanas, morder un poco sus dedos para evitar seguir gritando como puta en celo.

" Nnmh... uf... te voy a dar mi lechita, toda adentro, ¿querés? " me decía al oído. " Ay, sí... mmmh " le contestaba. Jamás había sido tan dócil, tan manejable.

" ¿Ah sí, la querés toda? "  " ¡Sí, sí! "

No aguanté más y acabé manchando mi estómago y parte de las sábanas, me había venido como nunca antes, estaba agitado y quería retorcerme de placer.

Me follaba cada vez más lento pero más fuerte y profundo, sus huevos y su pelvis chocaba contra mis muslos, la música sonaba de fondo pero solo podía prestar atención al calor que aumentaba. Finalmente se detuvo, regalándome su magnífica corrida, al mismo tiempo que suspiraba con una voz ronca, masculina, sensual.

Sacó su verga de adentro mío y se dejó caer al costado de mi cuerpo, respirando pesado, tan agitado como yo. No podía verle a la cara, por lo que me levanté rápido, me puse mi ropa y salí de esa habitación lo más pronto posible, sin decir nada.

Corrí por el pasillo y entré a la primera puerta que vi. Para mi suerte era el baño. Mientras meaba sentía como el semen comenzaba a bajar por mi pierna, me sentía sucio y pegajoso. Lo ignoré y salí de allí lo más pronto posible, con la corrida del argentino entre las piernas.

Cuando volví a la fiesta todo estaba normal, nadie parecía haber escuchado nada. Eso quedaría entre nosotros dos, para siempre.

La caña del día siguiente era tremenda. Mi cabeza daba miles de vueltas y quería solo pensar en aspirinas y antiácidos. Ya era hora de volver a mi país, así que después de un almuerzo bastante incómodo y sin hablar con el sujeto de la otra noche, nos fuimos al aeropuerto, solo mis amigos, Martín y yo.

Mis amigos habían ido a hacer todo su papeleo, cuando yo ya había terminado el mío, por lo que me quedé a solas con el rubio. Todavía no le había dirigido la mirada desde "esa vez". Me crucé de brazos y solté: " Yo no soy marica "

No lo miré. Pero el dudó un segundo y me dijo.

" Obviamente no, boludo... " se rió. Sentí un tirón de brazo y cuando me volteé, lo tenía besándome como si nada, sus labios tibios y suaves... un beso fugaz, pero que para mí duró una eternidad.'

Fue la última vez que lo vi, pero todavía me acuerdo del puto culiaó ese, ese weón ególatra, egocéntrico, soberbio, el "pelotudo" de Martín Hernández.

Fin.