LA GRAN CIUDAD: La boca del metro
A lo largo de mi vida me he visto obligada a tener sexo sin haberlo querido en unas cuantas ocasiones. Normalmente se trataba de personas conocidas, incluso miembros de mi familia (aunque no de sangre) que se valieron de algún tipo de extorsión, presión, perseverancia o amenaza directa que hacían que terminara claudicando con desgana. Pero no sabía lo que era que un desconocido me asaltara de buenas a primeras, una violación espontánea.
LA GRAN CIUDAD: La boca del metro
Hola, qué tal? Algunos de vosotros ya me conocéis, y a los que no, os recomiendo que leáis mi saga de relatos SOY PUTA, donde cuento diferentes historias desde que comenzó mi vida sexual hasta que me vine desde mi provincia de origen a una de las ciudades más grandes de España. Pues bien: en esta saga voy a contar diferentes historias que me han ocurrido desde que vivo en la gran ciudad, espero que os guste.
A lo largo de mi vida me he visto obligada a tener sexo sin haberlo querido en unas cuantas ocasiones. Normalmente se trataba de personas conocidas, incluso miembros de mi familia (aunque no de sangre) que se valieron de algún tipo de extorsión, presión, perseverancia o amenaza directa que hacían que terminara claudicando con desgana. Pero no sabía lo que era que un desconocido me asaltara de buenas a primeras, una violación espontánea. Llevo unos tres años viviendo en la gran ciudad, y desde que llegué tuve en mente cumplir aquella fantasía de vivir en primera persona una situación en la que el miedo en el cuerpo tuviera el protagonismo. Por eso siempre me procuré vivir cerca o dentro de alguna calle venida a menos, una calle que hubiera visto devaluada su calidad de vida por culpa de la inseguridad.
La tentación siempre estaba ahí, cada vez que volvía de madrugada de haber estado trabajando o de juerga. Siempre había alguna calle "turbia" por la que tenía que pasar, y siempre pasaba al lado de gualtrapas (rufianes) apoyados en una pared o en una boca de metro que me decían algo. Una de esas veces que pasé por al lado de dos moros que me dijeron algo así como:
-Bollito, quieres follar con hombres de verdad?.
Yo les contesté algo despectivo, como que no serían suficiente para mí, lo que no les hizo gracia. Seguí caminando unos pasos más y justo cuando los dejaba a unos 5 metros detrás, pasé a la acción. Saqué un paquete de pañuelos de papel de mi bolso, y al ir a abrirlo dejé que se me escapara de entre las manos, cayendo al suelo delante de mí. Me agaché a cogerlo con las piernas juntas sin apenas doblar las rodillas, dejando que la minifalda descubriese mi tanga y mis nalgas, y para cuando quise reincorporarme ya tenía dos manos en ellas. Una vez de pie, tenía a uno de ellos detrás agarrándome el culo y el otro delante tocándome las tetas y mirándome de manera desafiante.
-Te vas a enterar si somos suficiente para ti.
Me agarraron de los brazos y me hicieron acompañarles por las escaleras del metro. La cosa no pintaba muy bien, se les veía enfadados y me estaban agarrando fuerte del brazo y llevándome a empujones, que casi caigo por las escaleras con los tacones. Empecé a temer por lo que pudiera pasar, pero no podía evitar ponerme cachonda en aquella situación. Cuando llegamos abajo (a esas horas no hay gente salvo algún vagabundo durmiendo) me tiraron contra el suelo y se desabrocharon los pantalones, obligándome a ponerme de cuclillas y hacerles una mamada simultánea. Más que una mamada, literalmente me follaron la boca agarrándome la cabeza, provocándome náuseas. Ellos se divertían mientras yo trataba de controlar la situación, y poco a poco fui haciéndome con sus pollas, agarrándolas con la mano y mamando una y luego la otra. Les estaba gustando, se miraban entre ellos con sonrisas de aprobación, lo cual me alivió. Se recreaban soltando improperios, como "mira cómo la chupa la puta" "los blanquitos no le dan lo suyo" "toma carne de moro". Uno de ellos se separó de mí y se colocó detrás, me puso de rodillas y me bajó el tanga hasta la mitad del muslo. Se puso a palparme los labios del coño y cuando comprobó que estaba bien húmeda se puso a hurgar hacia dentro. Con sus movimientos me estaba volviendo loca, y no podía evitar sacarme la polla del otro de la boca para suspirar y gemir de placer. Abrí las piernas todo lo que me permitía la postura y el tanga que aún seguía "molestando" en mis muslos para que pudiera hurgarme lo más adentro posible. Tras un ratito así, se pusieron de acuerdo y el que estaba de pie dándome su polla en la boca se separó y se sentó con las piernas abiertas y la polla hacia arriba donde comenzaba la escalera para que yo, ya con el tanga en un tobillo, se la chupara a cuatro patitas, mientras el que había estado hurgándome con el dedo en el coño se dispuso a ensartarme a lo perrito. Comenzaron a moverse descompasados, lo cual no me estaba gustando nada, pero a medida que seguíamos ya los movimientos de los tres eran más sucesivos y yo estaba empezando a alcanzar el orgasmo. Al rato me dolían las rodillas, pero ellos no estaban dispuestos a terminar, así que tuve que aguantar un buen rato más en esa posición, hasta que saboreé los fuertes borbotones de semen que salieron de la polla que tenía en la boca. Miré al moro, que estaba recostado hacia atrás casi en estado de trance, mientras seguía soltando semen por la polla. Cuando saqué la polla de mi boca y el moro vio que ya no quedaba nada, le dijo sorprendido al otro:
-Se lo ha tragado! La blanquita puta se lo ha tragado!
-Pues a ver si este culazo traga tanto como la boca.
Sacó la polla de mi coño, me hizo ponerme de pie, manos contra la pared y la espalda arqueada dejando mi culo en pompa, con las piernas abiertas y estiradas.
-Te voy a follar tu culo blanquito, puta!
Yo estaba tan caliente que se me olvidé del aceite lubricante que guardaba en el bolso. Las primeras ensartadas me dolieron un poco, aunque no demasiado, y una vez dentro me llevó al séptimo cielo. Yo estaba a punto de estallar, un escalofrío entraba por mi ano y me recorría todo el cuerpo haciéndolo estremecerse en espasmos y temblores que se antojaban insoportables, mientras él cada vez embestía más fuerte aumentando también la fuerza de los azotes que me daba en las nalgas para espolearme, hasta que por fin estallé en un orgasmo que me dejó casi sin fuerzas. Cuando ya me estaban fallando las piernas, noté los ticks de su polla seguidos de los borbotones de semen que se alojó en mis entrañas. El moro que se había corrido en mi boca, se había puesto cachondo y se estuvo pajeando mientras el otro me sodomizaba, así que cuando yo estaba sentada en suelo contra la pared recuperando las fuerzas, me puso la polla en la cara para correrse de nuevo dentro de mi boca. Naturalmente, ya no tenía tanto semen como antes. Ellos se fueron y cuando les vi desaparecer arriba de la escalera, me levanté y me fui a casa. Cuando llegué tenía un rastro de semen que empapaba el tanga y me caía por los muslos. Estaba tan cansada que en vez de ducharme, me limpié con un papel y me tiré en la cama. Ya me ducharía al día siguiente, y de paso cambiaría las sábanas.