La gota
Muy corto... quizás demasiado.
Mis manos recorrían sus caderas, apretando carne, sintiendo el calor de su cuerpo.
Morena por vocación, húmeda por aprendizaje, caliente por ser latina. Mi boca no se separaba de sus pechos, pezones turgentes, piel tilinte de juventud.
Mi pene estaba dentro de ella, mis manos la guiaban en la danza del sexo. Abría con mis manos sus nalgas y le susurraba al oído la fantasía recurrente a nuestros encuentros: " te gustaría que llegara otro tipo y te penetrara por detrás " le decía.
"Que su pene te abriera el culito y te la metiera toda sentir su pecho contra tu espalda presionándote contra mi cuerpo "
Y ella gemía más. Uno de mis dedos asomaba a su trasero, sólo tocando la puerta y ella se revolvía lujuriosa. Siempre me pedía la misma fantasía, con tipos distintos, en lugares diferentes, pero el final era el mismo: una doble penetración hasta que la llenábamos ambos de nuestro néctar.
Su boca torturaba mi cuello y bajaba a mis pezones. Después de su inevitable orgasmo mientras le decía al oído que mientras nos regábamos yo podía sentir los huevos del otro tipo rozando mi pene (hay que hacer conseciones en estas fantasías aunque no te guste), ella se saca mi pene de su vagina y baja a chuparlo.
No se lo mete en la boca, sino que pasa su lengua por sus costados, lamiéndolo como un helado, baja a mis huevos, asoma a mi trasero. Esa caricia me hace soltar una gota de semen que resbala por el tronco de mi pene hacia mis huevos y s detenido en su descenso por su lengua golosa.
Me masturba con su mano y cuando le anuncio la corrida deja que mi semen se descargue sobre mi vientre cuando he terminado de eyacular comienza a restregar sus pechos sobre mi velludo y recién regado vientre, con lujuria, con pasión.
Me encanta el sexo contigo.