La gargantilla
Iniciación de una relación BDSM
Voy a contaros cómo mi marido (Júlio) y yo comenzamos nuestra relación BDSM.
A lo largo de un verano estuve leyendo la saga de novelas eróticas de la que todo el mundo hablaba, pero que a nadie gustaba. Pues bueno, yo soy la nota discordante en ese aspecto.
Esa saga me descubrió un mundo del que muy poco conocía pero que alguna cosa había visto en alguno de los clubs de intercambio de parejas a los que habíamos asistido en alguna ocasión Júlio y yo.
Nuestra relación sexual siempre ha sido buena, pero a ambos nos gusta probar cosas nuevas y con esas lecturas se nos abrió un nuevo abanico de posibilidades.
Durante unos meses estuvimos haciendo algunas cosillas: me ataba las manos y se deleitaba con mis pechos, los acariciaba y amasaba a su gusto, pellizcándome los pezones, mordiéndolos y succionándolos… me daba algunos azotes, aunque no muy fuertes, me hacía chuparle la polla, pero no me obligaba a introducírmela hasta el fondo. Por aquel entonces a Júlio le costaba bastante ponerse rudo conmigo, le sabía mal hacerme daño y yo…yo estaba deseando que me dejara marcada su mano en mis nalgas, que me apretara la cabeza con su miembro en mi boca hasta bien adentro, que jugara con mi cuerpo a su antojo…
Pero llegó el verano en que, al final del mismo, celebramos nuestro primer lustro como marido y mujer. Como teníamos a nuestros hijos aún bastante pequeños, simplemente nos fuimos a cenar a un buen restaurante de una ciudad cercana. Un restaurante de esos en que el camarero te retira la silla, uno de esos en que las mesas están cubiertas con un mantel de tela hasta el suelo, uno de esos en que el personal es más que atento…
Antes del postre me levanté para ir al baño, ocasión que Júlio aprovechó para dejarme un estuche de joyería sobre mi silla. Cuando volví, antes de sentarme vi la caja. Júlio, impaciente, me invitó a cogerla, sentarme de nuevo y abrirla. Al hacerlo vi una preciosa gargantilla, era muy sencilla con un colgante con dos anillas, una dentro de la otra, con unas pequeñas piedras cada una. Sobre esta joya había una nota:
“Si aceptas este regalo te convertirás automáticamente en mi PUTA SUMISA; por ende, seré tu AMO. Seré yo quien decida cuándo podrás ponértela y el hecho de llevarla implicará que bajo la ropa no llevarás ninguna prenda interior”.
Estaba yo absorta en la nota, cuando el camarero llegó para preguntarnos por el postre, éste cuando vio la gargantilla, muy solícito decidió colgármela. A mi aún no me había dado tiempo de pensar en si aceptaba o no, quería hablar con Júlio de lo que supondría, de lo que implicaría, de… de muchas cosas; pero no me dio tiempo, a lo que fui consciente ya la tenia sobre mi cuello y mi marido tenía una brillante mirada con la que me indicaba que estaba muy satisfecho con “mi decisión”.
Nada más irse el camarero Júlio me ordenó que volviera al baño, con la excusa de podérmelo contemplar y que aprovechara para quitarme la ropa interior que llevaba. A mi vuelta debía dársela por debajo de la mesa para que él la pudiera guardar a buen recaudo.
Mientras tomábamos el postre y el café Júlio aprovechó mi falta de ropa interior para introducir su mano izquierda bajo mi vestido y empezar a jugar con mi clítoris a la vez que me ordenaba que no me moviera más que para introducir los alimentos en mi boca.
Empezó a acariciármelo arriba y abajo, primero de forma muy suave, poco a poco me fui humedeciendo sin yo quererlo y él empezó a apretarlo más y más, a darme pequeños pellizcos en los labios vaginales y cómo no, en el clítoris. Cada vez tenía más difícil mantener la compostura, cada vez tenía más y más calor…
Por fin acabamos el postre y el café y nos fuimos de allí. Una vez en el coche me ordenó que me sentara subiéndome el vestido y abriendo las piernas todo lo que el habitáculo me permitiera. De camino a casa, dimos un pequeño rodeo y pasamos por unos huertos de naranjos. Él que conoce bien la zona, entró el coche en uno de los caminos que se adentran en éstos, una vez lejos del camino principal, paró el coche y me ordenó bajar mientras él hacía lo propio. Una vez fuera del coche ordenó que me pusiera de cuclillas, que mantuviera mis manos a mi espalda y que abriera la boca, acto seguido introdujo su miembro bien henchido en mi boca y me la folló como nunca antes había hecho, introduciéndolo hasta mi garganta, haciendo que tuviera incluso arcadas, dejándome en ocasiones sin respiración; él, por su parte, estaba cada vez más y más excitado, su polla más y más dura y más y más grande. Finalmente se corrió, dejándome su leche por toda la cara y haciendo que le succionara las últimas gotas mientras me decía “ahora sí que eres mi PUTA SUMISA” .
Me ordenó subir al coche de nuevo, tal y como habíamos llegado hasta allí -aunque con la cara un poquito más decorada, pues no me permitió retirarme el semen ya que debía lucirlo con orgullo- y nos dirigimos a casa. Dejamos el coche en el garaje y antes de entrar en nuestro piso me quitó el vestido que llevaba, dejándome únicamente con la gargantilla y los zapatos de tacón: “mi PUTA, en casa, va desnuda” me susurró en la oreja con un tono severo y autoritario que hizo que se me encharcara el coño y se me endurecieran las tetas.
Una vez en el salón hizo que abriera un poco mis piernas y que me cogiera de los tobillos. Él estaba detrás de mi: “ Qué visión más maravillosa me ofrece mi PUTA” y a continuación empezó a azotar mis nalgas con fuerza, dejándome marcados todos y cada uno de sus dedos una y otra vez. Después de haberme dado una docena de palmadas pasó su mano por mi coño y un suspiro gutural, mezcla de orgullo y de placer, salió de su garganta “ Ummm, veo que te gusta ser mi PUTA ”, al no decir yo nada insistió: “ ¿te gusta ser mi PUTA? ¡CONTESTA ZORRA! ”. Un entrecortado “ Sí ” se escapó de mi boca y éste no satisfizo demasiado a mi AMO pues como respuesta tiró de mi hasta el sofá y me colocó boca abajo sobre sus piernas, de forma que mi culo quedaba frente a él y mientras me azotaba fuertemente me exigió “ Cuando tu AMO te pregunte alguna cosa debes responder SIEMPRE con un “Sí AMO” y en el caso de la pregunta que te he hecho antes “Sí AMO, me gusta ser su PUTA” ¿lo has entendido ZORRA? ” escupió finalmente. “ Sí AMO, lo he entendido. Me gusta ser tu PUTA ”. “ Lo has vuelto a hacer mal, me parece que voy a tener bastante trabajo contigo. Te vas a dirigir SIEMPRE a mi con RESPETO, por tanto me hablarás SIEMPRE de USTED ¿te queda claro PUTA?” “Si AMO, me queda claro. Me gusta ser su PUTA”. “Mucho mejor, ahora vuelve a chuparme la polla”.
Esa noche la pasamos follando, me dio por el culo, me folló la boca una y otra vez, me ató con las piernas bien abiertas y me penetró de forma ruda, fuerte…pero no consintió que me corriera ni una sola vez. Cuando estuvo exhausto, se acostó y antes de dormirse me dijo “Has estado bastante bien PUTA, si aguantas así lo que queda de noche mañana haré que te corras como nunca lo has hecho antes. Ahora te recomiendo que también descanses” .
Bueno, hasta aquí llega el relato de mi primera noche como la PUTA SUMISA de mi AMO.