La gran pillada

Dos adolescentes se quedan solos en casa y empiezan a enrollarse cuando de repente los padre vuelven y...

LA GRAN PILLADA

Saludos a todos los lectores de Todorelatos. Empezaré presentándome. Mi nombre es Álvaro, tengo 18 años y la historia que voy a contaros me sucedió cuanto tenía 16 años y supuso mi salida apoteósica del armario. Soy un chaval guapete según dicen, moreno, pelo cortito, pendiente, cara de crío, delgadito. Nunca he tenido problemas para ligar, tanto con chicos como con chicas, aunque a ellas siempre les he dado largas porque nunca me han gustado. En concreto cuando sucedió esta historia estaba saliendo con Sergio, un chaval de mi clase al que conocía desde hacía dos años. Sergio tenía la misma edad que yo, pese a que era unos meses mayor, era rubiete, con el pelo rizado, delgado también, guapo de narices, además de divertido y buen chaval, con lo que me encantaba estar con él.

Un día estábamos en mi casa él y yo. Sergio entraba en mi casa como colega mío, pues mis padres no sabían nada aún de mi homosexualidad. Yo vivo en una casa de dos pisos, y nosotros estábamos en el piso de arriba, en mi cuarto, escuchando música y metiéndonos mano disimuladamente. Cuando nos quedábamos solos aprovechábamos para follar todo lo que podíamos, nos encantaba el sexo, aunque por desgracia esas ocasiones eran escasas. Me encantaba comerle su pedazo de polla de 17 cm y que después me enculara a 4 patas o en varias posturas, pero esa tarde no teníamos planeado quedarnos solos. Sin embargo mis padres cambiaron de planes a última hora y decidieron irse a un centro comercial a hacer la compra de la semana. Mi madre subió a mi cuarto a decirme que se iban a ir un rato y a Sergio y a mí se nos iluminó la cara. Cuando se cambiaron de ropa y se prepararon se despidieron y se marcharon. Me quedé solo con ese bombón y evidentemente no íbamos a perder el tiempo. Nos lanzamos a la cama y empezamos a besarnos y a sobarnos por todas partes, ni siquiera quitamos la música que teníamos puesta bastante alta, no podíamos desaprovechar ni un segundo. Enseguida nos desvestimos el uno al otro. Yo le quité los pantalones y él me hizo lo mismo. Cuando le quité los calzoncillos su maravilloso rabo salió disparado de lo duro que estaba. Yo me quité los míos para liberar también mi polla. Ahí estábamos los dos con las camisetas puestas y en bolas de cintura para abajo. Yo le hice sentarse en el borde de la cama con las piernas abiertas y me arrodillé frente a él. La imagen de su rabo y sus pelotas delante de mí me ponía a cien. Enseguida me lancé a comerle los huevos. Sergio empezó a gemir de placer mientras yo los lamía y me los metía en la boca. Aquello era maravilloso. Después cogí su polla y me la metí en la boca tratando de tragar toda la que era capaz. Cómo me gustaba comérsela. Recorría todo su miembro de arriba abajo velozmente, utilizando la lengua para darle más placer. A Sergio le encantaba aquello.

  • Joder, cómo la comes…sigue – me decía.

  • No quiero que te corras aún que tienes que follarme el culo.

  • Bueno, pero sigue chupando un poco más.

Mientras yo seguía a mi faena, en el piso de abajo la puerta se abrió. Mis padres habían vuelto nada más salir. Sergio y yo no pudimos oír nada dado que teníamos la puerta cerrada y la música bien alta, así que mientras mi madre subía las escaleras yo seguía comiéndole el rabo a mi novio con todas mis ganas, seguía lamiéndole el capullo, intentando tragármela toda, y lo que es peor, el seguía gimiendo como una perra y ambos estábamos prácticamente desnudos con los pantalones y los calzoncillos tirados por el suelo de la habitación. Estaba ya a punto de parar de comérsela para que me follara cuando se abrió de repente la puerta.

Lo que mi madre vio cuando abrió la puerta no dejaba lugar para ninguna otra interpretación, no podía tratarse de ningún malentendido, no podía explicarle ninguna cosa que disimulara lo que ella vio. Vio a Sergio sentado en el borde de la cama con las piernas bien abiertas, sin pantalones ni calzoncillos y me vio a mí, su hijo, arrodillado entre las piernas de Sergio, desnudo, con la polla bien tiesa y lo que es peor, el rabo de Sergio metido hasta el fondo de mi boca.

El susto que nos pegamos fue tremendo como imaginaréis. Yo me saqué la polla de la boca al instante, y me levanté buscando mi ropa, Sergio se tapó como pudo la polla llena de mi saliva con la camiseta y buscó también su ropa, y mi madre, con una cara de susto tremenda dijo:

  • ¡Ay, perdón!

Y salió de la habitación volviendo a cerrar la puerta. Sergio y yo nos vestimos sudando de los nervios, maldiciéndonos por no haber tomado más precauciones antes d empezar el tema y preguntándonos qué iba a pasar. La pillada había sido absoluta. Yo le dije a Sergio que no se preocupara de nada, que yo afrontaría la situación. Apagamos la música y escuchamos cómo la puerta de abajo se volvía a cerrar y mis padres arrancaban el coche. Se habían vuelto a ir. Sergio se fue de mi casa nerviosísimo y yo me quedé aún peor.

Cuando volvieron mis padres por la noche mi madre vino a hablar conmigo, ya que yo por vergüenza no salí de mi habitación. Me dijo que no me preocupara por lo de la tarde, que ella ya suponía desde hacía un tiempo que me gustaban los chicos, y que era normal que hiciera cosas así con chicos de mi edad. Yo flipé con todo aquello. Me dijo que habían vuelto porque se le había olvidado preguntarme si quería que me comprara una cosa, y como aún estaban en el barrio, pues habían vuelto en vez de llamar. Yo le conté que Sergio era mi novio, que llevaba unos meses con él, y ella me dijo que quería conocerlo y tal. Sergio no se atrevió a volver a mi casa hasta varios meses después, pero ahora se lleva genial con mi madre, aunque aún se le cae la cara de vergüenza cuando le recuerdo cómo se enteró de todo.