La gran experiencia de Adriana

De como Adriana logró un gran placer en una sesión de sexo inesperada para ella.

Hola a todos. Me llamo Ricardo. Soy aficionado a esta página desde hace algunos meses que la descubrí. Me gusta porque tiene actualizaciones constantes, de tal manera que uno puede leer siempre algo diferente. Antes de contar la experiencia que tuve con Adriana (nombre falso, como el mío) les pondré en antecedentes.

Mi conocimiento e introducción al mundo de la sexualidad se dio por accidente. Mi infancia se caracterizó por ser muy retraido. Casi no tenía convivencia con niñas porque me eduqué casi toda mi niñez en escuela de varones y mis juegos eran solo con los amigos. De cualquier manera en esa época no me hacía ninguna falta. No sentía necesidad en el trato con las niñas. Pero cuando empecé a estudiar en una escuela mixta mi trato con ellas fue obligado y difícil al principio por lo que, en general, las evitaba. Como ellas notaban eso, pues también se alejaban un poco de mi, de tal manera que no tenía la mínima posibilidad de algún contacto sensual, mucho menos sexual. Con el paso del tiempo, eso fue cambiando y mi trato con ellas paso a ser normal. Pero mientras eso sucedía, la falta de educación en mi hogar en el plano sexual, así como la visión de la pornografía que podía encontrar en cualquier lugar hizo que mi conocimiento de ese tema fuera más guiado por fantasías y lo que los autores me metían en la cabeza que la realidad. Entre esas fantasías se encontraba el sexo anal.

Con el paso del tiempo tuve relaciones con algunas amigas – 2 o 3 – y pude comprender que mi fantasía de sexo anal no era necesariamente compartida por ellas. Busqué, por lo tanto a una prostituta en la sección de clasificados del periódico y llamé a una. Previamente me informe de todo cuanto pude en relación a la sodomía, a pesar de lo cual, la relación no fue satisfactoria pues no la preparé bien y le dolió (también era su primera relación anal). Pero como pudo más mi fantasía que lo demás, decidí, meses después, que iba a realizar mi fantasía con una chica y los dos lo íbamos a disfrutar. Llame a otra agencia de servicios de masajes. Al pedirme las características de la chica que quería que me enviaran al hotel, lo único que pedí es que fuera delgada y con cadera amplia, ya que yo consideraba que eso facilitaría las cosas.

Un rato después llegó a mi habitación Adriana. He de decir que no quedé decepcionado de ella. Era una chica de estatura media, delgada, piel clara, cabello corto y castaño, ojos color miel, senos medianos, abdomen sin estrías u otro defecto, con poco vello en el cuerpo (se notaba que no se depilaba, sino que era natural), efectivamente cadera grande, sin ser exagerada y piernas delgadas. Se notaba que no hacía ejercicio y, sin ser una belleza, superaba con mucho mis expectativas respecto a la chica que me proporcionaría el servicio, ya que además era joven (20 o 21 años, no recuerdo bien). Al llegar, me agradeció que estuviera en esa habitación pues se podía ajustar el clima y a ella le afectaba el frío.

Ahora me describiré yo. En ese entonces tenía 26 años, complexión media, con un cuerpo acostumbrado al ejercicio, lo cual no evitaba que tuviera mi grasa sobrante, piel morena clara, ojos verdes, estatura media, cabello claro y corto y he de decir que mi pecho y mis piernas son fuertes y se notan claramente los músculos y, aunque otras partes de mi cuerpo no son tan fuertes, creo que no se ve desproporción.

Como es costumbre en este tipo de servicios, antes de iniciar me pidió que le pagara y antes de darle el dinero, le propuse la relación anal con el incremento de la cuota que correspondía. Ella dudo. Me dijo que lo había intentado en otras dos ocasiones y la habían lastimado, pero yo prometí tratarla bien y que, en todo caso, no la forzaría a nada. No se porqué me creyó, pues pude mentirle, pero acepto, así que iniciamos.

La desvestí y pude ver sus senos, los cuales me excitaron increíblemente pues tenían los pezones claros y grandes, lo cual siempre me ha gustado. Comenzó dándome un masaje delicioso sobre la cama, pasando sus dedos desde mi nuca hasta llegar a mis nalgas, relajándome y preparándome para lo que venía. Posteriormente me volteó de espaldas en la cama, teniendo yo una erección tremenda, así que solo me dio un poco de masaje sobre el pecho y me comenzó a acariciar la verga con sus manos, para posteriormente llevarla a su boca, dándole succiones muy suaves y alternándolas con lamidas a los huevos, los cuales alternadamente entraban y salían uno a uno de su boca, lo cual hacía que yo sintiera escalofrío en todo el cuerpo. Era como si ráfagas de electricidad salieran del falo y los testículos para apoderarse de todo mi cuerpo, por lo que estiraba todo mi cuerpo, como si con eso pudiera hacer más intensa esa sensación. Y por si esto fuera poco, me excitaba todavía más el hecho de escuchar el chapoteo de mi verga en su boca, el chasquido parecido a un beso que se escuchaba cada vez que sacaba el palo para volver a meterlo nuevamente, llegando hasta la mitad, pues decía que si lo metía más le daban arcadas. Ya se podrán imaginar que después de 10 minutos de estar de esa manera yo me sentía en el paraíso, pero si continuaba así, iba a venirme y no quería terminar tan pronto, así que le pedí que cambiáramos.

Ella se acostó boca arriba y empecé a acariciarla por todo el cuerpo. Comencé besando sus orejas, introduciendo mi lengua de una a otra y descendiendo por el cuello, dándole pequeños chupones, que sí a ella no le excitaban, al menos si lo lograba conmigo. Estuve en ese juego unos minutos, hasta llegar a sus pezones. Su visión logro que me excitara más todavía y empecé a chuparlos con un afán parecido al que tiene un bebé hambriento. Me dio un poco de lástima que sus tetas no fueran más grandes, pues me hubiera excitado más todavía poder juntar ambos pezones y chuparlos al mismo tiempo, pero como no podía hacerlo, decidí que lo que mejor podía hacer era utilizar una de mis manos para sujetar el pecho en turno y la otra la ocuparía para acariciar su vulva y su clítoris. Entonces me llevé una sorpresa grande: Al tocarla, soltó un pequeño gemido y me di cuenta que estaba húmeda. ¡No lo podía creer! El concepto que yo tenía de la prostituta era que realizaba este juego sin deseo, solo como una forma de vida y Adriana me demostraba que podía excitarse con su amante en turno si se le hacían las caricias correctas. Lo único que sucedió con esto fue que lamía con más intensidad sus pezones y la masturbaba sobre su clítoris, alternando caricias lentas y rápidas, siempre con una presión constante en el capuchón de su clítoris. Adriana me llevaba de sorpresa en sorpresa. Gemía cada vez más constante y fuerte, lo cual me indicaba que disfrutaba lo que le hacía. Ahora tenía que calmar la sed que me provocaba la calentura de estar con ella, de tal manera que lo mejor era recoger los jugos que ella me brindaba, por lo que descendí a su entrepierna, la cual no había observado bien por haberme distraído toda la sesión con esos pezones de ensueño. Pude darme cuenta que sus vellos eran claros y escasos, que no se rasuraba ni se depilaba, pues estaban presentes aunque fueran en pequeña cantidad, en sus labios mayores. Por si esto no bastara, tenía unos labios menores que asomaban ligeramente sobre los mayores, observándose húmedos por un líquido claro que provenía de su vagina. No lo resistí. Mi lengua y mis labios comenzaron a rozar esa zona, arrancándole nuevos gemidos y aumentando la excitación de ambos. Su clítoris era pequeño y apenas asomaba de su capuchón, pero eso bastaba para que la parte más rasposa de mi lengua la acariciara, yéndome después más abajo a refrescarme con sus jugos, los cuales sentía ligeramente salados y tratando de introducir mi lengua en su vagina como si se tratara de un pequeño pene, al tiempo que mi nariz, en una situación no planeada, presionaba sobre su clítoris, lo cual hacía que sus gemidos aumentaran, al tiempo que se notaba que respiraba de manera cada vez más profunda.

En todo este rato estaba tan entretenido con la labor de mi lengua, que no me di cuenta en que momento elevó sus muslos, pero al hacerlo, había dejado expuesto su ano a mis caricias, por lo que una de mis manos comenzó a atender su clítoris (hasta ese momento las dos manos habían estado ocupadas con sus pezones) al tiempo que mi lengua comenzaba a dibujar círculos alrededor del fruncido agujero. Yo solo me daba cuenta como ese ano hacía algo de presión hacia fuera, como si buscara el contacto con mi lengua al tiempo que parecía abrirse, por lo que la mano que tenía libre la acerqué y ensalivé uno de mis dedos, haciendo presión lentamente en el ano, como tratando de introducirse, de perforar ese agujero. Sin embargo, el rato que llevaba en esa posición había conseguido que se me cansara el cuello, así que le pedí que cambiáramos de posición. Ahora yo estaría de espaldas sobre la cama y ella se sentaría sobre mi boca, con la ventaja de que al tiempo de chupar, podría estar viendo directamente a esos pezones que tanto me gustaron. Ahora también tenía la libertad de introducir más fácilmente uno de mis dedos en su apretado culito. Lo podía presentir: sus gemidos constantes al introducir uno y otro dedo en su recto me indicaban que mi fantasía se iba a cumplir. Hasta ahora todo iba bien, de hecho mejor de lo que esperaba, pues ella estaba excitada y esperando que introdujera mi pene en sus entrañas. Así que ahora probé a introducir dos dedos al mismo tiempo. ¡Era increíble! Los dos penetraron con facilidad y sin queja de parte de Adriana. Ahora buscaría dilatar más ese culito que me hacía soñar, por lo que moví mis dedos de tal manera que lo dilataran más hasta que pude introducir un tercer dedo, y aunque ahora si se quejó un poco de dolor me dijo que no importaba, que el dolor era leve, que podía seguir.

Había llegado el momento de penetrarla. Ella se encargó de ponerme un condón y esa vulva tan escasa de vellos y tan húmeda por sus fluidos y por mi saliva iba a ser penetrada por mi pene. Ella se puso en ancas y así la penetré. Poco a poco me movía de atrás hacia delante, penetrándola de manera cadenciosa. Y en ese aspecto puedo decir que me decepcionó un poco, pues a diferencia del momento en que hacíamos la felación o el cunnilingus se mostraba excitada y con deseo de seguir, así que hice más rápidas mis penetraciones a riesgo de llegar muy pronto a mi orgasmo, pues anteriormente tendía a la eyaculación precoz, sin embargo, no quería renunciar a la excitación que me provocaba el escuchar que gemía deseosa de más y más sexo. Como esa posición no me favorecía para las velocidad, le hice que se volteara de espaldas a la cama y sin querer, lo hice con algo de brusquedad, pero en su cara ya veía la excitación tan ansiada. Puse sus talones sobre mis hombros y me tendí hacia ella de tal manera que la hacía tener una flexión completa de su cadera. El hecho es que podía invadirla más rápidamente y de manera más profunda. Ahora podía notar un incremento en su respiración mientras la penetraba, lo cual era cada vez más rápido y en su cara se reflejaba con su sonrosada tez y su necesidad imperiosa de respirar por la boca. Daba grandes bocanadas de aire y volvía a su excitación anterior. Supe entonces que había encontrado su punto G, tan importante de localizar en cada mujer. Mis embestidas aumentaban y sus gemidos iban en aumento. Aproveche la posición para extender una de mis manos hacia sus maravillosas tetas. Los gemidos que aumentaron al tiempo que apretaba sus pezones lograron lo que ya era inevitable después de varios minutos de estar cogiendo como locos: Tuve un orgasmo increíble, logrando un clímax como pocas veces recuerdo. Solo se que grite de placer, sabía que no deseaba que terminara la experiencia, quería prolongar ese orgasmo para siempre. Posteriormente me di cuenta que las penetraciones debía hacerlas con gran fuerza, pues no solo estaba bañado en sudor, sino que vi que la cabeza de Adriana chocaba con la cabecera de la cama. Sin embargo, ella no llegó al orgasmo. Como dije, entonces tendía a la eyaculación precoz, pero nunca me había pasado que yo llegara al orgasmo sin que mi pareja tuviera al menos uno.

Pero a pesar de lo anterior, mantuve mi erección, lo cual no me sorprendió mucho, ya que en poco menos de la mitad de las ocasiones en que tengo relaciones puedo mantenerla a pesar de haber eyaculado. Aproveché el momento de excitación que vivía Adriana para reiniciar el cunnilingus. Ni siquiera me acordé de quitarme el condón. Esta vez procuraría llegar a su punto G con uno de mis dedos, así que poco después de empezar a chupar dirigí uno de mis dedos a su vagina, sin costarme mucho trabajo encontrar el soñado centro del placer femenino. En esta tarea estuve avocado varios minutos, hasta que se me canso el dedo y decidí cambiar: Puse mi pulgar dentro de su vagina, comenzando a meter y sacar. Para mayor placer de ella y facilidad mía, introduje lentamente mi dedo medio por su ano, previa lubricación en su vagina, con el resultado esperado de una más intensa respiración. Introduje un segundo dedo y, como la vez anterior, esto no provocó dolor, por lo que me mantuve así un poco de tiempo, con ese delicioso masaje en su ano y su recto. Inicié la introducción de un tercer dedo. Esperaba que me manifestara dolor, pero solo se quejo de sentirse un poco incómoda, por lo que pensé que era el momento de penetrarla y procedí a ponerme un nuevo condón.

A pesar del ritual anterior, en la misma posición de ancas, me dijo tener un poco de dolor al penetrarla, pero que podía continuar que era tolerable, así que continué. Solo puedo decir que después de unos segundos me introduje completamente en su recto (18 cm de verga) y decidí quedarme quieto para no lastimarla por unos minutos, pasados los cuales inicié lentos movimientos de mete y saca sin que ella manifestara dolor, por lo que aceleré los movimientos. Era delicioso observar desde mi posición como entraba y salía mi verga de ese ano, sin oponer resistencia, dejando que el invasor tocara las partes más profundas de sus entrañas. Cambiamos de posición y nos acostamos de lado. Estando detrás de Adriana, la volví a penetrar por su maravilloso y caliente culo. Ella ya gemía nuevamente, sin embargo no sabía si por dolor o placer y aunque le pregunté, no me contesto, así que asumí que le dolía un poco pero asumía un papel de juguete sexual quien tiene obligación de no quejarse con el cliente en turno. Y aunque esa situación me incomodó un poco, decidí continuar, pues yo le había pedido que me detuviera si sentía dolor en la relación. Como dicen, quien calla, otorga. Estuve limando en su culo por, al menos 10 minutos más en esa posición, hasta que levante su pierna para poder acariciar su vulva, ya que estaba a punto de llegar a mi segundo orgasmo y estaba decidido a lograr que ella no recordara esto como una mala experiencia. Como respuesta ella levanto un brazo y me dijo:

Mira como me tienes.

Adriana temblaba y lo único que pasó por mi cabeza era que tenía dolor o frío (¿recuerdan que a ella le afecta el frío?).

Sí quieres puedo poner el aire más caliente -, fue lo único que acerté a contestar.

¡¡NOOO!! ¿Es qué no te das cuenta? ¡He contado siete orgasmos desde que me penetraste por atrás y ya estoy cansada! Por favor acaba.

No lo podía creer. Esta muñeca había tenido siete orgasmos y yo no me había dado cuenta. Es verdad que su ano no oponía resistencia a mis embestidas, pero nunca creí que pudiera darle ese placer, sobre todo si luche tanto para darle un orgasmo por la vagina. No tardé en acabar. Mi semen acabó de llenar el segundo condón y nos dedicamos a descansar un rato mientras nos poníamos a ver películas XXX.

Después de un rato me confeso que el único orgasmo de su vida lo había experimentado a los quince años con su novio. Incluso había consultado a un médico amigo suyo pues tenía miedo de ser frígida, pues aunque se calentaba, no había vuelto a tener uno. Todavía estuvimos platicando un rato más y después yo me tuve que retirar pues tenía cosas que hacer. Como la habitación vencía en varias horas todavía, me preguntó si no tenía inconveniente en que la dejara descansando un rato, pues había quedado agotada. Al fin y al cabo, ella ya no iba a trabajar más ese día. Ese día descubrí que para algunas mujeres el sexo anal puede ser muy placentero, creo que más de lo que muchas se pueden imaginar, pero pienso que se niegan a probar. A diferencia de otras opiniones que he leído, no creo que los prejuicios impidan a una mujer probar esta variante. Yo creo que hay un natural miedo al dolor, pero si lo superan y su pareja las prepara como es debido, pueden descubrir un placer que no imaginan.

Adriana se quedó en el cuarto y fue la última vez que la vi. Mi vida sexual continuó su rumbo. Más adelante conocí a la que ahora es mi novia y probablemente se convierta en la madre de mis hijos. El sexo con ella ha sido también muy especial por su intensidad, pero eso también será motivo de otro relato. Espero que disfrutaran este, pues es el primero en mi vida y hasta ahora me doy cuenta lo difícil que es. Hasta la próxima.