La ginecóloga (2)

La doctora decide visitar a su esclava en su propia casa.

Visita a domicilio

Pasó una semana y estuve dándole vueltas a lo que había sucedido. Al día siguiente tenía muy claro que debía obedecerla tal y como me había ordenado, si no quería dejar de gozar de una vida con bastantes lujos que, de otra forma, me serían prohibitivos.

Por otro lado, no soy una persona que se entregue así como así a las adversidades, por lo que en cuanto fui a trabajar el lunes siguiente, empecé a darle vueltas al asunto. Me informé en el departamento de personal de todas las posibles causas y motivos por los cuales podían echarme a la calle y la verdad es que era complicado despedir a un trabajador sin un motivo claro y evidente. Debería ir con mucho cuidado en mi trabajo y no cometer ningún error grave, pero la verdad es que aquella bruja lo tenía complicado para putearme.

A medida que fue pasando la semana, me fui envalentonando y empecé incluso a pensar que sus amenazas fueron tan solo para asustarme. La tía debía estar cachonda y seguramente insatisfecha sexualmente (¡cualquiera satisface a aquel pedazo de mujer!) y me tocó a mi hacerle pasar las calenturas. En el fondo dudo que estuviera muy enamorada de su marido, así que… me parece que haría caso omiso de sus advertencias y, evidentemente, no iría a su consulta sin ningún motivo real.

Llegó el viernes y me fui con mis amigas a cenar y de fiesta. Esa noche conocí a un chico muy apuesto, de veinte y pocos años, con el que me lo pasé de muerte bailando, bebiendo y luego follando toda la noche… ni me acordé de la alemana cachonda que pretendía dominarme… pobre desgraciada. El chico se fue al alba, después de desayunar juntos. Aunque parezca increíble el chaval me preparó el desayuno, con zumo de naranja incluido y una rosa… vamos, fue hasta romántico y todo. A pesar de eso dejamos las cosas claras y quedamos en que no nos volveríamos a ver, a menos que coincidiéramos por casualidad otro día.

Tenía todo el fin de semana por delante, por lo que me lo tomaría con calma y descansaría de la semana dura de trabajo. Salí a comprar un par de cosas que me hacían falta y noté que estaba algo mareada. Pensé que era por no haber dormido demasiado la noche anterior, por lo que no le di importancia.

Al llegar a casa me tumbé en el sofá un rato, porqué noté que estaba débil. Hacía calor y lo asocié con el acaloramiento que había cogido comprando. Me levante para prepararme algo de comer, pero la verdad es que no tenía mucha hambre, así que me preparé una ensalada y volví al sofá. El mareo no se iba y me sentía débil. La cosa se estancó ahí, no fue a peor, por lo que pensé que se me pasaría si dormía una pequeña siesta.

Dos horas más tarde me desperté, me levanté a beber agua y vi que estaba igual, seguía con ese malestar que no se marchaba. Por un momento se me ocurrió irme a dormir y pensé que mañana sería otro día, pero como tenía unos síntomas muy raros, decidí llamar al médico de urgencias. No era la primera vez que les llamaba por un catarro o una gripe y en seguida me habían venido a visitar. Cogí el teléfono y llamé. La chica que me contestó me hizo un par de preguntas para tener una ligera idea de lo que me pasaba y decidió mandarme a un médico de urgencias, al no poder concretar a qué se debían los síntomas.

Al cabo de veinte minutos llamaron al interfono. Me levanté como pude y me envolví con la manta.

  • ¿Si? – Dije con una voz débil. – Soy el doctor de urgencias. La voz me sonó de mujer, pero grave, pero no le di importancia, porque no estaba para curiosidades en aquel momento. Abría la puerta de la escalera y dejé también abierta la puerta del piso, de esta forma me ahorraba un viaje ya que no estaba para grandes esfuerzos.

Al cabo de dos minutos oí el ascensor y como alguien salía y se dirigía hacia la puerta. Eran pasos de zapatos de tacón, lo que confirmó mi sospecha que era una mujer…. Con voz grave… con acento….. mmmmmierda…. No podía ser…. Por un momento empecé a sudar, de golpe. Me levanté,como por instinto, hacia la puerta… una terrible sospecha merodeaba por mi cabeza y solo pensé en cerrarla. En el ímpetu de la acción y debido a mi estado débil, tropecé con la manta y caí al suelo del comedor, justo delante de la puerta que daba al pasillo. Me di un buen golpe que me dejó unos segundos distraída, intentando recuperar mínimamente la conciencia. Lentamente me fui incorporando al mismo tiempo que levantaba la vista hacia el pasillo… justo delante de mi cara tenía unos zapatos, unos zapatos terriblemente familiares. Lentamente alcé la mirada y la vi allí, con el maletín, sonriendo. Lo dejó en el suelo y se puso en cuclillas delante de mi, cogíéndome del pelo alzándome lo suficiente para que la viera mejor la cara.

  • Hola Lara, ayer me dejaste plantada en la consulta. Creo que no entendiste bien mi mensaje. Ya sabes que visitar a tu ginecólogo con cierta frecuencia te evitará males mayores en el futuro-. Me soltó de golpe y caí de bruces dándome otro golpe en la cara. Luego noté como me cogía por el jersey y los pantalones y me levantaba a pulso llevándome al sofá. Me sentó en un extremo mientras ella se sentaba en el otro. Me sentía débil, mareada, pero suficientemente despierta como para ser consciente de lo que sucedía. Aquella psicópata estaba en mi casa, dispuesta a hacer conmigo lo que le viniera en gana, aprovechándose de mi enfermedad… por otro lado curiosa, ya que nunca me había sentido así, era como si estuviera drogada.

La doctora se puso de pie y empezó a desnudarse lentamente. Se quitó el abrigo que llevaba y lo dejó en una de las sillas del comedor. Se desabrochó la blusa y me mostró de nuevo ese cuerpo bien formado que seguía tan esbelto como lo recordaba en la consulta. Bajándose la cremallera de la falda ésta cayó a sus pies. Con una simple patada la apartó. Con los brazos en jarra me miraba lascivamente, pensando por donde iba a empezar. Yo no tenía fuerzas ni para gritar ni para levantarme, por lo que asistía impasible al espectáculo sin poder hacer nada.

Se dio media vuelta y se dirigió a su maletín, de donde sacó unas cuerdas, una mordaza de las típicas que se usan en el mundo del sado, con una bola roja y dos tiras de cuero que se abrochan con una hebilla. Sacó algo más que dejó sobre la mesa del comedor pero que no llegué a ver. A cada paso que daba marcaba todos y cada uno de sus músculos que se encargaban de recordarme que ella tenía el control y que yo no era más que una presa totalmente indefensa que no podía más que aguantar todo tipo de vejaciones que esa mujer quisiera infringirme.

Se acercó a mi y me sacó el jersey que llevaba. Debajo tenía una camisa y no llevaba sostén. Sentándose a mi lado me desabrochó los pantalones de chándal que me los bajó hasta sacármelos. Al mismo tiempo me sacó los calcetines dejándome sólo con mis bragas rosas, mis favoritas. De un manotazo vació la mesita de delante del sofá y la dejó vacía. Era una mesa robusta, de madera, lo suficientemente grande como para aguantar un peso considerable. Tenia cuatro patas gruesas que confirmaban su robustez.

Cogíéndome del pelo me levantó y me obligó a sentarme en la mesa, en un extremo. De un manotazo en la cara me tumbó encima, quedando las piernas una a cada lado de la mesita, y los brazos justo al lado de mi cuerpo. Me ató una cuerda a una de las muñecas y la pasó por debajo de la mesa, atándome la otra. Los brazos me colgaban ahora por fuera de la mesa ya que dejó la cuerda tensa de forma que no podía mover los brazos. Seguidamente noté como me ataba los tobillos a las patas de la mesa de forma que quedé totalmente inmovilizada. No ofrecí mucha resistencia, por no decir nula, ya que me sentía débil de verdad.

La doctora se sentó en el sofá y me usó como cojín para descansar sus piernas. Primero las puso justo encima de mi estómago, dejándolas caer sin ningún tipo de contemplación. Esto provocó una queja por mi parte que, evidentemente, no obtuvo ningún tipo de respuesta. Pude ver sus piernas cruzadas justo en mi barriga, con esos zapatos de tacón negros que de forma extraña me asustaban a la vez que me provocaban un cierto morbo hasta el momento desconocido. Fui siguiendo la línea que marcaba su pierna y pude ver ese muslo que hacia casi el doble del mío, en reposo pero aún así marcando claramente los cuadriceps que se erigían como guardianes de mi cuerpo cautivo.

Como si nada se puso a ver la televisión durante un buen rato, hasta que decidió cambiar de posición. Mientras su pierna derecha se acercaba peligrosamente a mi cara, la izquierda se doblaba y se apoyaba sobre mi coño clavándome en tacón justo en la entrada de mi raja. Cuando intenté quejarme noté como su otro zapato se encajaba en mi cuello haciendo que no pudiera decir nada, ya que el problema era mío para poder respirar. Yo no podía hacer nada más que intentar aguantar estoicamente sus intentos para humillarme y torturarme con su cuerpo. Lentamente iba aprentando más su pie sobre mi cuello, de forma que su pantorrilla crecía y se iba endureciendo por momentos. Al mismo tiempo hurgaba en mi coño de forma que iba consumiendo la poca energía que me quedaba al ponerme cachonda mientras me privaba de respirar con normalidad.

Así estuvo un buen rato hasta que se levantó y pude recuperar el aliento. Fue por pocos segundos porque pasó al otro lado de la mesita y se sentó justo sobre mis tetas, apoyando todo su culo encima de mi, con una mano en mi cara y la otra en mi coño. Aquí pude notar todo su peso sobre mi, con sus caderas justo delante de mi cara y su mano que de nuevo me impedía respirar con tranquilidad. La palma de su otra mano se entretenía acariciándome la entrepierna y haciendo especial hincapié en mi coño que empezaba a estar húmedo por los constantes toqueteos y apretones que sufría. Así estuvimos un buen rato hasta que decidió cambiar de posición de nuevo. Esta vez puso una pierna a cada lado de la mesa y se sentó justo en mi estómago, de cara a mi.

  • Bien Lara, me ha costado pero ya tengo claro que voy a hacer contigo. Como no se que enfermedad tienes – dijo mientras se le escapaba una sonrisa como dejando entender que sabía perfectamente lo que le pasaba – Te voy a aplicar un tratamiento de mi cosecha. Creo que necesitas sentir mi cuerpo, saborearlo, beber de todos mis jugos; esto es lo que te curará y de esta forma tendrás una dependencia de mi, no podrás vivir sin visitarme, sin darme placer, para obtener tu recompensa que te mantendrá viva.

No entendía muy bien lo que me estaba diciendo, pero estaba claro que no le iba a llevar la contraria. Noté como se descalzaba. Levantó las piernas y las puso justo al lado de mi cabeza. Me sentía totalmente rodeada de carne por todas partes, justo delante de mi cara, a los lados... De golpe me giró la cabeza a un lado con uno de sus pies que apoyó sobre mi mejilla quedando justo en mi rostro el otro pie.

  • Demuéstrame tus lotes lamedoras, Lara, vamos, después de un día duro de guardia necesito un buen masaje en los pies-. No me quedó más remedio que rendirle culto de la mejor manera que supe hacer, porque mi situación era evidente que no me permitía hacer otra cosa. Estuve un buen rato con uno y luego seguí con el otro.

Cuando se hubo cansado, se levantó y se fue a la mesa del comedor. Aproveché para respirar. A pesar de lo incómodo de la posición y de haber soportado su peso durante un buen rato, me estaba encontrando algo mejor… no imaginé porqué, pero luego lo sabría. Al cabo de unos segundos volvió con la bola para la boca. Se había quitado el sujetador, con lo que me mostró delante de mi cara un par de tetas envidiables, erguidas y duras. Por un momento dudó al ponerme la bola, y la dejó sobre mi camiseta, totalmente arrugada. Se bajó las bragas y quedó completamente desnuda frente a mi. Tapándome la nariz me obligó a abrir la boca y me metió sus bragas dentro. Estaban completamente mojadas, y sabían fatal, pero no me quedó mas remedio que tragármelas y saborear todos los jugos que había soltado aquella guarra mientras me humillaba. Seguidamente me introdujo la bola que ató por detrás de la cabeza. Entre las bragas y la bola, que me obligaba a tener la boca bien abierta, no podía decir ni mu ni dejar de tragar flujos vaginales.

Cuando me hubo amordazado, se volvió a dirigir a la mesa u cogió algo que no alcancé a ver en primer momento. Luego se fue acercando a mi y mis ojos se debieron abrir como naranjas, porqué empezó a reír como una loca al ver mi expresión

  • Vamos, querida, no me dirás que no habías visto nunca una de estas, ¿No? – me djo mientras me mostraba una polla enorme, unida a un arnés. Pude ver que justo en el sentido opuesto había otra polla, quizá no tan grande, pero también de un tamaño considerable. Pasando una pierna a cada lado de la mesa de nuevo, puso uno de sus pies justo al lado de mi cara y pasó por debajo una de las tiras del arnés. Seguidamente hizo lo mismo con la otra pierna, acercándoselo lentamente a su enorme coño que parecía que llamaba telepáticamente a la polla que se iba a engullir. De forma sensual, todo hay que decirlo, fue subiéndolo hasta que la punta de la polla empezó a tocar sus labios vaginales. Con movimientos lentos de mete y saca se la fue introduciendo en su interior, situando el culo en pompa para facilitar la penetración, con gemidos y gestos que indicaban que la guarra estaba disfrutando. Una vez la tubo bien metida dentro, se sujetó el arnés a la cintura de forma que la polla que se había introducido estaba totalmente oculta y ahora el protagonismo lo acaparaba otra polla de 25 cm que se alzaba a l’aire de forma provocadora. Lentamente volvió a sentarse sobre mis pechos, quedando la polla justo delante de cara. De forma humillante empezó a jugar con ella, pasándomela por los ojos, la nariz, las orejas… estaba como "presentándome" el artilugio que usaría para violarme unos instantes más tarde. Para prepararme volvió a sobarme el coño por encima de las bragas, metiéndome la tela dentro de la raja y volviéndola a sacar.

Así me tuvo un buen rato hasta que se cansó y se levantó. Yo me sentía bastante mejor, como con fuerzas. Quizá si me hubiera encontrado así no le hubiera sido tan fácil dominarme. Entonces desapareció de mi vista, como si se hubiera ido. Miré hacia delante y vi una cabeza que se acercaba a mi coño. Unas manos fuertes me cogieron las bragas y me las fueron bajando por mis muslos hasta que la tensión de mis piernas se lo impidió. De un golpe seco me las arrancó. Se puso a olerlas, lo que le provocó un estado de locura transitoria que me asustó más de lo que ya estaba, si cabe. Acercando lentamente su cara a mi raja noté su aliento cerca del clítoris, que latía esperando que alguien le diera el placer merecido. Se tomó su tiempo hasta que se decidió a darme ligeros besos en mi botoncito, lentamente. Siguieron unos lametones suaves que se fueron intensificando a medida que mi cuerpo reaccionaba al placer que me estaba dando la doctora. Estirando sus brazos me levanto la camiseta dejando mis pechos al desnudo, lo que le permitió jugar con mis pezones que se estaban endureciendo por momentos bajo sus dedos. Su lengua ya se introducía en mi coño como si se tratara de una pequeña polla que me estaba follando muy suavemente.

Mis piernas se tensaban, al igual que mis brazos sin poder hacer nada para evitar que me estuvieran poniendo cachonda, o quizá para apretar más su cabeza a mi entrepierna… no lo se, la cuestión es que la tía sabía muy bien como masturbarme sin dejar que llegara al final.

Cuando me tuvo a punto se subió a la mesa y se fue estirando sobre mío, hasta que su cara quedó justo delante de la mía. Como quien no quiere la cosa la punta de su falo de látex quedó justo en la entrada de mi coño, lo que me sobresaltó al recordar el tamaño que tenía ese aparato. Intenté moverme instintivamente, pero mis ataduras y su peso hizo que prácticamente mi posición no variara ni un milímetro. Acariciándome el pelo fue penetrándome lentamente, metiendo y sacando la polla que cada vez se introducía más y más. A media que avanzaba en su camino, las caricias en mi pelo se convertían en agarrones para asirse mejor a mí. Su cara se iba desencajando mostrándome un orgullo de mujer vencedora que se estaba follando a la examante de su marido.

Finalmente la polla llego hasta el fondo, lo cual me produjo una mezcla de dolor y placer que no podía aliviar con gritos, porque estaba completamente amordazada. Sus movimientos pélvicos provocaban, a parte de forma mi coño con un ariete digno de una guerra medieval, que la polla que ella tenía en su raja también se introduciera y sacara al mismo ritmo, de forma que la guarra se estaba masturbando con mi cuerpo como punto de apoyo.

  • Bien… carinyo….. es la polla de mi marido tan… hummmmm… grande como esta, ¿Eh? Aaaaaaah…. Te gusta como te ffffff…. Hummmm… follo? – El ritmo iba en aumento y a pesar de sentir un placer enorme, no parecía que pudiera llegar al orgasmo… extraño porque estaba muy caliente y en condiciones normales habría tenido que llegar ya al éxtasis… quizá la situación no me permitía concentrarme, no lo se, pero si que puedo asegurar que estaba disfrutando a la vez que sufría esta violación por parte de mi ginecóloga.

Cuando pensaba que ella estaba a punto de llegar, paro y sacó la polla de un golpe, dejándome vacía de golpe. Esto me provocó un cierto dolor que quedó ahogado en mi mordaza de encaje y goma. Sin pensárselo dos veces me soltó los tobillos de la mesa y me levantó las piernas de forma que quedaban por encima de mi cabeza. Ató la cuerda a las patas que estaban justo al lado de mi cabeza y quedé como si estuviera en medio de una voltereta encima de mi mesita del comedor. Entonces la doctora se sentó en la mesa y se acercó a mi culo… rápidamente pude ver sus intenciones: esta vez la polla apuntaba a mi culo, que quedaba justo a la medida para ser penetrado.

Empecé a mover la cabeza diciendo que no, suplicando con la mirada para que no me penetrara, ya que era virgen y no me había gustado nunca que me la metieran por allí. Esta claro que mi desesperación la puso más caliente si cabe y se pego a mi trasero mientras encaraba la polla a mi agujerito. Lo lubrificó con su mano y encaró la punta de forma que se aguantara sola, sin las manos. Me cogíó de las caderas y mientras yo decía que no con la cabeza, ella asentía con la mirada perdida ya que mantenía la otra parte de la polla en su interior y debía sentir un placer constante por ello.

Empezó a introducir la polla en mi culo acercando sus caderas a las mías hasta que la polla quedó del todo dentro. Al tener un culo tan estrecho, el dolor fue considerable y sus movimientos para meterla y sacarla solo servían para masturbarse ella, ya que se había aflojado el arnés y ahora su polla entraba y salía libremente de su lubrificado coño mientras que la otra extremidad estaba clavada en mi interior sin poder hacer nada para evitarlo. Se agarró de mis tetas para sujetarse mejor y follarme más cómodamente. Me tuvo así durante 20 minutos hasta que llegó al orgasmo soltando un grito aterrador que espero no oyeran mis vecinos. Durante unos segundos se quedó inmóvil, jadeando intentando recuperar el aliento. La saliva caía por la comisura de mis labios, después de no notar ya el saber de las bragas en mi boca. Estaba agotada pero a la vez cachonda porque no había llegado al orgasmo, aunque cualquiera le decía nada a esa psicópata.

Se levantó sacando la polla de golpe de mi culo, lo que provocó que alguna lágrima saltara de mis ojos del dolor que me había provocado. Me soltó las piernas que cayeron a peso sobre la mesa y me quitó la mordaza y las bragas de la boca. Empecé a toser para recuperar la saliva que había perdido. No me costó mucho recuperarla cuando la doctora se sentó de nuevo en mi cara, con el coño empapado de sus jugos y me obligó a dejárselo bien limpio. Me agarró del pelo y me aplastó la cara a su raja hasta que quedó bien limpio.

Después de quedar satisfecha me soltó y se vistió de nuevo, mientras extendía una receta y la dejaba sobre la mesa.

  • Te sientes mejor ahora, ¿Verdad? – me dijo mientras yo intentaba recomponerme como podía. Tenías los músculos agarrotados, un mal sabor de boca importante, mi culo y mi coño totalmente irritados y un orgasmo pendiente que me estaba pendiendo de muy mala leche.

  • Bien, pues como te he comentado, tiene suna enfermedad que dependencia hacia mi. Hoy has probado diferentes fluidos corporales de mi cuerpo que te han aliviado, ¿No? – era verdad, desde que me obligó a lamerle los pies, tragar los flujos de sus bragas y chuparle el coño, me encontraba mucho mejor… pero ¿Cómo coño…? No entendía nada.

  • Espero que el viernes que viene no faltes a la consulta, porque los efectos de lo que has "tomado" hoy te durarán 4 o 5 días, no más. Deberás venir a tomar tu ración semanal o si no acabarás tan débil que tu corazón no resistirá y dejará de latir… tu decides.

La guarra me tenía cogida, bien cogida si lo que decía era verdad. Tenia pocos días para averiguarlo, pero esta vez me lo pensaría dos veces antes de no asistir a su consulta.

Cogió sus cosas y se marchó, sin decir nada. Me quedé pensando en todo lo que había pasado a la vez que me sorprendí a mi misma metiéndome la mano por dentro del pantalón del chándal y masturbándome para llegar a ese maldito final que no había logrado antes. Me costó un montón, lo que me dio la pista que la droga o lo que rayos fuera que me hubiera dado esa mujer, además de obligarme a depender de ella me impedía lograr un orgasmo fácilmente, y solo lo podía conseguir después de ingerir mi dosis de jugos, flujos, saliva, sudor… y prefiero no pensar que más que pudiera salir de su cuerpo.

Me tenía comiendo de su mano… pero intentaría hacer un último esfuerzo para librarme de este cautiverio sin paredes al cual me había sometido. Si no, sería su esclava de por vida y, la verdad, no me apetecía nada.