La gorda madura del tren
Subí al tren y busqué el compartimento que indicaba mi billete. Entré en él y vi que tan solo había una persona sentada junto a la ventana leyendo un libro. Era una señora mayor que yo, de unos cincuenta y tantos años, espléndida y de generosas carnes y con una bonita cara. Dirigió la mirada hacia
Terminé los exámenes de final de curso a principios del mes de Julio. Habían sido un último mes y medio muy duros en los que no había parado de estudiar y estaba totalmente agotado pero feliz. Feliz y pletórico porque había aprobado todas y tenía un largo y estimulante verano por delante. Para empezar, en un par de días saldría con de un par de amigos de interrail, es decir, cogeríamos un tren para recorrer parte de Europa. Nuestra intención era llegar hasta Hendaya y desde allí viajar a París para posteriormente llegar hasta Viena, pasar por Praga, bajar hasta Croacia y después visitar Alemania. Teníamos el dinero justo pero la mochila llena de ilusión y ganas de aventuras. No teníamos nada planificado y a medida que íbamos avanzando llamábamos para reservar la siguiente noche en algún Youth Hostel o similar. Conocimos mucha gente y nos corrimos un par de juergas. Finalmente llegamos a Croacia y descansamos un par de días en las playas del Adriático. De allí nos dirigimos hacia Alemania. Sin embargo yo abandoné el grupo ya que mis amigos iban al norte a visitar a algunos amigos y querían conocer Dinamarca también. Por mi parte quería visitar a una amiga alemana en Berlín, que conocí en su día cuando estuvo como estudiante Erasmus en mi ciudad. Iba ilusionado porque estaba seguro de que dormiría con ella. Pero ocurrió lo que no esperaba. El mismo día que me separé de los colegas le llamé para confirmar mi llegada y me dijo que lo sentía pero que por un problema personal tenía que ir unos días al pueblo de sus padres. Fue un poco bajón pero decidí que de todas formas iría a Berlín y lo conocería.
Subí al tren y busqué el compartimento que indicaba mi billete. Entré en él y vi que tan solo había una persona sentada junto a la ventana leyendo un libro. Era una señora mayor que yo, de unos cincuenta y tantos años, espléndida y de generosas carnes y con una bonita cara. Dirigió la mirada hacia mí y con una sonrisa me saludó en alemán. Yo le contesté con una amplia sonrisa, y tras quitarme la mochila me senté en frente de ella, al lado de la ventana. Volvimos a cruzar las miradas y ambos sonreímos, un poco cortados, sin saber muy bien que decir o hacer. Me puse a mirar por la ventana y ella también. Mientras observaba el paisaje me llegó el olor de su perfume. También el de su sudor. Hacía mucho calor. Disimuladamente dirigí mi mirada hacia ella y la observé durante unos pocos segundos para volver a mirar por la ventana, ya que no quería incomodarla. Llevaba un amplio vestido azul marino que me dejó disfrutar de la visión de sus gruesas piernas hasta la altura de la rodilla. Después solo alcance a ver el interior de sus pantorrillas que enseguida se oscurecían al estar tapadas por el vestido. Quién pudiera perderse en ellas. No me dio tiempo a ver nada más. Volví a mirar de reojo y observé su prominente ombligo sobre el que se erguían dos más que generosos pechos. Para mi infortunio el vestido no tenía un gran escote, por lo que lo dejaba todo a mi imaginación. Volví a mirar por la ventana. Me estaba excitando, era un maldito salido, pero que podía hacer si me volvían loco las mujeres hermosas. Note cómo ella desviaba su mirada hacia mí y en seguida miró por la ventana de nuevo. Volví a observarla. Era morena con el pelo corto, tez blanca y ojos marrones que se escondían detrás de unas gafas de pasta. Tenía la mejillas encendidas debido al calor y se le veía muy linda. Giró su cabeza y nos quedamos mirándonos. Le hable en inglés, "que día más caluroso" se me ocurrió decir sin pensarlo demasiado, intentando romper el incómodo silencio con la típica frase de ascensor sobre el tiempo. Y ella, para mi grata sorpresa, me respondió en perfecto inglés que sí, que hacía mucho calor mientras hacía el gesto de abanicarse con la mano y resoplaba como si estuviera achicharrada de calor y se reía. Al hacer esto observé cómo se bamboleaban sus enormes pechos y su prominente barriga. "Muy sexy", pensé. Me hubiera lanzado encima de ella allí mismo sin contemplaciones. "Vas a Berlín?", le pregunté. "Sí, de vuelta a casa". Me contó que había estado una semana de vacaciones con unas amigas y volvía a Berlín. Todavía le quedaba una semana de vacaciones, pero quería estar tranquila en su casa. "De dónde eres?" me preguntó con curiosidad. "Italiano? Español?", insinuó con una sonrisa. Le dije que de España y me dijo que le encantaba España y que había estado una vez aunque no conocía ningúm español. Yo le dije que la siguiente vez que viniera me avisara y sería su guía turístico. Ella se rió y me dijo que tuviera cuidado con lo que decía, que me tomaba la palabra y vendría. Los dos nos reímos. Me preguntó que qué hacía yo allí, y le conté que estaba de interrail de unos amigos y que iba a pasar unos días a Berlín a mi aire. "Y cómo así?", me preguntó ella. "Seguro que has quedado con alguien" y se rió. Y le conté lo sucedido. "Oh, pobrecillo", me dijo poniendo cara de pena, "te han dejado plantado. Yo no te hubiera dejado escapar así, ja ja". Me sonrojé mientras también reía. "Y no tienes sitio par dormir?". "No, pero ya encontraré algo", dije. "Pues en estas fechas es bastante complicado, espero que tengas suerte". Se abrió la puerta y entró una pareja, nos saludaron y se sentaron en el otro lado del asiento, uno en frente de otro. A medida que nos acercábamos a Berlín el tren se iba llenando cada vez de más gente. Guardó su libro y sus gafas en un bolso y seguimos charlando animadamente. Ambos teníamos ganas de hablar. Le pregunté por su nombre y me dijo que se llamaba Elsa. Yo también me presenté.
Un poco más tarde entró otro hombre y se sentó entre el hombre del anterior matrimonio y Elsa. Iban un poco apretujados y a mi me pareció que el hombre se acercaba mas de lo necesario a ella. Le note incómoda y me miró con cara de fastidio. Yo le guiñé el ojo y le puse cara de "qué le vas a hacer". Pero se me ocurrió algo mejor. Le dije que iba a tomar un café a la cafetería y le pregunté si quería venir. Ella me contestó con una sonrisa que sí, que encantada. Salí del compartimento y sujeté la puerta para que saliera y me quede admirando su impresionante cuerpazo. Cuando llegó hasta la puerta, galantemente y con una amplia sonrisa le dejé pasar al pasillo por delante de mí; al pasar junto a mí, debido a la estrechez del pasillo, nuestros cuerpos se encontraron. Aquello término de encenderme. Comenzó a andar delante mío y entonces pude observar y deleitarme con su enorme trasero. Se veía realmente apetitoso, quién pudiera probarlo. Con el bamboleo del tren no era tan fácil andar y a veces nos íbamos los dos para los lados. Ella se giró y me dijo "qué difícil es andar así, ja ja". Yo aparté la mirada de su culo y me reí diciendo que sí, pero un poco cortado porque me había pillado mirándola descaradamente. Para estas alturas yo creo que ya sabía que me gustaba y seguramente percibía que la deseaba. Sin embargo yo por aquel entonces no era muy ducho percibiendo estas señales, es decir, era un pardillo. De repente se abrió una puerta de uno de los compartimentos en las mismas narices de Elsa. Tuvo que pararse y echarse un poco para atrás y nuestros cuerpos de juntaron. Me quedé con la cabeza a la altura de su nuca. Mi respiración agitaba su pelo. Mi torso en contacto con su espalda y mi paquete en su abultado trasero. Hubo otro traqueteo del tren y ambos nos movimos contra la pared del pasillo; instintivamente llevé mis manos a su cintura para sujetarla. Fueron dos o tres segundos pero para mí fueron realmente intensos. Noté cómo mi poya empezaba a reaccionar y empezaba a crecer en contacto con su culo. En ese momento me separé. Luego lo pensé y me di cuenta que ella en ningún momento hizo nada que me hiciera pensar que estaba incómoda. Aquí es donde mi imaginación empezó a volar. ¿Querría esta madurita voluptuosa, esta diosa de las curvas algo conmigo?; sería un sueño hecho realidad, sin duda. En ese momento venía otro pasajero de frente y los dos nos apartamos contra la pared para dejarle pasar; mi mano se quedó apoyada en la pared y ella apoyo su culo en ella. No hice ademán de apartarla, es más, la abrí para sentir la presión de sus blandas carnes en mi palma. La excitación raptó mi sentido del pudor y apreté levemente con la mano aquella portentosa nalga. Ella se giró hacia mí y me dijo "qué tráfico hay, verdad?". Como si nada hubiera ocurrido pero con una mirada de complicidad que me puso a cien. Estaba seguro de que sentía mi mano en sus nalgas y no le importaba. Pasó el señor y seguimos en aquella posición ya que ella no se quería mover. Me dijo que venía otra persona de frente y decidimos esperar. Apoyado en la pared podía observar un poco más abajo de mi nariz sus espléndidos y enormes melones. Presioné un poco más con la mano su trasero, y me pareció notar que ella lo apoyaba con más fuerza. Me dijo, "a este ritmo no sé si vamos a llegar", y sonrió. Yo le dije que me daba igual, estando en buena compañía. "Vamos", dijo cuando hubo pasado el señor. “Creo que nos faltan dos vagones”, le dije. El tren traqueteaba mucho. Le puse las manos en los hombros y le dije, “ya te sujeto yo para que no te caigas”. "Uy, que encanto", me dijo girando la cabeza y sonriéndome. Finalmente llegamos a la cafetería y ambos nos tomamos un café. Estuvimos charlando animadamente.
La verdad es que había feeling y los dos estábamos tan a gusto que la media hora de viaje que quedaba hasta Berlín se nos pasó volando. Me contó que trabajaba de directora comercial en una pequeña empresa, y que le gustaba mucho su trabajo, aunque había días que acababa muy cansada y estresada. En días como esos le gustaba darse un buen baño y disfrutar de una buena película en su casa tranquilamente. También me dijo que vivía sola, en un apartamento en el centro de Berlín, que le gustaba pasear y observar a la gente en la calle. Le gustaría viajar más pero siempre le daba pereza ir sola a otro país. Yo le dije que si venía a España le haría de guía turístico, y si hiciera falta iría a cualquier ciudad con ella. Ella se rió y me dijo que no me creía y yo le dije que sí, que lo haría (realmente lo pensaba). En breves instantes íbamos a llegar a Berlín por lo que nos dirigimos hacia nuestro compartimento de nuevo. Empujé la puerta del vagón para pasar al siguiente y le dejé pasar. Quería que fuera delante para poder deleitarme con su cuerpo, y entre bamboleo y bamboleo sentirlo contra mí como después ocurrió un par de veces. Una vez llegamos a la estación esperamos a que se vaciara nuestro compartimento. Bajé mi mochila y me la puse. Ella estaba intentando bajar una gran maleta con dificultad del estante de arriba. Le dije que se la bajaba yo, ella me lo agradeció. Le pregunté que como iría hasta su casa, y me contestó que en taxi. Me ofrecí a llevársela hasta el taxi, ya que ella tenía otra maleta pequeña que llevar. Me dijo que no hacía falta pero no le hice caso y salí con la pesada maleta al andén; la verdad es que pesaba un quintal. Menos mal que tenía ruedas. Nos dirigimos a la zona de taxis. Una vez llegamos le miré a los ojos y le dije, bueno, es hora de despedirse. Me daba pena despedirme de aquel pedazo de hembra y no volver a verla, y creo que a ella le pasaba igual. Entonces le pasé la mano por el hombro y le fui a dar dos besos. Ella se mostró sorprendida, y más adelante entendí por qué; los alemanes no se dan dos besos para saludarse o despedirse, tan solo estrechan sus manos. Sin embargo no se apartó y primero besé su mejilla izquierda y después besé su mejilla derecha pero muy cerca de sus labios. Yo creo que ambos sentimos el mismo chispazo. Se notaba la tensión sexual. Al acercarme y debido a su voluminosidad sentí sus pechos y su barriga en contacto con mi cuerpo. ¡Qué caliente me sentía!
Y tú qué vas a hacer ahora? - me preguntó.
Pues buscar un albergue para pasar la noche - le contesté - y si me da tiempo tomarme una cervecita después de cenar.
Y si no encuentras nada?
Lo encontraré - le dije seguro de mí mismo.
Bueno... pero... - me dijo un poco cortada - mira, te voy a dar mi número de teléfono y si no encuentras nada avísame por si te puedo ayudar. Además, si quieres puedo ser tu guía y enseñarte Berlín. Así además estarás en deuda conmigo y ya tendré mi guía español. Y además muy mono, ja ja - me dijo cariñosamente.
Genial - le contesté contentísimo - estoy seguro que tendré la mejor guía del mundo.
Apunta - y me dio su teléfono.
Nos volvimos a despedir y ella se montó en el taxi. Una vez dentro volvió a mirar hacia mí. Yo seguía en el mismo lugar observándola; no tenía prisa, nadie me esperaba. Le guiñé un ojo y le lancé un beso con la mano teatralmente y ella rió y me envío otro. El taxi arrancó y desapareció en el tráfico Berlín.
Tras varias llamadas a algunos de los hostales que aparecían en mi guía de viaje, finalmente conseguí una cama en un albergue situado en el centro de Berlín. Compartía habitación con otras 10 personas, pero el presupuesto no daba para más. Dejé mi mochila sobre la cama y bajé a la cafetería del hostal. Aquí conocí a un italiano y a un norteamericano igual de colgados que yo y decidimos ir a cenar juntos. Tras la cena nos tomamos un par de cervezas y yo decidí irme a dormir, ya que no tenía mucha pasta y tampoco quería emborracharse. Además, tenía a Elsa en la cabeza y decidí llamarla. Me cogió al momento, y mi calenturienta mente pensó que quizás estuviera esperando mi llamada.
- ¡Juan, eres tú! ¡Qué agradable sorpresa!. Pensaba que ya no llamarías…
- ¿Cómo no iba a llamar a la mejor y más simpática guía berlinesa? Te llamaría aunque fuera lo último que hiciera…
- ¡Qué niño tan dulce! Ja ja… ¿Ya tienes dónde dormir?-. Le contesté que sí, que había tenido suerte y había encontrado una cama libre. - ¡Qué pena, si no te hubiera dicho que durmieras conmigo!, ja ja - se rió estruendosamente. Me quedé un poco cortado porque tampoco estaba seguro de hasta qué punto lo decía en serio o me estaba vacilando.
- Y ahora, ¿qué plan tienes?- me preguntó.
- La verdad es que me he tomado un par de birras e iba para el hostal a leer un poco.
- Yo estoy en un pub cerca del lugar donde te hospedas tomando unas cervecitas con unas amigas. Si quieres pásate y toma algo con nosotras.
- Perfecto - le dije, y me dirigí al pub.
Me costó un cuarto de hora encontrarlo. Cuando entré, vi que el bar estaba muy concurrido. Era grande, con diferentes espacios repletos de mesas donde la gente charlaba animadamente, la mayoría con una buena cerveza en la mano. Me fijé que era el más joven con diferencia, doblándome la edad la mayoría de aquellas personas. Eché un vistazo y finalmente la vi. Ella, que ya me había localizado antes, me saludaba con la mano desde su mesa con una amplia sonrisa. Al lado tenía dos mujeres de su misma edad que también miraban hacia mi sonriendo. Me costó llegar hasta la mesa ya que había mucha gente en aquel momento. Al llegar, Elsa me presentó a sus amigas. Tras las presentaciones, viendo sus vasos casi vacíos me adelanté y les pregunté “qué queréis?". “No, no, te invitamos nosotras”, me dijeron. “No”, les dije yo, “quiero invitaros para agradecer vuestra hospitalidad”. “Bueno...” Las tres querían otra cerveza. Me fui a la barra. Me volvió a costar realizar el trayecto de la mesa a la barra. Pedí las cuatro cervezas y me quedé esperando. Cuando me estaban sirviendo noté que me tocaban el hombro por detrás, y como Elsa acercaba sus pechos a mi espalda mientras me decía, “¿puedo ayudarte?”. Me gire y allí estaba ella con una sonrisa. Al girarme y debido al poco espacio del que disponíamos nuestros cuerpos quedaron totalmente en contacto y nuestros rostros a menos de quince centímetros. “Eres todo un galán, ja ja. Mis amigas me preguntan de dónde te he sacado, ja ja… creo que están un poco celosas…”. “Pues ellas tampoco están nada mal”, le vacilé. “Oye tú, ni se te ocurra...”. “Que era broma, mi preciosa Elsa, yo solo tengo ojos para ti…” le dije mientras llevaba mi mano a su rellenita cintura. En ese momento no sé ni como me atreví pero acerqué mi boca a la suya. Ella me correspondió y juntamos nuestros labios mientras nos abrazábamos. Nos besamos apasionadamente. Después nos separamos, me acarició el pelo y me dijo, “ay mi españolito, eres muy travieso y me gusta...”. Me guiño el ojo y me dijo, “venga vamos, que nos están esperando”. Yo ya estaba empalmado y con disimulo me recoloqué el rabo en los calzoncillos para que no se notara mucho, pagué y cogí dos cervezas y las llevé hasta la mesa. Estuvimos charlando animadamente los cuatro. “¿Y dónde vas a dormir?”, me preguntó una de ellas. Le dije el nombre del Youth Hostel. “Ah, pues qué pena, ¿no te ha ofrecido Elsa su casa? Ja ja, si no te la ofrezco yo, que eres muy mono, ja ja”. Se ve que las cervezas se nos estaban subiendo a todos. Yo me reí, me estaba soltando por el efecto del alcohol. “Es broma”, me dijo. Vi que a Elsa no le hizo mucha gracia la broma, pero entró al trapo y dijo “eh eh eh, dejar al chaval en paz”. En ese momento di un último trago a la cerveza y mirando a Elsa fijamente a los ojos dije en voz alta y de manera un tanto teatral: “si tuviera que dormir con alguien esta noche tengo claro con quién sería, con la mujer más hermosa de Berlín” y le guiñé el ojo. Elsa se quedó un poco ruborizada y sus amigas se rieron. “Qué romántico, aquí hay tema,… ja ja”. En ese momento dijo una de ellas, “venga, vámonos que yo mañana trabajo”. Nos levantamos, recogimos nuestras cosas y nos dispusimos a salir. Primero salieron las amigas de Elsa y cuando iba a salir detrás de ellas Elsa me agarró la mano y me paró. Me giré y me dijo: “eres un encanto mi niño, duermes conmigo, ¿verdad?”. Le respondí con un beso. Agarrados de la mano, fui abriendo paso hasta que llegamos a la puerta. Aquí le solté la mano ya que me daba un poco de palo ir así delante de sus amigas. Nos despedimos de ellas y nos dirigimos a su casa. Mi corazón latía desbordante de emoción, le pasé mi brazo por el hombro y ella me cogió por la cintura. Cada pocos metros me paraba a besarla y ella se reía y me decía, “tranquilo impaciente… vamos a mi casa”.
Entramos en su casa, cerramos la puerta y nos besamos apasionadamente. Me cogió de la mano y me llevó a su habitación. Allí comenzamos a desnudarnos. Yo enseguida me quité el jersey y camiseta dejando mi torso desnudo. Ella apagó la luz. Yo le dije que quería verla, que no la apagara, pero me dijo que le daba vergüenza. Le pedí que encendiera la luz de la mesilla que había al lado de la cama. La encendimos y le puse mi camiseta por encima para atenuarla y quedara una suave luz ambiente, con la que por lo menos se podían vislumbrar las sombras y curvas de nuestros cuerpos y los objetos que habitaban la estancia. De esta forma ella accedió. Para mí era más que suficiente para disfrutar de mi diosa. Se sentó a desabrocharse las botas. Me ofrecí a quitárselas poniendo una rodilla en el suelo mientras le sujetaba la bota con las dos manos y tiraba de ella. Me excitaba la idea de ir desnudándola e ir descubriendo cada palmo de su cuerpo. Bajé la cremallera de la otra bota, sin prisa. Una vez despojada de sus botas, le quité los calcetines y acaricié sus piernas. Me erguí y le desabroché el pantalón. Me acarició el pelo. Se puso de pie y le bajé los pantalones hasta quitárselos. Me quedé con mi cara a la altura de sus bragas. Se había puesto unas braguitas negras muy sexys. Le besé la tripa mientras ella me seguía acariciando. Le comencé a bajar las bragas lentamente. Oí un suspiro y noté como se estremecía. Se las quité y vi delante su delicioso chochito. Era un chochito peludo pero arregladito. Con la luz de la habitación no conseguí discernir el color. Acaricié su rizado bello. Después me acerqué y lo besé mientras sobaba su tremendo culazo con mis manos, ese que tanto había anhelado, ese que era mi perdición. Su coño estaba húmedo. Metí un dedito y note su calentura y sus espesos flujos bajando por él. Acerqué mi lengua y le lamí su clítoris y probé sus jugos. "Mmmm, deliciosos". Me encantaba su sabor a hembra en celo. Se puso un poco nerviosa y me apartó. “Vamos, fóllame…”, me suplicó. Me levanté y poniéndome a su altura nos besamos. Ella posó su mano encima del calzoncillo y me agarró la poya y empezó a sobarla. Mientras tanto yo desabroché su camisa y solté su sujetador liberando su grandes pechos. Los amasaba con las dos manos mientras ella metía su mano en mis gayumbos para empezar a pajearme. Ambos suspirábamos. Nos comíamos la boca con verdadera fruición, entrelazando nuestras ávidas lenguas. Liberamos nuestras lenguas y besé su cuello. Gimió. Noté que le temblaron las piernas. Seguí besándole el cuello, quería comérmela. Bajé hasta sus pechos y me di un festín. Empecé a chuparlos. Pasaba de uno a otro jugando con su endurecidos pezones, notando como se agitaba su respiración. Con mis manos le pellizcaba levemente los pezones notando como se endurecían más. Al cabo de un rato ella se sentó en la cama y con la poya a la altura de su cara me bajo el calzoncillo y liberó mi verga. “Hermosa”, dijo, y acercándose a ella me dio unos besitos en el capullo y se la metió en la boca. Comenzó a chupármela. Lo hacía muy bien. Yo acaribiaba su cabello. Aquella visión era brutal, semejante hembra comiéndome el rabo sentada en la cama y preparada para que me la follara. Le pedí que parara o no aguantaría mucho. Ella se tumbó en la cama y me pidió que se la metiera, pero que lo hiciera con cariño, que hacía tiempo que no estaba con un hombre. Le separé las piernas y me tumbé, poniendo mis caderas entre ellas. Apoyé mis manos a ambos lados de su cabeza, elevando ligeramente el torso y la besé. La punta de mi rabo estaba en la húmeda entrada de su cueva. Hábilmente cogió mi herramienta y la dirigió a su vagina. En ese momento empujé y entró suavemente. Seguí avanzando y cuando tenía la mitad de la poya dentro me pidió que parara un momento, que le molestaba un poco, y se tenía que ir acostumbrando. Así lo hice. No tenía prisa, quería disfrutar del momento, y quería que ella también gozara. La verdad es que tenía un coñito acogedor y me gustaba estar con mi poya dentro. La saqué un poquito y la volví a meter despacito, avanzando un poco más; poco a poco, fui avanzando hasta tenerla toda dentro. Tenía su ojos cerrados y resoplaba. Le pregunté que qué tal. Me dijo que bien pero que fuera despacio. La saqué un trozo y volví a meterla poco a poco; inicié un suave vaivén, lentamente... Su vagina se estaba acostumbrado a mi poya y cada vez la notaba mas húmeda también. Me pidió que acelerara. La metí un poco mas rápido y gimió. Noté que clavaba sus uñas en mi espalda con cada nueva embestida. Yo iba acelerando el ritmo. Ella llevó sus manos a mi culo y empezó a acompañar el ritmo, por lo que yo cada vez me la follaba mas duro. Estaba en el cielo con aquella madurita totalmente entregada. Sus melones se movían para arriba y abajo y yo aplastaba su promiente barriga con mi terso abdomen. Paré un momento, le levanté las piernas poniendo mis brazos por detrás de sus piernas, manteniéndolas de esta forma levantadas. Ahora mi poya entraba un poco más profunda y al princioio le molestó un poco. En seguida se acostumbró. Ahora controlaba mejor la follada. No podía besarla, pero tenía la visión de sus bamboleantes carnes que me ponía a mil. Era un sueño hecho realidad estar follándome a aquella hermosa gorda. Después de un rato le dije que quería cambiar de postura y follármela a cuatro patas.
Se giró lentamente y se puso a cuatro patas, apoyándose en sus codos con su cara pegada a la cama, ofreciéndome su enorme culo que sobé con lascivia. Le di un par de cachetadas y me recreé viendo cómo temblaban sus carnes y notando un ligero quejido de mi amante. Le di un beso en cada nalga y un ligero y tierno mordisquito en cada una de ellas. ¡Qué delicia tener aquella enorme mujer para mi, y totalmente entregada!. Tenía la poya tan dura que me dolía, pero no se la quería meter todavía, aunque ella así me lo pidió. Cogí mi poya y le di unos poyazos en el culo para que sintiera mi dura poya en sus nalgas. Ella se rió un poco y me dijo que me la follara ya. Sin embargo no hice caso y llevé mi mano a su entrepierna. Estaba húmeda. Metí un dedo en su chochito y dio un respingo. Estaba un poco menos húmeda que antes. Bajé mi cabeza y acercando mi lengua separé sus labios con una mano y lamí su conejo. Aunque la posición era un poco incómoda le estuve comiendo el coñito como pude. Le notaba cada vez mas excitada. Me pidió que me la follara ya. Dejé su coño y subí poco a poco con mi lengua hasta que llegue a su ano y le di unas cuantas lametadas mientras le separaba sus nalgas con las manos. Me dijo que ere un jodido pervertido, y que dejara su culo y me la follara de una vez, que estaba a cien. Me puse de rodillas con mi rabo apuntando a todo lo alto, lo agarré con una mano y apunté a su raja que ya destilaba sus flujos abundantemente. Se la metí poco a poco viendo cómo se engullía mi rabo hasta que desapareció casi por completo; empujé de sus caderas para metérsela entera y ella se quejó levemente. Quería que la sintiera bien dentro, bien profunda. Estuve asi unos segundos, moviendo mi cadera en círculos, disfrutando de tener el control de la follada, marcando los tiempos, jugando con su excitación, usando a mi antojo a aquella mujer de generosas carnes. Teniéndola ensartada y sintiendo mi poya en su vagina. Se la saqué despacio y observé como salía brillante, embadurnada por los jugos de su cueva. Se la volví a meter otra vez despacio mientras amasaba sus nalgas, atrayendo su trasero hacia mi para hacerlo chocar en mi abdomen. Volví a sacarla y mientras oía como me pedía que se la volviera a meter, se la metí de un solo empujón. Gruñó muy fuerte, presa de la excitación. Le ponía que se la follaran duro. Comencé a sacarla y meterla, sacar y meter, aumentando la cadencia. Dándole cada vez más duro. Mientras tanto empecé a jugar con un dedo en la entrada de su ano. Poco a poco le fui metiendo un dedito mientras seguía follándomela. Elsa estaba perdiendo el control y no presentó ninguna oposición. Comencé a follármela a un ritmo infernal. Ella gritaba totalmente descontrolada. De repente note como Elsa llegaba al orgasmo y soltó un largo grito que ahogó mordiendo la almohada. En ese momento aceleré el ritmo y ella convulsionó. Una vez hubieron pasado las convulsiones seguí follándomela.
Tras unos segundos así me dijo que estaba cansada y que si me podía poner encima de ella. Le saqué mi verga de su coñito y ella se tumbó y se dio la vuelta, abriendo las piernas para que pudiera metérsela. Dirigí mi poya a su entrepierna y se la metí suavemente y empecé el vaivén otra vez, acelerando poco a poco. Ella me acariciaba la espalda y la nuca y me dijo que le encantaba que me la follara así, que le gustaba verme mientras follaba conmigo. Yo le dije que a mi también, mientras la besaba. Bajé un poco el ritmo mientras nos besábamos apasionadamente. Nuestros cuerpos estaban pegados y entre el calor que hacía y el esfuerzo estábamos empapados de sudor. Agarré sus piernas y las levanté como había hecho antes, para metersela un poco más y con todo el peso de mi cuerpo. Gimió porque no se lo esperaba y le entró mas profunda. En esta postura empecé a meterla y sacarla cada vez mas rápido. Podía intuir todas sus carnes sudorosas bambolaearse con cada embestida. Su tripa chocaba contra mi abdomen, ambos empapados. Su enormes pechos desparramados y su cara desecanjada pidiendo más. “¡Sííí, me vengo otra vez…. Sííí! ¡Más rápido, fóllame…!”. Aceleré el ritmo y se la metía con todas mis fuerzas hasta que noté como se venía clavando sus uñas en mi espalda mientras gritaba aldo en alemán. Yo me la seguí follando con todo mi alma. Ella me pidió que me corriera dentro de ella que quería sentirla dentro. Yo la verdad es que no aguantaba más y le dije “ me corro, me corro…” “sí cariño, lléname…”. Se la clavé los más adentro que pude y me dejé ir; descargué todo mi néctar en su coño mientras los ojos se me ponían en blanco y gruñía presa de la excitación. Ella me apretaba el culo contra sus piernas. Estuve un par de minutos con mi poya en su coño intentando recuperar la respiración. Estaba totalmente tumbado sobre ella, los dos abrazados, con mi cabeza en su hombro. Ella me acariciaba y me susurraba bonitas palabras llenas de amor a la oreja. Después nos estuvimos besando y haciendo carantoñas hasta que caí dormido.
A la mañana siguiente, para cuando desperté Elsa ya no estaba en la cama. Se había levantado antes que yo. Oí ruido en la cocina y me dirigí allí. Estaba preparando el desayuno. Se le veía radiante; estaba recién duchada y arreglada. “Buenos días princesa” le dije. “Buenos días bellos durmiente” me respondió con una sonrisa de oreja a oreja. “Justo, ahora iba a despertarte. No te olvides que tenemos visita turística a la bonita ciudad de Berlín”. “Prefiriría quedarme aquí contigo todo el día”, refunfuñe en bromas. “Esa no es una opción jovencito, para eso ya tenemos tiempo de sobra”. Desayunamos. Ellas charlaba animadamente. Yo todavía estaba un poco aletargado. Estaba a gusto con aquella mujer; tenía un sentido del humor con el que congeniaba. Me estaba empezando a gustar más de lo imaginable en un principio.
Mientras recogíamos el desayuno me puse detrás de ella y arrimando mi paquete a su trasero comencé a sobarle las tetas mientras besaba su cuello. Ella gimió. Comencé a subirle el vestido. Se dio la vuelta y me dijo que tenía la vagina un poco dolorida y no podía satisfacerme y debería esperar. Le dije que no importaba, pero seguí sobándole las nalgas mientras la besaba. Me dijo que era un salido, pero que lo entendía, era lo que tenía la juventud. Con una sonrisa me dijo que podía ayudarme mientras me cogía la verga por encima del calzoncillo y me empezaba a pajear. La saco y me empezó a hacer una paja mientras me besaba. Después de un par de minutos pajeándome mientras nos besábamos me preguntó si quería que me la chupara y por supuesto le dije que sí. Se agachó y me la pajeo mientras la miraba de cerca. “Me gusta tu poya”, me dijo. Y se la llevó a la boca. “Aaah”, exclamé excitado. Joder que placer sentir su boca en mi verga. Poco a poco se la fue metiendo hasta que no le cupo más. Se la sacó y de la volvió a meter. “Me gusta tu sabor. Mmm”. Se la volvió a meter dejando esta vez solo tres centímetros fuera de la boca, la tenía metida hasta la garganta. Poco a poco empezó a mamármela y fue acelerando el ritmo. Yo le acariciaba la cabeza, pero no me atrevía a marcarle el ritmo. La verdad es que lo hacía de maravilla. Me encantaba observar como mi pene prácticamente desaparecía en su boca. Cuando se separaba un poco de mi para sacarse la poya podía ver el canalillo de su grandes melones. Me encantaba la visión. Bajé las manos para sobarle los pechos. Ella paró y me dijo, “qué, te gustan mis pechos, ¿ verdad?, te gustaría verlos mientras mientras te la chupo…”, y se bajó los tirantes del vestido y se quitó el sujetador dejando libres aquellas enormes tetas. “Así mejor, ¿verdad?. Si quieres te puedes correr en ellos”. Aquello me sonó a escena porno total. me encantaba aquella mujer. Se la volvió a meter y reanudó la mamada. Ahora observaba sus pechos bambolearse con cada succión. Cada vez estaba más excitado. Con mis manos agarré su cabeza y cuando se la metía le empujaba un poco más. Quería que se metiera toda mi poya en su boca aunque sabía que no era fácil. Ella se percató y separándose me dijo, “es demasiado grande pero lo voy a intentar pero no me empujes tú”. Le pedí perdón, y me dijo que tranquilo. Volvió a metérsela y haciendo un esfuerzo se la metió hasta que al final desapareció mi poya en su boca por completo. Podía sentir la poya en su garganta, ¡que placer!. Noté su nariz en mi abdomen. Buff, me hubiera corrido en ese momento. Estuvo un par de segundos y me dijo. “Lo conseguí, ja ja. Contento, mi pervertido amante, ja ja. Soy más puta de lo que creías, eh?. Y me guiño un ojo. Había mucha complicidad entre los dos. Yo cada vez estaba más cómodo, con ella era fácil. Volvió a metersela del todo y empezó otra vez el vaivén, cada vez más rápido, acelerando el ritmo. Después de un par de minutos yo ya no aguantaba más y le dije, me corro. Ella se la sacó de la boca y comenzó a pajearme hasta que derramé mi leche en sus pechos. El primer chorro salió con tal potencia que le saltó hasta la barbilla y después derramé cinco chorros más en sus tremendos pechos. “Mira como me has dejado, me voy a tener que volver a duchar, ja ja.”
A la mañana estuvimos paseando por Berlín mientras me enseñaba y explicaba los diferentes monumentos y la historia relacionada con ellos. Anduvimos por más de dos horas y ella estaba agotada. Fuimos a comer y después me propuso ir a su casa a ver una peli. Me pareció un plan perfecto. Antes pasamos por el hostal en el que todavía tenia mi mochila y la recogimos para mudarme a su casa.
Una vez en su casa nos sentamos en el salón de su casas, bien arrimaditos y juntitos en el sofá, yo con mi brazo por encima de su hombro y agarrándole una mano con mi otra mano. Después de un rato me dijo que quería recostarse. El sofá se podia extender, por lo que lo agrandamos y ella se tumbó mirando a la tele y yo me puse detrás con unos cojines bajo mi cabeza para poder seguir la película. Estando en esa postura tenía mi cuerpo totalmente pegado al suyo, y mi poya en su culazo. Pasé un brazo por encima de ella hasta apoyarlo en su tripa. Mientras veíamos la peli no paré de acariciarla. Ella estaba a gusto. Subí mi mano y agarré su pecho. Estuvé un buen rato sobándoselo. Estaba muy caliente otra vez. Cuando terminó la película seguimos en esa postura. Llevé mi mano a su trasero y levanté su falda. Después pasé mi mano por delante y comencé a tocarle su coñito. Ya estaba húmeda otra vez. Suspiró. Estuve masturbándole un poco. Mientras tanto por detrás le besaba el cuello. Me levanté y me puse de rodillas en el sofá delante de sus piernas. Quería comerle el coñito a mi reina. Le hice girarse, y le abrí las piernas doblándoselas, dejando su chochito tapado por sus bragas delante de mi. Agarré las bragas, ella levantó un poco las caderas y se las saqué. Mirándole a los ojos me las llevé a la nariz y dije "mmmmm", ella se rió y me dijo que era un pervertido. Metí un dedito en su coño. Estaba húmedo. Ella no se quejó, parecía que ya estaba recuperada. Mientras tenía un dedo metido acerqué mi cara y con la lengua empujé su clítoris. Dio un respingo. Empecé a jugar con su pepitilla, chupándola y presionándola con mi lengua, moviendo mi lengua cada vez más rápido. Saqué mi dedo de ahí y sujeténdo su piernas con ambas manos y dejé su coñito delante de mi boca . Metí mi lengua en él y probé su flujos. Después seguí estimulando su clítoris, cada vez mas rápido e intensamente. Notaba como estaba a punto de llegar. Finalmente se corrió apretando mi cabeza contra su coño mientras gritaba algo en alemán. Me acarició y me dijo, "cielo, ven aquí". Me tumbé encima de ella y puse mi cara a la altura de la suya. Nos besamos. "Fóllame" me pidió. Cogí mi poya bien dura y se la metí despacito. "Ah ,cariño, fóllame fóllame, soy tuya". Comencé a bombear mientras ella me abrazaba y me susurraba lo mucho que le gustaba al oído. Cuando la embestía más fuerte gruñía y notaba como me clavaba las uñas. La gorda me tenía a mil. Empecé a follármela como un loco. Ella tenía sus uñas clavadas en mi espalda y me decía "Córrete, córrete, quiero sentir tu leche dentro de mi ...". Continué hasta que mi poya comenzó a escupir mi leche dentro del coño de aquella imponente yegua. Me dejé caer sobre ella para recobrar el aliento. Ella me acariciaba. Levanté la cabeza, la besé y volví a apoyar la cabeza en su hombro.
A la tarde me dijo que tenía que revisar unas cosas del trabajo. Yo aproveché para dar una vuelta por los alrededores. Paré en un bar y me tomé una cervecita relajadamente observando lo animada que estaba la calle. Después, de camino a casa de Elsa, encontré un restaurante español. Era elegante y me pareció una buena idea invitar a Elsa a cenar para agradecerle su hospitalidad. Entré y reservé una mesa para dos. El camarero era un simpático valenciano. Cuando llegué a casa encontré a Elsa aún trabajando en su ordenador. Me acerque por detrás y le empecé a masajear los hombros. "Mmmmm, no pares". Estuve así un par de minutos. Después me agaché y la besé. "Esta noche tengo una sorpresa para ti. Te invito a cenar". "Eres un encanto". "Solo quiero agradecerte tu hospitalidad". "Ya lo haces cariño, ja ja, cada minuto que estás conmigo". Se levantó y nos volvimos a besar apasionadamente. "Vamos, prepárate que en seguida es la hora", le apremié.
La verdad es que en la cena lo pasamos muy bien. Yo le hice un retrato de los españoles y su idiosincrasia, lleno de tópicos, pero conseguí que ella se riera mucho. Me dijo que sentía mas curiosidad todavía y que tendria que conocer España de mi mano. Estuvimos hablando por mas de dos horas sin parar y entretanto nos bebimos sendas botellas de vino. Se nos fue un poco la mano, y estábamos un poco tocados. Fuimos todo el camino riéndonos y besándonos, abrazándonos, acariciándonos. Según entramos en su casa y cerramos la puerta se puso de rodillas y comenzó a desabrocharme el pantalón, me sacó la poya que ya estaba en todo su esplendor y comenzó a pajearme diciendo "qué ganas tenía de volver a probar este rabo de toro español, ja ja... no sé si te lo había dicho, pero cuando me cojo el puntillo con el alcohol me vuelvo muy puta". Y dicho esto se engulló mi poya. Se la metió hasta la garganta de una vez. Me empezó a dar una mamada de escándalo. Después de un par de minutos tuve que pedirle que parara, ya que si no me iba a correr. "Ven, vamos a la cama. Quiero montar tu poya nene ...".
Llegamos al dormitorio, nos desnudamos y me tumbé boca arriba en la cama. Ella se subió y abriendo las piernas se sentó encima mío. Cogió mi poya y la dirigió a la entrada de su coño. Se la metió despacito pero de una vez. "Oog" dijo. Me encanta. "Agárrame los pechos, pellizcame los pezones". Estaba desatada. Hice caso a sus ruegos y me concentré en esos pechotes. Con mi poya totalmente enterrada en su coño ella movía ligeramente su cuerpo hacia arriba y abajo y me estaba proporcionando un placer intenso. Por los gestos de su cara el placer era mutuo. Sin apenas moverse y me estaba proporcionando un polvo increíble. Ademas la visión de aquella mujerona disfrutando y usando mi poya de esa forma me tenía recaliente. Lo estaba disfrutando mucho pero noté que se cansaba. Le sugerí cambiar de postura, pero me dijo que estaba muy cansada, que acabara por favor, que quería sentir como me corría dentro suyo. Me dejé llevar y en un par de minutos consiguió hacerme acabar. Mientras me corría me acariciaba el pecho. Después se inclinó sobre mi y me besó. "Esto es para agradecerte la cena. Mmmm vamos a dormir cariño". Se tumbó al lado mío y me dio la espalda. La abracé por detrás y juntamos nuestros sudorosos cuerpos. Le besé su cuello mientras notaba como se dormía.
A la mañana siguiente me desperté empalmado. Elsa no estaba en la cama. Probablemente se había levantado ya. Me erguí sobre la cama y observé el desordenado dormitorio. Me incorporé quedándome sentado en el borde de la cama. A mi nariz llegaba el olor a sexo, mezcla del aroma a sudor, semen y flujos vaginales (y algún que otro pedete furtivo entre las sábanas, je je). Seguía haciendo mucho calor. Me sentía más vivo y afortunado que nunca. Puse los pies en el suelo y me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba echar una buena meada a ver si así se me bajaba un poco la poya. Suponía que Elsa estaría desayunando. Cuando abrí la puerta de baño, sorpresa, allí estaba Elsa sentada en la taza del váter. “Ocupado”, me dijo dirigiendo la mirada hacia mí y con una sonrisa. “Guten tag” le dije. Y me agaché y le di un beso en la boca. Después me levanté y mi enhiesta poya quedó a la altura de su cara. Me acerqué hacia ella poniendo mi rabo en su boca mientras con mis manos acariciaba su pelo invitándole a comérmela. Ella en seguida se la metió en la boca y empezó a chupármela. Estuvo un rato mamándomela. Se sacó la poya de la boca y me dijo. “Eres un cabrón, no me has dejado ni limpiarme”. “No te preocupes, ya te limpio yo”, le dije y dándole la mano le ayudé a levantarse. “Pero que haces loco”. La apoyé contra el lavabo y cogiendo un trozo de papel le separe las nalgas. "Pero qué haces, que me da un poco de vergüenza”. Haciendo caso omiso le abrí las nalgas y pase el papel por su ano limpiando los restos de caca. La situación era extraña pero me estaba poniendo muy burro. Y ella a pesar de su leve queja se dejaba hacer. “No sé si ha quedado bien limpio” dije, volviendo a coger otro trozo de papel y presionando en su ano para meterlo un poco y terminar de dejarlo limpito. Le di una cachetada en los glúteos y le dije que me encantaba su culazo. Vi que su coñito brillaba y se estaba excitando. En algún pelillo se veía alguna gotita de su flujo. Estaba excitándose y no era para menos. Llevé mi mano a su vagina y le acaricié suavemente. Dio un respingo. “Me estás calentado bebé… Eres un cabrón, no me dejas ni descansar”. Metí un dedo y noté como se mojaba mi dedo con sus flujos. Se lo fui metiendo poco a poco y empecé un suave metesaca. Ella se dejaba hacer, se apoyó en el lavabo y empecé a masturbarle, pero se quejó un poco y me dijo que todavía tenía la vagina dolorida, y que mejor no le metiera los dedos. Entonces comencé a acariciar su clítoris con los dedos. Me hubiera gustado comérselo a lenguetazos pero en aquella postura no podía. Seguí acariciándola y notaba como se excitaba.
Yo estaba a cien por hora, tenía la poya que iba a reventar, con gotitas de líquido preseminal. Con la otra mano empecé a meter un dedo en su ano. Al principio se sorprendió pero se dejó hacer. Presione un poco mas y metí la punta del dedo. Seguí empujando hasta que entró. Comencé a moverlo en círculos. Su excitación iba en aumento. "Me encanta todo culazo" le dije, "me vuelve loco". "Sabes que soy toda tuya" me dijo con su voz entrecortada por la excitación. Querría decir lo que yo me imaginaba y tanto deseaba? Me entregaría su culo? Saqué mi dedo y estuve masajeando la entrada de su ano ahora con dos dedos. Me había olvidado de su pepitilla pero era ella la que se estaba masturbando ahora. Introduje poco a poco los dos dedos. Los movía en círculos para ir ensanchando y dilatando las paredes. En ese momento ella me dijo que si quería follarme su culo lo hiciera con cariño y me tomara mi tiempo, que estaba muy caliente y que dadas las circunstancias realmente los deseaba, aunque no lo había hecho habitualmente. Me señaló un botecito con una crema para que le fuera lubricando su hoyito. Lo cogí y embadurné mis dedos. Era la tipica vaselina para los labios, olía bien. Con mi dedo bien impregnado comencé a lubricar su ano y meter los dos dedos lentamente. Que bien entraban ahora. Ella gimió. Me quería recrear, me iba a entregar su culazo y quería hacerla gozar. Cuando hube metido los dedos comencé a moverlos en círculo lentamente, ayudando a dilatar las paredes. Me incorporé poniéndome de pie junto a ella sin sacar mis dedos de su año. Estaba apoyada sobre del lavabo y pude ver su cara reflejada en el espejo. Tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Me miró y sonrió. Poder cruzar nuestras miradas en aquella situación me excitaba más todavía. Saqué los dedos y cogiendo un poco más de vaselina fui introduciendo tres dedos paulatinamente. Entraban bien. Los moví dentro, me entretuve masajeando le el recto. Ella seguia tocanose. Con la otra mano le acacicié la espalda, el cuello, el pelo. "Me vuelves loco", le dije. Baje la mano y cogí uno de sus pechos y empecé amasarlo. Cómo me ponía aquella mujer! Sin dejar de hacerle el culo con mis dedos seguí sobándole las tetas cómo podía. Le pellizqué uno de los pezones. Vi como resoplaba por la excitación y me dijo, "follame ya". Yo tenía la poya como una piedra. Saqué los dedos y observé aquel hoyito rosado que se iba tragar mi verga. Cogí vaselina en una mano y me la distribuí por la poya mientras me pajeaba lentamente. Después puse la punta en su agujerito y sujetándomela con la mano empujé suavemente. Después del trabajito de antes entró con facilidad. Qué placer, que estrechito estaba y como envolvía y presionaba mi palpitante glande. Tendría que hacer un esfuerzo para no correrme. Solté mi poya que avanzaba lentamente, y agarré sus nalgas. Presione con mis caderas y fui introduciendo mi rabo. Ella gimió, le notaba muy excitada. Llegué hasta la zona donde habían llegado los dedos,pero todavía quedaban siete centímetros de poya fuera. Empujé un poco más y fue entrando. Ella me pidió que esperara un poco, que le molestaba un poco. Haciéndole caso me paré y comencé a mover mi poya dentro, permitiendo que se fuera acomodando. Todavía quedaban cinco centimetros. Saqué la poya lentamente y note cómo se excitabacon el roce, como le gustaba. Me puse más vaselina en la punta y se la volví a meter. Presioné un poco más y me volvió a pedir que parara. Paré, ya solo quedaban unos tres centímetros fuera. Comencé a moverme otra vez. La saqué un poco y volví a meterla y me quedé un rato dentro. Notaba las palpitaciones de mi poya en su culo y seguro que ella también. Volví a empujar un poco más y ella gruñó, aunque esta vez me pareció que era de placer. Tenía toda mi verga entera en el culito de mi hembra... Me recreé con la visión. Elsa estaba apoyada en el lavabo ofreciéndome su generoso culo mientras con una mano se masturbaba. Yo tenía mi poya totalmente enterrada en su culo y me la iba a follar. Le di un golpe en el culo con la palma de mi mano. Vi como se marcaba mi mano. Me miró y le dije, "I love you". Ella me sonrió. Y me dijo, "yo también cariño, eres un cerdo pero te quiero". Y me guiñó el ojo. La empecé a sacar y la volví a meter, despacito. Comencé este vaivén. Veía que Elsa estaba disfrutando y eso me excitaba más. Tenía la visión de su culazo tragándose mi poya y rebotando contra mi vientre. Lo amasaba con fuerza y de vez en cuando le daba una palmada en las nalgas. Ella cada vez jadeaba más rápido y gruñía de placer. Su estrecho culito se adaptaba tan bien a mi poya que me estaba dando un placer indescriptible. Percibí que comenzaba a convulsionarse y me dijo que se venía. Vi como se le ponían los ojos en blanco y todo su cuerpo se estremecía en un intenso orgasmo. Dejó de tocarse y tuvo que sujetarse con las dos manos. Tenía las piernas temblorosas. Yo estaba quieto, con mi poya metida hasta los huevos y le acariciaba la espalda. "Oh baby...", solo acertaba a decir. Después de unos segundos me dijo que ya no aguantaba más de pie. Se la saqué, se dio la vuelta y me besó. Me dijo que era un diablo y sabía cómo tratarla. Se me ocurrió sentarme en el water y pedirlee que se sentara encima mío para seguir follando. Le dije que a mi no me faltaba mucho. Una vez sentado, ella se dio la vuelta y se agachó delante mío. Cogió mi poya y la apunto a su ano. Después de fue sentando poco a poco mientras se introducía mi pene en su culo totalmente dilatado. Buff, que placer! Sentada sobre mis piernas empezó a mover su culo en círculos. "Si sigues asi me voy a correr", le dije. "Es lo que quiero mi amor". Le pedí que botara un poco sobre mi. Yo con mis brazos le ayudaba a levantar el culo y después la soltaba para que cayera con todo su peso sobre mi rabo hincándole la poya hasta dentro. Seguimos así pero fuimos incrementando el ritmo. Esta vez la follada era con violencia. Ya no aguantaba más y le dije que me corría. Se sentó encima mío y yo le apretaba contra mi para correrme lo más dentro de ella y llenar sus entrañas con mi semen. Grité, gruñí, extasiado de placer y descargué todo mi amor en su acogedor culazo. Estaba embriagado de placer. Le abracé por detrás y besé su espalda. Aquella mujer me había robado los sentidos. Mi poya seguía dura. Creo que me la hubiera follado otra vez. Le acariciaba la tripa desde atrás, sus pechos. Estábamos los dos callados, disfrutando del momento. Al cabo de un rato se levantó, dejando mi enhiesta poya al descubierto. La vio y me dijo "eres un caso, pero yo ahora tengo que descansar". Se agachó levantandome la barbilla, me dio un beso y me dijo, "anda, dúchate y vamos a desayunar".
Desayunamos. Recogimos la mesa. Cada vez que nos cruzábamos en la cocina nos besábamos, estabamos acaramelados. Me dijo que tenía que hacer unos recados y volvería para comer. Le dije que no se preocupara, que estaría la comida lista. Nos dimos un apasionado beso y se despidió. Los siguientes cinco días fueron un derroche de sexo y amor. A veces le costaba seguirme el ritmo pero nos dábamos nuestro tiempo. Fuimos al cine, al teatro, quedamos con unas amigas suyas, pero sobre todo lo que nos apetecía era follar o estar besándonos o haciéndonos arrumacos. Follamos como animales en celo. Ella me dijo que nunca se había sentido tan deseada y que yo le gustaba mucho; que le parecía estar vivieno un sueño. Por eso se había dejado hacer cosas que por otro no se hubiera dejado. Que aunque a veces era un poco guarro le ponía mucho. Yo le dije que la deseaba mucho y que me sentía el hombre más afortunado del mundo. Me hubiera gustado quedarme a vivir con ella. Quedamos en que nos veríamos en España. La noche anterior a mi partida hicimos una cena romántica, e hicmos el amor sin prisas, como dos enamorados. Al día siguiente nos despedimos en la estación de tren, ambos un poco apenados, pero con la promesa de volvernos a ver en España.
Me gustaría recibir sus comentarios y si alguna mujer lo disfrutó y se masturbó imaginándose en la situación me encantaría saberlo. Saludos.